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viernes, 29 de enero de 2010

ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA -- PROLOGO DE ZARATUSTRA

ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA
FRIEDRICH NIETZSCHE


Prólogo de Zaratustra

11

Cuando Zaratustra tenía treinta años2 abandonó su patria y el lago de su patria y marchó

a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó

de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana, levantándose con la

aurora, se colocó delante del sol y le habló así:

«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!

3.

Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente4

te habrías hartado de tu luz y de este camino.

Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te

bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido

demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.

Me gustaría regalar y repartir hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse

con su locura, y los pobres, con su riqueza.

Para ello tengo que bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando traspones

el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro inmensamente rico!

Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi ocaso5, como dicen los hombres a

quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso

una felicidad demasiado grande!

¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que de ella fluya el agua de oro llevando

a todas partes el resplandor de tus delicias!

¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.

»

- Así comenzó el ocaso de Zaratustra6.

1 Así habló Zaratustra reproduce literalmente el aforismo 342 de La gaya ciencia; sólo «el lago Urmi»,

que allí aparece, es aquí sustituido por «el lago de su patria». El mencionado aforismo lleva el título Incipit

tragedia (Comienza la tragedia) y es el último del libro cuarto de La gaya ciencia, titulado Sanctus Januarius

(San Enero).

2 Es la edad en que Jesús comienza su predicación. Véase el Evangelio de Lucas, 3, 23: «Éste era Jesús,

que al empezar tenía treinta años». En el buscado antagonismo entre Zaratustra y Jesús es ésta la primera de

las confrontaciones. Como podrá verse por toda la obra, Zaratustra es en parte una antifigura de Jesús. Y

así, la edad en que Jesús comienza a predicar es aquella en que Zaratustra se retira a las montañas con el fin

de prepararse para su tarea. Inmediatamente después aparecerá una segunda contraposición entre ambos:

Jesús pasó sólo cuarenta días en el desierto; Zaratustra pasará diez años en las montañas.

3 Zaratustra volverá a pronunciar esta misma invocación al sol al final de la obra. Véase, en la cuarta parte,

El signo.

4 Los dos animales heráldicos de Zaratustra representan, respectivamente, su voluntad y su inteligencia.

Le harán compañía en numerosas ocasiones y actuarán incluso como interlocutores suyos, sobre todo en el

importantísimo capítulo de la tercera parte titulado El convaleciente.

5 Untergehen. Es una de las palabras-clave en la descripción de la figura de Zaratustra. Este verbo alemán

contiene varios matices que con dificultad podrán conservarse simultáneamente en la traducción castellana.

Untergehen es en primer término, literalmente, «caminar (gehen) hacia abajo (unter)». Zaratustra, en efecto,

baja de las montañas. En segundo lugar es término usual para designar la «puesta del sol», el «ocaso». Y

Zaratustra dice bien claro que quiere actuar como el sol al atardecer, esto es, «ponerse». En tercer término,

Untergehen y el sustantivo Untergang se usan con el significado de hundimiento, destrucción, decadencia.

Así, el título de la obra famosa de Spengler es Der Untergang des Abendlandes (traducido por La decadencia

de Occidente). También Zaratustra se hunde en su tarea y fracasa. Su tarea, dice varias veces, lo destruye.

Aquí se ha adoptado como terminus technicus castellano para traducir Untergehen el de «hundirse en su

ocaso», que parece conservar los tres sentidos. De todas maneras, Nietzsche juega en innumerables ocasiones

con esta palabra alemana compuesta y la contrapone a otras palabras asimismo compuestas. Por ejemplo,

contrapone y une Un tergangy Ubergang. Überganges «pasar al otro lado» por encima de algo, pero

también significa «transición». El hombre, dirá Zaratustra, es «un tránsito y un ocaso». Esto es, al hundirse

en su ocaso, como el sol, pasa al otro lado (de la tierra, se entiende, según la vieja creencia). Y «pasar al

otro lado» es superarse a sí mismo y llegar al superhombre.

6 Esta misma frase se repite luego. El «ocaso» de Zaratustra termina hacia el final de la tercera parte, en

el capítulo titulado El convaleciente, donde se dice: «Así - acaba el ocaso de Zaratustra».

2

Zaratustra bajó solo de las montañas sin encontrar a nadie. Pero cuando llegó a los bosques

surgió de pronto ante él un anciano que había abandonado su santa choza para buscar

raíces en el bosque7. Y el anciano habló así a Zaratustra:

No me es desconocido este caminante: hace algunos años pasó por aquí. Zaratustra se

llamaba; pero se ha transformado. Entonces llevabas tu ceniza a la montaña8: ¿quieres

hoy llevar tu fuego a los valles? ¿No temes los castigos que se imponen al incendiario?

Sí, reconozco a Zaratustra. Puro es su ojo, y en su boca no se oculta náusea alguna9.

¿No viene hacia acá como un bailarín?

Zaratustra está transformado, Zaratustra se ha convertido en un niño, Zaratustra es un

despierto10: ¿qué quieres hacer ahora entre los que duermen?

En la soledad vivías como en el mar, y el mar te llevaba. Ay, ¿quieres bajar a tierra?

Ay, ¿quieres volver a arrastrar tú mismo tu cuerpo?

Zaratustra respondió: «Yo amo a los hombres.»

¿Por qué, dijo el santo, me marché yo al bosque y a las soledades? ¿No fue acaso porque

amaba demasiado a los hombres?

Ahora amo a Dios: a los hombres no los amo. El hombre es para mí una cosa demasiado

imperfecta. El amor al hombre me mataría.

Zaratustra respondió: «¡Qué dije amor! Lo que yo llevo a los hombres es un regalo.»

No les des nada, dijo el santo. Es mejor que les quites alguna cosa y que la lleves a

cuestas junto con ellos - eso será lo que más bien les hará: ¡con tal de que te haga bien a

ti!

¡Y si quieres darles algo, no les des más que una limosna, y deja que además la mendiguen!

«No, respondió Zaratustra, yo no doy limosnas. No soy bastante pobre para eso.»

El santo se rió de Zaratustra y dijo: ¡Entonces cuida de que acepten tus tesoros! Ellos

desconfían de los eremitas y no creen que vayamos para hacer regalos.

Nuestros pasos les suenan demasiado solitarios por sus callejas. Y cuando por las noches,

estando en sus camas, oyen caminar a un hombre mucho antes de que el sol salga,

se preguntan: ¿adónde irá el ladrón?11.

¡No vayas a los hombres y quédate en el bosque! ¡Es mejor que vayas incluso a los

animales! ¿Por qué no quieres ser tú, como yo, - un oso entre los osos, un pájaro entre los

pájaros?

«¿Y qué hace el santo en el bosque?», preguntó Zaratustra. El santo respondió: Hago

canciones y las canto; y, al hacerlas, río, lloro y gruño: así alabo a Dios.

Cantando, llorando, riendo y gruñendo alabo al Dios que es mi Dios. Mas ¿qué regalo

es el que tú nos traes?

Cuando Zaratustra hubo oído estas palabras saludó al santo y dijo: «¡Qué podría yo daros

a vosotros! ¡Pero déjame irme aprisa, para que no os quite nada!» -Y así se separaron,

el anciano y el hombre, riendo como ríen dos muchachos.

Mas cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón: «¡Será posible! ¡Este viejo

santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!»12

7 Hacia el final de la obra el papa jubilado vendrá en busca de este anciano eremita y encontrará que ha

muerto; véase, en la cuarta parte, Jubilado.

8 Véase, en esta primera parte, De los trasmundanos, y Del camino del creador, y en la segunda parte, El

adivino, donde vuelve a aparecer la referencia a las cenizas. La ceniza es símbolo de la cremación y el

rechazo de los falsos ideales juveniles.

9 La pureza de los ojos y la ausencia de asco en la boca son atributos de Zaratustra a los que se hace referencia

en numerosas ocasiones; véase, por ejemplo, en la segunda parte, De los sublimes, y en la cuarta, El

mendigo voluntario.

10 «El despierto» es un calificativo usual de Buda, que aquí se aplica a Zaratustra.

11 Alusión a 1 Tesalonicenses, 5, 2: «Pues sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón

de noche».

12 La idea de la muerte de Dios, que recorre la obra entera, y su ignorancia por parte del santo eremita,

será tema de conversación entre Zaratustra y el papa jubilado cuando ambos hablen del eremita ya fallecido.

Véase, en la cuarta parte, Jubilado.

3

Cuando Zaratustra llegó a la primera ciudad, situada al borde de los bosques, encontró

reunida en el mercado13 una gran muchedumbre: pues estaba prometida la exhibición de

un volatinero. Y Zaratustra habló así al pueblo:

Yo os enseño el superhombre14. El hombre es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis

hecho para superarlo?

Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de sí mismos: ¿y queréis ser

vosotros el reflujo de ese gran flujo y retroceder al animal más bien que superar al hombre?

¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es

lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa15.

Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el hombre, y muchas cosas

en vosotros continúan siendo gusano. En otro tiempo fuisteis monos, y también ahora es

el hombre más mono que cualquier mono.

Y el más sabio de vosotros es tan sólo un ser escindido, híbrido de planta y fantasma.

Pero ¿os mando yo que os convirtáis en fantasmas o en plantas?

¡Mirad, yo os enseño el superhombre!

El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el

sentido de la tierra!

¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os

hablan de esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.

Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la

tierra está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!

En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él

han muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra

y apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de la tierra!

En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese desprecio era entonces lo

más alto: - el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del

cuerpo y de la tierra.

Oh, también esa alma era flaca, fea y famélica: ¡y la crueldad era la voluptuosidad de

esa alma!

Mas vosotros también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia vuestro cuerpo de vuestra

alma? ¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y un lamentable bienestar?

En verdad, una sucia corriente es el hombre. Es necesario ser un mar para poder recibir

una sucia corriente sin volverse impuro.

Mirad, yo os enseño el superhombre: él es ese mar, en él puede sumergirse vuestro gran

desprecio.

¿Cuál es la máxima vivencia que vosotros podéis tener? La hora del gran desprecio. La

hora en que incluso vuestra felicidad se os convierta en náusea y eso mismo ocurra con

vuestra razón y con vuestra virtud.

La hora en que digáis: «¡Qué importa mi felicidad! Es pobreza y suciedad y un lamentable

bienestar. ¡Sin embargo, mi felicidad debería justificar incluso la existencia!»

La hora en que digáis: «¡Qué importa mi razón! ¿Ansía ella el saber lo mismo que el

león su alimento? ¡Es pobreza y suciedad y un lamentable bienestar!»

La hora en que digáis: «¡Qué importa mi virtud! Todavía no me ha puesto furioso. ¡Qué

cansado estoy de mi bien y de mi mal! ¡Todo esto es pobreza y suciedad y un lamentable

bienestar!»

La hora en que digáis: «¡Qué importa mi justicia! No veo que yo sea un carbón ardiente.

¡Mas el justo es un carbón ardiente!» La hora en que digáis: «¡Qué importa mi compasión!

¿No es la compasión acaso la cruz en la que es clavado quien ama a los hombres?

Pero mi compasión no es una crucifixión.»

¿Habéis hablado ya así? ¿Habéis gritado ya así? ¡Ah, ojalá os hubiese yo oído ya gritar

así!

¡No vuestro pecado - vuestra moderación es lo que clama al cielo, vuestra mezquindad

hasta en vuestro pecado es lo que clama al cielo!16.

¿Dónde está el rayo que os lama con su lengua? ¿Dónde la demencia que habría que

inocularos?

Mirad, yo os enseño el superhombre: ¡él es ese rayo, él es esa demencia! -

Cuando Zaratustra hubo hablado así, uno del pueblo gritó: «Ya hemos oído hablar bastante

del volatinero; ahora, ¡veámoslo también!» Y todo el pueblo se rió de Zaratustra.

Mas el volatinero, que creyó que aquello iba dicho por él, se puso a trabajar.

13 Markt es la palabra empleada por Nietzsche, que aquí se traduce literalmente por mercado. No se refiere

sólo al lugar de compra y venta de mercancías, sino, en general, a lugar amplio donde se reúne la gente, a

plaza pública. Todavía hoy la plaza central de muchas ciudades alemanas se denomina Marktplatz.

14 Sobre el «superhombre», expresión que ha dado lugar a tantos malentendidos, dice el propio Nietzsche

en Ecce homo: «La palabra “superhombre”, que designa un tipo de óptima constitución, en contraste con

los hombres “modernos”, con los hombres “buenos”, con los cristianos y demás nihilistas, una palabra que,

en boca de Zaratustra, el aniquilador de la moral, se convierte en una palabra muy digna de reflexión, ha

sido entendida, casi en todas partes, con total inocencia, en el sentido de aquellos valores cuya antítesis se

ha manifestado en la figura de Zaratustra, es decir, ha sido entendida como tipo “idealista” de una especie

superior de hombre, mitad “santo”, mitad “genio”».

15 Eco de los fragmentos 82 y 83 de Heraclito (Diels-Kranz): «El más bello de los monos es feo al compararlo

con la raza de los humanos.» «El más sabio de entre los hombres parece, respecto de Dios, mono en

sabiduría, en belleza y en todo lo demás.»

16 «Clamar al cielo» es expresión bíblica. Véase Génesis, 4, 10: «La voz de la sangre de tu hermano está

clamando a mí desde la tierra» (palabras de Yahvé a Caín). Corno hace casi siempre con estas «citas» bíblicas,

Zaratustra confiere a ésta un sentido antitético del que tiene en el original.

4

Mas Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló. Luego habló así:

El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, - una cuerda sobre

un abismo.

Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso

estremecerse y pararse. La grandeza del hombre está en ser un puente y no una

meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso17.

Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso, pues ellos

son los que pasan al otro lado.

Yo amo a los grandes despreciadores, pues ellos son los grandes veneradores, y flechas

del anhelo hacia la otra orilla. Yo amo a quienes, para hundirse en su ocaso y sacrificarse,

no buscan una razón detrás de las estrellas: sino que se sacrifican a la tierra para que ésta

llegue alguna vez a ser del superhombre. Yo amo a quien vive para conocer, y quiere

conocer para que alguna vez viva el superhombre. Y quiere así su propio ocaso.

Yo amo a quien trabaja e inventa para construirle la casa al superhombre y prepara para

él la tierra, el animal y la planta: pues quiere así su propio ocaso.

Yo amo a quien ama su virtud: pues la virtud es voluntad de ocaso y una flecha del anhelo.

Yo amo a quien no reserva para sí ni una gota de espíritu, sino que quiere ser íntegramente

el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el puente.

Yo amo a quien de su virtud hace su inclinación y su fatalidad: quiere así, por amor a su

virtud, seguir viviendo y no seguir viviendo.

Yo amo a quien no quiere tener demasiadas virtudes. Una virtud es más virtud que dos,

porque es un nudo más fuerte del que se cuelga la fatalidad.

Yo amo a aquel cuya alma se prodiga, y no quiere recibir agradecimiento ni devuelve

nada: pues él regala siempre y no quiere conservarse a sí mismo18.

Yo amo a quien se avergüenza cuando el dado, al caer, le da suerte, y entonces se pregunta:

¿acaso soy yo un jugador que hace trampas? - pues quiere perecer.

Yo amo a quien delante de sus acciones arroja palabras de oro y cumple siempre más

de lo que promete: pues quiere su ocaso.

Yo amo a quien justifica a los hombres del futuro y redime a los del pasado: pues quiere

perecer a causa dé los hombres del presente.

Yo amo a quien castiga a su dios porque ama a su dios19: pues tiene que perecer por la

cólera de su dios.

Yo amo a aquel cuya alma es profunda incluso cuando se la hiere, y que puede perecer

a causa de una pequeña vivencia: pasa así de buen grado por el puente.

Yo amo a aquel cuya alma está tan llena que se olvida de sí mismo, y todas las cosas

están dentro de él: todas las cosas se transforman así en su ocaso.

Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las

entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja al ocaso.

Yo amo a todos aquellos que son como gotas pesadas que caen una a una de la oscura

nube suspendida sobre el hombre: ellos anuncian que el rayo viene, y perecen como

anunciadores.

Mirad, yo soy un anunciador del rayo y una pesada gota que cae de la nube: mas ese rayo

se llama superhombre. -

17 Véase lo dicho en la nota 5.

18 Paráfrasis del Evangelio de Lucas, 17, 33: «Quien busca conservar su alma la perderá; y quien la perdiere,

la conservará.»

19 Cita literal, invirtiendo su sentido, de Hebreos, 12, 6: «Porque el Señor, a quien ama, lo castiga.» Véase

también, en la cuarta parte, El despertar.

5

Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras contempló de nuevo el pueblo y calló:

«Ahí están», dijo a su corazón, «y se ríen: no me entienden, no soy yo la boca para estos

oídoo20.

¿Habrá que romperles antes los oídos, para que aprendan a oír con los ojos? ¿Habrá que

atronar igual que timbales y que predicadores de penitencia? ¿O acaso creen tan sólo al

que balbucea?

Tienen algo de lo que están orgullosos. ¿Cómo llaman a eso que los llena de orgullo?

Cultural21 lo llaman, es lo que los distingue de los cabreros.

Por esto no les gusta oír, referida a ellos, la palabra Vesprecid. Voy a hablar, pues, a su

orgullo.

Voy a hablarles de lo más despreciable: el último hombre»22.

Y Zaratustra habló así al pueblo:

Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la

semilla de su más alta esperanza.

Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas algún día ese terreno será pobre y

manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol elevado.

¡Ay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejará de lanzar la flecha de su anhelo más allá

del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar!

Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella

danzarina. Yo os digo: vosotros tenéis todavía caos dentro de vosotros.

¡Ay! Llega el tiempo en que el hombre no dará ya a luz ninguna estrella. ¡Ay! Llega el

tiempo del hombre más despreciable, el incapaz ya de despreciarse a sí mismo.

¡Mirad! Yo os muestro el último hombre.

“¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella?” - así pregunta el

último hombre, y parpadea.

La tierra se ha vuelto pequeña entonces, y sobre ella da saltos el último hombre, que todo

lo empequeñece. Su estirpe es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el

que más tiempo vive.

“Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últimos hombres, y parpadean.

Han abandonado las comarcas donde era duro vivir: pues la gente necesita calor. La

gente ama incluso al vecino y se restriega contra él: pues necesita calor.

Enfermar y desconfiar considéranlo pecaminoso: la gente camina con cuidado. ¡Un tonto

es quien sigue tropezando con piedras o con hombres!

Un poco de veneno de vez en cuando: eso produce sueños agradables. Y mucho veneno

al final, para tener un morir agradable.

La gente continúa trabajando, pues el trabajo es un entretenimiento. Mas procura que el

entretenimiento no canse. La gente ya no se hace ni pobre ni rica: ambas cosas son demasiado

molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? Ambas cosas son

demasiado molestas.

¡Ningún pastor y un solo rebaño!23 Todos quieren lo mismo, todos son iguales: quien

tiene sentimientos distintos marcha voluntariamente al manicomio.

“En otro tiempo todo el mundo desvariaba” - dicen los más sutiles, y parpadean.

Hoy la gente es inteligente y sabe todo lo que ha ocurrido: así no acaba nunca de burlarse.

La gente continúa discutiendo, mas pronto se reconcilia - de lo contrario, ello estropea

el estómago.

La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero

honra la salud.

“Nosotros hemos inventado la felicidad” - dicen los últimos hombres, y parpadean. -

Y aquí acabó el primer discurso de Zaratustra, llamado también «el prólogo»24: pues en

este punto el griterío y el regocijo de la multitud lo interrumpieron. «¡Danos ese último

hombre, oh Zaratustra, - gritaban - haz de nosotros esos últimos hombres! ¡El superhombre

te lo regalamos!25. Y todo el pueblo daba gritos de júbilo y chasqueaba la lengua.

