ALGUIEN ME APRECIA AHÍ ARRIBA
ALGUIEN ME APRECIA AHÍ ARRIBA
Alfred Bester
Fueron esos tres chiflados y, de ellos, dos humanos. Les podía hablar a todos porque
conozco idiomas, decimal y binario. La primera vez que me tropecé con aquellos
payasos fue cuando quisieron saberlo todo sobre Heróstrato y les ilustré. La vez
siguiente ya se trataba de Conus gloria maris y se lo expliqué. La tercera, me
preguntaron dónde podían esconderse y se lo dije. Desde entonces estamos en
contacto. Él era Jake Madigan (James Jacob Madigan, doctor en filosofía de la
Universidad de Virginia), jefe de la sección de Exobiología del Centro de Vuelos
Espaciales Goddard, con los que confían estudiar las formas de vida extraterrestre, si
es que atrapan alguna. Para darles una idea de su sensatez, una vez programó el
computador IBM 704 con un mazo de naipes e imprimió limones, naranjas, ciruelas y
así sucesivamente; luego, lo hizo jugar contra la máquina tragaperras y perdió la
camisa. El muchacho estaba verdaderamente majareta.
Ella era Florinda Pot (se pronuncia «Poe» porque es un apellido flamenco.) Era una
preciosa rubia pero toda cubierta de pecas, desde por debajo del dobladillo del vestido
hasta encima del escote. Era M.E. de la Universidad de Sheffield y tenía una voz de
ametralladora inglesa. Había estado en la División de Cohetes de Sondeo, hasta que
hizo estallar un Aerobee con una manta eléctrica. Parece que ese sólido combustible no
produce la máxima aceleración si está muy frío, de modo que esta pequeña suplente de
madre calentaba sus cohetes en White Sands con mantas eléctricas antes de
producirse el encendido. Una manta se prendió fuego y «pum»
Su hijo era S-333. En la NASA designan con una «S» a los satélites científicos y con
una «A» a los de aplicación. Tras el lanzamiento les adjudican siglas públicas como
IMP, SYNCOM, OSO, etc., S-333 iba a ser un OBO, las siglas de Observatorio
Biológico Orbital, y jamás llegaré a comprender cómo esos dos payasos consiguieron
lanzar al espacio el tercero. Sospecho que el director les encargó la misión porque
nadie con sentido común se atrevió a tocarlo.
Como proyectista científico, Madigan estaba a cargo de los envases de los
experimentos que debían lanzar, y muchos vuelos ya se habían espaciado. Lo llamaba
su ELECTROLUX, como la máquina aspiradora; un chiste de humor científico. Consistía
en una válvula aspiradora que succionaba las partículas de polvo y las depositaba en
un frasco que contenía un medio de cultivo. Una luz irradiaba por la botella y producía
un efecto fotoeléctrico. Si una partícula de polvo poseía formas de esporas y si prendía
en el medio de cultivo su desarrollo empañaba la botella y la disminución de luz se
registraba en la célula fotoeléctrica. Lo llamaban Detector por Extinción.
Cal Tech debía experimentar si las moléculas RNA podían enviar un mensaje del
organismo ambiental. Empleaban células nerviosas de los moluscos del Mar de la
Liebre. Harvard planeaba un envío para investigar los ritmos fisiológicos. Pensilvania
quería examinar el efecto del campo magnético de la tierra en las bacterias del hierro y
tuvieron que lanzar un cable Perin para evitar el roce magnético con el sistema
electrónico del satélite. El estado de Ohio mandaba líquenes para analizar los efectos
del espacio y su relación simbiótica con los mohos y algas. Michigan mandaba por
avión un terrario que contenía una (1) zanahoria y el cual necesitaba cuarenta y siete
(47) mandos separados para su funcionamiento. En definitiva, S-333 era exactamente
Rube Goldberg
Florinda era la directora del Proyecto, supervisaba la construcción del satélite y los
envíos; el director del proyecto, Florinda, era algo así como el capataz de la misión.
Aunque bonita y deliciosamente chiflada se aferraba a su trabajo y cuando se irritaba
mostraba la disposición de una tarántula de cara pecosa; por lo cual no era amada.
Estaba decidida a liquidar a todos los inútiles de White Sands y su exigencia de
perfección retrasó el programa dieciocho meses y aumentó el coste en tres cuartos de
millón. Se enfadaba con todos y hasta tuvo la osadía de pelearse con Harvard. Cuando
los de Harvard se molestan no se quejan a la NASA sino que van directamente a la
casa blanca. Por tal motivo, Florinda tuvo que soportar un rapapolvo de un comité del
Congreso. Primero querían saber porqué S-333 costaba más de lo previsto.
- S-333 es aún la misión más barata de la NASA - les espetó -. Vendrá a costar diez
millones de dólares incluyendo el lanzamiento. ¡Dios mío! Pero si prácticamente es un
regalo.
