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viernes, 2 de septiembre de 2011

V I N C E N T V A N G O G H Ú L T I M A S C A R T A S D E S D E L A L O C U R A

Ú L T I M A S   
 C A R T A S
D E S D E
 L A
 L O C U R A
-
V I N C E N T
 V A N
 G O G H


PRÓLOGO
El caso Van Gogh, que en vida sólo logró
vender una única pieza, y que se transformó
después en uno de los artistas de más alta cotización
en el mercado de arte internacional, es uno de los
más trágicos de la historia de la pintura. Por eso,
cuando Antonin Artaud lo ilumina en su texto VAN
GOGH EL SUICIDADO POR LA SOCIEDAD,
hace algo más que identificarse con él. Lo está
reconociendo, porque si Artaud es el poeta de la
profundidad, Van Gogh, que trabaja las superficies,
es el pintor de lo invisible.
Van Gogh es un artista amenazado, la
singularidad de su expresión lo vuelve inadmisible
para la época. Está obstinado en que su violencia se
vuelva luz, materia pictórica. Absolutamente frágil,
cercado por la pobreza, el aislamiento y la locura,
trata de rescatar su ser profundo, constituido "por
pequeñas emociones y por el instinto del pobre,
tratando de probar la existencia verdadera del
recuerdo, aún cuando todos los días olvidemos".
Viniendo de las oscuras tonalidades de su
patria, Holanda, cuando finalmente llega al sur de
Francia, a Arlés, pinta los verdaderos colores del
Mediodía bajo ese sol que quema incluso la razón.
Porque allí están "todos un poco tocados", sobre
todo los que firman un petitorio para que se le
impida salir del hospicio para pintar. Recorriendo
las calles con su caballete y sus pinturas a cuestas,
Van Gogh pone en cuestión a la sociedad. En sus
pinturas plantea el problema de la verosimilitud.
En esos días de crisis y encierro, su único
bálsamo es mantenerse ocupado. Tener qué leer y
material para pintar. Pinta todo lo que ve, produce
incansablemente. En las largas y profusas cartas a
Théo, confiesa su pasión por la literatura.
Escindido, Vincent se completa en Théo, el
hermano marchand que lo sostiene
económicamente desde París y que se encarga de los
negocios con el mundo tratando de permanecer lo
más leal posible a las directivas del mayor.
Pintor, Vincent se transfigura cuando expresa la
necesidad de una ética del artista, a quien sueña
abandonando la mundanidad estéril del París para
entregarse místicamente a la búsqueda del color, la
verdadera luz, lo que el ojo no puede ver. Quiere
crear un atelier comunitario en Arlés y con bastante
sensatez sueña utopías como transformar las
desoladas salas del hospicio en un taller con comida
barata para pintores.
Excepto la pintura, ningún gesto lógico hacia el
mundo. Y cuando el crítico Issacson publica un
comentario alabando su trabajo, hay en él un
movimiento de rechazo y abstención. Pretende
eludir el presente, se proyecta al futuro y para ello se
escuda tras Théo. Pretende que éste no venda su
obra, que la guarde "para más adelante". Y en el
abismo entre la certeza de su tarea y la duda que le
genera no ser reconocido, se suceden las crisis de la
enfermedad, cada vez más frecuentes y
demoledoras. Su obra le consume todas las fuerzas:
en las cartas describe cuadro por cuadro, los
hallazgos de color, sugiere tipos de marcos y ordena
los trabajos por complementarios, pensando en el
momento en que serán expuestos. Nada escapa a su
vigilancia, desde Arlés.
Sólo los libros lo distraen de su obsesión. Y las
cartas. Por lo demás todo es soledad y aprender a
aceptar su enfermedad. La locura lo desgasta. lo
fatiga. Sus momentos de lucidez son de extrema
cautela, necesita alimentarse, pintar, materiales con
qué hacerlo. El dramático contraste con Théo se
acentúa desde la miseria del hospicio, que él
describe con patético realismo.
En todas sus pinturas, ya sean los retratos o los
paisajes, un jarrón con flores o el ciprés nocturno,
aparece siempre el doble carácter de Vincent:
materialidad y metafísica, una singularidad signada
por el desarraigo.
E incluso sus naturalezas muertas son
apasionadas y coléricas, llenas de compasión.
Simultáneamente violencia y ternura, en un tejido
que excede la norma de cualquier escuela, cualquier
encasillamiento.
Vincent acepta lentamente su enfermedad. Las
crisis se suceden, agotándolo, desde aquella
Nochebuena del 88, cuando ataca a Gauguin, que
había fijado residencia en Arlés desde hacía un
tiempo. Ambos pintores compartían la casa y el
atelier, poniendo en marcha el proyecto de Vincent
de una comunidad pictórica en el sur de Francia.
Desde hacía ya un tiempo, Vincent se había vuelto
brusco y ruidoso, acercándose en mitad de la noche
a la cama de Gauguin, volviéndose a dormir
profundamente cuando éste lo interrogaba. Esa
Nochebuena, habían estado juntos en un bar,
bebiendo ajenjo. Bruscamente Vincent arrojó el
vaso contra su amigo. Después cayó en un estado de
sopor y durmió profundamente hasta la mañana siguiente.
Entonces recordó vagamente haberlo
ofendido. Gauguin ya había decidido ponerse en
contacto con Théo para advertirle de lo ocurrido y
pensaba poner fin a su estadía en Arlés. Le
comunicó su decisión a su compañero y el día pasó
tormentosamente.
Después de la cena, Gauguin fue a caminar por
un campo de laureles florecidos y, alertado por un
sonido de pasos, descubrió a Van Gogh apunto de
lanzarse Sobre él con una navaja abierta en la mano.
Sorprendido, Van Gogh deshace el camino,
corriendo.
Gauguin no volvió a la casa esa noche sino que
se hospedó en el hotel del pueblo. Al despertarse a
la mañana, vio reunida a una gran multitud. Allí
pudo enterarse de que, inmediatamente de llegar a la
casa, Van Gogh se había cortado la oreja al ras de la
cabeza. Con mucho esfuerzo había logrado detener
la hemorragia. La sangre manchaba los dos
pequeños cuartos y el dormitorio en el piso
superior.
Una vez detenida la hemorragia, cubierta la
cabeza con una gorra vasca, se dirigió directamente
al prostíbulo donde entregó, para una de las
mujeres, un sobre que contenía la oreja bien lavada.
Hecho esto, volvió a su casa y se encerró a dormir.
Es Théo quien acude, soluciona, provee.
Vincent reclama dinero y puntualiza cada gasto.
Pasa largos ayunos, intoxicado de tabaco y alcohol,
produciendo incansablemente. Lleva años ser un
verdadero pintor, dice. Poseído por una fiebre
productora sale a pintar durante la noche, con el
sombrero empenachado de velas encendidas,
produciendo espanto en la comunidad.
Mientras, en París, Théo va consolidando su
vida, se casa, tiene un hijo, cuida de la familia y de
su hermano.
Lo visita raramente. Es su puente con el mundo.
A través de las cartas, Vincent parece hacerlo
objeto de su desconsuelo, su ternura, su ironía.
Vincent es inseparable de Théo, figuras
contrapuestas de un mismo drama. En una visita a
un museo, descubre un cuadro de Delacroix donde
una figura parece condensar a ambos en uno,
misteriosa figuración de la alteridad.
En 1890 Vincent decide mudarse a
Auvers-sur-Oise, donde el doctor Gacnet le
propone una cura homeopática. Pinta entonces
desenfrenadamente. Vergeles florecidos, hombres
inclinados sobre la tierra, campos de trigo, retratos
casi japoneses, su cuarto quieto, autorretratos que le
depara el espejo. Pinta la noche, un ciprés con luna,
los negros pájaros del final...
Pinta para salvarse de un enloquecedor rumor
que no lo abandona nunca. Y pinta, también, para
ser. Las visiones que plasma son irrepetibles.
El 27 de julio de 1890, Vincent se pega un tiro
en el pecho, en pleno campo. Dos días más tarde
muere.
Para completar aún más la misteriosa relación
que los une, su hermano Théo muere seis meses
más tarde, el 21 de enero de 1891.
Claudia Schvartz
ARLES (octubre de 1888-Mayo de 1889)
Mi querido Théo:
Gracias por tu carta; pero mira que esta vez he
languidecido; mi dinero se había terminado el
jueves, así que hasta el mediodía del lunes, resultó
terriblemente largo.
Durante esos cuatro días he vivido
principalmente de 23 cafés y del pan que todavía
tengo que pagar. No es culpa tuya; si la hay es mía.
Porque he estado desesperado por ver mis cuadros
enmarcados y he pedido demasiado para mi
presupuesto, ya que el mes de alquiler y la criada
también había que pagarlos. También aun hoy,
volveré a arruinarme, porque debo comprar la tela y
prepararla yo mismo, ya que la de Tasset no ha
venido todavía. ¿Quisieras preguntarle lo más
pronto posible si la ha enviado?; 10 metros o por lo
menos 5 de tela común a 2 fr. 50.
Pero esto me sería igual, mi querido hermano, si
yo no sintiera que tú mismo debes sufrir esta
presión que actualmente ejerce sobre nosotros el
trabajo. Pero me atrevo a creer que si vieras los
estudios me darías la razón por trabajar
ardientemente mientras hace buen tiempo. Cosa que
no ocurre en estos últimos días; el mistral
despiadado barre con furia las hojas muertas. Pero
entre eso y el invierno habrá todavía un período de
tiempo y efectos magníficos; y entonces se tratará de
nuevo de hacer un esfuerzo sin miramientos. Ando
tan metido en el trabajo, que no puedo detenerme
de golpe. Queda tranquilo; el mal tiempo me
detendrá aún demasiado pronto. Como ya lo hizo
hoy, ayer y antes de ayer. Trata por tu parte de
persuadir a Thomas. Él hará algo siempre.
¿Sabes cuánto me queda para la semana y aún
después de 4 días de rígido ayuno? Justo 6 francos.
Hoy es lunes, el día mismo que recibo tu carta.
He comido a mediodía, pero esta tarde será
preciso que coma un pedazo de pan.
Y todo continúa sin ninguna novedad, sea en la
casa o en los cuadros. Porque no tengo desde hace
por lo menos 3 semanas de dónde sacar tres
francos...
No tardes, si esto no te molesta mucho; no
tardes en enviarme el luis y la tela.
He estado ocupado de tal modo desde el jueves,
que de jueves a lunes no he hecho más que dos
comidas, por lo demás no tenía más que pan y café,
que todavía estaba obligado a beber a crédito y que
debo pagar hoy. Así que si puedes, no te demores.
Quisiera llegar a hacerte sentir profundamente
bien esta verdad: dando dinero a los artistas, tú
mismo haces obra de artista y yo desearía solamente
para que mis telas lleguen a ser tales, que no estés
demasiado descontento de tu trabajo.
Tengo además una tela de 30; jardín de otoño;
dos cipreses verde botella y en forma de botella
también; tres pequeños castaños de follaje tabaco y
anaranjado.
Un pequeño tejo, de follaje limón pálido y
tronco violeta; dos pequeños macizos, de follaje
rojo sangre y púrpura escarlata.
Un poco de arena, un poco de césped, un poco
de cielo azul.
Sin embargo resulta que me había jurado no
trabajar. Pero todos los días sucede lo mismo; al
pasar encuentro a veces cosas tan bellas que, en fin
a pesar de todo hay que tratar de hacerlas...
A propósito: ¿No has leído nunca Los
hermanos Zemgamno de los Goncourt? Si yo no
hubiera leído esto, tal vez me atrevería a más: y aun
después de haberlo leído, el único temor que tengo
es el de pedirte demasiado dinero. Si yo mismo me
quebrara en un esfuerzo, no me importaría
absolutamente nada. Para ese caso tengo recursos
todavía, porque me dedicaría, o bien al comercio o
bien a escribir. Pero mientras esté en la pintura, no
veo más que la asociación de varios y la vida en
común.
Comienza la caída de las hojas; se ve cómo
amarillean los árboles, el amarillo aumenta todos los
días.
Es por lo menos tan bello como los vergeles en
flor; y por el trabajo que haremos me atrevería a
decir que muy lejos de perder podremos ganar.
¿Has releído ya el Tartarín? ¡Ah!...
¡No lo olvides! ¿Te acuerdas en Tartarín la
queja de la vieja diligencla de Tarascón, esa página
admirable? Y bien, termino de pintar esta carroza
roja y verde en el patio de la posada. Ya verás. Este
croquis apresurado te da la composición; un primer
plano simple de arena gris, el fondo también muy
simple, paredes rosas y amarillas con ventanas de
persianas verdes y un rincón de cielo azul. Los dos
coches muy coloreados, verde, rojo, las ruedas
-amarillo, negro, azul, anaranjado -. Siempre tela de
30. Los coches están pintados a lo Monticelli, con
empastamientos. Tú tenías hace tiempo un Claude
Monet muy bello que representaba 4 barcas
coloreadas sobre una playa. Y bien; aquí se trata de
coches; pero la composición es del mismo tipo.
Supón ahora un abeto azul verde inmenso,
extendiendo sus ramas horizontales sobre un prado
muy verde y la arena manchada de luz y de sombra.
El rincón del jardín, muy simple, está alegrado por
canteros de geranios anaranjados en los fondos,
bajo las ramas negras.
Pos figuras de enamorados se encuentran a la
sombra del gran árbol: tela de 30.
Después otras dos telas de 30, el Puente de
Trinquetaille y otro puente; el ferrocarril pasa sobre
la calle.
Esta tela se asemeja un poco, como colorido, a
un Bosboom. En fin, el Puente de Trinquetaille con
todos esos escalones es una tela hecha en una
mañana gris; las piedras, el asfalto, el empedrado,
son grises; el cielo, de un azul pálido; figuras
menudas y coloreadas; un árbol enclenque de follaje
amarillo. Así pues, dos telas en tonos grises y
quebrados y dos telas muy descoloridas.
Perdona estos croquis tan malos; estoy
obsesionado con la pintura de esta diligencia de
Tarascón y veo que no tengo la cabeza para
dibujar...
¡Cuántas cosas deberían cambiar todavía! ...
¿No es cierto que los pintores debían vivir todos
como obreros? Un carpintero, un herrero, produce
por lo general infinitamente más que ellos. En la
pintura también habría que tener grandes talleres
donde cada uno trabajara más regularmente.
Esas 5 telas que tengo en preparación esta
semana llevan a 15 según creo el número de las telas
de 30 para la decoración.
2 telas de Girasoles.
3 telas del Jardín del Poeta.
2 telas Otro jardín.
1 tela Café nocturno.
1 tela Puente de Trinquetaille.
1 tela Puente del Ferrocarril.
1 tela La casa.
1 tela la diligencia de Tarascón.
1 tela la Noche estrellada.
1 tela Los surcos.
1 tela la Viña.
Dime, pues, ¿qué hace Seurat?1 Si lo ves, dile entonces
de mi parte que estoy preparando una
decoración que actualmente alcanza la suma de 15
telas de 30, cuadradas que para formar un conjunto
incluirá al menos otras 15, y que en este trabajo más
amplio suele ser el recuerdo de su personalidad y de
la visita que hicimos a su taller para ver sus grandes
y hermosas telas, lo que me alienta en esta tarea.
Mi querido Théo:
En fin, te envío un pequeño croquis para darte
una idea aproximada del giro que toma el trabajo.
Porque hoy me he vuelto a poner a la tarea. Tengo
los ojos fatigados todavía; pero en fin, tenía una
idea en la cabeza y éste es el croquis. Siempre tela de
30. Esta vez es simplemente mi dormitorio; sólo
que el color debe predominar aquí, dando con su
simplificación un estilo más grande a las cosas para
llegar a sugerir el reposo o el sueño en general. En
fin, con la vista del cuadro debe descansar la cabeza
o más bien la imaginación.
Las paredes son de un violeta pálido. El suelo es
a cuadros rojos.
1 Seurat: pintor francés, uno de los creadores del puntillismo.
La madera del lecho y las sillas son de un
amarillo de mantequilla fresca; la sábana y las
almohadas, limón verde muy claro.
La colcha, rojo escarlata. La ventana, verde.
El lavabo, anaranjado; la cubeta, azul.
Las puertas, lilas.
Y eso es todo -nada más en ese cuarto con los
postigos cerrados.
Lo cuadrado de los muebles debe insistir en la
expresión del reposo inquebrantable.
Los retratos en la pared, un espejo, una botella y
algunos vestidos.
El marco -como no hay blanco en el cuadro -
será blanco.
Esto, para tomarme el desquite del reposo
forzado1 a que me he visto obligado.
Trabajaré aún todo el día de mañana; pero ya
ves qué simple es la concepción. Las sombras y las
sombras proyectadas están suprimidas; ha sido
coloreado con tintes planos y francos como los
crespones. Esto va a contrastar con, por ejemplo,
La diligencia de Tarascón y el Café nocturno.
1 Vincent tenía la vista muy cansada debido a una serie de croquis que
había tomado de la diligencia de Tarascón.
No te escribo más porque voy a comenzar
mañana muy temprano, con la fresca luz del
amanecer, para acabar mi tela.
No te olvides de darme noticias de cómo van
los colores.
Espero que me escribirás uno de estos días.
La próxima vez te haré un croquis de otras
piezas.
Un apretón de manos.
Yo creo que una nueva escuela colorista ha de
arraigar en el Mediodía; porque veo cada vez más
que los del norte se fundan sobre todo en la
habilidad del pincel y el llamado afecto pintoresco
que en el deseo de expresar algo por el color mismo.
Aquí, bajo el sol más fuerte, he encontrado que
es cierto lo que decía Pissarro y lo que me escribía,
además, Gauguin sobre lo mismo; la simplicidad, lo
descolorido, lo grave de los grandes efectos del sol.
En el norte jamás se hubiera sospechado.
En cuanto a la venta, te doy razón en verdad
por no buscarla expresamente; en realidad yo
preferiría, si pudiera, no vender jamás...
Este dormitorio es algo así como esa naturaleza
muerta de las novelas parisienses de colchas
amarillas, rosas, verdes, ¿te acuerdas? Pero creo que
la factura es más viril y más simple.
Nada de punteado, nada de vetas, nada, tintes
planos pero que armonizan.
No sé lo que emprenderé después, porque tengo
la vista fatigada todavía.
Y en estos momentos, precisamente después del
trabajo duro y más que duro, siento también la
cabeza vacía.
Y si quisiera dejarme llevar por esto, nada me
sería más fácil que detestar lo que termino de hacer
y darle de puntapiés como el padre Cézanne. En fin,
¿por qué darle de puntapiés? Dejemos los estudios
tranquilos a menos que no les encontremos nada
bueno o que les encontremos lo que se llama bueno
de verdad, entonces ¡a fe mía!... tanto mejor.
Es justamente el defecto de los holandeses,
tildar una cosa de absolutamente buena y otra de
absolutamente mala. No existe de ningún modo
nada tan rígido como esto.
He leído también Césarine de Richepin; tiene
cosas muy buenas; la marcha de los soldados en
desbandada, cómo se siente su fatiga; ¿no
marcharemos así también sin ser soldados algunas
veces en la vida? La querella del hijo y del padre es
muy desgarradora; pero es como La liga del mismo
Richepin; creo que esto no deja ninguna esperanza,
mientras que Guy de Maupassant, que ha escrito
cosas de verdad tan tristes, al final hace acabar las
cosas más humanamente. Monsieur Parent, incluso
Pedro y Juan, que aunque no terminan con la
felicidad, la gente se resigna y continúa igual. En una
palabra, no termina con sangre ni con tantas
atrocidades como esto, ¡vaya! Prefiero mucho más a
Guy de Maupassant que a Richepin, porque es más
consolador. Actualmente acabo de leer Eugenia
Grandet de Balzac, la historia de un aldeano avaro.
He lecho instalar el gas en el taller y en la
cocina, lo que me cuesta 25 francos de instalaciones.
Si Gauguin y yo trabajamos una quincena todas las
tardes, ¿no los recuperaremos? Solamente que como
por otra parte Gauguin puede dejarse caer uno de
estos días, aún necesitaré absolutamente unos 50
francos por lo menos.
No estoy enfermo, pero sin la menor duda,
llegaré a estarlo, si no tomo una fuerte alimentación
y no dejo de pintar durante algunos días. En fin,
vuelvo a verme reducido al caso de la locura de
Hugue van der Goes en el cuadro de Emile
Wauters. Y si no fuera porque tengo una naturaleza
un poco dual, como la que resultaría de la unión de
un monje y un pintor, viviría y eso desde hace ya
tiempo, reducido enteramente al caso mencionado
más arriba.
En fin, aun entonces no creo que mi locura sea
la de persecución, ya que mis sentimientos en estado
de exaltación desembocan más bien en las
preocupaciones de la eternidad y de la vida eterna.
Pero asimismo, es preciso que desconfíe de mis
nervios, etcétera.
He aquí un croquis muy vago de mi última tela;
una fila de cipreses verdes contra un cielo rosa, con
un cuarto creciente limón pálido. En primer plano,
un terreno yermo, arena y algunos cardos. Dos
enamorados; el hombre, azul pálido y sombrero
amarillo; la mujer, con un corpiño rosa y una falda
negra. Esta, hace la cuarta tela del Jardín del poeta,
que es la descoronación del cuarto de Gauguin. Me
causa horror tener todavía que pedirte dinero, pero
no puedo hacer nada y aun así sigo todavía
abrumado. Sin embargo, creo que el trabajo que
hago gastando un poco más, nos parecerá un día
más barato que el anterior.
Gracias por tu carta y por el billete de 50
francos. Como ya sabrás por mi telegrama, Gauguin
ha llegado bien de salud.
Hasta me da la impresión de que se encuentra
mejor que yo.
Está muy contento, naturalmente, de la venta
que has hecho; y yo igual, ya que así ciertos gastos
todavía absolutamente necesarios para la instalación
no tienen ni necesidad de esperar ni recaerán sobre
su espalda solamente. Gauguin te escribirá hoy, con
seguridad. Es muy interesante como hombre y
tengo plena confianza de que con él haremos una
porción de cosas. Probablemente, aquí producirá
mucho y espero que yo también, quizás.
Y entonces me atrevo a creer que para ti el fardo
será un poco menos pesado, y hasta me animo a
decir mucho menos pesado.
Yo siento, hasta el extremo de quedar
moralmente aplastado y físicamente aniquilado, la
necesidad de producir; precisamente porque en
resumen no tengo otro medio de llegar a compensar
nuestros gastos.
Y no puedo hacer nada, ante el hecho de que
mis cuadros no se vendan.
Llegará un día sin embargo, en que se verá que
esto vale más que el precio que nos cuestan el color
y mi vida, en verdad muy pobre.
No tengo más deseo ni más preocupación en
cuestión de dinero o de finanzas, que suprimir
deudas.
Pero, querido hermano, mi deuda es tan grande,
que cuando la haya pagado, cosa que pienso llegar a
hacer, el mal de producir cuadros me habrá robado
la vida y me parecerá no haber vivido. Tal vez sólo
ocurra que la producción de cuadros me resulte un
poco más difícil; y en cuanto al número no siempre
serán tantos.
Que esto no se venda ahora, me causa la misma
angustia que tú sufres, pero para mí, en caso de que
te molestara demasiado que no te entregase nada,
vendría a ser lo mismo.
Pero en finanzas me es suficiente saber esta
verdad: que un hombre que vive 50 años y gasta dos
mil por año, gasta cien mil francos y es necesario
que aporte también cien mil. Hacer mil cuadros a
cien francos, durante una vida de artista, es muy,
muy duro, pero cuando el cuadro es a cien francos...
y aún... nuestra tarea es a veces tan pesada. Pero esto
sí que no se puede cambiar.
Probablemente dejaremos a Tasset, porque
vamos, por lo menos en gran parte, a servirnos de
colores más baratos, tanto Gauguin como yo. En
cuanto a la tela, vamos a prepararla nosotros
mismos. He tenido por un momento la sensación de
que iba a caer enfermo; pero la llegada de Gauguin
me ha distraído en tal forma que estoy seguro de
que se me pasará. Es necesario que no descuide mi
alimentación durante un tiempo y esto es todo y
absolutamente todo.
22 de octubre.
Enfermo, ya te he dicho que no pensaba estarlo;
pero habría enfermado si hubiese seguido gastando.
Pues me inquietaba atrozmente la idea de que te
obligaba a realizar un esfuerzo superior a tus
fuerzas.
Por un lado sentía que no podía hacer nada
mejor que continuar hasta el fin la empresa de
convencer a Gauguin para que se viniera con
nosotros; y por otra parte, como lo puedes saber
por experiencia, cuando uno tiene que amueblar o
instalarse, es más difícil de lo que se cree.
Ahora me animo a respirar por fin, ya que
hemos tenido todos mucha suerte por la venta que
has podido hacer para Gauguin.
De una forma u otra los tres, él, tú y yo,
podemos recapacitar un poco, para damos cuenta
con calma de lo que acabamos de hacer.
No tengas miedo de que vaya a preocuparme
por el dinero. Habiendo llegado Gauguin, el
objetivo está provisionalmente logrado. El y yo,
combinando nuestros gastos, no alcanzaremos a
gastar ni siquiera lo que me costaba a mí solo la vida
aquí.
El, podrá incluso ahorrar dinero a medida que
venda. Lo que le servirá dentro de un ano, para
instalarse en la Martinica, ya que sin esto no podría
ahorrar.
Cada mes recibirás mi trabajo y un cuadro más
de él. Y yo haré el mismo trabajo sin mortificarme
tanto y sin hacer tantos gastos. Ya hace tiempo que
me parecía que la combinación que terminamos de
hacer era de buena política. La casa va muy y se está
volviendo no sólo confortable sino también una
casa de artista.
Así pues, no temas nada por mí y menos aún
por ti.
Es verdad que he sentido una horrible inquietud
por ti: porque si Gauguin no hubiera tenido las mismas
ideas, yo habría ocasionado gastos bastante
grandes para nada. Pero Gauguin es asombroso
como hombre; no se apresura y esperará aquí muy
tranquilamente y trabajando fuerte, el momento
propicio para dar un inmenso paso adelante. Tenía
tanta necesidad como yo de reposo. Con el dinero
que acaba de ganar, habría podido pagarse
igualmente el descanso en Bretaña; pero como están
las cosas actualmente, él está seguro de poder
esperar sin recaer en la deuda fatal. No gastaremos
entre los dos más de 250 francos por mes. Y
gastaremos mucho menos en color, ya que nosotros
mismos lo vamos a hacer. Así que, por tu parte, no
te preocupes para nada por nosotros y recobra el
aliento también; que quizás te haga mucha falta.
Por mi parte, quisiera tan sólo decirte que no te
pido más que seguir a un precio por mes muy
común: 150 francos (y lo mismo para Gauguin). Lo
que en todo caso reduce mi gasto personal.
Mientras que sus cuadros seguramente aumentarán.
Pues más adelante, si guardas mis cuadros para
ti, sea en París, sea aquí, estaré mucho más contento
de poder decir que prefieres guardar mi trabajo para
nosotros que venderlo, que tener que mezclarme en
la lucha por el dinero en este momento. De veras.
Por otra parte, si lo que hago es bueno, entonces no
perderemos nada en lo que se refiere a dinero;
porque igual que el vino guardado en la bodega, será
normal que alcance una valoración. Además, está
claro que si me esfuerzo en hacer esa pintura, aun
desde el punto de vista del dinero será preferible
que esté sobre mi tela que en los tubos.
Para terminar esto, me atrevo a esperar que
dentro de 6 meses Gauguin, tú y yo veremos que
hemos fundado un pequeño taller que perdurará y
permanecerá como una estación necesaria o por lo
menos útil para todos aquellos que quieran venirse
al Sur. Un fuerte apretón de manos.
Noviembre de 1888.
Además, tengo en fin una Arlesiana; una figura
(tela de 30) esbozada en una hora; fondo limón
pálido, la cara gris, el vestido negro, negro negro, de
azul de Prusia completamente crudo. Se apoya sobre
una mesa verde y está sentada en un sillón de
madera anaranjada...
Gauguin, aunque aquí trabaje mucho, siente
siempre nostalgia de los países cálidos. Y de ahí que
cuando se vaya a Java por ejemplo con la
preocupación de hacer color, verá una porción de
cosas nuevas.
Luego, en esos países más luminosos, bajo el sol
más fuerte, la sombra proyectada por los objetos y
las figuras, se vuelve distinta y está coloreada de tal
modo que uno está tentado de suprimirla,
sencillamente. Esto sucede ya aquí...
Creo que te gustará la caída de hojas que he
hecho.
Son los troncos de álamos lilas, cortados por el
marco allá donde comienzan las hojas.
Estos troncos de árboles como pilares bordean
una avenida donde están, a derecha e izquierda,
alineadas viejas tumbas romanas de un lila azul.
Luego, el suelo esta cubierto por una capa espesa de
hojas anaranjadas y amarillas caídas parecida a un
tapiz. Como los copos de la nieve que sigue
cayendo.
Y en la avenida figuras menudas de enamorados
