LA MORADA HUMANA DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA SABIDURIA
Manuel Arduino
GENERALIDADES
A menudo nos encontramos en nuestra casa y nos entregamos a ella desde el sentimiento de seguridad y placidez que nos reportan la atmósfera y el clima de calidez y vitalidad que se ha conseguido establecer en ese espacio habitable. En otras ocasiones vivimos nuestra morada como un enclaustramiento en una celda oscura y fría, un confinamiento que no parece tener salida, un encierro asfixiante, configurado por las escenas y circunstancias dolorosas que las habitaciones en particular evocan en nosotros. En otras ocasiones la consideramos nuestro refugio, nuestro palacio, nuestro observatorio, nuestro nido, y así podríamos extendernos en las improntas psicológicas que sentimos y que nos vienen del especial estado de cosas en nuestra existencia y del hecho indiscutible de que una morada humana registra de forma indeleble y vehiculiza las fuerzas personales que la entidad humana activa en su existencia diaria, al extremo de despertar o suscitar preconscientes asociaciones que la llevan así a un abismo de pesar y angustia o a cumbres de confortación y serenidad. Nuestra casa es nosotros, tiene en buena medida nuestro sello, nuestra energía, sigue las líneas de la página del Libro de la Vida que nos ocupamos en escribir cotidianamente, y es el reservorio espacial de nuestras esperanzas y secretos anhelos, de nuestros deseos y fantasías insatisfechas, de aquellas ambiciones que concebimos en su seno de forma constante y que, por consecuencia, están grabadas en la piedra y en la pintura, en las maderas y en las telas, en el agua, en el fuego y en el aire de la casa y que un psicómetra podría reconstruir como quien reconstruye una historia vívida del pasado.
Este sencillo comentario sobre el poder suscitatorio (o resuscitatorio) que las habitaciones y los objetos de una construcción habitada evocan en su morador, habrá de ser examinado más particularmente en este ensayo, pero lo que aquí quisimos exponer es el hecho incontrovertible de que "nuestra casa vive con nosotros, vive en nosotros y va como nosotros por la vida, cambiando o envejeciendo en la misma medida que lo hacemos nosotros". Así, las mudanzas y las transiciones, como todo nuevo nacimiento, son precedidas por episodios de crisis y muertes psicológicas, que incluso las viviendas humanas retratan, cuando comienzan a parecerles distantes o inhóspitas a los hombres que residían en ellas: como si el espíritu del hogar se hubiera apartado, retirado, el espíritu del hogar que se vivificó con las emanciones humanas diarias. Podríamos plantearnos, eventualmente, que eso pudo ocurrir ante el hecho de la inminente partida, en algún sentido, de la fuga, enajenación o mudanza física que enfrentará alguno o todos los moradores de la misma. Y que otro espíritu del lar, como las nubes que se organizan en el cielo a lo lejos, estaría cobrando forma en el más allá y le habría comunicado al actual la alternativa de su sustitución. Entonces, ante nuestra crisis de consciencia, la casa se vuelve ajena, y algo dramático o radical, algo nuevo, más o menos imprevisto, asalta nuestra vida y la vida de la casa y nos desaloja de ella, nos aleja de nuestro pasado inmediato y nos deja a solas con los recuerdos y la nostalgia de aquella frontera personal que nunca pensamos habríamos de cruzar alguna vez.
Si bien este estudio contiene algunas vislumbres de las significaciones psicológicas y existenciales de una casa, también incluye la revista de otros conceptos propios de la enseñanza oculta, y no ignora la profusa tradición de la Arquitectura Sagrada tan cara a Occidente. Si bien la toma en cuenta, incluso como base de sustentación de cualquier examen conexo, el ensayo no se limita a repetir el corte analítico convencional; arriesga un punto de vista en el análisis de la interpretación, que entedimos podría resultar ilustrativo y constructivo, por no decir útil, para el estudiante y el investigador. Naturalmente sobre este particular, como respecto a toda la obra, cabe reiterar que el autor no pretende sentar una nueva jurisdicción de autoridad sobre estos abordajes o las significaciones encontradas en la exploración. Se valió del conocimiento atesorado por los antiguos en la misma medida que en su propia experiencia directa: todo ello mediante el aguzamiento del poder de la observación recapitular, usando del ojo escrutador de la mente, a la luz de la consciencia, cuando de esa manera se pasa revista a todo lo relativo al símbolo considerado, y a la forma cómo éste reverbera o vibra en nosotros, despertando o evocando conexiones escondidas y visiones trascendentales cargadas de sentido y belleza. Aun el estudio intelectual, cuando parte de premisas sensibles y elevadas, constituye una herramienta particular de la meditación analítica, o meditación reflexiva, nada desdeñable, que aporta luz y energía, potenciando la vida y la sensibilidad superior del estudiante, hasta volverlo un artista creador de su propia existencia y un pensador constructor de su propia morada o espacio de desarrollo, donde se sitúa circunstancialmente, como quien asciende a su mirador, para otear el infinito panorama de luces y sombras donde moran los dioses del Sol y las diosas de la Luna.
Orígenes Cosmogenéticos del símbolo.
