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viernes, 29 de enero de 2010

ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA -- 2ª PARTE

ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA
FRIEDRICH NIETZSCHE


Segunda parte de

Así habló Zaratustra

- y sólo cuando todos hayáis renegado de mí

volveré entre vosotros.

En verdad, con otros ojos, hermanos míos,

buscaré yo entonces a mis perdidos; con un

amor distinto os amaré entonces.

Zaratustra, De la virtud que hace

regalos

El niño del espejo139

Zaratustra volvió a continuación a las montañas y a la soledad de su caverna y se apartó

de los hombres: aguardando como un sembrador que ha lanzado su semilla140. Mas su

alma se llenó de impaciencia y de deseos de aquellos a quienes amaba: pues aún tenía

muchas cosas que darles. Esto es, en efecto, lo más difícil, el cerrar por amor la mano

abierta y el conservar el pudor al hacer regalos141.

Así transcurrieron para el solitario meses y años; mas su sabiduría crecía y le causaba

dolores por su abundancia.

Una mañana se despertó antes de la aurora, estuvo meditando largo tiempo en su lecho

y dijo por fin a su corazón:

«¿De qué me he asustado tanto en mis sueños, que me he despertado? ¿No se acercó a

mí un niño que llevaba un espejo?

“Oh Zaratustra - me dijo el niño -, ¡mírate en el espejo!”

Y al mirar yo al espejo lancé un grito, y mi corazón quedó aterrado: pues no era a mí a

quien veía en él, sino la mueca y la risa burlona de un demonio.

En verdad, demasiado bien comprendo el signo y la advertencia del sueño: ¡mi doctrina

está en peligro, la cizaña quiere llamarse trigo!142

Mis enemigos se han vuelto poderosos y han deformado la imagen de mi doctrina, de

modo que los más queridos por mí tuvieron que avergonzarse de los dones que yo les

había entregado.

¡He perdido a mis amigos; me ha llegado la hora de buscar a los que he perdido! »143 -

Al decir estas palabras Zaratustra se levantó de un salto, pero no como un angustiado

que busca aire, sino más bien como un vidente y cantor de quien se apodera el espíritu.

Extrañados miraron hacia él su águila y su serpiente: pues, semejante a la aurora, sobre su

rostro yacía una felicidad cercana.

¿Qué me ha sucedido, pues, animales míos? - dijo Zaratustra. ¿No estoy transformado?

¿No vino a mí la bienaventuranza como un viento tempestuoso?

Loca es mi felicidad, y cosas locas dirá: es demasiado joven todavía - ¡tened, pues, paciencia

con ella!

Herido estoy por mi felicidad144: ¡todos los que sufren deben ser médicos para mí!

¡De nuevo me es lícito bajar a mis amigos y también a mis enemigos! ¡De nuevo le es

lícito a Zaratustra hablar y hacer regalos y dar lo mejor a los amados!

Mi impaciente amor se desborda en ríos que bajan hacia levante y hacia poniente145.

¡Desde silenciosas montañas y tempestades de dolor desciende mi alma con estruendo a

los valles!

Demasiado tiempo he estado anhelando y mirando a lo lejos. Demasiado tiempo he pertenecido

a la soledad: así he olvidado el callar.

Me he convertido todo yo en una boca, y en estruendo de arroyo que cae de elevados

peñascos: quiero despeñar mis palabras a los valles.

¡Y lo haré aunque el río de mi amor se precipite en lo infranqueable! ¡Cómo no va a

acabar encontrando tal río el camino hacia el mar!

Sin duda hay en mí un lago, un lago eremítico, que se basta a sí mismo; mas el río de

mi amor lo arrastra hacia abajo consigo - ¡al mar!

Nuevos caminos recorro, un nuevo modo de hablar llega a mí; me he cansado, como

todos los creadores, de las viejas lenguas. Mi espíritu no quiere ya caminar sobre sandalias

usadas.

Con demasiada lentitud corre para mí todo hablar: - ¡a tu carro salto, tempestad! ¡E incluso

a ti quiero arrearte con el látigo de mi maldad!

Como un grito y una exclamación jubilosa quiero correr sobre anchos mares, hasta encontrar

las islas afortunadas146 donde moran mis amigos: -

¡Y mis enemigos entre ellos! ¡Cómo amo ahora a todo aquel a quien me sea lícito

hablarle! También mis enemigos forman parte de mi bienaventuranza.

Y si quiero montar en mi caballo salvaje, lo que mejor me ayuda siempre a subir es mi

lanza: ella es el servidor constantemente dispuesto de mi pie: -

¡La lanza que arrojo contra mis enemigos! ¡Cómo les agradezco a mis enemigos el que

por fin se me permita arrojarla!

Demasiado grande era la tensión de mi nube: entre carcajadas de rayos quiero lanzar

granizadas a la profundidad.

Poderoso se hinchará entonces mi pecho, poderoso exhalará su tempestad por encima

de los montes: así quedará aliviado.

¡En verdad, semejantes a una tempestad llegan mi felicidad y mi libertad! Pero mis

enemigos deben creer que es el Maligno147 el que se enfurece sobre sus cabezas.

Sí, también os asustaréis vosotros, amigos míos, a causa de mi sabiduría salvaje148; y tal

vez huyáis de ella juntamente con mis enemigos.

¡Ay, si yo supiese atraeros con flautas pastoriles a volver atrás! ¡Ay, si mi leona Sabiduría

aprendiese a rugir con dulzura! ¡Y muchas cosas hemos ya aprendido juntos!

Mi sabiduría salvaje quedó preñada en montañas solitarias; sobre ásperos peñascos parió

su nueva, última cría. Ahora corre enloquecida por el duro desierto y busca y busca

blando césped - ¡mi vieja sabiduría salvaje!

¡Sobre el blando césped de vuestros corazones, amigos míos! - ¡sobre vuestro amor le

gustaría acostar lo más querido para ella!

Así habló Zaratustra.

139 En los borradores Nietzsche había previsto para este capítulo el título de La segunda aurora.

140 «El sembrador» es imagen evangélica. Véase Evangelio de Mateo, 13, 3 ss.

141 Nietzsche desarrolla con detalle esta idea en esta misma segunda parte, La canción de la noche.

142 Sobre la cizaña y el trigo véase el Evangelio de mateo, 13, 24 y ss. (parábola de la cizaña). También

aquí son los «enemigos» del sembrador los que plantan cizaña entre el trigo.

143 La imagen de «salir en busca de los perdidos» es asimismo reminiscencia evangélica. Véase Evangelio

de Lucas, 15,4 y ss. (parábola de la oveja perdida).

144 Esta frase es, incluso por su estructura verbal (verwundet bin ich von meinem Glücke), reminiscencia

de las muy conocidas, entre wagnerianos, palabras de Brunilda en el tercer acto del Sigfrido:

«Herido me ha quien me despertó» (verwundet hat mich der mich erweckt). Nietzsche cuenta que, cuando

fue a visitar por vez primera a Wagner en Tribschen, estuvo «largo tiempo en silencio ante la casa y

escuchaba un acorde doloroso, continuamente repetido». Ese acorde correspondía al tema del «despertar de

Brunilda».

145 Expresión bíblica. Véase el Salmo 50, 1: «Desde el poniente hasta el levante...»

146 Anticipación del título del apartado siguiente. Véase la nota 149.

147 Expresión bíblica para designar al demonio.

148 El tema de la «sabiduría salvaje» tiene gran importancia como caracterización del saber propio de Zaratustra.

Véase, en el párrafo siguiente, «leona Sabiduría». Véase también, en esta misma se gunda parte,

De los sabios famosos, donde Zaratustra contrapone esta sabiduría suya al saber de los «sabios famosos»

que aparecen como «animales de carga». Véase asimismo, en la tercer parte, De tablas viejas y nuevas, 2.

En las islas afortunadas149

Los higos caen de los árboles, son buenos y dulces; y, conforme caen, su roja piel se

abre. Un viento del norte soy yo para higos maduros.

Así, cual higos, caen estas enseñanzas hasta vosotros, amigos míos: ¡bebed su jugo y su

dulce carne! Nos rodea el otoño, y el cielo puro, y la tarde150.

¡Ved qué plenitud hay en torno a nosotros! Y es bello mirar, desde la sobreabundancia,

hacia mares lejanos.

En otro tiempo decíase Dios cuando se miraba hacia mares lejanos; pero ahora yo os he

enseñado a decir: superhombre.

Dios es una suposición; pero yo quiero que vuestro suponer no vaya más lejos que

vuestra voluntad creadora.

¿Podríais vosotros crear un Dios? - ¡Pues entonces no me habléis de dioses! Mas el superhombre

sí podríais crearlo. ¡Acaso no vosotros mismos, hermanos míos! Pero podríais

transformaros en padres y antepasados del superhombre: ¡y sea éste vuestro mejor crear!-

Dios es una suposición: mas yo quiero que vuestro suponer se mantenga dentro de los

límites de lo pensable.

¿Podríais vosotros pensar un Dios? - Mas la voluntad de verdad signifique para vosotros

esto, ¡que todo sea transformado en algo pensable para el hombre, visible para el

hombre, sensible para el hombre! ¡Vuestros propios sentidos debéis pensarlos hasta el

final!

Y eso a lo que habéis dado el nombre de mundo, eso debe ser creado primero por vosotros:

¡vuestra razón, vuestra imagen, vuestra voluntad, vuestro amor deben devenir ese

mundo! ¡Y, en verdad, para vuestra bienaventuranza, hombres del conocimiento!

¿Y cómo ibais a soportar la vida sin esta esperanza, vosotros los que conocéis? No os

ha sido lícito estableceros por nacimiento en lo incomprensible, ni tampoco en lo irracional.

Mas para revelaros totalmente mi corazón a vosotros, amigos: si hubiera dioses, ¡cómo

soportaría yo el no ser Dios! Por lo tanto, no hay dioses.

Es cierto que yo he sacado esa conclusión; pero ahora ella me saca a mí151. -

Dios es una suposición: mas ¿quién bebería todo el tormento de esa suposición sin morir?

¿Su fe le debe ser quitada al creador, y al águila su cernerse en lejanías aquilinas?

Dios es un pensamiento que vuelve torcido todo lo derecho y que hace voltearse a todo

lo que está de pie. ¿Cómo? ¿Estaría abolido el tiempo, y todo lo perecedero sería únicamente

mentira?

Pensar esto es remolino y vértigo para osamentas humanas, y hasta un vómito para el

estómago: en verdad, la enfermedad mareante llamo yo a suponer tal cosa.

¡Malvadas llamo, y enemigas del hombre, a todas esas doctrinas de lo Uno y lo Lleno y

lo Inmóvil y lo Saciado y lo Imperecedero!

¡Todo lo imperecedero - no es más que un símbolo!152 Y los poetas mienten demasiado153.

-

De tiempo y de devenir es de lo que deben hablar los mejores símbolos; ¡una alabanza

deben ser y una justificación de todo lo perecedero!

Crear - ésa es la gran redención del sufrimiento, así es como se vuelve ligera la vida.

Mas para que el creador exista son necesarios sufrimiento y muchas transformaciones.

¡Sí, muchos amargos morires tiene que haber en nuestra vida, creadores! De ese modo

sois defensores y justificadores de todo lo perecedero.

Para ser el hijo que vuelve a nacer, para ser eso el creador mismo tiene que querer ser

también la parturienta y los dolores de la parturienta.

En verdad, a través de cien almas he recorrido mi camino, y a través de cien cunas y

dolores de parto. Muchas son las veces que me he despedido, conozco las horas finales

que desgarran el corazón.

Pero así lo quiere mi voluntad creadora, mi destino. O, para decíroslo con mayor honestidad:

justo tal destino - es el que mi voluntad quiere.

Todo lo sensible en mí sufre y se encuentra en prisiones: pero mi querer viene siempre

a mí como mi liberador y portador de alegría.

El querer hace libres154: ésta es la verdadera doctrina acerca de la voluntad y la libertad

- así os lo enseña Zaratustra.

¡No-querer-ya y no-estimar-ya y no-crear-ya! ¡Ay, que ese gran cansancio permanezca

siempre alejado de mí!

También en el conocer yo siento únicamente el placer de mi voluntad de engendrar y

devenir; y si hay inocencia en mi conocimiento, esto ocurre porque en él hay voluntad de

engendrar.

Lejos de Dios y de los dioses me ha atraído esa voluntad; ¡qué habría que crear si los

dioses - existiesen!

Pero hacia el hombre vuelve siempre a empujarme mi ardiente voluntad de crear; así se

siente impulsado el martillo hacia la piedra.

¡Ay, hombres, en la piedra dormita para mí una imagen, la imagen de mis imágenes!

¡Ay, que ella tenga que dormir en la piedra más dura, más fea!

Ahora mi martillo se enfurece cruelmente contra su prisión. De la piedra saltan pedazos:

¿qué me importa?

Quiero acabarlo: pues una sombra155 ha llegado hasta mí -¡la más silenciosa y más ligera

de todas las cosas vino una vez a mí!

La belleza del superhombre llegó hasta mí como una sombra. ¡Ay, hermanos míos!

¡Qué me importan ya - los dioses! –

Así habló Zaratustra.

149 En los borradores Nietzsche había previsto para este capítulo el título De los dioses. A pesar de la designación

de «afortunadas», Nietzsche no se refiere ciertamente a las islas Canarias ni a unas «islas afortunadas

» concretas. Si acaso, Nietzsche las situaba junto a Nápoles y aludiría a Ischia y Capri, muy conocidas

y amadas por él desde su estancia en Sorrento. En una carta a Peter Gast (12 de agosto de 1883) dice

Nietzsche lo siguiente: «Esta isla (Ischia) me obsesiona; cuando usted haya leído Así habló Zaratustra II

hasta el final comprenderá con claridad dónde he situado yo mis “islas afortunadas”».

150 Palabras citadas por Nietzsche en Ecce homo para subrayar lo que él llama el tempo delicadamente

lento de estos discursos.

151 El verbo alemán ziehen, que significa «sacar» (una conclusión, por ejemplo), «extraer», «arrastrar»,

permite a Nietzsche este juego de palabras, que, desarrollado, diría lo siguiente: Es cierto que yo he «sacado

» la conclusión de la inexistencia de Dios; pero a la vez esa inexistencia de Dios me «saca», como conclusión

suya, a mí. O lo que es lo mismo: Yo sólo existo en cuanto conclusión de la inexistencia de Dios.

152 Inversión de la frase de Goethe, que dice exactamente lo contrario: «Todo lo perecedero no es más

que un símbolo» (Fausto, final, verso 12104). Véase, en esta misma parte, De los poetas, así como la nota

223.

153 En La gaya ciencia, aforismo 84, al final, dice Nietzsche: «¡Para una verdad es más peligroso que un

poeta esté de acuerdo con ella que no que la contradiga! Pues como dice Homero: “Mucho mienten los

poetas.”» Aristóteles, que cita esta misma frase, afirma que se trata de un «proverbio» (Metafísica, 983 a

3). Véase Solón, fragmento 26 (Hiller). Véase también, en esta misma parte, De los poetas, donde, en diálogo

con uno de sus discípulos, Zaratustra desarrolla este «proverbio».

154 Esta misma frase se repite y amplifica en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 16. Es antitética

de la frase evangélica: «La verdad os hará libres» (Evangelio de Juan, 8, 32).

155 A esta sombra, llamada más tarde «la sombra de Zaratustra», le estará dedicado en la parte tercera, todo

un capítulo.

De los compasivos

Amigos míos, han llegado unas palabras de mofa hasta vuestro amigo: «¡Ved a Zaratustra!

¿No camina entre nosotros como si fuésemos animales?»

Pero está mejor dicho así: «¡El que conoce camina entre los hombres como entre animales

que son!».

Mas, para el que conoce, el hombre mismo se llama: el animal que tiene mejillas rojas.

¿Cómo le ha ocurrido eso? ¿No es porque ha tenido que avergonzarse con demasiada

frecuencia?

¡Oh, amigos míos! Así habla el que conoce: Vergüenza, vergüenza, vergüenza - ¡ésa es

la historia del hombre!

Y por ello el noble se ordena a sí mismo no causar vergüenza: se exige a sí mismo tener

pudor ante todo lo que sufre.

En verdad, yo no soporto a ésos, a los misericordiosos que son bienaventurados en su

compasión156: les falta demasiado el pudor.

Si tengo que ser compasivo, no quiero, sin embargo, ser llamado así; y si lo soy, entonces

prefiero serlo desde lejos.

Con gusto escondo también la cabeza y me marcho de allí antes de ser reconocido: ¡y

así os mando obrar a vosotros, amigos míos!

¡Quiera mi destino poner siempre en mi senda a gentes sin sufrimiento, como vosotros,

y a gentes con quienes me sea lícito tener en común la esperanza y la comida y la miel!

En verdad, yo he hecho sin duda esto y aquello en favor de los que sufren: pero siempre

me parecía que yo obraba mejor cuando aprendía a alegrarme mejor.

Desde que hay hombres el hombre se ha alegrado demasiado poco: ¡tan sólo esto, hermanos

míos, es nuestro pecado original!

Y aprendiendo a alegrarnos mejor es como mejor nos olvidamos de hacer daño a otros

y de imaginar daños.

Por eso yo me lavo la mano que ha ayudado al que sufre, por eso me limpio incluso el

alma.

Pues me he avergonzado de haber visto sufrir al que sufre, a causa de la vergüenza de

él157; y cuando le ayudé, ofendí duramente su orgullo.

Los grandes favores no vuelven agradecidos a los hombres, sino vengativos; y si el pequeño

beneficio no es olvidado acaba convirtiéndose en un gusano roedor.

«¡Sed reacios en el aceptar! ¡Honrad por el hecho de aceptar!» - esto aconsejo a quienes

nada tienen que regalar.

Pero yo soy uno que regala: me gusta regalar, como amigo a los amigos. Los extraños,

en cambio, y los pobres, que ellos mismos cojan el fruto de mi árbol: eso avergüenza

menos.

¡Mas a los mendigos se los debería suprimir totalmente!158 En verdad, molesta el darles

y molesta el no darles.

¡E igualmente a los pecadores, y a las conciencias malvadas! Creedme, amigos míos:

los remordimientos de conciencia enseñan a morder.

Lo peor, sin embargo, son los pensamientos mezquinos. ¡En verdad, es mejor haber

obrado con maldad que haber pensado con mezquindad!

Es cierto que vosotros decís: «El placer obtenido en maldades pequeñas nos ahorra más

de una acción malvada grande». Pero aquí no se debería querer ahorrar.

Como una llaga es la acción malvada: escuece e irrita y revienta, - habla sinceramente.

«Mira, yo soy enfermedad» - así habla la acción malvada; ésa es su sinceridad.

Mas el pensamiento mezquino es igual que el hongo: se arrastra y se agacha y no quiere

estar en ninguna parte - hasta que el cuerpo entero queda podrido y mustio por los pequeños

hongos.

A quien, sin embargo, está poseído por el diablo yo le digo al oído esta frase: «¡Es mejor

que cebes a tu diablo! ¡También para ti sigue habiendo un camino de grandeza!» -

¡Ay, hermanos míos! ¡Se sabe de cada uno algo de más! Y muchos se nos vuelven

transparentes, mas aun así estamos muy lejos todavía de poder penetrar a través de ellos.

Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy difícil159.

Y con quien más inicuos somos no es con aquel que nos repugna, sino con quien nada

en absoluto nos importa.

Si tú tienes, sin embargo, un amigo que sufre, sé para su sufrimiento un lugar de descanso,

mas, por así decirlo, un lecho duro, un lecho de campaña: así es como más útil le

serás.

Y si un amigo te hace mal, di: «Te perdono lo que me has hecho a mí; pero el que te

hayas hecho eso a ti - ¡cómo podría yo perdonarlo!»

Así habla todo amor grande: él supera incluso el perdón y la compasión.

Debemos sujetar nuestro corazón; pues si lo dejamos ir, ¡qué pronto se nos va entonces

la cabeza!

Ay, ¿en qué lugar del mundo se han cometido tonterías mayores que entre los compasivos?

iY qué cosa en el mundo ha provocado más sufrimiento que las tonterías de los

compasivos?

¡Ay de todos aquellos que aman y que no tienen todavía una altura que esté por encima

de su compasión!

Así me dijo el demonio una vez: «También Dios tiene su infierno: es su amor a los

hombres.»