en negro. La parte superior del cuadro es una
pradera muy verde y nada de cielo o casi nada.
La segunda tela es la misma avenida, pero con
un viejo buen hombre y una mujer gorda y redonda
como una bola.
¡Pero si el domingo hubieras estado con
nosotros!... Hemos visto una viña roja, toda roja
como el vino rojo. En la lejanía se volvía amarilla y
después un cielo verde con un sol, terrenos, después
de la lluvia, violetas y centelleantes de amarillo por
aquí y por allá, donde se reflejaba el sol poniente.
Mi querido Théo:
No me molesta tratar de trabajar con la imaginación,
pues así puedo quedarme en casa. Trabajar al
calor de una estufa no me incomoda; porque el frío
me sienta mal, como ya sabes. He fracasado
solamente en esa cosa que he hecho del jardín en
Nuenen y veo que para los trabajos de imaginación
también hace falta el hábito. Pero he hecho los
retratos de toda una familia; la del cartero del cual ya
había hecho anteriormente la cabeza -el hombre, la
mujer, el niño, el muchacho y el hijo de 16 años -;
todos de tipo muy francés, aunque tengan cara de
rusos. Telas de 15. Tú sabes que me siento en mi
elemento y que esto me consuela hasta cierto punto
de no ser médico. Espero insistir y poder obtener
poses más serias pagaderas en retratos. Y si llego a
hacer todavía mejor a toda esta familia, al menos
habré conseguido algo a mi gusto personal.
Actualmente estoy en pleno lío de estudios,
estudios, estudios, y esto durará aún - un desorden
tal me aflige mucho pero servirá para disponer de
recursos a los 40 años.
De cuando en cuando una tela que resulta
cuadro, tal como el sembrador en cuestión, que yo
también considero mejor que el primero.
Si podemos conservar la casa significará un día
de victoria para nosotros, aunque no sea junto a la
gente mencionada.
Habría que pensar un poco en este proverbio:
júbilo en la calle, dolor en la casa.
¡Qué quieres!... Suponiendo que tengamos
todavía una batalla que librar, entonces habría que
tratar de madurar tranquilamente.
Tú me has dicho siempre que busque la calidad
antes que la cantidad.
Según esto, nada nos impide tener muchos
estudios que cuenten como tales y no vender por
consiguiente una porción de cosas. Y si tarde o
temprano estamos obligados a vender, entonces
venderemos un poco más caro cosas que se pueden
sostener desde el punto de vista de la búsqueda
seria.
Creo que a pesar de mí, no se me quitan las
ganas de enviarte algunas telas dentro de poco,
digamos un mes. Digo a pesar de mí, porque estoy
convencido de que las telas ganan secándose bien
aquí, en el Sur, hasta que la pasta se endurezca a
fondo, lo que lleva largo tiempo, es decir, un año.
Abstenerme de enviártelas tal vez sea lo mejor.
Porque nosotros no tenemos necesidad en este
momento de mostrarlas: lo tengo muy sabido.
Gauguin trabaja mucho; me gusta sobre todo
una naturaleza muerta con fondo y primer plano
amarillos; tiene en preparación un retrato mío que
no cuento entre sus intentos fallidos; actualmente
hace paisajes y finalmente tiene una tela muy buena
de lavandera, buenísima por lo que me parece.
He hecho un bosquejo de hurdel y proyecto
hacerlo cuadro.
He terminado también una tela de una viña toda
púrpura y amarilla con menudas figuras azules
violetas y un sol amarillo.
Creo que podrás poner esta tela al lado de los
paisajes de Monticelli.
Voy acostumbrándome a trabajar de memoria y
las telas de memoria son siempre menos
desmañadas y tienen un aire más artístico que los
estudios del natural, sobre todo cuando se trabaja
con tiempo de mistral.
No creo haberte dicho todavía que Rilliet ha
partido para Africa. Tiene un estudio mío por el
trabajo que se ha tomado para llevar las telas a París
y Gauguin le ha dado un pequeño dibujo a cambio
de una edición ilustrada de Mme. Chrysanthème.
Yo no he recibido todavía los canjes de
Pont-Aven, pero Gauguin me asegura que las telas
estaban hechas.
Aquí hace un tiempo de viento y de lluvia y
estoy muy contento de no estar solo; los días malos
trabajo de memoria y si estuviera solo no
funcionaría.
Gauguin también ha terminado casi su Café
nocturno. Es muy interesante como amigo; tengo
que decirte que sabe cocinar perfectamente; creo
que aprenderé de él. Nos arreglaremos para hacer
los marcos con simples varillas claveteadas sobre el
bastidor y pintadas, cosa que ya he empezado.
¿Sabes que Gauguin es un poco el inventor del
marco blanco? Pero el marco de 4 varillas
claveteadas sobre el bastidor, cuesta 5 centavos y
vamos a perfeccionarlo, sin duda.
Queda muy bien, porque este marco no resalta y
hace juego con la tela.
He trabajado en dos telas.
Un recuerdo de nuestro jardín en Etten con
coles, cipreses, dalias y figuras; también, una Lectora
de novelas en una biblioteca como la Lecture
Française, una mujer toda en verde. Gauguin me da
valor para imaginar y las cosas de la imaginación
adquieren sin duda un carácter más misterioso.
No perderás nada si confías en mi trabajo y
dejaremos tranquilamente que nuestros queridos
camaradas desprecien a los actuales. Felizmente
para mí, sé bien lo que quiero y soy absolutamente
indiferente hacia la crítica de trabajar
apresuradamente en el fondo.
En respuesta, he producido estos días todavía
más a prisa.
Gauguin me decía el otro día que había visto de
Claude Monet, un cuadro de girasoles; es un gran jarrón
japonés, muy bello; pero -le agradan más los
míos. No soy de ese parecer - no creo que me esté
debilitando.
Lamento como siempre, bien conoces esto, la
escasez de modelos, las mil contrariedades para
vencer esta dificultad. Si yo fuera un hombre
distinto y si fuera más rico, podría forzar esto;
actualmente no cedo y cavo sordamente.
Si a los cuarenta años hago un cuadro de figuras
similares a las flores de que hablaba Gauguin, tendré
una posición de artista al nivel de cualquiera. Así
pues, perseverancia.
Entretanto puedo decirte ahora que los dos
últimos estudios son bastante graciosos.
Telas de 30;1 una silla de madera y paja toda
amarilla, sobre ladrillos rojos, contra una pared (de
día).
Después, el sillón de Gauguin rojo y verde;
efecto de noche, pared y piso rojo y verde también;
sobre el asiento dos novelas y una vela. Sobre tela
rala y con empaste espeso.
Mi querido Théo.
Gauguin y yo estuvimos ayer en Montpellier
para ver el Museo y sobre todo la sala Brias. Hay allí
muchos retratos de Brias por Delacroix, por Ricard,
1 La silla de Vincent.
por Coubert, por Cabanel, por Couture, por
Verdier, por Tassaert y otros. Además, hay cuadros
muy hermosos de Delacroix, Courbet, Giotto, Paul
Potter, Botticelli y Th. Rousseau.
Brias era un benefactor de artistas; no te diré
más que esto. En el retrato de Delacroix, hay un
señor de barba y cabellos rojos que tiene algo de
parecido contigo o conmigo y que me ha hecho
pensar en esta poesía de Musset .... :
«partout oú j'ai touché la terre
un malheureux vétu de noir,
auprés de nous venait s' asseoir
qui nous regardait comme un frére».2
2 El poema de Musset, es "La nuit de décembre"
Partout oú j'ai touché la terre,
Sur ma route esi venu s'asscoir
Un mialheurex vetu de noir.
Qui nie resseniblait conime un frère.
Dondequiera he tocado la tierra,
En el camino vino a sentarse
Un desdichado vestido de negro,
Que se me asemejaba cono un hermano.
La versión de van Gogh ligeramente alterada;
Dondequiera he tocado la tierra
un desdichado vestido de negro
cerca de nosotros venía a sentarse
y nos miraba como un hermano.
Esto te hará el mismo efecto; estoy seguro. Te
rogaría encarecidamente que fueras a ver esa librería
en donde se venden las litografías de artistas
antiguos y modernos, a ver si puedes conseguir sin
gastos considerables la litografía sacada de
Delacroix:
El Tasso en la cárcel de locos; ya que me
pareció que esta figura debe tener conexiones con
este hermoso retrato de Brias.
Hay además de Delacroix, un estudio de Mulata
(que Gauguin ha copiado hace tiempo), las
Odaliscas, Daniel en el foso de los leones; de
Courbet: lº las Muchachas del pueblo, magnífico;
una mujer vista de espaldas y otra tumbada en un
paisaje; 2º la Hilandera (soberbio) y todavía muchos
otros Courbet. En fin, tú debes saber que esta
colección existe o bien conocerás personas que la
han visto y por consiguiente están en condiciones
de hablar.
No insisto, pues, en el museo (salvo sobre los
dibujos y bronces Barye). Gauguin y yo hablamos
mucho de Delacroix, Rembrandt, etcétera.
La discusión es una electricidad excesiva,
salimos a veces con la cabeza fatigada como una
batería eléctrica después de la descarga. Hemos
estado en plena Magia, porque como dice tan bien
Fromentin Rembrandt es sobre todo mago...
Tú conoces el extraño y soberbio retrato de
hombre por Rembrandt, en la galería de Lacaze; le
he dicho a Gauguin que yo veía allí cierto rasgo de
familia o de raza con Delacroix o con Gauguin. Yo
no sé por qué llamo siempre a ese retrato el Viajero
o El hombre que viene de lejos. Esto es una idea
equivalente y paralela a lo que te he dicho ya a ti
mismo, que mires siempre el retrato de Six viejo, el
hermoso retrato del guante, para tu porvenir, y el
aguafuerte de Rembrandt, Six leyendo junto a la
ventana bajo un rayo de sol, para tu pasado y tu
presente. Ya ves cómo estamos. Gauguin me decía
esta mañana, cuando le preguntaba cómo estaba:
«que se sentía volver a su naturaleza antigua», lo que
me ha causado mucho placer. El invierno pasado
cuando llegué aquí con fatiga y casi desvanecido
cerebralmente, antes de poder comenzar a
recuperarme, sufrí también un poco interiormente.
Cómo desearía que un día vieras este museo de
Montpellier; hay cosas muy bellas.
Dile esto a Degas; que Gauguin y yo estuvimos
viendo el retrato de Brias por Delacroix en
Montpellier; porque es preciso creer firmemente que
lo que es, es y el retrato de Brias por Delacroix se
nos parece a ti y a mí como un nuevo hermano.
23 de diciembre de 1888.
Te agradezco mucho tu carta, tu billete de 100
francos incluido e igualmente tu giro de 50 francos.
28Creo que Gauguin está un poco
decepcionado de la buena ciudad de Arlés, de la
casita amarilla donde trabajamos y sobre todo de
mí.
Efectivamente, preveo para él, tanto como para
mí, dificultades graves que aún hay que superar.
Pero esas dificultades están más bien dentro de
nosotros que en cualquier otra parte.
Resumiendo: creo que o bien se decidirá a marcharse
o bien se decidirá a quedarse.
1º de Enero de 1889.
Mi querido hermano:
Espero que Gauguin1 te haya tranquilizado
completamente y también en lo que respecta a los
asuntos de la pintura.
Espero recomenzar muy pronto el trabajo.
La criada y mi amigo Roulin se habían
encargado de la casa y habían puesto todo en orden.
Cuando salga, podré volver a ir andando por
aquí y muy pronto llegará el buen tiempo y
recomenzaré los vergeles en flor.
Estoy, mi querido hermano, muy afligido por tu
viaje; hubiera deseado evitarte esto, porque en suma
no me ha pasado nada malo y no había por qué
molestarte.
No sabría decirte cuánto me regocija que hayas
hecho la paz y más aún con los Bonger.2
Dile esto de mi parte a André y salúdalo muy
cordialmente. Como me habría gustado que
hubieses visto Arlés con buen tiempo; ahora lo has
visto en negro.
1 Gauguin es el único informante de lo que pasó el 24-XII-1888 y lo
hace en “Avant et apres” para terminar con el rumor. Ver prólogo.
2 Théo se había comprometido con Johanna Bonger, hermana de
André Bonger, amigo de Vincent y Théo.
Valor entretanto; envía las cartas directamente a
mi domicilio, Lamartine 2. Yo le enviaré a Gauguin
sus cuadros que quedaron en la casa, tan pronto
como lo desee.
Le debemos los gastos que ha hecho por los
muebles. Un apretón de manos: tengo que volver al
hospital, pero dentro de poco saldré del todo.
Tuyo, Vincent.
Escribe también una palabra a nuestra madre de
mi parte; que nadie se inquiete.
Mi querido amigo Gauguin:
Aprovecho mi primera salida del hospital, para
escribirte dos palabras de amistad muy sincera y
profunda. He pensado mucho en ti en el hospital, y
hasta en plena fiebre y relativa debilidad.
Dime, el viaje de mi hermano Théo, ¿era pues
tan necesario, amigo mío? Ahora, al menos,
tranquilízalo completamente y también a ti te ruego
que tengas confianza de que no existe ningún mal en
éste, el mejor de los mundos, donde todo marcha de
la mejor manera.
Además, deseo que digas muchas cosas de mi
parte al bueno de Schuffenecker; que te abstengas
hasta más madura reflexión por ambas partes, de
hablar mal de nuestra pobre casita amarilla; que
saludes de mi parte a los pintores que veas en París.
Te deseo prosperidad en París, con un buen apretón
de manos.
Todo tuyo,
Vincent.
Roulin ha sido verdaderamente bueno conmigo;
fue él quien tuvo presencia de ánimo para hacerme
salir de allí, antes de que los demás se dieran cuenta.
Contéstale, por favor.
2 de enero de 1889.
Mi querido Théo:
Para tranquilizarte completamente a mi
respecto, te escribo estas breves frases en el
gabinete del señor Rey, el interno, a quien ya
conoces.1 Me quedaré todavía algunos días aquí, en
1 El doctor Rey, médico del hospital, escribió a Théo lo siguiente:
"Añado algunas palabras a la carta de su señor hermano para tranquilizarle
a mi vez sobre lo que a mi respecta.
Me satisface anunciarle que mis predicciones se han confirmado y
que aquella sobreexcitación no ha sido más que pasajera. Yo creo que él
se repondrá en unos pocos días. He insistido aunque él mismo le
el hospital; después, espero volver muy
tranquilamente a mi casa.
Ahora te ruego una sola cosa, que no te
inquietes; porque entonces me provocarías una
inquietud más.
Hablemos ahora de nuestro amigo Gauguin: ¿lo
he asustado? En fin ¿por qué no da señales de vida?
Debe haberse ido contigo. El tenía por otra parte
necesidad de volver a ver París y en París se sentiría
más a gusto que aquí. Dile a Gauguin que me escriba
y que pienso siempre en él.
Un buen apretón de manos; he releído tu carta,
en lo concerniente a tu encuentro con los Bonger.
Está bien. En cuanto a mí, estoy contento de seguir
tal como soy.
Todavía una vez más, un buen apretón de
manos para ti y Gauguin2.
Todo tuyo.
Vincent.
escribiera, para informarle de su estado. Le sugerí que bajase a mi
gabinete para conversar un poco. Eso le distraerá le hará bien a él.
Acepte usted mis más solícitos saludos.
Rey”.
2 Gauguin le envió un telegrama a Théo, pidiéndole que venga
urgentemente. Al llegar Théo, el Dr. Rey le informa lo ocurrido.
Escribe siempre a la misma dirección: plaza
Lamartine, 2.
Mi querido Théo:
Quizás no te escribiré hoy una carta muy larga;
pero en todo caso, sí una nota para hacerte saber
que he vuelto a mi casa.
Cuánto lamento que te hayas molestado por tan
poca cosa; perdónamelo, ya que al fin soy probablemente
la causa principal.
Yo no preví que esto tuviera las consecuencias
que ya te comentaré. Basta. El Sr. Rey ha venido a
ver la pintura con dos de sus amigos médicos; y
ellos comprenden en seguida, a grosso modo por lo
menos, lo que son los complementarios.
Ahora espero hacer el retrato del Sr. Rey y
posiblemente otros retratos, tan pronto vuelva a
adaptarme un poco a la pintura.
Gracias por tu última carta; de veras que te
tengo siempre presente; pero has de saber también
que trabajo en lo mismo que tú. ¡Ah!... cómo
desearía que hubieses visto el retrato de Brias por
Delacroix, y todo el museo de Montpellier, donde
Viendo que no puede hacer nada, Théo lo recomienda al cuidado del
Dr. Rey, y al cartero Roulin, y regresa a París.
me llevó Gauguin. Cómo se ha trabajado ya en el
Sur, antes de nosotros; la verdad es que me cuesta
bastante creer que nos hayamos desviado tanto. Por
lo que se refiere a la región cálida, ¡a fe mía!...
involuntariamente pienso en cierta región de que
habla Voltaire y aun sin contar los simples castillos
en el aire. Estos son los pensamientos que me
surgen, al volver a mi casa.
Estoy muy deseoso de saber cómo se
encuentran los Bonger y si las relaciones con ellos
se mantienen como espero.
Si te parece bien -ido Gauguin - restableceremos
el mes a 150 francos; creo que veré todavía aquí días
más calmos que los del año pasado.
De lo que tendré gran necesidad para mi
instrucción es de todas las reproducciones de los
cuadros de Delacroix, que se pueden aún conseguir
en esta casa donde venden a 1 franco, creo, las
litografías de artistas antiguos y modernos, etc. No
quiero las más caras, decididamente.
¿Cómo están nuestros amigos holandeses de
Haan e Isaacson? Salúdalos de mi parte.
Creo solamente que debemos mantenemos tranquilos
en relación a mi pintura. Si tú lo quieres,
claro, puedo ya enviarte, pero cuando la calma me
vuelva espero hacer algo distinto. Sin embargo, para
los Independientes haz como te parezca y como
hagan los otros.
Pero no tienes idea de cuánto lamento que no
hayas hecho todavía tu viaje a Holanda.
En fin, ya no podemos cambiar los hechos; pero
adelántate por la correspondencia o como puedas
hasta donde te sea posible; y diles a los B. cuanto
me duele haberles quizás causado un retraso,
involuntariamente. Escribo a nuestra madre y a Wil,
en estos días; también he de escribir a Jet Mauve.
Escríbeme pronto y queda completamente
tranquilo en cuanto a mi salud; me curará del todo
saber que te va bien ¿Qué hace Gauguin? Como está
con su familia en el norte, y ha sido invitado a
exponer en Bélgica y tiene actualmente éxito en
París, quiero creer que ha encontrado su camino.
Un buen apretón de manos; me siento regularmente
feliz de que esto sea una cosa pasada. Una vez más,
un fuerte apretón de manos.
9 de enero de 1889.
Físicamente estoy bien; la herida se cierra muy
bien y la gran pérdida de sangre se equilibra, ya que
como y digiero a satisfacción. Lo más temible sería
el insomnio, y el médico no me ha hablado ni yo
tampoco a él todavía. Pero yo mismo lo combato.
Combato este insomnio con una dosis muy
fuerte de alcanfor In mi almohada y mi colchón; y si
alguna vez no durmieras, te lo recomiendo. Temía
mucho dormir solo en la casa y he tenido miedo de
no poder hacerlo.
Pero esto ya ha desaparecido y me atrevo a creer
que no reaparecerá. El sufrimiento por este lado, en
el hospital, ha sido atroz y, sin embargo, aun en los
estados de mayor debilidad puedo decirte, como
curiosidad, que he seguido pensando en Degas.
Gauguin y yo habíamos hablado antes de Degas y
yo había hecho notar a Gauguin que Degas había
dicho esto: «Me reservo para las arlesianas».
Luego, tú que sabes cuán sutil es Degas, cuando
vuelvas a París dile que le confieso que hasta ahora
he sido incapaz de pintar a las mujeres de Arlés y
que no debe creer a Gauguin si éste le habla bien de
mi trabajo, que sólo ha seguido un curso enfermizo.
Según esto, si me rehago, debo recomenzar y no
podré alcanzar de nuevo esas cumbres a donde la
enfermedad me ha imperfectamente arrastrado.
17 de enero de 1889.
Mi querido Théo:
Gracias por tu buena carta, lo mismo que por el
billete de 50 francos que contenía.
Responder a todas tus preguntas ¿Podrías
hacerlo tú en este momento? Yo no me siento
capaz. Claro que me gustaría, después de
reflexionar, encontrar una solución; pero es preciso
que relea todavía la carta, etcétera.
Pero antes de discutir lo que gastaría o no
gastaría durante todo un año, nos convendría ver un
poco nada más que el mes actual.
En todo caso, esto ha sido realmente lamentable
y en verdad me tendría por muy feliz si dedicaras
seriamente tu atención a lo que eso es y ha sido
durante tanto tiempo.
Pero ¿qué quieres?, desgraciadamente todo anda
complicado de varios modos; mis cuadros no tienen
valor pero me cuestan, es cierto, gastos extraordinarios,
quizás a veces hasta en sangre y cerebro. No
insisto y ¿qué quieres que te diga? Volvamos
siempre al mes actual y no hablemos más que de
dinero. El 23 de diciembre había todavía en caja un
luis y 3 centavos. Ese mismo día recibí de ti el
billete de 100 francos.
Estos son los gastos:
Dado a Roulin para pagar a la criada su mes de
diciembre 20 francos; así como la primera quincena
de enero 10 francos = 30 fr.
Pagado en el hospital. 21 fr.
Pagado a los enfermeros que me habían curado.
10 fr.
Al volver aquí pagué una mesa, un calentador de
gas, etc., que me habían prestado y que entonces
tomé a crédito. 20 fr.
Pagado por la limpieza de toda la ropa de cama
y la ropa ensangrentada
12 fr. 50
Varias compras como una docena de pinceles,
un sombrero, etc, etc., pongamos.
10 fr.
103
fr. 50
Hemos llegado ya, así, al día o al otro día de mi
salida del hospital, con un desembolso forzoso de
mi parte de 103 fr. 50, a lo que hay que agregar
todavía que, entonces, en el primer día, estuve
comiendo con Roulin en el restaurante, alegremente,
tranquilizado y no temiendo más una nueva
angustia.
En fin, el resultado de todo esto fue que hacia el
8 estaba arruinado. Pero al cabo de uno o dos días
pedí prestados 5 francos. Estábamos apenas a 10.
Esperaba hacia el 10 una carta tuya; y luego, como
esta carta no llegó hasta hoy 17 de enero, el
intervalo ha sido un ayuno de los más rigurosos y
tanto más doloroso porque mi restablecimiento no
podía hacerse en estas condiciones.
No obstante, he vuelto al trabajo y tengo hechos
ya tres estudios en el taller; además del retrato del
señor Rey que le ofrecí como recuerdo. Así que, de
momento, no me pasa nada grave, como no sea un
poco más de sufrimiento y de relativa angustia. Y
conservo muy buena esperanza. Pero me siento
débil y un poco inquieto y temeroso. Espero que
pase cuando recupere mis fuerzas.
Rey me ha dicho que debía ser muy
impresionable para haber tenido lo que tuve cuando
la crisis y que actualmente yo sólo estaba anémico,
pero que realmente debía alimentarme. Pero yo me
he tomado la libertad de decir al señor Rey que si
actualmente lo más importante para mí era recobrar
mis fuerzas, y que por una gran casualidad o
malentendido justamente me había sido necesario
guardar un ayuno riguroso de una semana, si en
parecidas circunstancias él habría visto muchos
locos regularmente ya tranquilos y capaces de
trabajar; y si no, que se dignara recordar entonces,
cuando la ocasión llegara que yo no estoy loco
todavía. Ahora, con todos estos pagos, considerando
que toda la casa estaba convulsionada por
esta aventura y todas mis ropas manchadas, ¿hay en
estos gastos algo indebido, extravagante o
exagerado? Si en seguida que volví pagué lo que era
debido a gentes casi tan pobres como yo mismo,
¿hay error de mi parte o he podido economizar algo
más?
Ahora, hoy 17, recibo al fin 50 francos.
Con respecto a esto, pago primero los 5 francos
pedidos al dueño del café, más 10 consumiciones
tomadas durante esta última semana a crédito, lo
que hace 7 fr. 50
Debo pagar todavía ropa blanca traída del
hospital y además de esta semana pasada, y
reparaciones de zapatos y de un pantalón; todo
junto, algo así como
5 fr.
Madera y carbón a pagar todavía de diciembre y
lo que hay que comprar aún, no menos de
4 fr.
Criada; segunda quincena de enero
10 fr.
26
fr. 50
Neto, me quedará mañana por la mañana
cuando haya pagado ese total.
23 fr. 50
Estamos a 17; faltan trece días para fin de mes.
Pregunto cuánto podré gastar por día.
Hay que agregar luego, que has enviado 30
francos a Roulin, de los cuales ha pagado los 21 fr.
50 del alquiler de diciembre.
He aquí, mi querido hermano, la cuenta del mes
actual. Y sin acabar.
Llegamos ahora a los gastos que te han sido
ocasionados por un telegrama de Gauguin, que ya le
reproché muy formalmente que te mandara. Los
gastos hechos así, al margen, son inferiores a 200
francos. El mismo Gauguin, ¿pretende que ha
hecho allá maniobras magistrales? Escucha: no
insisto más sobre lo absurdo de esta diligencia;
supongamos que yo estuviera todo lo extraviado
que quieran ¿por qué entonces el ilustre compañero
no estuvo más atento? No insistiré más sobre este
punto.
Yo no sabré agradecerte bastante por haber
pagado a Gauguin de modo que él no pueda
quejarse de las relaciones que ha tenido con
nosotros. Por desgracia éste es otro gasto quizá más
fuerte que de costumbre; pero en fin, me permite
una esperanza.
¿No debe él o por lo menos no debía comenzar
por ver que nosotros no éramos sus explotadores,
sino que, por el contrario, hemos tratado de
salvaguardarle la existencia, la posibilidad de trabajo
y... y ... la honradez? Si esto está por debajo de sus
grandiosos proyectos de asociaciones de artistas que
ha propuesto y a los cuales se adhiere siempre en la
forma que sabes; si esto está por debajo de sus otros
castillos en el aire, ¿por qué no considerarlo
entonces como irresponsable de los dolores y
estragos que inconscientemente, tanto a ti como a
mí ha podido causarnos en su ceguera? Si
actualmente esta tesis te pareciera demasiado
atrevida, no insisto; pero esperemos.
El ha tenido antecedentes en lo que él llama «la
banca de París», y se cree ducho en eso. Quizás en
ese aspecto, a ti y a mí eso apenas nos interese.
De igual modo, esto contradice totalmente
ciertos párrafos de nuestra correspondencia
anterior.
Si Gauguin fuera a París para que lo revisaran
un poco o lo estudiara un médico especialista, te
juro... no sé muy bien qué resultaría.
Yo le he visto hacer en diversas ocasiones,
cosas que tú o yo no nos permitiríamos, porque
tenemos conciencias más sensatas; he oído dos tres
cosas que se decían de él, del mismo tenor; pero yo
que lo he visto de muy, pero de muy cerca, lo creo
arrastrado por la imaginación, por el orgullo quizás,
pero bastante irresponsable.
Esta conclusión no se opone a que convenga
escucharlo en cualquier circunstancia. Pero en el
caso del arreglo de su cuenta, veo que has
procedido con una conciencia superior y pienso que
no tenemos que temer en lo más mínimo que él
pueda contagiamos de los errores de la «banca de
París».
Pero él ... ¡a fe mía!... que haga todo lo que
quiera, que tenga sus independencias (¿¿) (¿de qué
manera considera su carácter independiente?), sus
opiniones y que siga su camino desde el momento
que le parece que lo conoce mejor que nosotros.
Encuentro muy extraño que me reclame un
cuadro de girasoles ofreciéndome a cambio,
supongo, o como regalo, algunos estudios que ha
dejado aquí. Le enviaré de vuelta sus estudios; que
probablemente tendrán para él utilidades que no
tendrían de ningún modo para mí.
Pero, por el momento, guardo mis telas aquí y
categóricamente guardo para mí los girasoles en
cuestión.
El ya tiene dos; que se dé por satisfecho.
Y si no le gusta el cambio que hicimos, entonces
puede recuperar su pequeña tela de la Martinica y su
retrato, el que me mandó desde Bretaña, devolviéndome
por su parte mi retrato y mis dos telas de
girasoles que ha tomado en París. Así pues, que no
saque a relucir más este tema: lo que digo está
bastante claro.
¿Cómo puede pretender Gauguin que teme
molestarme con su presencia, cuando difícilmente
podría negar que ha sabido que siempre preguntaba
por él y que se le ha dicho y redicho que yo insistía
en verlo inmediatamente? Precisamente para decirle
que mantuviera esto entre nosotros, sin molestarte a
ti.
No ha querido escuchar.
Me fatiga reconsiderar todo esto y calcular y
volver a calcular cosas de este género.
He tratado de mostrarte en esta carta la
diferencia que existe entre mis gastos propiamente
dichos y aquellos de los cuales soy menos
responsable.
Me ha sabido muy mal que en este momento
preciso tengas tales gastos que no han de beneficiar
a nadie.
¿Cuál será la consecuencia a medida que
recupere mis fuerzas si mi posición se puede
sostener? Temo mucho un cambio o una mudanza
justamente a causa de nuevos gastos. Llevo ya