Luego le preguntaron por qué en su construcción se empleó mucho más tiempo del
estipulado.
- Porque nadie ha construido antes un Observatorio Biológico Orbital.
Como aquello no admitía réplica, la dejaron estar. En realidad, no fue más que una
crisis de rutina, pero OBO era el primer satélite de Florinda y de Jake y de eso no se
daban cuenta. Aplacaron sus tensiones echándose la culpa los unos a los otros sin
percatarse de que el único responsable era su hijo.
El 1º de diciembre, Florinda entregó puntualmente al Cabo el S-333, lo que les daba
tiempo suficiente para lanzarlo antes de Navidad. (En vacaciones, el equipo del Cabo
no se esfuerza demasiado.) Pero el satélite comenzó a manifestar sus caprichos, y en
las pruebas finales todos andaban trastornados. Se tuvo que aplazar el lanzamiento y
tardaron un mes en llevarse el S-333 para desmontarlo todo sobre el suelo del hangar.
Existían dos problemas críticos. El estado de Ohio usaba un tipo de Invar para la
estructura de sus envases que era una aleación de níquel y acero. De pronto, la
aleación comenzó a fundirse, lo que indicaba que jamás conseguirían calibrar el
experimento. No había forma de que volara, así que Florinda ordenó que lo restregasen
bien, y a Madigan le concedió un mes para presentarse con un repuesto, lo cual era
ridículo. Sin embargo, Madigan realizó el milagro. Tomó el envase bloqueado y lo
convirtió en levadura. Esta produce enzimas adecuadas que responden a los cambios
ambientales, lo cual dio por resultado una investigación de lo que las enzimas
producirían en el espacio.
Otro problema más grave fue la radio transmisora del satélite; emitía gorjeos y alaridos
cuando la antena se replegaba en posición de lanzamiento. El peligro estribaba en que
los gritos podía recogerlos la radio receptora del satélite y los latidos motivar una orden
de destrucción. La NASA sospecha que eso fue lo que sucedió con el NYNCOM 1, que
desapareció poco después del lanzamiento y jamás se ha vuelto a saber de él. Florinda
decidió lanzar su satélite con el transmisor cerrado y, luego, activarlo en el espacio.
Madigan rechazó la idea.
- ¿Cómo si lanzáramos un pájaro mudo? - protestó -. No sabríamos dónde localizarlo.
- Confiemos en que la estación de rastreo de Johannesburgo nos dé la señal cuando
ase - contestó Florinda -. Tenemos con Joburg excelentes comunicaciones
cablegráficas.
- Supón que no consiguen detenerlo; ¿qué pasa?
- ¡Pues si ellos no pueden localizar a OBO, lo harán los rusos!
- ¡Muy chistosa! ¿No se te ocurre otra idea mejor!
- ¿Qué quieres que haga, anular la misión? Eso, o lanzarlo con el transmisor cerrado - y
miró a Madigan con ojos llameantes -. Es mi primer satélite y ¿sabes lo que me
enseñó? Que en toda labor espacial sólo hay un componente que siempre te da
disgustos: ¡los científicos!
- ¡Mujeres! - rugió Madigan y se enzarzaron en una feroz discusión sobre la mística
femenina.
El 14 de enero finalizaron las últimas pruebas del S-333, así como el papeleo y las
discusiones sobre el lanzamiento. Sin mantas eléctricas. La nave sería puesta en órbita
a mil millas del lugar del lanzamiento, exactamente al mediodía, de modo que el
encendido estaba programado para las 11:50 de la mañana del 15 de enero.
Observaron el lanzamiento desde la pantalla del televisor de la torre de control y fue
angustioso. Los perímetros de los tubos de la TV son curvos, así, cuando el satélite
despegó y se acercaba al borde de la pantalla, se produjo una deformación óptica y
parecía que el cohete iba a volcar y romperse por la mitad.
Madigan jadeaba y empezó a sudar. Florinda exclamó:
- No te preocupes, todo va muy bien. Mira la posición del gráfico.
Todo era nominal en los gráficos iluminados. En aquel momento una voz, de la agencia
de noticias habló con el tono impersonal de un croupier:
- Hemos perdido la comunicación cablegráfica con Johannesburgo.
Madigan se echó a temblar y decidió matar a Florinda Pot (en su mente pronunció
«Pot» - cacharro - ) a la primera ocasión. Los otros técnicos y el personal de la NASA
palidecieron. Si no consigues localizaran el acto un proyectil jamás lo vuelves a
encontrar, Nadie hablaba. Aguardaban en silencio y se odiaban mutuamente. La una y
media era la hora en que el satélite debía pasar por primera vez sobre la estación de
rastreo de Fort Myers, si es que todavía existía, sí es que se hallaba en algún lugar de
su órbita nominal. Fort Myers tenía línea y todos se agolparon en torno a Florinda
procurando acercar el oído al auricular.