Existe un origen común de la voz sánscrita loka (mundo, lugar, espacio, forma que adopta el espacio o dimensión dentro del Gran Espacio) y las palabras local-localizaciación-logia. En el primer caso, un local, una localización, no serían sino una situación espacial, un espacio dentro de otro espacio mayor. En el Tao Teh King, Lao Tse, nos ilumina con el concepto de que una casa se basa esencialmente en el vacío, al igual que todo cuerpo o forma espacial. Es decir que una forma espacial, incluso una casa, no es más que una circunscripción o investidura del vacío, del espacio. Si la morada humana es esencialmente vacío, la morada humana es por excelencia la proyección microcósmica de la morada de los dioses, del Huevo del Mundo, que, según la Tradición Oculta, es espacio puro y abstracto. En consecuencia, desde el punto de vista metafísico, una morada humana no es sino la representación sensible o simbólica de una realidad trascendental: a saber, el espíritu divino se aloja en el Gran Espacio, el Mahakasha, y penetra desde las bóvedas o espacios superiores en cada uno de los planos o lokas o dimensiones del espacio, fragmentado en siete (siete planos o dimensiones, siete mundos, etc...), iluminando el antro de la existencia organizada, dándole visibilidad al mapa de ruta por el interior (laberíntico) del ámbito sagrado donde se cruzan las energías celestes con las fuerzas de la tierra. En este sentido, se trata del mismo concepto de la luz que ingresa por lo alto, en las bóvedas iniciáticas de los grados escotistas masónicos, las bóvedas de la caverna iniciática cósmica, los pináculos, o cimas donde
ilumina el sol espiritual. Por correspondencia al Cosmos se lo entiende como la caverna iniciática para el alma encarnada, la primera morada del espíritu divino, cuando se halla hundido en los planos subterráneos (la caverna propiamente dicha; kundalini enroscada en la cámara o caverna inferior del chakra raíz), muerto para la vida de Dios. A este concepto cosmogenético le corresponden por analogía todo tipo de moradas humanas, especialmente aquellas que cuentan con funciones análogas a la de recintos apropiados para la recepción desde la bóveda superior de la Luz del Silencio o Shekináh, el fuego del espíritu, es decir, los templos o recintos de iniciación.
Asimismo los conceptos "bóveda y luz espiritual" evocan claramente la constitución energética sutil del ser humano y al Brahma-randra o chakra de la coronilla, en la cima del cráneo, desde el que ingresa el rayo del espíritu y a través de cuya puerta (al norte) se realiza el pasaje de la energía cósmica hacia la fuente en el corazón (simultánea a la ascensión de la energía raíz, al sur), el sitial de aquella iniciación que otorga la liberación del estado humano, el ingreso a la condición espiritual y solar que se conoce en las iniciaciones superiores. Al mismo tiempo emblematiza la constitución interna del hombre y de los distintos niveles o planos de la manifestación: a saber, los cuatro primeros niveles humanos (convencionalmente llamados físico, vital, emocional y mental inferior), expresados en la forma cúbica y en el desarrollo de ésta en el plano, en la nave crucial de la base de la construcción religiosa, representando el aspecto sombrío u oscuro de la caverna cósmica; en tanto los tres niveles superiores (atma-buddhi-manas) representan el ábside piramidal, el pyramidón, en que rematan en la altura algunas basílicas, catedrales y domos. Por otra parte, los cuatro subplanos inferiores, objetivos y personales, de cada plano de la manifestación, todos los cuaternarios, aluden a esta esfera de crucifixión, o fijación en la cruz cósmica de la energía más elevada (ver analogía con los símbolismos astrológicos), en tanto los tres subplanos superiores, atómicos, impersonales y noumenales de cada plano, constituyen el aspecto pinacular, la cúpula, pyramidón y ábside de la estructura general, a través de los cuales ingresan la luz y la energía divina, propiamente dichas. La puerta sur, representada en la figura humana por los pies, pero desde el punto de vista oculto, al final de la columna en el chakra muladhara, en la base energética, es la puerta por donde se obtiene la ascensión de kundalini a través del eje que comunica figuradamente el sur-norte en el hombre. El este y el oeste en la estructura humana se corresponden con la forma en que circula la energía liberada a través el circuito etérico y de los nadis, y así mismo alude a la iluminación del sol (alma espiritual), que siempre ocurre desde el nacimiento o surgimiento en el este, pasando por la gloria del mediodía solsticial, al norte, consolidándose (poderes mentales y materiales) y refugiándose al oeste, permaneciendo siempre oculta en el sur filosófico o metafórico, en la hondura del misterio al sur equinoccial, en la condición latente de la energía invernal. En consecuencia al este se le asigna la primavera de la vida espiritual y al oeste el refrenamiento gradual del otoño, cuando la madurez da paso a la ancianidad.
Recapitulando sobre lo antes escrito: hay en la iniciación un descenso de lo alto (chakra de la coronilla y siete centros de la cabeza-rayo de la mónada) y una ascensión desde el inframundo, en la caverna secreta donde despierta kundalini, ocurriendo las bodas espirituales, o fusión y unificación, en el centro de giro de la cruz cósmica (el hombre, propiamente dicho), en el centro cardíaco, en cuya cámara más interna (la alcoba de los esposos místicos y alquímicos) ocurre el encuentro de las energías espirituales cósmicas y planetarias, en el ámbito de la energía solar o del alma espiritual. La altura descendente corresponde a la cúpula y la llanura ascendente a la piedra o hito fundacional. En las prácticas rituales antiguas, el fuego siempre vivo en el ara, simbolizado también por el secreto del arcano, la Shekináh, constituía ese punto de fusión de la luz celeste con la luz planetaria, cuya chispa crecía como fuego vivo consumidor en el corazón (microcósmicamente hablando). Las dos primeras iniciaciones ocurren al Sur (la tercera es llamada la primera iniciación desde la bóveda, la iniciación en el Norte). Corresponden ambas puertas cósmicas e iniciáticas al solsticio de invierno o Capricorno (cuando ocurren las iniciaciones de los misterios mayores o del alma espiritual), y al solsticio de Cáncer, cuando ocurren las iniciaciones del alma mental humana, las iniciaciones simbólicas e intelectuales. Existe, en consecuencia, una real relación entre las moradas de los dioses o constelaciones y las doce casas en que se encuentra dividido un mapa astral. Naturalmente que en la primavera nórdica tiene lugar el Misterio Pascual de la Resurreción y Ascensión del espíritu empalado en la materia, así como el Festival de Wesak. En tanto en las puertas del verano nórdico tiene lugar otro Festival Oculto igualmente relacionado con actividades de la Jerarquía Planetaria.