Y hace poco le oí decir esta frase: «Dios ha muerto; a causa de su compasión por los

hombres ha muerto Dios»160. -

Por ello, estad prevenidos contra la compasión: ¡de ella continúa viniendo a los hombres

una nube! ¡En verdad, yo entiendo de señales del tiempo!

Mas recordad también esta frase: todo gran amor está por encima incluso de toda su

compasión: pues él quiere además - ¡crear lo amado!

«De mí mismo hago ofrecimiento a mi amor, y de mi prójimo igual que de mí»- éste es

el lenguaje de todos los creadores.

Mas todos los creadores son duros. –

Así habló Zaratustra.

156 Cita de la bienaventuranza de Jesús (Evangelio de Mateo, 5, 7): «Bienaventurados los misericordiosos,

porque ellos alcanzarán misericordia.»

157 Véase, en la cuarta parte, El más feo de los hombres, cómo el propio Zaratustra practica esta doctrina

al encontrarse con el más feo de los hombres.

158 En la cuarta parte, La Cena, el mendigo voluntario recordará a Zaratustra esta frase.

159 Véase, en esta segunda parte, De la redención, donde Zaratustra aplica irónicamente esta doctrina a sí

mismo.

160 Los cuatro párrafos que van desde «Ay, ¿en qué lugar? ...» hasta aquí fueron colocados por Nietzsche

como motto al frente de la cuarta parte de esta obra. Y en el capítulo de esa misma parte titulado Jubilado,

Zaratustra pregunta con curiosidad al viejo papa si es cierto que Dios murió de esa manera: «de compasión

».

De los sacerdotes

Y una vez Zaratustra hizo una señal a sus discípulos y les dijo estas palabras:

«Ahí hay sacerdotes: y aunque son mis enemigos, ¡pasad a su lado en silencio y con la

espada dormida!161

También entre ellos hay héroes; muchos de ellos han sufrido demasiado - : por esto

quieren hacer sufrir a otros.

Son enemigos malvados: nada es más vengativo que su humildad. Y fácilmente se ensucia

quien los ataca.

Pero mi sangre está emparentada con la suya; y yo quiero que mi sangre sea honrada

incluso en la de ellos». -

Y cuando hubieron pasado a su lado le acometió a Zaratustra el dolor; y no había luchado

mucho tiempo con el dolor cuando empezó a hablar así:

Me da pena de estos sacerdotes. También repugnan a mi gusto; mas esto es para mí lo

de menos desde que estoy entre hombres.

Pero yo sufro y he sufrido con ellos: prisioneros son para mí, y marcados. Aquel a

quien ellos llaman redentor los arrojó en cadenas: -

¡En cadenas de falsos valores y de palabras ilusas! ¡Ay, si alguien los redimiese de su

redentor!162

En una isla creyeron desembarcar en otro tiempo, cuando el mar los arrastró lejos; pero

mira, ¡era un monstruo dormido!163

Falsos valores y palabras ilusas: ésos son los peores monstruos para los mortales, - largo

tiempo duerme y aguarda en ellos la fatalidad.

Mas al fin ésta llega y vigila y devora y se traga aquello que construyó tiendas para sí

encima de ella.

¡Oh, contemplad esas tiendas que esos sacerdotes se han construido! Iglesias llaman

ellos a sus cavernas de dulzona fragancia.

¡Oh, esa luz falsa, ese aire que huele a moho! ¡Aquí donde al alma no le es lícito - elevarse

volando hacia su altura!

Su fe, por el contrario, ordena esto: «¡De rodillas subid la escalera, pecadores!»164

¡En verdad, prefiero ver incluso al hombre carente de pudor que los torcidos ojos de su

pudor y devoción!

¿Quién creó para sí tales cavernas y escaleras de penitencia? ¿No fueron aquellos que

querían esconderse y se avergonzaban del cielo puro?

Y sólo cuando el cielo puro vuelva a mirar a través de techos derruidos y llegue hasta la

hierba y la roja amapola crecidas junto a muros derruidos165, - sólo entonces quiero yo

volver a dirigir mi corazón hacia los lugares de ese Dios.

Ellos llamaron Dios a lo que les contradecía y causaba dolor: y en verdad, ¡mucho

heroísmo había en su adoración! ¡Y no supieron amar a su Dios de otro modo que clavando

al hombre en la cruz!

Como cadáveres pensaron vivir, de negro vistieron su cadáver; también en sus discursos

huelo yo todavía el desagradable aroma de cámaras mortuorias.

Y quien vive cerca de ellos, cerca de negros estanques vive, desde los cuales canta el

sapo su canción con dulce melancolía.

Mejores canciones tendrían que cantarme para que yo aprendiese a creer en su redentor:

¡más redimidos tendrían que parecerme los discípulos de ese redentor!

Desnudos quisiera verlos: pues únicamente la belleza debiera predicar penitencia. ¡Mas

a quién persuade esa tribulación embozada!166

¡En verdad, sus mismos redentores no vinieron de la libertad y del séptimo cielo de la

libertad! ¡En verdad, ellos mismos no caminaron nunca sobre las alfombras del conocimiento!

De huecos se componía el espíritu de esos redentores; mas en cada hueco habían colocado

su ilusión, su tapahuecos, al que ellos llamaban Dios.

En su compasión se había ahogado su espíritu, y cuando se hinchaban y desbordaban de

compasión, siempre nadaba en la superficie una gran tontería.

Celosamente y a gritos conducían su rebaño por su vereda: ¡como si hacia el futuro no

hubiera más que una sola vereda! ¡En verdad, también estos pastores continuaban formando

parte de las ovejasl167

Espíritus pequeños y almas voluminosas tenían estos pastores: pero, hermanos míos,

¡qué comarcas tan pequeñas han sido hasta ahora incluso las almas más voluminosas!

Signos de sangre escribieron en el camino que ellos recorrieron, y su tontería enseñaba

que con sangre se demuestra la verdad168.

Mas la sangre es el peor testigo de la verdad; la sangre envenena incluso la doctrina

más pura, convirtiéndola en ilusión y odio de los corazones.

Y si alguien atraviesa una hoguera por defender su doctrina, - ¡qué demuestra eso!

¡Mayor cosa es, en verdad, que del propio incendio salga la propia doctrina!

Corazón tórrido y cabeza fría: cuando estas cosas coinciden surge el viento impetuoso,

el «redentor».

¡Ha habido, en verdad, hombres más grandes y de nacimiento más elevado que aquellos

a quienes el pueblo llama redentores, esos arrebatadores vientos impetuosos!

¡Y vosotros, hermanos míos, tenéis que ser redimidos por hombres aún más grandes

que todos los redentores, si queréis encontrar el camino que lleva a la libertad!

Nunca ha habido todavía un superhombre. Desnudos he visto yo a ambos, al hombre

más grande y al más pequeño: -

Demasiado semejantes son todavía entre sí. En verdad, también al más grande lo he encontrado

- ¡demasiado humano! -

Así habló Zaratustra.

161 «La espada dormida» es imagen que Nietzsche vuelve a usar en la tercera parte, De tablas viejas y

nuevas, 21.

162 Alusión irónica al último verso de la ópera Parsifal: «Erlösung dem Erlóser» (redención para el Redentor).

163 Reminiscencia de lo que, en Las mil y una noches, le ocurre a Sindbad el marino en su primer viaje:

desembarca sobre el lomo de un pez enorme, creyendo que se trata de una isla.

164 Estos tres últimos párrafos transparentan la vivencia nietzscheana de las iglesias católicas de Italia y,

en general, de todo templo. Nietzsche había visto en Roma cómo los peregrinos subían de rodillas la Santa

Scala; véase carta escrita desde Roma, en mayo de 1883, a F. Overbeck, donde cuenta esto. A este «subir

de rodillas» contrapone Zaratustra el «subir volando».

165 Véase, en la tercera parte, Los siete sellos, 2, donde Zaratustra repite esta misma descripción.

166 «Tribulación embozada» es calificación que Zaratustra volverá a aplicar al sacerdote en la cuarta parte,

Jubilado.

167 Sobre el sacerdote como pastor véase la explicación de Nietzsche en La genealogía de la moral.

168 Sobre la sangre como demostración de la verdad puede verse el 53 de El Anticristo.

De los virtuosos

Con truenos y con celestes fuegos artificiales hay que hablar a los sentidos flojos y

dormidos.

Pero la voz de la belleza habla quedo: sólo se desliza en las almas más despiertas.

Suavemente vibró y rió hoy mi escudo; éste es el sagrado reír y vibrar de la belleza.

De vosotros, virtuosos, se rió hoy mi belleza. Y así llegó la voz de ésta hasta mí:

«¡Ellos quieren además - ser pagados!»

¡Vosotros queréis ser pagados además, virtuosos! ¿Queréis tener una recompensa a

cambio de la virtud, y el cielo a cambio de la tierra, y la eternidad a cambio de vuestro

hoy?

¿Y os irritáis conmigo porque enseño que no existe ni remunerador ni pagador? Y en

verdad, ni siquiera enseño que la virtud sea su propia recompensa.

Ay, esto es lo que me aflige: mentirosamente se ha situado en el fondo de las cosas recompensa

y castigo - ¡y ahora también en el fondo de vuestras almas, virtuosos!

Mas, semejante al hocico del jabalí, mi palabra debe desgarrar el fondo de vuestras almas;

reja de arado169 quiero ser para vosotros.

Todos los secretos de vuestro fondo deben salir a luz; y cuando vosotros yazgáis al sol

hozados y destrozados, entonces también vuestra mentira estará separada de vuestra verdad.

Pues ésta es vuestra verdad: sois demasiado limpios para la suciedad de estas palabras:

venganza, castigo, recompensa, retribución.

Vosotros amáis vuestra virtud como la madre a su hijo; pero ¿cuándo se ha oído decir

que una madre quisiera ser pagada por su amor?

Vuestro sí-mismo más querido es vuestra virtud. Sed de anillo hay en vosotros: para

volver a alcanzarse a sí mismo lucha y gira todo anillo.

Y semejante a la estrella que se extingue es toda obra de vuestra virtud: su luz continúa

estando siempre en camino y en marcha - ¿y cuándo dejará de estar en camino?

Así la luz de vuestra virtud continúa estando en camino aunque ya la obra esté hecha.

Ésta puede estar olvidada y muerta: su rayo de luz vive todavía y camina.

Que vuestra virtud sea vuestro sí-mismo, y no algo extraño, una piel, un manto: ¡ésa es

la verdad que brota del fondo de vuestra alma, virtuosos! -

Mas recientemente hay algunos para quienes la virtud significa convulsiones bajo un látigo:

¡y, para mí, vosotros habéis escuchado demasiado los gritos de ellos!

Y hay otros que llaman virtud al hecho de que sus vicios se vuelvan perezosos; y cuando

su odio y sus celos estiran alguna vez los miembros, entonces su «justicia» se despabila

y se restriega los adormilados ojos.

Y hay otros que son arrastrados hacia abajo: sus demonios los arrastran. Pero cuanto

más se hunden, tanto más ardientes relucen sus ojos y el ansia de su Dios.

Ay, también los gritos de éstos llegaron hasta vuestros oídos, virtuosos: «lo que yo no

soy, ¡eso, eso son para mí Dios y virtud!

Y hay otros que llevan mucho peso y por ello rechinan, igual que carros que conducen

piedras cuesta abajo: hablan mucho de dignidad y de virtud - ¡a su freno llámanlo virtud!

Y hay otros que son semejantes a relojes a los que se les ha dado cuerda; producen su

tic-tac, y quieren que al tic-tac - se lo llame virtud.

En verdad, con éstos me divierto: cuando yo encuentre tales relojes les daré cuerda con

mi mofa; ¡y ellos deberán encima ronronear!170

Y otros están orgullosos de su puñado de justicia y a causa de ella cometen crímenes

contra todas las cosas: de tal manera que el mundo se ahoga en su injusticia.

¡Ay, qué desagradablemente les sale de la boca la palabra «virtud»! Y cuando dicen:

«Yo soy justo», esto suena siempre igual que: «¡yo estoy vengado!171»

Con su virtud quieren sacar los ojos a sus enemigos; y se elevan tan sólo para humillar

a otros172.

Y también hay quienes se sientan en su charca y hablan así desde el cañaveral: «Virtud

- es sentarse en silencio en la charca.

Nosotros no mordemos a nadie y nos apartamos del camino de quien quiere morder; y

en todo tenemos la opinión que se nos da.»

Y también hay quienes aman los gestos y piensan: la virtud es una especie de gesto.

Sus rodillas adoran siempre, y sus manos son alabanzas de la virtud, pero su corazón

nada sabe de ello.

Y también hay quienes consideran virtud el decir: «La virtud es necesaria»; pero en el

fondo creen únicamente que la policía es necesaria.

Y muchos que son incapaces de ver lo elevado en los hombres llaman virtud a ver ellos

muy de cerca su bajeza: así llaman virtud a su malvada mirada173.

Y algunos quieren ser edificados y elevados, y llaman a eso virtud; y otros quieren ser

derribados - y también lo llaman virtud.

Y de este modo casi todos creen participar de la virtud; y al menos quiere cada uno ser

experto en «bien» y «mal»174.

Mas Zaratustra no ha venido para decir a todos estos mentirosos y necios: «¡Qué sabéis

vosotros de virtud! ¡Qué podríais vosotros saber de virtud!»

Sino para que vosotros, amigos míos, os canséis de las viejas palabras que habéis

aprendido de los necios y mentirosos: Os canséis de las palabras «recompensa», «retribución

», «castigo», «venganza en la justicia» -

Os canséis de decir: «Una acción es buena si es desinteresada».

¡Ay, amigos míos! Que vuestro sí-mismo esté en la acción como la madre está en el

hijo: ¡sea ésa vuestra palabra acerca de la virtud!

En verdad, os he quitado sin duda cien palabras y los juguetes más queridos a vuestra

virtud; y ahora os enfadáis conmigo como se enfadan los niños.

Estaban ellos jugando a orillas del mar, - entonces vino la ola y arrastró su juguete al

fondo: ahora lloran.

¡Pero la misma ola debe traerles nuevos juguetes y arrojar ante ellos nuevas conchas

multicolores!

Así serán consolados; e igual que ellos, también vosotros, amigos míos, tendréis vuestros

consuelos - ¡y nuevas conchas multicolores! -

Así habló Zaratustra.

169 La reja del arado es el título que Nietzsche pensó dar en un principio a su obra Aurora.

170 En esta misma segunda parte, De los doctos, repetirá Zaratustra esta irónica metáfora de los relojes,

aplicándola allí a los «doctos».

171 Nietzsche puede afirmar que, en alemán, «yo soy justo» suena igual que «yo soy vengado», valiéndose

de la semejanza fonética existente en aquella lengua entre ambas expresiones: ich bin gerecht (yo soy

justo), ich bin gerácht (yo estoy vengado).

172 Paráfrasis del Evangelio de Mateo, 23, 12: «Pues el que se ensalce será humillado; y el que se humille

será ensalzado.»

173 En Más allá del bien y del mal hace Nietzsche la siguiente variación sobre este pensamiento: «Quien

no quiere ver lo elevado de un hombre fija su vista de un modo tanto más penetrante en aquello que en él es

bajo y superficial -traicionándose a sí mismo con ello.» La variación fundamental está en el paso de «no ser

capaz de ver» (aquí) a «no querer ver» (allí).

174 Véase, en la parte tercera, De tablas viejas y nuevas, 2, donde Zaratustra volverá a reprobar la vieja

presunción de los hombres de saber ya hace mucho tiempo qué es el bien y el mal para ellos.

De la chusma

La vida es un manantial de placer; pero donde la chusma va a beber con los demás, allí

todos los pozos quedan envenenados.

Por todo lo limpio siento inclinación; pero no soporto ver los hocicos de mofa y la sed

de los impuros.

Han lanzado sus ojos al fondo del pozo: ahora me sube del pozo el reflejo de su repugnante

sonrisa.

El agua santa la han envenenado con su lascivia; y como llamaron placer a sus sucios

sueños, han envenenado incluso las palabras.

Se enfada la llama cuando ellos ponen al fuego sus húmedos corazones; también el espíritu

borbotea y humea cuando la chusma se acerca al fuego.

Dulzona y excesivamente blanda se pone en su mano la fruta: al árbol frutal su mirada

lo vuelve fácil de desgajar por el viento y le seca el ramaje.

Y más de uno que se apartó de la vida, se apartó tan sólo de la chusma: no quería compartir

pozo y llama y fruta con la chusma.

Y más de uno que se marchó al desierto y padeció sed con los animales rapaces, únicamente

quería no sentarse con camelleros sucios en torno a la cisterna.

Y más de uno que vino como aniquilador y como granizada para todos los campos de

frutos, sólo quería meter su pie en la boca de la chusma y así tapar su gaznate.

Y el bocado que más se me ha atragantado no es saber que la vida misma necesita enemistad

y muerte y cruces de tortura: -

Sino que una vez pregunté, y casi me asfixié con mi pregunta: ¿Cómo? ¿La vida tiene

necesidad también de la chusma? ¿Se necesitan pozos envenenados, y fuegos malolientes,

y sueños ensuciados, y gusanos en el pan de la vida?

¡No mi odio, sino mi náusea es la que se ha cebado insaciablemente en mi vida! ¡Ay, a

menudo me cansé del espíritu cuando encontré que también la chusma es rica de espíritu!

Y a los que dominan les di la espalda cuando vi lo que ellos llaman ahora dominar: chalanear

y regatear por el poder - ¡con la chusma!

Entre pueblos de lengua extraña he habitado con los oídos cerrados: para que la lengua

de su chalaneo permaneciese extraña a mí, y su regatear por el poder.

Y tapándome la nariz he pasado con disgusto a través de todo ayer y todo hoy: ¡en verdad,

todo ayer y todo hoy hiede a chusma que escribe!

Igual que un lisiado que se hubiera quedado sordo y ciego y mudo: así viví yo largo

tiempo, para no vivir con la chusma del poder, de la pluma y de los placeres.

Fatigosamente subía escaleras mi espíritu, y con cautela; limosnas de placer fueron su

alivio; apoyada en el bastón se arrastraba la vida para el ciego.

¿Qué me ocurrió, sin embargo? ¿Cómo me redimí de la náusea? ¿Quién rejuveneció

mis ojos? ¿Cómo volé hasta la altura en la que ninguna chusma se sienta ya junto al pozo?

¿Mi propia náusea me proporcionó alas y me dio fuerzas que presienten las fuentes?

¡En verdad, hasta lo más alto tuve que volar para reencontrar el manantial del placer!

¡Oh, lo encontré, hermanos míos! ¡Aquí en lo más alto brota para mí el manantial del

placer! ¡Y hay una vida de la cual no bebe la chusma con los demás!

¡Casi demasiado violenta resulta tu corriente para mí, fuente del placer! ¡Y a menudo

has vaciado de nuevo la copa queriendo llenarla!

Y todavía tengo que aprender a acercarme a ti con mayor modestia: con demasiada violencia

corre aún mi corazón a tu encuentro: -

Mi corazón, sobre el que arde mi verano, el breve, ardiente, melancólico, sobrebienaventurado:

¡cómo apetece mi corazón estival tu frescura!

¡Disipada se halla la titubeante tribulación de mi primavera! ¡Pasada está la maldad de

mis copos de nieve de junio! ¡En verano me he transformado enteramente y en mediodía

de verano!

Un verano en lo más alto, con fuentes frías y silencio bienaventurado: ¡oh, venid, amigos

míos, para que el silencio resulte aún más bienaventurado!

Pues ésta es nuestra altura y nuestra patria: en un lugar demasiado alto y abrupto habitamos

nosotros aquí para todos los impuros y para su sed.

¡Lanzad vuestros ojos puros en el manantial de mi placer, amigos míos! ¡Cómo habría

él de enturbiarse por ello! ¡En respuesta os reirá con su pureza!

En el árbol Futuro construimos nosotros nuestro nido; ¡águilas deben traernos en sus

picos alimento a nosotros los solitarios!175

¡En verdad, no un alimento del que también a los impuros les esté permitido comer!

¡Fuego creerían devorar y se abrasarían los hocicos!

¡En verdad, aquí no tenemos preparadas moradas para impuros! ¡Una caverna de hielo

significaría para sus cuerpos nuestra felicidad, y para sus espíritus!

Y cual vientos fuertes queremos vivir por encima de ellos, vecinos de las águilas, vecinos

de la nieve, vecinos del sol: así es como viven los vientos fuertes.

E igual que un viento quiero yo soplar todavía alguna vez entre ellos, y con mi espíritu

cortar la respiración a su espíritu: asílo quiere mi futuro.