Pero Zaratustra se entristeció y dijo a su corazón:

No me entienden: no soy yo la boca para estos oídos.

Sin duda he vivido demasiado tiempo en las montañas, he escuchado demasiado a los

arroyos y a los árboles: ahora les hablo como a los cabreros.

Inmóvil es mi alma, y luminosa como las montañas por la mañana. Pero ellos piensan

que yo soy frío, y un burlón que hace chistes horribles.

Y ahora me miran y se ríen: y mientras ríen, continúan odiándome. Hay hielo en su reír.

20 Reminiscencia del Evangelio de Mateo,13,13: «Por esto les hablo en parábolas, porque miran sin ver y

escuchan sin oír ni entender.»

21 Sobre el concepto de «cultura» puede verse, en la segunda parte, Del país de la cultura.

22 El «último» hombre significa sobre todo el «último» en la escala humana. En Ecce homo dice Nietzsche:

«En este sentido Zaratustra llama a los buenos unas veces “los últimos hombres” y otras el “comienzo

del final”; sobre todo, los considera como la especie más nociva del hombre, porque imponen su existencia

tanto a costa de la verdad como a costa del futuro».

23 Paráfrasis, modificando su sentido, del Evangelio de Juan, 10, 16: «Habrá un solo rebaño y un solo

pastor.»

24 Mediante el juego de palabras en alemán entre erste Rede (primer discurso) y Vorrede (prólogo o,

también, discurso preliminar), Nietzsche quiere indicar que en realidad este su primer hablar o discursear

(reden) a los hombres no ha sido más que un hablar preliminar, pero que su verdadero hablar va a comenzar

ahora. Por eso la verdadera primera parte de esta obra se titulará precisamente «Los discursos (Reden)

de Zaratustra».

25 Eco de la escena evangélica (Evangelio de Lucas, 23, 17) en que la muchedumbre rechaza a Jesús y

reclama a Barrabás: «Pero ellos vociferaron a una: ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás!»

6

Pero entonces ocurrió algo que hizo callar todas las bocas y quedar fijos todos los ojos.

Entretanto, en efecto, el volatinero había comenzado su tarea: había salido de una pequeña

puerta y caminaba sobre la cuerda, la cual estaba tendida entre dos torres, colgando

sobre el mercado y el pueblo. Mas cuando se encontraba justo en la mitad de su camino,

la pequeña puerta volvió a abrirse y un compañero de oficio vestido de muchos colores,

igual que un bufón, saltó fuera y marchó con rápidos pasos detrás del primero. «Sigue

adelante, cojitranco, gritó su terrible voz, sigue adelante, ¡holgazán, impostor, cara de

tísico! ¡Que no te haga yo cosquillas con mi talón! ¿Qué haces aquí entre torres? Dentro

de la torre está tu sitio, en ella se te debería encerrar, ¡cierras el camino a uno mejor que

tú!» - Y a cada palabra se le acercaba más y más: y cuando estaba ya a un solo paso detrás

de él ocurrió aquella cosa horrible que hizo callar todas las bocas y quedar fijos todos

los ojos: - lanzó un grito como si fuese un demonio y saltó por encima de quien le obstaculizaba

el camino. Mas éste, cuando vio que su rival lo vencía, perdió la cabeza y el

equilibrio; arrojó su balancín y, más rápido que éste, se precipitó hacia abajo como un

remolino de brazos y de piernas. El mercado y el pueblo parecían el mar cuando la tempestad

avanza: todos huyeron apartándose y atropellándose, sobre todo allí donde el

cuerpo tenía que estrellarse.

Zaratustra, en cambio, permaneció inmóvil, y justo a su lado cayó el cuerpo, maltrecho

y quebrantado, pero no muerto todavía. Al poco tiempo el destrozado recobró la consciencia

y vio a Zaratustra arrodillarse junto a él. «¿Qué haces aquí?, dijo por fin, desde

hace mucho sabía yo que el diablo me echaría la zancadilla. Ahora me arrastra al infierno:

¿quieres tú impedírselo?»

«Por mi honor, amigo, respondió Zaratustra, todo eso de que hablas no existe: no hay ni

diablo ni infierno. Tu alma estará muerta aún más pronto que tu cuerpo26: así, pues, ¡no

temas ya nada!»

El hombre alzó su mirada con desconfianza. «Si tú dices la verdad, añadió luego, nada

pierdo perdiendo la vida. No soy mucho más que un animal al que, con golpes y escasa

comida, se le ha enseñado a bailar.»

«No hables así, dijo Zaratustra, tú has hecho del peligro tu profesión, en ello no hay nada

despreciable. Ahora pereces a causa de tu profesión: por ello voy a enterrarte con mis

propias manos.»

Cuando Zaratustra hubo dicho esto, el moribundo ya no respondió; pero movió la mano

como si buscase la mano de Zaratustra para darle las gracias. -

26 Un desarrollo de esta idea puede verse en esta primera parte, De los despreciadores del cuerpo, y, en la

tercera parte, El convaleciente: «Las almas son tan mortales como los cuerpos.»

7

Entretanto iba llegando el atardecer, y el mercado se ocultaba en la oscuridad: el pueblo

se dispersó entonces, pues hasta la curiosidad y el horror acaban por cansarse. Mas Zaratustra

estaba sentado en el suelo junto al muerto, hundido en sus pensamientos: así olvidó

el tiempo. Por fin se hizo de noche, y un viento frío sopló sobre el solitario. Zaratustra se

levantó entonces y dijo a su corazón:

¡En verdad, una hermosa pesca ha cobrado hoy Zaratustra! No ha pescado ni un solo

hombre27, pero sí, en cambio, un cadáver.

Siniestra es la existencia humana, y carente aún de sentido: un bufón puede convertirse

para ella en la fatalidad.

Yo quiero enseñar a los hombres el sentido de su ser: ese sentido es el superhombre, el

rayo que brota de la oscura nube que es el hombre.

Mas todavía estoy muy lejos de ellos, y mi sentido no habla a sus sentidos. Para los

hombres yo soy todavía algo intermedio entre un necio y un cadáver.

Oscura es la noche, oscuros son los caminos de Zaratustra28. ¡Ven, compañero frío y rígido!

Te llevaré adonde voy a enterrarte con mis manos.

27 La expresión «pescador de hombres» es evangélica. Véase el Evangelio de Mateo, 4, 19, «Venid en

pos de mí y os haré pescadores de hombres» (Jesús a Pedro y a Andrés). Véase también, en la cuarta parte,

La ofrenda de la miel.

28 Cita ligeramente modificada de Proverbios, 4,19: «Oscuros son los caminos del ateo» (traducción de

Lutero). Lutero emplea el término gottlos (literalmente: sin-dios), expresión que luego va a ser epíteto

constante de Zaratustra. Pero son los «buenos y justos» los que se lo aplican; véase, en la tercera parte, De

la virtud empequeñecedora. Pero luego Zaratustra se apropiará con orgullo de esa calificación. Los buenos

y justos son también los que llaman a Zaratustra «el aniquilador de la moral»; véase, más adelante, De la

picadura de la víbora.

8

Cuando Zaratustra hubo dicho esto a su corazón, cargó el cadáver sobre sus espaldas y

se puso en camino. Y no había recorrido aún cien pasos cuando se le acercó furtivamente

un hombre y comenzó a susurrarle al oído - y he aquí que quien hablaba era el bufón de

la torre. «Vete fuera de esta ciudad, Zaratustra, dijo; aquí son demasiados los que te

odian. Te odian los buenos y justos29 y te llaman su enemigo y su despreciador; te odian

los creyentes de la fe ortodoxa, y éstos te llaman el peligro de la muchedumbre. Tu suerte

ha estado en que la gente se rió de ti: y, en verdad, hablabas igual que un bufón. Tu suerte

ha estado en asociarte al perro muerto; al humillarte de ese modo te has salvado a ti mismo

por hoy. Pero vete lejos de esta ciudad - o mañana saltaré por encima de ti, un vivo

por encima de un muerto.» Y cuando hubo dicho esto, el hombre desapareció; pero Zaratustra

continuó caminando por las oscuras callejas.

A la puerta de la ciudad encontró a los sepultureros: éstos iluminaron el rostro de Zaratustra

con la antorcha, lo reconocieron y comenzaron a burlarse de él. «Zaratustra se lleva

al perro muerto: ¡bravo, Zaratustra se ha hecho sepulturero! Nuestras manos son demasiado

limpias para ese asado. ¿Es que Zaratustra quiere acaso robarle al diablo su bocado?

¡Vaya! ¡Suerte, y que aproveche! ¡A no ser que el diablo sea mejor ladrón que Zaratustra!

- ¡y robe a los dos, y a los dos se los trague!» Y se reían entre sí, cuchicheando.

Zaratustra no dijo ni una palabra y siguió su camino. Pero cuando llevaba andando ya

dos horas, al borde de bosques y de ciénagas, había oído demasiado el hambriento aullido

de los lobos, y el hambre se apoderó también de él. Por ello se detuvo junto a una casa

solitaria dentro de la cual ardía una luz.

El hambre me asalta, dijo Zaratustra, como un ladrón. En medio de bosques y de ciénagas

me asalta mi hambre, y en plena noche.

Extraños caprichos tiene mi hambre. A menudo no me viene sino después de la comida,

y hoy no me vino en todo el día: ¿dónde se entretuvo, pues?

Y mientras decía esto, Zaratustra llamó a la puerta de la casa. Un hombre viejo apareció;

traía la luz y preguntó: «¿Quién viene a mí y a mi mal dormir?»

«Un vivo y un muerto, dijo Zaratustra. Dame de comer y de beber, he olvidado hacerlo

durante el día. Quien da de comer al hambriento reconforta su propia alma: así habla la

sabiduría»30.

El viejo se fue y al poco volvió y ofreció a Zaratustra pan y vino. «Mal sitio es éste para

hambrientos, dijo. Por eso habito yo aquí. Animales y hombres acuden a mí, el eremita.

Mas da de comer y de beber también a tu compañero, él está más cansado que tú.» Zaratustra

respondió: «Mi compañero está muerto, difícilmente le persuadiré a que coma y

beba.» «Eso a mí no me importa, dijo el viejo con hosquedad; quien llama a mi casa tiene

que tomar también lo que le ofrezco. ¡Comed y que os vaya bien!» -

A continuación Zaratustra volvió a caminar durante dos horas, confiando en el camino

y en la luz de las estrellas: pues estaba habituado a andar por la noche y le gustaba mirar

a la cara a todas las cosas que duermen31. Mas cuando la mañana comenzó a despuntar,

Zaratustra se encontró en lo profundo del bosque, y ningún camino se abría ya ante él.

Entonces colocó al muerto en un árbol hueco, a la altura de su cabeza - pues quería protegerlo

de los lobos - y se acostó en el suelo de musgo. Enseguida se durmió, cansado el

cuerpo, pero inmóvil el alma.

29 La pareja verbal «los buenos y justos», que aquí aparece por primera vez, se repetirá numerosísimas

veces en toda esta obra. Probablemente es imitación de otra pareja verbal, «los hipócritas y fariseos», que

también aparece con mucha frecuencia en los Evangelios, y tiene el mismo significado que ella. Véase, por

ejemplo, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas: «¡Oh hermanos míos! ¿En quién reside el mayor

peligro para todo futuro de los hombres? ¿No es en los buenos y justos, que dicen y sienten en su corazón:

“nosotros sabemos ya lo que es bueno y justo, y hasta lo tenemos”».

30 Cita del Salmo 146, 5-7: «Bienaventurado aquel... que da de comer a los hambrientos.»

31 Sobre esta costumbre de Zaratustra de «mirar a la cara a todas las cosas que duermen» véase también,

en esta misma parte, Del amigo; y en la cuarta parte, La sombra.

9

Largo tiempo durmió Zaratustra, y no sólo la aurora pasó sobre su rostro, sino también

la mañana entera. Mas por fin sus ojos se abrieron: asombrado miró Zaratustra el bosque

y el silencio, asombrado miró dentro de sí. Entonces se levantó con rapidez, como un

marinero que de pronto ve tierra, y lanzó gritos de júbilo: pues había visto una verdad

nueva32, y habló así a su corazón:

Una luz ha aparecido en mi horizonte: compañeros de viaje necesito, compañeros vivos,

- no compañeros muertos ni cadáveres, a los cuales llevo conmigo adonde quiero.

Compañeros de viaje vivos es lo que yo necesito, que me sigan porque quieren seguirse

a sí mismos - e ir adonde yo quiero ir.

Una luz ha aparecido en mi horizonte: ¡no hable al pueblo Zaratustra, sino a compañeros

de viaje! ¡Zaratustra no debe convertirse en pastor y perro de un rebaño!

Para incitar a muchos a apartarse del rebaño - para eso he venido. Pueblo y rebaño se

irritarán contra mí: ladrón va a ser llamado por los pastores Zaratustra.

Digo pastores, pero ellos se llaman a sí mismos los buenos y justos. Digo pastores: pero

ellos se llaman a sí mismos los creyentes de la fe ortodoxa.

¡Ved los buenos y justos! ¿A quién es al que más odian? Al que rompe sus tablas de valores,

al quebrantador, al infractor: - pero ése es el creador.

¡Ved los creyentes de todas las creencias! ¿A quién es al que más odian? Al que rompe

sus tablas de valores, al quebrantador, al infractor33: - pero ése es el creador.

Compañeros para su camino busca el creador, y no cadáveres, ni tampoco rebaños y

creyentes. Compañeros en la creación busca el creador, que escriban nuevos valores en

tablas nuevas.

Compañeros busca el creador, y colaboradores en la recolección: pues todo está en él

maduro para la cosecha. Pero le faltan las cien hoces34: por ello arranca las espigas y está

enojado.

Compañeros busca el creador, que sepan afilar sus hoces. Aniquiladores se los llamará,

y despreciadores del bien y del mal. Pero son los cosechadores y los que celebran fiestas.

Compañeros en la creación busca Zaratustra, compañeros en la recolección y en las

fiestas busca Zaratustra: ¡qué tiene él que ver con rebaños y pastores y cadáveres!

Y tú, primer compañero mío, ¡descansa en paz! Bien te he enterrado en tu árbol hueco,

bien te he escondido de los lobos. Pero me separo de ti, el tiempo ha pasado. Entre aurora

y aurora ha venido a mí una verdad nueva.

No debo ser pastor ni sepulturero. Y ni siquiera voy a volver a hablar con el pueblo

nunca; por última vez he hablado a un muerto.

A los creadores, a los cosechadores, a los que celebran fiestas quiero unirme: voy a

mostrarles el arco iris y todas las escaleras del superhombre.

Cantaré mi canción para los eremitas solitarios o en pareja35; y a quien todavía tenga

oídos para oír cosas inauditas, a ése voy a abrumarle el corazón con mi felicidad.

Hacia mi meta quiero ir, yo continúo mi marcha; saltaré por encima de los indecisos y

de los rezagados. ¡Sea mi marcha el ocaso de ellos!

32 En la cuarta parte, Del hombre superior, Zaratustra recordará esta «verdad nueva».

33 Juego de palabras en alemán entre Brecher (destructor, rompedor, quebrantador) y Verbrecher (infractor,

criminal). También Moisés rompe las tablas; véase Éxodo, 32,19: «Al acercarse al campamento y ver el

becerro y las danzas, Moisés, enfurecido, tiró las tablas y las rompió al pie del monte». En esta obra Zaratustra

utiliza numerosas veces esta contraposición.

34 Reminiscencia del Evangelio de Mateo, 9,37: «La mies es abundante y los braceros, pocos.»

35 Juego de palabras en alemán entre Einsiedler (eremitas) y Zweisiedler (término este último creado por

Nietzsche y que hace referencia al matrimonio, esto es, a la «soledad de dos en compañía»).

10

Esto es lo que Zaratustra dijo a su corazón cuando el sol estaba en pleno mediodía: entonces

se puso a mirar inquisitivamente hacia la altura - pues había oído por encima de sí

el agudo grito de un pájaro. Y he aquí que un águila cruzaba el aire trazando amplios

círculos y de él colgaba una serpiente, no como si fuera una presa, sino una amiga: pues

se mantenía enroscada a su cuello36.

«¡Son mis animales!, dijo Zaratustra, y se alegró de corazón. El animal más orgulloso

debajo del sol, y el animal más inteligente debajo del sol - han salido para explorar el

terreno. Quieren averiguar si Zaratustra vive todavía. En verdad, ¿vivo yo todavía?

He encontrado más peligros entre los hombres que entre los animales, peligrosos son

los caminos que recorre Zaratustra. ¡Que mis animales me guíen!»

Cuando Zaratustra hubo dicho esto, se acordó de las palabras del santo en el bosque,

suspiró y habló así a su corazón: ¡Ojalá fuera yo más inteligente! ¡Ojalá fuera yo inteligente

de verdad, como mi serpiente!

Pero pido cosas imposibles: ¡por ello pido a mi orgullo que camine siempre junto a mi

inteligencia!

Y si alguna vez mi inteligencia me abandona - ¡ay, le gusta escapar volando! - ¡que mi

orgullo continúe volando junto con mi tontería!

- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.

36 Los amplios círculos que traza el águila y el enroscamiento de la serpiente en torno al cuello del águila

son ya aquí una premonición del «eterno retorno», que es una de las doctrinas capitales de esta obra.

Los discursos de Zaratustra

De las tres transformaciones

Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello,

y el camello en león, y el león, por fin, en niño.

Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que

habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de

todas.

¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y

quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta el espíritu de

carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse

para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la

propia sabiduría?

¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas

montañas para tentar al tentador?37.

¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre

en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores,

y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?

¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar

de sí las frías ranas y los calientes sapos?

¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian38 y tender la mano al fantasma cuando

quiere causarnos miedo?

Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al

camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se

transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y

ser señor en su propio desierto.

Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios,

con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.

¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios?

«Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero».

«Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una

de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!».

Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones

habla así: «todos los valores de las cosas - brillan en mí».

«Todos los valores han sido ya creados, y yo soy - todos los valores creados. ¡En verdad,

no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”» Así habla el dragón.

Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta

la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?

Crear valores nuevos - tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad

para un nuevo crear - eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.

Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso

el león.

Tomarse el derecho de nuevos valores - ése es el tomar más horrible para un espíritu de

carga y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña.

En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que

encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de

su amor: para ese robo se precisa el león.

Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha

podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?

Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve

por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.

Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere

ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en

camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. - -

Así habló Zaratustra. Y entonces residía en la ciudad que es llamada: La Vaca Multicolor39.

37 Reminiscencia, modificando su sentido, del Evangelio de Mateo, 4, 1. En el evangelio es el Tentador el

que sube a la montaña para inducir a Jesús a pecar.

38 Véase el Evangelio de Mateo, 5, 44: «Amad a vuestros enemigos.»

39 La expresión «La Vaca Multicolor» (die bunte Kuh) es traducción literal del nombre de la ciudad Kalmasadalmyra

(en pali: Kammasuddaman), visitada por Buda en sus peregrinaciones.

De las cátedras de la virtud

Le habían alabado a Zaratustra un sabio que sabía hablar bien del dormr40 y de la virtud:

por ello, se decía, era muy honrado y recompensado, y todos los jóvenes se sentaban

ante su cátedra. A él acudió Zaratustra, y junto con todos los jóvenes se sentó ante su

cátedra. Y así habló el sabio:

¡Sentid respeto y pudor ante el dormir! ¡Eso es lo primero! ¡Y evitad a todos los que

duermen mal y están desvelados por la noche!