Dicho todo esto, retomando el tema de la morada humana y la voz sánscrita loka, una localizacion, un local o lugar para la vida integral del hombre es también representación del Cosmos, o caverna de iniciación en los misterios subterráneos, planetarios, así como sinónimo de hombre arquitectónico, fundamentalmente. Este concepto evoca la arcaica representación que se consideraba apropiada para ejemplificar la constitución sutil y energética del hombre, como residencia o espacio externo (cuerpos) donde habita el alma, el espíritu divino, en la misma medida que en un planeta o en cualquier sistema de mundos ocurre idéntico hecho trascendental, por extensión. Todos los grados siderales del espacio en que se encuentra manifestado el Ser son en sí mismos hombres terretres, Hombres celestes y Hombres Cósmicos. La palabra logia, que también mencionamos al principio, ha sido convencionalmente asimilada con el concepto iniciático de caverna del cosmos inferior, del inframundo, o espacio iniciático y mundo interior donde ocurre el viaje laberíntico en pos de la iniciación en los misterios.
Algunas correspondencias en la Arquitectura Sagrada.
En la Arquitectura Sagrada se representa esta relación cielo tierra, de la que escribimos anteriormente, de manera formal. La montaña y la caverna, es decir los recintos celestes y terrestres (subterráneos), son la base filonatural del Cosmos o del espacio del ser. Las pirámides y los templos de los antiguos recogían la tradición iniciática de la montaña en cuyo interior (cripta) hay una caverna o recinto de iniciación en el inframundo desde el que se puede ver la luz del sol, que irradia por el eje de la montaña. (Montaña: columna vertebral: caduceo - cripta : caverna de kundalini : chakra raíz - luz que recorre el eje de la montaña: kundalini : rayo de la mónada - iniciación : fusión de las triples energías en el corazón : bodas alquímicas y místicas) Este emblema ha sido conservado en el ábside piramidal, el pyramidón de muchas construcciones religiosas, la cúpula no esférica, sino piramidal. Emblema de la tríada espiritual, del aspecto solar o divino en el hombre. La construcción religiosa sigue la lógica del cubo (la tierra, el hombre encarnado) y la esfera y a veces la pirámide, que representan el cielo, el espíritu o primera perfección así como la tríada solar o espiritual. En las basílicas se ha seguido la lógica de la cruz, que surge como resultado del desarrollo de las caras de un cubo sobre el plano, con una cúpula semiesférica o piramidal, según el aspecto metafísico o solar que tratara de representarse. También la nave cúbica, es decir en forma de cruz, representa al sillar de las constelaciones en las que se engarzan
de este a oeste y de norte a sur las constelaciones y los signos zodiacales; tiene un origen astrológico al igual que la svástica y la cruz gamada, ambas formas que han sido empleadas en la planificación de las estructuras básicas de las construcciones religiosas. Existe una correspondencia entre la teoría arquitectónica de la basilicata, el cubo y el hombre encarnado (el Cristo en la tierra) de la que se conservan manuscritos y manuales llenos de grabados y dibujos de proyección.
La forma de cruz es también la forma del hombre con los brazos abiertos, del hombre medida de todas las cosas creadas. Este geometrismo antropomórfico está en la base de la significación de la morada humana como hombre arquitectónico.
En toda construcción sagrada existen una piedra angular o piedra fundamental (Pedro-Cristo), un pilar del medio (Cristo-Padre), una cúpula (cielo), unas puertas de ingreso y salida (que evocan el laberinto o viaje iniciático con puertas de ingreso y salida del estado de cautividad humana). Al respecto en las obras de Fulcanelli, se desentraña el sentido filosófico e iniciático de las moradas filosofales y las catedrales medievales, las cuales son como el Libro de la Vida, una forma iniciática y revelatoria para quien conozca las claves de interpretación. Así los símbolos de la Vía Iniciática de Cristo, la Vía Crucis, como las rosetas y los íconos tienen precisos significados, los cuales le son asignados por la disposición en la estructura y las figuras geométricas y emblemáticas con las que se hallan
asociados. Las catedrales góticas en sus ojivas y agujas tienen entronizados representaciones de las Jerarquías Cósmicas o Angélicas, así como gárgolas acuíferas, en su carácter de "quimeras", que simbolizan las jerarquías inferiores
estructuradoras de las formas, los llamados en la Tradición Oculta, ángeles lunares, encargados de la construcción formal de los reinos mineral, vegetal, animal y humano. La campana en la cima ha sido fabricada, por siglos, mediante aleaciones apropiadas para reproducir en una nota singular el sonido armónico original. Muchos autores sostienen que las campanas budistas y cristianas sonorizan el Om, el sonido original, en los más alto de la estructura aérea o celeste. También en muchas construcciones religiosas del Medioevo aparecía en la base de la nave el damero o tablero de ajedrez, el embaldosado en blanco y negro, en ocasiones siguiendo la forma de un laberinto. Este damero ha sido identificado con los aspectos celestes y terrestres, luz-sombras, cielo y tierra, que están representados globalmente allí, Yin Yang. El laberinto expresaba el Vía Crucis y el viaje iniciático del alma en procesión o peregrinación. En ocasiones estos símbolos de dédalos o laberintos aparecían inscriptos en las piedras o tallados en las puertas de madera. El laberinto en una puerta sitúa allí el punto de ingreso, el punto en que se opera un pasaje hacia el ciclo de necesidad, la encarnación del alma, o el camino de pruebas en la existencia física que terminan en la iniciación. De este laberinto no se sale por la misma puerta, sino elevándose, siguiendo la ascensión por el pilar del medio hacia la cúpula o bóveda donde el arco celeste es iluminado por la luz del espíritu, emblema de la iniciación.