En verdad, un viento fuerte es Zaratustra para todas las hondonadas; y este consejo da a

sus enemigos y a todo lo que esputa y escupe: «¡Guardaos de escupir contra el viento!

»176

Así habló Zaratustra.

175 Reminiscencia de 1 Reyes, 17, 6: «Los cuervos le llevaban [a Elías] pan por la mañana y carne por la

tarde.» Aquí son águilas las que llevan la comida a los solitarios.

176 En Ecce homo cita Nietzsche un largo fragmento de este capítulo (desde «¿Pero qué me ha sucedido?

»... hasta aquí) como ejemplo de la manera de hablar Zaratustra sobre «la redención de la náusea».

De las tarántulas177

Mira, ésa es la caverna de la tarántula! ¿Quieres verla a ella misma? Aquí cuelga su tela;

tócala, para que tiemble. Ahí viene dócilmente: ¡bien venida, tarántula! Negro se

asienta sobre tu espalda tu triángulo y emblema; y yo conozco también lo que se asienta

en tu alma.

Venganza se asienta en tu alma: allí donde tú muerdes, se forma una costra negra; ¡con

la venganza produce tu veneno vértigos al alma!

Así os hablo en parábola a vosotros los que causáis vértigos a las almas, ¡vosotros los

predicadores de la igualdad! ¡Tarántulas sois vosotros para mí, y vengativos escondidos!

Pero yo voy a sacar a luz vuestros escondrijos: por eso me río en vuestra cara con mi

carcajada de la altura.

Por eso desgarro vuestra tela, para que vuestra rabia os induzca a salir de vuestras cavernas

de mentiras, y vuestra venganza destaque detrás de vuestra palabra «justicia».

Pues que el hombre sea redimido de la venganza: ése es para mí el puente hacia la suprema

esperanza y un arco iris después de prolongadas tempestades.

Mas cosa distinta es, sin duda, lo que las tarántulas quieren. «Llámese para nosotras

justicia precisamente esto, que el mundo se llene de las tempestades de nuestra venganza

» - así hablan ellas entre sí.

«Venganza queremos ejercer, y burla de todos los que no son iguales a nosotros» - esto

se juran a sí mismos los corazones de tarántulas.

«Y “voluntad de igualdad” - éste debe llegar a ser en adelante el nombre de la virtud; ¡y

contra todo lo que tiene poder queremos nosotros elevar nuestros gritos!»

Vosotros predicadores de la igualdad, la demencia tiránica de la impotencia es lo que en

vosotros reclama a gritos «igualdad»: ¡vuestras más secretas ansias tiránicas se disfrazan,

pues, con palabras de virtud!

Presunción amargada, envidia reprimida, tal vez presunción y envidia de vuestros padres:

de vosotros brota eso en forma de llama y de demencia de la venganza.

Lo que el padre calló, eso habla en el hijo; y a menudo he encontrado que el hijo era el

desvelado secreto del padre.

A los entusiastas se asemejan: pero no es el corazón lo que los entusiasma, - sino la

venganza. Y cuando se vuelven sutiles y fríos, no es el espíritu, sino lo envidia lo que los

hace sutiles y fríos.

Sus celos los conducen también a los senderos de los pensadores; y éste es el signo característico

de sus celos - van siempre demasiado lejos: hasta el punto de que su cansancio

tiene finalmente que echarse a dormir incluso sobre nieve.

En cada una de sus quejas resuena la venganza, en cada uno de sus elogios hay un

agravio; y ser jueces les parece la bienaventuranza.

Mas yo os aconsejo así a vosotros, amigos míos: ¡desconfiad de todos aquellos en quienes

es poderosa la tendencia a imponer castigos!

Ése es pueblo de índole y origen malos; desde sus rostros miran el verdugo y el sabueso.

¡Desconfiad de todos aquellos que hablan mucho de su justicia! En verdad, a sus almas

no es miel únicamente lo que les falta.

Y si se llaman a sí mismos «los buenos y justos», no olvidéis que a ellos, para ser fariseos,

no les falta nada más que - ¡poder!

Amigos míos, no quiero que se me mezcle y confunda con otros.

Hay quienes predican mi doctrina acerca de la vida: y a la vez son predicadores de la

igualdad, y tarántulas.

Su hablar en favor de la vida, aunque ellos están sentados en su caverna, esos arañas

venenosas, y apartados de la vida: débese a que ellos quieren así hacer daño.

Quieren así hacer daño a quienes ahora tienen el poder: pues entre éstos es donde mejor

acogida sigue encontrando la predicación acerca de la muerte.

Si fuera de otro modo, los tarántulas enseñarían algo distinto: y justamente ellos fueron

en otro tiempo los que mejor calumniaron el mundo y quemaron herejes.

Con estos predicadores de la igualdad no quiero ser yo mezclado ni confundido. Pues a

la justicia me dice así: «los hombres no son iguales»178.

¡Y tampoco deben llegar a serlo! ¿Qué sería mi amor al superhombre si yo hablase de

otro modo?

Por mil puentes y veredas deben los hombres darse prisa a ir hacia el futuro, y débese

implantar entre ellos cada vez más guerra y desigualdad: ¡así me hace hablar mi gran

amor!

¡Inventores de imágenes y de fantasmas deben llegar a ser en sus hostilidades, y con sus

imágenes y fantasmas deben combatir aún unos contra otros la batalla suprema!

Bueno y malo, y rico y pobre, y elevado y minúsculo, y todos los nombres de los valores:

¡armas deben ser, y signos ruidosos de que la vida tiene que superarse continuamente

a sí misma!

Hacia la altura quiere edificarse, con pilares y escalones, la vida misma: hacia vastas lejanías

quiere mirar, y hacia bienaventurada belleza, - ¡por eso necesita altura!

¡Y como necesita altura, por eso necesita escalones, y contradicción entre los escalones

y los que suben! Subir quiere la vida, y subiendo, superarse a sí misma.

¡Y ved, amigos míos! Aquí, donde está la caverna de la tarántula, levántanse hacia arriba

las ruinas de un viejo templo - ¡contempladlo con ojos iluminados!

¡En verdad, quien en otro tiempo elevó aquí en piedra sus pensamientos como una torre,

ése sabía del misterio de toda vida tanto como el más sabio!

Que existen lucha y desigualdad incluso en la belleza, y guerra por el poder y por el sobrepoder:

esto es lo que él nos enseña aquí con símbolo clarísimo179.

Igual que aquí bóvedas y arcos divinamente se derrumban, en lucha a brazo partido:

igual que con luz y sombra ellos, los llenos de divinas aspiraciones, se oponen recíprocamente

-

¡Así, con igual seguridad y belleza, seamos tambien nosotros enemigos, amigos míos!

¡Divinamente queremos oponernos unos a otros en nuestras aspiraciones! -

¡Ay! ¡A mí mismo me ha picado la tarántula, mi vieja enemiga! ¡Divinamente segura y

bella me ha picado en el dedo! «Castigo tiene que haber, y justicia - así piensa ella: ¡no

debe cantar él aquí de balde cánticos en honor de la enemistad!»

¡Sí, se ha vengado! Y ¡ay!, ¡ahora, con la venganza, producirá vértigo también a mi alma!

Mas para que yo no sufra vértigo, amigos míos, ¡atadme fuertemente aquí a esta columna!

180 ¡Prefiero ser un santo estilita que remolino de la venganza!

En verdad, no es Zaratustra un viento que dé vueltas, ni un remolino; y si es un bailarín,

¡nunca será un bailarín picado por la tarántula!181 -

Así habló Zaratustra.

177 Este apartado es un ejemplo más de la «atmósfera italiana» de esta segunda parte de Así habló Zaratustra.

De ese modo se entiende igualmente la alusión final a la «tarantela».

178 Véase, en esta segunda parte, De los doctos.

179 Variación sobre el fragmento 51 (Diels-Kranz) de Heraclito: «No entienden cómo, al diverger, se

converge consigo mismo: armonía propia del tender en direcciones opuestas, como la del arco y la de la

lira».

180 Reminiscencia clásica: también Ulises pide a sus compañeros que lo aten al mástil de la nave para no

ser arrastrado por los cantos de las sirenas. Véase Odisea, canto XII.

181 La traducción castellana manifiesta sólo uno de los dos sentidos que tiene simultáneamente la expresión

alemana Tarantel-Tänzer: el que baila la tarantela y el que gira bailando por haber sido picado por una

tarántula. A la picadura de la tarántula se le atribuían antiguamente extraños efectos nerviosos; y también a

la danza llamada «tarantela» se le atribuían poderes curativos contra esa picadura.

De los sabios famosos

Al pueblo habéis servido, y a la superstición del pueblo, todos vosotros, sabios famosos!

- ¡y no a la verdad! Y precisamente por esto se os tributaba veneración.

Y también por esto se soportaba vuestra incredulidad, ya que ésta era un ardid y un camino

indirecto para llegar al pueblo. Así deja el señor plena libertad a sus esclavos y se

divierte además con la petulancia de éstos.

Mas quien al pueblo le resulta odioso, como se lo resulta un lobo a los perros: ése es el

espíritu libre, el enemigo de las cadenas, el que no adora, el que habita en los bosques.

Arrojarlo de su cobijo - eso es lo que ha significado siempre para el pueblo el «sentido

de lo justo»: contra él continúa azuzando a sus perros de más afilados dientes.

«Pues la verdad está aquí: ¡ya que aquí está el pueblo! ¡Ay, ay de los que buscan!» - así

se viene diciendo desde siempre.

A vuestro pueblo queríais darle razón en su veneración: ¡a eso lo llamasteis «voluntad

de verdad» vosotros, sabios famosos! Y vuestro corazón se decía siempre a sí mismo:

«del pueblo he venido: de allí me ha venido también la voz de Dios»182.

Duros de cerviz y prudentes, como el asno, habéis sido siempre vosotros en cuanto

abogados del pueblo.

Y más de un poderoso que quería marchar bien con el pueblo enganchó delante de sus

corceles - un asnillo, un sabio famoso.

¡Y ahora yo quisiera, sabios famosos, que por fin arrojaseis totalmente de vosotros la

piel de león!

¡La piel del animal de presa, de manchas multicolores, y las melenas del que investiga,

busca, conquista!

¡Ay, para que yo aprendiera a creer en vuestra «veracidad» tendríais primero que hacer

pedazos vuestra voluntad veneradora!

Veraz - así llamo yo a quien se marcha a desiertos sin dioses y ha hecho pedazos su corazón

venerador.

En medio de la arena amarilla, y quemado por el sol, ciertamente mira a hurtadillas, sediento,

hacia los oasis abundantes en fuentes, en donde seres vivos reposan bajo oscuros

árboles.

Pero su sed no le persuade a hacerse igual a aquellos comodones: pues donde hay oasis,

allí hay también imágenes de ídolos.

Hambrienta, violenta, solitaria, sin dios: así es como se quiere a sí misma la voluntad

leonina.

Emancipada de la felicidad de los siervos, redimida de dioses y adoraciones, impávida

y pavorosa, grande y solitaria: así es la voluntad del veraz.

En el desierto han habitado desde siempre los veraces, los espíritus libres, como señores

del desierto; pero en las ciudades habitan los bien alimentados y famosos sabios, - los

animales de tiro.

Siempre, en efecto, tiran ellos, como asnos, - ¡del carro del pueblo!

No es que yo me enfade por esto con ellos: mas para mí siguen siendo servidores, y uncidos,

aunque brillen con arreos de oro.

Y a menudo han sido servidores buenos y dignos de alabanza. Pues así habla la virtud:

«¡Si tienes que ser servidor, busca a aquel a quien más aprovechen tus servicios!

El espíritu y la virtud de tu señor deben crecer por el hecho de ser tú su servidor: ¡así

creces tú mismo junto con el espíritu y con la virtud de aquél!»

Y en verdad, ¡vosotros sabios famosos, vosotros servidores del pueblo! Vosotros mismos

habéis crecido junto con el espíritu y con la virtud del pueblo - ¡y el pueblo mediante

vosotros! ¡En vuestro honor digo yo esto!

Mas pueblo seguís siendo vosotros para mí, incluso en vuestras virtudes, pueblo de ojos

miopes, - ¡pueblo que no sabe qué es espíritu!

Espíritu es la vida que se saja a sí misma en vivo183: con el propio tormento aumenta su

propio saber - ¿sabíais ya esto?

Y la felicidad del espíritu es ésta: ser ungido y ser consagrado con lágrimas para víctima

del sacrificio - ¿sabíais ya esto? Y la ceguera del ciego y su buscar y tantear deben

seguir dando testimonio del poder del sol al que miró - ¿sabíais ya esto?

¡Y el hombre que conoce debe aprender a edificar con montañas! Es poco que el espíritu

traslade montañas184 - ¿sabíais ya esto?

Vosotros conocéis sólo chispas del espíritu: ¡pero no veis el yunque que él es, ni la

crueldad de su martillo!

¡En verdad, no conocéis el orgullo del espíritu! ¡Pero aún menos soportaríais la modestia

del espíritu, si alguna vez ella quisiera hablar!

Y nunca todavía os ha sido lícito arrojar vuestro espíritu a una fosa de nieve; ¡no sois

bastante ardientes para ello! Por esto tampoco conocéis los éxtasis de su frialdad.

Para mí vosotros os tomáis en todo demasiadas confianzas con el espíritu; y de la sabiduría

hacéis con frecuencia un asilo y un hospital para malos poetas.

No sois águilas: por ello no habéis experimentado tampoco la felicidad que hay en el terror

del espíritu. Y quien no es pájaro no debe hacer su nido sobre abismos.

Me resultáis tibios185: pero fría es la corriente de todo conocimiento profundo. Gélidos

son los pozos más íntimos del espíritu: un alivio para manos y trabajadores ardientes.

Respetables estáis ahí para mí, y tiesos, y con la espalda derecha, ¡vosotros, sabios famosos!

- a vosotros no os empujan un viento y una voluntad poderosos.

¿No habéis visto jamás una vela caminar sobre el mar, redondeada e hinchada y temblorosa

por el ímpetu del viento? Igual que la vela, temblorosa por el ímpetu del espíritu,

camina mi sabiduría sobre el mar - ¡mi sabiduría salvaje!

Pero vosotros servidores del pueblo, vosotros sabios famosos, - ¡cómo podríais vosotros

marchar junto a mí! -

Así habló Zaratustra.

182 Alusión a la conocida frase vox populi, vox Dei (la voz del pueblo es la voz de Dios).

183 El «concienzudo del espíritu» dirá más tarde a Zaratustra, en la conversación que mantendrá con él,

que fue precisamente esa enseñanza la que lo indujo a seguirlo. Véase, en la cuarta parte, La sanguijuela.

Véase también, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 7.

184 «Trasladar montañas» es expresión bíblica. Véase el Evangelio de Mateo, 17, 20: «Tenéis poca fe. Os

aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza le diríais a aquella montaña de allí que viniera y

vendría».

185 Alusión ala frase del Apocalipsis, 3,15-16: «¡Ojalá fueras frío o caliente! Mas como eres tibio, y ni

frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.»

La canción de la noche186

Es de noche: ahora hablan más fuerte todos los surtidores. Y también mi alma es un

surtidor187.

Es de noche: sólo ahora se despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi

alma es la canción de un amante.

En mí hay algo insaciado, insaciable, que quiere hablar. En mí hay un ansia de amor,

que habla asimismo el lenguaje del amor.

Luz soy yo: ¡ay, si fuera noche! Pero ésta es mi soledad, el estar circundado de luz.

¡Ay, si yo fuese oscuro y nocturno! ¡Cómo iba a sorber los pechos de la luz!

¡Y aun a vosotras iba a bendeciros, vosotras pequeñas estrellas centelleantes y gusanos

relucientes allá arriba! - y a ser dichoso por vuestros regalos de luz.

Pero yo vivo dentro de mi propia luz, yo reabsorbo en mí todas las llamas que de mí salen.

No conozco la felicidad del que toma; y a menudo he soñado que robar tiene que ser

aún más dichoso que tornar188.

Ésta es mi pobreza, el que mi mano no descansa nunca de dar; ésta es mi envidia, el ver

ojos expectantes y las despejadas noches del anhelo.

¡Oh desventura de todos los que regalan! ¡Oh eclipse de mi sol! ¡Oh ansia de ansiar!

¡Oh hambre ardiente en la saciedad!

Ellos toman de mí: ¿pero toco yo siquiera su alma? Un abismo hay entre tomar y dar; el

abismo más pequeño es el más difícil de salvar189.

Un hambre brota de mi belleza: daño quisiera causar a quienes ilumino, saquear quisiera

a quienes colmo de regalos: - tanta es mi hambre de maldad.

Retirar la mano cuando ya otra mano se extiende hacia ella; semejante a la cascada, que

sigue vacilando en su caída: - tanta es mi hambre de maldad.

Tal venganza se imagina mi plenitud; tal perfidia mana de mi soledad.

¡Mi felicidad en regalar ha muerto a fuerza de regalar, mi virtud se ha cansado de sí

misma por su sobreabundancia!

Quien siempre regala corre peligro de perder el pudor; a quien siempre distribuye fórmansele,

a fuerza de distribuir, callos en las manos y en el corazón.

Mis ojos no se llenan ya de lágrimas ante la vergüenza de los que piden; mi mano se ha

vuelto demasiado dura para el temblar de manos llenas.

¿Adónde se fueron la lágrima de mi ojo y el plumón de mi corazón? ¡Oh soledad de todos

los que regalan! ¡Oh taciturnidad de todos los que brillan!

Muchos soles giran en el espacio desierto: a todo lo que es oscuro háblanle con su luz, -

para mí callan.

Oh, ésta es la enemistad de la luz contra lo que brilla, el recorrer despiadada sus órbitas.

Injusto en lo más hondo de su corazón contra lo que brilla: frío para con los soles, - así

camina cada sol.

Semejantes a una tempestad recorren los soles sus órbitas, ése es su caminar. Siguen su

voluntad inexorable, ésa es su frialdad.

¡Oh, sólo vosotros los oscuros, los nocturnos, sacáis calor de lo que brilla! ¡Oh, sólo

vosotros bebéis leche y consuelo de las ubres de la luz!

¡Ay, hielo hay a mi alrededor, mi mano se abrasa al tocar lo helado!190 ¡Ay, en mí hay

sed, que desfallece por vuestra sed!

Es de noche: ¡ay, que yo tenga que ser luz! ¡Y sed de lo nocturno! ¡Y soledad!

Es de noche: ahora, cual una fuente, brota de mí mi deseo, - hablar es lo que deseo.

Es de noche: ahora hablan más fuerte todos los surtidores. Y también mi alma es un

surtidor

Es de noche: ahora se despiertan todas las canciones de los amantes. Y también mi alma

es la canción de un amante. –

Así cantó Zaratustra.

186 Títulos anteriores previstos por Nietzsche para este apartado fueron: Luz soy yo y La canción de la soledad.

El propio Nietzsche hace en Ecce homo interesantes consideraciones sobre este poema. Le llama «el

inmortal lamento de estar condenado, por la sobreabundancia de luz y poder, por la propia naturaleza solar,

a no amar». Y después de trascribirlo íntegramente añade: «Nada igual se ha compuesto nunca, ni sentido

nunca, ni sufrido nunca, así sufre un dios, un Dioniso. La respuesta a este ditirambo del aislamiento solar

en la luz sería Ariadna... ¡Quien sabe, excepto yo, qué es Ariadna!»... Véase Ecce homo.

187 La alusión a los «surtidores» es, una vez más, reminiscencia italiana, y se refiere a la fontana del

Tritone, obra de Bernini, que adorna la piazza Barberini en Roma. Es Nietzsche mismo el que dice esto:

«En una loggia situada sobre la mencionada piazza (Barberini], desde la cual se domina Roma con la vista

y se oye, allá abajo en el fondo, murmurar la fontana, fue compuesta aquella canción, la más solitaria que

jamás se ha compuesto, La canción de la noche.»

188 En Hechos de los Apóstoles, 20, 35, dice Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Efeso: «Hay que tener

presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en tomar.» Esta frase atribuida

a Jesús por Pablo no la han conservado los Evangelios. Nietzsche invierte la sentencia: la infelicidad,

dice, la otorga el dar; es mejor tomar; y aun mejor, robar y arrebatar. Véase, en la tercera parte, El retorno a

casa, y, en la cuarta parte, El mendigo voluntario.