Incluso el ladrón siente pudor ante el dormir: siempre roba a hurtadillas y en silencio

por la noche. En cambio el vigilante nocturno carece de pudor, sin pudor alguno vagabundea

con su trompeta.

Dormir no es arte pequeño: se necesita, para ello, estar desvelado el día entero.

Diez veces tienes que superarte a ti mismo durante el día: esto produce una fatiga buena

y es adormidera del alma. Diez veces tienes que volver a reconciliarte a ti contigo mismo;

pues la superación es amargura, y mal duerme el que no se ha reconciliado.

Diez verdades tienes que encontrar durante el día: de otro modo, sigues buscando la

verdad durante la noche, y tu alma ha quedado hambrienta.

Diez veces tienes que reír durante el día, y regocijarte: de lo contrario, el estómago, ese

padre de la tribulación, te molesta en la noche.

Pocos saben esto: pero es necesario tener todas las virtudes para dormir bien. ¿Diré yo

falso testimonio? ¿Cometeré yo adulterio?

¿Me dejaré llevar a desear la sierva de mi prójimo41. Todo esto se avendría mal con el

buen dormir.

Y aunque se tengan todas las virtudes, es necesario entender aún de una cosa: de mandar

a dormir a tiempo a las virtudes mismas.

¡Para que no disputen entre sí esas lindas mujercitas! ¡Y sobre ti, desventurado!

Paz con Dios42 y con el vecino: así lo quiere el buen dormir. ¡Y paz incluso con el demonio

del vecino! De lo contrario, rondará en tu casa por la noche.

¡Honor y obediencia a la autoridad, incluso a la autoridad torcida!43 ¡Así lo quiere el

buen dormir! ¿Qué puedo yo hacer si al poder le gusta caminar sobre piernas torcidas?

Para mí el mejor pastor será siempre aquel que lleva sus ovejas al prado más verde44 esto

se aviene con el buen dormir.

No quiero muchos honores, ni grandes tesoros: eso inflama el bazo. Pero se duerme mal

sin un buen nombre y un pequeño tesoro.

Una compañía escasa me agrada más que una malvada: sin embargo, tiene que venir e

irse en el momento oportuno. Esto se aviene con el buen dormir.

Mucho me agradan también los pobres de espíritu: fomentan el sueño. Son bienaventurados,

especialmente si se les da siempre la razón45.

Así transcurre el día para el virtuoso. ¡Mas cuando la noche llega me guardo bien de

llamar al dormir! ¡El dormir, que es el señor de las virtudes, no quiere que lo llamen!

Sino que pienso en lo que yo he hecho y he pensado durante el día. Rumiando me interrogo

a mí mismo, paciente igual que una vaca: ¿cuáles han sido, pues, tus diez superaciones?

¿Y cuáles han sido las diez reconciliaciones, y las diez verdades, y las diez carcajadas

con que mi corazón se hizo bien a sí mismo?

Reflexionando sobre estas cosas, y mecido por cuarenta pensamientos, de repente me

asalta el dormir, el no llamado, el señor de las virtudes.

El dormir llama a la puerta de mis ojos: éstos se vuelven entonces pesados. El dormir

toca mi boca: ésta queda entonces abierta.

En verdad, con suave calzado viene a mí él, el más encantador de los ladrones, y me

roba mis pensamientos: entonces yo me quedo en pie como un tonto, igual que esta cátedra.

Pero no estoy así durante mucho tiempo: en seguida me acuesto. -

Mientras Zaratustra oía hablar así a aquel sabio se reía en su corazón: pues una luz

había aparecido entretanto en su horizonte. Y habló así a su corazón:

Un necio es para mí este sabio con sus cuarenta pensamientos: pero yo creo que entiende

bien de dormir.

¡Feliz quien habite en la cercanía de este sabio! Semejante dormir se contagia, aun a

través de un espeso muro se contagia. Un hechizo mora también en su cátedra. Y no en

vano se han sentado los jóvenes ante el predicador de la virtud.

Su sabiduría dice: velar para dormir bien. Y en verdad, si la vida careciese de sentido y

yo tuviera que elegir un sinsentido, éste sería para mí el sinsentido más digno de que se lo

eligiese.

Ahora comprendo claramente lo que en otro tiempo se buscaba ante todo cuando se

buscaban maestros de virtud. ¡Buen dormir es lo que se buscaba, y, para ello, virtudes

que fueran como adormideras!

Para todos estos alabados sabios de las cátedras era sabiduría el dormir sin soñar46: no

conocían mejor sentido de la vida.

Y todavía hoy hay algunos como este predicador de la virtud, y no siempre tan honestos:

pero su tiempo ha pasado. Y no hace mucho que están en pie: y ya se tienden.

Bienaventurados son estos somnolientos: pues no tardarán en quedar dormidos. -

Así habló Zaratustra.

40 La alabanza del «sueño del justo» es tema que aparece con frecuencia en los libros sapienciales de la

Biblia; contra esa alabanza va principalmente dirigido este capítulo.

41 Véase Éxodo, 20, 16: «No dirás falso testimonio»; Éxodo, 20, 14: «No cometerás adulterio»; Éxodo,

20, 17: «No desearás... la sierva de tu prójimo.» Zaratustra cita textualmente estos tres preceptos bíblicos.

42 En los libros sapienciales de la Biblia la «paz con Dios» figura entre los requisitos del «sueño del justo

».

43 Sobre la obediencia a la autoridad véase Romanos, 13, 1: «Todos debéis estar sometidos a la autoridad.

»

44 Cita del Salmo 23,1-2: «Mi pastor... me pone en verdes pastos y me lleva a frescas aguas.»

45 Parodia del Evangelio de Mateo, 5, 3: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el

reino de los cielos.»

46 Alusión a Proverbios, 3, 24: «Te acostarás y dormirás dulce sueño. No tendrás temor de repentinos

temores...» También de Buda se dice que «dormía sin soñar, como un niño o un gran sabio».

De los trasmundanos47

En otro tiempo también Zaratustra proyectó su ilusión más allá del hombre, lo mismo

que todos los trasmundanos. Obra de un dios sufriente y atormentado me parecía entonces

el mundo.

Sueño me parecía entonces el mundo, e invención poética de un dios; humo coloreado

ante los ojos de un ser divinamente insatisfecho.

Bien y mal, y placer y dolor, y yo y tú - humo coloreado me parecía todo eso ante ojos

creadores. El creador quiso apartar la vista de sí mismo, - entonces creó el mundo.

Ebrio placer es, para quien sufre, apartar la vista de su sufrimiento y perderse a sí mismo.

Ebrio placer y un perdersea-sí-mismo me pareció en otro tiempo el mundo.

Este mundo, eternamente imperfecto, imagen, e imagen imperfecta, de una contradicción

eterna - un ebrio placer para su imperfecto creador: - así me pareció en otro tiempo

el mundo48.

Y así también yo proyecté en otro tiempo mi ilusión más allá del hombre, lo mismo que

todos los trasmundanos. ¿Más allá del hombre, en verdad?

¡Ay, hermanos, ese dios que yo creé era obra humana y demencia humana, como todos

los dioses!

Hombre era, y nada más que un pobre fragmento de hombre y de yo: de mi propia ceniza

y de mi propia brasa surgió ese fantasma, y, ¡en verdad!, ¡no vino a mí desde el más

allá!

¿Qué ocurrió, hermanos míos? Yo me superé a mí mismo, al ser que sufría, yo llevé mi

ceniza a la montaña49, inventé para mí una llama más luminosa. ¡Y he aquí que el fantasma

se me desvaneció!

Sufrimiento sería ahora para mí, y tormento para el curado, creer en tales fantasmas: sufrimiento

sería ahora para mí, y humillación. Así hablo yo a los trasmundanos.

Sufrimiento fue, e impotencia, - lo que creó todos los trasmundos; y aquella breve demencia

de la felicidad que sólo experimenta el que más sufre de todos.

Fatiga, que de un solo salto quiere llegar al final, de un salto mortal, una pobre fatiga

ignorante, que ya no quiere ni querer: ella fue la que creó todos los dioses y todos los

trasmundos.

¡Creedme, hermanos míos! Fue el cuerpo el que desesperó del cuerpo, - con los dedos

del espíritu trastornado palpaba las últimas paredes.

¡Creedme, hermanos míos! Fue el cuerpo el que desesperó de la tierra, - oyó que el

vientre del ser le hablaba.

Y entonces quiso meter la cabeza a través de las últimas paredes, y no sólo la cabeza50,

- quiso pasar a «aquel mundo». Pero «aquel mundo» está bien oculto a los ojos del hombre,

aquel inhumano mundo deshumanizado, que es una nada celeste; y el vientre del ser

no habla en modo alguno al hombre, a no ser en forma de hombre.

En verdad, todo «ser» es difícil de demostrar, y difícil resulta hacerlo hablar. Decidme,

hermanos míos, ¿no es acaso la más extravagante de todas las cosas la mejor demostrada?

Sí, este yo y la contradicción y confusión del yo continúan hablando acerca de su ser

del modo más honesto, este yo que crea, que quiere, que valora, y que es la medida y el

valor de las cosas.

Y este ser honestísimo, el yo - habla del cuerpo, y continúa queriendo el cuerpo, aun

cuando poetice y fantasee y revolotee de un lado para otro con rotas alas.

El yo aprende a hablar con mayor honestidad cada vez: y cuanto más aprende, tantas

más palabras y honores encuentra para el cuerpo y la tierra.

Mi yo me ha enseñado un nuevo orgullo, y yo se lo enseño a los hombres: ¡a dejar de

esconder la cabeza en la arena de las cosas celestes, y a llevarla libremente, una cabeza

terrena, la cual es la que crea el sentido de la tierra!

Una nueva voluntad enseño yo a los hombres: ¡querer ese camino que el hombre ha recorrido

a ciegas, y llamarlo bueno y no volver a salirse a hurtadillas de él, como hacen los

enfermos y moribundos!

Enfermos y moribundos eran los que despreciaron el cuerpo y la tierra y los que inventaron

las cosas celestes y las gotas de sangre redentoras51: ¡pero incluso estos dulces y

sombríos venenos los tomaron del cuerpo y de la tierra!

De su miseria querían escapar, y las estrellas les parecían demasiado lejanas. Entonces

suspiraron: «¡Oh, si hubiese caminos celestes para deslizarse furtivamente en otro ser y

en otra felicidad!» - ¡entonces se inventaron sus caminos furtivos y sus pequeños brebajes

de sangre!52.

Entonces estos ingratos se imaginaron estar sustraídos a su cuerpo y a esta tierra. Sin

embargo, ¿a quién debían las convulsiones y delicias de su éxtasis? A su cuerpo y a esta

tierra.

Indulgente es Zaratustra con los enfermos. En verdad, no se enoja con sus especies de

consuelo y de ingratitud. ¡Que se transformen en convalecientes y en superadores, y que

se creen un cuerpo superior!

Tampoco se enoja Zaratustra con el convaleciente si éste mira con delicadeza hacia su

ilusión y a medianoche se desliza furtivamente en torno a la tumba de su dios: mas enfermedad

y cuerpo enfermo continúan siendo para mí también sus lágrimas.

Mucho pueblo enfermo ha habido siempre entre quienes poetizan y tienen la manía de

los dioses; odian con furia al hombre del conocimiento y a aquella virtud, la más joven de

todas, que se llama: honestidad.

Vuelven siempre la vista hacia tiempos oscuros: entonces, ciertamente, ilusión y fe eran

cosas distintas; el delirio de la razón era semejanza con Dios, y la duda era pecado.

Demasiado bien conozco a estos hombres semejantes a Dios: quieren que se crea en

ellos, y que la duda sea pecado. Demasiado bien sé igualmente qué es aquello en lo que

más creen ellos mismos.

En verdad, no en trasmundos ni en gotas de sangre redentora: sino que es en el cuerpo

en lo que más creen, y su propio cuerpo es para ellos su cosa en sí53.

Pero cosa enfermiza es para ellos el cuerpo: y con gusto escaparían de él. Por eso escuchan

a los predicadores de la muerte, y ellos mismos predican trasmundos.

Es mejor que oigáis, hermanos míos, la voz del cuerpo sano: es ésta una voz más

honesta y más pura.

Con más honestidad y con más pureza habla el cuerpo sano, el cuerpo perfecto y cuadrado54:

y habla del sentido de la tierra.

Así habló Zaratustra.

47 Hinterweltler. Término forjado por Nietzsche y que ya había empleado una vez en Humano, demasiado

humano, II, «Opiniones y sentencias varias». Aquí se traduce literalmente por «trasmundanos», pues

parecen innecesarias y artificiales las traducciones que ordinariamente se han dado: «De los creyentes en

ultramundos», «De los alucinados de un mundo pretérito», «De los visionarios del más allá», etc. Nietzsche

formó esta palabra por analogía con Hinterwäldler, de uso corriente, que significa: el que habita en el

Hinterwald (la parte de detrás del bosque), pero también: «troglodita», «provinciano», «hombre inculto».

El «trasmundano» es, evidentemente, el «metafísico».

48 Zaratustra describe aquí las ideas de Nietzsche en su primera época (véase sobre todo El nacimiento de

la tragedia), que estuvo muy influida por Schopenhauer y Wagner.

49 Véase antes el Prólogo de Zaratustra, y la nota 8.

50 Mit dem Kopf durch die Wand (gehen) es una frase hecha alemana que significa literalmente «(querer

atravesar) la pared con la cabeza», pero que alude a las personas muy tercas, «cabezotas» (tanto, que se

empeñan en algo imposible, a saber: «atravesar la pared con la cabeza»). Al variar ligeramente la frase,

mediante la adición del adjetivo letzte («últimas» paredes, es decir, los límites de este mundo), Nietzsche

ironiza sobre los trasmundanos.

51 La «sangre redentora» es expresión bíblica. Véase 1 Pedro, 1, 19. En La genealogía de la moral

Nietzsche reprocha a Wagner el que se dejase seducir por la «sangre redentora». Véase la nota 72 de La

genealogía de la moral.

52 Alusión al cáliz y a la Ultima Cena. Véase el Evangelio de Mateo, 26, 27: «Bebed de él todos, que ésta

es mi sangre.»

53 La «cosa en sí» es término procedente de Kant y contra el polemiza Nietzsche en numerosas ocasiones.

De él se deriva la expresión propia del idealismo alemán «en sí y para sí» (an sich und für sich). Más adelante,

en la cuarta parte, La ofrenda de la miel, Zaratustra se burlará de esta última expresión, hablando de

«en mí y para mí».

54 El poeta griego Simónides dice en uno de sus «trenos» (el 542 en la numeración de D. L. Page): «Es

difícil llegar a ser un hombre excelente, cuadrado de manos, de pies, de inteligencia, terminado sin reproche...

» Tanto Platón en el Protágoras (339 b) como Aristóteles en su Retórica (1411 b 26) citan esta metáfora

de Simónides. De cualquiera de ellos pudo tomar Nietzsche esta imagen, que también repite más tarde;

véase, en esta primera parte, Del hijo y del matrimonio, y en la cuarta parte, El saludo.

De los despreciadores del cuerpo

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles mi palabra. No deben aprender ni enseñar

otras doctrinas, sino tan sólo decir adiós a su propio cuerpo - y así enmudecer.

«Cuerpo soy yo y alma» - así habla el niño. ¿Y por qué no hablar como los niños?

Pero el despierto, el sapiente, dice: cuerpo soy yo íntegramente, y ninguna otra cosa; y

alma es sólo una palabra para designar algo en el cuerpo.

El cuerpo es una gran razón, una pluralidad dotada de un único sentido, una guerra y

una paz, un rebaño y un pastor55.

Instrumento de tu cuerpo es también tu pequeña razón, hermano mío, a la que llamas

«espíritu», un pequeño instrumento y un pequeño juguete de tu gran razón.

Dices «yo» y estás orgulloso de esa palabra. Pero esa cosa aún más grande, en la que tú

no quieres creer, - tu cuerpo y su gran razón: ésa no dice yo, pero hace yo.

Lo que el sentido siente, lo que el espíritu conoce, eso nunca tiene dentro de sí su final.

Pero sentido y espíritu querrían persuadirte de que ellos son el final de todas las cosas:

tan vanidosos son.

Instrumentos y juguetes son el sentido y el espíritu: tras ellos se encuentra todavía el símismo56.

El sí-mismo busca también con los ojos de los sentidos, escucha también con

los oídos del espíritu.

El sí-mismo escucha siempre y busca siempre: compara, subyuga, conquista, destruye.

El sí-mismo domina y es el dominador también del yo.

Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso,

un sabio desconocido - llámase sí-mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.

Hay más razón en tu cuerpo que en tu mejor sabiduría. ¿Y quién sabe para qué necesita

tu cuerpo precisamente tu mejor sabiduría?

Tu sí-mismo se ríe de tu yo y de sus orgullosos saltos. «¿Qué son para mí esos saltos y

esos vuelos del pensamiento?, se dice. Un rodeo hacia mi meta. Yo soy las andaderas del

yo y el apuntador de sus conceptos.»

El sí-mismo dice al yo: «¡siente dolor aquí!» Y el yo sufre y reflexiona sobre cómo dejar

de sufrir - y justo para ello debe pensar.

El sí-mismo dice al yo: «¡siente placer aquí!» Y el yo se alegra yreflexiona sobre cómo

seguir gozando a menudo - y justo para ello debe pensar.

A los despreciadores del cuerpo quiero decirles una palabra. Su despreciar constituye su

apreciar57. ¿Qué es lo que creó el apreciar y el despreciar y el valor y la voluntad?

El sí-mismo creador se creó para sí el apreciar y el despreciar, se creó para sí el placer y

el dolor. El cuerpo creador se creó para sí el espíritu como una mano de su voluntad.

Incluso en vuestra tontería y en vuestro desprecio, despreciadores del cuerpo, servís a

vuestro sí-mismo. Yo os digo: también vuestro sí-mismo quiere morir y se aparta de la

vida. Ya no es capaz de hacer lo que más quiere: - crear por encima de sí. Eso es lo que

más quiere, ése es todo su ardiente deseo.

Para hacer esto, sin embargo, es ya demasiado tarde para él: - por ello vuestro sí-mismo

quiere hundirse en su ocaso, despreciadores del cuerpo.

¡Hundirse en su ocaso quiere vuestro sí-mismo, y por ello os convertisteis vosotros en

despreciadores del cuerpo! Pues ya no sois capaces de crear por encima de vosotros.

Y por eso os enojáis ahora contra la vida y contra la tierra. Una inconsciente envidia

hay en la oblicua mirada de vuestro desprecio.

¡Yo no voy por vuestro camino, despreciadores del cuerpo! ¡Vosotros no sois para mí

puentes hacia el superhombre! –

Así habló Zaratustra.

55 Véase la nota 23.

56 Selbst. Se traduce aquí, no por yo, como a veces se hace, sino por sí-mismo. Nietzsche contrapone Ich

(yo) y Selbst (sí-mismo), como puede verse en el párrafo siguiente y, en general, en todo este capítulo.

57 Véase Más allá del bien y del mal 78: «Quien así mismo se desprecia continúa apreciándose, sin embargo,

a sí mismo en cuanto despreciador».

De las alegrías y de las pasiones58

Hermano mío, si tienes una virtud, y esa virtud es la tuya, entonces no la tienes en común

con nadie. Ciertamente, tú quieres llamarla por su nombre y acariciarla; quieres tirarle

de la oreja y divertirte con ella.

¡Y he aquí que tienes su nombre en común con el pueblo y que, con tu virtud, te has

convertido en pueblo y en rebaño! Harías mejor en decir: «inexpresable y sin nombre es

aquello que constituye el tormento y la dulzura de mi alma, y que es incluso el hambre de

mis entrañas».

