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domingo, 31 de enero de 2010

EL NUEVO RITUAL DE EXORCISMOS

EL NUEVO RITUAL DE EXORCISMOS:

ANOTACIONES CANÓNICAS

1. EL EXORCISMO: UN SACRAMENTAL DISCUTIDO

Recientemente ha visto la luz el nuevo Ritual de Exorcismos, aprobado

por el Papa Juan Pablo II el 1 de octubre de 1998, y promulgado

mediante Decreto de 22 de noviembre del mismo año 1. El 26 de enero

de 1999 tuvo lugar la presentación pública del mismo, en el que el cardenal

Medina Estévez, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino

y la Disciplina de los Sacramentos, iluminaba el sentido de la práctica

exorcística en la Iglesia y ofrecía los criterios básicos para la utilización

del Ritual 2.

El momento eclesial y social en que ha aparecido presenta una cierta

ambivalencia, ya que, por una parte, determinados sectores de la teología

habían puesto en cuestión la actividad extraordinaria del demonio

—y, en ocasiones, su misma existencia— y, por otra parte, crece el número

de personas que acuden a la Iglesia pidiendo que se les practique

un exorcismo.

Estudios

* Universidad Pontificia Comillas y Facultad de Teología San Dámaso. Madrid.

1 Cf. RITUALE ROMANUM ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II

instauratum, auctoritate Ioannis Pauli PP. II promulgatum, De exorcismis et supplicationibus

quibusdam, Editio Typica, Typis Polyglottis Vaticanis, 1999. En adelante

se citará: DESQ.

2 Cf. L’Osservatore Romano, 29 de enero de 1999, p. 8.

Como expresión de esa mentalidad intraeclesial que niega la actividad

extraordinaria del diablo y, por tanto, que aboga por la completa supresión

de los exorcismos, a los que se califica de perjudiciales, valga la

cita de un artículo publicado el año 1987, once años antes de la promulgación

del nuevo Ritual:

«De todo lo dicho se concluye que es muy probable que posesos y

demonios no hayan existido nunca. La frase evangélica “poseídos por

demonios” estaría traducida más exactamente por “afligidos por fuerzas

misteriosas dañinas”. El diablo no tiene nada que ver con lo que

los relatos evangélicos denominan demonios. Tal vocablo se usaba en

aquel tiempo, más primitivo que el nuestro, como un modo de expresión

para explicar lo que para ellos era inexplicable, es decir, todas las

enfermedades que hoy día podrían llamarse internas o cerebrales.

Consecuentemente, si demonios y posesos no han existido nunca

(aunque no puede negarse la pura posibilidad de posesión, pues todo

lo que no es contradictorio es posible), los exorcismos ni deberían haberse

practicado ni deberían practicarse en el futuro. No solamente

son inútiles, sino también, como ya se ha insinuado, son potencialmente

muy nocivos y perjudiciales» 3.

Para ilustrar el daño que pueden producir los exorcismos, el autor

hace suyas las palabras de un experimentado exorcista, que advierte de

los riesgos del abuso de la práctica de los exorcismos, palabras que el

autor extiende no sólo a la práctica abusiva, sino a la celebración del

exorcismo en cuanto tal:

«El exorcismo es una ceremonia muy impresionante, capaz de actuar

de un modo muy eficaz y peligroso en una persona enferma. Los

conjuros dirigidos al demonio, los repetidos rociamientos con agua

bendita, la estola puesta alrededor del cuello del paciente, las muchas

señales de la cruz en su frente, etc., son muy capaces de crear una verdadera

manía diabólica, en palabras y acciones, sobre un alma ya enferma.

Llama al diablo y lo verás, o, mejor, no a él, sino a un retrato

creado por las ideas de la persona enferma con respecto a él. Es por

esta razón que ciertos sacerdotes, debido a la práctica inconsiderada

e imprudente de practicar los exorcismos, crean, confirman y corroboran

los mismísimos desórdenes que ellos desearían suprimir» 4.

Sin llegar a estos extremos, es innegable la constatación de que hablar

del demonio y de su actividad se ha convertido en una realidad in-

3 J. B. CORTÉS, «Exorcismos y liturgia», en Nuevo Diccionario de Liturgia, Madrid

1987, 818.

4 Ibid., pp. 817-818, citando a J. DE TONQUÉDEC, Les muladies nerveuses ou mentales

et les manifestations diaboliques, Paris 1938, 82-83.

cómoda en la vida de la Iglesia de los últimos decenios. La catequesis,

la predicación y la enseñanza teológica normalmente esquivan el tema,

y el resultado es un gran desconocimiento de la doctrina de la Iglesia en

esta materia, que hace más difícil ofrecer una respuesta eclesialmente

adecuada a las necesidades de las personas que acuden, en situaciones

de gran sufrimiento personal, solicitando un exorcismo 5.

La respuesta en estos casos no puede ser ni el rechazo cuasi-automático,

fruto de un discernimiento apresurado y muchas veces inexistente,

a causa de los prejuicios de quien lo realiza, ni tampoco la credulidad

de quien ve en el exorcismo un posible remedio para cualquier

situación de sufrimiento personal, concibiéndolo como una oración o

una bendición más, sin tener en cuenta su naturaleza, su significado y

su finalidad. En ambos casos, este sacramental se vacía de contenido y

pierde el sentido que tiene en la liturgia y en la vida de la Iglesia.

Frente a este panorama eclesial, nos encontramos con que la cuestión

del demonio y del exorcismo suscita un gran interés en la sociedad.

Los medios de comunicación se hacen ampliamente eco de casos

de exorcismos y no faltan películas en las que aparecen estos temas,

por no hablar de la presencia de sectas de impronta satánica, que llegan

a constituir un problema social 6. Hay, además, toda una serie de

prácticas relacionadas con el mundo de lo oculto, como el espiritismo,

la magia, la hechicería, la interpretación de presagios y de suertes, y

el recurso a los videntes, que van adquiriendo una difusión cada vez

mayor, y en las que suelen tener lugar invocaciones a potencias maléficas 7.

Todo ello hace que aumente el número de las personas que acuden a

la Iglesia, atribuyendo los males que padecen a una intervención diabólica

y solicitando la práctica del exorcismo. Este hecho, junto con la renovación

del Ritual de exorcismos, ha llevado en muchos ámbitos a volver

a interesarse por este sacramental y a volver a designar en las diócesis

a un sacerdote encargado de este específico sector pastoral 8.

5 Cf. R. LAURENTIN, El demonio, ¿símbolo o realidad?, Bilbao 1998, 131-138;

G. AMORTH, Nuovi racconti di un esorcista, Bologna 2001, 10-15.

6 Cf. J. NAVONE, «Diablo/exorcismo», en Nuevo Diccionario de Espiritualidad,

Madrid 1991, 459-463.

7 Cf. G. AMORTH, Esorcisti e psichiatri, Bologna 2002, 41-89.

8 Prueba de este renovado interés es el hecho de que se haya agotado rápidamente

la edición típica latina del Ritual, así como las numerosas ediciones de libros

en los que reconocidos exorcistas exponen sus experiencias y ofrecen criterios y

orientaciones prácticas para la realización del exorcismo.

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