El simbolismo en la literatura (mística, alquímica y corriente).
En el libro alquímico de Irineo Filaleteo "La entrada abierta al palacio cerrado del rey" así como en la obra de la mística española, conocida como Teresa de Jesús, Las Moradas, hay argóticas o místicas alusiones a la morada como ámbito o espacio del ser interior. Especialmente es claro esto en la obra de la mística española, donde el mundo interior del ser humano se halla encerrado entre las paredes de distintos recintos, en los que tiene lugar el intenso proceso de toma de conciencia, contrición, comprensión, que lleva finalmente a la iluminación y el éxtasis. Este concepto es análogo al de la caverna de Buda, la caverna de iniciación en el corazón, la cámara más interna del corazón, recinto sagrado donde reside el ser espiritual. En otro sentido se habla de las moradas del alma, las muchas moradas del Padre, representación de lo lokas o espacios donde se ve encerrada el alma humana mientras emprende su viaje de fuga o liberación de toda limitación, simbolizada por la arquitectura religiosa.
Existen obras de la mística sufí donde el palacio del sultán es la sede del Bien Amado o del Amador, el alma espiritual.
En una obra literaria moderna como El Castillo, de Kafka, una construcción evocadora del principio de mando medieval, del control bajo continuas amenazas de la época feudal, el castillo, es un lugar donde ocurren las más azarosas experiencias para el individuo que viaja por su interior. El arquetipo se psicologizó en relación con las penalidades y aparentes arbitrariedades del recorrido de la vida bajo condiciones de encierro.
El valor geosófico del símbolo.
En la antigüedad india los puntos cardinales estaban relacionados con las cuatro castas y se orientaba las ciudades y las casas a partir de esa lógica. De una forma particular, este principio de orientación o localización del espacio colectivo o familiar, es la base del Feng Shui y de otras técnicas de las culturas antiguas, de edificación y proyección de la ciudad y la casa. Se dice que la ciudad de Washington y la de Sidney fueron proyectadas de acuerdo a principios sapienciales semejantes por sus creadores. En otro sentido la ciudad de Brasilia guarda su correspondencia con la forma de una nave, en este caso un aeroplano, análoga a la cruz sagrada y al hombre arquitectónico.
Modernas construcciones religiosas del siglo pasado en todo el mundo han intentado recuperar esa teoría general de las proporciones, presente en el perdido Canon de las Proporciones (una armónica de la ciencia mandálica), resultado de lo cual han sido edificios muy sugestivos y fuertamente concentradores de toda la vida ambiental circundante a los mismos. Todos estos intentos sincretistas y de rescate de las viejas tradiciones, fusionados con el estado alcanzado por la mente de la raza, en tanto factor de proyección y delineamiento de las cosas creadas por oficio y talento, constituyen magníficas evidencias de la nueva penetración en la luz de los significados arcaicos de la Arquitectura Sagrada, lo cual no excluye una segura, legítima y necesaria expansión de los esfuerzos creadores presentes y futuros.
Elementos arcaicos y modernos del simbolismo.
En la antigüedad clásica, el fuego del lar, el fuego del hogar (el logos del hogar) constituía el centro de la vida de la casa, representando el espíritu morador de la vida. Se asimilaba al fuego para el caldero, representación del alimento que cuece o templa el fuego del espíritu, es decir el conocimiento genuino y la sabiduría, con el alimento físico cocido al fuego fricativo. Actualmente el fuego de la estufa y el de la cocina están separados en las modernas construcciones, lo cual habla en alguna medida de que el alimento del fuego por fricción de la cocina está separado del corazón y el espíritu, los fuegos solar y cósmico: el intelecto separado de lo espiritual, por la complejidad creciente de la mente humana.
Otros fuegos en la casa como las candelas y antorchas extendían la bendición del fuego solar a todas las horas del día, eran un elemento iluminador y preservador. Con el advenimiento del fuego eléctrico, de la electricidad, coincidentemente la humanidad actualizó sus facultades psísquicas y mentales, el fuego de la mente, a niveles nunca antes conocidos. En la Tradición Oculta existe una precisa relación entre eventos tales como el descubrimiento de la electricidad, el magnetismo y la energía nuclear, con el despertar de funciones cerebrales y mentales en la humanidad, así como el descubrimiento de planetas desconocidos, como Urano, especialmente, y en segundo término Plutón y Quirón. Al primero se lo suele vincular con la electricidad psíquica, la fuerza explosiva o muclear, las ondas electromagnéticas y cósmicas, las turbulencias y energía psíquica. Al segundo con la electricidad planetaria, subterránea o latente en la raíz, en la caverna de la iniciación humana o kundalini.
Hombre: medida de todas las cosas creadas.
a) Respecto a las moradas humanas, a las simples casas, en nuestra época es más el alhajamiento de su interior que la elección de su forma externa por parte del morador, la que nos habla de él. Sin embargo, a pesar de que aparentemente las entidades humanas actualmente no participen en el diseño y construcción de sus moradas, siempre existe una correspondencia o sincronicidad kármica que explica que siempre se viva donde se debe vivir y no en otra parte.