189 Véase, en la tercera parte, El convaleciente.

190 Una variación de esta idea puede verse en Más allá del bien y del mal: «¡Es tan frío, tan gélido, que al

tocarlo nos quemamos los dedos! ¡Toda mano que lo agarra se espanta! - Y justo por ello no son pocos los

que lo tienen por ardiente.»

La canción del baile

Un atardecer caminaba Zaratustra con sus discípulos por el bosque; y estando buscando

una fuente he aquí que llegó a un verde prado a quien árboles y malezas silenciosamente

rodeaban: en él bailaban, unas con otras, unas muchachas. Tan pronto como las muchachas

reconocieron a Zaratustra dejaron de bailar; mas Zaratustra se acercó a ellas con

gesto amistoso y dijo estas palabras

«¡No dejéis de bailar, encantadoras muchachas! No ha llegado a vosotras, con mirada

malvada, ningún aguafiestas, ningún enemigo de muchachas.

Abogado de Dios soy yo ante el diablo: mas éste es el espíritu de la pesadez. ¿Cómo

habría yo de ser, oh ligeras, hostil a bailes divinos? ¿O a pies de muchacha de hermosos

tobillos?

Sin duda soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga

miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses.

Y asimismo encontrará ciertamente al pequeño dios que más querido les es a las muchachas:

junto al pozo está tendido, quieto, con los ojos cerrados.

¡En verdad, se me quedó dormido en pleno día, el haragán! ¿Es que acaso corrió demasiado

tras las mariposas?

¡No os enfadéis conmigo, bellas bailarinas, si castigo un poco al pequeño dios! Gritará

ciertamente y llorará, - ¡mas a risa mueve él incluso cuando llora!

Y con lágrimas en los ojos debe pediros un baile; y yo mismo quiero cantar una canción

para su baile:

Una canción de baile y de mofa contra el espíritu de la pesadez, mi supremo y más poderoso

diablo, del que ellos dicen que es “el señor de este mundo”»191. -

Y ésta es la canción que Zaratustra cantó mientras Cupido y las muchachas bailaban

juntos:

En tus ojos he mirado hace un momento, ¡oh vida!192 Y en lo insondable me pareció

hundirme.

Pero tú me sacaste fuera con un anzuelo de oro; burlonamente te reíste cuando te llamé

insondable.

«Ése es el lenguaje de todos los peces, dijiste; lo que ellos no pueden sondar, es insondable.

Pero yo soy tan sólo mudable, y salvaje, y una mujer en todo, y no virtuosa:

Aunque para vosotros los varones me llame ‘la profunda’, o ‘la fiel’, ‘la eterna’, ‘la llena

de misterio’.

Vosotros los varones, sin embargo, me otorgáis siempre como regalo vuestras propias

virtudes - ¡ay, vosotros virtuosos!»

Así reía la increíble; mas yo nunca la creo, ni a ella ni a su risa, cuando habla mal de sí

misma.

Y cuando hablé a solas con mi sabiduría salvaje, me dijo encolerizada: «Tú quieres, tú

deseas, tú amas, ¡sólo por eso alabas tú la vida!»

A punto estuve de contestarle mal y de decirle la verdad a la encolerizada; y no se puede

contestar peor que «diciendo la verdad» a nuestra propia sabiduría.

Así están, en efecto, las cosas entre nosotros tres. A fondo yo no amo más que a la vida

- ¡y, en verdad, sobre todo cuando la odio!

Y el que yo sea bueno con la sabiduría, y a menudo demasiado bueno: ¡esto se debe a

que ella me recuerda totalmente a la vida!

Tiene los ojos de ella, su risa, e incluso su áurea caña de pescar: ¿qué puedo yo hacer si

las dos se asemejan tanto?

Y una vez, cuando la vida me preguntó: ¿Quién es, pues, ésa, la sabiduría? - yo me

apresuré a responder: «¡Ah sí!, ¡la sabiduría!

Tenemos sed de ella y no nos saciamos, la miramos a través de velos, la intentamos

apresar con redes.

¿Es hermosa? ¡Qué se yo! Pero hasta las carpas más viejas continúan picando en. su cebo.

Mudable y terca es; a menudo la he visto morderse los labios y peinarse a contrapelo.

Acaso es malvada y falsa, y una mujer en todo; pero cabalmente cuando habla mal de sí

es cuando más seduce.»

Cuando dije esto a la vida ella rió malignamente y cerró los ojos. «¿De quién estás

hablando?, dijo, ¿sin duda de mí?

Y aunque tuvieras razón, - ¡decirme eso así a la cara! Pero ahora habla también de tu

sabiduría.»

¡Ay, y entonces volviste a abrir tus ojos, oh vida amada! Y en lo insondable me pareció

hundirme allí de nuevo. -

Así cantó Zaratustra. Mas cuando el baile acabó y las muchachas se hubieron ido de allí

sintióse triste.

«Hace ya mucho que se puso el sol, dijo por fin; el prado está húmedo, de los bosques

llega frío.

Algo desconocido está a mi alrededor y mira pensativo. ¡Cómo! ¿Tú vives todavía, Zaratustra?

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con qué? ¿Hacia dónde? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿No es tontería vivir

todavía? -

Ay, amigos mios, el atardecer es quien así pregunta desde mí. ¡Perdonadme mi tristeza!

El atardecer ha llegado: ¡perdonadme que el atardecer haya llegado!»

Así habló Zaratustra.

191 Así llama el Evangelio de Juan, 12, 31, al demonio (palabras de Jesús a Andrés y Felipe, anunciando

su glorificación por la muerte): «Ahora comienza un juicio contra el orden presente, y ahora el señor de

este mundo será arrojado fuera. Pero yo, cuando me levanten de la tierra, tiraré de todos hacia mí».

192 Con estas mismas palabras comenzará también La otra canción del baile, en la tercera parte de esta

obra.

La canción de los sepulcros193

Allí está la isla de los sepulcros, la silenciosa; allí están también los sepulcros de mi juventud.

A ella quiero llevar una corona siempre verde de vida».

Con este propósito en el corazón atravesé el mar. -

¡Oh vosotras, visiones y apariciones de mi juventud! ¡Oh vosotras, miradas todas del

amor, vosotros instantes divinos! ¡Qué aprisa habéis muerto para mí! Me acuerdo de vosotros

hoy como de mis muertos.

De vosotros, muertos queridísimos, llega hasta mí un dulce aroma que desata el corazón

y las lágrimas. En verdad, ese aroma conmueve y alivia el corazón al navegante solitario.

Aún continúo siendo el más rico y el más digno de envidia - ¡yo el más solitario! Pues

yo os tuve a vosotros, y vosotros me tuvisteis a mí: decid, La quién le cayeron del árbol,

como a mí, tales manzanas de rosa?194

Aún continúo siendo heredero de vuestro amor, y tierra que en recuerdo vuestro florece

con multicolores virtudes silvestres, ¡oh vosotros amadísimos!

Ay, estábamos hechos para permanecer próximos unos a otros, oh propicios y extraños

prodigios; y vinisteis a mí y a mi deseo no como tímidos pájaros - ¡no, sino como confiados

al confiado!

Sí, hechos para la fidelidad, como yo, y para delicadas eternidades: y ahora tengo que

denominaros por vuestra infidelidad, oh miradas e instantes divinos: ningún otro nombre

he aprendido todavía.

En verdad, demasiado aprisa habéis muerto para mí, vosotros fugitivos. Pero no huisteis

de mí, tampoco yo huí de vosotros: inocentes somos unos para otros en nuestra infidelidad.

¡Para matarme a os estrangularon a vosotros, pájaros cantores de mis esperanzas! Sí,

contra vosotros, queridísimos, disparó la maldad siempre sus flechas - ¡para dar en mi

corazón!

¡Y acertó! Porque vosotros erais lo más querido a mi corazón, mi posesión y mi serposeído:

¡por eso tuvisteis que morir jóvenes y demasiado pronto!

Contra lo más vulnerable que yo poseía dispararon ellos la flecha: ¡lo erais vosotros,

cuya piel es semejante a una suave pelusa, y, más todavía, a la sonrisa que fenece a causa

de una mirada!

Pero estas palabras quiero decir a mis enemigos: ¡qué son todos los homicidios al lado

de lo que me habéis hecho!

Algo peor me habéis hecho que todos los homicidios; algo irrecuperable me habéis quitado:

- ¡así os hablo a vosotros, enemigos míos!

¡Pues habéis asesinado las visiones y los amadísimos prodigios de mi juventud! ¡Me

habéis quitado mis compañeros de juego, los espíritus bienaventurados! En recuerdo suyo

deposito esta corona y esta maldición.

¡Esta maldición contra vosotros, enemigos míos! ¡Pues acortasteis mi eternidad, así

como un sonido se quiebra en noche fría! Casi tan sólo como un relampagueo de ojos

divinos llegó hasta mí, - ¡como un instante!

Así dijo una vez en hora favorable mi pureza: «Divinos deben ser para mí todos los seres

».

Entonces caísteis sobre mí con sucios fantasmas, ¡ay, adónde huyó aquella hora favorable!

«Todos los días deben ser santos para mí» - así habló en otro tiempo la sabiduría de mi

juventud195: ¡en verdad, palabras de una sabiduría gaya!

Pero entonces vosotros los enemigos me robasteis mis noches y las vendisteis a un tormento

insomne: ay, ¿adónde huyó aquella sabiduría gaya?

En otro tiempo yo estaba ansioso de auspicios felices: entonces hicisteis que se me cruzase

en el camino un búho monstruoso, repugnante. Ay, ¿adónde huyó entonces mi tierna

ansia?

A toda náusea prometí yo en otro tiempo renunciar: entonces transformasteis a mis

allegados y prójimos en llagas purulentas. Ay, ¿adónde huyó entonces mi más noble

promesa?

Como un ciego recorrí en otro tiempo caminos bienaventurados: entonces arrojasteis

inmundicias al camino del ciego: y él sintió náuseas del viejo sendero de ciegos.

Y cuando realicé mi empresa más dificil y celebraba la victoria de mis superaciones:

entonces hicisteis gritar a quienes me amaban que yo era quien más daño les hacía.

En verdad, ése fue siempre vuestro obrar: transformasteis en hiel mi mejor miel y la laboriosidad

de mis mejores abejas.

A mi benevolencia enviasteis siempre los mendigos más insolentes; en torno a mi compasión

amontonasteis siempre a aquellos cuya desvergüenza no tenía curación. Así heristeis

a mi virtud en su fe.

Y si yo llevaba al sacrificio lo más santo de mí: al instante vuestra «piedad» añadía sus

dones más grasientos: de tal manera que en el vaho de vuestra grasa quedaba sofocado

hasta lo más santo de mí.

Y en otro tiempo quise bailar como jamás había bailado yo hasta entonces: más allá de

todos los cielos quise bailar. Entonces persuadisteis a mi cantor más amado.

Y éste entonó una horrenda y pesada melodía; ¡ay, la tocó a mis oídos como un tétrico

cuerno!

¡Cantor asesino, instrumento de la maldad, inocentísimo! Ya estaba yo dispuesto para

el mejor baile: ¡entonces asesinaste con tus sones mi éxtasis!

Sólo en el baile sé yo decir el símbolo de las cosas supremas: - ¡y ahora mi símbolo supremo

se me ha quedado inexpreso en mis miembros!

¡Inexpresa y no liberada quedó en mí la suprema esperanza! ¡Y se me murieron todas

las visiones y consuelos de mi juventud!

¿Cómo soporté aquello? ¿Cómo vencí y superé tales heridas?196 ¿Cómo volvió mi alma

a resurgir de esos sepulcros?

Sí, algo invulnerable, insepultable hay en mí, algo que hace saltar las rocas: se llama mi

voluntad. Silenciosa e incambiada avanza a través de los años.

Su camino quiere recorrerlo con mis pies mi vieja voluntad; duro de corazón e invulnerable

es para ella el sentido.

Invulnerable soy únicamente en mi talón197. ¡Todavía sigues viviendo ahí y eres idéntica

a ti misma, pacientísima! ¡Siempre conseguiste atravesar todos los sepulcros!

En ti vive todavía lo irredento de mi juventud; y como vida y juventud estás tú ahí sentada,

llena de esperanzas, sobre amarillas ruinas de sepulcros.

Sí, todavía eres tú para mí la que reduce a escombros todos los sepulcros: ¡salud a ti,

voluntad mía! Y sólo donde hay sepulcros hay resurrecciones. -

Así cantó Zaratustra.

193 Otro título previsto por Nietzsche para este apartado en sus manuscritos era La fiesta de los muertos.

Ciertos comentaristas han querido ver en La canción de los sepulcros una sumaria enumeración de las

diversas desilusiones y afrentas, reales o imaginarias, sufridas por Nietzsche en su vida. El propio título es

sin duda una reminiscencia de la isla de San Michele, cementerio de Venecia, llamada también «isla de los

muertos», y que ciertamente Nietzsche veía desde su ventana cuando en Venecia residía en Fundamenta

Nuove. El «buho monstruoso y repugnante» representaría al filólogo (Wilamowitz von Möllendorff) que se

atravesó en su carrera de catedrático universitario. El «cantor más amado», que, sin embargo, le entona una

«horrenda y pesada melodía», sería Wagner, que le había insultado en su artículo Público y popularidad,

publicado en los Bayreuther Blätter (Hojas de Bayreuth); y así sucesivamente.

194 Sobre las «manzanas de rosa» véase luego la nota 416.

195 La primera edición de La gaya ciencia llevaba como motto esta cita de Emerson: «El poeta y el sabio

consideran amigas y sagradas todas las cosas, útiles todas las vivencias, santos todos los días, divinos todos

los hombres.» En la segunda edición sustituyó esta cita por los cuatro versos siguientes:

Yo habito en mi propia casa,

jamás he imitado a nadie en nada,

y siempre me he reído además de todo maestro

que no se haya reído de sí mismo

Sobre la puerta de mi casa.

No es esta la única cita, literal o variada, que Nietzsche hace de Emerson en esta obra.

196 Nietzsche remeda aquí unas palabras de Isolda en el acto segundo, escena segunda, de Tristán e Isolda.

Dice Isolda:

Wie ertrug ich's nur?

Wie ertrag ich's noch?

¿Cómo soporté aquello?

¿Cómo continúo soportándolo?

197 Al revés de Aquiles, vulnerable únicamente en su talón.

De la superación de sí mismo198

Voluntad de verdad» llamáis vosotros sapientísimos> a lo que os impulsa y os pone ardorosos?

Voluntad de volver pensable todo lo que existe: ¡así llamo yo a vuestra voluntad!

Ante todo queréis hacer pensable todo lo que existe: pues dudáis, con justificada desconfianza,

de que sea pensable.

¡Pero debe amoldarse y plegarse a vosotros! Así lo quiere vuestra voluntad. Debe volverse

liso y someterse al espíritu, como su espejo y su imagen reflejada.

Ésa es toda vuestra voluntad, sapientísimos, una voluntad de poder; y ello aunque

habléis del bien y del mal y de las valoraciones.

Queréis crear el mundo ante el que podáis arrodillaros: ésa es vuestra última esperanza

y vuestra última ebriedad.

Los no sabios, ciertamente, el pueblo, - son como el río sobre el que avanza flotando

una barca199: y en la barca se asientan solemnes y embozadas las valoraciones.

Vuestra voluntad yvuestros valores los habéis colocado sobre el río del devenir; lo que

es creído por el pueblo como bueno y como malvado me revela a mí una vieja voluntad

de poder.

Habéis sido vosotros, sapientísimos, quienes habéis colocado en esa barca a tales pasajeros

y quienes les habéis dado pompa y orgullosos nombres, - ¡vosotros y vuestra voluntad

dominadora!

Ahora el río lleva vuestra barca: tiene que llevarla. ¡Poco importa que la ola rota eche

espuma y que colérica se oponga a la quilla!

No es el río vuestro peligro y el final de vuestro bien y vuestro mal, sapientísimos: sino

aquella voluntad misma, la voluntad de poder, - la inexhausta y fecunda voluntad de vida.

Mas para que vosotros entendáis mi palabra acerca del bien y del mal200: voy a deciros

todavía mi palabra acerca de la vida y acerca de la índole de todo lo viviente.

Yo he seguido las huellas de lo vivo, he recorrido los caminos más grandes y los más

pequeños, para conocer su índole.

Con centuplicado espejo he captado su mirada cuando tenía cerrada la boca: para que

fuesen sus ojos los que me hablasen. Y sus ojos me han hablado.

Pero en todo lugar en que encontré seres vivientes oí hablar también de obediencia. Todo

ser viviente es un ser obediente.

Y esto es lo segundo: Se le dan órdenes al que no sabe obedecerse a sí mismo. Así es la

índole de los vivientes.

Pero esto es lo tercero que oí: que mandar es más difícil que obedecer. Y no sólo porque

el que manda lleva el peso de todos los que obedecen, y ese peso fácilmente lo aplasta:

-

Un ensayo y un riesgo advertí en todo mandar; y siempre que el ser vivo manda se

arriesga a sí mismo al hacerlo.

Aún más, también cuando se manda a sí mismo tiene que expiar su mandar. Tiene que

ser juez y vengador y víctima de su propia ley.

¡Cómo ocurre esto!, me preguntaba. ¿Qué es lo que persuade a lo viviente a obedecer y

a mandar y a ejercer obediencia incluso cuando manda?

¡Escuchad, pues, mi palabra, sapientísimos! ¡Examinad seriamente si yo me he deslizado

hasta el corazón de la vida y hasta las raíces de su corazón!

En todos los lugares donde encontré seres vivos encontré voluntad de poder; e incluso

en la voluntad del que sirve encontré voluntad de ser señor.

A servir al más fuerte, a eso persuádele al más débil su voluntad, la cual quiere ser dueña

de lo que es más débil todavía: a ese solo placer no le gusta renunciar.

Y así como lo más pequeño se entrega a lo más grande, para disfrutar de placer y poder

sobre lo mínimo: así también lo máximo se entrega y por amor al poder - expone la vida.

Ésta es la entrega de lo máximo, el ser riesgo y peligro y un juego de dados con la

muerte.

Y donde hay inmolación y servicios y miradas de amor: allí hay también voluntad de

ser señor. Por caminos tortuosos se desliza lo más débil hasta el castillo y hasta el corazón

del más poderoso - y le roba poder.

Y este misterio me ha confiado la vida misma. «Mira, dijo, yo soy lo que tiene que superarse

siempre a sí mismo.

En verdad, vosotros llamáis a esto voluntad de engendrar o instinto de finalidad, de algo

más alto, más lejano, más vario: pero todo eso es una única cosa y un único misterio.

Prefiero hundirme en mi ocaso antes que renunciar a esa única cosa; y, en verdad, donde

hay ocaso y caer de hojas, mira, allí la vida se inmola a sí misma - ¡por el poder!

Pues yo tengo que ser lucha y devenir y finalidad y contradicción de las finalidades:

¡ay, quien adivina mi voluntad, ése adivina sin duda también por qué caminos torcidos

tiene él que caminar!

Sea cual sea lo que yo crea, y el modo como lo ame, - pronto tengo que ser adversario

de ello y de mi amor: así lo quiere mi voluntad.

Y también tú, hombre del conocimiento, eras tan sólo un sendero y una huella de mi

voluntad: ¡en verdad, mi voluntad de poder camina también con los pies de tu voluntad

de verdad!

No ha dado ciertamente en el blanco de la verdad quien disparó hacia ella la frase de la

`voluntad de existir201: ¡esa voluntad - no existe!

Pues: lo que no es, eso no puede querer; mas lo que está en la existencia, ¡cómo podría

seguir queriendo la existencia!

Sólo donde hay vida hay también voluntad: pero no voluntad de vida, sino - así te lo

enseño yo - ¡voluntad de poder!

Muchas cosas tiene el viviente en más alto aprecio que la vida misma; pero en el apreciar

mismo habla - ¡la voluntad de poder!» -

Esto fue lo que en otro tiempo me enseñó la vida: y con ello os resuelvo yo, sapientísimos,

incluso el enigma de vuestro corazón.

En verdad, yo os digo: ¡Un bien y un mal que sean imperecederos - no existen! Por sí

mismos deben una y otra vez superarse a sí mismos.

Con vuestros valores y vuestras palabras del bien y del mal ejercéis violencia, valoradores:

y ése es vuestro oculto amor, y el brillo, el temblor y el desbordamiento de vuestra

propia alma.

Pero una violencia más fuerte surge de vuestros valores, y una nueva superación: al

chocar con ella se rompen el huevo y la cáscara.