Sea tu virtud demasiado alta para la familiaridad de los nombres: y si tienes que hablar

de ella, no te avergüences de balbucear al hacerlo.

Habla y balbucea así: «Éste es mi bien, esto es lo que yo amo, así me agrada del todo,

únicamente así quiero yo el bien. No lo quiero como ley de un Dios, no lo quiero como

precepto y forzosidad de los hombres: no sea para mí una guía hacia super-tierras y hacia

paraísos.

Una virtud terrena es la que yo amo: en ella hay poca inteligencia, y lo que menos hay

es la razón de todos.

Pero ese pájaro ha construido en mí su nido: por ello lo amo y lo aprieto contra mi pecho,

- ahora incuba en mí sus áureos huevos.»

Así debes balbucir y alabar tu virtud.

En otro tiempo tenías pasiones y las llamabas malvadas. Pero ahora no tienes más que

tus virtudes: han surgido de tus pasiones.

Pusiste tu meta suprema en el corazón de aquellas pasiones: entonces se convirtieron en

tus virtudes y alegrías.

Y aunque fueses de la estirpe de los coléricos o de la de los lujuriosos, o de los fanáticos

de su fe o de los vengativos:

Al final todas tus pasiones se convirtieron en virtudes y todos tus demonios en ángeles.

En otro tiempo tenías perros salvajes en tu mazmorra: pero al final se transformaron en

pájaros y en amables cantoras.

De tus venenos has extraído tu bálsamo, has ordeñado a tu vaca Tribulación, - ahora

bebes la dulce leche de sus ubres. Y ninguna cosa malvada surgirá ya de ti en el futuro, a

no ser el mal que surja de la lucha de tus virtudes.

Hermano mío, si eres afortunado tienes una sola virtud, y nada más que una: así atraviesas

con mayor ligereza el puente.

Es una distinción tener muchas virtudes, pero es una pesada suerte; y más de uno se fue

al desierto y se mató porque estaba cansado de ser batalla y campo de batalla de virtudes.

Hermano mío, ¿son males la guerra y la batalla? Pero ese mal es necesario, necesarios

son la envidia y la desconfianza y la calumnia entre tus virtudes.

Mira cómo cada una de tus virtudes codicia lo más alto de todo: quiere tu espíritu íntegro,

para que éste sea su heraldo, quiere toda tu fuerza en la cólera, en el odio y en el

amor.

Celosa está cada virtud de la otra, y cosa horrible son los celos. También las virtudes

pueden perecer de celos.

Aquel a quien la llama de los celos lo circunda acaba volviendo contra sí mismo el

aguijón envenenado, igual que el escorpión.

Ay, hermano mío, ano has visto nunca todavía a una virtud calumniarse y acuchillarse a

sí misma?

El hombre es algo que tiene que ser superado: y por ello tienes que amar tus virtudes, -

pues perecerás a causa de ellas.

Así habló Zaratustra.

58 Von den Freudenschaften und Leidenschaften. Por analogía con Leidenschaft (pasión), Nietzsche crea

aquí la palabra Freudenschaft, derivándola de Freude (alegría). Con ello subraya el elemento Leiden (sufrimiento)

del término Leidenschaft. «Pasión» implica aquí, pues, simultáneamente dos significados: pasión

(como movimiento afectivo) y padecimiento.

Del pálido delincuente

Vosotros, jueces y sacrificadores, no queréis matar hasta que el animal haya inclinado

la cabeza? Mirad, el pálido delincuente ha inclinado la cabeza: en sus ojos habla el gran

desprecio.

«Mi yo es algo que debe ser superado: mi yo es para mí el gran desprecio del hombre»:

así dicen esos ojos.

El haberse juzgado a sí mismo constituyó su instante supremo: ¡no dejéis que el excelso

recaiga en su bajeza!

No hay redención alguna para quien sufre tanto de sí mismo, excepto la muerte rápida.

Vuestro matar, jueces, debe ser compasión y no venganza. ¡Y mientras matáis, cuidad

de que vosotros mismos justifiquéis la vida!

No basta con que os reconciliéis con aquel a quien matáis. Vuestra tristeza sea amor al

superhombre: ¡así justificáis vuestro seguir viviendo!

«Enemigo» debéis decir, pero no «bellaco»; «enfermo» debéis decir, pero no «bribón»;

«tonto» debéis decir, pero no «pecador».

Y tú, rojo juez, si alguna vez dijeses en voz alta todo lo que has hecho con el pensamiento:

todo el mundo gritaría: «¡Fuera esa inmundicia y ese gusano venenoso!»

Pero una cosa es el pensamiento, otra la acción, y otra la imagen de la acción. La rueda

del motivo no gira entre ellas. Una imagen puso pálido a ese pálido hombre. Cuando realizó

su acción él estaba a la altura de ella: mas no soportó la imagen de su acción, una vez

cometida ésta.

Desde aquel momento, pues, se vio siempre como autor de una sola acción. Demencia

llamo yo a eso: la excepción se invirtió, convirtiéndose para él en la esencia.

La raya trazada sobre el suelo hechiza a la gallina; el golpe dado por el delincuente

hechizó su pobre razón - demencia después de la acción llamo yo a eso.

¡Oíd, jueces! Existe todavía otra demencia: la de antes de la acción. ¡Ay, no me habéis

penetrado bastante profundamente en esa alma!

Así habla el rojo juez: «¿por qué este delincuente asesinó? Quería robar». Mas yo os

digo: su alma quería sangre, no robo: ¡él estaba sediento de la felicidad del cuchillo!

Pero su pobre razón no comprendía esa demencia y le persuadió. «¡Qué importa la sangre!,

dijo; ¿no quieres al menos cometer también un robo? ¿Tomarte una venganza?»

Y él escuchó a su pobre razón: como plomo pesaba el discurso de ella sobre él, - entonces

robó, al asesinar. No quería avergonzarse de su demencia.

Y ahora el plomo de su culpa vuelve a pesar sobre él, y de nuevo su pobre razón está

igual de rígida, igual de paralizada, igual de pesada.

Con sólo que pudiera sacudir su cabeza, su peso rodaría al suelo: mas ¿quién sacude esa

cabeza?

¿Qué es ese hombre? Un montón de enfermedades, que a través del espíritu se extienden

por el mundo: allí quieren hacer su botín.

¿Qué es ese hombre? Una maraña de serpientes salvajes, que rara vez tienen paz entre

sí, - y entonces cada una se va por su lado, buscando botín en el mundo.

¡Mirad ese pobre cuerpo! Lo que él sufría y codiciaba, esa pobre alma lo interpretaba

para sí, - lo interpretaba como placer asesino y como ansia de la felicidad del cuchillo.

A quien ahora se pone enfermo asáltalo el mal, lo que ahora es mal: el enfermo quiere

causar daño con aquello que a él le causa daño. Pero ha habido otros tiempos, y otros

males y bienes.

En otro tiempo eran un mal la duda y la voluntad de símismo. Entonces el enfermo se

convertía en hereje y en bruja: como hereje y como bruja sufría y quería hacer sufrir.

Pero esto no quiere entrar en vuestros oídos: perjudica a vuestros buenos, me decís.

¡Mas qué me importan a mí vuestros buenos!

Muchas cosas de vuestros buenos me producen náuseas, y, en verdad, no su mal. ¡Pues

yo quisiera que tuvieran una demencia a causa de la cual pereciesen, como ese pálido

delincuente!

En verdad, yo quisiera que su demencia se llamase verdad o fidelidad o justicia: pero

ellos tienen su virtud para vivir largo tiempo y en un lamentable bienestar.

Yo soy un pretil junto a la corriente59: ¡agárreme el que pueda agarrarme! Pero yo no

soy vuestra muleta. -

Así habló Zaratustra.

59 Sobre los «pretiles junto a la corriente» puede verse luego, en la tercera parte, De tablas viejas y nuevas,

8, y la nota 375.

Del leer y el escribir

De todo lo escrito yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú

con sangre: y te darás cuenta de que la sangre es espíritu.

No es cosa fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen.

Quien conoce al lector no hace ya nada por el lector. Un siglo de lectores todavía - y

hasta el espíritu olerá mal.

El que a todo el mundo le sea lícito aprender a leer corrompe a la larga no sólo el escribir,

sino también el pensar.

En otro tiempo el espíritu era Dios60, luego se convirtió en hombre, y ahora se convierte

incluso en plebe.

Quien escribe con sangre y en forma de sentencias, ése no quiere ser leído, sino aprendido

de memoria.

En las montañas el camino más corto es el que va de cumbre a cumbre: mas para ello

tienes que tener piernas largas. Cumbres deben ser las sentencias: y aquellos a quienes se

habla, hombres altos y robustos.

El aire ligero y puro, el peligro cercano y el espíritu lleno de una alegre maldad: estas

cosas se avienen bien.

Quiero tener duendes a mi alrededor, pues soy valeroso. El valor que ahuyenta los fantasmas

se crea sus propios duendes,- el valor quiere reír.

Yo ya no tengo sentimientos en común con vosotros: esa nube que veo por debajo de

mí, esa negrura y pesadez de que me río, - cabalmente ésa es vuestra nube tempestuosa.

Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque

estoy elevado.

¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas

más altas se ríe de todas las tragedias, de las del teatro y de las de la vida61.

Valerosos, despreocupados, irónicos, violentos - así nos quiere la sabiduría: es una mujer

y ama siempre únicamente a un guerrero62.

Vosotros me decís: «la vida es difícil de llevar». Mas ¿para qué tendríais vuestro orgullo

por las mañanas y vuestra resignación por las tardes?

La vida es difícil de llevar: ¡no me os pongáis tan delicados! Todos nosotros somos

guapos, borricos y pollinas de carga63.

¿Qué tenemos nosotros en común con el capullo de la rosa, que tiembla porque tiene

encima de su cuerpo una gota de rocío?

Es verdad: nosotros amamos la vida no porque estemos habituados a vivir, sino porque

estamos habituados a amar64.

Siempre hay algo de demencia en el amor. Pero siempre hay también algo de razón en

la demencia65.

Y también a mí, que soy bueno con la vida, paréceme que quienes más saben de felicidad

son las mariposas y las burbujas de jabón, y todo lo que entre los hombres es de su

misma especie.

Ver revolotear esas almitas ligeras, locas, encantadoras, volubles - eso hace llorar y

cantar a Zaratustra.

Yo no creería más que en un dios que supiese bailar.

Y cuando vi a mi demonio lo encontré serio, grave, profundo, solemne: era el espíritu

de la pesadez66 - él hace caer a todas las cosas.

No con la cólera, sino con la risa se mata 67. ¡Adelante, matemos el espíritu de la pesadez!

He aprendido a andar: desde entonces me dedico a correr. He aprendido a volar: desde

entonces no quiero ser empujado para moverme de un sitio.

Ahora soy ligero, ahora vuelo, ahora me veo a mí mismo por debajo de mí, ahora un

dios baila por medio de mí.

Así habló Zaratustra.

60 Véase el Evangelio de Juan, 4, 24: «Dios es espíritu.» En la cuarta parte, La fiesta del asno, 1, el papa

jubilado criticará la frase «Dios es espíritu».

61 Los tres párrafos que van desde «Vosotros miráis...» hasta aquí fueron colocados por Nietzsche como

motto al frente de la tercera parte de esta obra (véase p. 221).

62 El tercer tratado de La genealogía de la moral lleva a su frente, como motto, esta frase. Nietzsche dice

en el prólogo que ese tercer tratado, titulado «¿Qué significan los ideales ascéticos?», es todo él «un comentario

» del citado párrafo.

63 Reminiscencia irónica del Evangelio de Mateo, 21, 5: «Y los discípulos... trajeron la borrica y el pollino

» (preparativos para la entrada de Jesús en Jerusalén).

64 Juego de palabras, en alemán, entre vivir (leben) y amar (lieben).

65 Paráfrasis de Hamlet, acto II, escena 2: «Ocurrencias felices que suele tener la demencia, y que ni la

más sana razón y lucidez podrían soltar con tanta fortuna» (palabras de Polonio a Hamlet).

66 Véase, en la tercera parte, De la visión y del enigma, así como Del espíritu de la pesadez, donde

Nietzsche desarrolla con detalle el significado del «espíritu de la pesadez».

67 En la cuarta parte, La fiesta del asno, el más feo de los hombres recordará a Zaratustra esta enseñanza.

Del árbol de la montaña68

El ojo de Zaratustra había visto que un joven lo evitaba. Y cuando una tarde caminaba

solo por los montes que rodean la ciudad llamada «La Vaca Multicolor»: he aquí que encontró

en su camino a aquel joven, sentado junto a un árbol en el que se apoyaba y mirando

al valle con mirada cansada. Zaratustra agarró el árbol junto al cual estaba sentado

el joven y dijo:

Si yo quisiera sacudir este árbol con mis manos, no podría. Pero el viento, que nosotros

no vemos, lo maltrata y lo dobla hacia donde quiere. Manos invisibles son las que peor

nos doblan y maltratan69.

Entonces el joven se levantó consternado y dijo: «Oigo a Zaratustra, y en él estaba precisamente

pensando.» Zaratustra replicó:

«¿Y por eso te has asustado? - Al hombre le ocurre lo mismo que al árbol.

Cuanto más quiere elevarse hacia la altura y hacia la luz, tanto más fuertemente tienden

sus raíces hacia la tierra, hacia abajo, hacia lo oscuro, lo profundo, - hacia el mal.»

«¡Sí, hacia el mal!, exclamó el joven. ¿Cómo es posible que tú hayas descubierto mi

alma?»

Zaratustra sonrió y dijo: «A ciertas almas no se las descubrirá nunca a no ser que antes

se las invente».

«¡Sí, hacia el mall, volvió a exclamar el joven.

Tú has dicho la verdad, Zaratustra. Desde que quiero elevarme hacia la altura ya no

tengo confianza en mí mismo, y ya nadie tiene confianza en mí, - ¿cómo ocurrió esto?

Me transformo demasiado rápidamente: mi hoy refuta a mi ayer. A menudo salto los

escalones cuando subo, - esto no me lo perdona ningún escalón.

Cuando estoy arriba, siempre me encuentro solo. Nadie habla conmigo, el frío de la soledad

me hace estremecer. ¿Qué es lo que quiero yo en la altura?

Mi desprecio y mi anhelo crecen juntos; cuanto más alto subo, tanto más desprecio al

que sube. ¿Qué es lo que quiere éste en la altura?

¡Cómo me avergüenzo de mi subir y tropezar! ¡Cómo me burlo de mi violento jadear!

¡Cómo odio al que vuela! ¡Qué cansado estoy en la altura!»

Aquí el joven calló. Y Zaratustra miró detenidamente el árbol junto al que se hallaban y

dijo:

«Este árbol se encuentra solitario aquí en la montaña; ha crecido muy por encima del

hombre y del animal.

Y si quisiera hablar, no tendría a nadie que lo comprendiese: tan alto ha crecido.

Ahora él aguarda y aguarda, - ¿a qué aguarda, pues? Habita demasiado cerca del asiento

de las nubes: ¿acaso aguarda el primer rayo?»70.

Cuando Zaratustra hubo dicho esto el joven exclamó con ademanes violentos: «Sí, Zaratustra,

tú dices verdad. Cuando yo quería ascender a la altura, anhelaba mi caída, ¡y tú

eres el rayo que yo aguardaba! Mira, ¿qué soy yo desde que tú nos has aparecido? ¡La

envidia de ti es lo que me ha destruido!» - Así dijo el joven, y lloró amargamente71.

Mas Zaratustra lo rodeó con su brazo y se lo llevó consigo. Y cuando habían caminado

un rato juntos, Zaratustra comenzó a hablar así:

Mi corazón está desgarrado. Aún mejor que tus palabras es tu ojo el que me dice todo el

peligro que corres.

Todavía no eres libre, todavía buscas la libertad. Tu búsqueda te ha vuelto insomne y te

ha desvelado demasiado. Quieres subir a la altura libre, tu alma tiene sed de estrellas.

Pero también tus malos instintos tienen sed de libertad.

Tus perros salvajes quieren libertad; ladran de placer en su cueva cuando tu espíritu se

propone abrir todas las prisiones72.

Para mí eres todavía un prisionero que se imagina la libertad: ay, el alma de tales prisioneros

se torna inteligente, pero también astuta y mala.

El liberado del espíritu tiene que purificarse todavía. Muchos restos de cárcel y de

moho quedan aún en él: su ojo tiene que volverse todavía puro.

Sí, yo conozco tu peligro. Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¡no arrojes de ti

tu amor y tu esperanza!

Todavía te sientes noble, y noble te sienten todavía también los otros, que te detestan y

te lanzan miradas malvadas. Sabe que un noble les es a todos un obstáculo en su camino.

También a los buenos un noble les es un obstáculo en su camino: y aunque lo llamen

bueno, con ello lo que quieren es apartarlo a un lado.

El noble quiere crear cosas nuevas y una nueva virtud. El bueno quiere las cosas viejas,

y que se conserven.

Pero el peligro del noble no es volverse bueno, sino insolente, burlón, destructor.

Ay, yo he conocido nobles que perdieron su más alta esperanza. Y desde entonces calumniaron

todas las esperanzas elevadas.

Desde entonces han vivido insolentemente en medio de breves placeres, y apenas se

trazaron metas de más de un día.

“El espíritu es también voluptuosidad” - así dijeron. Y entonces se le quebraron las alas

a su espíritu: éste se arrastra ahora de un sitio para otro y mancha todo lo que roe.

En otro tiempo pensaron convertirse en héroes: ahora son libertinos. Pesadumbre y

horror es para ellos el héroe.

Mas por mi amor y mi esperanza te conjuro: ¡no arrojes al héroe que hay en tu alma!

¡Conserva santa tu más alta esperanza! -

Así habló Zaratustra.

68 Éste es uno de los capítulos de mayor impregnación evangélica en su ambientación. Recuerda sobre

todo la conversación de Jesús con el joven rico (véase el Evangelio de Mateo, 19, 16 y ss.), pero también el

hecho de que Jesús encontrase a algunos de sus primeros discípulos debajo de un árbol; véase el Evangelio

de Juan, 1, 48: «Contestó Jesús, y le dijo: Antes de que Felipe te llamase, te vi cuando estabas debajo de la

higuera. Natanael le contestó: Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Contestó Jesús y le

dijo: ¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Cosas mayores has de ver.»

69 Reminiscencia del Evangelio de Juan, 3, 8: «El viento sopla donde quiere; oyes el ruido, pero no sabes

de dónde viene ni adónde va.»

70 Véase, en la cuarta parte, Del hombre superior, 6, donde vuelve a aludirse a lo aquí indicado.

71 Como en varias otras ocasiones, Nietzsche utiliza aquí la expresión evangélica con que se caracteriza

el llanto de Pedro tras negar a Jesús; véase el Evangelio de Mateo, 26, 75: «Y enseguida cantó un gallo.

Pedro se acordó de las palabras de Jesús: “Antes que cante el gallo me negarás tres veces”. Y saliendo

fuera, lloró amargamente».

72 Véase antes, De las alegrías y de las pasiones, y más tarde, sobre todo, Del hijo y del matrimonio,

donde se desarrolla este mismo pensamiento.

De los predicadores de la muerte73

Hay predicadores de la muerte: y la tierra está llena de seres a quien hay que predicar

que se alejen de la vida.

Llena está la tierra de superfluos, corrompida está la vida por los demasiados. ¡Ojalá los

saque alguien de esta vida con el atractivo de la «vida eterna»!