mucho tiempo incapaz de recobrar el aliento. No
abandono el trabajo porque avanza por momentos y
creo que, con paciencia, llegaré al resultado de
poder cubrir con los cuadros hechos los gastos
anteriores. Roulin se marcha dentro de poco, el 21
lo trasladan a Marsella; el aumento de sueldo es
mínimo, se ve obligado a dejar por algún tiempo a
su mujer y a los niños que no podrán seguirlo sino
mucho más tarde, a causa de que los gastos de toda
una familia serían mucho más pesados en Marsella.
Es un adelanto para él: pero es un consuelo
muy, muy escaso el que da el gobierno a un
empleado después de tantos años de trabajo.
Y en el fondo creo que tanto él como su mujer
se quedan muy, muy apenados.
Roulin me ha acompañado frecuentemente,
durante esta última semana.
Estoy totalmente de acuerdo contigo acerca de
que no debemos mezclamos en las cuestiones de los
médicos, que no nos conciernen en lo absoluto.
Precisamente como le decías al señor Rey en
una carta que le escribiste, que podías presentarlo en
París, he creído comprender que, en lo referente a
Rivet, no pensé hacer nada comprometedor
diciéndole al señor Rey que si se iba a París me haría
un gran favor llevándole un cuadro al señor Rivet,
en recuerdo mío.
Naturalmente, no le he hablado de nada más;
pero lo que le he dicho es que siempre lamentaría
no ser médico, y que aquéllos que creen que la
pintura es bella, harían bien en no ver en ella más
que un estudio de la naturaleza.
También sigue siendo una lástima que Gauguin
y yo hayamos abandonado demasiado pronto la
discusión que habíamos entablado sobre
Rembrandt y la luz. De Haan e Isaacson ¿están
todavía allí?; que no se desanimen. Después de mi
enfermedad he tenido lógicamente la vista muy
sensible. He observado al sepulturero de Haan ya
que tuvo la atención de enviarme la fotografía. Y
bien, me parece que el verdadero espíritu de
Rembrandt asoma en ese rostro que parece
iluminado por el reflejo de una luz surgida de la
tumba abierta delante de la cual permanece como
sonámbulo el sepulturero.
Esta es una construcción muy sutil.
Yo no trabajo con carbón; y él, de Haan, ha
elegido como medio de expresión justamente el
carbón, que es además una materia incolora.
Me gustaría mucho que de Haan viera un
estudio mío de un candelabro encendido y dos
novelas (una amarilla y la otra rosa) puestas sobre
un sillón vacío (precisamente el sillón de Gauguin)
tela de 30; en rojo y verde. Acabo de trabajar
incluso hoy en uno que le hace Pego: mi silla vacía;
una silla de madera blanca, con una pipa y una
petaca de tabaco. En los dos estudios, así como en
los otros, he buscado un efecto de luz con el color
claro; de Haan comprenderá probablemente lo que
busco, si le lees lo que te he escrito al respecto.
Por muy larga que sea esta carta, en la cual he
tratado de analizar el mes y en la que me quejo un
poco del extraño fenómeno de que Gauguin haya
preferido no volverme a hablar eclipsándose por
completo, me falta agregar algunas palabras de
apreciación.
Lo que tiene de bueno es que sabe dirigir
maravillosamente el gasto de cada día.
Entonces, en tanto yo estoy a menudo ausente,
preocupado por llegar a buen fin, él puede más que
yo para mantener el equilibrio del dinero en el
mismo día. Pero su debilidad consiste en que con
una coz y una huida de bestia trastorna todo lo que
compuso.
Luego, ¿hay que resistir en un sitio después de
conquistarlo o hay que desertar? No juzgo a las
personas por su interior, esperando no ser
condenado yo mismo en caso de que las fuerzas me
faltaran; pero si Gauguin tiene tanta virtud real y
tanta capacidad de beneficencia, ¿cómo las va a
emplear? Yo ya renuncio a seguir sus actos y me
detengo silenciosamente; con un punto de
interrogación, sin embargo.
El y yo, de vez en cuando, hemos vivido
cambiando ideas sobre el arte francés, sobre el
impresionismo...
Me parece ahora imposible, o por lo menos
bastante improbable, que el impresionismo se
organice y se calme.
¿Por qué no ocurrirá lo que sucedió en
Inglaterra cuando los Prerrafaelistas? La sociedad se
ha disuelto.
Me tomo quizás todas estas cosas demasiado a
pecho y siento tal vez demasiada tristeza. ¿Habrá
leído alguna vez Gauguin Tartarín en los Alpes y
recordará al ilustre camarada tarasconés de Tartarín,
que tenía tanta imaginación que había concebido de
pronto toda una Suiza imaginaria? ¿Se acuerda del
nudo en una cuerda encontrada en lo alto de los
Alpes, después de la caída? Y tú, que deseas saber
cómo han sucedido las cosas, ¿has leído ya el
Tartarín por completo? Esto te enseñará a
reconocer a Gauguin.
Te aconsejo muy en serio que releas este pasaje
en el libro de Daudet.
¿Llegaste a ver el estudio que pinté de la
diligencia de Tarascón; aquélla que como sabes se
menciona en Tartarín cazador de leones? Y
después, recuerdas a Borripard en Numa Roumestan
y su feliz imaginación? Eso es lo que es,
aunque de otro género, Gauguin; tiene una hermosa,
franca y absolutamente completa imaginación del
Mediodía; con esta imaginación se va a trabajar al
norte, ¡a fe mía!... ¡se verán quizás mas farsas,
todavía! Y ahora disecando, con todo atrevimiento,
nada nos impide ver en él al tigrecito bonaparte del
impresionismo, en tanto que.... no sé bien cómo
decir esto, su eclipse de Arlés, sea comparable o
paralelo a la vuelta de Egipto del pequeño cabo que
como el nuestro se volvió después a París, siempre
abandonaba los ejércitos en el desastre.
Felizmente Gauguin, yo y otros pintores, no
andamos armados todavía de ametralladoras y otras
nocivas máquinas de guerra. Por mi parte yo estoy
muy decidido a no tener más armas que mi pincel y
mi pluma.
Con gran alharaca, sin embargo, me ha
reclamado Gauguin en su última carta «sus caretas y
guantes de guerra», guardados en el cuartito de mi
casita amarilla.
Voy a mandarle en seguida por paquete postal
todas esas niñerías.
Probablemente jamás se servirá de cosas más
serias.
El es físicamente más fuerte que nosotros; sus
pasiones también deben ser mucho más fuertes que
las nuestras. Además es padre de unos niños; tiene a
su mujer y a sus hijos en Dinamarca y quiere
simultáneamente irse al otro extremo del globo, a la
Martinica. Es horrible toda la oposición de deseos y
necesidades incompatibles que esto le debe
ocasionar.
Yo me habría atrevido a asegurarle que si
permanecía tranquilo con nosotros, trabajando aquí
en Arlés, sin perder dinero y ganándolo, ya que tú te
ocupabas de sus cuadros, es seguro que su mujer le
hubiera escrito aprobando su tranquilidad. Hay más
aún, resulta que andaba sufriendo y gravemente
enfermo y se trataba de encontrar el mal y el
remedio. Luego aquí, sus dolores se terminaron.
Ya basta por hoy. ¿Tienes la dirección de Laval,
el amigo de Gauguin? Puedes decirle a Laval que me
asombra mucho que su amigo Gauguin no haya
llevado para entregárselo un retrato mío que le
destinaba. Ahora te lo enviaré a ti y podrás
hacérselo llegar. Tengo también otro nuevo para ti.
Gracias una vez más por tu carta; te ruego que trates
de pensar en que sería realmente imposible vivir 13
días con los 23 fr. 50 que van a quedarme; con 20
francos que tú me enviaras la próxima semana, ya
trataría que alcanzaran.
Un apretón de manos: releeré tu carta y te
escribiré bien pronto sobre las otras cuestiones.
23 de enero de 1889.
Ayer se fue Roulin (naturalmente mi encargo
salió antes de la llegada de tu carta de esta mañana).
Era impresionante verlo con sus niños este último
día, sobre todo con la más pequeña, cuando la hacía
reír y saltar sobre sus rodillas y le cantaba.
Su voz tenía un timbre extrañamente puro y
emocionado, que a mí me sonaba como un dulce y
lastimero cantar de cuna pero a la vez como un
lejano resonar del clarín de la Francia de la
Revolución. Sin embargo no era triste. Al contrario,
se había puesto el uniforme nuevo que había
recibido ese mismo día y todo el mundo le
felicitaba...
Acabo de terminar una nueva tela, que tiene un
aspecto casi elegante: una cesta de mimbre con
limones y naranjas -una rama de ciprés y un par de
guantes azules; tú ya has visto estas cestas mías de
frutas...
Luego, para entrar suficientemente en calor,
para fundir estos oros y estos tonos de llores -un
principiante no podría; es preciso la energía y la
atención de un individuo, por completo.
Cuando después de mi enfermedad revisé mis
telas, la que me pareció mejor fue la del dormitorio...
Tengo en preparación el retrato de la mujer de
Roulin, en el que trabajaba antes de caer enfermo.
Había ordenado dentro los rojos, desde el rosa
hasta el anaranjado, el cual subía en el amarillo hasta
el limón, con los verdes claros y oscuros. Me
alegraría muchísimo poder terminarlo, pero me
temo que ella no querrá posar mientras siga ausente
su marido.
Supongo que comprendes lo terrible de la
partida de Gauguin, precisamente porque esto nos
derrumba los esfuerzos que hicimos para amueblar
la casa donde se alojarían los amigos en los malos
días.
Bastará que guardemos los muebles, etcétera.
Y aunque hoy todo el mundo tenga miedo de
mí, con el tiempo eso puede desaparecer.
¡Bueno!... sigue ese camino.
Durante mi enfermedad he vuelto a ver cada
cuarto de la casa en Zundert, cada sendero, cada
planta en el jardín, los alrededores de los campos,
los vecinos, el cementerio, la iglesia, nuestra huerta,
atrás -hasta el nido de urraca en una alta acacia del
cementerio.
Eso será que tengo todavía los recuerdos más
primitivos que todos vosotros; para acordarse de
todo esto así, no hay más que la madre y yo.
No insisto, ya que es mejor que no trate de
recuperar todo lo que entonces me vino a la
cabeza...
Pero, si quieres, puedes exponer las dos telas de
girasoles.
Gauguin se alegrara si tiene una; y me agrada
mucho ofrecerle a Gauguin un detalle de cierto
valor. Como él desea una de esas dos telas, ¡vale!...
reproduciré una de las dos, la que él desea.
Verás cómo llaman la atención esas telas. Pero
te aconsejo que las guardes para ti, para tu intimidad
con tu mujer.
Es esa clase de pintura de aspecto un poco cambiante,
que se enriquece si la miras mucho rato.
Tú sabes que Gauguin, por otra parte, gusta de
ellas extraordinariamente. El me ha dicho, entre
otras cosas: «esto... es... la flor».
Sabes que Jeannin posee la peonía, que Quost
posee la malvarrosa; pero yo poseo un poco el
girasol.
¿Te fijaste, durante tu apresurada visita, en el
retrato negro y amarillo de la señora Ginoux? Ese es
un retrato pintado en 3 cuartos de hora. Es preciso
que por hoy termine.
Tengo una tela de Berceuse,1 precisamente la
que trabajaba cuando vino mi enfermedad a
interrumpirme. De aquélla, poseo igualmente hoy
dos pruebas.
Acabo de decirle a Gauguin sobre esta tela, que
como habíamos hablado el yo de los pescadores de
Islandia y de su aislamiento melancólico, expuestos
a todos los peligros, solos sobre el triste mar, acabo
de decirle a Gauguin que poco después de esas
conversaciones íntimas, me había venido la idea de
pintar un cuadro tal que los marinos, niños y
mártires a la vez, viéndolo en la cabina de una barca
1Canción de cuna. La modelo para esta Obra fue la esposa del
cartero Roulin.
de pescadores de Islandia, experimentaran un
sentimiento de arrullo que les recordara el canto de
sus propias nodrizas.
Acaso esto se parezca, si se quiere, a una
cromolitografía de bazar. Una mujer vestida de
verde con cabellos anaranjados se destaca contra un
fondo verde con flores rosas. Ahora, estas
disparatadas agujas de rosa crudo, anaranjado
crudo, verde crudo, están suavizadas por bemoles
de rojos y verdes.
Me imagino estas telas precisamente entre las de
los girasoles, que forman así lámparas o candelabros
a su lado, del mismo tamaño; y el conjunto, así, se
compone de 7 u 8 telas. (Me gustaría hacer una
repetición para Holanda, si pudiera recuperar el
modelo).
Ya que seguimos con el invierno, escúchame;
déjame continuar tranquilamente mi trabajo; si es el
de un loco, ¡a fe mía!... tanto peor. No puedo
evitarlo, entonces.
Las intolerables alucinaciones han cesado, pese
a todo; actualmente se reducen a una simple
pesadilla, a fuerza de tomar bromuro de potasio,
creo.
Una vez más aún; o bien me encerráis sin más
trámite en una cabañuela de locos; no me opongo,
en caso de que me engañe; o bien dejadme trabajar
con todas mis fuerzas, tomando las precauciones
que menciono. Si no estoy loco, llegará el momento
en que pueda enviarte lo que te he prometido desde
el comienzo. Supongamos que los cuadros quizás
fatalmente deban dispersarse; pero cuando tú por lo
menos veas el conjunto de lo que yo quiero, me
atrevo a esperar que recibirás una impresión
consoladora...
Siempre has vivido como un pobre, por
alimentarme, pero yo devolveré el dinero o
entregaré el alma. Ahora vendrá tu mujer, que tiene
buen corazón, para rejuvenecernos a nosotros, los
viejos...
Es verdad lo que te digo. Si no es absolutamente
necesario encerrarme en un manicomio, entonces
estoy bueno todavía para pagar, por lo menos en
mercancías, las deudas que pudieron tentarme. Para
terminar, debo decirte todavía que el comisario
principal de policía vino a verme ayer muy
amistosamente. Me ha dicho, estrechándome la
mano, que si alguna vez yo tenía necesidad de él
podría consultarlo como amigo. Nada más lejos de
mi intención negarme pues podría muy pronto
llegarme el caso, precisamente si surgieran
dificultades con la casa.
Espero que llegue el momento de pagar el mes,
para interrogar al gerente o al propietario en el
blanco de los ojos.
Pero que se quedarán con las ganas de echarme
casi seguro en esta ocasión al menos.
La verdad es que el trabajo me distrae.
Y me conviene hallar distracciones -ayer estuve
en las Folies Arlésiennes, el reciente teatro de aquí -
ésta ha sido la primera vez que he dormido sin
pesadillas graves. Se daba (era una sociedad literaria
provenzal) lo que se llama un Noël o Pastoral; una
reminiscencia del teatro de la edad media cristiana.
Estaba muy estudiada y les debe haber costado
mucho dinero.
Naturalmente representaba el nacimiento de
Cristo, entremezclado con la historia burlesca de
una familia de aldeanos provenzales embobados.
Bueno -lo que era asombroso como un
aguafuerte de Rembrandt - era la vieja aldeana; justo
una mujer como sería la señora Tanguy, el cerebro
de sílex o piedra de fusil, falsa, traidora, loca; todo
esto se veía en la pieza citada.
Luego, en la pieza, llevada delante del místico
pesebre, con voz temblorosa, se puso a cantar y
entonces la voz cambió de bruja a ángel y de voz de
ángel a voz de niño y luego otra voz le respondió,
ésta firme y cálidamente vibrante, una voz de mujer
detrás de los bastidores.
Era algo asombroso. Ya te dije; los así llamados
«félibres»1 se habían empeñado en gastarse el
dinero.
Yo, con esta pequeña región, no tengo
necesidad de ir a los trópicos para nada.
Vincent
Creo y creeré siempre en el arte de crear en los
trópicos y pienso que debe ser maravilloso; pero en
fin, personalmente soy demasiado viejo y (sobre
todo si me hiciera poner una oreja de papel)
demasiado acartonado para ir.
¿Gauguin lo hará? No es necesario. Porque si
hay que hacerlo, se hará solo.
No somos más que eslabones de la cadena.
1 Trovadores provenzales.
Este bueno de Gauguin y yo nos
comprendemos en el fondo del corazón y si somos
un poco locos, sea, ¿no somos también un poco
bastante profundamente artistas para contrarrestar
las inquietudes a este respecto por lo que decimos
del pintor? Todo el mundo tendrá quizás un día
neurosis, histeria, baile de San Vito u otra cosa.
¿Pero no existe el contra veneno? ¿En
Delacroix, en Berlioz, en Wagner? Y en verdad la
locura artística, en todos nosotros, yo no digo que
sobre todo en mí, tal vez me haya herido hasta la
médula; pero digo y mantendré que nuestros contra
venenos y consuelos pueden, con un poco de buena
voluntad, ser considerados como ampliamente
eficaces.
Todo tuyo.
30 de enero de 1889.
He puesto hoy en preparación una tercera
Berceuse. Sé muy bien que no está ni dibujada ni
pintada tan correctamente como la de Bouguereau;
cosa que casi lamento porque aspiro a ser correcto
en serio.
Pero como tampoco corresponde, fatalmente, ni
a Cabanes, ni a Bouguereau, al menos espero que
sea francés.
Hoy ha hecho un tiempo magnífico, sin viento,
y he tenido tantas ganas de trabajar, que estoy
desconcertado, ya que no contaba con esto.
Terminaré esta carta como la de Gauguin,
diciéndote que en verdad hay todavía signos de la
sobreexcitación precedente en mis palabras; pero
que esto no tiene nada de extraño, ya que en esta
buena región taraconesa todo el mundo está un
poco tocado.
3 de febrero de 1889.
Quizás en la Berceuse hay un ensayo de
pequeña música del color de aquí; está mal pintada y
los cromos del bazar salen infinitamente mejor
pintados técnicamente; pero aún así...
Cuando salí con el bueno de Roulin del hospital
pensaba que no había tenido nada; solamente
después he tenido la sensación de que había estado
enfermo. ¡Qué quieres!; vivo momentos en que me
arrebata el entusiasmo, o la locura, o la profecía,
como un oráculo griego en su trípode.
Tengo entonces una gran presencia de ánimo en
palabras, y hablo como las arlesianas; pero me
siento tan débil con todo esto...
Debo decir esto: que los vecinos, etc., tienen una
bondad particular conmigo; todo el mundo sufre
aquí, sea de fiebre, sea de alucinación o de locura, y
se entienden como personas de una misma familia.
Ayer fui a ver otra vez a la muchacha de la casa
donde me metí en mi extravío; se me dijo que cosas
como éstas, aquí en el país, no tienen nada de
asombroso. Ella había sufrido y se había
desvanecido; pero después recobró la serenidad. Y
por otra parte, se habla bien de ella.
Pero en cuanto a considerarme completamente
sano, no hay que hacerlo. La gente de la región que
está enferma como yo, me dice la verdad. Se puede
vivir, viejo o joven; pero siempre se tendrán
momentos en que se pierde la cabeza. Yo no puedo
decirte, pues, que digas que no tengo nada o que no
tuve nada.1
1 En el transcurso del mes de febrero el estado de Vincent se
agravó. Se imaginaba que le habían querido envenenar. Théo, no
teniendo más noticias de Arlés, telegrafía y recibe el 13 de febrero esta
respuesta del doctor Rey: "Vincent bastante mejor, esperando curarle
lo retenemos aquí, no se preocupe de momento”.
Febrero de 1889.
Mi querido Théo:
Mientras que mi espíritu estaba completamente
falto de calma, habría sido en vano que hubiera
intentado escribirte respondiendo a tu buena carta.
Hoy acabo de regresar provisionalmente a mi casa;
espero que será de veras. Hay tantos momentos en
los que me siento completamente normal, y
precisamente me parecería que si lo que tengo no es
más que una enfermedad particular de la región,
conviene esperar tranquilamente aquí hasta que esto
termine; aunque vuelva a repetirse (lo que no será el
caso, supongamos).
Pero pon atención a lo que digo de una vez por
todas, a ti y al Sr. Rey.1 Si tarde o temprano fuera de-
En verdad la salud de van Gogh parece haber mejorado. Come y
duerme en el hospital pero durante el día vuelve a su taller. La
población de Arlés no soporta ver a un hombre loco por las calles y
redacta una petición firmada por 81 habitantes, pidiendo la internación
de van Gogh, cosa que se obtiene. Es alrededor de esa época cuando
van Gogh sale una noche con una corona de velas encendidas fijada a
su sombrero, diciendo que iba a pintar un paisaje nocturno.
1 El Dr. Félix Rey pensó que se trataba de una forma de epilepsia.
Opinión que comparten algunos psiquiatras franceses que han escrito
seable que me trasladara a Aix2, como ya se ha planteado,
consiento de antemano y me someteré.
Pero en mi calidad de pintor y de obrero, no le
es lícito a nadie, ni siquiera a ti o al médico, hacer tal
diligencia sin prevenirme y consultarme a mí, allá
dentro; además, porque como hasta ahora siempre
mantuve mi presencia de espíritu, relativa a mi
trabajo, tengo derecho a decir (o al menos a opinar
sobre ello) qué sería lo mejor, si mantener mi taller
aquí o mudarme enseguida a Aix 2. Esto, a fin de
evitar los gastos y las pérdidas de una mudanza y de
no hacerla sino en caso de absoluta necesidad.
Parece que por aquí corre una leyenda que hace
que la gente tema a la pintura y que en la ciudad se
ha hablado de esto.
Bueno; sé que en Arabia sucede igual y, sin
embargo, hay montones de pintores en Africa, ¿no
es así? Lo que prueba que con un poco de firmeza
se pueden modificar esos prejuicios; o al menos
seguir pintando igual.
sobre el caso. (Véase “La Maladie de van Gogh", en Annales médicales
psychologiques, (1956), mientras otros médicos se inclinan por una
demencia maníaco-depresiva.
2 El asilo de alienados de Aix.
Lo malo es que yo también me siento proclive a
dejarme impresionar y a sentir yo mismo las
creencias de otro y a no indagar siempre el fondo de
verdad que pueda haber en el absurdo.
Gauguin, por otra parte, también está así; como
habrás podido observar desde que había venido
andaba igualmente fatigado por yo no sé qué
enfermedad.
Yo, después de permanecer aquí ya más de un
año, después de haber oído que decían casi todo el
mal posible de mí, de Gauguin, de la pintura en
general, ¿como no he de tomar las cosas tal como
son, aguardando a salir de aquí? ¿O hay acaso un
lugar peor que el manicomio donde he estado en
dos oportunidades?.
Las ventajas que tengo aquí son, como diría
Rivet, 1 ante todo, que «aquí están todos enfermos»
y entonces por lo menos no me siento solo.
Ya que como bien sabes me gusta tanto Arlés,
aunque Gauguin tenga algo de razón al llamarla la
ciudad más sucia del Mediodía.
Y ya he encontrado tanta amistad en los
vecinos, en el Sr. Rey y en todos los del hospicio,
1 Dr. Rivel era el médico de Théo y Vincent.
que realmente preferiría estar siempre enfermo aquí
que olvidar la bondad que hay en la misma gente
que tiene los prejuicios más increíbles respecto a los
pintores y a la pintura o que en todo caso no tiene
ninguna idea clara y sana como nosotros.
Además, en el hospicio ahora me conocen y si
esto se repitiera ocurriría en silencio y en el hospicio
sabrían qué hacer.
No deseo de ningún modo ni tengo necesidad
de que me atiendan otros médicos.
22 de febrero de 1889.
Bueno -en suma, hay tantos pintores que están
tocados de uno u otro modo que poco a poco me
consolaré.
Más que nunca comprendo los sufrimientos de
Gauguin, que ha experimentado en los trópicos la
misma cosa, una sensibilidad excesiva. En el
hospital precisamente he visto una negra enferma,
que se queda y trabaja como sirvienta. Díselo.
Si le dijeras a Rivet que andas tan preocupado
por mí, seguro que te tranquilizaría diciéndote que a
causa de que hay tanta simpatía y comunidad de
ideas entre nosotros tú sientes un poco lo mismo.
No pienses demasiado en mí, como una idea fija; yo
me desenvolveré mejor, además, si sé que estás
sereno. Te estrecho fuerte la mano con el
pensamiento; eres muy bueno al decir que podría ir
a París; pero pienso que la agitación de una gran
ciudad no me convendría nunca. Hasta muy pronto.
19 de marzo.
Me ha parecido ver en tu carta tanta angustia
fraternal contenida, que he creído mi deber romper
mi silencio. Te escribo en plena posesión de mi
presencia de ánimo y no como un loco; como el
hermano que tú conoces.
Esta es la verdad; un cierto número de personas
de aquí ha dirigido al alcalde (creo que se llama
Tardieu) una nota (había más de 80 firmas)1
señalándome como un hombre indigno de vivir en
libertad o algo por el estilo.
El comisario de policía o el comisario central,
entonces, ha dado orden de que me volvieran a
internar.2
1 Ver nota de pág. 75.
2 El Dr. Rey estaba ausente.
Con que ya llevo aquí muchos días encerrado
bajo llaves, cerrojos y guardianes en el manicomio,
sin que mi culpabilidad esté probada o sea probable.
No hace falta decir que en el fuero interno de mi
alma tengo mucho que replicar a todo esto. Ni
tampoco que yo no podría enfadarme y que
excusarme en semejante caso me parecería una
autoacusación.
Sólo advertirte para que me liberes -comienzo
por no pedirlo, ya que estoy persuadido de que toda
esta acusación quedará reducida a nada.
Solamente digo que para liberarme lo
encontrarás difícil. Si yo no contuviera mi
indignación me juzgarían inmediatamente como un
loco furioso. Esperemos pacientemente; por otra
parte, las emociones fuertes no harían más que
agravar mi estado.
Por eso te induzco por la presente a que les
dejes hacer sin mezclarte.
Tente por advertido de que sería quizás
complicar y embarullar las cosas.
Con más razón, ya comprenderás que yo aun
estando completamente calmo en un momento
dado, puedo recaer fácilmente en un estado de
sobreexcitación por nuevas emociones morales.
Ya podrás suponer hasta qué punto ha sido esto
para mí como un mazazo en pleno pecho, cuando
he visto que había tantas personas aquí que eran lo
bastante cobardes para meterse en gran número
contra uno solo y enfermo.
Bueno -así quedas enterado; en cuanto a lo que
concierne a mi estado moral, me siento fuertemente
quebrantado; pero recobro asimismo una cierta
serenidad para no enfadarme.
Además, la humildad me conviene, después de
la experiencia de los ataques repetidos. Por lo tanto
no pierdo la paciencia.
Lo principal, no me cansaré, de decírtelo, es que
tú también conserves la calma y que nada te turbe en
los negocios. Después de tu boda, podemos
ocuparnos de poner todo esto en claro; y mientras
tanto, ¡A fe mía!... déjame aquí tranquilamente.
Estoy convencido de que el señor alcalde, así como
el comisario, son más bien amigos y que harán todo
lo que esté a su alcance para arreglar esto.
Aquí, salvo la libertad, salvo muchas otras cosas
que, además desearía, no estoy del todo mal.
Les he dicho, por otra parte, que no estábamos
en condiciones de sufragar los gastos; luego, ya
llevo tres meses sin trabajar y ten en cuenta que
hubiera podido hacerlo si no me hubieran
exasperado y molestado.
¿Cómo están nuestra madre y hermana?
No teniendo otra cosa para distraerme -se me
prohibe hasta fumar, cosa que, sin embargo, está
permitida a los demás enfermos -; no teniendo otra
cosa que hacer, pienso en todos aquellos que
conozco, durante todo el día y toda la noche.
Qué miseria -y todo esto, por así decir, por
nada.
No te oculto que hubiera preferido morir, que
causar y sufrir tantas molestias.
¿Qué quieres? Sufrir sin quejarse es la única
lección que hay que aprender en esta vida.
Ahora, con todo esto, para reanudar mi tarea de
pintar, tengo naturalmente necesidad de mi taller, de
muebles, que en verdad no tendríamos con qué
renovarlos en caso de pérdida. Ya sabes que mi
trabajo no me permite estar reducido de nuevo a
vivir en un hotel, es preciso que tenga mi lugar fijo.
Si las buenas gentes de aquí protestan contra mí,
yo protesto contra ellos; y no tienen más remedio
que resarcirme de los daños y perjuicios
amistosamente; no tienen más que devolverme, en
fin, lo que perderé por su falta e ignorancia.
Si -supongamos - me volviera loco tranquilo,
cierto, no digo que sea imposible; habría en todo
caso que tratarme de otra manera, devolverme el
aire, mi trabajo, etcétera.
Entonces -¡a fe mía!-... me resignaría.
Pero aún no hemos llegado a eso y si hubiese
conservado mi tranquilidad hace mucho tiempo que
me hubiera repuesto.
Me regañan por lo que he fumado y bebido;
bueno, pero ¿qué quieres? Con toda la sobriedad,
no me producen en suma más que nuevas miserias.
Mi querido hermano lo mejor es quizás
ridiculizar nuestras pequeñas miserias y también un
poco las grandes de la vida humana. Toma tu
resolución como hombre y no pierdas de vista tu