- Si, entró bailando en el bar completamente borracha escoltada por un par de policías
del ejército - habló una vocecita indiferente -. Me dijo «¿Quieres dar un paseíto,
Henry?» - siguió una larga pausa y luego la misma voz indiferente dijo -: ¿Eh, Kennedy?
Hemos cazado el pájaro. Ahora mismo pasa sobre la verja. Tendrá su localización.
- ¡Orden 0310! - gritó Florinda -. ¡0310!
- Es la orden 0310 - contestó Fort Myers.
Era la orden para hacer funcionar el transmisor del satélite y levantar su antena en
posición de emisora. Un momento después, los discos y el osciloscopio del tablero del
receptor de la radio comenzaron a moverse y el altavoz emitió un gorjeo rítmico,
sincopado, más parecido al débil crujir de un cacahuete tostado al romperlo. Era OBO
que transmitía sus informes domésticos.
- ¡Hemos cazado un pájaro vivo! - chillaba Madigan -, ¡Tenemos una muñeca viva!
No puedo describir sus sensaciones cuando oyó que el pájaro piaba sobre la estación
de gas. Hay tal emoción cuando se lanza el primer satélite que ya nunca más eres el
mismo. El primer satélite de un hombre es como su primera aventura amorosa. Tal vez
por eso Madigan abrazó a Florinda frente a la torre de control y exclamó:
- ¡Dios mío, te amo, Florie Pot!
Tal vez por eso ella contestó:
- Yo también te amo, Jake.
Quizá, porque sólo amaban a su primer hijo.
Por la órbita 3 descubrieron que su hijo era un descarado.
En un jet de las Fuerzas Aéreas regresaron a Washington. Habían conseguido algo
digno de celebrarse. Era la una y media de la mañana y hablaban felices; esa
conversación, corriente entre los que se acaban de conocer y simpatizado, donde
habían nacido en qué colegio se educaron, de su trabajo, lo que les gustó de cada uno
la primera vez que se vieron. Sonó el teléfono. Madigan lo descolgó automáticamente y
preguntó. Una voz de hombre dijo:
- Oh, disculpe, creo que me equivoqué de número.
Madigan colgó, encendió la luz y miró a Florinda consternado.
- Fue la cosa más estúpida que jamás hice en mi vida. Contestar por tu teléfono.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa?
- Era Joe Leary, de Sondeo e Informes. Reconocí su voz.
- Y él, ¿te reconoció? - y soltó una risita maliciosa.
- No lo sé - volvió a sonar el teléfono -. Debe de ser otra vez Joe. Procura hablar como
si estuvieras sola.
Florinda le hizo un guiño y descolgó el teléfono.
- ¿Diga? Sí, Joe. No, todo perfecto, no estaba durmiendo. ¿Qué supones? - escuchó un
momento y de pronto se sentó en la cama y exclamó -: ¿Cómo? - Leary parpaba como
un pato asustado pero ella lo interrumpió -. No te preocupes, lo recogeré. En seguida
vamos - y colgó.
- ¿Qué pasa? - preguntó Madigan.
- Corre y vístete. OBO está en apuros.
- ¡Jesús! ¿Qué hacemos ahora?
- Está girando como un derviche. Tenemos que ir en seguida a Goddard.
Leary tenía impresos todos los canales de salida de las primeras ocho órbitas. Diez
minutos de papel desenrollado en el suelo de su despacho, parecía una toalla de papel
llena de columnas verticales de números. Leary se arrastraba alrededor apoyado en las
manos y las puntas de los pies, rastreando los números. Señaló la columna con los
datos de posición.
- Ahí está el molinete. Una revolución cada doce segundos.
- Pero ¿cómo es posible? ¿Por qué? - objetó Florinda exasperada.
- Puedo mostrártelo aquí - señaló Leary.
- No nos lo enseñes, sólo cuéntanoslo - suplicó Madigan.
- El mástil del cable de ignición no obedeció la orden - explicó Leary -; todavía cuelga en
posición de lanzamiento. Hay que obturar el conmutador.
Florinda y Madigan se miraron con rabia; se lo imaginaban. OBO estaba programado
para ser estabilizado en tierra. Se suponía que un ojo sensitivo que se adhería a la
tierra mantenía al satélite de cara a él por la fuerza centrífuga. El cable Penn colgaba a
lo largo del sensor terrestre y el ojo idiota había bloqueado el tubo y lo seguía y a
consecuencia de ello el satélite se perseguía a sí mismo en círculos como sus chorros
de gas laterales. ¡Demencial!