Algunas ideas en torno a las correspondencias y significados del simbolismo de la casa: los espejos hablan de la naturaleza psíquica, de la fuerte actividad emocional del habitante, constituyen la imagen refleja e invertida del alma espiritual, del verdadero hombre, es decir, el aspecto emocional y psíquico. En Teosofía se llama a este aspecto proyectado e invertido, Kama manas, pensamientos y deseos. La disposición de los muebles y los
artefactos y adornos en el piso, deja al descubierto la configuración especial de cada vía o camino que recorre el morador (el alma) entre esos objetos. La tortuosidad o fragmentación del camino nos habla de la condición compleja o hasta confusa de su morador. Si el camino sigue una lógica circuital o axial, el individuo que lo creó suele tener una mayor claridad y orden interno, aunque sea algo rígido. Las maderas y las plantas o flores en la casa aluden a la afectividad, la sensibilidad, la apreciación de la belleza, la necesidad de bienestar, la asociación con la naturaleza y la vida. Las surgentes de agua tiene relación con el principio, y fin de la vida. Son el río de la vida en la casa humana. La cocina, la limpieza y la higiene, enlazan la vida y la muerte, el alimento y el residuo de la vida. Una casa poco higienizada nos habla de la condición necrofílica, del estado en ruinas, de depresión y abandono o autodecepción del dueño. Lo contrario suele insinuarnos una casa siempre impecable, aunque también nos habla de pretensión, omnipotencia, perfeccionismo y hasta
excesivo énfasis en lo material y el aspecto exterior de las cosas. Ambos son extremos neuróticos. En los dos casos el ámbito interno era otro espejo de la vida emocional del habitante. Los colores de la pintura o el empapelado de la casa aluden al tipo o cualidades y a la singular visión que se tiene de la existencia así como a la orientación particular que se sigue en cada período del pintado, en la vida. Las paredes descascaradas hablan de pobreza material o de autocomiseración. Las cáscaras, las grietas, las humedades, todo lo que se resquebraja, alude a una autoimagen herida, un mundo interior desgarrado, sequedad y estiaje psicológico, esterilidad. La presencia de telarañas y hasta de insectos nos habla de estructuras psicológicas antiguas no removidas, ligaduras emocionales con el pasado, esclavitud y dependencia afectiva de alguna persona que suele estar en el pasado del morador. Los tapices en las paredes y las alfombras en el piso nos hablan de un refinamiento intelectual, de un orden refinado y selectivo: aún hoy muchos tapices y alfombras
tradicionales conservan la forma de laberintos, meandros, guardas, tramas, o mandalas, lo cual les da un carácter filosófico o metafórico muy rico. Los cuadros hablan del sentido estético como valor que enriquece la vida, hacen al morador cargado de ínfulas y de un afán de exhibición o de presentarse ante los demás bajo las formas más caras a la cultura social. Los carteles o posters son representación de la contracultura moderna estética, son más manifiestos de rebelión, representaciones de una consigna o divisa, un panfleto estético, una declaración de principios más o menos altisonante y agresiva; son objetos de juventud. Las casas coloridas nos hablan de la vitalidad y hasta del primitivismo del morador. Las casas sin adornos y con mucho blanco desnudo, de austeridad y claridad mental, tal como ocurre en la construcción civil en China y Japón. Los materiales naturales enlazan el habitante con una forma de vivir el instante, la inmediatez, y en otros casos sometidos a la lógica religiosa del fin inevitable de toda empresa humana y de la futilidad de vivir en lápidas de piedra o cemento que parecen ser fuertes resistencias al cambio y a la impermenancia de la vida, a la vez que ocultan un propósito no consciente de eternización física en la tierra.
b) Desde el punto de vista de la apreciación oculta, las contrapartes sutiles de una construcción, sus éteres invisibles, entretejen las líneas de fuerza de la envoltura áurica con las auras personales, el magnetismo y las cualidades de vida de sus moradores permanentes y de quienes los visitan con cierta frecuencia. Esta envoltura áurica de una morada humana, contiene la suma de aquellas especiales características etéricas de los moradores. Es una entidad elemental, una vida colectiva muy primitiva, que está de alguna manera involucionando y moldeándose a partir de las aspiraciones, pensamientos y deseos de sus habitantes. Emergiendo de esta aura común se sitúa una forma dévica o angélica, ligada a la construcción de las formas y al mantenimiento de la vida, coloreada por la dirección que siguen las personas. Es un elemento protector y preservador, hasta donde las conductas humanas lo permiten. El aura de la casa está vinculada estrechamente con el aura de las personas y, por ende, con los centros de energía de los moradores. Esto no significa que una casa necesariamente tenga centros de energía. Cuando se quiere situar un centro de recepción y transformación de las distintas energías que se busca concentrar en un determinado lugar físico, se utiliza un talismán, una pieza talismánica convenientemente magnetizada. En general este es el origen de la piedra fundamental o piedra angular de una construcción religiosa. Esta trama energética que circunda la casa y la penetra por todas sus partes nutre la vida de otras entidades de naturaleza sutil que habitan los distintos sectores de la casa, según sus propensiones y el tipo de actividad y energía de las mismas. No se trata de duendes o espíritus de la naturaleza ni de espectros humanos, en este caso, sino de criaturas de vida e inteligencia muy rudimentarias, que buscan su alimento en las
líneas de fuerza que le son más favorables. Volviendo a la trama sutil que inunda y protege una casa, sus compartimentos, sectores, espacios o habitáculos se sintonizan con los centros de energía de los moradores, a partir de las improntas energéticas que estos esparcen en toda la casa de continuo. Estas tónicas o improntas que provienen del especial grado de actualización o despertar de los centros de energía o chakras de los moradores, tocan y magnetizan el espacio habitado. A continuación se ofrece una lista tentativa de la correspondencia entre los sectores de la casa, los órganos del cuerpo humano y los centros de energía en el hombre.