«Amarillos»: así se llama a los predicadores de la muerte, o «negros». Pero yo quiero

mostrároslos todavía con otros colores.

Ahí están los seres terribles, que llevan dentro de sí el animal de presa y no pueden elegir

más que o placeres o autolaceración. E incluso sus placeres continúan siendo autolaceración.

Aún no han llegado ni siquiera a ser hombres, esos seres terribles: ¡ojalá prediquen el

abandono de la vida y ellos mismos se vayan a la otra!74.

Ahí están los tuberculosos del alma: apenas han nacido y ya han comenzado a morir, y

anhelan doctrinas de fatiga y de renuncia.

¡Querrían estar muertos, y nosotros deberíamos aprobar su voluntad! ¡Guardémonos de

resucitar a esos muertos y de lastimar a esos ataúdes vivientes!

Si encuentran un enfermo, o un anciano, o un cadáver, enseguida dicen: «¡la vida está

refutada!»

Pero sólo están refutados ellos, y sus ojos, que no ven más que un solo rostro en la existencia.

Envueltos en espesa melancolía, y ávidos de los pequeños incidentes que ocasionan la

muerte: así es como aguardan, con los dientes apretados.

O: extienden la mano hacia las confituras y, al hacerlo, se burlan de su niñería: penden

de esa caña de paja que es su vida y se burlan de seguir todavía pendientes de una caña de

paja75

Su sabiduría dice: «¡tonto es el que continúa viviendo, mas también nosotros somos así

de tontos! ¡Y ésta es la cosa más tonta en la vida!» -

«La vida no es más que sufrimiento» - esto dicen otros, y no mienten: ¡así, pues, procurad

acabar vosotros! ¡Así, pues, procurad que acabe esa vida que no es más que sufrimiento!

Y diga así la enseñanza de vuestra virtud: «¡tú debes matarte a ti mismo! ¡Tú debes quitarte

de en medio a ti mismo!»76

«La voluptuosidad es pecado, - así dicen los unos, que predican la muerte - ¡apartémonos

y no engendremos hijos!»

«Dar a luz es cosa ardua, - dicen los otros - ¿para qué dar a luz? ¡No se da a luz más

que seres desgraciados!» Y también éstos son predicadores de la muerte.

«Compasión es lo que hace falta - así dicen los terceros. ¡Tomad lo que yo tengo! ¡Tomad

lo que yo soy! ¡Tanto menos me atará así la vida!»

Si fueran compasivos de verdad, quitarían a sus prójimos el gusto de la vida. Ser malvados

- ésa sería su verdadera bondad.

Pero ellos quieren librarse de la vida: ¡qué les importa el que, con sus cadenas y sus regalos,

aten a otros más fuertemente todavía! -

Y también vosotros, para quienes la vida es trabajo salvaje e inquietud: ¿no estáis muy

cansados de la vida? ¿No estáis muy maduros para la predicación de la muerte?

Todos vosotros que amáis el trabajo salvaje y lo rápido, nuevo, extraño, - os soportáis

mal a vosotros mismos, vuestra diligencia es huida y voluntad de olvidarse a sí mismo.

Si creyeseis más en la vida, os lanzaríais menos al instante. ¡Pero no tenéis en vosotros

bastante contenido para la espera - y ni siquiera para la pereza!

Por todas partes resuena la voz de quienes predican la muerte: y la tierra está llena de

seres a quienes hay que predicar la muerte.

O «la vida eterna»: para mí es lo mismo, - ¡con tal de que se marchen pronto a ella!

Así habló Zaratustra.

73 Un amplio desarrollo de las ideas que aparecen en este capítulo puede verse en La genealogía de la

moral.

74 Dahinfahren. Nietzsche utiliza aquí el término empleado por Lutero en su traducción de la Biblia para

indicar el «tránsito» (a la otra vida).

75 Alusión a Pascal: «El hombre es una caña que piensa.»

76 Más adelante, De la muerte libre, puede verse un amplio desarrollo de esta idea.

De la guerra y el pueblo guerrero

No queremos que con nosotros sean indulgentes nuestros mejores enemigos, ni tampoco

aquellos a quienes amamos a fondo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!

¡Hermanos míos en la guerra! Yo os amo a fondo, yo soy y he sido vuestro igual. Y yo

soy también vuestro mejor enemigo. ¡Por ello dejadme que os diga la verdad!

Yo sé del odio y de la envidia de vuestro corazón. No sois bastante grandes para no conocer

odio y envidia. ¡Sed, pues, bastante grandes para no avergonzaros de ellos!

Y si no podéis ser santos del conocimiento, sed al menos guerreros de él. Éstos son los

acompañantes y los precursores de tal santidad.

Veo muchos soldados: ¡muchos guerreros es lo que quisiera yo ver! «Uni-forme» se

llama lo que llevan puesto: ¡ojalá no sea un¡-formidad lo que con ello encubren!

Debéis ser de aquellos cuyos ojos buscan siempre un enemigo - vuestro enemigo. Y en

algunos de vosotros hay un odio a primera vista.

¡Debéis buscar vuestro enemigo, debéis hacer vuestra guerra, y hacerla por vuestros

pensamientos! ¡Y si vuestro pensamiento sucumbe, vuestra honestidad debe cantar victoria

a causa de ello!

Debéis amar la paz como medio para nuevas guerras. Y la paz corta más que la larga77.

A vosotros no os aconsejo el trabajo, sino la lucha. A vosotros no os aconsejo la paz,

sino la victoria. ¡Sea vuestro trabajo una lucha, sea vuestra paz una victoria!

Sólo se puede estar callado y tranquilo cuando se tiene una flecha y un arco: de lo contrario,

se charla y se disputa. ¡Sea vuestra paz una victoria!

¿Vosotros decís que la buena causa es la que santifica incluso la guerra? Yo os digo: la

buena guerra es la que santifica toda causa.

La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo. No vuestra

compasión, sino vuestra valentía es la que ha salvado hasta ahora a quienes se hallaban en

peligro.

«¿Qué es bueno?», preguntáis. Ser valiente es bueno78. Dejad que las niñas pequeñas

digan: «ser bueno es ser bonito y a la vez conmovedor».

Se dice que no tenéis corazón: pero vuestro corazón es auténtico, y yo amo el pudor de

vuestra cordialidad. Vosotros os avergonzáis de vuestra pleamar, y otros se avergüenzan

de su bajamar.

¿Sois feos? ¡Bien, hermanos míos! ¡Envolveos en lo sublime, que es el manto de lo feo!

Y si vuestra alma se hace grande, también se vuelve altanera, y en vuestra sublimidad

hay maldad. Yo os conozco.

En la maldad el altanero se encuentra con el debilucho. Pero se malentienden recíprocamente.

Yo os conozco.

Sólo os es lícito tener enemigos que haya que odiar, pero no enemigos para despreciar.

Es necesario que estéis orgullosos de vuestro enemigo: entonces los éxitos de él son también

vuestros éxitos79.

Rebelión - ésa es la nobleza en el esclavo. ¡Sea vuestra nobleza obediencia! ¡Vuestro

propio mandar sea un obedecer!

«Tú debes» le suena a un buen guerrero más agradable que «yo quiero»80, y a todo lo

que os es amado debéis dejarle que primero os mande.

¡Sea vuestro amor a la vida amor a vuestra esperanza más alta: y sea vuestra esperanza

más alta el pensamiento más alto de la vida!

Pero debéis permitir que yo os ordene vuestro pensamiento más alto - y dice así: el

hombre es algo que debe ser superado.

¡Vivid, pues, vuestra vida de obediencia y de guerra! ¡Qué importa vivir mucho tiempo!

¡Qué guerrero quiere ser tratado con indulgencia!

¡Yo no os trato con indulgencia, yo os amo a fondo, hermanos míos en la guerra! -

Así habló Zaratustra.

77 En la cuarta parte, Coloquio con los reyes, los reyes recordarán a Zaratustra estas palabras.

78 En el mismo capítulo citado en la nota anterior, los reyes dicen a Zaratustra. «Nadie ha dicho hasta

ahora palabras tan belicosas como: “¿Qué es bueno? Ser valiente es bueno”. La buena guerra es la que

santifica toda causa. Oh, Zaratustra, la sangre de nuestros padres se agitaba en nuestro cuerpo al oír tales

palabras.»

79 El propio Zaratustra cita más adelante esta enseñanza suya; véase, en la tercera parte, De las tablas viejas

y nuevas, 21.

80 La contraposición entre «tú debes» y «yo quiero» ha sido desarrollada antes en esta misma parte, De

las tres transformaciones, Zaratustra volverá a mencionarla en la parte tercera, De tablas viejas y nuevas, 9.

Del nuevo ídolo

En algún lugar existen todavía pueblos y rebaños, pero no entre nosotros, hermanos míos:

aquí hay Estados.

¿Estado? ¿Qué es eso? ¡Bien! Abridme ahora los oídos, pues voy a deciros mi palabra

sobre la muerte de los pueblos. Estado se llama el más frío de todos los monstruos fríos81.

Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: «Yo, el Estado,

soy el pueblo.»

¡Es mentira! Creadores fueron quienes crearon los pueblos y suspendieron encima de

ellos una fe y un amor: así sirvieron a la vida.

Aniquiladores son quienes ponen trampas para muchos y las llaman Estado: éstos suspenden

encima de ellos una espada y cien concupiscencias.

Donde todavía hay pueblo, éste no comprende al Estado y lo odia, considerándolo mal

de ojo y pecado contra las costumbres y los derechos.

Esta señal os doy82: cada pueblo habla su lengua propia del bien y del mal: el vecino no

la entiende. Cada pueblo se ha inventado su lenguaje propio en costumbres y derechos.

Pero el Estado miente en todas las lenguas del bien y del mal; y diga lo que diga, miente

- y posea lo que posea, lo ha robado.

Falso es todo en él; con dientes robados muerde, ese mordedor. Falsas son incluso sus

entrañas.

Confusión de lenguas del bien y del mal: esta señal os doy como señal del Estado. ¡En

verdad, voluntad de muerte es lo que esa señal indica! ¡En verdad, hace señas a los predicadores

de la muerte!

Nacen demasiados: ¡para los superfluos fue inventado el Estado!

¡Mirad cómo atrae a los demasiados! ¡Cómo los devora y los masca y los rumia!

«En la tierra no hay ninguna cosa más grande que yo: yo soy el dedo ordenador de

Dios» - así ruge el monstruo. ¡Y no sólo quienes tienen orejas largas yvista corta se postran

de rodillas!

¡Ay, también en vosotros, los de alma grande, susurra él sus sombrías mentiras! ¡Ay, él

adivina cuáles son los corazones ricos, que con gusto se prodigan!

¡Sí, también os adivina a vosotros, los vencedores del viejo Dios! ¡Os habéis fatigado

en la lucha, y ahora vuestra fatiga continúa prestando culto al nuevo ídolo!

¡Héroes y hombres de honor quisiera colocar en torno a sí el nuevo ídolo! ¡Ese frío

monstruo - gusta de calentarse al sol de buenas conciencias!

Todo quiere dároslo a vosotros el nuevo ídolo, si vosotros lo adoráis83: se compra así el

brillo de vuestra virtud y la mirada de vuestros ojos orgullosos.

¡Quiere que vosotros le sirváis de cebo para pescar a los demasiados! ¡Sí, un artificio

infernal ha sido inventado aquí, un caballo de la muerte, que tintinea con el atavío de

honores divinos!

Sí, aquí ha sido inventada una muerte para muchos, la cual se precia a sí misma de ser

vida: ¡en verdad, un servicio íntimo para todos los predicadores de la muerte!

Estado llamo yo al lugar donde todos, buenos y malos, son bebedores de venenos: Estado,

al lugar en que todos, buenos y malos, se pierden a sí mismos: Estado, al lugar donde

el lento suicidio de todos - se llama «la vida».

¡Ved, pues, a esos superfluos! Roban para sí las obras de los inventores y los tesoros de

los sabios: cultura llaman a su latrocinio - ¡y todo se convierte para ellos en enfermedad y

molestia!

¡Ved, pues, a esos superfluos! Enfermos están siempre, vomitan su bilis y lo llaman periódico84.

Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse.

¡Ved, pues, a esos superfluos! Adquieren riquezas y con ello se vuelven más pobres.

Quieren poder y, en primer lugar, la palanqueta del poder, mucho dinero, - ¡esos insolventes!

¡Vedlos trepar, esos ágiles monos! Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran

al fango y a la profundidad.

Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer - ¡que la felicidad se sienta

en el trono! Con frecuencia es el fango el que se sienta en el trono - y también a menudo

el trono se sienta en el fango.

Dementes son para mí todos ellos, y monos trepadores y fanáticos. Su ídolo, el frío

monstruo, me huele mal: mal me huelen todos ellos juntos, esos idólatras.

Hermanos míos, ¿es que queréis asfixiaros con el aliento de sus hocicos y de sus concupiscencias?

¡Es mejor que rompáis las ventanas y saltéis al aire libre!

¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos de la idolatría de los superfluos!

¡Apartaos del mal olor! ¡Alejaos del humo de esos sacrificios humanos!

Aún está la tierra a disposición de las almas grandes. Vacíos se encuentran aún muchos

lugares para eremitas solitarios o en pareja, en torno a los cuales sopla el perfume de mares

silenciosos.

Aún hay una vida libre a disposición de las almas grandes.

En verdad, quien poco posee, tanto menos es poseído: ¡alabada sea la pequeña pobreza!

85.

Allí donde el Estado acaba comienza el hombre que no es superfluo: allí comienza la

canción del necesario, la melodía única e insustituible.

Allí donde el Estado acaba, - ¡miradme allí, hermanos míos! ¿No veis el arco iris y los

puentes del superhombre? –

Así habló Zaratustra.

81 Sobre la caracterización del Estado como monstruo puede verse también, más adelante, la conversación

de Zaratustra con el «perro de fuego»: segunda parte, De grandes acontecimientos.

82 «Esta señal os doy» es frase bíblica que aparece en Isaías, 7, 14: «Pues bien, el Señor mismo os dará

una señal: He aquí que la virgen concebirá y parirá un hijo.» También los Evangelios utilizan repetidas

veces la expresión «dar una señal».

83 Cita del Evangelio de Mateo, 4,9: «Todo esto te daré si, postrándote ante mí, me adoras» (palabras del

Tentador a Jesús).

84 Sobre la caracterización del «periódico» véase también, en la tercera parte, Del pasar de largo.

85 Sobre la «pequeña pobreza» puede verse, en la cuarta parte, La Cena, donde el adivino «cita» esta frase

de Zaratustra y le da una explicación irónica.

De las moscas del mercado

Huye, amigo mío, a tu soledad! Ensordecido te veo por el ruido de los grandes hombres,

y acribillado por los aguijones de los pequeños.

El bosque y la roca saben callar dignamente contigo. Vuelve a ser igual que el árbol al

que amas, el árbol de amplias ramas: silencioso y atento pende sobre el mar.

Donde acaba la soledad, allí comienza el mercado; y donde comienza el mercado, allí

comienzan también el ruido de los grandes comediantes y el zumbido de las moscas venenosas.

En el mundo las mejores cosas no valen nada sin alguien que las represente: grandes

hombres llama el pueblo a esos actores.

El pueblo comprende poco lo grande, esto es: lo creador. Pero tiene sentidos para todos

los actores y comediantes de grandes cosas.

En torno a los inventores de nuevos valores gira el mundo: - gira de modo invisible. Sin

embargo, en torno a los comediantes giran el pueblo y la fama: así marcha el mundo.

Espíritu tiene el comediante, pero poca conciencia de espíritu. Cree siempre en aquello

que mejor le permite llevar a los otros a creer - ¡a creer en él!

Mañana tendrá una nueva fe, y pasado mañana, otra más nueva. Sentidos rápidos tiene

el comediante, igual que el pueblo, y presentimientos cambiantes.

Derribar - eso significa para él: demostrar. Volver loco a uno - eso significa para él:

convencer. Y la sangre es para él el mejor de los argumentos86.

A una verdad que sólo en oídos delicados se desliza llámala mentira y nada. ¡En verdad,

sólo cree en dioses que hagan gran ruido en el mundo!

Lleno de bufones solemnes está el mercado - ¡y el pueblo se gloría de sus grandes

hombres! Éstos son para él los señores del momento.

Pero el momento los apremia: así ellos te apremian a ti. Y también de ti quieren ellos

un sí o un no. ¡Ay!, ¿quieres colocar tu silla entre un pro y un contra?

¡No tengas celos de esos incondicionales y apremiantes, amante de la verdad! Jamás se

ha colgado la verdad del brazo de un incondicional.

A causa de esas gentes súbitas, vuelve a tu seguridad: sólo en el mercado le asaltan a

uno con un ¿sí o no?

Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que aguardar

largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad.

Todo lo grande se aparta del mercado y de la fama: apartados de ellos han vivido desde

siempre los inventores de nuevos valores.

Huye, amigo mío, a tu soledad: te veo acribillado por moscas venenosas. ¡Huye allí

donde sopla un viento áspero, fuerte! ¡Huye a tu soledad! Has vivido demasiado cerca de

los pequeños y mezquinos. ¡Huye de su venganza invisible! Contra ti no son otra cosa

que venganza.

¡Deja de levantar tu brazo contra ellos! Son innumerables, y no es tu destino el ser espantamoscas.

Innumerables son esos pequeños y mezquinos; y a más de un edificio orgulloso han

conseguido derribarlo ya las gotas de lluvia y los yerbajos.

Tú no eres una piedra, pero has sido ya excavado por muchas gotas. Acabarás por resquebrájarteme

y por rompérteme en pedazos bajo tantas gotas.

Fatigado te veo por moscas venenosas, lleno de sangrientos rasguños te veo en cien sitios;

y tu orgullo no quiere ni siquiera encolerizarse.

Sangre quisieran ellas de ti con toda inocencia, sangre es lo que sus almas exangües codician

- y por ello pican con toda inocencia.

Mas tú, profundo, tú sufres demasiado profundamente incluso por pequeñas heridas; y

antes de que te curases, ya se arrastraba el mismo gusano venenoso por tu mano.

Demasiado orgulloso me pareces para matar a esos golosos. ¡Pero procura que no se

convierta en tu fatalidad el soportar toda su venenosa injusticia!

Ellos zumban a tu alrededor también con su alabanza: impertinencia es su alabanza87.

Quieren la cercanía de tu piel y de tu sangre.

Te adulan como a un dios o a un demonio; lloriquean delante de ti como delante de un

dios o de un demonio. ¡Qué importa! Son aduladores y llorones, y nada más.

También suelen hacerse los amables contigo. Pero ésa fue siempre la astucia de los cobardes.

¡Sí, los cobardes son astutos!

Ellos reflexionan mucho sobre ti con su alma estrecha, - ¡para ellos eres siempre preocupante!

Todo aquello sobre lo que se reflexiona mucho se vuelve preocupante.

Ellos te castigan por todas tus virtudes. Sólo te perdonan de verdad - tus fallos.

Como tú eres suave y de sentir justo, dices: «No tienen ellos la culpa de su mezquina

existencia». Mas su estrecha alma piensa: «Culpable es toda gran existencia.»

Aunque eres suave con ellos, se sienten, sin embargo, despreciados por ti; y te pagan

tus bondades con daños encubiertos.

Tu orgullo sin palabras repugna siempre a su gusto; se regocijan mucho cuando alguna

vez eres bastante modesto para ser vanidoso.

Lo que nosotros reconocemos en un hombre, eso lo hacemos arder también en él. Por

ello ¡guárdate de los pequeños!

Ante ti ellos se sienten pequeños, y su bajeza arde y se pone al rojo contra ti en invisible

venganza.