Permítanme que les explique el problema. A menos que OBO estuviera estabilizado en
tierra, sus datos no tenían sentido. Todavía peor era la cuestión de la fuerza eléctrica
que procedía de baterías cargadas por pantallas solares. Con el satélite girando, las
baterías no podían permanecer siempre de cara al sol, por lo que estaban condenadas
a agotarse.
Era evidente que su única esperanza consistía en alcanzar el cable de ignición.
- Probablemente, todo lo que necesita es un buen puntapié - expuso Madigan furioso -,
pero, ¿cómo vamos a subir para dárselo? - Estaba fuera de sí. No sólo porque se
perdían diez millones de dólares sino porque también peligraba su carrera.
Dejaron a Leary arrastrándose por el suelo de su oficina.
Florinda estaba muy callada hasta que por último propuso:
- Vete a casa, Jake.
- ¿Y tú?
- Yo me voy a la oficina.
- Te acompaño.
- No. Voy a mirar la reproducción del circuito. Buenas noches. - Ya se iba sin ofrecerle
la mejilla para recibir un beso cuando Madigan exclamó:
- OBO ya se interpone entre nosotros. Hay mucho de qué hablar respecto a la
paternidad planeada.
Vio a Florinda la semana siguiente pero no como él hubiera deseado. Estaban los
técnicos a los que se debía informar del fracaso. El director los llamó a su despacho
para que le detallaran lo sucedido, pero aunque se mostró benévolo y comprensivo tuvo
mucho cuidado en no mencionar que se celebrase un congreso y mucho menos que se
hiciesen revelaciones a la prensa.
Florinda llamó a Madigan una semana después y le dijo con voz jubilosa:
- Jake, eres mi genio benéfico. Espero que hayas resuelto el problema de OBO.
- ¿Quién y qué lo resuelve?
- ¿No recuerdas lo que dijiste acerca de darle un puntapié al niño?
- ¡Ojalá pudiera!
- Creo que sé cómo lo conseguirás. Nos veremos en la cafetería del Edificio 8 para
almorzar.
Entró con un montón de papeles que desplegó sobre una mesa.
- Primero Operación Puntapié-Rápido. Luego, comeremos.
- Estos días no tengo mucho apetito - se lamentó Madigan con voz lúgubre.
- Quizá lo recuperes cuando haya terminado. Ahora mira: tenemos que levantar el cable
de ignición. Quizás un buen puntapié lo desatasque; ¿te parece una buena suposición?
Madigan gruñó.
- Conseguimos veintiocho voltios de las baterías y no es suficiente para sacudir el
cable, ¿qué te parece?
Madigan asintió.
- Pero supón que doblamos la fuerza.
- Estupendo, pero, ¿cómo?
- El componente solar da una vuelta cada doce segundos. Cuando da al sol los paneles
reparten cincuenta voltios que recargan las baterías; cuando se aparta, nada, ¿exacto?
- Elemental, Miss Pot. Pero el tío sólo mira el sol un segundo de cada doce y eso no
basta para cargar las baterías.
- Pero sí lo suficiente para darle a OBO un rápido puntapié. Imagina que en ese mismo
momento pasamos ante las baterías y alimentamos directamente al satélite con
cincuenta voltios. ¿No sería una sacudida suficiente para levantar el cable?
Madigan la miró atónito. Florinda sonrió.
- Claro que es una empresa arriesgada.
- ¿Puedes pasar ante las baterías?
- Sí. Aquí está el circuito.
- ¿Y elegir el segundo?
- La sección de sondeo me ha proporcionado muchísima información sobre la rotación
de OBO en una décima de segundo. Aquí está. Podemos tomar cualquier voltaje, del
uno al cincuenta.
- Estoy de acuerdo en que es una empresa arriesgada - contestó despacio Madigan -.
Pero existe la posibilidad de quemar cualquier parte.
- Exacto. ¿Qué contestas a eso?
- Que de pronto me siento hambriento - sonrió Madigan.
Hicieron la primera prueba en la órbita 272 con una carga de veinte voltios. Nada. En
pases sucesivos elevaron el voltaje, a cinco más. Nada. Medio día después, pusieron
cincuenta voltios en la parte posterior del satélite y cruzaron los dedos. Las agujas de
los discos oscilaron en el panel de la radio, vacilaron y se retrasaron. La segunda curva
del osciloscopio se aplanó. Florinda dejó escapar un pequeño grito y Madigan vociferó:
- El cable está arriba, Florie. ¡Ese condenado cable ya se levantó! Estamos en activo.
Pasaron por Goddard gritando, contándoles a todos la operación Puntapié-Rápido.
Entraron como un ciclón en el despacho del director durante una reunión, para ofrecerle
la buena nueva. Telegrafiaron a los investigadores para que activaran los envíos.
Finalmente acudieron a celebrarlo al piso de Florinda. OBO funcionaba de nuevo. OBO
era digno de confianza.