Advertencia: desde el punto de vista de la variedad de energías que vehiculizan y transforman los centros de fuerza, en forma simplificada se puede sugerir que los chakras personales (bajo el diafragma) y los chakras superiores (por encima del diafragma) trabajan con la fuerza de la siguiente manera:
Chakra raíz: fuerzas telúricas, magnetismo terrestre y planetario. En la caverna del inframundo, conectada con este chakra, se encuentra "enroscada" la serpiente de la iniciación, kundalini. Pero en el hombre corriente la energía activa es la del magnetismo planetario, que provoca el instinto a la afirmación material, la mundanalidad, el sostén de la existencia física, las raíces en el mundo. Kundalini es despierta por la nueva calidad de vida que conoce el discípulo en el sendero de evolución acelerada. El ascenso de kundalini, cuando es consecuencia de la completa reforma, ética y mental, del candidato, coincide con el descenso del rayo de la mónada a través del ckakra coronario, unificándose ambas corrientes (fusión, unificación) en el asiento de la energía o fuego solar o espiritual, el chakra cardíaco, donde verdaderamente ocurren las primeras grandes iniciaciones humanas: las bodas místicas.
Chakra sacro: magnetismo animal y psíquico.
Chakra del plexo solar: vitalidad y magnetismo solar, psiquismo.
Chakras superiores: irradiaciones de los principios espirituales o subjetivos, a través de corrientes puras de Luz, Amor y Poder.
Análisis consciencial-fisiológico-energético de una casa.
Cocina: Reunión del fuego, el aire y el agua con la tierra (sólidos). Tramo superior del tubo digestivo. Chakras conectados, plexo solar y chakra raíz: vitalidad a través de los alimentos y aserción o afirmación material a través del funcionamiento corriente del chakra autoafirmativo o raíz. Fuego como elemento alquímico en el proceso de acondicionamiento del manjar. Agua como elemento fluídico y síquico que rodea toda vida (vegetal o animal) en todo proceso de preparación de la comida. Aire, como vehículo de prana y medio que transporta el fuego acuático, el
vapor de la cocción.
Comedor: Tramo intermedio del aparato digestivo. Chakras del plexo solar y raíz. En ocasiones de concordia o intimidad, ágape amoroso, chakra cardíaco.
Baño: Chakras sacro y raíz, relacionados con los esfínteres y secreciones genitales. Agua como ablución, elemento purificador, fuente y analogía meteórica o agua del cielo, de la lluvia, agua de purificación y sanación, agua de vida: tres chakras inferiores
Dormitorios: Relacionados con los órganos que están conectados con las emociones, como el hígado y el corazón, además de los órganos de la generación y el cerebro físico, este particularmente en su faz pasiva y subjetiva refleja. Chakras cardíaco y sacro.
Escritorio: Cerebro y órganos de los sentidos en la cabeza, en su función internalizada. Chakras frontal y laríngeo.
Taller: aparecen también las manos y toda la motricidad sincronizada, así como los reflejos condicionados. En este caso hay cierta asociación con el chakra raíz, en tanto se vincula con la forma material con propósitos de autoafirmación, construcción de objetos y aparatos que constituyan, como el chakra raíz, un soporte o base para la acción, asimismo con la función psicodinamizadora de los otros dos chakras personales.
Sala de Meditación: Cabeza y corazón, procesando las energías del tronco inferior, sintetizándolos en la hora de recogimiento, a partir de las acciones y voliciones del día. Chakras coronario (sólo en el hombre superior), frontal y cardíaco. Chakra laríngeo o de la palabra a nivel de instrumento para la meditación mántrica o la reflexión meditativa. Chakra raíz, en el candidato a la iniciación, en su faz de depósito de la energía psíquica- espiritual que acompaña la ascensión de la consciencia hacia su fuente, en la cámara más interna del corazón y su analogía en los centros del cerebro. El antiguo Laboratorio de los alquimistas europeos tenía características semejantes. El sitio donde lugar la labor oracional: taller oracional.
Sala con estufa: Centro de la casa y centro de la vida de la casa. Chakras cardíacos y del plexo solar.
Otras correspondencias:
Ventanas: pulmones.
Columnas y paredes: sistema óseo.
Puertas y aberturas: los orificios (sagrados) situados en el cuerpo, en la cabeza y en el tronco inferior.
Balcones, terrazas y alares: los brazos en posición extendida que comunican con el entorno.
Escaleras y patios: piernas y todo órgano de motricidad.
Cables y caños: nervios y sistema circulatorio y digestivo.
Con el desrarrollo del conocimiento de la anatomía y fisiología humanas (visibles y ocultas) se especializó la casa propiamente dicha. Así los artefactos como las cables eléctricos y la red de cañerías y sanitaria, como se dijo, dibujaron en la casa, ese nuevo hecho de la consciencia: la comprensión en detalle de la red del sistema nervioso y de los tubos digestivos y las arterias y venas. Muchas arquitecturas antiguas tenían ese conocimiento en forma genérica, como se denota en las canalizaciones de agua y las redes cloacales colectivas griegas y romanas, por ejemplo.
Paneles de energía solar: Prana y energía termodinámica, calor de los fuegos del cuerpo en repercusión del fuego solar.
Aparatos y antenas de radio y TV: energía mental y psíquica creciente. Sensitividad y propensión a la videncia y la telepatía, así como a otras formas de siquismo de origen animal (captables desde el plexo solar), como, por ejemplo, la mediumnidad corriemte.
Horno a microondas: despertar o apertura de la sensibilidad psíquica a la influencia de formas de energía y electromagnetismo vinculadas con la apertura mental (del científico descubridor), por eso consideradas nuevas. Sol "virtual", energía del intraespacio.
Computadoras: Mente colectiva, campo cuántico de energía inteligente, tejido de los éteres eléctricos del cuerpo vital o doble etérico.
Cuadro sinóptico de las correspondencias entre las formas emblemáticas de las construcciones humanas y los Siete Rayos de la Creación:
1er. Rayo. Voluntad y Poder. Palacio, Castillo.
2do. Rayo. Amor y Sabiduría. Templo, Tabernáculo, Lamasería.
3er. Rayo. Inteligencia, mente espiritual. Academia, Universidad, Estudio.