¿No has notado cómo solían enmudecer cuando tú te acercabas a ellos, y cómo su fuerza

los abandonaba, cual humo de fuego que se extingue?

Sí, amigo mío, para tus prójimos eres tú la conciencia malvada: pues ellos son indignos

de ti. Por eso te odian y quisieran chuparte la sangre.

Tus prójimos serán siempre moscas venenosas; lo que en ti es grande - eso cabalmente

tiene que hacerlos más venenosos y siempre más moscas.

Huye, amigo mío, a tu soledad y allí donde sopla un viento áspero, fuerte. No es tu destino

el ser espantamoscas. -

Así habló Zaratustra.

86 Sobre la sangre como argumento de la verdad puede verse, en la segunda parte, De los sacerdotes;

Nietzsche desarrolla esta idea también en el 53 de El Anticristo.

87 Véase Más allá del bien y del mal: «En el elogio hay más entrometimiento que en la censura».

De la castidad

Y o amo el bosque. En las ciudades se vive mal; hay en ellas demasiados lascivos.

¿No es mejor caer en las manos de un asesino que en los sueños de una mujer lasciva?

Y contempladme esos hombres: sus ojos lo dicen - no conocen nada mejor en la tierra

que yacer con una mujer. Fango hay en el fondo de su alma; ¡y ay si su fango tiene además

espíritu!

¡Si al menos fueran perfectos en cuanto animales! Mas del animal forma parte la inocencia.

¿Os aconsejo yo matar vuestros sentidos? Yo os aconsejo la inocencia de los sentidos.

¿Os aconsejo yo la castidad? La castidad es en algunos una virtud, pero en muchos es

casi un vicio.

Éstos son sin duda continentes: mas la perra Sensualidad mira con envidia desde todo

lo que hacen.

Incluso hasta las alturas de su virtud y hasta la frialdad del espíritu los sigue ese, bicho

con su insatisfacción.

¡Y con qué buenos modales sabe mendigar la perra Sensualidad un pedazo de espíritu

cuando se le deniega un pedazo de carne!

¿Vosotros amáis las tragedias y todo lo que destroza el corazón? Mas yo desconfío de

vuestra perra.

Para mí tenéis ojos demasiado crueles, y miráis lascivamente a los que sufren. ¿Es que

vuestra voluptuosidad no ha hecho más que enmascararse, y se llama compasión?

Y también os propongo esta parábola: no pocos que quisieron expulsar a su demonio

fueron a parar ellos mismos dentro de los cerdos88.

A quien la castidad le resulte dificil se le debe desaconsejar: para que no se convierta

ella en el camino hacia el infierno - es decir, hacia el fango y la lascivia del alma89.

¿Hablo yo de cosas sucias? Para mí no es esto lo peor.

Al hombre del conocimiento le disgusta bajar al agua de la verdad no cuando está sucia,

sino cuando no es profunda.

En verdad, hay personas castas de raíz: son dulces de corazón, ríen con más gusto y

más frecuencia que vosotros.

Se ríen incluso de la castidad y preguntan: «¡Qué es castidad!

¿No es castidad una tontería? Pero esa tontería ha venido a nosotros, y no nosotros a

ella.

Hemos ofrecido albergue y corazón a ese huésped: ahora habita en nosotros, - ¡que se

quede todo el tiempo que quiera!»

Así habló Zaratustra.

88 Alusión al Evangelio de Mateo, 9,28-32: «Llegó él a la orilla de enfrente, a la región de los gadarenos.

Desde el cementerio salieron a su encuentro dos endemoniados; eran tan peligrosos que nadie se atrevía a

transitar por aquel camino. De pronto empezaron a gritar: “¿Quién te mete a ti en esto, Hijo de Dios? ¿Has

venido aquí a atormentarnos antes de tiempo?” Una gran piara de cerdos estaba hozando a distancia. Los

demonios le dijeron: “Si nos echas, mándanos a la piara”. Jesús les dijo: “Id”. Salieron y se fueron a los

cerdos. De pronto la piara se abalanzó al lago, acantilado abajo, y murió ahogada.»

89 Paráfrasis de 1 Corintios, 7, 1-2: «Bueno es al hombre no tocar mujer: mas, por evitar la fornicación,

tenga cada uno su mujer y cada una tenga su marido.»

Del amigo

Uno siempre a mi alrededor es demasiado» - así piensa el eremita. «Siempre uno por

uno - ¡da a la larga dos!»

Yo y mí están siempre dialogando con demasiada vehemencia: ¿cómo soportarlo si no

hubiese un amigo?

Para el eremita el amigo es siempre el tercero: el tercero es el corcho que impide que el

diálogo de los dos se hunda en la profundidad.

Ay, existen demasiadas profundidades para todos los eremitas. Por ello desean ardientemente

un amigo y su altura. Nuestra fe en otros delata lo que nosotros quisiéramos creer

de nosotros mismos. Nuestro anhelo de un amigo es nuestro delator.

Y a menudo no se quiere, con el amor, más que saltar por encima de la envidia. Y a

menudo atacamos y nos creamos un enemigo para ocultar que somos vulnerables.

«¡Sé al menos mi enemigo!» - así habla el verdadero respeto, que no se atreve a solicitar

amistad.

Si se quiere tener un amigo hay que querer también hacer la guerra por él: y para hacer

la guerra hay que poder ser enemigo.

En el propio amigo debemos honrar incluso al enemigo. ¿Puedes tú acercarte mucho a

tu amigo sin pasarte a su bando?

En nuestro amigo debemos tener nuestro mejor enemigo. Con tu corazón debes estarle

máximamente cercano cuando le opones resistencia.

¿No quieres llevar vestido alguno delante de tu amigo? ¿Debe ser un honor para tu

amigo el que te ofrezcas a él tal como eres? ¡Pero él te mandará al diablo por esto!

El que no se recata provoca indignación: ¡tanta razón tenéis para temer la desnudez!

¡Sí, si fueseis dioses, entonces os sería lícito avergonzaros de vuestros vestidos!90

Nunca te adornarás bastante bien para tu amigo: pues debes ser para él una flecha y un

anhelo hacia el superhombre.

¿Has visto ya dormir a tu amigo - para conocer cuál es su aspecto?91 ¿Pues qué es, por

lo demás, el rostro de tu amigo? Es tu propio rostro, en un espejo grosero e imperfecto.

¿Has visto ya dormir a tu amigo? ¿No te horrorizaste de que tu amigo tuviese tal aspecto?

Oh, amigo mío, el hombre es algo que tiene que ser superado.

Un el adivinar y en el permanecer callado debe ser maestro el amigo: tú no tienes que

querer ver todo. Tu sueño debe descubrirte lo que tu amigo hace en la vigilia.

Un adivinar sea tu compasión: para que sepas primero si tu amigo quiere compasión.

Tal vez él ame en ti los ojos firmes y la mirada de la eternidad.

Ocúltese bajo una dura cáscara la compasión por el amigo, debes dejarte un diente en

ésta. Así tendrá la delicadeza y la dulzura que le corresponden.

¿Eres tú aire puro, y soledad, y pan, y medicina para tu amigo? Más de uno no puede

librarse a sí mismo de sus propias cadenas y es, sin embargo, un redentor para el amigo.

¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo. ¿Eres un tirano? Entonces no puedes

tener amigos92.

Durante demasiado tiempo se ha ocultado en la mujer un esclavo y un tirano. Por ello la

mujer no es todavía capaz de amistad: sólo conoce el amor.

En el amor de la mujer hay injusticia y ceguera frente a todo lo que ella no ama. Y hasta

en el amor sapiente de la mujer continúa habiendo agresión inesperada y rayo y noche

al lado de la luz.

La mujer no es todavía capaz de amistad: gatas continúan siendo siempre las mujeres, y

pájaros. O, en el mejor de los casos, vacas.

La mujer no es todavía capaz de amistad. Pero decidme, varones, ¿quién de vosotros es

capaz de amistad?

¡Cuánta pobreza, varones, y cuánta avaricia hay en vuestra alma! Lo que vosotros dais

al amigo, eso quiero darlo yo hasta a mi enemigo, y no por eso me habré vuelto más pobre.

Existe la camaradería: ¡ojalá exista la amistad!

Así habló Zaratustra.

90 Reminiscencia de la frase de Séneca (carta 31): Deus nudus est (Dios está desnudo).

91 Véase la nota 31.

92 Zaratustra condensa en este párrafo la doctrina griega sobre la amistad expuesta por Platón en La república

(576 a) y por Aristóteles en la Etica a Nicómaco (1161 a 30 - b 10).

De las mil metas y de la «única» meta93

Muchos países ha visto Zaratustra, y muchos pueblos: así ha descubierto el bien y el

mal de muchos pueblos. Ningún poder mayor ha encontrado Zaratustra en la tierra que

las palabras bueno y malvado.

Ningún pueblo podría vivir sin antes realizar valoraciones; mas si quiere conservarse,

no le es lícito valorar como valora el vecino.

Muchas cosas que este pueblo llamó buenas son para aquel otro afrenta y vergüenza:

esto es lo que yo he encontrado. Muchas cosas que eran llamadas aquí malvadas las encontré

allí adornadas con honores de púrpura.

Jamás un vecino ha entendido al otro: siempre su alma se asombraba de la demencia y

de la maldad del vecino.

Una tabla de valores está suspendida sobre cada pueblo. Mira, es la tabla de sus superaciones;

mira, es la voz de su voluntad de poder94.

Laudable es aquello que le parece difícil; a lo que es indispensable y a la vez difícil

llámalo bueno; y a lo que libera incluso de la suprema necesidad, a lo más raro, a lo dificilísimo,

- a eso lo ensalza como santo.

Lo que hace que él domine y venza y brille, para horror y envidia de su vecino: eso es

para él lo elevado, lo primero, la medida, el sentido de todas las cosas.

En verdad, hermano mío, si has conocido primero la necesidad y la tierra y el cielo y el

vecino de un pueblo: adivinarás sin duda la ley de sus superaciones y la razón de que

suba por esa escalera hacia su esperanza.

«Siempre debes ser tú el primero y aventajar a los otros95: a nadie, excepto al amigo,

debe amar tu alma celosa» - esto provocaba estremecimientos en el alma de un griego: y

con ello siguió la senda de su grandeza.

«Decir la verdad y saber manejar bien el arco y la flecha» - esto le parecía precioso y a

la vez difícil a aquel pueblo96 del que proviene mi nombre - el nombre que es para mí a la

vez precioso y difícil.

«Honrar padre y madre y ser dóciles para con ellos hasta la raíz del alma»: ésta fue la

tabla de la superación que otro pueblo suspendió por encima de sí, y con ello se hizo poderoso

y eterno97.

«Guardar fidelidad y dar por ella el honor y la sangre aun por causas malvadas y peligrosas

»: con esta enseñanza se domeñó a sí mismo otro pueblo98 y domeñándose de ese

modo quedó pesadamente grávido de grandes esperanzas.

En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y todo su mal. En verdad,

no los tomaron de otra parte, no los encontraron, éstos no cayeron sobre ellos como una

voz del cielo.

Para conservarse, el hombre empezó implantando valores en las cosas, - ¡él fue el primero

en crear un sentido a las cosas, un sentido humano! Por ello se llama «hombre», es

decir: el que realiza valoraciones99.

Valorar es crear: ¡oídlo, creadores! El valorar mismo es el tesoro y la joya de todas las

cosas valoradas.

Sólo por el valorar existe el valor: y sin el valorar estaría vacía la nuez de la existencia.

¡Oídlo, creadores!

Cambio de los valores - es cambio de los creadores. Siempre aniquila el que tiene que

ser un creador.

Creadores lo fueron primero los pueblos, y sólo después .los individuos; en verdad, el

individuo mismo es la creación más reciente.

Los pueblos suspendieron en otro tiempo por éncima de sí una tabla del bien. El amor

que quiere dominar y el amor que quiere obedecer crearon juntos para sí tales tablas.

El placer de ser rebaño es más antiguo que el placer de ser un yo: y mientras la buena

conciencia se llame rebaño, sólo la mala conciencia dice: yo.

En verdad, el yo astuto, carente de amor, el que quiere su propia utilidad en la utilidad

de muchos: ése no es el origen del rebaño, sino su ocaso.

Amantes fueron siempre, y creadores, los que crearon el bien y el mal. Fuego de amor

arde en los nombres de todas las virtudes, y fuego de cólera.

Muchos países ha visto Zaratustra, y muchos pueblos: ningún poder mayor ha encontrado

Zaratustra en la tierra que las obras de los amantes: «bueno» y «malvado» es el

nombre de tales obras.

En verdad, un monstruo es el poder de ese alabar y censurar. Decidme, hermanos míos,

¿quién me domeña ese monstruo? Decidme, ¿quién pone en cadenas las mil cervices de

ese animal?

Mil metas ha habido hasta ahora, pues mil pueblos ha habido. Sólo falta la cadena que

ate las mil cervices, falta la única meta. Todavía no tiene la humanidad meta alguna.

Mas decidme, hermanos: si a la humanidad le falta todavía la meta, ¿no falta todavía

también - ella misma? -

Así habló Zaratustra.

93 Suele traducirse este título por: «De las mil y una metas.» Como se verá por el desarrollo de todo el

capítulo y sobre todo por los párrafos finales, Nietzsche no se ha querido dejar llevar por la expresión popular

en todos los idiomas: «las mil y una», sino que, como él mismo dice: «Mil metas ha habido hasta ahora,

pues mil pueblos ha habido. Sólo falta la cadena de las mil cervices, falta la única meta.» La versión aquí

dada, «De las mil metas y de la única meta», se apoya en el hecho de haber escrito Nietzsche: Von tausend

und Einem Ziele, en lugar de: Von tausend und einem Ziele, como habría escrito si hubiera querido decir:

«De las mil y una metas.»

94 Primera aparición de la expresión «voluntad de poder»; a este concepto se le dedicará sobre todo, en la

segunda parte, el capítulo titulado De la superación de sí mismo.

95 Esta divisa del honor de la sociedad aristocrática griega tiene su expresión clásica en el verso 208 del

libro VI de La Ilíada: «Siempre ser el mejor y estar por encima de los demás». Idénticas palabras se repiten

en el verso 784 del libro XI, donde aparecen como consejo del anciano Peleo a su hijo Aquiles.

96 El pueblo persa. Véase también Ecce homo: «Decir la verdad y disparar bien con flechas, ésa es la virtud

persa».

97 El pueblo judío. Véase Éxodo, 20,12: «Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas largos años en la

tierra que Yahvé, tu Dios, va a darte».

98 El pueblo alemán.

99 Nietzsche basa esta afirmación suya en su creencia de que la palabra alemana Mensch (hombre) viene

del latín mensuratio (medida). Esta misma opinión la aduce también en La genealogía de la moral.

Del amor al prójimo

Vosotros os apretujáis alrededor del prójimo y tenéis hermosas palabras para expresar

ese vuestro apretujaros. Pero yo os digo: vuestro amor al prójimo es vuestro mal amor a

vosotros mismos.

Cuando huis hacia el prójimo huís de vosotros mismos, y quisierais hacer de eso una

virtud: pero yo penetro vuestro «desinterés».

El tú es más antiguo que el yo; el tú ha sido santificado, pero el yo, todavía no: por eso

corre el hombre hacia el prójimo.

¿Os aconsejo yo el amor al prójimo? ¡Prefiero aconsejaros la huida del prójimo y el

amor al lejano!100

Más elevado que el amor al prójimo es el amor al lejano y al venidero; más elevado que

el amor a los hombres es el amor a las cosas y a los fantasmas.

Ese fantasma que corre delante de ti, hermano mío, es más bello que tú; ¿por qué no le

das tu carne y tus huesos ? Pero tú tienes miedo y corres hacia tu prójimo.

No conseguís soportaros a vosotros mismos y no os amáis bastante: por eso queréis seducir

al prójimo a que ame, y doraros a vosotros con su error.

Yo quisiera que no soportaseis a ninguna clase de prójimo ni a sus vecinos; así tendríais

que crear, sacándolo de vosotros mismos, vuestro amigo y su corazón exuberante.

Invitáis a un testigo cuando queréis hablar bien de vosotros mismos; y una vez que lo

habéis seducido a pensar bien de vosotros, también vosotros mismos pensáis bien de vosotros.

No miente tan sólo aquel que habla en contra de lo que sabe, sino ante todo aquel que

habla en contra de lo que no sabe. Y así es como vosotros habláis de vosotros en sociedad,

y, al mentiros a vosotros, mentís al vecino.

Así habla el necio: «el trato con hombres estropea el carácter, especialmente si no se

tiene ninguno».

El uno va al prójimo porque se busca a sí mismo, y el otro, porque quisiera perderse.

Vuestro mal amor a vosotros mismos es lo que os trueca la soledad en prisión.

Los más lejanos101 son los que pagan vuestro amor al prójimo; y en cuanto os juntáis

cinco, siempre tiene que morir un sexto.

Yo no amo tampoco vuestras fiestas102: demasiados comediantes he encontrado siempre

en ellas, y también los espectadores se comportaban a menudo como comediantes.

Yo no os enseño el prójimo, sino el amigo. Sea el amigo para vosotros la fiesta de la

tierra y un presentimiento del superhombre.

Yo os enseño el amigo y su corazón rebosante. Pero hay que saber ser una esponja si se

quiere ser amado por corazones rebosantes.

Yo os enseño el amigo en el que el mundo se encuentra ya acabado, como una copa del

bien, - el amigo creador, que siempre tiene un mundo acabado que regalar.

Y así como el mundo se desplegó para él, así volverá a plegársele en anillos, como el

devenir del bien por el mal, como el devenir de las finalidades surgiendo del azar.

El futuro y lo lejano sean para ti la causa de tu hoy: en tu amigo debes amar al superhombre

como causa de ti.

Hermanos míos, yo no os aconsejo el amor al prójimo: yo os aconsejo el amor al lejano.

Así habló Zaratustra.

100 Náchste, Fernste. La circunstancia de que derNächste (el prójimo) sea en alemán un superlativo

(nahe, cerca: Nachbar, vecino; Nächste, prójimo, o, si se quiere, el «más próximo de todos») permite a

Nietzsche ampliar verbalmente la distancia entre los dos extremos y decir: der Fernste (el más lejano de

todos), en lugar de der Ferne (el lejano), que sería, en castellano, lo contrario del prójimo (próximo). El

«amor al prójimo» es un precepto bíblico: Levítico, 19, 18; Evangelio de Mateo, 22, 39; Evangelio de Marcos,

12, 31: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.»

101 Véasela nota anterior.

102 Véase Amós, 5, 21: «Yo, odio y aborrezco vuestras fiestas» (palabras de Yahvé a los hebreos).

Del camino del creador

Quieres marchar, hermano mío, a la soledad? ¿Quieres buscar el camino que lleva a ti

mismo? Deténte un poco y escúchame.

«El que busca, fácilmente se pierde a sí mismo. Todo irse a la soledad es culpa»: así

habla el rebaño. Y tú has formado parte del rebaño durante mucho tiempo.

La voz del rebaño continuará resonando dentro de ti. Y cuando digas «yo ya no tengo la

misma conciencia que vosotros», eso será un lamento y un dolor.

Mira, aquella conciencia única dio a luz también ese dolor: y el último resplandor de

aquella conciencia continúa brillando sobre tu tribulación.

Pero ¿tú quieres recorrer el camino de tu tribulación, que es el camino hacia ti mismo?

¡Muéstrame entonces tu derecho y tu fuerza para hacerlo!

¿Eres tú una nueva fuerza y un nuevo derecho? ¿Un primer movimiento? ¿Una rueda

que se mueve por sí misma?103 ¿Puedes forzar incluso a las estrellas a que giren a tu

alrededor?