objetivo. Nosotros, artistas en la sociedad actual, no
somos más que cántaros quebrados. Cuánto
desearía poder enviarte mis telas; pero todo está
bajo llaves, cerrojos y guardias. No trates de
liberarme; esto se arreglará solo; advierte sin
embargo a Signac1 que no se mezcle, porque meterá
la mano en un avispero -hasta que yo escriba de
nuevo. Te estrecho la mano muy cordialmente;
saluda a tu novia, y a nuestra madre y hermana.
Si estas emociones continuas e inesperadas, se
fueran repitiendo, podrían cambiar un
quebrantamiento mental pasajero y momentáneo en
enfermedad crónica.
Estoy seguro de que si nada interfiriera hoy
sería capaz de hacer el mismo trabajo, y quizás
mejor, en los vergeles de lo que he hecho el año
pasado.
Ahora seamos firmes hasta donde sea posible y,
en suma, no nos dejemos pisotear demasiado.
Desde el principio, he tenido aquí una oposición
maligna. Todo este ruido hará mucho bien,
naturalmente, al «impresionismo», pero tú y yo
personalmente sufriremos por un montón de
canallas y cobardes.
1 En una carta del 16 de marzo, Théo escribe a Vincent que le pedirá a
Paul Signac, que sale para Midi, que se detenga en Arlés. A pesar de la
negativa de Vincent, Signac intercede y el 24 de marzo consigue pasar
un día con Van Gogh.
24 de marzo.2
Mi querido Théo:
Te escribo para decirte que he visto a Signac, y
me ha sentado considerablemente bien. He estado
muy valiente, muy recto y muy simple, cuando se
presentó la dificultad de abrir o no a la fuerza la
puerta cerrada por la policía, que había roto la
cerradura.
Comenzaron por no querer dejarnos hacer y, sin
embargo, a fin de cuentas, hemos entrado. Le he
dado, en recuerdo una naturaleza muerta, que había
irritado a los buenos gendarmes de la ciudad de
Arlés, porque representaba dos arenques ahumados
a los cuales, como sabes, llaman gendarmes.
Recuerdas que en París ya he hecho dos o tres veces
esta misma naturaleza muerta, e incluso que cambié
una por un tapiz, hace tiempo. Así, esto basta para
mostrarte con qué se complica la gente y qué idiotas
son.
2 24 de marzo. Este es el día que van Gogh sale a pasear con
Signac, Vincent había dado muestras de gran excitación, trató de beber
aguarrás, cosa que instó a Signac a llevarlo rápidamente de regreso al
hospital.
Encuentro a Signac muy sereno, cuando se dice
que es tan violento; me parece que posee aplomo y
equilibrio; eso es todo. Muy rara vez o nunca he
tenido una conversación con un impresionista, que
no acabara sin desacuerdo de ambos lados o
choques irritantes. También ha ido a ver a Jules
Dupré y lo admira.
No cabe duda de que habrás tenido algo que ver
ya que él ha venido a fortificarme un poco la moral:
gracias por esto. He aprovechado mi salida para
comprar un libro: Los de la gleba de Camille
Lemonnier. He devorado dos capítulos -¡es de una
profundidad!-... Espera que te lo envíe.
Esta es la primera vez, después de muchos
meses, que tomo un libro en mis manos. Esto me
ayuda mucho y me calma considerablemente.
En suma, hay muchas telas para enviarte, como
Signac ha podido constatar; a él no le espanta mi
pintura, por lo que me ha parecido. Signac encontró
y es perfectamente cierto, que yo tenía aspecto de
encontrarme bien.
Me entran así el deseo y el gusto del trabajo.
Como es natural, agrego que si me anduvieran
molestando cada día en mi trabajo y en mi vida los
gendarmes y los venenosos y holgazanes electores
municipales que peticionan contra mí a su alcalde
elegido por ellos y que en consecuencia los oye, mi
reacción más humana consistiría en sucumbir de
nuevo. Signac, me inclino a creerlo, te dirá algo en el
mismo sentido.
Hay que oponerse decididamente, según creo, a
la pérdida del mobiliario, etc. Después ¡a fe mía! necesito
la libertad de ejercer mi profesión.
El Dr. Rey dice que en lugar de comer suficiente
y regularmente, me he sostenido, sobre todo, con
café y alcohol. Admito todo esto; pero, ¿quedará
como cierto que por conseguir la alta nota amarilla
que he logrado este verano, me ha sido
indispensable empinar un poco el codo?
Finalmente, el artista es un hombre de trabajo y no
será el primer papanatas llegado quien vaya a
vencerle.
Es preciso que yo sufra la prisión o el
manicomio.
¿Por qué no? ¿Rochefort no ha dado, junto con
Hugo, Quinet y otros, un ejemplo eterno sufriendo
el exilio, y el primero hasta el presidio? Pero lo que
yo sólo quiero decir es que esto está por encima de
la cuestión de enfermedad y de salud.
Naturalmente, se está fuera de sí en casos
paralelos -no digo equivalentes, al no haber más que
un lugar muy inferior y secundario, pero digo
paralelos.
Y ahora te cuento lo que ha sido la causa
primera y última de mi extravío.
Tú conoces esta expresión de un poeta
holandés: «Ik ben aan d'aard gehecht met meer dan
ardsche banden.»1
Eso es lo que he experimentado con mucha
angustia -sobre todo - en mi llamada enfermedad
mental.
Lamentablemente, tengo un oficio que no
conozco lo suficiente para expresarme como
desearía.
Me detengo por miedo de recaer y paso a otra
cosa.
Podrías enviarme antes de tu partida:
3 tubos blanco de zinc.
1 tubo de1 mismo tamaño cobalto.
1 tubo del mismo tamaño ultramar.
4 tubos del mismo tamaño verde veronés.
1 tubo del mismo tamaño verde esmeralda.
1 «Estoy atado a la tierra por lazos más que terrestres».
1 tubo del mismo tamaño mina anaranjado.
Esto para el caso -probable si encuentro la
manera de reanudar mi trabajo - de que dentro de
poco me ponga a trabajar de nuevo en los vergeles.
¡Ah... si nada viniera a interrumpirme!
Reflexionemos bien antes de ir a otro sitio. Tú ves
que en el Mediodía no tengo más probabilidad que
en el Norte. Por todas partes es más o menos lo
mismo.
Pienso asumir sin rodeos mi oficio de loco, así
como Degas ha tomado la forma de un notario.
Pero resulta que yo no me siento de ningún modo
con la fuerza necesaria.
Me hablas de lo que tú llamas «el verdadero Mediodía
». Más arriba está la razón por la cual yo no
iría nunca. Lo dejo para gente más completa, más
entera que yo. No sirvo más que para algo
intermedio y de rango secundario y borroso.
Cualquier intensidad que mi sentido pueda
tener, o mi potencia expresiva adquirir, a una edad
en que las pasiones materiales están extinguidas por
el tiempo, jamás podré construir un edificio
predominante sobre un pasado tan carcomido y
quebrantado.
¡Así pues, me da más o menos lo mismo lo que
me sucede -incluso quedarme aquí -
Yo creo que a la larga mi suerte se equilibraría.
Cuidado, pues, con las cabezonadas -tú casándote y
yo haciéndome demasiado viejo -; ésta es la única
política que puede convenimos.
Hasta muy pronto, eso espero; escríbeme sin
demasiado retraso créeme, después de rogarte que
digas muchas cosas buenas de mi parte a la madre,
la hermana y la novia.
Tu hermano que mucho te quiere.
¡Ah!... no quiero olvidarme de decirte una cosa,
en la cual he pensado con mucha frecuencia. Por
una completa casualidad he hallado en un viejo
periódico una frase escrita sobre una antigua tumba
en los alrededores de aquí, en Carpentras.
Fíjate en este epitafio, muy, muy, muy antiguo;
del tiempo –digamos - de la Salambó de Flaubert.
«Thébé, hija de Thelhui, sacerdotisa de Osiris,
que nunca se quejó de nadie».
Si ves a Gauguin, cuéntaselo. Y pensé en una
mujer marchita; tú tienes en tu casa el estudio de esa
mujer que tenía los ojos tan extraños y que yo había
encontrado por otra casualidad.
¿Qué significa esto de «ella nunca se quejo de
nadie»? Imagínate una eternidad perfecta -¿por qué
no?-; pero no olvidemos que la realidad en los
siglos antiguos tiene esto: «y ella nunca se quejó de
nadie».
¿Te acuerdas de un domingo en que el bueno de
Thomas vino a vernos y que dijo: «¡Ah!, pero, ¿son
mujeres como éstas las que os excitan?»
No; ésta precisamente no siempre excita; pero
en fin, de vez en cuando, en la vida, uno se siente
desconcertado como si echara raíces en el suelo.
Ahora me hablas del «verdadero Mediodía» y yo
decía que, en fin, me parecía un lugar conveniente
para gente más completa que yo. El «verdadero
Mediodía» ¿no será tal vez el lugar que ofrezca una
razón, una paciencia, una serenidad suficiente para
volverse como esta buena «Thébé, hija de Thelhui,
sacerdotisa de Osiris, que nunca se quejó de nadie»?
A su lado, me siento como un ser ingrato.
A ti y a tu mujer, en ocasión de tu boda, esa
sería la alegría, la serenidad que pediría para
vosotros dos: poseer interiormente este verdadero
mediodía en el alma.
Si quiero que esta carta salga hoy es necesario
que la termine; un apretón de manos, buen viaje y
muchas cosas a la madre y la hermana.
Todo tuyo.
Vincent.
Principios de abril de 1889.
Me encuentro muy bien desde hace unos días,
salvo un cierto fondo de vaga tristeza difícil de
definir -pero en fin - más bien he cobrado fuerzas
físicas, en lugar de perderlas, y trabajo.
Tengo justamente sobre el caballete un vergel de
melocotones al borde de un camino, con los
pequeños Alpes al fondo. Parece que en el Fígaro ha
salido un buen artículo sobre Monet; Roulin lo
había leído y se había impresionado, decía.
Felizmente, el tiempo es bueno y el sol radiante;
y la gente de aquí no tarda en olvidar
momentáneamente todas sus penas y resplandece de
animación y de ilusiones.
He releído estos días los Cuentos de Navidad de
Dickens, donde hay cosas profundas que conviene
leer a menudo; tienen enormes conexiones con
Carlyle.
Roulin, aunque no sea ni remotamente lo
bastante viejo para ser para mí como un padre, tiene
sin embargo severidades silenciosas y ternuras
como las tendría un viejo soldado para un novato.
Siempre -pero sin una palabra - un no sé que,
que parece querer decir: no sabemos que nos
sucederá mañana; pero sea lo que sea, piensa en mí.
Y esto ayuda cuando viene de un hombre que no es
ni agrio, ni triste, ni perfecto, ni feliz, ni siempre
irreprochablemente justo. Pero tan buen muchacho
y tan cuerdo y tan inquieto y tan creyente. Escucha,
no tengo derecho a quejarme de cualquier cosa de
Arlés, cuando pienso en algunos que he visto y que
nunca podré olvidar.
Vincent.
Signac me ha pedido que vaya a encontrarme
con él en Cassis; pero visto que aun sin esto ya
tenemos bastantes gastos, cualquier cosa que yo
haga o que tú hagas, no nos lo permiten nuestros
medios.
21 de abril de 1889.
Para fin de mes desearía ir otra vez al hospicio
de Saint-Rémy o a otra institución de este género, de
la cual el Sr. Salles1 me habló. Excúsame de entrar
en detalles, para hablar exclusivamente del pro y el
contra de una mudanza de ese tipo.
Hablar de eso me va a traer dolores de cabeza.
Creo que bastará que te diga que me siento
decididamente incapaz de recomenzar, de reinstalar
un nuevo taller y de quedarme solo aquí, en Arlés o
en otra parte; sigue siendo igual por ahora; he
tratado de habituarme a la idea de recomenzar; sin
embargo, por el momento no es posible.
Tendría miedo de perder la facultad de trabajar,
que retorna ahora, forzándome, y cargando, además,
con todas las otras responsabilidades encima, de
tener un taller.
Y temporalmente deseo quedar internado; tanto
para mi propia tranquilidad, como para la de los demás.
1 El Sr. Salles es el pastor que se ocupa de van Gogh desde el
momento en que se corta la oreja.
Lo que me consuela un poco es que comienzo a
considerar la locura como una enfermedad como
cualquiera otra y acepto la cosa como tal; mientras
que, en las crisis mismas, me parecía que lo que
imaginaba era la realidad. En fin, justamente no
quiero pensar ni hablar de ello. Permíteme evitar las
explicaciones; pero a ti. a los Sres. Salles y Rey les
pido que para fin de mes o para los comienzos del
mes de mayo me admitan allá como pensionista
internado.
Recomenzar esta vida de pintor como hasta
ahora, aislado luego en el taller y sin más recurso
para distraerse que ir a un café o a un restaurante,
con toda la crítica de los vecinos, etc... yo no puedo;
ir a vivir con otra persona, aunque fuera otro artista
-difícil, muy difícil - es tomar sobre sí una
responsabilidad demasiado grande. No me atrevo ni
siquiera a pensarlo.
En fin, comencemos por 3 meses; después
veremos; la pensión debe ser alrededor de 80
francos y me dedicaré un poco al dibujo y a la
pintura, sin poner tanto ardor como el año pasado.
No te apenes por todo esto. Ocurre que estos días,
desocupar la casa, transportar todos mis muebles,
embalar las telas que te enviaré, era todo muy triste;
pero me parecía más triste todavía después de tanta
fraternidad, todo esto me lo habías dado tú y
durante tantos años eras tú solo el único que me
sostenía, y al final tener que repetirte toda esta triste
historia; pero me es muy difícil expresar lo que
sentía entonces. La bondad que has tenido conmigo
no se ha perdido, pues si la tuviste, queda; así que,
aun cuando los resultados materiales fueran nulos,
aún con más razón te queda; pero no puedo decirlo
como lo sentía.
Ahora, ya comprenderás que si mi locura ha
venido por culpa del alcohol, habrá sido muy poco
a poco y también se irá muy poco a poco, en caso
de que se vaya, por supuesto. O si vino por fumar,
pues lo mismo. Eso es lo único que deseo -la
curación - sin la asombrosa superstición de ciertas
personas respecto del alcohol, de manera que ellas
mismas se privan de beber y fumar.
Empiezan por recomendarnos que no
mintamos ni robemos, etc.. ni cometamos crímenes
grandes o pequeños, y qué complicado sería si fuera
absolutamente indispensable no poseer nada mas
que virtudes en una sociedad en la cual estamos
indudablemente muy enraizados, sea buena o mala.
Te aseguro que en estos extraños días, en que
tantas cosas me parecen grotescas porque mi
cerebro está agitado, no logro detestar al tío
Panglos.
Pero me harás el favor de tratar la cuestión sin
rodeos con el señor Salles y el señor Rey.
Me parece que con una pensión de unos setenta
y cinco francos por mes debe haber forma de
internarme, y tener todo lo necesario.
Después me gustaría mucho, si fuera posible,
poder salir durante el día para ir a dibujar o pintar
afuera.
En vista de que aquí salgo todos los días y creo
que esto puede continuar.
Pagando más, te advierto que seré menos feliz.
La compañía de otros enfermos, creo que lo
entiendes, no me es desagradable del todo; por el
contrario, me distrae.
La alimentación común me viene muy bien
sobre todo si me dieran un poco más de vino allá,
como aquí, de lo que acostumbran: medio litro en
lugar de un cuarto, por ejemplo.
Pero una habitación individual, falta saber cómo
serán los reglamentos de una institución como ésta:
Piensa que Rey anda sobrecargado de trabajo;
sobrecargado; si él te escribe o el señor Salles, vale
más hacer directamente lo que ellos digan. En fin, es
preciso decidirse, querido Théo; las enfermedades
de nuestro tiempo -no son en suma más que un acto
de justicia, si hemos vivido años de salud
relativamente buena, tarde o temprano nos ha de
tocar nuestra parte. En cuanto a mí, comprenderás
que no habría escogido precisamente la locura si
hubiera podido elegir, pero cuando a uno le cae una
carga semejante, ya no pesca nada más. Al menos,
quizás me quede también el consuelo de continuar
trabajando un poco en la pintura.
¿Cómo harás para no hablarle a tu mujer, ni
bien ni mal, de París y de ciertas cosas? ¿Te sientes
de antemano completamente capaz de guardar la
justa medida siempre, desde cualquier punto de
vista? Un firme apretón de manos; no sé si te
escribiré muy, muy seguido, porque todos mis días
no son bastante lúcidos como para escribirte con un
poco de lógica.
Todas tus bondades para conmigo las he
encontrado hoy más grandes que nunca; no lo
puedo decir como lo siento, pero te aseguro que esa
bondad ha sido de buena ley y si no ves los
resultados, mi querido hermano, no te apenes por
esto; te quedará la bondad.
Solamente, vuelca este afecto sobre tu mujer
tanto como te sea posible. Y si nos entendemos un
poco menos verás que si ella es tal como creo, te
consolará. Eso es lo que espero. Rey es un hombre
muy dispuesto, terriblemente trabajador, siempre
atareado. ¡qué gente, los médicos de hoy!...
Si ves a Gauguin o si le escribes, dile muchas
cosas de mi parte. Me alegraría mucho tener algunas
noticias de lo que dices de mi madre y de mi
hermana; y si se encuentran bien, diles que tomen
mi historia -¡a fe mía!... como algo por lo que no
deben afligirse desmedidamente, porque soy
relativamente desgraciado, pero quizás me queden
todavía, a pesar de esto, algunos años casi normales
en perspectiva. Es una enfermedad como cualquier
otra y actualmente casi todos los que conocemos
como nuestros amigos, tienen algo. Así pues, ¿vale
la pena hablar? Lamento causar molestias al señor
Salles, a Rey, y sobre todo a ti pero ¿qué quieres?, la
cabeza no tiene aplomo suficiente para recomenzar
como antes -entonces se trataba de no provocar
más escenas en público y naturalmente, un poco
calmado ahora, siento de pronto que estaba en un
estado malsano, moral y físicamente. Y la gente se
portó bien conmigo; los que me vienen a la memoria
y los otros; en fin, he causado inquietud y si
hubiera vivido en una situación normal todo esto
no hubiera tenido lugar. Adiós; escribe cuando
puedas.
Todo tuyo.
Vincent.
He ido a ver al señor Salles con tu carta para el
director del asilo de Saint-Rémy1, y él va hoy mismo;
así que espero que para fin de semana ya quede todo
arreglado. No me sentiría infeliz ni descontento, si
dentro de algún tiempo pudiera engancharme en la
legión extranjera por 5 años (creo que admiten hasta
los 40 años). Mi salud, desde el punto de vista físico,
va mejor que antes y quizás me sentara bien, además
de hacer un servicio. En fin, yo no digo que se deba
o pueda hacer esto sin reflexionar ni consultar a un
médico; pero en fin, es preciso tener en cuenta que
1 Van Gogh sigue obsesionado con la ayuda económica que le da
Thèo, y Théo teme que la decisión de su hermano esté condicionada
por este factor. Théo le escribe mandándole una carta para la dirección
de ese establecimiento y le envía dinero.
cualquier cosa que hagamos saldrá siempre un poco
menos bien que ésta.
Desde luego todavía no; mientras vaya tirando,
me quedará el pintar o dibujar, cosa que por cierto
no rechazo del todo.
Para ir a París o para ir a Pont-Aven, no me
siento capaz; además me paso la mayor parte del
tiempo vacío de deseos o de pesares.
Por momentos, así como contra los sordos
acantilados se estrellan desesperadas las olas, siento
una tormenta de deseo de abrazar, tal vez, una
mujer de la clase puta barata; pero en fin, hay que
tomar todo esto por lo que es, un efecto de
sobreexcitación histérica más bien que visión de
exacta realidad...
¡Ah! ... mi querido Théo, ¡si vieras los olivos en
esta época! ... El follaje de plata vieja verdeando
contra el azul. Y la tierra labrada, de un tono
anaranjado. Es algo muy distinto de lo que se piensa
en el Norte; ¡algo tan fino, tan distinguido!
Es como los sauces de nuestras praderas
holandesas o los macizos de encinas de nuestras
dunas; es decir, que el murmullo de un vergel de
olivos tiene algo de muy íntimo, de inmensamente
viejo. Es demasiado bello para que yo me atreva a
pintarlo, o pueda concebirlo. El laurel rosa -¡ah!- es
algo que habla de amor y es hermoso como el
Lesbos de Puvis de Chavannes, donde estaban las
mujeres a la orilla del mar. Pero el olivo es otra
cosa; es, si se lo quiere comparar con algo, un
Delacroix.
30 de abril de 1889.
Cuánta razón tenía Delacroix, que se alimentaba
solamente de pan y de vino y que logró encontrar
una manera de vivir en armonía con su profesión.
Pero siempre queda la fatal cuestión del dinero.
Delacroix tenía rentas. Corot también. Y Millet - era
aldeano e hijo de aldeanos...- El agua de una
inundación ha subido hasta pocos pasos de la casa;
y era lógico que la casa, que se había quedado sin
fuego en mi ausencia, rezumase a mi regreso agua y
salitre por las paredes.
Esto me produjo mal efecto; no solamente el
taller sumergido, sino hasta los estudios, que
hubieran sido un recuerdo, anegados; es algo ya
definitivo; y mi impulso por fundar algo muy simple
pero duradero, me había ilusionado tanto. Ha sido
luchar contra fuerzas mayores; o más bien ha sido
debilidad de carácter por mi parte, porque me
quedan remordimientos graves, difíciles de definir.
Yo creo que esto ha sido la causa de que haya
gritado tanto en las crisis; yo quería defenderme y ya
no podía más.
Ya que este taller hubiese podido servir no a mi,
sino a pintores tales como el desdichado de quien
habla este artículo.
El Sr. Salles estuvo en Saint-Rémy; pero ellos no
quieren dejarme pintar fuera del establecimiento, ni
aceptarme por menos de 100 francos.
Estos informes son pues muy malos. Si
alistándome en la Legión Extranjera pudiera salir
del paso, creo que lo preferiría.
2 de mayo de 1889.
Me gustaría enrolarme; pero me da miedo
(como en la ciudad ya conocen todos el accidente)
que aquí me rechacen; lo que temo entonces, o más
bien lo que me vuelve tímido, es la posibilidad, la
probabilidad aquí, de una negativa. Si yo tuviera
alguna certidumbre de que podría alistarme por
cinco años en la legión, iría.
Pero sucede que no quiero que esto sea
considerado como un nuevo acto de locura de mi
parte; y es por esto que te insisto, así como al señor
Salles, para que cuando vayáis, actuéis con toda
serenidad y reflexión...
Quizá, me digo; en fin, sea lo que sea, si yo
supiera que me iban a aceptar, iría a la legión. Es
que me he vuelto tímido y vacilante desde que vivo
maquinalmente.
Entretanto, la salud marcha muy bien y trabajo
un poco. Tengo en preparación una avenida de
almendros con flores rosas, con un pequeño cerezo
en flor y una planta de glicina y el sendero del
parque manchado de sol y sombra.
Hará juego con el jardín que está en el marco de
nogal.
Si te hablo de enrolarme por cinco años, no
vayas a pensar que hago esto con idea de
sacrificarme o de hacer el bien.
Yo estoy «atravesado»en la vida y mi estado
mental no sólo es sino que ha sido también
abstracto, de manera que cualquier cosa que se haga
por mí, no puedo pensar en equilibrar mi vida.
Cuando debo seguir una regia, como aquí en el
hospicio, me siento tranquilo. Y en el servicio,
pasaría más o menos lo mismo. Claro que aquí me
arriesgo mucho a que me rechacen, porque saben
que soy alienado o epiléptico probable por lo
menos (a lo que he oído decir, hay 50 mil epilépticos
en Francia, de los cuales solamente 4.000
internados; así que no es tan extraordinario) quizás
en París, hablándole por ejemplo a Détaille o a
Caran d'Ache, me incorporarían pronto.
Podrá parecer una cabezonada no peor que otra;
en fin, reflexionemos, pero para obrar.
Mientras tanto, hago lo que puedo por trabajar
no importa en qué, incluyendo la pintura; tengo una
buena voluntad aceptable.
Pero el dinero que cuesta la pintura... es algo que
me aplasta bajo una sensación de deuda y de cobardía;
y convendría que cesara tan pronto como fuera
posible.
3 de mayo de 1889.
¡Ah!... lo que me dices de Puvis y de Delacroix,
es extremadamente cierto; ellos han demostrado lo
que podía ser la pintura pero no confundamos las
cosas, cuando hay distancias inmensas. Si lo
admitimos, yo como pintor no significaría nunca
nada de importancia; lo siento absolutamente.
Suponiendo que todo cambiara, el carácter, la
educación, las circunstancias, entonces hubiera
podido existir esto o aquello.
Pero somos muy positivos para confundir.
Me arrepiento a veces de no haber guardado
simplemente la paleta holandesa de tonos grises y
ponerme a esbozar sin insistir los paisajes en
Montmartre.
También pienso recomenzar a dibujar con la
pluma de caña, lo que, como las vistas de
Montmajuor del año pasado, es menos caro y me
distrae igual. Hoy he visto uno de esos dibujos que
se ha vuelto muy negro y demasiado melancólico
para la primavera, pero en fin, suceda lo que suceda
y en cualesquiera circunstancias ésta es una cosa que
puedo conservar mucho tiempo como ocupación; y
en cierto modo hasta podría llegar a ser un medio
de ganarme el pan...
Tengo una cierta esperanza de que, con lo que
en suma sé de mi arte, llegará un día en el cual
produciré, aun cuando sea en el asilo. ¿De qué me
serviría la vida ficticia de artista en París, con la cual
no viviría engañado más que a medias y para lo cual
me falta además, la audacia primitiva indispensable
para arrojarme?
Físicamente es asombroso lo bien que me
encuentro; pero no hasta de ningún modo para
considerarlo punto de apoyo, para creer que sea lo
mismo mentalmente.
Me gustaría mucho, cuando allí ya empezaran a
conocerme, probar a convertirme en enfermero
poco a poco; en fin, trabajar no importa en qué y
recobrar ocupación -la primera que venga.
Tendré terriblemente necesidad del tío
Pangloss, porque naturalmente sucederá que me
volveré a enamorar. El alcohol y el tabaco tienen,
esto de bueno o de malo -es un poco relativo esto -
que son antiafrodisíacos, habría de nombrarlos,
creo. No siempre despreciables en el ejercicio de las
bellas artes. En fin, allí me tocará la necesidad de
olvidarme por completo de mentir. Porque la virtud
y la sobriedad, mucho temo, me arrastrarían a esos
parajes donde por lo general acabo perdiendo
inmediatamente la brújula y donde esta vez debo
tratar de sentir menos pasión y más bondad.
Lo posible pasional significa poco para mí; en
tanto que sin embargo queda, me atrevo a creer, la
potencia de sentirse ligado a los otros seres
humanos con los cuales hay que vivir.
¿Cómo se encuentra el tío Tanguy?1
Debes saludarlo por mi.
Oigo decir en los diarios que hay cosas muy
buenas en el Salón. Escucha -no te hagas
impresionista exclusivo; en fin, si hay algo bueno en
otra parte no lo perdamos de vista. Es verdad, el
valor está progresando precisamente por los
impresionistas, hasta cuando se extravían; pero
Delacroix ha sido ya más completo que ellos.
Y en verdad Millet, que no tiene casi color...
¡qué obra la suya! La locura es saludable por esto:
que uno se vuelve quizá menos exclusivo...
¡Ah... pintar rostros como Claude Monet pinta
los paisajes! Eso es lo que falta hacer a pesar de
todo, y antes de que en rigor sólo se identifique a
Monet con los impresionistas. Porque en fin, en
rostros, Delacroix, Millet, muchos escultores han
hecho cosas mucho mejores que los impresionistas
y que J. Breton...
1 «Père» o el tío Tanguy, comerciante en colores que se ocupó de
la venta de los cuadros de Van Gogh.
Y así guardaremos siempre una cierta pasión
por el impresionismo; pero yo siento que vuelvo
más a las ideas que ya tenía antes de ir a París...
Tengo en mi cuarto el célebre retrato de hombre
-el grabado en madera que tú conoces - Una
mandarina de Monorou (la gran plancha del álbum
Bin); La brizna de hierba (del mismo álbum); La
Piedad y El buen samaritano de Delacroix y El
Lector de Meissonnier; después, dos grandes
dibujos a la pluma de caña. Leo en este momento el
Médico rural de Balzac, que es muy bello; hay allí
una figura de mujer, no loca, pero muy sensible, que
es muy encantadora; te lo enviaré cuando lo haya
terminado. Tienen mucho sitio, aquí en el hospicio;
habría como para hacer talleres para una treintena
de pintores.
Es preciso que decida de una vez; no deja de ser
cierto que un montón de pintores se vuelven locos;
es la vida que lo vuelve a tino, por decir lo menos,
muy abstraído. Si me meto de lleno en el trabajo,
está bien; pero siempre quedo afectado.
Si pudiera enrolarme por 5 años me curaría
considerablemente y sería más razonable y más
dueño de mí.
Pero una cosa o la otra me es igual.