4o. Rayo. Armonía a través del conflicto. Ciudadela, Fortaleza.
5o. Rayo. Conocimiento Científico. Observatorio, Mirador, Atalaya.
6o. Rayo. Idealismo devocional y a veces "violento". Iglesia o Casa de Culto, Ermita, Monasterio.
7o. Rayo. Orden, Organización, Ceremonial, Conocimiento como
poder mágico. Laboratorio, Taller.
Diversas construcciones humanas y su conexión con distintos modos arquetípicos:
Guarida, escondite: burlador, ladrón (zorro)
Refugio, ermita: viandante, peregrino, caminante, vagabundo.
Claustro: monje, mártir.
Celda: penitente, penado.
Caverna: el custodio o preservador de los secretos, el maestro en el sigilo y la cautela, el brujo y el mago.
Palafito y botes habitados: hombre a la deriva, desterrado, aventurero, pirata.
Carpas o tolderías: hombre de medicina, chamán, hombre amante de la naturaleza, solitario.
Vivienda común: Humanidad, el hombre de oficio.
Fortaleza, cuartel: el guerrero.
Castillo: el rey cautivo, el hombre poderoso que depende de sus subalternos, la mujer rica cautiva de una infatuación o fantasía (sortilegio).
Palacio: el rey con señorío, el hombre poderoso autosuficiente e influyente, el triunfador, el paradigma espiritual humano.
Teatro: el simulador, el adaptable o fluídico, el comediante, el hombre con muchas máscaras, el inconstante, el bufón.
La copa del árbol adecuada para morada: el salteador, el idealista soñador social.
Laberinto: el Hombre Espiritual propiamente dicho que pasa por las pruebas de la vida y que busca la Verdad, el hombre en crisis que no alcanza a ver todavía la salida para su proceso.
Puente: el contemporizador, el diplomático, el que se aventura más allá de lo conocido, el intrépido.
Hospital: el servidor, el sanador, el consolador.
Cementerio: el desterrado, el hombre que carga con el peso de la
vida, el abrumado, el misántropo.
Jardín: el inocente, el hombre con rasgos infantiles, el puro, el amante de la belleza simple.
Prostíbulo: la esclava y el esclavo, los desamparados que se explotan recíprocamente.
Estadio deportivo: el hombre masificado, el fanático, el que necesita íconos culturales para conformar su visión de la vida.
Parque de Diversiones: el evasivo, el que busca emociones fuertes para compensar su sentimiento de nulidad existencial.
Cinematógrafo: el voyeur, el mirón, el culturoso.
Sala de baile: el buscavidas.
Pileta: el fatigado, el ocioso, el que necesita sanar sus emociones, el que se ve asfixiado por el mundo.
Casino: el vicioso, el vividor, el ambicioso, el jugador, el irresponsable.
Breve estudio particularizado del valor esotérico de los arquetipos del puente y del laberinto.
El puente.
Un puente es el sendero que une el fin con el principio, el objeto al fin de la trama de luz con el sujeto en el principio de la misma. Es la explanación formal y simbólica de la experiencia de unificación de la consciencia espiritual con su fuente de poder, en la esfera del propósito divino. Se trata de la arcaica correspondencia con la otra orilla del que se lanza a la aventura interior de redención y liberación. Es un sucedáneo del botero de la tradición buddhista que hace de puente vivo o pontificador socorrente, recorriendo el camino que atraviesa las aguas de Samsara hasta llevar al viajero a la orilla de la paz infinita, el reino de los Budas de Perfección, al Nirvana. Caronte y el río de la muerte, como todos los ríos del olvido, el Leteo, constituyen estaciones vivas en ese cruce finalmente victorioso a la otra orilla de la consciencia continua. El puente en este sentido ejemplifica este acto radical para la vida interna que consiste en alcanzar la continuidad de la consciencia y que viene como coronación en la experiencia iniciática, la consciencia indivisa, la individuación o integración en el tempo contemplativo y atencional del ser espiritual. El puente en sí habla también de completamiento, de desarrollo unificado que se opera desde la orilla de la personalidad hacia la orilla de la identidad espiritual, la verdadera individualidad.
Es emblema del sagrado "puente de arcoiris o sendero interior", el antakarana, el camino de Luz, Poder y Amor que se levanta a lo largo de la marcha del peregrino espiritual (la mónada) por los mundos interiores manifestados, constituyendo el último residuo o chayya energético que subsiste, hasta la obliteración del principio espiritual singular, el alma, en las más elevadas iniciaciones solares.
El puente es el sello de la promesa, que habla del poder de traspasar la realidad psicoanimal y alcanzar el reino de los dioses. Es el vehículo o canal a través del cual se unen la tierra y el cielo, las dos orillas, siempre emblema de la consciencia en expansión. Es por definición el Sendero que atraviesa los grandes abismos de la existencia condicionada y que lleva al peregrino hasta el Hogar del Padre, allende la corriente de la vida. Es emblema del poder de sintetizar y unificar la experiencia psicológica, uniendo las zona de sombras subconsciente con la luz de la orilla desde la que sale el sol de la iluminación, el estado superconsciente. Es también símbolo tradicional, como se sugirió, del tránsito al más allá.
Es la construcción sagrada (mental-energética) que se ha de echar abajo una vez cruzado el abismo de la turbulencia existencial, tal como ocurre con el antakarana y todo circuito energético creado-proyectado para servir de base o soporte para actividades mágico-constructivas: una entidad o construcción circunstancial que revela la relativa utilidad, y la absoluta temporalidad de todo empremdimiento inteligente, en tanto
instrumento que interliga una condición residual (sombras) con un estado deífico (luz), en cualquier campo de la actividad humana consciente.
El puente, como la escala, y en ocasiones el árbol sagrado, o la montaña, aluden al circuito o eje cielo-tierra que unifica toda la experiencia viva.