Y quien tiene que ser un creador en el bien y en el mal202: en verdad, ése tiene que ser

antes un aniquilador y quebrantar valores.

Por eso el mal sumo forma parte de la bondad suma: mas ésta es la bondad creadora. -

Hablemos de esto, sapientísimos, aunque sea desagradable. Callar es peor; todas las

verdades silenciadas se vuelven venenosas.

¡Y que caiga hecho pedazos todo lo que en nuestras verdades - pueda caer hecho pedazos!

¡Hay muchas casas que construir todavía!

Así habló Zaratustra.

198 En sus manuscritos Nietzsche había previsto para este capítulo también el título: Del bien y del mal.

En él desarrolla ampliamente Nietzsche el tema de la «voluntad de poder», ya aparecido an tes; véase, en

Los discursos de Zaratustra, el titulado De las mil metas y de la única meta; y la nota 94.

199 Posible alusión irónica a La nave de los locos, el poema alegórico y satírico de Sebastian Brant.

200 Recuérdese lo dicho en la nota 198 sobre el primitivo título de este apartado.

201 La expresión «voluntad de existir» es de Schopenhauer.

202 En Ecce homo, «¿Por qué soy un destino?», 2, cita Nietzsche esta frase, con una significativa variación:

donde aquí dice: «tiene que» (muss), allí dice: «quiere» (will).

De los sublimes

Silencioso es el fondo de mi mar: ¡quién adivinaría que esconde monstruos juguetones!

Imperturbable es mi profundidad: mas resplandece de enigmas y risas flotantes.

Hoy he visto un sublime, un solemne, un penitente del espíritu203: ¡oh, cómo se rió mi

alma de su fealdad!

Con el pecho levantado, y semejante a quienes están aspirando aire: así estaba él, el sublime,

y callaba:

Guarnecido de feas verdades, su botín de caza, y con muchos vestidos desgarrados;

también pendían de él muchas espinas - pero no vi ninguna rosa.

Aún no había aprendido la risa ni la belleza. Sombrío volvía este cazador del bosque

del conocimiento.

De luchar con animales salvajes volvía a casa: mas desde su seriedad continúa mirando

un animal salvaje - ¡un animal no vencido aún!

Ahí continúa estando, como un tigre que quiere saltar; pero a mí no me agradan esas

almas tensas, a mi gusto le repugnan todos esos contraídos.

¿Y vosotros me decís, amigos, que no se ha de disputar sobre el gusto y el sabor? ¡Pero

toda vida es una disputa por el gusto y por el sabor!204

Gusto: es el peso y, a la vez, la balanza y el que pesa; ¡y ay de todo ser vivo que quisiera

vivir sin disputar por el peso y por la balanza y por los que pesan!

Si este sublime se fatigase de su sublimidad: entonces comenzaría su belleza, - sólo entonces

quiero yo gustarlo y encontrarlo sabroso.

Y sólo cuando se aparte de sí mismo saltará por encima de su propia sombra - y, ¡en

verdad!, penetrará en su sol. Demasiado tiempo ha estado sentado en la sombra, pálidas

se le han puesto las mejillas al penitente del espíritu; casi murió de hambre a causa de sus

esperas.

Desprecio hay todavía en sus ojos; y náusea se esconde en su boca205. Ahora reposa,

ciertamente, pero su reposo no se ha tendido todavía al sol.

Debería hacer como el toro; y su felicidad debería oler a tierra y no a desprecio de la

tierra.

Como un toro blanco quisiera yo verlo, resoplando y mugiendo mientras marcha delante

del arado: ¡y su mugido debería alabar además todo lo terreno!

Oscuro es todavía su rostro; la sombra de la mano juega sobre él. Ensombrecido está

todavía el sentido de sus ojos.

Su acción misma es todavía la sombra sobre él: la mano oscurece al que actúa. Aún no

ha superado su acción.

Es verdad que yo amo en él la nuca de toro: mas ahora quiero ver también incluso los

ojos de ángel.

También su voluntad de héroe tiene todavía que olvidarla: un elevado debe ser él para

mí, y no sólo un sublime: - ¡el éter mismo debería elevarlo a él, el falto de voluntad!

Él ha domeñado monstruos, ha resuelto enigmas: pero aún debería redimir a sus propios

monstruos y enigmas, en hijos celestes debería aún transformarlos.

Su conocimiento no ha aprendido todavía a sonreír y a no tener celos; aún no se ha

vuelto tranquila en la belleza su caudalosa pasión.

En verdad, no en la saciedad debería callar y sumergirse su ansia, ¡sino en la belleza! El

encanto forma parte de la magnanimidad de los magnánimos.

Con el brazo apoyado sobre la cabeza: así debería reposar el héroe, así debería superar

incluso su reposo.

Pero cabalmente al héroe lo bello le resulta la más dificil de todas las cosas. Inconquistable

es lo bello para toda voluntad violenta.

Un poco más, un poco menos: justo eso es aquí mucho, es aquí lo más.

Estar en pie con los músculos relajados y con la voluntad desuncida: ¡eso es lo más difícil

para todos vosotros, los sublimes!

Cuando el poder se vuelve clemente y desciende hasta lo visible: belleza llamo yo a tal

descender.

Y de nadie quiero yo belleza tanto como precisamente de ti, violento: sea tu bondad tu

última superación de ti mismo.

De todo mal te creo capaz: por ello quiero yo de ti el bien. ¡En verdad, a menudo me he

reído de los debiluchos que se creen buenos porque tienen zarpas tullidas!

A la virtud de la columna debes aspirar: más bella y más delicada se va tornando, pero

en lo interior más dura y más robusta, cuanto más asciende.

Sí, sublime, alguna vez también tú debes ser bello y presentar el espejo a tu propia belleza.

Entonces tu alma se estremecerá de ardientes deseos divinos; ¡y habrá adoración incluso

en tu vanidad!

Éste es, en efecto, el misterio del alma: sólo cuando el héroe la ha abandonado acércase

a ella, en sueños, - el super-héroe.

Así habló Zaratustra.

203 El «penitente del espíritu» alude irónicamente, entre otros, a Wagner. Es un concepto importante en

esta obra, que aquí aparece por vez primera. Se lo vuelve a citar más adelante, en De los poetas, y alcanza

su pleno desarrollo en la cuarta parte, El mago.

204 Véase Humano, demasiado humano, II, «Opiniones y sentencias mezcladas», el 170, titulado «Los

alemanes en el teatro», al final: «¡Bienaventurados los que tienen un gusto, aunque sea un mal gusto! - y no

sólo bienaventurado, sino también sabio es cosa que sólo se puede llegar a ser en virtud de esa cualidad:

por eso los griegos, que en tales cuestiones eran muy finos, designaron al sabio con una palabra que significa

el hombre de gusto, y llamaron a la sabiduría, tanto artística como cognoscitiva, “gusto” (Sophia).»

205 Véase la nota 9.

Del país de la cultura206

Demasiado me había adentrado yo volando en el futuro: un estremecimiento de horror

se apoderó de mí.

Y cuando miré a mi alrededor, he aquí que el tiempo era mi único contemporáneo.

Entonces huí hacia atrás, hacia el hogar - y cada vez más aprisa: así llegué a vosotros,

hombres del presente, y al país de la cultura.

Por vez primera llevaba yo conmigo unos ojos para veros, y buenos deseos: en verdad,

con anhelo en el corazón llegué.

Mas, ¿qué me ocurrió? A pesar de mi angustia - ¡tuve que echarme a reír! ¡Nunca habían

visto mis ojos algo tan abigarrado!

Yo reía y reía mientras el pie aún me temblaba, así como el corazón: «¡Ésta es sin duda

la patria de todos los tarros de colores!» - dije.

Con cincuenta chafarrinones teníais pintados el rostro y los miembros: ¡así estabais sentados,

para mi asombro, hombres del presente!

¡Y con cincuenta espejos a vuestro alrededor, que halagaban el juego de vuestros colores

y lo reproducían!

¡En verdad, no podríais llevar mejor máscara, hombres del presente, que vuestro propio

rostro! ¡Quién podría - reconoceros!

Emborronados con los signos del pasado, los cuales estaban a su vez embadurnados con

otros signos: ¡así os habéis escondido bien de todos los intérpretes de signos!

Y aun cuando se sea un escrutador de riñones207: ¡quién creerá que vosotros tenéis riñones!

De colores parecéis estar amasados, y de papeles encolados.

Todas las épocas y todos los pueblos miran abigarradamente desde vuestros velos; todas

las costumbres y todas las creencias hablan abigarradamente desde vuestros gestos208.

Quien os quitase velos y aderezos y colores y gestos: todavía tendría bastante para espantar

a los pájaros con el resto.

En verdad, yo mismo soy el pájaro espantado que una vez os vio desnudos y sin colores;

y me escapé volando de allí cuando el esqueleto me hizo señas amorosas.

¡Preferiría ser jornalero en el submundo y entre las sombras del pasado!209 - ¡más gruesos

y rellenos que vosotros son ciertamente los habitantes del submundo!

¡Esto, sí, esto es amargura para mis intestinos, el no soportaros ni desnudos ni vestidos

a vosotros, los hombres del presente!

Todas las cosas siniestras del futuro, y todas las que alguna vez espantaron a pájaros

extraviados, más confortables son, en verdad, y más familiares que vuestra «realidad».

Pues habláis así: «Nosotros somos enteramente reales, y ajenos a la fe y a la superstición

»: así hincháis el pecho - ¡ay, aunque ni siquiera tenéis pechos!

Sí, ¡cómo ibais a poder creer vosotros, gentes salpicadas de múltiples colores! - ¡si sois

estampas de todo lo que alguna vez fue creído!

Refutaciones ambulantes sois de la fe misma, y una dislocación de todos los pensamientos.

Indignos de fe: ¡así os llamo yo a vosotros, reales!

Todas las épocas han parloteado unas contra otras en vuestros espirítus; ¡y los sueños y

parloteos de todas las épocas eran más reales incluso que vuestra vigilia!

Estériles sois: por eso os falta a vosotros la fe. Pero el que tuvo que crear, ése tuvo

siempre también sus sueños proféticos y sus signos estelares - ¡y creía en la fe! -

Puertas entreabiertas sois vosotros, junto a las cuales aguardan sepultureros. Y ésta es

vuestra realidad: «Todo es digno de perecer»210.

¡Ay, cómo aparecéis ante mí, estériles, con qué costillas tan flacas! Y algunos de vosotros

se han dado sin duda cuenta de ello.

Y dijeron: «¿Es que un dios nos ha sustraído secretamente algo mientras dormíamos?

¡En verdad, bastante para formarse con ello una mujercilla!211

¡Asombrosa es la pobreza de nuestras costillas!», así han hablado ya algunos de los

hombres del presente.

¡Sí, risa me causáis, hombres del presente! ¡Y especialmente cuando os asombráis de

vosotros mismos!

¡Y ay de mí si no pudiera yo reírme de vuestro asombro y tuviera que tragarme todas

las repugnantes cosas de vuestras escudillas!

Pero quiero tomaros a la ligera, pues yo tengo que llevar cosas pesadas; ¡y qué me importa

el que escarabajos y gusanos voladores se posen sobre mi carga!

¡En verdad, no por ello me ha de pesar más! Y no de vosotros, hombres del presente,

debe llegarme a mí la gran fatiga. -

¡Ay, adónde debo ascender yo todavía con mi anhelo! Desde todas las altas montañas

busco con la vista el país de mis padres y de mis madres212.

Pero no he encontrado hogar en ningún sitio: un nómada soy yo en todas las ciudades, y

una despedida junto a todas las puertas.

Ajenos me son, y una burla, los hombres del presente, hacia quienes no hace mucho me

empujaba el corazón; y desterrado estoy del país de mis padres y de mis madres.

Por ello amo yo ya tan sólo el país de mis hijos213, el no descubierto, en el mar remoto:

que lo busquen incesantemente ordeno yo a mis velas.

En mis hijos quiero reparar el ser hijo de mis padres: ¡y en todo futuro - este presente!

Así habló Zaratustra.

206 Otro título previsto por Nietzsche en sus manuscritos para este apartado era: De los hombres del presente.

207 Expresión bíblica; véase el Salmo 7,10: «Dios, justo, escrutador del corazón y de los riñones». Aquí es

una parábola del «psicólogo», entendido en el sentido de Nietzsche. Véase Ecce homo.

208 Nietzsche se burla aquí del «historicismo», tal como lo había atacado ya en la segunda de sus Consideraciones

intempestivas, titulada Sobre la utilidad y la desventaja de la ciencia histórica para la vida.

209 Paráfrasis de las palabras de Aquiles a Ulises en la Odisea, canto XI, versos 489-491: «No intentes

consolarme de la muerte, ilustre Ulises; preferiría ser labrador y servir a otro, a un hombre indigente que

tuviera pocos caudales para mantenerse, a reinar sobre los muertos, que ya no son nada.»

210 Palabras de Mefistófeles en el Fausto, versos 1339-1340. Véase, en esta segunda parte, De la redención,

y la nota 259.

211 Alusión a Génesis, 2, 21: «Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual

se durmió. Y le quitó una de las costillas... y con ella formó una mujer.»

212 Vaterland, Mutterland: «patria» y «matria» sería también otra traducción posible de esas dos palabras

alemanas. Mas este intento de lograr en castellano el mismo juego verbal que en alemán queda roto por el

Kinderland que aparece a continuación. De ahí la traducción: «país de los padres», «país de las madres» y

«país de los hijos».

213 Véase la nota anterior. Al «país de los hijos» vuelve Nietzsche a aludir en la tercera parte, De tablas

viejas y nuevas, 12, y 28. En La pedagogía social como programa politico Ortega alude a esta idea (véase

Obras Completas, 1): «Hay, empero, otra noción de patria. No la tierra de los padres, decía Nietzsche, sino

la tierra de los hijos. Patria no es el pasado y el presente... Es algo que todavía no existe...»

Del inmaculado conocimiento214

Cuando ayer salía la luna me pareció que iba a dar a luz un sol: tan abultada y grávida

yacía en el horizonte.

Pero me mintió con su preñez; y antes creería yo en el hombre de la luna que en la mujerz'

215.

Ciertamente, poco hombre es también ese tímido noctámbulo. En verdad, con mala

conciencia deambula sobre los tejados. Pues es lascivo y celoso el monje que hay en la

luna, lascivo de la tierra y de todas las alegrías de los amantes.

¡No, no me gusta ese gato sobre los tejados! ¡Me repugnan todos los que rondan furtivamente

las ventanas entornadas! Piadosa y silente camina sobre alfombras de estrellas: -

mas no me gustan, en el varón, esos pies sigilosos, en los que ni siquiera una espuela mete

ruido.

El paso de todo hombre honesto habla; pero el gato se escurre furtivo por el suelo. Mira,

gatuna y deshonesta avanza la luna. -

¡Esta parábola os ofrezco a vosotros los sensibles hipócritas, a vosotros los hombres del

«puro conocimiento»! ¡A vosotros yo os llamo - lascivos!

También vosotros amáis la tierra y las cosas terrenas: ¡os he adivinado bien! - pero vergüenza

hay en vuestro amor, y mala conciencia, - ¡os parecéis a la luna!

A que despreciéis a la tierra ha persuadido alguien a vuestro espíritu, pero no a vuestras

entrañas: ¡mas éstas son lo más fuerte en vosotros!

Y ahora vuestro espíritu se avergüenza de estar a merced de vuestras entrañas, y a causa

de su propia vergüenza recorre caminos tortuosos y embusteros.

«Para mí sería lo más elevado - así se dice a sí mismo vuestro mendaz espíritu - mirar a

la tierra sin codicia y sin tener la lengua colgando, como el perro:

¡Ser feliz en el contemplar, con una voluntad ya muerta, ajeno a la rapacidad y a la avaricia

del egoísmo - frío y gris en todo el cuerpo, mas con ebrios ojos de luna!»

«Lo más querido sería para mí - así se seduce a sí mismo el seducido - amar la tierra tal

como la ama la luna, y sólo con los ojos palpar su belleza.

Y el conocimiento inmaculado de todas las cosas sea para mí el no querer nada de las

cosas: excepto el que me sea lícito yacer ante ellas como un espejo de cien ojos.216» -

¡Oh, sensibles hipócritas, lascivos! A vosotros os falta la inocencia en el deseo: ¡y por

eso ahora calumniáis el desear! ¡En verdad, no como creadores, engendradores, gozosos

de devenir amáis vosotros la tierra!

¿Dónde hay inocencia? Allí donde hay voluntad de engendrar. Y el que quiere crear por

encima de sí mismo, ése tiene para mí la voluntad más pura.

¿Dónde hay belleza? Allí donde yo tengo que querer con toda mi voluntad; allí donde

yo quiero amar y hundirme en mi ocaso, para que la imagen no se quede sólo en imagen.

Amar y hundirse en su ocaso: estas cosas van juntas desde la eternidad. Voluntad de

amor: esto es aceptar de buen grado incluso la muerte. ¡Esto es lo que yo os digo, cobardes!

¡Pero ahora vuestro castrado bizquear quiere llamarse «contemplación»! ¡Y lo que se

deja palpar con ojos cobardes debe ser bautizado con el nombre de «bello»! ¡Oh, mancilladores

de nombres nobles!

Mas ésta debe ser vuestra maldición, inmaculados, hombres del puro conocimiento, el

que jamás daréis a luz: ¡y ello aunque yazcáis abultados y grávidos en el horizonte!

En verdad, vosotros os llenáis la boca con palabras nobles: iy nosotros debemos creer

que el corazón os rebosa, embusteros?217

Pero mis palabras son palabras pequeñas, despreciadas, torcidas: me gusta recoger lo

que en vuestros banquetes cae debajo de la mesa218.

¡Con ellas puedo siempre todavía - decir la verdad a los hipócritas! ¡Sí, mis espinas de

pescado, mis conchas y mis cardos deben - cosquillear las narices a los hipócritas!

Aire viciado hay siempre en torno a vosotros y a vuestros banquetes: ¡vuestros lascivos

pensamientos, vuestras mentiras y disimulos están, en efecto, en el aire!

¡Osad primero creeros a vosotros mismos - a vosotros y a vuestras entrañas! El que no

se cree a sí mismo miente siempre.

Una máscara de un dios habéis colgado delante de vosotros mismos, «puros»: en una

máscara de un dios se ha introducido, arrastrándose, vuestra asquerosa lombriz.

¡En verdad, vosotros engañáis, «contemplativos»! También Zaratustra fue en otro tiempo

el chiflado de vuestras pieles divinas; no adivinó las enroscadas serpientes de que estaban

llenas esas pieles.

¡En otro tiempo me imaginé ver jugar el alma de un dios en vuestros juegos, hombres

del puro conocimiento! ¡En otro tiempo me imaginé que no había mejor arte que vuestras

artes!

La distancia me ocultaba la inmundicia de serpientes y su mal olor: y que aquí rondaba,

lasciva, la astucia de un lagarto.

Pero me aproximé a vosotros: entonces llegó a mí el día - y ahora él viene a vosotros, -

¡se acabaron los amores con la luna!

¡Mirad! ¡Atrapada y pálida se encuentra ahí la luna - antela aurora!

¡Pues ya llega ella, la incandescente, - llega su amor a la tierra! ¡Inocencia y deseo propio

de creador es todo amor solar!

¡Mirad cómo se eleva impaciente sobre el mar! ¿No sentís la sed y la ardiente respiración

de su amor?

Del mar quiere sorber, y beber su profundidad llevándosela a lo alto: entonces el deseo

del mar se eleva con mil pechos.

Besado y sorbido quiere ser éste por la sed del sol; ¡en luz quiere convertirse, y en altura

y en huella de luz, y en luz misma!

En verdad, igual que el sol amo yo la vida y todos los mares profundos.

Y esto significa para mí conocimiento: todo lo profundo debe ser elevado - ¡hasta mi

altura!

Así habló Zaratustra.

214 El título alemán, Von der unbefleckten Erkenntnis, es, por su semejanza fonética, una parodia de Von

der unbefleckten Empfängnis (De la Inmaculada Concepción). Otro título pensado por Nietzsche en sus

manuscritos para este apartado decía: A los contemplativos.

215 Juego de palabras en alemán, basado en que en este idioma Mond (luna) es de género masculino. Por

otro lado, la creencia de que «hay un hombre en la luna», cuyo rostro puede percibirse en ella, es leyenda

popular e infantil común a varios pueblos.