SAINT – REMY
(3 de mayo 1889-16 de mayo de 1890)
8-9 de Mayo 1889.

Mi querido Théo:
Gracias por tu carta. Tienes mucha razón en
decir que el señor Salles ha estado perfecto en todo
esto; tengo mucho que agradecerle.
Quisiera decirte que creo que hice bien en venir
aquí; primero, al ver la realidad de la vida de los
locos o tocados en este circo1 de fieras, pierdo el
vago temor, el miedo a eso. Y poco a poco puedo
llegar a considerar la locura como cualquier otra
enfermedad. Después, el cambio de ambiente, me ha
hecho bien. Por lo que sé, el médico de aquí está
inclinado a considerar lo que he tenido como un
ataque de naturaleza epiléptica. Pero después no le
he preguntado.
1 Van Gogh califica muchas veces el asilo de Saint-Remy, cerca de
Arlés (donde estuvo interno un año) de ménagerie» o sea «colección de
fieras o animales raros, jardín zoológico». Se ha traducido por «circo»
para conservar el tono irónico de van Gogh.
Habrás recibido ya la caja de cuadros. Estoy
ansioso de saber si se resintieron o no.
Tengo otros dos en preparación -flores de iris
violetas y un macizo de lilas; dos motivos tomados
en el jardín.
La idea del deber de trabajar vuelve de a poco y
creo que todas mis facultades para el trabajo me volverán
bastante pronto. Sólo que el trabajo me
absorbe con frecuencia de tal modo que creo que
me quedaré siempre abstraído e incapaz también de
saber desenvolverme en el resto de mi vida.
9 de mayo de 1889.1
Es bastante gracioso que el resultado de este
terrible ataque sea que en mi mente queden apenas
algunos deseos o esperanzas muy claras; y me
pregunto si pensar de esa manera, cuando las
pasiones ya están algo extinguidas, obedece a que
bajamos por la montaña en lugar de subirla. En fin,
hermana, si usted puede creer, o casi, que siempre
va todo de la mejor manera en el mejor de los
mundos, entonces podrá creer igualmente que París
1 Carta dirigida a la esposa de Théo.
es la mejor de las ciudades.2 ¿Ha observado ya que
los viejos caballos de tiro tienen grandes y
hermosos ojos afligidos como algunas veces los
cristianos? Sea como sea, nosotros no somos
salvajes ni aldeanos y tenemos quizás hasta el deber
de amar la civilización, (así llamada). En fin, sería
probablemente hipócrita decir o creer que París es
malo, cuando se vive en él. Por otra parte, la
primera vez que se ve París parece todo allí contra
la naturaleza, sucio y triste.
En fin, el que no ama a París no ama la pintura
ni a aquellos que directa o indirectamente se ocupan
de ella, porque es más que dudoso que esto sea bello
o útil.
¿Pero qué quiere? Hay personas que aman la
naturaleza aunque estén lelas o enfermas, ahí se ven
los pintores; después están los que aman lo que hace
la mano del hombre y éstos hasta llegan a amar los
cuadros. Aunque haya aquí algunos enfermos muy
2 Théo le ofrece a Vincent ir a París para que su estadía en Saint-
Remy se acorte, Vincent decide quedarse allí y permanece casi un año
en una aparente tranquilidad y fuerte producción. Intenta varias veces
suicidarse, ya sea ingiriendo los colores para pintar o el petróleo de las
lámparas.
graves, el miedo, el horror que yo tenía antes de la
locura, ya se ha suavizado mucho.
25 de mayo de 1889.
Lo que dices de la Berceuse me causa placer; es
muy justo que la gente del pueblo que se paga los
cromos y escucha con sentimentalismo los
organillos, esté vagamente en lo cierto y sea quizá
más sincera que algunos mundanos elegantes que
van al Salón.
A Gauguin, si quiere aceptarlo, le darás un ejemplar
de la Berceuse, el que no estaba montado sobre
bastidor; y a Bernard también, como testimonio de
amistad. Pero si Gauguin quiere los girasoles, no
deja de ser justo que a cambio te de algo que te
guste de igual modo.
El mismo Gauguin tardó en apreciar sobre todo
los girasoles, aunque ya hacía tiempo que los
conocía.
Falta saber aún que si los pones en ese sentido,
o sea la Berceuse en el medio y los girasoles, es
decir, las dos telas, a derecha e izquierda, pueden
formar un tríptico.
Y entonces los tonos amarillos y anaranjados de
la cabeza cobran más esplendor por la vecindad de
los paneles amarillos.
Y entonces comprenderás lo que te escribía, que
mi idea había sido hacer una decoración que sería,
por ejemplo, para el fondo del camarote de un
navío. Entonces alargándose el formato, la factura
sumaria cobra su razón de ser. El marco del medio
es entonces el rojo. Y los dos girasoles que lo
acompañan son los enmarcados con varillas.
Ves que este enmarcamiento de simples latas
queda bastante bien y un marco como éste cuesta
muy poco. Quizá conviniera también enmarcar así
las viñas rojas, el sembrador, los sillones y el
interior del dormitorio.
Añado una nueva tela de 30, trivial todavía
como un cromo de bazar que representa los eternos
nidos de verdura para los enamorados.
Gruesos troncos de árboles cubiertos de musgo,
el suelo también cubierto de musgo y de
vincapervinca, un banco de piedra y un macizo de
rosas pálidas en la sombra fría. En el primer plano
algunas plantas de cálices blancos. Es verde, violeta
y rosa.
No se trata -lo que falta desgraciadamente a los
cromos de bazar y a los organillos - de poner estilo.
Desde que estoy aquí en el jardín desolado crece
alta y mal cuidada una hierba entremezclada de
cizañas diversas, que me ha bastado para trabajar y
todavía no he salido afuera. Sin embargo, el paisaje
de Saint-Rémy es muy bello y con el tiempo saldré a
dar algunos paseos, (probablemente).
Pero quedándome aquí, naturalmente, el médico
ha podido ver mejor lo que era y se sentirá,
supongo, más tranquilo sobre lo que puede dejarme
pintar.
Te aseguro que estoy bien aquí y que por el momento
no veo razón, en lo más mínimo, para ir a
una pensión en París o sus alrededores. Tengo un
pequeño cuarto empapelado de gris, verde, con dos
cortinas verde de agita con dibujos de rosas muy
pálidas, reavivadas con delgados trazos de rojo
sangre.
Estas cortinas, probablemente de algún rico
arruinado y difunto, son muy lindas en cuanto al
dibujo. De la misma fuente proviene con seguridad
un sillón muy gastado, recubierto de una tapicería
manchada a lo Díaz o a lo Monticelli, pardo, rojo,
rosa, blanco, crema, negro, azul miosotis y verde
botella; a través de la ventana con rejas de hierro
percibo un cuadro de trigo en un cercado, una
perspectiva a lo van Goyen; por encima, cada
mañana veo levantarse el sol en toda su gloria. Con
esto -como hay más de 30 cuartos vacíos - tengo un
cuarto más para trabajar.
La comida es regular. Se nota naturalmente un
poco de moho, como en un restaurante con
cucarachas en París o en un pensionado. Estos
infelices, como no hacen absolutamente nada (ni un
libro, para distraerles no hay más que un juego de
bolos y uno de damas) no tienen otra distracción
diaria que atiborrarse de garbanzos, habichuelas,
lentejas y otros especies y artículos coloniales, en
cantidades regulares y a horas establecidas.
Como su digestión ofrece ciertas dificultades,
colman así sus días, de una manera tan inofensiva
como poco costosa.
Pero no te engaño, el miedo de la locura se me
pasa considerable mente viendo de cerca a aquellos
que ya andan aquejados, con la misma facilidad con
que luego pueda aquejarme a mí, puedo a
continuación estarlo muy fácilmente.
Antes esos seres me repugnaban y era algo
desolador para mí pensar que tanta gente de nuestro
oficio: Troyon, Marchal, Méyron, Jundt, Maris,
Monticelli y un montón más, habían terminado así.
No podía ni siquiera representármelos en lo más
mínimo, en este estado. ¡Pues bien!... ahora pienso
en todo esto sin temor, es decir, que no lo
encuentro más atroz que si estas personas hubieran
muerto de otra cosa, de la tisis o de la sífilis, por
ejemplo.
A estos artistas los veo recobrar su porte sereno
y ¿crees que sea poca cosa volver a encontrar a los
antiguos del oficio? Eso es lo que me reconforta tan
profundamente.
Porque, aunque haya quienes aúllen o suelan
estar locos, hay aquí mucha amistad verdadera entre
unos y otros; ellos dicen: hay que aguantar a los
demás para que los demás nos toleren; y otros
razonamientos muy justos que ponen así en
práctica. Y entre nosotros nos comprendemos muy
bien; yo puedo, por ejemplo, hablar alguna vez con
alguien que no me responde más que con sonidos
incoherentes porque no tiene miedo de mí. Si
alguno cae en una crisis los otros lo cuidan e
intervienen para que no se lastime.
Y lo mismo sucede con aquellos que tienen la
manía de agredirse siempre. Los residentes más
antiguos de la casa de salud acuden y separan a los
combatientes en plena pelea.
Es cierto que también hay algunos casos más
graves, sea porque son muy sucios, o sea, por
peligrosos. Estos están en otro patio. Ahora tomo
dos veces por semana un baño en que permanezco
dos horas; además el estómago anda infinitamente
mejor que hace un año; no tengo, pues, más que
seguir como estoy.
Aquí gasto menos que en otra parte, creo,
teniendo en cuenta que aquí trabajo sobre el terreno
porque la naturaleza es muy bella.
Mi esperanza sería que al cabo de un año
estuviera mejor que ahora, en lo que puedo y en lo
que quiero. Entonces se me ocurría, poco a poco,
algo para recomenzar. Volver a París o a cualquier
sitio, en la actualidad no me atrae; aquí me
encuentro muy bien. La mayor parte de los que
están aquí sufren, por lo que veo, al cabo de años,
de un amodorramiento extremo.
Así que mi trabajo me preservará de esto, hasta
cierto punto.
La sala que tenemos para los días de lluvia es
como una sala de espera de tercera clase, de las que
se estilan en algunos lugares; tanto más, cuanto que
hay honorables alienados que llevan siempre un
sombrero, anteojos, un bastoncillo y vestido de
viaje, casi como en los baños de mar y que fingen
allí ser pasajeros.
No tengo más remedio que pedirte algunos
colores y sobre todo tela. Cuando te envíe las cuatro
telas que tengo en preparación del jardín, verás que
como la vida pasa sobre todo en el jardín, no es tan
triste esto. Ayer dibujé una gran mariposa nocturna,
bastante rara, que se llama cabeza del muerto, de un
colorido distinguido y asombroso, negro, gris,
blanco matizado de reflejos acarminados o que
giran vagamente sobre el verde oliva; es muy
grande. Para pintarla, hubiera tenido que matarla y
esto era una lástima, con lo bello que era el
animalito.
Te enviaré el dibujo con algunos dibujos de
plantas.
Esta mañana he mirado la campiña desde mi
ventana largo tiempo, antes de la salida del sol; no
había más que la estrella matutina, que parecía muy
grande Daubigny y Rousseau han hecho esto, sin
embargo, con la expresión de toda la intimidad y
toda la gran paz y majestad que esto tiene y
agregando un sentimiento muy encantador muy
personal. Estas emociones yo no las detesto.
Tengo siempre enormes remordimientos,
cuando pienso en mi trabajo tan poco en armonía
con lo que hubiera deseado hacer.
Espero que con el tiempo, esto me llevará a
realizar mejores cosas; pero todavía falta...
Ya ves, casi un mes que estoy aquí, ni una sola
vez me ha venido el menor deseo de ir a otro sitio;
la voluntad para volver a trabajar sólo se ha
afirmado un poquito...
¿Has leído el nuevo libro de Guy de
Maupassant, Fuerte como la muerte; cuál es el tema?
Lo que yo he leído en esta categoría, era en último
término El sueño de Zola; encontré muy bella la
figura de mujer, la bordadora y la descripción del
bordado, todo en oro. Precisamente, porque esto es
como una cuestión de color de distintos amarillos,
enteros y quebrados. Pero la figura de hombre me
pareció poco viva y la gran catedral también me
despertó la melancolía. Solamente este realce lila y
azul negro, hace, si se quiere, resaltar la figura rubia.
Pero, en fin, ya hay cosas de Lamartine como éstas.
¿Qué podría decirte de nuevo?; no mucho.
Tengo en preparación dos paisajes (telas de 30), de
vistas tomadas en las colinas; una es la campiña que
percibo desde la ventana de mi habitación. En
primer plano, un campo de trigo asolado y
tronchado, después de una tormenta. Una tapia y
del otro lado, el gris verde de algunos olivos,
cabañas y colinas. En fin, en lo alto de la tela, una
gran nube blanca y gris sumergida en el azul.
Este es un paisaje de una extremada simplicidad
-también en cuanto al colorido. Haría juego con ese
estudio de dormitorio, que está deteriorado. Cuando
la cosa representada, en tanto estilo, es una y está
perfectamente de acuerdo con la manera de representarla,
¿no reside en eso la permanencia de algo
de arte? Eso explica que un pan casero, en cuestión
de pintura, sea sobre todo bueno cuando está
pintado por Chardin.
Por ejemplo, el arte egipcio lo que lo hace
extraordinario ¿no son esos serenos reyes calmos,
sabios, dulces y buenos, que parecen no poder ser
otra cosa que lo que son eternamente: agricultores
adoradores del sol? Así, los artistas egipcios, que
tenían una fe y trabajaban por sentimiento e
instinto, expresan todas esas cosas inefables: la
bondad, la paciencia infinita, la sabiduría, la
serenidad, por medio de ciertas sabias curvas y
proporciones maravillosas. Quiero decir una vez
más que cuando la cosa representada y la manera de
representarla concuerdan, el todo tiene estilo y
permanencia.
Cuando veo un cuadro que me interesa mucho,
me pregunto siempre involuntariamente «¿en qué
casa, en qué cuarto, en casa de qué persona quedará
bien, estará en su sitio?».
Así los cuadros de Hals, de Rembrandt, de v. d.
Meer,1 no están en su sitio más que en la antigua
casa holandesa.
Siempre pasa que si un interior no está
completo sin una obra de arte, un cuadro no lo está
tampoco si no hace juego con un ambiente original
y que resulte de la época en la cual ha sido
producido. Y yo no sé si los impresionistas valen
más que su tiempo o no valen tanto aún. En una
palabra: ¿Hay almas e interiores de casa más
importantes que lo que ha sido expresado por la
pintura? Me siento inclinado a creerlo...
En el paisaje de aquí, muchas cosas hacen
pensar a menudo en Ruysdael; pero la figura de los
labradores falla.
1 Vermeer de Delft.
Entre nosotros, por todas partes y en cualquier
época del año se ven hombres, mujeres, niños,
animales trabajando; y aquí ni siquiera un tercio
equivale al trabajador franco del norte. El de aquí
parece que trabaje con mano torpe y descuidada, sin
ánimo. Quizá sea ésta una idea equivocada que me
hago; lo supongo al menos, no siendo del país. Pero
esto deja las cosas más frías de lo que permite creer
de Tartarín, que tal vez lleva ya muchos años
expulsado con toda su familia.
Por eso, me siento tentado de recomenzar con
los colores más simples, los ocres por ejemplo.
¿Acaso un van Goyen o un Michel es feo
porque esté pintado, totalmente en óleo, con muy
poco color neutro?
19 de junio de 1889.
En fin, tengo un paisaje con olivos y también un
nuevo estudio de cielo estrellado.
Aun sin haber visto las últimas telas, ni de
Gauguin ni de Bernard, estoy bastante persuadido
de que estos dos estudios que te cito son de un
sentimiento paralelo.
Cuando hayas visto algún tiempo, estos dos
estudios, lo mismo que aquel del musgo, podrás
mejor que con palabras darte una idea de las cosas,
que Gauguin, Bernard y yo hemos hablado algunas
veces y que nos han preocupado; no es una vuelta al
romanticismo o a las ideas religiosas, no. Sin
embargo, más allá de Delacroix, más de lo que esto
parece, por el color y un dibujo más voluntario que
la exactitud del que engaña la vista, se expresara una
naturaleza de campo pura que los arrabales, los
cabarets de París.
Se busca pintar seres humanos, igualmente más
serenos y más puros que los que Daumier tenia bajo
sus ojos; pero quede claro que hay que seguir a
Daumier para dibujar esto.
Que esto exista o no, lo dejamos aparte; pero
creemos que la naturaleza se tiende al otro lado de
Saint-0uen.
Quizá leyendo a Zola continuamos
emocionándonos con el sonido del puro francés de
Renan, por ejemplo.
Gauguin, Bernard y yo quizá quedemos en el
camino, no venceremos; pero tampoco caeremos
vencidos; quizás estemos aquí no el uno para el
otro, sino para consolar o para preparar una pintura
más consoladora.
Lo que sí me sería muy agradable tener aquí,
para leer de cuando en cuando, sería un
Shakespeare. Hay a un chelín «Dicks shilling
Shakespeare», que está completo.
Las ediciones no faltan y creo que las baratas no
son muy distintas de las mas caras.
En todo caso, no querría que costaran más de
tres francos.
25 de junio de 1889.
Dos estudios de cipreses de este difícil matiz
verde botella, he trabajado en ellos los primeros
planos con empastamiento de blanco de albayalde,
lo que da firmeza a los terrenos.
Creo que muy a menudo los Monticelli estaban
preparados así. Arriba se pasa entonces otro color.
Pero no sé si las telas son bastante fuertes para este
trabajo...
He releído con mucho gusto Zadig o el destino,
de Voltaire. Es como Cándido.
Ahí al menos, la fuerza del autor hace entrever
que queda una posibilidad de que la vida tenga un
sentido, «aunque cuando conversan convienen en
que las cosas de este mundo no marchan siempre al
gusto de los más sabios». Tengo un campo de trigo
muy amarillo y muy claro, tal vez la tela mas clara
que haya hecho.
Los cipreses me preocupan siempre; quisiera
hacer algo como las telas de los girasoles, porque
me sorprende que nadie los haya hecho todavía
como yo los veo.
En cuanto a líneas y proporciones, es bello
como un obelisco egipcio.
Y el verde es de una calidad tan distinguida.
Es una mancha negra en un paisaje lleno de sol;
pero es una de las notas negras más interesantes, de
las más difíciles de captar exactamente, que pueda
imaginar.
Luego hay que verlos aquí, contra el azul, en el
azul para decir mejor. Para hacer la naturaleza, aquí
como en cualquier parte, se precisa estar mucho
tiempo. Así un Monthénard no me da la nota
verdadera e íntima, porque la luz es misteriosa y
Monticelli y Delacroix sentían esto. Pisarro lo decía
muy bien hace tiempo; y Yo estoy todavía muy lejos
de poder hacerlo como él decía que se debía hacer.
Me pondría muy contento si pudieras
mandarme pronto los colores; pero hazlo como
puedas, sin molestarte mucho...
Creo que de estas dos telas de cipreses, aquella
de la cual hago el croquis será la mejor. Los árboles
son muy grandes y macizos. Un primer plano muy
bajo con zarzas y malezas. Detrás de las colinas
violetas un cielo verde y rosa con una luna creciente.
El primer plano sobre todo está muy empastado,
con mechones de zarzas que tienen reflejos
amarillos, violetas y verdes.
Asimismo, te agradezco muy cordialmente el
Shakespeare. Me ayudará a no olvidar el poco de
inglés que sé; pero, sobre todo, es tan bello. He
comenzado a leer la serie que más ignoro; lo que en
otro tiempo, por andar distraído en otra cosa o por
no tener tiempo, me era imposible leer: La serie de
los reyes; he leído ya Ricardo II, Enrique IV y la
mitad de Enrique V. Yo leo sin reflexionar si las
ideas de la gente de aquellos tiempos son las mismas
que las nuestras, o qué resultan cuando se las
contrapone a las creencias republicanas, socialistas
de nuestro tiempo, porque las voces de esa gente
que en el caso de Shakespeare nos llegan desde una
distancia de varios siglos, no nos parecen
desconocidas.
Son tan vibrantes que parece que se las
reconoce y ve.
Así, lo que sólo o casi sólo Rembrandt tiene
entre los pintores, esa ternura en la mirada de los
seres que vemos, sea en los Peregrinos de Emaús,
sea en la Novia judía, sea en tal figura extraña de
ángel como el cuadro que has tenido oportunidad
de ver -esa ternura afligida, ese infinito
sobrehumano entreabierto y que entonces parece
tan natural, aparece en Shakespeare repetidas veces.
Y luego, los retratos graves o alegres, tales el Six y el
Viajero y la Saskia; es sobre todo aquí, donde
alcanza la plenitud...
A fin de que te hagas una idea de lo que tengo
preparado, te envío hoy una decena de dibujos,
todos de las telas en preparación.
La última comenzada es el campo de trigo
donde hay un pequeño segador y un gran sol. La
tela es toda amarilla con excepción de la pared y del
fondo de colinas violáceas. La tela, cuyo motivo es
casi igual, es diferente en colorido, siendo de un
verde grisáceo y un cielo blanco y azul...
5 de julio de 1889.
Aquí vivo sobriamente, porque tengo la
posibilidad de hacerlo; antes bebía, porque de otra
manera no sabía qué más hacer.
¡En fin, esto me es igual!... La sobriedad muy
calculada - es cierto - lleva sin embargo a un estado
de ánimo en el cual el pensamiento, si huye, huye sin
interrupciones. En fin, es una diferencia como
pintar gris o coloreado. Voy, en efecto, a pintar más
gris.
Me he divertido mucho ayer leyendo Medida
por medida. Después he leído Enrique VIII, donde
hay pasajes tan bellos, como, por ejemplo, aquel de
Bueckingham y las palabras de Wolsey después de
su caída.
Veo que tengo la oportunidad de poder leer o
releer esto a mis anchas, y después espero leer por
fin Homero.
Afuera, las cigarras cantan desgañitándose, un
grito estridente, diez veces más fuerte que el de los
grillos, y la hierba quemada adquiere hermosos
tonos de oro viejo. Las bellas ciudades del Mediodía
están tan muertas como nuestras ciudades a lo largo
del Zuyderzee, antes animadas.
A pesar de la caída y la decadencia de las cosas,
las cigarras, admiradas por el bueno de Sócrates,
perduraron. Y aquí en verdad cantan todavía el
antiguo griego.
¡Qué historia esta venta Sécretan!...1
Siempre me causa placer esto de que los Millet
se mantengan. Pero me gustaría que hubiera más
reproducciones buenas de Millet, para que el pueblo
se enterara.
Durante muchos días he estado absolutamente
extraviado como en Arlés, tanto si no peor, y es de
presumir que estas crisis se irán repitiendo; es
abominable.
Llevo ya cuatro días sin poder comer, tengo la
garganta inflamada. Si te cuento estos detalles,
supongo que no es porque me guste quejarme, sino
para probarte que no estoy en estado de ir a París o
1 El remate de la colección Sécretan, que incluía pintura antigua
fundamentalmente, cuadros de la escuela de Birbizon. La venta se
realizó del 1 al 8 de julio de 1889 y «El Angelus», de Millet, se cotizó en
553.000 francos.
a Pont Aven, a menos que fuera a Charenton.2 Esta
nueva crisis, mi querido hermano, me tomó en
pleno campo, y cuando estaba pintando, un día de
viento. Te enviaré la tela que he terminado a pesar
de eso. Y precisamente era un ensayo más sobrio,
de color mate sin apariencia, verdes quebrados,
rojos y amarillos ferruginosos de ocre, tal como te
decía que por momentos sentía el anhelo de
recomenzar con una paleta como la del norte.
Agosto de 1889.
Ayer me puse otra vez a trabajar un poco –algo
que veo desde mi ventana - un campo amarillo en
plena labor; la oposición de la tierra labrada
violácea con las fajas de rastrojo amarillo, fondo de
colinas. El trabajo me distrae infinitamente más que
cualquier otra cosa y si pudiera, cuando ya me sienta
bien, dedicarme de lleno con toda mi energía, sería
posiblemente el mejor remedio.
La imposibilidad de tener modelos, un montón
de otras cosas, sin embargo, me frenan.
2 Otro de los comentarios irónicos de van Gogh al referirse a
Charenton, lugar donde se encontraba el principal manicomio francés.
En fin, debo ir aceptando las cosas con cierta
pasividad y he de tener paciencia.
Septiembre de 1889.
Mi viejo, mi buen amigo, no olvidemos que las
pequeñas emociones son los grandes capitanes de
nuestras vidas y que las obedecemos sin saberlo.
Aunque recobrar el valor ante las faltas cometidas o
por cometer sería mi curación, no olvidemos que
tanto nuestros «spleens» y melancolías, como
nuestros sentimientos de bondad y de sentido
común, no son nuestros únicos guías, ni, sobre
todo, nuestros guardianes definitivos y que aunque
tú también te encuentres frente al riesgo de duras
responsabilidades, o una obligación, ¡a fe mía!... no
nos ocupemos demasiado el uno del otro, ya que,
fortuitamente, las circunstancias de vivir en estados
de cosas tan alejadas de nuestros conceptos de juventud
sobre la vida de artista, nos habrán de
hermanar con lo si fuéramos, bajo muchos aspectos,
compañeros de aventura. Las cosas se mantienen de
tal forma, que aquí a veces se encuentran cucarachas
en el comedor, como si se estuviera verdaderamente
en París; por el contrario, podría suceder que en
París tuvieras a veces una verdadera sensación d
No viene a ser una gran cosa, pero en fin, es
tranquilizante. Acepta, pues, tu paternidad como la
aceptaría un buen hombre de nuestras viejas
florestas, las cuales, a través de todo el ruido,
tumulto, bruma y angustia de las ciudades todavía
nos son -por tímida que sea nuestra ternura -
inefablemente apreciables. Es decir, acepta tu
paternidad en tu calidad de exiliado, de extranjero y
de pobre, basándote en lo sucesivo con el instinto
del pobre en la probabilidad de la existencia
verdadera de la patria, de la existencia verdadera del
recuerdo, aun cuando todos los días lo olvidemos.
Total, tarde o temprano encontramos nuestra suerte;
pero en verdad, para ti, como para mí, sería un poco
hipócrita olvidar nuestro buen humor, nuestro
confiado dejar correr las cosas como pobres
diablos, tal como seremos en este París ahora tan
extraño y que pesará demasiado sobre nuestras
preocupaciones.
En verdad, estoy muy contento de que mientras
aquí a veces hay algunas cucarachas en el comedor,
en tu casa hay mujer y niño.
Por otra parte, es tranquilizante que, por
ejemplo, Voltaire, nos permita la libertad de no
creer absolutamente en todo lo que imaginemos.
Septiembre de 1889.
Mi querido hermano:
Siempre te escribo en intervalos de trabajo
-como un verdadero poseso, un furor sordo de
trabajo, más que nunca. Y creo que esto contribuirá
a curarme. Quizá me ocurrirá algo como aquello que
refiere Delacroix: «he encontrado la pintura cuando
ya no tenía ni dientes ni aliento, en el sentido de que
mi triste enfermedad me hace trabajar con un furor
sordo -muy lentamente - pero desde la mañana a la
tarde sin aflojar y - ahí está probablemente el
secreto - trabajar largo tiempo y lentamente. Qué sé
yo, pero creo que tengo una o dos telas en
preparación no están muy mal; para empezar que el
segador en los trigales amarillos y el retrato sobre
fondo claro; esto será para los veintistas si, no
obstante, en el momento dado se acuerdan de mí;
además, que me importa, si quizás más valdrá que
me olviden...
Ayer he comenzado el retrato del celador en jefe
y quizás haré también a su mujer; porque él está
casado y vive en una casita, pero a pocos pasos del
establecimiento.
Una cara muy interesante-; tienes un hermoso
aguafuerte de Legros que representa a un viejo
noble español, si te acuerdas, esto te dará una idea
del tipo. Ha estado en el hospicio de Marsella,
durante dos épocas del cólera; en fin, es un hombre
que ha visto morir a mucha gente y sufrir y tiene en
su rostro yo no se que de recogimiento, como la
cara de Guizot -porque hay algo similar en esa cara,
pero diferente que me viene involuntariamente a la
memoria. Pero él es del pueblo y más simple. En fin,
ya verás si lo he logrado y si hago una
reproducción...
¡Uf!... el segador está terminado; yo creo que
éste será uno que guardarás para ti -es una imagen
de la muerte, tal como nos habla en el gran libro de
la naturaleza - pero lo que he buscado, es el «casi
sonriente». Es todo amarillo, salvo una línea de
colinas violetas, de un amarillo pálido y rubio. A mí
eso me divierte, después de haberlo visto así a
través de las rejas de hierro de una casa de locos.
Bueno, ¿sabes lo que espero, cada vez que me
pongo a tener esperanzas? que la familia sea para ti
lo que es para mí la naturaleza, los montones de
tierra, la hierba, el trigo amarillo, el aldeano, es decir
que encuentres en tu amor por la gente, no
solamente de qué trabajar sino de qué consolarte y
rehacerte cuando haya necesidad.
... La vida pasa así, el tiempo no vuelve, pero yo
me encarnizo en mi trabajo, justamente porque sé
que las ocasiones de trabajar no se repiten.
Sobre todo en mi caso en que una crisis más
violenta puede destruir para siempre mi capacidad
de pintar.
En las crisis me siento cobarde ante la angustia
y el sufrimiento -más cobarde que de costumbre, y
es quizás esa cobardía moral la que mientras que
antes no tenía ningún deseo de curarme, ahora me
hace comer por dos, trabajar fuerte, cuidarme en
mis relaciones con los otros enfermos por miedo a
tener una recaída - en fin, ahora trato de curarme
como uno que hubiera querido suicidarse y al
encontrar el agua demasiado fría, trata de alcanzar la
orilla.
... Me reprocho mi cobardía, tendría que haber
defendido mejor el taller, aunque hubiera tenido que
luchar con esos gendarmes y vecinos. En mi lugar
otros habrían usado un revólver, y por cierto si
como artista uno hubiera matado a papanatas como
esos, habría salido absuelto. Tendría que haber
hecho mejor las cosas, entonces; y en cambio fui
cobarde y borracho.
... Dejo de lado la esperanza de que ya no
volverán, al contrario, es preciso decirse que de vez
en cuando tendré una crisis.
... Qué cosa curiosa la pincelada.
Al aire libre, expuesto al viento, al sol, a la
curiosidad de la gente, uno trabaja como puede,
llena su tela de cualquier manera. Sin embargo, se
atrapa lo verdadero y lo esencial, lo más difícil es
eso.
Pero cuando después de un tiempo se retoma
ese estudio y se arregla la pincelada en el sentido de
los objetos, es más armonioso y agradable de ver, y
se agrega lo que se tiene de serenidad y sonrisa.
Ah, nunca podré reproducir mis impresiones de
ciertas figuras que aquí vi. Por cierto, esa es la ruta
en la que hay cosas nuevas, la ruta del Midi, que a