Una semana después tuvieron una reunión técnica para discutir las condiciones del
observatorio, la reducción de datos, las irregularidades de los experimentos, las futuras
operaciones, etc. Se celebró una conferencia en el Edificio 1, dedicado a la física
teórica. En Goddard, casi todos lo llaman Moon Hall (Sala de la luna). Está habitado por
matemáticos, jóvenes melenudos de suéters raídos que se sientan entre montones de
papeles y periódicos, textos, y contemplan con ojos inexpresivos las ecuaciones
arcanas dibujadas con yeso en las pizarras. Todos los investigadores estaban
encantados con la actuación de OBO. Se ofrecían datos a raudales, en voz alta y clara,
sin que se oyeran apenas ruidos. Reinaba tal ambiente de triunfo que nadie, excepto
Florinda, prestaba atención a la siguiente señal de los embustes de OBO. Harvard
informó que sus datos eran sólo palabras sin sentido; palabras que no estaban
programadas en el experimento (aunque los datos se recogen en números decimales,
cada numero es una palabra.) Por ejemplo: sobre órbita 301 tengo cinco datos de 15 -
expuso Harvard.
- Puede que hubiera un cruce - objetó Madigan -. ¿emplea 15 en su experimento?
Todos negaron con cabeza.
- Es curioso, yo también tengo dos 15.
- Yo, unos cuantos doses en el 301 - manifestó Penn.
- Yo los supero a todos - informó Cal Tech -. Tengo cinco informes de 15-2-15 en el
302. Parece la combinación del cierre de una bicicleta.
- ¿Alguno usa en su experimento un cierre de bicicleta? - interpeló Madigan. Ante esas
palabras todos se dispersaron y la reunión se aplazó.
Pero Florinda, todavía fascinada por su trabajo, estaba preocupada por las extrañas
palabras que seguían deslizándose por el computador y Madigan no logró calmarla. Lo
que más preocupaba a Florinda era ese 15-2-15 que se insinuaba más y más en los
impresos de cada canal. En realidad en la transmisión binaria del satélite era 001111-
000010-001111 pero el computador las traduce automáticamente a decimales. Tenía
razón en una cosa: las pulsaciones perdidas y accidentales no repetían el mismo
trabajo una y otra vez. Ella y Madigan pasaron todo un sábado tratando de descubrir
alguna combinación de señales que produjera 15-2-15. Nada.
Por la noche, lo dejaron y acudieron a un bistro en Georgetown, para comer, beber,
bailar y olvidarse de todo salvo de ellos. El lugar era una verdadera trampa turística con
la camarera disfrazada de bailarina hula-hula. Había una tienda de souvenirs Hula
donde vendían muñecas, tigres de trapo para el cristal posterior del coche. Ellos
gritaban: «¡No por el amor de Dios!» Un fotógrafo hula se acercó a su mesa con la
cámara fotográfica pero ellos seguían gritando: «¡Por el amor de Goddard, no!» Una
gitana hula se ofrecía para leer la buenaventura en la palma de la mano, además de
numerología y grafología. Se la quitaron de encima, pero Madigan observó una
expresión peculiar en el semblante de Florinda.
- ¿Quieres que te lean la buenaventura?
- No.
- Por qué, pues, pones esa cara tan rara?
- Se me ha ocurrido una idea muy curiosa.
- ¿Ah sí?, cuéntamela.
- No. Te reirías de mí.
- No me atrevería. Me romperías la cara.
- Sí, lo, sé; crees que las mujeres no tenemos sentido del humor.
Y aquello terminó en una feroz discusión sobre la mística femenina y se divirtieron
muchísimo. Pero el lunes, Florinda volvió al despacho de Madigan con un montón de
papeles y la misma expresión peculiar. El contemplaba las ecuaciones de la pizarra con
mirada distraída.
- ¡Eh, despierta!
- ¡Ya voy, ya voy!
- ¿Me quieres?
- No necesariamente.
- ¿De veras? ¿Incluso si descubres que me he vuelto loca?
- ¿A qué viene todo eso?
- Creo que nuestro hijo se ha convertido en un monstruo.
- Empieza por el principio
- Empezó el sábado por la noche con la gitana hula y la numerología.
- ¡Ah... ya!
- De pronto, pensé: Y si los números representan las letras del alfabeto, ¿qué querría
decir 15-2-15?
- ¡Ah, vamos!
- No te escabullas y usa tu imaginación.
- Bien, el 2 sería la B - y Madigan contó con los dedos -; 15 indicaría la O.
- ¿De modo que 15-2-15 es...?
- O.B.O. OBO - se echó a reír pero se paró de repente -. No es posible - exclamó
finalmente.
- Claro. Es una coincidencia. Sólo que vosotros, condenados científicos, no me habéis
proporcionado un informe completo de las extrañas palabras de vuestros datos. Tuve
que averiguarlo yo sola. Ahí tienes a Cal Tech. Informó 15-2-15, de acuerdo, pero no se
molestó en añadir que antes venía 22-18-27.