216 Un amplio desarrollo del «conocimiento objetivo» como espejo puede verse en el 207 de Más allá del

bien y del mal.

217 Paráfrasis del Evangelio de Mateo, 12, 34: «De lo que rebosa el corazón habla la boca.»

218 Alusión al Evangelio de Lucas, 16, 21 (parábola del hombre rico y el mendigo Lázaro): «Lázaro deseaba

hartarse de lo que caía debajo de la mesa del rico.»

De los doctos

M ¡entras yo yacía dormido en el suelo vino una oveja a pacer de la corona de hiedra de

mi cabeza, - pació y dijo: «Zaratustra ha dejado de ser un docto».

Así dijo, y se marchó hinchada y orgullosa219. Me lo ha contado un niño.

Me gusta estar echado aquí donde los niños juegan, junto al muro agrietado, entre cardos

y rojas amapolas.

Todavía soy un docto para los niños, y también para los cardos y las rojas amapolas.

Son inocentes, incluso en su maldad.

Mas para las ovejas he dejado de serlo: así lo quiere mi destino - ¡bendito sea!

Pues ésta es la verdad: he salido de la casa de los doctos: y además he dado un portazo

a mis espaldas.

Durante demasiado tiempo mi alma estuvo sentada hambrienta a su mesa; yo no estoy

adiestrado al conocer como ellos, que lo consideran un cascar nueces.

Amo la libertad, y el aire sobre la tierra fresca; prefiero dormir sobre pieles de buey que

sobre sus dignidades y respetabilidades.

Yo soy demasiado ardiente y estoy demasiado quemado por pensamientos propios: a

menudo me quedo sin aliento. Entonces tengo que salir al aire libre y alejarme de los

cuartos llenos de polvo.

Pero ellos están sentados, fríos, en la fría sombra: en todo quieren ser únicamente espectadores,

y se guardan de sentarse allí donde el sol abrasa los escalones.

Semejantes a quienes se paran en la calle y miran boquiabiertos a la gente que pasa: así

aguardan también ellos y miran boquiabiertos a los pensamientos que otros han pensado.

Si se los toca con las manos, levantan, sin quererlo, polvo a su alrededor, como si fueran

sacos de harina; ¿pero quién adivinaría que su polvo procede del grano y de la amarilla

delicia de los campos de estío?

Cuando se las dan de sabios, sus pequeñas sentencias yverdades me hacen tiritar de

frío: en su sabiduría hay a menudo un olor como si procediese de la ciénaga: y en verdad,

¡yo he oído croar en ella a la rana!

Son hábiles, tienen dedos expertos: ¡qué quiere mi sencillez en medio de su complicación!

De hilar y de anudar y de tejer entienden sus dedos: ¡así hacen los calcetines del

espíritu!

Son buenos relojes: ¡con tal de que se tenga cuidado de darles cuerda a tiempo! Entonces

señalan la hora sin fallo y, al hacerlo, producen un discreto ruido220.

Trabajan igual que molinos y morteros: ¡basta con echarles nuestros cereales! - ellos

saben moler bien el grano y convertirlo en polvo blanco.

Se miran unos a otros los dedos y no se fían del mejor. Son hábiles en inventar astucias

pequeñas, aguardan a aquellos cuya ciencia anda con pies tullidos, - aguardan igual que

arañas.

Siempre les he visto preparar veneno con cautela; y siempre, al hacerlo, se cubrían los

dedos con guantes de cristal.

También saben jugar con dados falsos; y los he encontrado jugando con tanto ardor que

al hacerlo sudaban.

Somos recíprocamente extraños, y sus virtudes repugnan a mi gusto aún más que sus

falsedades y sus dados engañosos.

Y cuando yo habitaba entre ellos habitaba por encima de ellos. Por esto se enojaron

conmigo.

No quieren siquiera oír decir que alguien camina por, encima de sus cabezas; y por ello

colocaron maderas y tierra e inmundicias entre mí y sus cabezas.

Así amortiguaron el sonido de mis pasos: y, hasta hoy, quienes peor me han oído han

sido los más doctos de todos221.

Entre ellos y yo han colocado las faltas y debilidades de todos los hombres: - «techo

falso» llaman a esto en sus casas.

Mas, a pesar de todo, con mis pensamientos camino por encima de sus cabezas; y aun

cuando yo quisiera caminar sobre mis propios errores, continuaría estando por encima de

ellos y de sus cabezas.

Pues los hombres no son iguales: así habla la justicia 222 , ¡y lo que yo quiero, eso a

ellos no les ha sido lícito quererlo!

Así habló Zaratustra.

219 Esta diatriba contra los doctos es, sin duda, transposición de las vivencias tenidas por Nietzsche durante

sus años de catedrático universitario. En la «oveja que pace de la corona de hiedra» de la cabeza de

Zaratustra se ha querido ver a Wilamowitz von Möllendorff y a los otros profesores que, tras la aparición

de El nacimiento de la tragedia, decretaron que Nietzsche «no era un docto». La «corona de hiedra» con la

que se adorna Zaratustra y con la que se adornaban también Dioniso y sus acompañantes es antítesis de la

«corona de laurel» que suelen llevar en su cabeza los «doctos».

220 Véase antes De los virtuosos.

221 Véase Ecce homo. «La desproporción entre la grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos

se ha puesto de manifiesto en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto siquiera... Me

basta hablar con cualquier “persona culta” de las que en verano vienen a la Alta Engadina para convencerme

de que yo no vivo...»

222 Véase, en esta segunda parte, De las tarántulas, donde ya aparece esta frase.

De los poetas

Desde que conozco mejor el cuerpo, - dijo Zaratustra a uno de sus discípulos - el espíritu

no es ya para mí más que un modo de expresarse; y todo lo ‘imperecedero’ - es también

sólo un símbolo»223.

«Esto ya te lo he oído decir otra vez, respondió el discípulo; y entonces añadiste: “mas

los poetas mienten demasiado?”224. ¿Por qué dijiste que los poetas mienten demasiado?»

«¿Por qué?, dijo Zaratustra. ¿Preguntas por qué? No soy yo de esos a quienes sea lícito

preguntarles por su porqué.

¿Es que mi experiencia vital es de ayer? Hace ya mucho tiempo que viví las razones de

mis opiniones.

¿No tendría yo que ser un tonel de memoria si quisiera tener conmigo también mis razones?

Ya me resulta demasiado incluso el retener mis opiniones; y más de un pájaro se escapa

volando.

A veces encuentro también en mi palomar un animal que ha venido volando y que me

es extraño, y que tiembla cuando pongo mi mano sobre él.

Sin embargo, ¿qué te dijo en otro tiempo Zaratustra? ¿Qué los poetas mienten demasiado?

- Mas también Zaratustra es un poeta.

¿Crees, pues, que dijo entonces la verdad? ¿Por qué lo crees?»225.

El discípulo respondió: «Yo creo en Zaratustra». Mas Zaratusara movió la cabeza y

sonrió.

La fe no me hace bienaventurado226, dijo, y mucho menos, la fe en mí.

Pero en el supuesto de que alguien dijera con toda seriedad que los poetas mienten demasiado:

tiene razón, - nosotros mentimos demasiado.

Nosotros sabemos también demasiado poco y aprendemos mal: por ello tenemos que

mentir.

¿Y quién de entre nosotros los poetas no ha adulterado su propio vino? Más de una venenosa

mixtura ha sido fabricada en nuestras bodegas, y más de una cosa indescriptible

se ha hecho en ellas227.

Y como nosotros sabemos poco, nos gustan mucho los pobres de espíritu, ¡especialmente

si son mujercillas jóvenes! Hasta codiciamos las cosas que las viejecillas se cuentan

por las noches. A eso lo llamamos lo eterno-femenino228 que hay en nosotros.

Y como si hubiese un especial acceso secreto al saber, que queda obstruido para quienes

aprenden algo: así nosotros creemos en el pueblo y en su «sabiduría».

Y todos los poetas creen esto: que quien, tendido en la hierba o en repechos solitarios,

aguza los oídos, ése llega a saber algo de las cosas que se encuentran entre el cielo y la

tierra.

Y si a ellos llegan delicados movimientos, los poetas opinan siempre que la naturaleza

misma se ha enamorado de ellos: Y que se desliza en sus oídos para decirles cosas secretas

y enamoradas lisonjas: ¡de ello se glorían y se envanecen ante todos los mortales!

¡Ay, existen demasiadas cosas entre el cielo y la tierra con las cuales sólo los poetas se

han permitido soñar!229

Y, sobre todo, por encima del cielo: ¡pues todos los dioses son un símbolo de poetas, un

amaño de poetas!230.

En verdad, siempre somos arrastrados hacia lo alto231 - es decir, hacia el reino de las

nubes: sobre éstas plantamos nuestros multicolores peleles y los llamamos dioses y superhombres:

-

¡Pues son justamente bastante ligeros para tales sillas! -todos esos dioses y superhombres.

¡Ay, qué cansado estoy de todo lo insuficiente, que debe ser de todos modos acontecimiento!

232 ¡Ay, qué cansado estoy de los poetas!

Cuando Zaratustra dijo esto, su discípulo se enojó con él, pero calló. También Zaratustra

calló; y sus ojos se habían vuelto hacia dentro, como si mirasen hacia remotas lejanías.

Finalmente suspiró y tomó aliento.

Yo soy de hoy y de antes233, dijo luego; pero hay algo dentro de mí que es de mañana y

de pasado mañana y del futuro.

Me he cansado de los poetas, de los viejos y de los nuevos: superficiales me parecen

todos, y mares poco profundos.

No han pensado con suficiente profundidad: por ello su sentimiento no se sumergió

hasta llegar a las razones profundas.

Un poco de voluptuosidad y un poco de aburrimiento: eso ha sido la mejor incluso de

sus reflexiones.

Un soplo y un deslizarse de fantasmas me parecen a mí todos sus arpegios; ¡qué han

sabido ellos hasta ahora del ardor de los sonidos! -

No son tampoco para mí bastante limpios: todos ellos ensucian sus aguas para hacerlas

parecer profundas.

Con gusto representan el papel de conciliadores: ¡mas para mí no pasan de ser mediadores

y enredadores, y mitad de esto y mitad de aquello, y gente sucia! -

Ay, yo lancé ciertamente mi red en sus mares y quise pescar buenos peces; pero siempre

saqué la cabeza de un viejo dios.

El mar proporcionó así una piedra al hambriento234. Y ellos mismos proceden sin duda

del mar.

Es cierto que en ellos se encuentran perlas: pero tanto más se parecen ellos mismos a

crustáceos duros. Y en vez de alma he encontrado a menudo en ellos légamo salado.

También del mar han aprendido su vanidad: ¿no es el mar el pavo real de los pavos reales?

235.

Incluso ante el más feo de todos los búfalos despliega él su cola, y jamás se cansa de su

abanico de encaje hecho de plata y seda.

Ceñudo contempla esto el búfalo, pues su alma prefiere la arena, y más todavía la maleza,

y más que ninguna otra cosa, la ciénaga.

¡Qué le importan a él la belleza y el mar y los adornos del pavo real! Ésta es la parábola

que yo dedico a los poetas.

¡En verdad, su espíritu es el pavo real de los pavos reales y un mar de vanidad!

Espectadores quiere el espíritu del poeta: ¡aunque sean búfalos! -

Mas yo me he cansado de ese espíritu: y veo venir el día en que también él se cansará

de sí mismo.

Transformados he visto ya a los poetas, y con la mirada dirigida contra ellos mismos.

Penitentes del espíritu236 he visto venir: han surgido de los poetas.

Así habló Zaratustra.

223 Parodia de la conocida frase del final del Fausto de Goethe (versos 12104-12105). Dado que este capítulo

De los poetas es una parodia constante de ese pasaje, se lo reproduce a continuación en su integridad.

Se trata de las palabras del Chorus mysticus, que constituyen los ocho versos finales del Fausto:

Todo lo perecedero

Es sólo un símbolo.

Lo insuficiente

Se hace aquí acontecimiento;

Lo indescriptible

Se ha hecho aquí;

Lo eterno-femenino

Nos arrastra hacia lo alto.

224 Véase antes En las islas afortunadas, la nota 153.

225 Hay aquí un eco de la paradoja lógica llamada de Epiménides. Zaratustra dice que los poetas mienten;

mas también Zaratustra es un poeta; luego miente al decir que los poetas mienten, etc.

226 Cita, invirtiendo el sentido, del Evangelio de Marcos, 16, 16: «El que crea... será bienaventurado»

(palabras de Jesús a sus discípulos poco antes de su ascensión al cielo). El texto alemán (selig machen), con

su posibilidad de significar también «embobar», encierra un matiz irónico. Véase, en la tercera parte, De

los apóstatas, 2.

227 Véase la nota 223. Continúa la parodia del texto de Goethe.

228 Véase la nota 223.

229 Reminiscencia de Shakespeare, Hamlet, acto I, escena 5, palabras de Hamlet a Horacio: «Hay algo

más en el cielo y en la tierra, Horacio, que lo que ha soñado tu filosofía.»

230 Nietzsche juega aquí en alemán con las palabras de sonido muy similar Gleichnis (símbolo) y Erschleichnis

(amaño); esta última es invención suya, derivada del verbo erschleichen (obtener algo capciosamente).

Nietzsche había empleado ya este mismo juego verbal en la poesía A Goethe, de las Canciones del

Príncipe Vogelfrei (apéndice de La gaya ciencia):

¡Lo imperecedero

no es más que símbolo tuyo!

Dios, el capcioso,

es amaño de poetas...

231 Véase la nota 223.

232 Véase la nota 223. Aquí termina la parodia del Chorus mysticus del Fausto. Como se ve, Nietzsche ha

citado en su integridad los ochos versos del Fausto.

233 Cita y a la vez antítesis de Job, 8, 9: «Nosotros somos de ayer, no sabemos nada; pues nuestros días

son una sombra sobre el suelo». Zaratustra reivindica para sí el ser también del mañana y del futuro.

234 Reminiscencia de Evangelio de Mateo, 7, 9: «¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le

pide pan le da una piedra?»

235 Véase, en la cuarta parte, El mago, 2, donde Zaratustra vuelve a emplear la misma imagen para referirse

al mar.

236 Véase la nota 203.

237 Un primer título pensado por Nietzsche para este capítulo era Del perro de fuego. El título definitivo,

De grandes acontecimientos, encierra un matiz irónico.

De grandes acontecimientos237

Hay una isla en el mar - no lejos de las islas afortunadas de Zaratustra - en la cual

humea constantemente una montaña de fuego; de aquella isla dice el pueblo, y especialmente

las viejecillas del pueblo, que está colocada como un peñasco delante de la puerta

del submundo: y que a través de la montaña misma de fuego desciende el estrecho sendero

que conduce hasta esa puerta del submundo238.

Por el tiempo en que Zaratustra habitaba en las islas afortunadas ocurrió que un barco

echó el ancla junto a la isla en que se encuentra la montaña humeante; y su tripulación

bajó a tierra para cazar conejos. Hacia la hora del mediodía, cuando el capitán y su gente

estuvieron reunidos de nuevo, vieron de pronto que por el aire venía hacia ellos un hombre,

y que una voz decía con claridad: «¡Ya es tiempo! ¡Ya ha llegado la hora!» Y cuando

más cerca de ellos estuvo la figura - pasó volando a su lado igual que una sombra, en

dirección a la montaña de fuego - reconocieron, con gran consternación, que era Zaratustra;

pues todos ellos lo habían visto ya, excepto el capitán, y lo amaban a la manera como

el pueblo ama, es decir: con un sentimiento en que amor y temor están mezclados a partes

iguales.

«¡Mirad!, dijo el viejo timonel, ¡ahí va Zaratustra al infierno!»239-

Por los mismos días en que estos marineros habían desembarcado en la isla de fuego se

difundió el rumor de que Zaratustra había desaparecido; y cuando se preguntaba a sus

amigos, éstos contaban que se había embarcado de noche sin decir adónde iba240.

Se produjo así cierta intranquilidad; al cabo de tres días se añadió a ella el relato de los

marineros - y entonces todo el pueblo se puso a decir que el diablo se había llevado a

Zaratustra. Sus discípulos se reían ciertamente de tales habladurías; y uno de ellos llegó a

decir: «Yo creo más bien que es Zaratustra el que se ha llevado al diablo». Pero en el

fondo de su alma todos ellos estaban llenos de preocupación y de anhelo: por ello grande

fue su alegría cuando al quinto día Zaratustra apareció entre ellos.241

Y éste es el relato de la conversación de Zaratustra con el perro de fuego242.

La tierra, dijo él, tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades. Una de ellas se llama,

por ejemplo: «hombre».

Y otra de esas enfermedades se llama «perro de fuego»: acerca de éste los hombres han

dicho y han dejado que les digan muchas mentiras.

Para sondear ese misterio atravesé el mar: y he visto desnuda la verdad, ¡creedme!,

desnuda de pies a cabeza.

En cuanto al perro de fuego, ahora sé de qué se trata; y asimismo sé qué son todos esos

demonios de las erupciones y conmociones, de los que no sólo las viejecillas sienten

miedo.

¡Sal de ahí, perro de fuego, sal de tu profundidad!, exclamé, ¡y confiesa lo profunda que

es tu profundidad! ¿De dónde sacas lo que expulsas por la nariz?

¡Tú bebes en abundancia del mar: eso es lo que tu salada elocuencia delata! ¡Verdaderamente,

para ser un perro de la profundidad, tomas tu alimento en demasía de la superficie!

A lo sumo te considero el ventrílocuo de la tierra: y siempre que he oído hablar a los

demonios de las erupciones y las conmociones los encontré idénticos a ti: salados, embusteros

y poco profundos243.

¡Vosotros entendéis de aullar y de oscurecer todo con ceniza! Sois los mejores bocazas

que existen y habéis aprendido hasta la saciedad el arte de hacer hervir el fango.

Donde vosotros estáis, allí tiene que haber siempre fango en las cercanías, y muchas

cosas porosas, cavernosas, comprimidas: quieren salir a la libertad.

«Libertad» es lo que más os gusta aullar: pero yo he dejado de creer en «grandes acontecimientos

» tan pronto como se presentan rodeados de muchos aullidos y mucho humo.

¡Y créeme, amigo ruido infernal! Los acontecimientos más grandes - no son nuestras

horas más estruendosas, sino las más silenciosas.

No en torno a los inventores de un ruido nuevo: en torno a los inventores de nuevos valores

gira el mundo; de modo inaudible gira244.

¡Y confiésalo! Pocas eran las cosas que habían ocurrido cuando tu ruido y tu humo se

retiraban. ¡Qué importa que una ciudad se convierta en una momia y que una estatua yazca

en el fango!245.

Y ésta es la palabra que digo todavía a los derribadores de estatuas. Sin duda la tontería

más grande es arrojar sal al mar y estatuas al fango.

En el fango de vuestro desprecio yacía la estatua: ¡pero su ley es precisamente que el

desprecio haga renacer en ella vida y viviente belleza!

Con rasgos divinos se yergue ahora, y con la seducción propia de los que sufren; y ¡en

verdad!, ¡incluso os dará las gracias por haberla derribado, derribadores!

Éste es el consejo que doy a los reyes y a las Iglesias y a todo lo que es débil por edad y

por virtud - ¡dejaos derribar! ¡Para que vosotros volváis a la vida, y para que vuelva a

vosotros - la virtud! -

Así hablé yo ante el perro de fuego: entonces él me interrumpió gruñendo y preguntó:

«¿Iglesia? ¿Qué es eso?»

¿Iglesia?, respondí yo, eso es una especie de Estado, y, ciertamente, la especie más embustera

de todas. ¡Mas cállate, perro hipócrita! ¡Tú conoces perfectamente sin duda tu

especie!

Lo mismo que tú, es el Estado un perro hipócrita; lo mismo que a ti, gústale a él hablar

con humo y aullidos, - para hacer creer, como tú, que habla desde el vientre de las cosas.

Pues él, el Estado, quiere ser a toda costa el animal más importante en la tierra; y también

esto se lo cree a él la gente. –

Cuando hube dicho esto, el perro de fuego hizo gestos como si se hubiera vuelto loco

de envidia. «¿Cómo?, gritó, ¿el animal más importante en la tierra? ¿Y también esto se lo

cree a él la gente?» Y tanto fue el vapor y tantas las horribles voces que de su garganta

salieron que yo pensé que iba a asfixiarse de rabia y de envidia.