¡Ay, existe tanta ansia de elevarse! ¡Existen tantas convulsiones de los ambiciosos!

¡Muéstrame que tú no eres un ansioso ni un ambicioso!

Ay, existen tantos grandes pensamientos que no hacen más que lo que el fuelle: inflan y

producen un vacío aún mayor. ¿Libre te llamas a ti mismo? Quiero oír tu pensamiento

dominante, y no que has escapado de un yugo.

¿Eres tú alguien al que le sea lícito escapar de un yugo? Más de uno hay que arrojó de

sí su último valor al arrojar su servidumbre.

¿Libre de qué? ¡Qué importa eso a Zaratustra! Tus ojos deben anunciarme con claridad:

¿libre para qué?

¿Puedes prescribirte a ti mismo tu bien y tu mal y suspender tu voluntad por encima de

ti como una ley? ¿Puedes ser juez para ti mismo y vengador de tu ley?

Terrible cosa es hallarse solo con el juez y vengador de la propia ley. Así es arrojada

una estrella al espacio vacío y al soplo helado de hallarse solo.

Hoy sufres todavía a causa de los muchos, tú que eres uno solo: hoy conservas aún todo

tu valor y todas tus esperanzas. Mas alguna vez la soledad te fatigará, alguna vez tu orgullo

se curvará y tu valor rechinará los dientes. Alguna vez gritarás «¡estoy solo!».

Alguna vez dejarás de ver tu altura y contemplarás demasiado cerca tu bajeza; tu sublimidad

misma te aterrorizará como un fantasma. Alguna vez gritarás: «¡Todo es falso

»104!

Hay sentimientos que quieren matar al solitario; ¡si no lo consiguen, ellos mismos tienen

que morir entonces! Mas ¿eres tú capaz de ser asesino?

¿Conoces ya, hermano mío, la palabra «desprecio»? ¿Y el tormento de tu justicia, de

ser justo con quienes te desprecian?

Tú fuerzas a muchos a cambiar de doctrina acerca de ti; esto te lo hacen pagar caro. Te

aproximaste a ellos y pasaste de largo: esto no te lo perdonan nunca.

Tú caminas por encima de ellos105: pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te

ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es, sin embargo, el que vuela.

«¡Cómo vais a ser justos conmigo! - tienes que decir - yo elijo para mí vuestra injusticia

como la parte que me ha sido asignada.»

Injusticia y suciedad arrojan ellos al solitario: pero, hermano mío, si quieres ser una estrella,

¡no tienes que iluminarlos menos por eso!

¡Y guárdate de los buenos y justos! Con gusto crucifican a quienes se inventan una virtud

para sí mismos, - odian al solitario.

¡Guárdate también de la santa simplicidad!106 Para ella no es santo lo que no es simple;

también le gusta jugar con el fuego - con el fuego de las hogueras para quemar seres

humanos.

¡Y guárdate también de los asaltos de tu amor! Con demasiada prisa tiende el solitario

la mano a aquel con quien se encuentra.

A ciertos hombres no te es lícito darles la mano, sino sólo la pata: y yo quiero que tu

pata tenga también garras.

Pero el peor enemigo con que puedes encontrarte serás siempre tú mismo; a ti mismo te

acechas tú en las cavernas y en los bosques.

¡Solitario, tú recorres el camino que lleva a ti mismo! ¡Y tu camino pasa al lado de ti

mismo y de tus siete demonios!

Un hereje serás para ti mismo, y una bruja y un hechicero y un necio y un escéptico y

un impío y un malvado.

Tienes que querer quemarte a ti mismo en tu propia llama: ¡cómo te renovarías si antes

no te hubieses convertido en ceniza!

Solitario, tú recorres el camino del creador: ¡con tus siete demonios quieres crearte para

ti un Dios!

Solitario, tú recorres el camino del amante: te amas a ti mismo y por ello te desprecias

como sólo los amantes saben despreciar.

¡El amante quiere crear porque desprecia! ¡Qué sabe del amor el que no tuvo que despreciar

precisamente aquello que amaba!

Vete a tu soledad con tu amor y con tu crear, hermano mío; sólo más tarde te seguirá la

justicia cojeando.

Vete con tus lágrimas a tu soledad, hermano mío. Yo amo a quien quiere crear por encima

de sí mismo y por ello perece. –

Así habló Zaratustra.

103 Véase antes De las tres transformaciones, la descripción del niño: «Inocencia es el niño, y olvido, un

nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir

sí».

104 Un desarrollo de esta idea puede verse en La genealogía de la moral, apartado tercero, «¿Qué significan

los ideales ascéticos?». También aquí se alude más adelante a esto mismo: véase, en la cuarta parte, La

sombra.

105 Véase, en la segunda parte, De los doctos.

106 O sancta simplicitas es frase que se dice pronunciada por Juan Hus (1369-1415) cuando, encontrándose

sobre la hoguera a que se le había condenado por hereje, vio cómo una viejecilla, movida por su celo

religioso, arrojaba más leña a las llamas en que aquél ardía.

De viejecillas y de jovencillas

Por qué te deslizas a escondidas y de manera esquiva en el crepúsculo, Zaratustra?

¿Qué es lo que escondes con tanto cuidado bajo tu manto?

¿Es un tesoro que te han regalado? ¿O un niño que has dado a luz? ¿O es que tú mismo

sigues ahora los caminos de los ladrones, tú amigo de los malvados?» -

¡En verdad, hermano mío!, dijo Zaratustra, es un tesoro que me han regalado: es una

pequeña verdad lo que llevo conmigo. Pero es revoltosa como un niño pequeño; y si no le

tapo la boca, grita a voz en cuello.

Cuando hoy recorría solo mi camino, a la hora en que el sol se pone, me encontré con

una viejecilla, la cual habló así a mi alma:

«Muchas cosas nos ha dicho Zaratustra también a nosotras las mujeres, pero nunca nos

ha hablado sobre la mujer».

Y yo le repliqué: «Sobre la mujer se debe hablar tan sólo a varones».

«Háblame también a mí acerca de la mujer, dijo ella; soy bastante vieja para volver a

olvidarlo enseguida.»

Y yo accedí al ruego de la viejecilla y le hablé así107:

Todo en la mujer es un enigma, y todo en la mujer tiene una única solución: se llama

embarazo.

El varón es para la mujer un medio: la finalidad es siempre el hijo. ¿Pero qué es la mujer

para el varón?

Dos cosas quiere el varón auténtico: peligro y juego. Por ello quiere él a la mujer, que

es el más peligroso de los juguetes.

El varón debe ser educado para la guerra, y la mujer, para la recreación del guerrero:

todo lo demás es tontería.

Los frutos demasiado dulces - al guerrero no le gustan. Por ello le gusta la mujer: amarga

es incluso la más dulce de las mujeres.

La mujer entiende a los niños mejor que el varón, pero éste es más niño que aquélla.

En el varón auténtico se esconde un niño: éste quiere jugar. ¡Adelante, mujeres, descubrid

el niño en el varón!

Sea un juguete la mujer, puro y delicado, semejante a la piedra preciosa, iluminado por

las virtudes de un mundo que todavía no existe.

¡Resplandezca en vuestro amor el rayo de una estrella! Diga vuestra voluntad: «¡Ojalá

diese yo a luz el superhombre!»

¡Haya valentía en vuestro amor! ¡Con vuestro amor debéis lanzaros contra aquel que os

infunde miedo!

¡Que vuestro honor esté en vuestro amor! Por lo demás, poco entiende de honor la mujer.

Pero sea vuestro honor amar siempre más de lo que sois amadas y no ser nunca las

segundas.

Tema el varón a la mujer cuando ésta ama: entonces realiza ella todos los sacrificios, y

todo lo demás lo considera carente de valor.

Tema el varón a la mujer cuando ésta odia: pues en el fondo del alma el varón es tan sólo

malvado, pero la mujer es allí mala.

¿A quién odia más la mujer? - Así le dijo el hierro al imán: «A ti es a lo que más odio,

porque atraes, pero no eres bastante fuerte para retener».

La felicidad del varón se llama: yo quiero. La felicidad de la mujer se llama: él quiere.

«¡Mira, justo ahora se ha vuelto perfecto el mundo!» - así piensa toda mujer cuando

obedece desde la plenitud del amor.

Y la mujer tiene que obedecer y tiene que encontrar una profundidad para su superficie.

Superficie es el ánimo de la mujer, una móvil piel tempestuosa sobre aguas poco profundas.

Pero el ánimo del varón es profundo, su corriente ruge en cavernas subterráneas: la mujer

presiente su fuerza, mas no la comprende. -

Entonces me replicó la viejecilla: «Muchas gentilezas acaba de decir Zaratustra, y sobre

todo para quienes son bastante jóvenes para ellas.

¡Es extraño, Zaratustra conoce poco a las mujeres, y, sin embargo, tiene razón sobre

ellas! ¿Ocurre esto acaso porque para la mujer nada es imposible?108

¡Y ahora toma, en agradecimiento, una pequeña verdad! ¡Yo soy bastante vieja para

ella!

Envuélvela bien y tápale la boca: de lo contrario grita a voz en cuello esta pequeña verdad.

»

«¡Dame, mujer, tu pequeña verdad!», dije yo. Y así habló la viejecilla:

«¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!»109

Así habló Zaratustra.

107 Una paráfrasis y ampliación de las ideas sobre la mujer expuestas aquí por Zaratustra pueden verse en

Ecce homo.

108 Paráfrasis irónica del Evangelio de Lucas, 1, 37: «Para Dios nada es imposible». Son palabras del ángel

Gabriel a María al anunciarle que su pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez.

109 En la tercera parte, La otra canción del baile, Zaratustra usará este látigo para hacer que la vida -«una

mujer»- baile.

De la picadura de la víbora

Un día habíase quedado Zaratustra dormido debajo de una higuera, pues hacía calor, y

había colocado sus brazos sobre el rostro. Entonces vino una víbora y le picó en el cuello,

de modo que Zaratustra se despertó gritando de dolor110. Al retirar el brazo del rostro vio

a la serpiente: ésta reconoció entonces los ojos de Zaratustra, dio la vuelta torpemente y

quiso marcharse. «¡No, dijo Zaratustra; todavía no has recibido mi agradecimiento! Me

has despertado a tiempo, mi camino es todavía largo.» «Tu camino es ya corto, dijo la

víbora con tristeza; mi veneno mata.» Zaratustra sonrió. «¿En alguna ocasión ha muerto

un dragón por el veneno de una serpiente? - dijo. ¡Pero toma de nuevo tu veneno! No eres

bastante rica para regalármelo.» Entonces la víbora se lanzó otra vez alrededor de su cuello

y le lamió la herida.

En una ocasión en que Zaratustra contó esto a sus discípulos, éstos preguntaron: «¿Y

cuál es, Zaratustra, la moraleja de tu historia?» Zaratustra respondió así:

Los buenos y justos me llaman el aniquilador de la moral111:mi historia es inmoral.

Si vosotros tenéis un enemigo, no le devolváis bien por mal: pues eso lo avergonzaría.

Sino demostrad que os ha hecho un bien.

¡Y es preferible que os encolericéis a que avergoncéis a otro! Y si os maldicen, no me

agrada que queráis bendecir112. ¡Es mejor que también vosotros maldigáis un poco!

¡Y si se ha cometido una gran injusticia con vosotros, cometed vosotros enseguida cinco

pequeñas! Es horrible ver a alguien a quien la injusticia lo oprime sólo a él.

¿Sabíais ya esto? Injusticia dividida es justicia a medias. ¡Y sólo debe cargar con la injusticia

aquel que sea capaz de llevarla!

Una pequeña venganza es más humana que ninguna. Y si el castigo no es también un

derecho y un honor para el prevaricador, entonces tampoco me gusta vuestro castigo.

Es más noble quitarse a sí mismo la razón que mantenerla, sobre todo si se la tiene. Sólo

que hay que ser bastante rico para hacerlo.

No me gusta vuestra fría justicia; y desde los ojos de vuestros jueces me miran siempre

el verdugo y su fría cuchilla113. Decidme, ¿dónde se encuentra la justicia que sea amor

con ojos clarividentes?

¡Inventad, pues, el amor que soporta no sólo todos los castigos, sino también todas las

culpas!

¡Inventad, pues, la justicia que absuelve a todos, excepto a los que juzgan!

¿Queréis oír todavía otra cosa? En quien quiere ser radicalmente justo, en ése incluso la

mentira se convierte en afabilidad con los hombres.

¡Mas cómo voy yo a querer ser radicalmente justo! ¡Cómo puedo dar a cada uno lo suyo!

Básteme esto: yo doy a cada uno lo mío.

¡En fin, hermanos, cuidad de no ser injustos con ningún eremita! ¡Cómo podría olvidar

un eremita! ¡Cómo podría él resarcirse!

Cual un pozo profundo es un eremita. Es fácil arrojar dentro una piedra; mas una vez

que ha llegado al fondo, decidme, ¿quién quiere sacarla de nuevo?

¡Guardaos de ofender al eremita! Pero si lo habéis hecho, ¡entonces matadlo además!

Así habló Zaratustra.

110 Posible reminiscencia de Hamlet, I, 5. La Sombra (el alma del padre de Hamlet) le cuenta a éste: «Ha

corrido la voz de que, estando yo dormido en mi jardín, me picó una serpiente...»

111 Véase la nota 28.

112 Antítesis de lo que dice el Evangelio de Mateo, 5, 44: «Bendecid a quienes os maldicen.»

113 Véase antes, Del pálido delincuente.

Del hijo y del matrimonio

Tengo una pregunta para ti solo, hermano mío: como una sonda lanzo esta pregunta a tu

alma, para saber lo profunda que es.

Tú eres joven y deseas para ti hijos y matrimonio. Pero yo te pregunto: ¿eres un hombre

al que le sea lícito desear para sí un hijo?

¿Eres tú el victorioso, el domeñador de ti mismo, el soberano de los sentidos, el señor

de tus virtudes? Así te pregunto. ¿O hablan en tu deseo el animal y la necesidad? ¿O la

soledad? ¿O la insatisfacción contigo mismo?

Yo quiero que tu victoria y tu libertad anhelen un hijo. Monumentos vivientes debes

erigir a tu victoria y a tu liberación Por encima de ti debes construir. Pero antes tienes que

estar construido tú mismo, cuadrado114 de cuerpo y de alma.

¡No debes propagarte sólo al mismo nivel, sino hacia arriba! ¡Ayúdete para ello el jardín

del matrimonio!115

Un cuerpo más elevado debes crear, un primer movimiento, una rueda que gire por sí

misma, - un creador debes tú crear.

Matrimonio: así llamo yo la voluntad de dos de crear uno que sea más que quienes lo

crearon. Respeto recíproco llamo yo al matrimonio, entre quienes desean eso.

Sea ése el sentido y la verdad de tu matrimonio. Pero lo que llaman matrimonio los demasiados,

esos superfluos, - ay, ¿cómo lo llamo yo?

¡Ay, esa pobreza de alma entre dos! ¡Ay, esa suciedad de alma entre dos! ¡Ay, ese lamentable

bienestar entre dos!116

Matrimonio llaman ellos a todo eso; y dicen que sus matrimonios han sido contraídos

en el cielo.

¡No, a mí no me gusta ese cielo de los superfluos! ¡No, a mí no me gustan esos animales

trabados en la red celestial!

¡Permanezca lejos de mí también el dios que se acerca cojeando a bendecir lo que él no

ha unido!117

¡No me os riáis de tales matrimonios! ¿Qué hijo no tendría motivo para llorar sobre sus

padres?

Digno me parecía a mí ese varón, y maduro para el sentido de la tierra: mas cuando vi a

su mujer, la tierra me pareció una casa de insensatos.

Sí, yo quisiera que la tierra temblase en convulsiones cuando un santo y una gansa se

aparean.

Éste marchó como un héroe a buscar verdades, y acabó trayendo como botín una pequeña

mentira engalanada118. Su matrimonio lo llama.

Aquél era esquivo en sus relaciones con otros, y seleccionaba al elegir. Pero de una sola

vez se estropeó su compañía para siempre: su matrimonio lo llama.

Aquél otro buscaba una criada que tuviese las virtudes de un ángel. Pero de una sola

vez se convirtió él en criada de una mujer, y ahora sería necesario que, además, se transformase

en ángel119.

He encontrado que ahora todos los compradores andan con cuidado y que todos tienen

ojos astutos. Pero incluso el más astuto se compra su mujer a ciegas.

Muchas breves tonterías - eso se llama entre vosotros amor. Y vuestro matrimonio pone

fin a muchas breves tonterías en la forma de una sola y prolongada estupidez.

Vuestro amor a la mujer, y el amor de la mujer al varón: ¡ay, ojalá fuera compasión por

dioses sufrientes y encubiertos! Pero casi siempre dos animales se adivinan recíprocamente.

E incluso vuestro mejor amor no es más que un símbolo extático y un dolorido ardor.

Es una antorcha que debe iluminaros hacia caminos más elevados.

¡Por encima de vosotros mismos debéis amar alguna vez! ¡Por ello, aprended primero a

amar! Y para ello tenéis que beber el amargo cáliz de vuestro amor120.

Amargura hay en el cáliz incluso del mejor amor: ¡por eso produce anhelo del superhombre,

por eso te da sed a ti, creador!

Sed para el creador, flecha y anhelo hacia el superhombre: di, hermano mío, ¿es ésta tu

voluntad de matrimonio? Santos son entonces para mí tal voluntad y tal matrimonio. –

Así habló Zaratustra.

114 Véase la nota 54.

115 En la tercera parte, De tablas viejas y nuevas, 24, repetirá Zaratustra este consejo con las mismas palabras.

116 Zaratustra aplica ahora al matrimonio el mismo estribillo «pobreza, suciedad y un lamentable bienestar

» que antes había aplicado al alma, la felicidad, la razón y la virtud. Véase el Prólogo de Zaratustra, 3.

117 Antítesis de lo que dice el Evangelio de Mateo, 19, 6: «... lo que Dios ha unido». El «dios cojo» es

una alusión al dios griego Hefesto, que, como se dice en el párrafo anterior, «traba en una red celestial» a

su esposa Afrodita y a Ares, al sorprenderlos en adulterio.

118 Cita irónica de una conocida frase de Goethe al final de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister.

«Saúl, hijo de Quis, salió a buscar las pollinas de su padre y encontró un reino». La frase de Goethe es una

síntesis de lo narrado en la Biblia, capítulos 9 y 10 de 1 Samuel.

119 Algunos comentaristas han querido ver en estas cuatro sarcásticas viñetas otras tantas alusiones a cuatro

matrimonios amigos de Nietzsche. La identificación es peligrosa e insegura. Es posible que las «vivencias

» de Nietzsche al contemplar ciertos matrimonios se expresasen en esos mismos enunciados. Mas,

como ocurre en toda esta obra, Nietzsche transpone sus vivencias a un plano general.

120 «Beber el cáliz» es expresión bíblica. Véase el Evangelio de Mateo, 26,27-29.

De la muerte libre

Muchos mueren demasiado tarde, y algunos mueren demasiado pronto. Todavía suena

extraña esta doctrina: «¡Muere a tiempo!»

Morir a tiempo: eso es lo que Zaratustra enseña.

En verdad, quien no vive nunca a tiempo, ¿cómo va a morir a tiempo? ¡Ojalá no hubiera

nacido jamás! - Esto es lo que aconsejo a los superfluos.

Pero también los superfluos se dan importancia con su muerte, y también la nuez más

vacía de todas quiere ser cascada.

Todos dan importancia al morir: pero la muerte no es todavía una fiesta. Los hombres

no han aprendido aún cómo se celebran las fiestas más bellas.