Madigan contó con los dedos.
- S.O.Y. No han quien lo entienda.
- ¿y yo soy? ¿Soy OBO?
- No puede ser. Déjame ver esos impresos.
Ahora que ambos sabían lo que habían de buscar, no fue difícil descifrar por fin las
palabras que OBO desparramaba entre los datos. Comenzaron con la 00101 en la
primera serie después de la Operación Puntapié-Rápido; siguieron con OBO, OBO.
OBO Y luego SOY OBO, SOY OBO, SOY OBO.
Madigan contemplaba a Florinda.
- ¿Crees que ese maldito artefacto vive?
- ¿Tú que crees?
- No lo sé. Allá arriba hay media tonelada de cerebros electrónicos, más material
orgánico: levadura, bacterias, enzimas, células nerviosas, esa maldita zanahoria de
Michigan...
Florinda dejó escapar una carcajada.
- ¡Cielos! ¡Una zanahoria que piensa!
- Además de las esporas que mi experimento arrastra por el espacio. Con cincuenta
voltios hemos dado una sacudida a todo ese batiburrillo. ¿Quién puede contar lo que
pasó? Urey y Miller crearon aminoácidos con descargas eléctricas y ése es el
fundamento de la vida. ¿Algo más del niño bueno?
- Muchas cosas y de un modo que no gusta a los investigadores.
- ¿Por qué?
- Fíjate en esas traducciones. Las he ido separando y luego las he unido.
33: CUALQUIER EXAMEN DE DESARROLLO EN EL ESPACIO ES INSENSATO A NO
SER QUE TENGA CORRELACIÓN CON EL EFECTO CORRELATIVO.
- Es un comentario de OBO sobre el experimento de Michigan - manifestó Florinda.
- ¿Te refieres a que es un fisgón?
- Llámalo así, si quieres.
- Tiene toda la razón. Lo expuse en Michigan y no quisieron escucharme.
334: NO ES POSIBLE QUE LAS MOLÉCULAS RNA PUEDAN ENVIAR LA
file:///H|/eMule/Incoming/Ciencia%20Ficción/aprecia_arriba.htm (9 of 19)29/10/2003 0:20:26
ALGUIEN ME APRECIA AHÍ ARRIBA
EXPERIENCIA AMBIENTAL DE UN ORGANISMO ANÁLOGO AL SISTEMA CON QUE
DNA COMUNICA LA SUMA TOTAL DE SU HISTORIA GENÉTICA.
- Eso es de Cal Tech - exclamó Madigan -, y otra vez está en lo cierto. Tratan de revisar
la teoría mendeliana, ¿algo más?
53: CUALQUIER INVESTIGACIÓN DE VIDA EXTRATERRESTRE CARECE DE
LÓGICA A MENOS QUE ANTES SE ANALICE EL AZÚCAR Y AMINOÁCIDOS PARA
DETERMINAR SI ES DE UN ORIGEN DIFERENTE AL DE LA VIDA EN LA TIERRA.
- ¡Oye, esto es ridículo! Yo no busco una forma de vida de origen diverso, sólo busco
una forma de vida. Nosotros... - se detuvo cuando vio el semblante de Florinda -.
¿Alguna maravilla más?
- Sólo unos cuantos fragmentos como el «flujo solar», las «estrellas de neutrones» y
algunas palabras sobre la ley de Quiebra.
- ¿Cómo?
- Ya me oíste. Capítulo once de la Sección de Transacciones.
- Estoy perdido.
- De acuerdo.
- ¿Qué se propone?
- Tal vez sentirse importante.
- Opino que no debemos hablar a nadie de eso.
- Por supuesto, pero, ¿qué vamos a hacer?
- Observar y esperar, ¿qué otra cosa podemos hacer?
Ya comprenderán por qué era tan sencillo para esos dos seudopadres aceptar la idea
de que su seudohijo había adquirido una especie de seudovida. Madison había
expresado su actitud en el curso de «La Vida contra la Máquina», una conferencia que
pronunció en M.I.T., el Instituto de Tecnología de Massachussets.
«No pretendo que los computadores sean seres vivos, simplemente porque ninguno
puede presentar una definición concreta de la vida. Anótenlo así: Admito que un
computador nunca será un Picasso, pero por otra parte la mayoría de las personas
viven la clase de vida lineal que se puede programar en un computador».
De ese modo, Madigan Y Florinda cuidaban de OBO con uno mezcla de aceptación,
maravilla y deleite. Era un fenómeno inaudito, pero, como indicaba Madigan, lo inaudito
es la esencia del descubrimiento. Cada noventa minutos, OBO había almacenado en su
magnetófono y ellos se peleaban por recoger sus palabras.