los hombres del Norte les cuesta trabajo penetrar.
Y yo ya veo de antemano, el día en que tendré
algún éxito, que lamentaré mi soledad y mi aflicción
de aquí, cuando vi, a través de los barrotes de hierro
de la celda, al segador en el campo de abajo.
... Yo no necesito ver Ticianos ni Velázquez en
los museos, vi ciertos tipos vivos que hacen que
ahora sepa mejor que antes de mi viajecito lo que es
un cuadro del Midi.
... Sí, habrá que terminar con esto, ya no puedo
hacer las dos cosas a la vez, trabajar y tomarme mil
penas para vivir con esos enfermos de aquí, todo
eso lo trastorna a uno.
... Me gustaría mucho estar de regreso cuando
venga tu niño, no con ustedes, por cierto no, eso no
es posible, sino en los alrededores de París con otro
pintor.
... El tratamiento de los enfermos en este
hospicio es sin duda fácil de seguir hasta cuando
uno viaja, ya que no se hace absolutamente nada, los
dejan vegetar en el ocio y los alimentan con una
comida insulsa y un poco deteriorada.
... Ahora tengo 7 copias de los diez «Trabajos
del campo» de Millet. Puedo asegurarte que me
interesa enormemente hacer copias, y que como por
el momento no tengo modelos, eso hará que, sin
embargo, no pierda de vista la figura.
... Hice un retrato de mujer -la mujer del
celador - que creo que te gustará, hice una copia que
no estaba tan bien como la del natural.
Y temo que se quedarán con esta última, habría
querido que la tengas.
Es rosa y negro.
Hoy te envío mi retrato, hay que mirarlo durante
algún tiempo; espero que veas que mi fisonomía está
muy calmada, aunque la mirada sea más vaga que
antes, a mi parecer. Tengo otro que es un ensayo de
cuando estaba enfermo, pero creo que éste te
gustará más; traté de hacerlo simple, muéstraselo al
padre Pissarro si lo ves.
... Ahora estando enfermo, trato de hacer algo
para consolarme, para mi propio placer.
Como motivo, pongo frente a mí el blanco y
negro de Delacroix o de Millet o según ellos.
Y luego improviso el color por encima, pero
por supuesto no siendo yo mismo, totalmente sino
buscando recuerdos de sus cuadros, pero el
recuerdo, la vaga consonancia de colores que están
dentro del sentimiento es una interpretación mía.
Un montón de gente no copia, un montón de
otros copian, yo me puse a hacerlo por casualidad, y
me parece que eso enseña y, sobre todo, a veces
consuela. Entonces mi pincel se desliza entre mis
dedos como un arco sobre el violín, y
absolutamente para mi placer.
... Te agradezco mucho el envío de tela y
colores. En retribución te envío algunas telas con el
retrato, las siguientes:
Salida de la luna (pajar),
Estudio de campo,
Estudio de olivos,
Estudio de noche,
La montaña,
Campo de trigo verde,
Olivos,
Huerto en flor,
Entrada de una cantera.
Las cuatro primeras telas son estudios donde no
se encuentra el efecto de conjunto de los otros.
A mí me gusta bastante “La entrada de una
cantera", que hacía cuando sentí comenzar ese
ataque, porque los verdes oscuros, a mi gusto, pegan
con los tonos de ocre; hay algo triste en él, que es
sano y por eso no me molesta. Quizá, también eso
sucede con "La montaña".
..."Los olivos" con nube blanca y fondo de
montañas, así como la "Salida de la luna" y el efecto
de noche, son exageraciones desde el punto de vista
del arreglo; las líneas son contorneadas como las de
las maderas antiguas. Los olivos están más dentro
del carácter, así como en el otro estudio traté de dar
la hora en que cuando hace calor, se ven volar los
cetonios verdes y las cigarras.
Las otras telas, el "Segador", etc., no están secas.
Y ahora en la mala estación voy a hacer muchas
copias, ya que realmente tengo que hacer más
figuras.
El estudio de figuras es lo que enseña a
aprehender lo esencial, y a simplificar.
No es justo cuando en tu carta dices que nunca
habré hecho nada más que trabajar, yo estoy muy
descontento de mi trabajo, y la única cosa que me
consuela es que la gente de experiencia dice que hay
que pintar durante diez años para nada. Pero lo que
he hecho no es más que esos diez años de estudios
desdichados y desafortunados. Ahora podría venir
un período mejor, pero habrá que fortalecer la
figura y tengo que refrescar mi memoria con el
estudio bien riguroso de Delacroix y Millet.
Entonces trataré de aclarar mi dibujo.
Sí, no hay mal que por bien no venga, con el
estudio se gana tiempo.
Al rollo de telas agrego un estudio de flores; no
es gran cosa, pero en fin, no quiero romperlo.
En suma, allí encuentro un poco bien nada más
el campo de trigo, la montaña, el huerto, los olivos
con las colinas azules y el retrato y la entrada de la
cantera, y el resto no me dice nada, porque carece de
voluntad personal, de líneas sentidas. Allí donde
esas líneas son concisas y decididas comienza el
cuadro, aun cuando sea exagerado.
¡La diferencia entre la felicidad y la desdicha!
ambas son necesarias y útiles, y la muerte o la
desapariciones tan relativo, y la vida también.
... Desdichadamente no hay viñas aquí, si no
fuera por eso yo me había prometido no hacer mas
que viñas este otoño. Las hay, pero para pintarlas
hubiera sido necesario ir a vivir a otro pueblo.
En cambio los olivos son muy característicos y
lucho por atraparlos. Son color plata, ya más azul,
ya verde, bronceado, blanquecino sobre terreno
amarillo, rosa, violáceo o anaranjado, hasta el ocre
rojo apagado.
Pero muy difícil, muy difícil. Pero trabajar de
lleno en el ore) o la plata me gusta y me atrae
mucho. Y quizás un día haré una impresión
personal, como lo son los girasoles para los
amarillos. ¡Si los hubiera tenido este otoño? Pero
esta semilibertad a menudo impide hacer lo que uno
siente, no obstante, que puede.
... Tenemos algunos días soberbios de otoño, y
los aprovecho. Tengo algunos estudios, entre otros
una morera toda amarilla sobre terreno pedregoso,
destacándose contra el azul del cielo, en el que creo
que veras que he encontrado la huella de Monticelli.
Habrás recibido el envío de telas que te envié el
sábado pasado. Me sorprende mucho que el Sr.
Isaacson quiera hacer un artículo acerca de mis
estudios. De buena gana le pediría que espere un
poco más, su artículo no perdería absolutamente
nada y con un año más de trabajo podría - espero -
ponerle bajo los ojos cosas más características, con
mayor voluntad en el dibujo, más conocimiento de
causa en cuanto al Midi provenzal.
... Tengo un estudio de dos álamos amarillentos
sobre fondo de montaña y un panorama del parque
de aquí, efecto de otoño, donde hay un poco de
dibujo más ingenuo y más familiar. En fin, es difícil
dejar un lugar antes de probar con algo que uno ha
sentido y querido.
Si vuelvo al Norte, me propongo hacer un
montón de estudios de modelo griego, tú sabes,
estudios pintados con blanco y azul y un poco de
anaranjado solamente, como al aire libre.
Tengo que dibujar y buscar estilo.
Mi querido Théo:
Acabo de regresar con uña tela en la que trabajo
desde hace algún tiempo, que representa el mismo
campo del segador. Ahora son terrones de tierra y al
fondo los terrenos áridos, además los peñascos de
los Alpines. Un trozo de ciclo azul verde con
pequeña nube blanca y violeta. En primer plano un
cardo y hierbas secas.
Un paisano arrastra una gavilla de paja en el medio.
Es otro estudio rudo, y en lugar de ser casi
enteramente amarillo, es una tela casi totalmente
violeta. Violetas quebrados y neutros, Pero te
escribo esto porque creo que completará "El
segador" y hará ver mejor lo que es. Ya que "El
segador” parece hecho al tuntún, y esto lo
equilibrará. Apenas se seque te lo envío con la copia
del "Dormitorio". Si alguien ve los estudios, te
ruego que los muestres juntos, a causa de la
oposición de los complementarios.
Además, esta semana hice la entrada de una
cantera que es como una cosa japonesa; ¿te acuerdas
que hay dibujos japoneses de peñascos en los que
de tanto en tanto crecen hierbas y arbolitos? De vez
en cuando hay momentos en que la naturaleza es
soberbia, efectos de otoño de un color glorioso,
cielos verdes que contrastan con vegetaciones
amarillas, anaranjadas, verdes, terrenos de todos los
violetas, la hierba quemada donde las lluvias, no
obstante, dieron un último vigor a ciertas plantas,
que se ponen a producir nuevamente pequeñas
flores violetas, rosadas, azules, amarillas. Cosas que
uno se pone melancólico al no poder reproducir.
Y cielos, como nuestros cielos del Norte, pero
los colores de las puestas y salidas del sol son más
variados y más francos.
Como en los Jules Dupré y los Ziem.
También tengo dos panoramas del parque y del
sanatorio, donde este lugar parece muy agradable.
Traté de reconstruir la cosa como pudo ser,
simplificando y acentuando el carácter orgulloso e
inalterable de los pinos y arbustos de cedro contra
el cielo azul.
... La melancolía me invade muy a menudo con
gran fuerza.
Cuanto más se normaliza la salud y más capaz
siento la cabeza de razonar fríamente, más me
parece una locura, una cosa totalmente contra la
razón pintar, que nos cuesta tanto y no reporta
nada, ni siquiera el precio de costo. Entonces me
siento muy triste y el problema es que a mi edad es
terriblemente difícil volver a empezar otra cosa.
... Me has hecho un gran favor en enviarme esos
Millet. Estoy trabajando activamente en ellos. A
fuerza de no ver nunca nada artístico me embrutecía
y esto me reanima. Terminé «La velada» y comencé
«Los cabadores» y el hombre que se pone el saco,
telas de 30, y «El sembrador», más pequeño. «La
velada» está dentro de una gama de violetas y lilas
suaves con luz de la lámpara amarillo pálido,
además, el resplandor anaranjado del fuego y el
hombre en ocre rojo. Lo verás; me parece que
pintar según esos dibujos de Millet es traducirlos a
otra lengua antes que copiarlos.
Aparte de esto tengo en marcha un efecto de
lluvia y un efecto de tarde con grandes pinos.
Y también una caída de hojas.
La salud va muy bien, salvo a menudo mucha
melancolía, pero me siento bien, mucho mejor que
este verano y hasta mejor que cuando venía aquí, y
hasta mejor que en París.
También las ideas para el trabajo se vuelven más
firmes, a mi parecer. Pero no sé si te gustará lo que
ahora hago. Ya que a pesar de lo que dices en tu
carta anterior, que la búsqueda del estilo a menudo
perjudica a otras cualidades, la cuestión es que me
siento muy llevado a buscar estilo, si quieres, pero
por ello entiendo un dibujo más varonil y más
voluntario.
... Tanto como sea posible trato de simplificar la
lista de los colores; así muy a menudo empleo,
como en otros tiempos, los ocres. Bien sé que los
estudios dibujados con grandes líneas tan nudosas
del último envío no eran lo que debían ser, sin
embargo me atrevo a exhortarte a que creas que en
el paisaje se seguirá tratando de concentrar las
cosas, por medio de un dibujo que trate de expresar
su enmarañamiento. ¿Te acuerdas del paisaje de
Delacroix: «La lucha de Jacob con el ángel»? ¡Y hay
otros de él!, por ejemplo los acantilados y justamente
las flores de las que a veces hablas. Bernard
realmente encontró cosas perfectas allí. En fin, no
tomes demasiado rápidamente una resolución en
contra.
Verás que en un gran paisaje con pinos, troncos
ocre rojo cortados por un trazo negro, ya hay más
carácter que en los precedentes.
... Voy a trabajar un poco más afuera; hay
mistral. Hacia el momento de la puesta del sol
generalmente se calma un poco, entonces hay
efectos soberbios de cielos limón pálido y los pinos
desolados destacan sus siluetas contra el cielo con
efectos de exquisito encaje negro.
Otras veces el cielo es rojo, otras de un tono
extremadamente fino neutro, de limón pálido
también, pero neutralizado por lila fino.
Tengo un efecto de tarde de otro pino contra
rosa y amarillo verde.
A pesar del frío hasta ahora sigo trabajando
afuera y creo que me hace bien a mí y al trabajo.
El último estudio que hice es un panorama del
pueblo, en el que estaban reparando las veredas,
bajo plátanos enormes. Por consiguiente, hay
montones de arena y piedras, troncos gigantescos, el
follaje amarilleante y de tanto en tanto se entrevé
una fachada y pequeñas figuras.
... Verás que en los grandes estudios no hay más
empastes, preparo la cosa con especies de aguadas
de aguarrás y luego procedo por pinceladas o rayas
coloreadas y espaciadas. Eso da aire y gasta menos
color.
Mi querido Théo:
Muchas gracias por tu carta del 22 de diciembre,
conteniendo un billete de 50 francos; primero te deseo
a ti y a Jo un feliz año y lamento haberte
causado inquietudes aunque involuntariamente, ya
que el Sr. Peyron ha debido escribirte que una vez
más tuve la cabeza perturbada.1
Irónicamente, en una carta de Théo que Vincent
recibe en esos días, y cuando Théo aún no sabe
nada de la crisis, éste escribe:
«Debemos estar contentos de que, desde el año
pasado a esta época, estés mucho mejor. Entonces
temía que no te curarías.»
Es preciso sobre todo que no pierda mi tiempo,
voy a ponerme a trabajar apenas lo permita el Sr.
Peyron, y si no lo permite, entonces corto
rotundamente con este lugar. Esto es lo que todavía
me mantiene relativamente en equilibrio, y todavía
tengo un montón de ideas para nuevos cuadros.
1 Luego de la anterior crisis de Vincent, crisis que lo dejó postrado
durante tres semanas (y en el curso de la cual intentó suicidarse), el Dr.
Peyron le había dejado entrever que alrededor de Navidad volvería a
tener otra crisis. Esta crisis se produce en la fecha prevista.
Ah, mientras estaba enfermo caía nieve húmeda
que se derretía, y me levanté de noche para mirar el
paisaje. Nunca, nunca la naturaleza me pareció tan
emocionante y sensitiva.
Las ideas relativamente supersticiosas que aquí
tienen acerca de la pintura me ponen a veces más
melancólico de lo que podría decirte, aunque en el
fondo siempre es un poco cierto que un pintor
como hombre está demasiado absorbido por lo que
ven sus ojos y no domina el resto de su vida.
... Hoy envié algunas telas, las siguientes:
«Campo arado» con fondo de montañas; es el
mismo campo del segador de este verano y puede
hacer juego con él; creo que uno valorizará al otro.
«El barranco», es el estudio hecho en un día de
mistral, yo había calzado mi caballete con grandes
piedras, el cuadro no está seco, es de un dibujo más
conciso, hay más pasión contenida y es más
coloreado.
Este puede ir con otro estudio de montañas,
efecto de verano con una ruta en primer plano y una
barraca negra.
«Las aceituneras», este cuadro lo había
destinado a nuestra madre y hermana, para que
tengan algo un poco estudiado.
También tengo para ti una copia y el estudio del
natural (más coloreado con tonos más graves).
«Los campos», campos de trigo joven con
fondo de montañas lilas y cielo amarillento.
«Olivos», cielo de poniente anaranjado y verde
(aquí hay otra variante con figuras).
Idem, efecto neutro.
Idem, efecto neutro.
«Los grandes plátanos», calle principal o bulevar
de Saint-Remy, estudio del natural, aquí tengo una
copia quizá más hecha.
Copia de Millet: «Los cavadores»Idem,
« La velada».
Todavía me olvido «La lluvia».
Ten la bondad de no mirarlas sin montarlas en
bastidores y enmarcarlas de blanco, es decir que
desclavarás otras telas y montarás a éstas sobre los
bastidores, una a una, si quieres, para darte cuenta
del efecto. Ya que las coloraciones necesitan
absolutamente el contraste del marco blanco para
juzgar el conjunto. Así la lluvia, los olivos grises,
casi no pueden verse sin el marco.
Me produjo un gran placer lo que dices de la
copia de Millet: «La velada».
Cuanto más pienso en eso, más me parece que
tratar de reproducir cosas de Millet, cosas que no
tuvo tiempo de pintar al óleo, tiene su razón de ser.
Entonces trabajar ya sea en sus dibujos ya en los
grabados sobre madera, no es copiar pura y
simplemente.
Es más bien traducir en otra lengua -la de los
colores - las impresiones de claroscuro en blanco y
negro. Así, acabo de terminar las otras tres «Horas
de la jornada» según las maderas de Lavieille. Eso
me costó mucho tiempo y mucho trabajo.
Porque tú sabes que ya este verano hice «Los
trabajos del campo».
Pero esas reproducciones - algún día las verás -
no las envié porque eran más tanteos que éstas, pero
sin embargo me sirvieron mucho para las «Horas de
la jornada». Quizá más tarde pueda hacer litografías
con éstas.
... Creo que si fuera a París, en los primeros
tiempos no haría nada más que dibujar de moldes
griegos, porque todavía necesito seguir estudiando.
... Lo que los impresionistas encontraron para el
color, se acrecentará todavía más, pero hay un lazo
que muchos olvidan, que lo liga al pasado, y yo me
esforzaré en mostrar que no creo en una separación
rigurosa de los impresionistas y de los otros.
Me parece muy dichoso que en este siglo haya
habido pintores como Millet, Delacroix, Meissonier,
que no se pueden superar. Ya que aunque no gusta
tanto Meissonier como ciertas personas, no hay que
andar con vueltas cuando se ve sus «Lectores», su
«Alto» y tantos otros cuadros, ahí hay algo. Y
entonces se deja de lado lo que es su fuerte, es decir,
la pintura militar, porque eso nos gusta menos que
los campos.
1º de febrero de 1890.
...Me sorprendió mucho el artículo que me
enviaste sobre mis cuadros1, no hay necesidad de
decirte que espero seguir pensando que no pinto así,
sino que más bien allí veo cómo debería pintar. Ya
que el artículo es muy justo en el sentido que indica
el hueco a llenar, y creo que en el fondo el escritor
1 Se trata de un artículo sobre Vincent (el primero importante
aunque no cronológicamente, ya que hacía tiempo Isaacson había
publicado uno), aparecido en «Le Mercure de France» de enero de 1890
y escrito por Albert Aurier.
lo escribió para guiarme no solamente a mí, sino
también a los otros impresionistas, y hasta más bien
para hacer la brecha en el buen lugar. Por
consiguiente propone un yo colectivo, ideal tanto
para los otros como para mí, y simplemente me dice
que de tanto en tanto hay algo bueno, si quieres,
también en mi trabajo, tan imperfecto, y ese es el
lado consolador que aprecio y del que espero estar
agradecido. Tan sólo debe entenderse que yo no
tengo una espalda lo suficientemente buena como
para llevar a cabo una tarea semejante; y el hecho de
que concentre sobre mí el artículo, aunque no hay
necesidad de decirte hasta qué punto me siento
adulado, a mi parecer es tan exagerado como lo que
decía sobre ti cierto artículo de Isaacson, que ahora
los artistas dejaban de pelearse y que un
movimiento serio se hacía silenciosamente en el
pequeño negocio del Bulevar Montmartre.
Admito que es difícil hablar, expresarse de otra
manera -del mismo modo que no se podría pintar
como uno ve - y por lo tanto no es para criticar la
audacia de Isaacson o la del otro crítico, pero en
cuanto a nosotros, bueno, posamos un poco como
el modelo y a fe mía ése es un deber y un trabajo
como cualquier otro.
Por consiguiente si tú o yo llegáramos a tener
una reputación, hay que tratar de conservar cierta
calma, y si es posible una presencia de ánimo.
¿Por qué no decir lo que él dice de mis
girasoles, con mayor razón de las magníficas y tan
completas malvarrosas de Quost, y de sus lirios
amarillos, de las espléndidas peonías de Jeannin? Y
tanto como yo, tú ves que ser elogiado debe tener su
reverso su otro lado de la medalla. Pero de buena
gana estoy muy agradecido por el artículo, o más
bien con “el corazón contento”, como en la canción
de la Revue, puesto que uno puede necesitarlo,
como realmente puede necesitar una medalla.
Además, un articulo semejante tiene su mérito
propio de obra de arte crítica, por lo que me parece
respetable, y el escritor debe elevar los tonos,
sintetizar sus conclusiones, etcétera.
... Traté de copiar los «Bebedores», de Daumier,
y el «Presidio», de Doré, es muy difícil.
En estos días espero comenzar el «Buen
Samaritano», de Delacroix, y el «Leñador», de Millet.
El artículo de Aurier me animaría, si me
atreviera a dejarme llevar, a arriesgarme más a salir
de la realidad y a hacer con el color como una
música de tonos, como ciertos Monticelli. Pero
quiero tanto a la verdad, el tratar de hacer lo
verdadero también, en fin, creo, creo que aún
prefiero ser zapatero a ser músico con los colores.
En todo caso tratar de seguir siendo veraz es
quizás un remedio para combatir la enfermedad que
continúa inquietándome.
Hoy quise tratar de leer las cartas que habían
venido para mí, pero todavía no tenía suficiente
claridad para poder comprenderlas.1
Sin embargo trato de responderte enseguida y
espero que esto se disipe dentro de algunos días.
Sobre todo espero que tú y tu mujer y tu niño estén
bien.
No te preocupes por mí, aun cuando esto dure
un poco más de tiempo; escribe lo mismo a casa y
mándales muchos saludos de parte mía.
Saludos a Gauguin, que me escribió una carta
que le agradezco mucho; me aburro mucho, pero
hay que tener paciencia. Una vez más saludos a Jo y
a su chiquito y un apretón de manos en
pensamiento.
1 Nuevamente, después de haber pasado dos días en Arlés,
Vincent tiene otra crisis, esta de larga duración. Tan sólo en el mes de
abril puede volver a escribir, pero será solamente una carta muy corta.
29 de abril de 1890.
Mi querido Théo:
El resto de las telas es escaso; como llevo dos
meses sin poder trabajar, estoy atrasado.
Encontrarás que los olivos de cielo rosa son lo
mejor, con las montañas, me imagino; los primeros
van bien como compañeros de aquellos del cielo
amarillo. En cuanto al retrato de la Arlesiana, tú
sabes que he prometido un ejemplar al amigo
Gauguin y se lo harás llegar. Luego los cipreses son
para el señor Aurier. Hubiera querido rehacerlos
con un poco menos de empaste, pero me falta
tiempo.
Hay que lavarlos todavía varias veces con agua
fría; después, un fuerte barniz, cuando los empastes
estén bien secos; entonces los negros no se saldrán
cuando el aceite se haya evaporado. Ahora me haría
falta, necesariamente, colores que en parte bien
podrías adquirir en lo de Tanguy; si está fastidiado
esto le gustará. Pero por supuesto, no tiene que ser
más caro que otro. Esta es la lista de los colores que
necesitaré:
(Tubos grandes)
12 blanco de zinc; 3 cobalto; 5 verde veronés, 1
laca ordinario; 2 cromo 11; 2 verde esmeralda, 4
cromos I; 1 mina anaranjado; 2 ultramar.
Después (pero en lo de Tasset): 2 laca geranio,
tubos de formato mediano. Me harás un gran favor
si me puedes hacer llegar enseguida por lo menos la
mitad; pronto, porque he perdido demasiado
tiempo.
También, necesitaré 6 brochas; 6 pinceles de
cerda y 7 metros de tela o hasta 10.
¿Qué decirte de estos dos meses pasados? Esto
no va muy bien; estoy triste y embrutecido, más de
lo que sabría expresar y no sé ya dónde estoy.
Como el pedido de colores es un poco cargado,
puedes demorar la mitad, si te conviene más.
Mientras estaba enfermo, hice aún algunas
pequeñas telas de cabezas que verás más tarde,
recuerdos del Norte; y ahora, acabo de terminar un
rincón de pradera lleno de sol, que yo creo más o
menos vigoroso. Lo verás muy pronto.
Hazme el favor de rogar al señor Aurier que no
escriba más artículos sobre mi pintura; dile con
insistencia que, por empezar, sus notas sobre mí se
engañan, puesto que realmente me siento demasiado
entristecido para poder enfrentarme a la publicidad.
Hacer cuadros me distrae; pero si oigo hablar de
ellos, me causa una pena que él no imagina...
He caído enfermo en la época en que hacía las
flores de almendro. Si hubiera podido continuar
trabajando, puedes deducir que hubiera hecho otros
árboles en flor. Ahora, ya casi se han terminado los
árboles en flor; verdadera me no tengo suerte. Sí;
hay que tratar de salir de aquí, pero ¿dónde ir? No
creo que se pueda estar más encerrado y prisionero
que en las casas donde no existen normas de
libertad, como en Charenton o en Montevergues.
Mayo de 1890.
Quizás me ponga a trabajar según los
Rembrandt; sobre todo, tengo una idea para hacer
El hombre orando en la gama de tonos que parten
del amarillo claro hasta el violeta.
Te incluyo la carta de Gauguin; haz lo que mejor
te parezca para el cambio; toma lo que a ti te plazca;
estoy cada vez más seguro de que tenemos el mismo
gusto.
Mayo de 1890.
He hecho dos telas de la hierba fresca en el
parque, de las cuales hay una (le una simplicidad
extrema; he aquí un croquis rápido.
Un hongo de pino violeta rosa y después la
hierba con flores blancas y cardillos, un pequeño
rosal y otros troncos de árboles en el fondo mas
alto de la tela. Yo estaré allá afuera, estoy seguro de
que el anhelo de trabajar me devorará y me dejará
insensible a todo lo demás y de buen humor.
Y me relajaré, no sin reflexión; pero sin
apesadumbrarme con el lamento de las cosas que
hubieran podido ser. Ellos dicen que en la pintura
no hay que buscar nada ni esperar nada más que un
buen cuadro, una buena conversación y una buena
comida como máximo de felicidad, sin contar los
paréntesis menos brillantes. Tal vez sea cierto, ¿por
qué rechazar lo posible, sobre todo si al actuar así se
procura el cambio de la enfermedad?
... Mi deseo de partir de aquí es ahora absoluto.
... Ahora me parecería preferible ir a ver a ese
médico1 al campo apenas sea posible, dejaríamos
1 El Dr. Gachet, médico recomendado por Pissarro. No era
psiquiatra sino médico rural. Practicaba la homeopatía y la
electroterapia, además era pintor aficionado.
los bultos en la estación. Por consiguiente no me
quedaría en tu casa más que, digamos dos o tres
días, luego partiría para ese pueblo donde empezaré
por alojarme en el hotel. Esto es lo que me parece
que podrían escribirle estos días - sin demora - a
nuestro futuro amigo, el médico en cuestión: «Como
mi hermano tiene muchos deseos de conocerlo y
prefiere consultarlo antes de prolongar su estadía en
París, espero que le parecerá bien que pase algunas
semanas en su pueblo adonde irá a hacer estudios;
tiene toda la confianza de entenderse con usted, y
cree que con un retorno al Norte su enfermedad
disminuirá, mientras que con una estadía más
prolongada en el Midi, su estado amenazaría con
agudizarse»
Tú le escribirías de esta manera, a la mañana siguiente
o a la otra de mi llegada a París le enviaríamos
un telegrama y probablemente me esperaría en
la estación.
El ambiente de aquí comienza a pesarme más de
lo que podría expresarlo -a fe mía, tuve paciencia
más de un año - necesito aire, me siento abrumado
de aburrimiento y de pena.
Además el trabajo corre prisa, aquí perdería mi
tiempo.
... Ahora la mejoría continúa, toda la horrible
crisis ha desaparecido como una tormenta, y trabajo
para dar una última pincelada aquí con un ardor
tranquilo y continuo. Empecé una tela de rosas
sobre fondo verde claro y dos telas que representan
grandes ramos de lirios violetas, una contra un
fondo rosa donde el efecto es armonioso y suave
por la combinación de los verdes, rosas, violetas.
Al contrario el otro ramo violeta (que va hasta el
carmín y el azul de prusia puro) que se destaca sobre
un fondo amarillo limón brillante, con otros tonos
amarillos en el jarrón y el zócalo en que reposa, es
un efecto de los complementarios terriblemente
contrastados, que se exaltan por su oposición.
Mayo de 1890.
Mi querido Théo:
Una vez más te escribo para decirte que la salud
sigue andando bien, sin embargo me siento un poco
descuajeringado por esta larga crisis y me atrevo a
creer que el cambio proyectado me refrescará las
ideas.
Creo que lo mejor será que yo mismo vaya a ver
a ese médico al campo lo más pronto posible;
entonces muy pronto se podrá decir si me alojaré en
su casa o provisoriamente en el hotel; y así se evitará
una estadía demasiado prolongada en París, cosa
que temo.
Recuerdas que hace seis meses te decía después
de4 una crisis que si se repetía te pediría cambiar.
En eso estamos, y aunque no me siento capaz de
juzgar la manera que tienen aquí de tratar a los
enfermos, es suficiente con que sienta
absolutamente en peligro lo que me queda de razón
y de potencia de trabajar; mientras que al contrario
estoy seguro de probarle a ese médico del que
hablas, que todavía sé trabajar lógicamente, y él me
tratará en consecuencia y puesto que quiere a la
pintura, hay bastantes posibilidades que de ello
resulte una sólida amistad.
... Las aguafuertes que me enviaste son muy
hermosas. Adjunto un croquis que garabatié de una
pintura, que hice con tres figuras que están en el
fondo de la aguafuerte del «Lázaro»: el muerto y sus
dos hermanas. La gruta y el cadáver son violeta
amarillo blanco. La mujer que quita el pañuelo del
rostro del resucitado tiene un vestido verde y
cabellos anaranjados, la otra tiene una cabellera
negra y un vestido rayado verde y rosa. Detrás un
campo de colinas azules, un sol naciente amarillo.
Así la combinación de colores hablaría por sí
misma de la misma cosa que expresa el claroscuro
de la aguafuerte.
... Me iré apenas le hayas escrito al Sr. Peyron,
me siento bastante tranquilo y no creo que, en el
estado en que estoy, pueda desequilibrarme
fácilmente.
... Acabo de terminar otra tela de rosas rosadas
contra un fondo verde amarillo en un jarrón verde.
Espero que las telas de estos días nos resarcirán
de los gastos del viaje. Esta mañana cuando fui a
franquear mi baúl, volví a ver el campo - después de
la lluvia fresco y todo florido - cuántas cosas podría
haber hecho todavía.
... En París - si me siento con fuerzas - tendré
grandes deseos de hacer enseguida un cuadro de
una librería amarilla (efecto de gas), que desde hace
tanto tiempo tengo en mente. Verás que la misma
mañana de mi llegada lo haré. Te digo, con respecto
al trabajo siento mi cabeza absolutamente serena, y
las pinceladas vienen y se suceden muy lógicamente.