Por fin se calmó, y su jadeo fue disminuyendo; pero tan pronto como estuvo callado, dije

yo riendo:

«Te enojas, perro de fuego: ¡así, pues, tengo razón en lo que he dicho sobre ti!

Y para seguir teniéndola, oye algo de otro perro de fuego: éste habla verdaderamente

desde el corazón de la tierra.

Oro sale de su boca al respirar, y lluvia de oro: así lo quiere su corazón. ¡Qué le importan

a él la ceniza y el humo y el légamo caliente!

La risa sale revoloteando de él como una nube multicolor; ¡desdeña el gargareo y los

escupitajos y el retortijón de tus entrañas!

Pero el oro y la risa - los toma del corazón de la tierra: pues, para que lo sepas, - el corazón

de la tierra es de oro.»

Cuando el perro de fuego oyó esto, no soportó el seguir escuchándome. Avergonzado

escondió el rabo entre las piernas, dijo ¡guau!, ¡guau! con voz abatida y se sumergió,

arrastrándose, en su caverna. -

Esto es lo que Zaratustra contó. Mas sus discípulos apenas le escuchaban: tan grande

era su deseo de contarle la historia de los marineros, los conejos y el hombre volador.

«¡Qué debo pensar de todo esto!, dijo Zaratustra. ¿Soy yo acaso un fantasma?

Habrá sido mi sombra. ¿Habéis oído ya algo del caminante y su sombra?246

Una cosa es segura: tengo que atarla corta, - pues de lo contrario perjudicará mi reputación.

»

Y de nuevo movió Zaratustra la cabeza y se maravilló: «¡Qué debo pensar de todo esto!

», volvió a decir.

«Por qué gritó el fantasma: ¡Ya es tiempo! ¡Ya ha llegado la hora!

¿De qué - ha llegado la hora?» -

Así habló Zaratustra.

238 Nietzsche recogió sin duda del folklore italiano estas ideas, las cuales se remontan probablemente a la

Antigüedad. En sus viajes había visto el Vesubio, durante su estancia en Sorrento, y también el Etna, cuando

estuvo en Mesina (1882). En Sicilia se llama al Etna «casa del diavolo».

239 En la descripción de este extraño «vuelo» de Zaratustra, el narrador utiliza como marco la descripción

de un suceso parecido que Nietzsche había leído en su juventud. El texto leído por Nietzsche fue publicado

en 1833 en los Blätter von Prevorst, de Justinus Kerner, y se basaba en el diario de a bordo de un navío

inglés durante su singladura por el Mediterráneo en 1686. Sobre este aparente plagio llamó ya la atención

en 1902 el psicólogo C.G. Jung, que lo calificó de «criptomnesia». Es posible que también sean ejemplos

de criptomnesia las reminiscencias de Las mil y una noches que aparecen en esta obra; véanse las notas

281, 285 y 486.

240 Nietzsche hace realizar aquí a Zaratustra una acción parecida a la que Jesús realizó alguna vez en los

Evangelios: apartarse de sus discípulos y dejarlos solos. Véase, por ejemplo, el Evangelio de Juan, 6, 15:

«Jesús... se retiró otra vez al monte, él solo».

241 Reminiscencia evangélica. También los discípulos se alegran cuando Jesús se les aparece después de

muerto. Véase el Evangelio de Juan, 20, 20: «Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos

se alegraron de ver al Señor.» Todo este capítulo describe una especie de «bajada de Zaratustra a los infiernos

» y su posterior «resurrección».

242 El «perro de fuego», además de aludir al can Cerbero, vigilante del Hades, es símbolo de la plebe; y

las explosiones y erupciones de ese perro, símbolo de las revoluciones sociales.

243 En La genealogía de la moral, Nietzsche, hablando de Buckle, se expresa en forma similar: «El plebeyismo

del espíritu moderno, que es de procedencia inglesa, explotó aquí una vez más en su suelo natal

con la violencia de un volcán enlodado y con la elocuencia demasiado salada, chillona, vulgar, con que han

hablado hasta ahora todos los volcanes.»

244 «Cita» de una frase ya aparecida antes. Véase, en la primera parte, De las moscas del mercado.

245 Quizás alusiones a Pompeya, la ciudad convertida en «momia» por la erupción del Vesubio el año 79

después de Cristo, y a la columna Vendôme, derribada durante la Comuna de París, el 16 de mayo de 1871.

246 El caminante y su sombra es el título de una obra de Nietzsche, añadida posteriormente al segundo

volumen de Humano, demasiado humano. «El caminante y su sombra» desempeña un papel importante en

la cuarta parte de esta obra; véase allí La sombra.

El adivino

Y vi venir247 una gran tristeza sobre los hombres. Los mejores se cansaron de sus obras.

Una doctrina se difundió, y junto a ella corría una fe: “¡Todo está vacío, todo es idéntico,

todo fue!248.

Y desde todos los cerros el eco repetía: “¡Todo está vacío, todo es idéntico, todo fue!”

Sin duda nosotros hemos cosechado: mas ¿por qué se nos han podrido todos los frutos y

se nos han ennegrecido? ¿Qué cayó de la malvada luna la última noche?

Inútil ha sido todo el trabajo, en veneno se ha transformado nuestro vino, el mal de ojo

ha quemado nuestros campos y nuestros corazones, poniéndolos amarillos.

Todos nosotros nos hemos vuelto áridos; y si cae fuego sobre nosotros, nos reduciremos

a polvo, como la ceniza: - aún más, nosotros hemos cansado hasta al mismo fuego.

Todos los pozos se nos han secado, también el mar se ha retirado. ¡Todos los suelos

quieren abrirse, mas la profundidad no quiere tragarnos!

«Ay, dónde queda todavía un mar en que poder ahogarse”: así resuena nuestro lamento

- alejándose sobre ciénagas planas.

En verdad, estamos demasiado cansados incluso para morir; ahora continuamos estando

en vela y sobrevivimos - ¡en cámaras sepulcrales!» -

Así oyó Zaratustra hablar a un adivino249; y su vaticinio le llegó al corazón y se lo

transformó. Triste y cansado iba de un sitio para otro; y acabó pareciéndose a aquellos de

quienes el adivino había hablado.

En verdad, dijo a sus discípulos, de aquí a poco250 llegará ese largo crepúsculo. ¡Ay,

cómo salvaré mi luz llevándola al otro lado!

¡Que no se me apague en medio de esta tristeza! ¡Debe ser luz para mundos remotos e

incluso para noches remotísimas!

Contristado de este modo en su corazón iba Zaratustra de un lado para otro; y durante

tres días no tomó bebida ni comida, estuvo intranquilo y perdió el habla. Por fin ocurrió

que cayó en un profundo sueño. Mas sus discípulos estaban sentados a su alrededor, en

largas velas nocturnas, y aguardaban preocupados a ver si se despertaba y recobraba el

habla y se curaba de su tribulación.

Y éste es el discurso que Zaratustra pronunció al despertar; su voz llegaba a sus discípulos

como desde una remota lejanía. ¡Oídme el sueño que he soñado, amigos, y ayudadme

a adivinar su sentido!

Un enigma continúa siendo para mí este sueño; su sentido está oculto dentro de él, aprisionado

allí, y aún no vuela por encima de él con alas libres.

Yo había renunciado a toda vida, así soñaba. En un vigilante nocturno y en un guardián

de tumbas me había convertido yo allá arriba en el solitario castillo montañoso de la

muerte.

Allá arriba guardaba yo sus ataúdes: llenas estaban las lóbregas bóvedas de tales trofeos

de victoria. Desde ataúdes de cristal me miraba la vida vencida.

Yo respiraba el olor de eternidades reducidas a polvo: sofocada y llena de polvo yacía

mi alma por el suelo. ¡Y quién habría podido airear allí su alma!

Una claridad de medianoche me rodeaba constantemente, la soledad se había acurrucado

junto a ella; y, como tercera cosa, un mortal silencio lleno de resuellos, el peor de mis

amigos.

Yo llevaba llaves, las más herrumbrosas de las llaves; y entendía de abrir con ellas la

más chirriante de todas las puertas.

Semejante a irritado graznido de cornejas corría el sonido por los largos corredores

cuando las hojas de la puerta se abrían: hostilmente chillaba aquel pájaro, no le gustaba

ser despertado.

Pero más espantoso era todavía y más oprimía el corazón cuando de nuevo se hacía el

silencio y alrededor enmudecía todo y yo estaba sentado solo en medio de aquel pérfido

callar.

Así se me iba y se me escapaba el tiempo, si es que tiempo había todavía: ¡qué sé yo de

ello! Pero finalmente ocurrió algo que me despertó.

Por tres veces resonaron en la puerta golpes como truenos, y por tres veces las bóvedas

repitieron el eco aullando: yo marché entonces hacia la puerta.

¡Alpa!, exclamé, ¿quién trae su ceniza a la montaña? ¡Alpa! ¡Alpa! ¿Quién trae su ceniza

a la montaña?

Y metí la llave y empujé la puerta y forcejeé. Pero no se abrió ni lo ancho de un dedo:

Entonces un viento rugiente abrió con violencia sus hojas: y entre agudos silbidos y

chirridos arrojó hacia mí un negro ataúd:

Y en medio del rugir, silbar y chirriar, el ataúd se hizo pedazos y escupió miles de carcajadas

diferentes.

Y desde mil grotescas figuras de niños, ángeles, lechuzas, necios y mariposas grandes

como niños algo se rió y se burló de mí y rugió contra mí.

Un espanto horroroso se apoderó de mí: me arrojó al suelo. Y yo grité de horror como

jamás había gritado.

Pero mi propio grito me despertó: - y volví en mí. -

Así contó Zaratustra su sueño251, y luego calló: pues aún no sabía la interpretación de

su sueño. Pero el discípulo al que él más amaba252 se levantó con presteza, tomó la mano

de Zaratustra y dijo:

«¡Tu vida misma nos da la interpretación de ese sueño, Zaratustra!

¿No eres tú mismo el viento de chirriantes silbidos que arranca las puertas de los castillos

de la muerte?

¿No eres tú mismo el ataúd lleno de maldades multicolores y de grotescas figuras angelicales

de la vida?

En verdad, semejante a mil infantiles carcajadas diferentes penetra Zaratustra en todas

las cámaras mortuorias, riéndose de esos guardianes nocturnos y vigilantes de tumbas, y

de todos los que hacen ruido con sombrías llaves.

Tú los espantarás y derribarás con tus carcajadas; su desmayarse y su volver en sí demostrarán

tu poder sobre ellos.

Y aunque vengan el largo crepúsculo y la fatiga mortal, en nuestro cielo tú no te hundirás

en el ocaso, ¡tú, abogado de la vida!

Nuevas estrellas nos has hecho ver, y nuevas magnificencias nocturnas; en verdad, la

risa misma la has extendido como una tienda multicolor sobre nosotros.

Desde ahora brotarán siempre risas infantiles de los ataúdes; desde ahora un viento

fuerte vencerá siempre a toda fatiga mortal: ¡de esto eres tú mismo para nosotros garante

y adivino!

En verdad, con ellos mismos has soñado, con tus enemigos: ¡éste fue tu sueño más dificil!

¡Mas así como te despertaste de entre ellos y volviste en ti, así también ellos deben despertar

de sí mismos - ¡y volver a ti!»253 -

Así dijo aquel discípulo; y todos los demás se arrimaron entonces a Zaratustra y le tomaron

de las manos y querían persuadirle a que abandonase el lecho y la tristeza y retornase

a ellos. Mas Zaratustra permaneció sentado en su lecho, rígido y con una mirada

extraña. Como alguien que retorna a casa desde un remoto país extranjero, así miraba él a

sus discípulos y examinaba sus rostros; y aún no los reconocía. Mas cuando ellos lo levantaron

y lo pusieron en pie, he aquí que de repente sus ojos cambiaron; comprendió

todo lo que había ocurrido, se acarició la barba y dijo con fuerte voz:

¡Bien! Eso llegará en su momento; ahora procurad, discípulos míos, que comamos una

buena comida, ¡y pronto! ¡Así pienso hacer penitencia por mis malos sueños!

- Mas el adivino debe comer y beber a mi lado`: ¡y en verdad, quiero mostrarle todavía

un mar en que puede ahogarse!»

Así habló Zaratustra. Luego estuvo mirando largo tiempo al rostro del discípulo que

había hecho de intérprete del sueño, y mientras miraba movía la cabeza. -

247 Nietzsche remeda aquí la expresión con que en el Apocalipsis se inician las diferentes divisiones: «Y

vi...»

248 Estas palabras, que son variación de la sentencia del Eclesiastés, l, 2: «¡Vanidad de vanidades -dice

Qohelet-; vanidad de vanidades, todo es vanidad!», aparecen literalmente, o con modificaciones, en varios

pasajes de esta obra. Véase, en la tercera parte, De los tres males, 2. De tablas viejas y nuevas, 13, y 16. El

convaleciente, 2; y en la cuarta parte, El grito de socorro, y El saludo.

249 Los comentaristas suelen identificar a este «adivino» con Schopenhauer, profeta del pesimismo. Pero

esta figura alude no sólo a él, sino también, sobre todo, a Dühring.

250 «De aquí a poco»: remedo de la expresión empleada por Jesús en el Evangelio de Juan,14, 19: «De

aquí a poco el mundo no me verá más...»

251 Este extraño sueño fue soñado por Nietzsche en el verano de 1877, según el testimonio de Reinhart

von Seydlitz. La enigmática palabra Alpa carece aún de explicación satisfactoria. Se la sue le relacionar con

el primer verso, también enigmático, del Canto VII del Infierno, en la Divina Comedia de Dante. Este primer

verso dice así, en el original italiano:

Papè Satàn, papè Satàn, aleppe!

No son palabras pertenecientes a ninguna lengua, sino que quieren dar una idea del lenguaje de los demonios.

Leídas del modo como están escritas se parecen, por el sonido, a una expresión griega. Alpa podría

estar también relacionado con la palabra alemana Alp: el fantasma nocturno que, según la leyenda popular,

se posa sobre el pecho del durmiente y produce en él sueños de angustia. De ahí Alpdruck (literalmente,

presión del Alp) y Alptraum (sueño de Alp), traducido de ordinario por «pesadilla».

252 Expresión evangélica para designar a Juan, discípulo predilecto de Jesús. Véase el Evangelio de Juan,

13, 23: «Uno de los discípulos, aquel al que él más amaba, estaba reclinado a su derecha».

De la redención

Un día en que Zaratustra estaba atravesando el gran puente lo rodearon los lisiados y

los mendigos253 , y un jorobado le habló así:

«¡Mira, Zaratustra! También el pueblo aprende de ti y comienza a creer en tu doctrina:

mas para que acabe de creerte del todo se necesita aún una cosa - ¡tienes que convencernos

primero a nosotros los lisiados! ¡Aquí tienes ahora una hermosa colección, y, en verdad,

una ocasión que se puede agarrar por más de un pelo! Puedes curar a ciegos y hacer

correr a paralíticos; y a quien lleva demasiado sobre su espalda podrías sin duda también

quitarle un poco: - ¡éste, piensoyo, sería el modo idóneo de hacer creer a los lisiados en

Zaratustra!»

Mas Zaratustra replicó así al que había hablado: «Si al jorobado se le quita su joroba, se

le quita su espíritu - así enseña el pueblo. Y si al ciego se le dan sus ojos, verá demasiadas

cosas malas en la tierra: de modo que maldecirá a quien lo curó. Y el que haga correr

al paralítico le causa el mayor de todos los perjuicios: pues apenas pueda correr, sus vicios,

desbocados, lo arrastran consigo - así enseña el pueblo a propósito de los lisiados.

¿Y por qué no iba Zaratustra a aprender también del pueblo, si el pueblo aprende de Zaratustra?

Mas, desde que estoy entre hombres, para mí lo de menos es ver: “A éste le falta un ojo,

y a aquél una oreja, y a aquel tercero la pierna, y otros hay que han perdido la lengua o la

nariz o la cabeza”.

Yo veo y he visto cosas peores, y hay algunas tan horribles que no quisiera hablar de

todas, y de otras ni aun callar quisiera, a saber: seres humanos a quienes les falta todo,

excepto una cosa de la que tienen demasiado - seres humanos que no son más que un

gran ojo, o un gran hocico, o un gran estómago, o alguna otra cosa grande, - lisiados al

revés los llamo yo.

Y cuando yo venía de mi soledad y por vez primera atravesaba este puente: no quería

dar crédito a mis ojos, miraba y miraba una y otra vez y acabé por decir: “¡Esto es una

oreja!, ¡una sola oreja, tan grande como un hombre!”. Miré mejor: y, realmente, debajo

de la oreja se movía aún algo que era pequeño y mísero y débil hasta el punto de dar lástima.

Y verdaderamente la monstruosa oreja se asentaba sobre una pequeña varilla delgada

- ¡y la varilla era un hombre! Quien mirase con una lente podría haber reconocido aún

un pequeño rostro envidioso; y también que en la varilla se balanceaba una hinchada almita.

Y el pueblo me decía que la gran oreja era no sólo un hombre, sino un gran hombre,

un genio. Mas yo jamás he creído al pueblo cuando ha hablado de grandes hombres - y

mantuve mi creencia de que era un lisiado al revés, que tenía muy poco de todo, y demasiado

de una cosa.»

Cuando Zaratustra hubo dicho esto al jorobado y a aquellos de quienes éste era portavoz

y abogado volvióse con profundo mal humor hacia sus discípulos y dijo:

«¡En verdad, amigos míos, yo camino entre los hombres como entre fragmentos y

miembros de hombres!

Para mis ojos lo más terrible es encontrar al hombre destrozado y esparcido como sobre

un campo de batalla y de matanza.

Y si mis ojos huyen desde el ahora hacia el pasado: siempre encuentran lo mismo:

fragmentos y miembros y espantosos azares - ¡pero no hombres!

El ahora y el pasado en la tierra - ¡ay!, amigos míos - son para mí lo más insoportable;

y no sabría vivir si no fuera yo además un vidente de lo que tiene que venir.

Un vidente, un volente, un creador, un futuro también, y un puente hacia el futuro - y,

ay, incluso, por así decirlo, un lisiado junto a ese puente: todo eso es Zaratustra.

Y también vosotros os habéis preguntado con frecuencia: “¿Quién es para nosotros Zaratustra?

¿Cómo lo llamaremos?” Y lo mismo que yo, vosotros os habéis dado preguntas

por respuesta.

¿Es uno que hace promesas? ¿O uno que las cumple? ¿Un conquistador? ¿O un heredero?

¿Un otoño? ¿O la reja de un arado? ¿Un médico? ¿O un convaleciente?

¿Es un poeta? ¿O un hombre veraz? ¿Un libertador? ¿O un domeñador? ¿Un bueno? ¿O

un malvado?256

Yo camino entre los hombres como entre los fragmentos del futuro: de aquel futuro que

yo contemplo.

Y todos mis pensamientos y deseos257 tienden a pensar y reunir en unidad lo que es

fragmento y enigma y espantoso azar.

¡Y cómo soportaría yo ser hombre si el hombre no fuese también poeta y adivinador de

enigmas y el redentor del azar! Redimir a los que han pasado, y transformar todo “Fue”

en un “Así lo quise” - ¡sólo eso sería para mí redención!258.

Voluntad - así se llama el libertador y el portador de alegría: ¡esto es lo que yo os he

enseñado, amigos mios! Y ahora aprended también esto: la voluntad misma es todavía un

prisionero.

El querer hace libres: pero ¿cómo se llama aquello que mantiene todavía encadenado al

libertador?

“Fue”: así se llama el rechinar de dientes y la más solitaria tribulación de la voluntad.

Impotente contra lo que está hecho - es la voluntad un malvado espectador para todo lo

pasado.

La voluntad no puede querer hacia atrás; el que no pueda quebrantar el tiempo ni la voracidad

del tiempo - ésa es la más solitaria tribulación de la voluntad.

El querer hace libres: ¿qué imagina el querer mismo para liberarse de su tribulación y

burlarse de su prisión?

¡Ay, todo prisionero se convierte en un necio! Neciamente se redime también a sí misma

la voluntad prisionera.

Que el tiempo no camine hacia atrás es su secreta rabia. “Lo que fue, fue” - así se llama

la piedra que ella no puede remover.

Y así ella remueve piedras, por rabia y por mal humor, y se venga en aquello que no

siente, igual que ella, rabia y mal humor.

Así la voluntad, el libertador, se ha convertido en un causante de dolor: y en todo lo que

puede sufrir véngase de no poder ella querer hacia atrás.