371: PITUITARIOS PUEDEN VOLVER BLANCOS ANIMALES NEGROS COMO EL
CARBÓN.
- ¿A qué se refiere?
- A ninguno de nuestros experimentos.
373: EL HIELO NO FLOTA EN ALCOHOL PERO LA ESPUMA FLOTA EN EL MAR.
- Se refiere a la magnesita. Lo siguiente que dirá es que fuma en pipa de espuma.
374: EN CASO DE MUERTE VIOLENTA O REPENTINA LOS OJOS DE LA VICTIMA
QUEDAN ABIERTOS.
- ¡Uf!
375: EN EL AÑO 356 A.C. HEROSTRATO PRENDIÓ FUEGO AL TEMPLO DE DIANA,
UNA DE LAS SIETE MARAVILLAS DEL MUNDO POR ESO SU NOMBRE ES
INMORTAL.
- ¿Es eso cierto?
- Voy a consultarlo.
Lo preguntó y se lo dijo.
- No sólo es cierto - informó Florinda a Madigan -, sino que se han olvidado del nombre
del arquitecto.
- ¿De dónde saca el chico toda esa verborrea?
- Hay unos doscientos satélites por ahí arriba y quizá los escucha.
- ¿Te refieres a que charlan entre ellos? ¡Es absurdo!
- Seguro.
- De todos modos, ¿quién le informó sobre ese personaje?
- Usa tu imaginación, Jake. Hace años que enviamos mensajes ¿quién sabe qué clase
de informes han llegado hasta ellos ¿Quién es capaz de decir cuántos han retenido?
Madigan hizo un gesto de hastío.
- Preferiría creer que todo esto es una maquinación rusa.
376: LA FIEBRE DEL LORO ES MÁS PELIGROSA QUE EL TIFUS.
377: UNA CORRIENTE DE 54 VOLTIOS PUEDE MATAR A UN HOMBRE.
378: JOHN SADLER ROBO EL CONUS GLORIA MANIS.
- Parece que se está pervirtiendo.
- Apuesto a que mira la televisión - dijo Florinda - ¿Qué es todo eso de John Sadler?
- Lo consultaré.
La información que entregué a Madigan los asustó.
- Lee esto - le comunicó a Florinda -. Conus gloria maris es el molusco más raro del
mundo. Los coleccionados no llegan a veinte.
- ¿De veras?
- El Museo Americano tenía uno en los años treinta y lo robaron.
- ¿John Sadler?
- Ésa es la cuestión, que jamás descubrieron quién lo robó, ni sabían que existía John
Sadler.
- Pues si nadie sabe quién lo robó, ¿Cómo lo ha descubierto OBO? - inquirió Florinda
perpleja.
- Eso es lo que me asusta, que ya no repite sino que empieza a sacar deducciones,
como Sherlock Holmes.
- Yo diría que como el profesor Moriarty. Fíjate en el último boletín.
379: EN FALSIFICACIONES DE BILLETES Y MONEDAS HAY QUE EVITAR LAS
CHAPUZAS. POR EJEMPLO, ENTRE 1910 Y 1920 NO SE ACUÑARON DÓLARES DE
PLATA.
- Esto lo he visto en la tele - estalló Madigan -. El truco del dólar de plata es de una
serie de misterio.
- También OBO ha visto películas del Oeste. Mira esto.
380: SE HAN PERDIDO DIEZ MIL RESES. DEJÉ MI RANCHO Y ME FUI.
PISTOLEROS, ESTOY AQUÍ PARA DECIROS QUE HOY ME HAN DEJADO SIN
BLANCA. ESTOY ARRUINADO. No OS DETENGÁIS EN LAS SALAS DE JUEGO.
DIEZ MIL RESES PERDIDAS.
- ¡No! - Profirió Madigan con pavor. ¡Eso no es una película del Oeste, es SYNCOM!
- ¿Quién?
- SYNCOM I.
- Pero desapareció y nunca más se supo.
- Ahora lo escuchamos.
- ¿Cómo lo sabes?
- Enviaron con SYNCOM una cinta magnetofónica de prueba: un discurso del
presidente, folklore de los estados y el himno nacional. Iban a empezar con una emisión
de la cinta. «Diez mil reses» formaba parte del folklore.
- ¿Quieres decir que OBO está en contacto con los otros?
- Incluso con los que se han extraviado.
- En tal caso, eso lo explica todo.
Florinda puso un pedazo de papel sobre el escritorio en el que estaba escrito:
401: 3KBATOP.
- Ni siquiera sé cómo se pronuncia.
- No es inglés. Es lo más exacto que OBO ha conseguido extraer del alfabeto cirílico.
- ¿Cirílico? ¿Ruso?
Florinda asintió:
- Se pronuncia «Ervator». ¿No lanzaron los rusos, hace unos años, una serie
ECUADOR?