AUVERS SUR OISE

20 de Mayo-29 de julio de 1890.1
21 de mayo de 1890.
Mi querido Théo y querida Jo:
Después de haber conocido a Jo, en adelante me
será difícil escribir a Théo sólo, pero Jo me
permitirá - espero - escribir en francés, porque
después de dos años en el Midi, así creo decirles
mejor lo que tengo que decir. Auvers es muy
hermoso, muchos viejos rastrojos, cosa que se hace
rara.
... Vi al Dr. Gachet, que me produjo la
impresión de ser bastante excéntrico, pero su
experiencia de doctor debe mantenerlo en equilibrio
combatiendo el mal nervioso, del que por cierto me
parece atacado al menos tan gravemente como yo.
1 Vincent llega a París el 17 de mayo de 1890 y permanece cuatro
días en compañía de su hermano, Jo y el bebé, nacido el 31 de enero de
1890 y que lleva su nombre.
Llega luego a Auvers-sur-Oise, el 21 de mayo, donde se dirige al
albergue Saint-Aubin recomendado por el Dr. Gachet. Pero como el
precio de la pensión le parece demasiado elevado, se instala en el café
de la plaza de la Mairie.
El tiempo que Vincent pasa en Auvers es un período de intensa
producción, ya que en setenta días pinta alrededor de setenta lienzos.
Me condujo a un albergue donde pedían 6
francos por día. Por mi parte encontré uno donde
pagaré 3 francos 50 por día.
... Su casa está llena de antiguallas negras,
negras, negras, con excepción de los cuadros de los
impresionistas nombrados.1 La impresión que me
produjo no es desfavorable.
... Ahora tengo un estudio de viejos techos de
rastrojo con un campo de porotos y trigo en primer
plano, fondo de colina, un estudio que creo que te
gustara.
Y ya me doy cuenta de que me hizo bien ir al
Midi para ver mejor el Norte.
Es como lo suponía, veo los violetas más en su
lugar. Francamente Auvers es muy hermoso.
Tanto que creo que será más ventajoso trabajar
que no trabajar, a pesar de toda la mala suerte que es
de prever en los cuadros.
Aquí es muy coloreado -pero qué lindas casas
de campo burguesas hay, mucho más lindo que Ville
d'Avray, etc., a mi gusto.