Esto, sí, esto solo es la venganza misma: la aversión de la voluntad contra el tiempo y

su “Fue”.

En verdad, una gran necedad habita en nuestra voluntad; ¡y el que esa necedad aprendiese

a tener espíritu se ha convertido en maldición para todo lo humano!

El espíritu de la venganza: amigos míos, sobre esto es sobre lo que mejor han reflexionado

los hombres hasta ahora; y donde había sufrimiento, allí debía haber siempre castigo.

“Castigo” se llama a sí misma, en efecto, la venganza: con una palabra embustera se

finge hipócritamente una buena conciencia.

Y como en el volente hay el sufrimiento de no poder querer hacia atrás, - por ello el

querer mismo y toda vida debían - ¡ser castigo!

Y ahora se ha acumulado nube tras nube sobre el espíritu: hasta que por fin la demencia

predicó: “¡Todo perece, por ello todo es digno de perecer!259

“Y la justicia misma consiste en aquella ley del tiempo según la cual tiene éste que devorar

a sus propios hijos260”: así predicó la demencia.

“Las cosas están reguladas éticamente sobre la base del derecho y el castigo. Oh, ¿dónde

está la redención del río de las cosas y del castigo llamado ‘Existencia’?” Así predicó

la demencia.

“¿Puede haber redención si existe un derecho eterno? ¡Ay, irremovible es la piedra

`Fue': eternos tienen que ser también todos los castigos!” Así predicó la demencia.

“Ninguna acción puede ser aniquilada: ¡cómo podría ser anulada por el castigo! Lo

eterno en el castigo llamado ‘Existencia’ consiste en esto, ¡en que también la existencia

tiene que volver a ser eternamente acción y culpa!

A no ser que la voluntad se redima al fin a sí misma y el querer se convierta en noquerer-”:

¡pero vosotros conocéis, hermanos míos, esta canción de fábula de la demencia!

Yo os aparté de todas esas canciones de fábula cuando os enseñé: “La voluntad es un

creador”261.

Todo ‘Fue’ es un fragmento, un enigma, un espantoso azar - hasta que la voluntad creadora

añada: “¡pero yo lo quise así!”

-Hasta que la voluntad creadora añada: “¡Pero yo lo quiero así! ¡Yo lo querré así!”

¿Ha hablado ya ella de ese modo? ¿Y cuándo lo hará? ¿Se ha desuncido ya la voluntad

del yugo de su propia tontería?

¿Se ha convertido ya la voluntad para sí misma en un libertador y en un portador de

alegría? ¿Ha olvidado el espíritu de venganza y todo rechinar de dientes?

¿Y quién le ha enseñado a ella la reconciliación con el tiempo, y algo que es superior a

toda reconciliación?

Algo superior a toda reconciliación tiene que querer la voluntad que es voluntad de poder

- : sin embargo ¿cómo le ocurre esto? ¿Quién le ha enseñado incluso el querer hacia

atrás?»

- En este momento de su discurso ocurrió que Zaratustra se detuvo de repente, y semejaba

del todo alguien que estuviese aterrorizado al máximo. Con ojos horrorizados miró a

sus discípulos; sus ojos perforaban como con flechas los pensamientos de éstos e incluso

los trasfondos de tales pensamientos. Mas pasado un poco de tiempo volvió ya a reír y

dijo con voz bondadosa:

«Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy difícil. Sobre todo para un charlatán

»262. -

Así habló Zaratustra. El jorobado había escuchado la conversación y había cubierto su

rostro al hacerlo; mas cuando oyó reír a Zaratustra, alzó los ojos con curiosidad y dijo

lentamente:

«¿Por qué Zaratustra nos habla a nosotros de modo distinto que a sus discípulos?»

Zaratustra respondió: «¡Qué tiene de extraño! ¡Con jorobados es lícito hablar de manera

jorobada!»

«Bien, dijo el jorobado; y con discípulos es lícito charlar de manera discipular263.

Mas ¿por qué Zaratustra habla a sus discípulos de manera distinta - que a sí mismo?» -

253 Nietzsche juega con la expresión «volver en sí» (recobrar la consciencia, despertarse); también ellos,

quiere decirse, deben «volver a (en) ti», es decir, recobrar su consciencia, despertarse, viniendo a ti.

254 En la cuarta parte, El grito de socorro, Zaratustra recordará esta comida a que aquí invita al adivino.

255 Todo este capítulo es un remedo del Evangelio de Mateo, 15, 29-31, donde se describe una escena similar:

«Y marchándose de allí Jesús, vino a la ribera del mar de Galilea, y subiendo a la montaña, se sentó

allí. Y vinieron a él grandes muchedumbres llevando consigo cojos, ciegos, lisiados, sordomudos y otros

muchos enfermos. Y él los curaba. De suerte que los mudos hablaban, los lisiados se curaban, los cojos

andaban y los ciegos veían; y alababan al Dios de Israel».

256 Remedo de las preguntas de Jesús a sus discípulos (Evangelio de Mateo, 16, 13-15), cuando les interroga

sobre «quién dicen las gentes que es el Hijo del hombre».

257 All mein Dichten und Trachten: Nietzsche toma esta expresión de la traducción luterana de Génesis, 8,

21.

258 En Ecce homo cita Nietzsche estas palabras y afirma que con ellas «define su tarea con tal rigor que

no es posible equivocarse sobre el sentido: dice sí hasta llegar a la justificación, hasta llegar incluso a la

redención de todo lo pasado».

259 También Mefistófeles dice en el Fausto (versos 1338-1340): «¡Yo soy el espíritu que siempre niega!

Y con razón: pues todo lo que nace es digno de perecer.» Nietzsche ha citado estas últimas palabras ya

antes, en el capítulo Del país de la cultura.

260 Reminiscencia de la Antigüedad clásica: el tiempo (Cronos) devora a sus hijos. El principio de la frase

contiene una alusión al fragmento de Anaximandro: «De donde las cosas tienen su origen, hacia allí tiene

lugar también su perecer, según la necesidad: pues dan justicia y pago unas a otras de la injusticia según el

orden del tiempo».

261 Véase luego, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 16. Las «canciones de fábula» son sin duda

las doctrinas expuestas por Schopenhauer en el libro cuarto de su obra El mundo como voluntad y representación.

262 Véase, en esta segunda parte, De los compasivos.

263 La frase alemana aquí empleada por Nietzsche, aus der Schule schwátzen, significa en realidad: no

poder callar la boca, divulgar un secreto. El jorobado acusa a Zaratustra de no manifestar a sus discípulos

sus efectivos pensamientos.

De la cordura respecto a los hombres

No la altura: la pendiente es lo horrible!

La pendiente, donde la mirada se precipita hacia abajo y la mano se agarra hacia arriba.

Aquí se apodera del corazón el vértigo de su doble voluntad.

Ay, amigos, ¿adivináis también la doble voluntad de mi corazón?

Esto, esto es mi pendiente y mi peligro, el que mi mirada se precipite hacia la altura y

mi mano quiera sostenerse y apoyarse - ¡en la profundidad!

Al hombre se aferra mi voluntad, con cadenas me ato a mí mismo al hombre, pues me

siento arrastrado hacia arriba, hacia el superhombre: hacia allí tiende mi otra voluntad264.

Y para esto vivo ciego entre los hombres; como si no los conociese: para que mi mano

no pierda del todo su fe en algo estable.

Yo no os conozco a vosotros, hombres: ésta es la tiniebla y éste es el consuelo que me

han rodeado a menudo.

Estoy sentado junto a la puerta de la ciudad, expuesto a todos los bribones, y pregunto:

¿quién quiere engañarme?

Ésta es mi primera cordura respecto a los hombres, el dejarme engañar, a fin de no tener

que mantenerme en guardia frente a los engañadores265.

Ay, si yo me mantuviera alerta frente al hombre: ¡cómo podría ser éste un ancla para mi

globo! ¡Demasiado fácilmente me vería arrastrado a lo alto y a lo lejos!

Ésta es la providencia que domina mi destino, el que yo no tenga que tener cautela.

Y quien no quiera morir de sed entre los hombres tiene que aprender a beber de todos

los vasos; y quien quiera permanecer puro entre los hombres tiene que entender de lavarse

incluso con agua sucia.

Y así me hablé yo a menudo para consolarme: «¡Bien! ¡Adelante! ¡Viejo corazón! Una

infelicidad se te ha malogrado: ¡disfruta eso como tu - felicidad! »

Y ésta es mi segunda cordura respecto a los hombres: yo trato con más indulgencia a

los vanidosos que a los orgullosos.

¿No es la vanidad ofendida la madre de todas las tragedias? Pero cuando el orgullo es

ofendido, allí brota ciertamente algo aún mejor que el orgullo.

Para que la vida sea buena de contemplar, su espectáculo tiene que ser bien representado:

y para ello se necesitan buenos comediantes.

Buenos comediantes me han parecido todos los vanidosos: representan la comedia y

quieren que la gente guste de verlos, - todo su espíritu está en esa voluntad.

Ellos se ponen en escena, se inventan a sí mismos; en su proximidad amo yo contemplar

la vida, - se me cura así la melancolía.

Por ello trato con indulgencia a los vanidosos, pues son para mí médicos de mi melancolía

y me atan al hombre como a un espectáculo.

Y además: ¡quién mide en el vanidoso toda la profundidad de su modestia! Yo soy bueno

y compasivo con él a causa de su modestia.

De vosotros quiere él aprender a creer en sí mismo; se alimenta de vuestras miradas,

devora la alabanza que llega de vuestras manos.

Cree incluso vuestras mentiras, si mentís bien acerca de él: pues en lo más hondo su corazón

suspira: «¡qué soy yo!»

Y si la verdadera virtud es la que se ignora a sí misma: ¡el vanidoso ignora su modestia!

Y ésta es mi tercera cordura respecto a los hombres, el no permitir a vuestro temor que

me quite el gusto de contemplar a los malvados.

Y soy feliz de ver las maravillas que un sol ardiente encoba: tigres y palmeras y serpientes

de cascabel.

También entre los hombres hay hermosas crías de un sol ardiente, y muchas cosas hay

dignas de ser admiradas en los malvados.

Es cierto que así como vuestros sapientísimos no me parecen tan sabios, así también

encontré que la maldad de los hombres está por debajo de su fama266.

Y a menudo me he preguntado, moviendo la cabeza: ¿por qué seguir cascabeleando,

serpientes de cascabel?

¡En verdad, también para el mal hay todavía un futuro! Y el sur más ardiente no ha sido

aún descubierto para el hombre.

¡Cuántas cosas llámanse ya ahora la peor de las maldades, que, sin embargo, sólo tienen

doce pies de ancho y tres meses de duración! Alguna vez vendrán al mundo, sin embargo,

dragones mayores.

Pues para que no le falte al superhombre su dragón, el superdragón, que sea digno de

él: ¡para ello muchos soles ardientes tienen aún que abrasar la húmeda selva virgen!

Vuestros gatos salvajes tienen primero que convertirse en tigres, y vuestros sapos venenosos,

en cocodrilos: ¡pues el buen cazador debe tener una buena caza!

¡Y en verdad, oh buenos y justos! Muchas cosas hay en vosotros que causan risa, ¡y ante

todo vuestro miedo de lo que hasta ahora se ha llamado «demonio»!

¡Tan extraños sois a lo grande en vuestra alma que el superhombre os resultará temible

en su bondad!

¡Y vosotros, sabios y sapientes, huiríais de la quemadura de sol que produce la sabiduría,

quemadura en la que el superhombre baña con placer su desnudez!

¡Vosotros, los hombres supremos con que mis ojos tropezaron! Ésta es mi duda respecto

a vosotros y mi secreto reír: ¡apuesto a que a mi superhombre lo llamaríais – demonio!

267.

Ay, me he cansado de estos hombres, los más elevados y los mejores de todos: desde su

«altura» sentía yo deseos de marchar hacia arriba, lejos, fuera, ¡hacia el superhombre!

Un espanto se apoderó de mí cuando vi desnudos a estos hombres, los mejores de todos268:

entonces me brotaron las alas para alejarme volando hacia futuros remotos.

Hacia futuros más remotos, hacia sures más meridionales que los que artista alguno

haya soñado jamás: ¡hacia allí donde los dioses se avergüenzan de todos los vestidos!

Mas a vosotros, prójimos y semejantes, yo os quiero ver disfrazados y bien adornados,

y vanidosos, y dignos, como «los buenos y justos». -

Y disfrazado quiero yo mismo sentarme entre vosotros, -para conoceros mal a vosotros

y a mí: ésta es, en efecto, mi última cordura respecto a los hombres.

Así habló Zaratustra.

264 Reminiscencia clásica: para no escapar hacia el superhombre, la voluntad de Zaratustra se aferra al

hombre, como Ulises se ata al mástil de la nave para no sucumbir a los cantos de las sirenas.

265 Zaratustra aludirá a esta «primera cordura respecto a los hombres» en la cuarta parte, El mago, 2.

266 Zaratustra repite este reproche en varias otras ocasiones. Véase, por ejemplo, en la tercera parte, De

tablas viejas y nuevas, 2, El convaleciente, 2; y en la cuarta parte, Del hombre superior, 5.

267 Nietzsche cita estas palabras en Ecce homo y añade: «De este pasaje, y no de otro, hay que partir para

comprender lo que Zaratustra quiere: esa especie de hombre que él concibe, concibe la realidad tal como

ella es: es suficientemente fuerte para hacerlo, no es una especie de hombre extrañada, alejada de la realidad,

es la realidad misma, encierra todavía en sí todo lo terrible y problemático de ésta, sólo así puede el

hombre tener grandeza».

268 Véase antes, De los sacerdotes, y, en la tercera parte, El convaleciente, 2.

La más silenciosa de todas las horas

Qué me ha ocurrido, amigos míos? Me veis trastornado, acuciado, dócil a pesar mío,

dispuesto a marchar - ¡ay, a alejarme de vosotros!

Sí, una vez más tiene Zaratustra que volver a su soledad: ¡pero esta vez el oso vuelve

de mala gana a su caverna!

¿Qué me ha ocurrido? ¿Quién me lo ordena? - Ay, mi irritada señora lo quiere así, me

ha hablado: ¿os he dicho ya alguna vez su nombre?

Ayer al atardecer me habló mi hora más silenciosa: ése es el nombre de mi terrible señora.

Y esto es lo que ocurrió, - ¡pues tengo que deciros todo, para que vuestro corazón no se

endurezca269 contra el que se va de repente!

¿Conocéis el terror del que se adormece? -

Hasta las puntas de los pies tiembla, debido a que el suelo le falla y los sueños comienzan.

Ésta es la parábola que os digo. Ayer, en la hora más silenciosa, el suelo me falló: comenzaron

los sueños.

La aguja avanzaba, el reloj de mi vida tomaba aliento -, jamás había oído yo tal silencio

a mi alrededor: de modo que mi corazón sintió terror.

Entonces algo me habló sin voz270: «¿Lo sabes, Zaratustra?»

Y yo grité de terror ante ese susurro, y la sangre abandonó mi rostro: pero callé.

Entonces algo volvió a hablarme sin voz: «¡Lo sabes, Zaratustra, pero no lo dices!» -

Y yo respondí por fin, como un testarudo: «¡Sí, lo sé, pero no quiero decirlo!»

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¿No quieres, Zaratustra? ¿Es eso verdad?

¡No te escondas en tu terquedad!» -

Y yo lloré y temblé como un niño, y dije: «¡Ay, lo querría, mas cómo poder! ¡Dispénsame

de eso! ¡Está por encima de mis fuerzas!»

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¡Qué importas tú, Zaratustra! ¡Di tu palabra

y hazte pedazos!» -

Y yo respondí: «Ay, ¿es mi palabra? ¿Quién soy yo? Yo estoy aguardando a uno más

digno; no soy siquiera digno de hacerme pedazos contra él»271.

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¿Qué importas tú? Para mí no eres aún bastante

humilde. La humildad tiene la piel más dura de todas». -

Y yo respondí: «¡Qué cosas no ha soportado ya la piel de mi humildad! Yo habito al pie

de mi altura: ¿cuál es la altura de mis cimas? Nadie me lo ha dicho todavía. Pero conozco

bien mis valles».

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «Oh Zaratustra, quien ha de trasladar montañas272

traslada también valles y hondonadas». -

Y yo respondí: «Mi voz no ha transladado aún montañas, y lo que he dicho no ha llegado

a los hombres. Yo he ido sin duda a los hombres, pero todavía no he llegado hasta

ellos»273.

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¡Qué sabes tú de eso! El rocío cae sobre la

hierba cuando la noche está más callada que nunca». -

Y yo respondí: «Ellos se burlaron de mí cuando encontré mi propio camino y marché

por él; y, en verdad, mis pies temblaban entonces.

Y así me dijeron: ¡has olvidado el camino, y ahora olvidas también hasta el andar!»

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «¡Qué importa su burla! Tú eres uno que ha

olvidado el obedecer: ¡ahora debes mandar!

¿No sabes quién es el más necesario de todos? El que manda grandes cosas.

Realizar grandes cosas es difícil: pero más difícil es mandarlas.

Esto es lo más imperdonable en ti: tienes poder, y no quieres dominar.» -

Y yo respondí: «Me falta la voz del león para mandar».

Entonces algo me habló de nuevo como un susurro: «Las palabras más silenciosas son

las que traen la tempestad. Pensamientos que caminan con pies de paloma dirigen el

mundo274.

Oh Zaratustra, debes caminar como una sombra de lo que tiene que venir: así mandarás

y, mandando, precederás a otros.» -

Y yo respondí: «Me avergüenzo».

Entonces algo me habló de nuevo sin voz: «Tienes que hacerte todavía niño y no tener

vergüenza.

El orgullo de la juventud está todavía sobre ti, tarde te has hecho joven: pero el que

quiere convertirse en niño tiene que superar incluso su juventud.» -

Y yo reflexioné durante largo tiempo, y temblaba. Pero acabé por decir lo que había dicho

al comienzo: «No quiero».

Entonces oí risas a mi alrededor. ¡Ay, cómo esas risas me desgarraron las entrañas y me

hendieron el corazón!

Y por última vez algo me habló: «¡Oh Zaratustra, tus frutos están maduros, pero tú no

estás maduro para tus frutos! Por ello tienes que volver de nuevo a la soledad: pues debes

ponerte tierno aún.» -

Y de nuevo oí risas que huían: entonces lo que me rodeaba quedó silencioso, como con

un doble silencio. Yo yacía por el suelo, y el sudor me corría por los miembros.

-Ahora habéis oído todo, y por qué tengo yo que regresar a mi soledad. No os he callado

nada, amigos míos.

Pero también me habéis oído decir quién sigue siendo el más silencioso de todos los

hombres - ¡y quiere serlo!

¡Ay, amigos míos! ¡Yo tendría aún algunas cosas que deciros, yo tendría aún algunas

que daros!275 ¿Por qué no las doy? ¿Acaso soy avaro? -

Y cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras lo asaltó la violencia del dolor y la

proximidad de la separación de sus amigos, de modo que lloró sonoramente; y nadie sabía

consolarlo. Y durante la noche se marchó solo y abandonó a sus amigos276.

269 «Endurecer el corazón contra alguien» es expresión bíblica. Como tantas otras veces, Nietzsche usa en

alemán la traducción de Lutero. Véase Deuteronomio, 15, 7: «No endurezcas el corazón ni cierres la mano

a tu hermano pobre».

270 Lo que viene a continuación es un remedo de la conversación entre Dios y Moisés narrada en Éxodo,

4, 10 y ss. En ella Moisés recurre a diversos pretextos para negarse a ejecutar el mandato de Yahvé; también

aquí Zaratustra se niega a «decir la palabra» del eterno retorno.

271 Paráfrasis de las palabras de Juan el Bautista en el Evangelio de Mateo, 3, 11: «El que viene detrás de

mí es más fuerte que yo, y no merezco ni quitarle las sandalias.»

272 Véase la nota 184.

273 Sarcasmo de Zaratustra contra sí mismo, remedando las palabras del Prólogo del Evangelio de Juan,

1,11: «La Palabra vino a su casa, y los suyos no la recibieron.»

274 Párrafo citado por Nietzsche en Ecce homo, como ejemplo del «sonido alciónico» que sale de la boca

de Zaratustra.

275 Paráfrasis del Evangelio de Juan, 16, 12: «Todavía muchas cosas tengo que deciros, pero ahora no

podríais con ellas» (palabras de Jesús en la Cena).

276 Véase la nota 240.

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