Yo os muestro la muerte consumadora, que es para los vivos un aguijón121 y una promesa.

El consumador muere su muerte victoriosamente, rodeado de personas que esperan y

prometen.

Así se debería aprender a morir; ¡y no debería haber fiesta alguna en que uno de esos

moribundos no santificase los juramentos de los vivos!

Morir así es lo mejor; pero lo segundo es: morir en la lucha y prodigar un alma grande.

Tanto al combatiente como al victorioso les resulta odiosa esa vuestra gesticuladora

muerte que se acerca furtiva como un ladrón - y que, sin embargo, viene como señor122.

Yo os elogio mi muerte, la muerte libre, que viene a mí porque yo quiero.

¿Y cuándo querré? - Quien tiene una meta y un heredero quiere la muerte en el momento

justo para la meta y para el heredero.

Y por respeto a la meta y al heredero ya no colgará coronas marchitas en el santuario de

la vida.

En verdad, yo no quiero parecerme a los cordeleros: estiran sus cuerdas y, al hacerlo,

van siempre hacia atrás.

Más de uno se vuelve demasiado viejo incluso para sus verdades y sus victorias; una

boca desdentada no tiene ya derecho a todas las verdades.

Y todo el que quiera tener fama tiene que despedirse a tiempo del honor y ejercer el difícil

arte de - irse a tiempo.

Hay que poner fin al dejarse comer en el momento en que mejor sabemos: esto lo conocen

quienes desean ser amados durante mucho tiempo.

Hay, ciertamente, manzanas agrias, cuyo destino quiere aguardar hasta el último día del

otoño: a un mismo tiempo se ponen maduras, amarillas y arrugadas.

En unos envejece primero el corazón, y en otros, el espíritu. Y algunos son ancianos en

su juventud: pero una juventud tardía mantiene joven durante mucho tiempo.

A algunos el vivir se les malogra: un gusano venenoso les roe el corazón. Por ello, cuiden

tanto más de que no se les malogre el morir.

Algunos no llegan nunca a estar dulces, se pudren ya en el verano. La cobardía es lo

que los retiene en su rama.

Demasiados son los que viven, y durante demasiado tiempo penden de sus ramas. ¡Ojalá

viniera una tempestad que hiciese caer del árbol a todos esos podridos y comidos de

gusanos!

¡Ojalá viniesen predicadores de la muerte rápida! ¡Éstos serían para mí las oportunas

tempestades que sacudirían los árboles de la vida! Pero yo oigo predicar tan sólo la muerte

lenta y paciencia con todo lo «terreno».

Ay, ¿vosotros predicáis paciencia con las cosas terrenas? ¡Esas cosas terrenas son las

que tienen demasiada paciencia con vosotros, hocicos blasfemos!

En verdad, demasiado pronto murió aquel hebreo a quien honran los predicadores de la

muerte lenta: y para muchos se ha vuelto desde entonces una fatalidad el que él muriese

demasiado pronto.

No conocía aún más que lágrimas y la melancolía propia del hebreo, junto con el odio

de los buenos y justos, - el hebreo Jesús123: y entonces lo acometió el anhelo de la muerte.

¡Ojalá hubiera permanecido en el desierto, y lejos de los buenos y justos! ¡Tal vez

habría aprendido a vivir y a amar la tierra - y, además, a reír!124

¡Creedme, hermanos míos! Murió demasiado pronto; ¡él mismo se habría retractado de

su doctrina si hubiera alcanzado mi edad! ¡Era bastante noble para retractarse!

Pero todavía estaba inmaduro. De manera inmadura ama el joven, y de manera inmadura

odia también al hombre y a la tierra. Tiene aún atados y torpes el ánimo y las alas del

espíritu.

Pero en el adulto hay más niño que en el joven, y menos melancolía: entiende mejor de

muerte y de vida.

Libre para la muerte y libre en la muerte, un santo que dice no cuando ya no es tiempo

de decir sí: así es como él entiende de vida y de muerte.

Que vuestro morir no sea una blasfemia contra el hombre y contra la tierra, amigos míos:

esto es lo que yo le pido a la miel de vuestra alma.

En vuestro morir deben seguir brillando vuestro espíritu y vuestra virtud, cual luz vespertina

en torno a la tierra: de lo contrario, se os habrá malogrado el morir.

Así quiero morir yo también, para que vosotros, amigos, améis más la tierra, por amor a

mí; y quiero volver a ser tierra, para reposar en aquella que me dio a luz.

En verdad, una meta tenía Zaratustra, lanzó su pelota: ahora, amigos, sois vosotros

herederos de mi meta, a vosotros os lanzo la pelota de oro125.

¡Más que nada prefiero, amigos míos, veros lanzar la pelota de oro! Y por ello me demoro

aún un poco en la tierra: ¡perdonádmelo!

Así habló Zaratustra.

121 «El aguijón de la muerte» es expresión bíblica. Véase 1 Corintios, 15, 55: «Muerte, ¿dónde está tu

aguijón?» Por contraposición a él, Zaratustra hablará en la tercera parte del «aguijón de la libertad»; véase

De tablas viejas, y nuevas.

122 Véase la nota 11.

123 La alusión a «el hebreo Jesús» como un personaje ya fallecido y, por lo tanto, anterior a Zaratustra, es

un anacronismo voluntario. No es el único en esta obra.

124 Alusión a lo que se dice en el Evangelio de Lucas, 6, 25: «¡Ay de los que ahora reís, porque vais a lamentaron

y llorar». En la cuarta parte, Del hombre superior, 16, vuelve Zaratustra a tratar este tema.

125 La «pelota de oro» es aquí símbolo de la doctrina de Zaratustra. Zaratustra la lanza a sus discípulos

para que éstos la recojan y continúen.

De la virtud que hace regalos

Cuando Zaratustra se hubo despedido de la ciudad que su corazón amaba y cuyo nombre

es: «La Vaca Multicolor» - le siguieron muchos que se llamaban sus discípulos y le

hacían compañía126. Llegaron así a una encrucijada: allí Zaratustra les dijo que desde

aquel momento quería marchar solo, pues era amigo de caminar en soledad. Y sus discípulos

le entregaron como despedida un bastón en cuyo puño de oro se enroscaba en torno

al sol una serpiente127. Zaratustra se alegró del bastón y se apoyó en él; luego habló así a

sus discípulos.

Decidme: ¿cómo llegó el oro a ser el valor supremo? Porque es raro, e inútil, y resplandeciente,

y suave en su brillo; siempre hace don de sí mismo.

Sólo en cuanto efigie de la virtud más alta llegó el oro a ser el valor supremo. Semejante

al oro resplandece la mirada del que hace regalos. Brillo de oro sella paz entre luna y

sol.

Rara es la virtud más alta, e inútil, y resplandeciente, y suave en su brillo: una virtud

que hace regalos es la virtud más alta.

En verdad, yo os adivino, discípulos míos: vosotros aspiráis, como yo, a la virtud que

hace regalos. ¿Qué tendríais vosotros en común con gatos y lobos?

Ésta es vuestra sed, el llegar vosotros mismos a ser ofrendas y regalos: y por ello tenéis

sed de acumular todas las riquezas en vuestra alma.

Insaciable anhela vuestra alma tesoros y joyas, porque vuestra virtud es insaciable en su

voluntad de hacer regalos. Forzáis a todas las cosas a acudir a vosotros y a entrar en vosotros,

para que vuelvan a fluir de vuestro manantial como los dones de vuestro amor.

En verdad, semejante amor que hace regalos tiene que convertirse en ladrón de todos

los valores; pero yo llamo sano y sagrado a ese egoísmo128.

Existe otro egoísmo, demasiado pobre, un egoísmo hambriento que siempre quiere hurtar,

el egoísmo de los enfermos, el egoísmo enfermo.

Con ojos de ladrón mira ése egoísmo todo lo que brilla; con la avidez del hambre mira

hacia quien tiene de comer en abundancia; y siempre se desliza a hurtadillas en torno a la

mesa de quienes hacen regalos.

Enfermedad habla en tal codicia, y degeneración invisible; desde el cuerpo enfermo

habla la ladrona codicia de ese egoísmo. Decidme, hermanos míos: ¿qué es para nosotros

lo malo y lo peor? ¿No es la degeneración? - Y siempre adivinamos degeneración allí

donde falta el alma que hace regalos.

Hacia arriba va nuestro camino, desde la especie asciende a la super-especie. Pero un

horror es para nosotros el sentido degenerante que dice: «Todo para mí».

Hacia arriba vuela nuestro sentido: de este modo es un símbolo de nuestro cuerpo, símbolo

de una elevación. Símbolos de tales elevaciones son los nombres de las virtudes.

Así atraviesa el cuerpo la historia, como algo que deviene y lucha. Y el espíritu - ¿qué

es el espíritu para el cuerpo? Heraldo de sus luchas y victorias, compañero y eco.

Símbolos son todos los nombres del bien y del mal: no declaran, sólo hacen señas.

¡Tonto es quien de ellos quiere sacar saber!

Prestad atención, hermanos míos, a todas las horas en que vuestro espíritu quiere hablar

por símbolos: allí está el origen de vuestra virtud.

Elevado está entonces vuestro cuerpo, y resucitado; con sus delicias cautiva al espíritu,

para que éste se convierta en creador y en apreciador y en amante y en benefactor de todas

las cosas.

Cuando vuestro corazón hierve, ancho y lleno, igual que el río, siendo una bendición y

un peligro para quienes habitan a su orilla: allí está el origen de vuestra virtud.

Cuando estáis por encima de la alabanza y de la censura, y vuestra voluntad quiere dar

órdenes a todas las cosas, como voluntad que es de un amante: allí está el origen de vuestra

virtud.

Cuando despreciáis lo agradable y la cama blanda, y no podéis acostaros a suficiente

distancia de los comodones: allí está el origen de vuestra virtud.

Cuando no tenéis más que una sola voluntad, y ese viraje de toda necesidad se llama

para vosotros necesidad129: allí está el origen de vuestra virtud.

¡En verdad, ella es un nuevo bien y un nuevo mal! ¡En verdad, es un nuevo y profundo

murmullo, y la voz de un nuevo manantial!

Poder es ésa nueva virtud; un pensamiento dominante es, y, en torno a él, un alma inteligente:

un sol de oro y, en torno a él, la serpiente del conocimiento.

2

Aquí Zaratustra calló un rato y contempló con amor a sus discípulos. Después continuó

hablando así: - y su voz se había cambiado.

¡Permanecedme fieles a la tierra, hermanos míos, con el poder de vuestra virtud! ¡Vuestro

amor que hace regalos y vuestro conocimiento sirvan al sentido de la tierra! Esto os

ruego y a ello os conjuro.

¡No dejéis que vuestra virtud huya de las cosas terrenas y bata las alas hacia paredes

eternas! ¡Ay, ha habido siempre tanta virtud que se ha perdido volando!

Conducid de nuevo a la tierra, como hago yo, a la virtud que se ha perdido volando - sí,

conducidla de nuevo al cuerpo y a la vida: ¡para que dé a la tierra su sentido, un sentido

humano!

De cien maneras se han perdido volando y se han extraviado hasta ahora tanto el espíritu

como la virtud. Ay, en nuestro cuerpo habita ahora todo ese delirio y error: en cuerpo y

voluntad se han convertido.

De cien maneras han hecho ensayos y se han extraviado hasta ahora tanto el espíritu

como la virtud. Sí, un ensayo ha sido el hombre. ¡Ay, mucha ignorancia y mucho error se

han vuelto cuerpo en nosotros!

No sólo la razón de milenios - también su demencia hace erupción en nosotros. Peligroso

es ser heredero.

Todavía combatimos paso a paso con el gigante Azar, y sobre la humanidad entera ha

dominado hasta ahora el absurdo, el sinsentido.

Vuestro espíritu y vuestra virtud sirvan al sentido de la tierra, hermanos míos: ¡y el valor

de todas las cosas sea establecido de nuevo por vosotros! ¡Por eso debéis ser luchadores!

¡Por eso debéis ser creadores!

Por el saber se purifica el cuerpo; haciendo ensayos con el saber se eleva; al hombre del

conocimiento todos los instintos se le santifican; al hombre elevado su alma se le vuelve

alegre.

Médico, ayúdate a ti mismo130: así ayudas también a tu enfermo. Sea tu mejor ayuda

que él vea con sus ojos a quien se sana a sí mismo.

Mil senderos existen que aún no han sido nunca recorridos; mil formas de salud y mil

ocultas islas de la vida. Inagotados y no descubiertos continúan siendo siempre para mí el

hombre y la tierra del hombre.

¡Vigilad y escuchad, solitarios! Del futuro llegan vientos con secretos aleteos; y a oídos

delicados se dirige la buena nueva.

Vosotros los solitarios de hoy, vosotros los apartados, un día debéis ser un pueblo: de

vosotros, que os habéis elegido a vosotros mismos, debe surgir un día un pueblo elegido131:

- y de él, el superhombre.

¡En verdad, en un lugar de curación debe transformarse todavía la tierra! ¡Y ya la envuelve

un nuevo aroma, que trae salud, - y una nueva esperanza!

3

Cuando Zaratustra hubo dicho estas palabras calló como quien no ha dicho aún su última

palabra; largo tiempo sopesó, dudando, el bastón en su mano. Por fin habló así: - y su

voz se había cambiado.

¡Ahora yo me voy solo, discípulos míos! ¡También vosotros os vais ahora solos! Así lo

quiero yo.

En verdad, éste es mi consejo: ¡Alejaos de mí y guardaos de Zaratustra! Y aun mejor:

¡avergonzaos de él! Tal vez os ha engañado.

El hombre del conocimiento no sólo tiene que poder amar a sus enemigos, tiene también

que poder odiar a sus amigos132.

Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Y por qué no vais

a deshojar vosotros mi corona?

Vosotros me veneráis: pero ¿qué ocurrirá si un día vuestra veneración se derrumba?

¡Cuidad de que no os aplaste una estatua!133

¿Decís que creéis en Zaratustra? ¡Mas qué importa Zaratustra! Vosotros sois mis creyentes,

¡mas qué importan todos los creyentes!

No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me encontrasteis. Así hacen todos los

creyentes: por eso vale tan poco toda fe.

Ahora os ordeno que me perdáis a mí y que os encontréis a vosotros; y sólo cuando todos

hayáis renegado de mí134 volveré entre vosotros135.

En verdad, con otros ojos, hermanos míos, buscaré yo entonces a mis perdidos; con un

amor distinto os amaré entonces 136.

Y todavía una vez debéis llegar a ser para mí amigos e hijos de una sola esperanza: entonces

quiero estar con vosotros por tercera vez, para celebrar con vosotros el gran mediodía137.

Y el gran mediodía es la hora en que el hombre se encuentra a mitad de su camino entre

el animal y el superhombre y celebra su camino hacia el atardecer como su más alta esperanza:

pues es el camino hacia una nueva mañana.

Entonces el que se hunde en su ocaso se bendecirá a sí mismo por ser uno que pasa al

otro lado; y el sol de su conocimiento estará para él en el mediodía.

«Muertos están todos los dioses: ahora queremos que viva el superhombre.»138 - ¡sea

ésta alguna vez, en el gran mediodía, nuestra última voluntad! -

Así habló Zaratustra.

126 Nietzsche presenta aquí a Zaratustra seguido por sus discípulos en una situación parecida a la que los

Evangelios narran de Jesús. Véase, por ejemplo, el Evangelio de Lucas, 8, 1: «Jesús iba recorriendo una

tras otra las ciudades y aldeas, predicando y anunciando la buena nueva del reino de Dios; y con él iban los

Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malos y enfermedades».

127 Este bastón, con su simbolismo de la serpiente, alude al cetro de Esculapio, dios de la medicina en la

Antigüedad griega. Zaratustra es el médico de las enfermedades de este mundo. Todo este, 1 es un comentario

del símbolo del bastón, como puede verse en el párrafo final: «Poder es esa nueva virtud; un pensamiento

dominante es, y, en torno a él, un alma inteligente: un sol de oro y, en torno a él, la serpiente del

conocimiento». La «serpiente del conocimiento» es concepto que deriva de la Biblia. Véase Génesis, 3, 5.

128 En la tercera parte, De los tres males, 2 se alude directamente a esta enseñanza.

129 La palabra alemana Notwendigkeit (necesidad) está compuesta de Not (necesidad, en el sentido de

menesterosidad, «necesidades») y Wende (viraje). Nietzsche separa estos dos componentes y reali za un

juego de palabras muy difícil de verter al castellano. Se trata, sin embargo, de un concepto central de

Nietzsche. El texto alemán dice así: Wenn Ihr Eines Willens Wollende seid, und diese Wende aller Not euch

Notwendigkeit heisst. Como acaba de decirse, la palabra Not significa: necesidad, menesterosidad; y

Wende, viraje, en el sentido de dar la vuelta, volver una cosa hacia atrás, rechazarla y apartarla haciéndola

girar. De aquí que a aquello que (ab)wendet (aparta) una Not (necesidad) se lo empezase a llamar en alemán,

en el siglo XVI, notwendig (necesario). Se da, pues, la paradoja de que se llama necesario

(notwendig) a lo que aleja de nosotros (wenden) la necesidad (Not). Seguramente ahora podrá comprenderse

mejor la frase de Nietzsche. Zaratustra dice: vuestra «necesidad» (Notwendigkeit) debe consistir en que

vuestra voluntad (Wille), siendo una sola voluntad, constituya el viraje (Wende) de la necesidad, de la menesterosidad

(Not). Lo que el hombre necesita es rechazar la necesidad, lo cual se realiza teniendo una sola

voluntad. Lutero no conoce aún la palabra Notwendigkeit, cuya historia en el idioma alemán es bastante

complicada.

130 Cita del Evangelio de Lucas, 4, 23: «Seguro que me diréis este proverbio: Médico, cúrate a ti mismo»

(palabras de Jesús a sus interlocutores en la sinagoga de Cafarnaum).

131 «Pueblo elegido»: concepto bíblico para designar a Israel. Véase el Salmo 105, 43. Zaratustra establece

aquí una antítesis entre «los que se han elegido a sí mismos» y «los elegidos por Dios».

132 Paráfrasis, invirtiendo el sentido, del Evangelio de Mateo, 5, 43-44. «Habéis oído que fue dicho:

Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos.»

133 Alusión a la fábula narrada por Aristóteles en su Poética (1452 s 7-10): «También lo fortuito nos maravilla

más cuando parece hecho de intento, por ejemplo cuando la estatua de Mitis, en Argos, mató al

culpable de la muerte de Mitis, cayendo sobre él mientras asistía a un espectáculo».

134 Paráfrasis, invirtiendo el sentido, del Evangelio de Mateo, 10, 33: «A todo el que me negase delante

de los hombres yo le negaré también delante de mi Padre.»

135 En Ecce homo, cita Nietzsche el pasaje que va desde «Ahora yo me voy solo...» hasta aquí para indicar

que Zaratustra no es un «sabio», ni un «santo», ni un «redentor del mundo» a la manera usual.

136 Estos dos últimos párrafos, desde «y solo...» hasta aquí, fueron colocados por Nietzsche como motto

al frente de la segunda parte de esta obra.

137 «El gran mediodía»: primera aparición de este importante concepto en esta obra. Zaratustra lo describe

a grandes rasgos en el párrafo siguiente. Véase también, en la tercera parte, De la virtud empequeñecedora,

3, Del pasar de largo, De los tres males, 2, De tablas viejas y nuevas, 3, y 30; y en la cuarta

parte, Del hombre superior, 2, y El signo.

138 En la cuarta parte, Del hombre superior, 2, se repite esta frase.

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