1 Un Pisarro y tres Cezanne.
... Hoy volví a ver al Dr. Gachet y voy a pintar
en su casa el martes por la mañana, luego cenaré
con él y. después vendrá a ver mi pintura. El me
parece muy razonable, pero está tan descorazonado
con su oficio de médico rural como yo con mi
pintura.
Entonces le dije que con mucho gusto cambiaría
oficio por oficio.
... Sigo creyendo que sobre todo es una
enfermedad del Midi lo que atrapé, y que el regreso
aquí bastará para disipar todo.
... Tengo un dibujo de una vieja viña, de la que
me propongo hacer una tela de 30, además un
estudio de castaños rosados y uno de castaños
blancos. Pero si las circunstancias me lo permiten,
espero hacer un poco de figura. Vagamente se
presentan cuadros a mis ojos, pero aunque llevará
tiempo ponerlos en limpio, eso vendrá poco a poco.
4 de junio de 1890.
... Por cierto me parece tan enfermo y aturdido
con algunos años corno tú y yo,1 y es de mayor edad
1 Se refiere al Dr. Gachet.
y hace algunos años perdió a su mujer, pero es muy
médico y su oficio y su fe sin embargo lo sostienen.
Ya somos muy amigos y por casualidad también
conoció a Brias de Montpellier y tiene de él las
mismas ideas que tengo yo, que es alguien muy
importante en la historia del arte moderno.
Trabajo en su retrato, la cabeza con una gorra
blanca, muy rubia, muy clara, las manos también de
encarnación clara, un frac azul y un fondo azul
cobalto, apoyado sobre una mesa roja, sobre la que
hay un libro amarillo y una planta de digital con
flores púrpuras. Está dentro del mismo sentimiento
que mi retrato, que hice cuando llegué aquí.
17 de junio de 1890.
... En este momento estoy haciendo dos
estudios, uno un ramo de plantas salvajes, cardos,
espigas, hojas de diferentes coloraciones. Una casi
roja, la otra muy verde, la otra amarillenta.
El segundo estudio, una casa blanca entre la
vegetación, con una estrella en el cielo de noche y
una luz anaranjada en la ventana y vegetación, negra
y una nota rosa oscura. Eso es todo por el
momento. Tengo una idea para hacer una tela más
importante de la casa y del jardín de Daubigny, del
que ya tengo un pequeño estudio.
El Sr. Gachet es absolutamente fanático de ese
retrato y quiere que haga uno para él, si puedo,
absolutamente igual, cosa que yo también deseo
hacer. También pudo comprender ahora el último
retrato de arlesiana, del que tienes uno en rosa;
cuando viene a ver los estudios vuelve siempre a
esos dos retratos y los admite por completo, pero
por completo, tal cual son.
Espero enviarte pronto un retrato de él.
Además pinté en su casa dos estudios que le di
la semana pasada, un áloe con caléndulas y cipreses,
y el domingo pasado, rosas blancas, parra y una
figura blanca.
Muy probablemente también haré el retrato de
su hija que tiene diecinueve años, y de la que me
imagino que Jo se hará muy pronto amiga.
Entonces es una gran alegría para mí hacer los
retratos de todos ustedes al aire libre: el tuyo, el de
Jo y el del pequeño.
Mi querido amigo Gauguin:
Gracias por haberme escrito de nuevo, mi
querido amigo y queda tranquilo, que después de mi
regreso he pensado en ti todos los días. No me he
quedado en París más que tres días y el ruido, etc.,
parisiense me causaba tan mala impresión que he
juzgado prudente para mi cabeza largamente al
campo; de no ser así en seguida hubiera corrido a
verte. Y me causa un enorme placer que digas que el
retrato de la arlesiana, hecho rigurosamente sobre tu
dibujo, te ha gustado.
He tratado de seguir con fidelidad respetuosa tu
dibujo y, sin embargo, tomando la libertad de
interpretar por medio de un color el carácter sobrio
y el estilo del dibujo en cuestión. Es una síntesis de
arlesiana, si quieres; como las síntesis de arlesianas
son raras, toma ésta como obra tuya y mía; como
resultado de nuestros meses de trabajo juntos. Para
hacerlo, yo he pagado con más de un mes de
enfermedad, pero también sé que es una tela que tú,
yo, y otros pocos comprenderemos, como nosotros
querríamos que se comprenda...
Tengo aún de allá un ciprés con una estrella, un
último ensayo -un cielo de noche, con una luna sin
resplandor, apenas el delgado creciente emergiendo
de la sombra opaca proyectada por la tierra - una
estrella de resplandor exagerado, si te parece,
resplandor suave de rosa y verde en el cielo
ultramarino donde corren las nubes.
En lo bajo, un camino bordeado de altas cañas
amarillas, detrás de las cuales están los Bajos Alpes
azules, un viejo albergue con ventanas iluminadas
de anaranjado y un ciprés muy alto, muy recto, muy
sombrío.
Sobre el camino, un coche con un caballo
blanco y dos paseantes retrasados. Muy romántico,
si te parece; pero también, creo, muy provenzal...
Oye una idea que quizá te convenga; yo trato de
hacer así, estudios de trigales -yo no puedo sin
embargo dibujar esto -, nada más que tallos de
espigas verdeazules, hojas largas como cintas,
verdes y rosas por el reflejo, espigas amarilleantes,
ligeramente ribeteadas de rosa pálido por la
floración polvorosa, una campanilla rosa en lo bajo,
enrollada alrededor de un tallo.
Así, ayer vi dos figuras: la madre, con un vestido
carmín profundo, la hija en rosa pálido con un sombrero
amarillo sin adorno alguno; rostros muy
sanos de campesinas, bien curtidos por el aire libre,
quemados por el sol; la madre, sobre todo, con una
cara muy, muy roja y cabellos negros y dos
diamantes en las orejas. Y he vuelto a pensar en esa
tela de Delacroix: La educación materna. Porque en
las expresiones de los rostros había realmente todo
lo que hubo en la cabeza de George Sand, ya sabes
que hay un retrato - busto George Sand - de
Delacroix; hay un grabado en la Ilustration, con los
cabellos cortos.
30 de junio de 1890.
Una carta de Gauguin bastante melancólica; él
habla vagamente de que está decidido a irse a
Madagascar; pero tan vagamente, que se ve claro
que piensa en esto porque no sabe realmente en qué
otro lugar pensar.
Y la ejecución del plan me parece casi absurda.
Incluyo tres croquis - uno de una figura de
aldeana, gran sombrero amarillo, con un nudo de
cintas azulceleste, rostro muy rojo, traje casero
grueso, azul, puntilleado de anaranjado, fondo de
espigas de trigo.
Es una tela de 30, pero temo que sea un poco
grosera. Después el paisaje a lo largo con los
campos, un motivo que sería de Michel, pero en
cambio la coloración es verde tierno, amarillo y azul
verde.
Después, una maleza de troncos de álamos
violetas que perpendicularmente, como columnas,
atraviesan el paisaje; la profundidad de la maleza es
azul y, bajo los grandes troncos, la pradera florida,
blanca, rosa, amarilla, verde, largas hierbas rosadas y
flores.
Quizás veas este croquis del jardín de Daubigny
- es una de mis telas más queridas -; te adjunto un
croquis de viejos rastrojos y los croquis de 2 telas de
30, que representan inmensas extensiones de trigo
después de la lluvia.
El jardín de Daubigny tiene el primer plano de
hierba verde y rosa. A la izquierda, un macizo verde
y lila y un tronco de planta con follaje blanquecino.
En medio de un cantero de rosas a la derecha, un
conjunto de cañas, una pared y sobre la pared un
avellano de follaje violeta. Después, una hilera de
lilas, una fila de tilos redondeados, amarillos; la casa
misma en el fondo, rosa, con techo de tejas
azuladas. Un banco y tres sillas, una figura negra
con sombrero amarillo y en primer plano un gato
negro. Cielo, verde pálido.
Carta que Vincent tenía sobre sí, el 29 de julio,
día en que falleció.
Mi querido hermano:
Gracias por tu buena carta y el billete de 50
francos que contenía. Ya que esto va bien, que es lo
principal, ¿por qué insistiré sobre cosas de menor
importancia? ¡a fe mía!... antes de que haya
oportunidad de hablar de asuntos con la cabeza mas
reposada, pasará probablemente mucho tiempo.
Los otros pintores, piensen lo que piensen,
instintivamente se mantienen a distancia de las
discusiones sobre el comercio actual.
Porque aunque, la verdad es que sólo podemos
hacer que sean nuestros cuadros los que hablen, mi
querido hermano, añado que siempre te he dicho - y
te vuelvo a decir otra vez con toda la gravedad que
pueden dar los esfuerzos del pensamiento
asiduamente fijo para tratar de hacer tanto bien
como se pueda - te vuelvo a decir que yo
consideraré siempre que tú eres algo más que un
simple marchand de Corot, y que por mediación
mía tienes tu parte en la producción misma de
ciertas telas que aun en el desastre guardan su calma.
Porque nosotros estamos aquí y esto es todo o
por lo menos lo principal que puedo tener que
decirte en un momento de crisis relativa. En un
momento en que las cosas están muy tirantes entre
marchands de cuadros de artistas muertos y de
artistas vivos.
Pues bien, mi trabajo; arriesgo mi vida y mi
razón destruida a medias – bueno - pero tú no estás
entre los marchands de hombres, que yo sepa; y
puedes tomar partido, me parece, procediendo
realmente con humanidad, pero, ¿qué quieres?

CRONOLOGIA

1853 Vincent Willelm van Gogh, nace el 30 de
marzo, en Groot Zundert, Holanda. Hijo de Teodoro
van Gogh y Ana Cornelia Carbentus.
Familia calvinista.
1857 Théo van Gogh, nace el 11 de mayo.
1862 Primeros dibujos que se conocen.
1865 Estudios en la pensión Provily, en
Zavenbergen hasta 1869.
1869 Se coloca de dependiente en la galería de
arte Goupil, en la Haya.
1872 Primera carta a su hermano Théo.
1873 Théo entra como empleado en la casa
Goupil, en la sucursal de Bruselas. Vincent es
destinado a la sucursal de Londres de la galería
Goupil.
Septiembre: deja la pensión y se va a vivir a la
casa de la familia Loyer, sus patrones.
1874 Solicita en matrimonio a Ursula Loyer, que
lo rechaza. Violenta decepción. Vuelve desesperado
a Holanda.
Julio: regresa a Londres con su hermana Ana.
Estadía en París.
Regresa sorpresivamente a Londres donde trata
inútilmente de ver a Ursula.
1875 La casa en que trabaja lo destina a la
sucursal de París, por falta de seriedad y puntualidad
en su empleo. Vive en Montmartre. Se inicia su
pasión por la Biblia. Quejas frecuentes de sus
patrones. Despedido de su empleo sale para
Holanda en Diciembre.
1876 Regresa a París y de allí parte para
Inglaterra, como maestro auxiliar en la escuela
anglicana del señor Stokes, en Rarnsgate.
Junio: el señor Stokes instala su escuela en Isleworth,
en las afueras de Londres. Es encargado de
recoger las pagas de los alumnos. Recorre East End,
cuya miseria lo conmueve.
Julio: es despedido por el Sr. Stokes. Entra
como ayudante del predicador Jones.
Diciembre: vuelve a Etten-Holanda para pasar
las navidades con su familia.
1877 De enero a mayo trabaja como empleado
en la librería Dordrecht. Deja el empleo y se traslada
a Amsterdam para preparar su ingreso en el
seminario de Teología de la Universidad de
Amsterdam.
1878 Julio: abandona sus estudios para regresar
a Etten con sus padres.
Agosto: se inscribe en una escuela evangelista.
El 15 de noviembre es destinado como voluntario
a la zona minera de Boringe y se establece en
Páturages. A fin de año, por la vocación mostrada,
el comité de evangelización decide trasladarlo a
Wesmes, en el centro de la región minera.
1879 Julio: abandona sus funciones. Un pastor
religioso aficionado al arte compra dos de sus dibujos.
Decae su espíritu religioso.
1880 Vagabundea por las carreteras. Empieza a
dibujar con más constancia.
Asiste a unos cursos de anatomía y perspectiva
en la academia de Jules Bretón, pintor niediocre
Empieza la ayuda económica de Théo (50 francos).
Regresa a Etten.
1881 Etten. Disgustos con sus padres por su
nueva vocación. Nuevo drama sentimental con su
prima Kee («K»), al persistir, Kee se ve obligada a
regresar a Amsterdam. Cartas continuas y finalmente
va a verla pero ella se niega. Regresa
decepcionado a Etten. Peleas continuas con sus
padres. Sale para La Haya donde su primo el pintor
Anton Mauve, lo recibe encantado y le da consejos
sobre arte.
1882 Pelea con Mative. Se va con una prostituta
embarazada, que encuentra en la calle, llamada
Cristina (a la que llama Sien), que convive con él
durante veinte meses. Ruptura definiliva en junio
con Mauve. Pasa tinos días en el Hospital. Visita a
Théo. Continua tensión entre ellos por las intrigas
ele Sien.
De esta época es el dibujo de Sorrow (Tristeza)
del que en noviembre haría una litografía.
Encuentro con el pintor Breitner. Recibe su primer
y único encargo: doce dibujos a pluma.
1883 Enfermo y debilitado llama a su hermano
Théo, quien logra alejar definitivamente a Sien.
Regreso al hogar paterno, ahora en Nuenen, a cuyo
presbiterio ha sido destinado su padre. Trabaja
intensamente en su pintura. Lee a Dickens, Cladyle,
Beecher-Stowe.
1884 Breve idilio con una vecina, Margot, quien
trata de suicidarse. Por desacuerdo con sus padres
alquila dos habitaciones al sacristán de la iglesia
católica, e instala allí su estudio.
1885 Muere su padre inesperadamente. Ruptura
definitiva con su familia.
Como el cura que le alquila la habitación prohibe
a los campesinos posar para van Gogh, en
noviembre se traslada a Amberes, donde monta su
taller.
1886 Ingresa a Bellas Artes de Anvers.
Se traslada a París y entra a la academia Cormon
y se instala en casa de su hermano Théo. Contacto
con los impresionistas. Estudia a Delacroix,
Monticelli, conoce a Toulouse-Lautrec, Gauguin,
Seurat, Signac, Pisarro, Cezanne, al tío Tanguy.
Largas visitas al Louvre.
Breve experiencia puntillista. Descubre la pintura
japonesa.
1887 Cansado agotado proyecta dejar París e ir
hacia el sur.
1888 Repentina marcha a Arlés por consejo de
Toulouse-Lautrec. Llega en febrero a Arlés. Se aloja
en el restaurante Carrel. Continúa pensando en
instalar una colonia de artistas. Intensa
correspondencia con Théo. En junio pasa una
semana en Saintes-Maries-de-la-Mer, donde queda
impresionado por el Mediterráneo. Le escribe a
Gauguin que vaya a instalarse cerca de él para
fundar el taller. Gauguin, después de muchas
meditaciones, decide visitar a van Gogh.
Agosto: establece amistad con el cartero Roulin.
En octubre llega Gauguin, con quien inicia una
convivencia de dos meses. El 24 de diciembre
intentó pegarle a Gauguin, que huye de su lado.
(Primera crisis): van Gogh se mutila una oreja y se la
lleva a una prostituta. Es internado en el hospicio de
Arlés.
Acude Théo. Vincent es recluido dos semanas
en el hospicio.
1889 El 7 de enero es dado de alta y vuelve a su
casa y continúa con su trabajo. Alucinaciones casi
continuas. Hostilidad del vecindario. Es denunciado
a la policía. Van Gogh comprende que necesita
internarse.
Es internado de nuevo en el hospital. Visita de
Signac. Epoca muy productiva. A pedido suyo es
trasladado al asilo de Saint-Remy, pequeña localidad
cerca de Arlés, donde queda al cuidado del doctor
Rey. Goza de una relativa libertad. Sufre estados de
lucidez alternados con violentas crisis. En
diciembre tiene dos ataques.
1890 Théo logra vender a la pintora belga Anna
Boch, La viña roja (La vigne rouge), en 400 francos,
único cuadro que se vende estando vivo Vincent.
Nace el primer hijo de Théo, a quien bautiza con el
nombre de Vincent Wille1m. Se publica el primer
artículo sobre su obra en el Mercure de France.
Intenta matarse. No puede soportar la vida en el
hospital de Saint-Paul-de-Mausole y le pide a su
hermano que lo saque y lo lleva a París. El 18 de
mayo va a París y sigue de allí a Auvers-sur-Oise, y
el 21 de mayo entra como paciente y amigo del
doctor Gachet. Visita a su hermano. Regresa a
Auvers. El 27 de julio se dispara un tiro en el pecho.
Théo va a verlo. Dos días después - 29 de julio -
a la una y media de la mañana, muere.
1891 El 21 de enero su hermano Théo muere.

FACSIMILES DE LA FIRMA DE VAN
GOGH

Firma que figura en «El puente levadizo»
(Ilustración Nº 1l), del año 1888.
Firma de «Olivar», época de Saint-Remy, 1889
Firna de «Desnudo acostado», época de París,
1887.
Firma de «Naturaleza Muerta», época de Arlés,
Firnia de «Zapatos», época de París.
Firma de «El Cartero (Roulin)», época de Arlés,
1889.
Firma de «Manzanas», época de París, 1887.
Firma de «El café nocturno», época de Arlés,
1888.

EPOCAS EN QUE PUEDE
CLASIFICARSE LA PINTURA DE VAN
GOGH

La época pictórica de van Gogh podría
clasificarse en nueve períodos que abarcan desde
1881 hasta mediados de 1890, cada tino de los
cuales posee determinadas características, tanto
temáticas como cromáticas y estructurales.
Abril a diciembre de 1881.

 EPOCA DE
ETTEN.

Diciembre de 1881 hasta septiembre 1883.
EPOCA DE LA HAYA.
Septiembre 1883 hasta noviembre del mismo
año. EPOCA DE DRENTHE.
Diciembre 1883 hasta noviembre de 1885.

EPOCA DE NUENEN.

Noviembre de 1885 hasta febrero de 1886.
EPOCA DE AMBERES.
Marzo de 1886 hasta febrero de 1888.EPOCA
DE PARIS.
4 de febrero de 1888 hasta 8 de mayo de 1889.
EPOCA DE ARLES.
Mayo de 1889 hasta mayo de 1890. EPOCA DE
SAINT-REMY.
21 de mayo de 1890 hasta el 29 de julio del
mismo año. EPOCA DE AUVERS-SUR-OISE.
De toda esta época de trabajo, corta pero activa
- ocho años y tres meses -, se puede reunir los
cuadros que quedan de van Gogh pintados en
diversas partes y concentrarlos en los 9 períodos
arriba mencionados:
Dos cuadros pintados en Etten, 19 cuadros
pintados en La Haya, 2 cuadros pintados sea en La
Haya, sea en Drenthe, 6 cuadros pintados en
Drenthe, 1 cuadro sea pintado en Drenthe sea en
Nuenen, 186 cuadros pintados en Nuenen, 3
cuadros pintados sea en Nuenen o Amberes, 10
cuadros pintados en Amberes, 205 pintados en
París, 185 pintados en Arlés, 2 cuadros pintados sea
en Arlés sea en Saint-Remy, 150 cuadros pintados
en Saint-Remy, 73 cuadros pintados en
Auvers-sur-Oise.

CRONOLOGIA DE LAS OBRAS MAS
IMPORTANTES DE VAN GOGH.

1879 En agosto vende dos dibujos a un pastor
religioso aficionado al arte.
1880 Verano en Boringe, dibujos de mineros,
copias sobre todo de Millet.
1882 Estudios de campesinos, pescadores.
Acuarelas, litografías. A mediados de año sus
primeros cuadros al óleo utiliza una textura
empastada y tonos sombríos.
1883 Estancia en Hoogeven, -apuntes de
chozas, tipos rústicos y arbustos.
1885 Temporada en Nuenen. Bodegones,
estudios de cabezas, tejedores, campesinos. Les
mangeurs de pommes de terre, téte de paysanne.
1986 Coin a Montmartre. Le pont d'Asmini'res.
Los colores se vuelven más claros.
1887 Intensa actividad. Estancia en París.
Contacto con los puntillistas e influencia japonesa.
De esta época son más de 200 cuadros. Le pére
Tanguy. Portrait de l'artiste, Intérieur de restaurant,
así como autorretrato bodegones, vistas de
Montmartre, suburbios interiores.
1888 Epoca en Arlés y Saintes-Maries. Paisajes
de primavera, flores, Le pont de l'anglois.
Marzo-abril. Barques sur la plage. Marine. Le
zouave Millet y jardín de Maralchers. Junio. La
mousmé. Julio. En este mismo mes dibujos de la
Grau, cerca de Montmajaur. Les Tournesols. Le
facteur Roulin y Vietix Paysan. Portrait d'Eugéne
Boch, La Maison ele Vincent y Le café le soir.
Septiembre. Portrait de Camile Roulin.
1889 Esta etapa es una de las más fecundas de
van Gogh, en la cual pinta cerca de 200 cuadros,
entre los cuales sobresalen: La nature morte aux
oignons, Uhomme a Foreille coupée, La Berceuse.
Les blue jaunes, Champ de Blé, Chanips d'oliviers y
Portrait de la¡ méme.
1890 Disminuye un tanto la calidad, pero la
producción es bastante activa.
Pinta cerca de 150 cuadros hasta julio, en que se
suicida. Las obras que sobresalen son: Les Cyprés,
Le Moissons, Au bord des Alpilles, así como
retratos de personas del hospital y autorretratos.

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