La palabra organizada en lenguaje es otro puente: los sistemas sígnicos y simbólicos que estudia la semiología constituyen puentes de entendimiento, modelos comunicacionales universales. La moderna informática y todos los sistemas de comunicación a distancia, a través de formas ondulatorias de la energía, son semejantes a puentes. Todos los mensajes reconocidos por los augures y adivinos de la antigüedad servían de vínculos con el propósito divino: las aves en el cielo, las nubes, los animales, todas las cosas representan el cuadro vivo que propone el Creador, interpretado el cual y hechas las sagradas mensuras ceremoniales y los sacrificios y oblaciones pertinentes, en obediencia a la voluntad del cielo, la comunicación patente entre el hombre y su Señor, y la consumación del plan escrito en el Libro de la Naturaleza a través de ese circuito ministral, evocan a distancia la imagen de un puente metafórico, de un primitivo sistema de comunicación sin instrumentos físicos personales, que aun así es mucho más eficiente que cualquier avance tecnológico. El propio poder de organizar y fijar el pensamiento en la energía mental irradiada hasta alcanzar con precisión la esfera de la cabeza (centro laríngeo-centro frontal) de aquel con quien se establece el acto de comunicación, que toma parte en la telepatía mental y etérica, es el puente más sutil de la vida manifestada tendido entre dos unidades humanas activas en el nivel de la red de condiscípulos mundiales.
En la fisiología oculta del hombre, constituyen las relumbrancias vibratorias de las auras de los siete centros en la cabeza, promovidas por las improntas emanadas desde los siete cerebros del corazón, a través de la respectiva áurea pluricoloreada con las tonalidades particulares de las potencias y virtudes del alma espiritual recién despiertas. Por extensión es el circuito de todos los centros de energía, una vez que se ha liberado la energía raíz, kundalini lanzándose a recorrer y actualizar en plena potencia todos los estados mentales que sirven a la causa del espíritu de vida. Es el caduceo, la columna vertebral y el sushumna, el canal alrededor del cual las corrientes lunares y solares (ida y pingala) de la energía eléctrico espiritual de kundalini ascienden hasta la corona, adonde se ha elevado el águila de vida (Angel Solar), pronta para alzar el vuelo y dejar atrás esta orilla.
El laberinto.
Símbolo arcaico del viaje intrincado que a través de azarosas ordalías y pruebas psicológicas, el héroe interior, el alma, emprende a través del dolor y la tortuosidad, en el marco de sucesivos desgarramientos y de una dramática desorientación momentánea (noche oscura del alma). En el viaje hacia la liberación debe situar, al centro del laberinto, al Minotauro,
el monstruo nuclear de agregados psíquicos que se ha vuelto consistente y desafiante, el llamado, en la Tradición Oculta, Morador del Umbral, la Sombra Psíquica. La muerte de este residuo de egoencia, resultado de la irradiación del poder del alma espiritual sobre esas incrustaciones internas, hace que la formación personal enquistada en la mente sea obliterada, integrada o fusionada, ya no más como instrumento defensivo alojado en el centro del dédalo (centro-impresión focal del yo) sino como estela magnética dúctil y adaptable a los requerimientos del alma, del Adepto, en tanto éste permanezca encarnado.
La princesa Ariadna provee al héroe Teseo de un hilo conductor, el hilo que lleva su nombre. Usualmente ha sido interpretado como la base de sabiduría tradicional que se recibe al ingreso y en el decurso del viaje interior de liberación y rescate. En un contexto igualmente vinculado con esa visión sapiencial, este hilo de Ariadna, es el hilo-puente de la consciencia espiritual ascendida: el antakarana, que unifica los aspectos personales (preespirituales) con las experiencias más hondas del alma transfigurada, cuando se enfrenta cara a cara con su Sombra y la disuelve victoriosamente. De alguna manera este hilo energético y consciencial sirve a esos efectos al alma espiritual en su actividad destructiva, propiedad del espíritu en tanto poder removedor y anulador de las potencias personales en beneficio de la regeneración completa del ser y del nuevo nacimiento interior, prolegómeno de la liberación espiritual.
El Camino de Jerusalén, la Vía Crucis, son, en la tradición cristiana, viajes iniciáticos o laberínticos en los que el
iniciado ha de enfrentarse cara a cara con el horror, el horror de la muerte personal definitiva (crucifixión), tras procurar, conforme al programa consciencial del espíritu divino en el hombre, el anclaje doloroso del alma en el medio magnético en que se ha convertido el obliterado yo psicológico, al extremo de servir éste de madero o cruz donde se clava o fija el alma espiritual, en un intento extremo por poner a prueba y desencadenar el poder liberador del espíritu.
En esencia este símbolo alude a las vicisitudes en la vida del servidor, cuando una y otra vez debe enfrentarse a las resistencias y la cruel autoimagen que demanda nuevas y constantes atenciones por parte del candidato, el que se encuentra desorientado y extraviado por las fuerzas desatadas en su interior.
Alude también al recorrido, al "viaje" de la energía espiritual cuando avanza a la búsqueda del factor solar interior, el factor unificador, la fuerza del amor, la Presencia Secreta en el corazón, a través de puertas sucesivas (centros de energía) y canales situados a lo largo de la estructura intersutil del candidato, así como en los pasajes ocultos del corazón y del cerebro.
Un mandala geométrico es también una expresión de este recorrido energético que, siendo en sí mismo una superestructura sutil condicionadora, un laberinto, revela las líneas de fuerza siguiendo las cuales, consciencial y energéticamente, se produce el desmantelamiento de la figura o red, del dédalo que es también el hombre personal, desde el punto de vista de estar constituido por una complejidad limitadora, a la vez que potenciadora y reveladora del objeto en sí de la vida manifestada.