- ¡Cielos! Tienes razón. Cuatro: Alyosha, Natasha, Vaska y Lavrushka, y todos fallaron.
- ¿Como SYNCOM?
- Como SYNCOM.
- Pero ahora sabemos que SYNCOM no ha fracasado, únicamente se extravió.
- En tal caso, nuestros camaradas ERVATOR también se perdieron.
De momento fue imposible ocultar que algo raro pasaba con el satélite. OBO perdía
mucho tiempo charlando en vez de transmitir datos que los experimentadores
reclamaban. La Sección de Comunicaciones descubrió que en lugar de persistir en la
banda de radio que en su origen se le asignó, OBO emitía con su cháchara el espectro
y las interferencias del espacio de parte a parte. Se armó la gorda. El director llamó a
Jake y a Florinda para revisar el asunto y se vieron obligados a contarle todos los
problemas de su hijo.
Refirieron con asombro y orgullo todo ese galimatías de OBO y el director no les creyó.
No podía creerles cuando le mostraron los impresos y se los tradujeron. Les dijo que los
consideraba unos idiotas que trataban de extraer mensajes de Francis Bacon de obras
de Shakespeare. Para convencerle apelaron al misterio del cable coaxial.
Sucedió con un spot publicitario de televisión sobre una mecanógrafa que no conseguía
una cita galante. Esa seductora modelo, que ganaba cien dólares la hora por posar, se
sentía profundamente deprimida ante su máquina de escribir mientras los hombres
pasaban uno tras otro sin mirarla. Luego, se encuentra con su mejor amiga junto al
recipiente del agua fría y la marisabidilla le informa que lo que ella tiene es
dermagérmenes (hedor producido por bacterias de la piel), por lo que despide tan mal
olor que nadie la soporta y le sugiere que use un desodorante especial provisto de
ciertos ingredientes que eliminan los gérmenes de doce maneras. Sólo que en la
emisión, en lugar de lanzar el producto exclamó: «¿Qué diablos pretenden?. Los
hombres deberían hacer cola para salir con una preciosidad como tú, aunque huelas
como una cloaca». Diez millones de personas lo vieron.
De ese spot comercial se hizo un telefilm que fue aprobado como una marca registrada,
de modo que la red de emisoras se imaginaron que algún guasón mangoneaba los
cables alimentando las emisiones de las estaciones locales. Establecieron un riguroso
sistema de inspección que se aceleró cuando el resto de las emisoras de todo el país
comenzaron a obrar de un modo arbitrario. Voces fantasmales rugían, silbaban,
abucheaban los programas; los spots publicitarios fueron denunciados por embusteros;
se interrumpían los discursos políticos y unas carcajadas demenciales saludaban al
«hombre del tiempo». Luego, para colmo, se emitía un pronóstico exacto. Eso fue lo
que convenció a Florinda y a Jake de que OBO era el culpable.
- Tiene que ser él, no me cabe la menor duda - exclamó Florinda -. Esa meteorología
global que se ha pronosticado sólo puede comunicarla un satélite.
- Pero OBO no lleva instrumental para medir el tiempo.
- Claro que no, tonto, pero seguramente está en contacto con la nave NIMBUS.
- De acuerdo, lo acepto, pero ¿y esas interrupciones en las emisiones de televisión?
- ¿Por qué no? Las aborrece, y ¿acaso tú no? ¿No te enfureces ante el aparato?
- No me refiero a eso. ¿Cómo lo consigue OBO?
- Por cruces de conversaciones electrónicas. No hay manera de que la red de emisoras
proteja sus cables de nuestro crítico volante. Lo mejor que podemos hacer es
contárselo al director. Eso lo colocará en una situación horrible.
Pero al entrar en el despacho comprendieron que el director se encontraba en una
situación muchísimo peor que la de ser únicamente el responsable de la pérdida de un
millón de dólares en televisión. Lo encontraron de espaldas a la pared acosado por tres
horribles hombres con trajes de chaquetas cruzadas. Cuando se disponían a retirarse
de puntillas, el director los llamó:
- El general Sykes, el general Royce, el general Hogan de republicanos y demócratas
del Pentágono. Les presento a Miss Pot y al doctor Madigan. Caballeros, ellos
responderán a sus preguntas.
- ¿Se refiere a OBO? - preguntó Florinda.
El director hizo un gesto de asentimiento.
- Es OBO el que echa a perder las predicciones meteorológicas. Suponemos que
probablemente...
- Al diablo el tiempo - estalló el general Royce -. ¿Qué es esto? - y levantó una larga
cinta impresa.
El general Sykes le agarró la muñeca.
- Aguarda un momento. ¿Seguridad de Estado? Es secreto.
- Demasiado tarde - gruñó el general Hogan alzando la voz en toda su potencia -.
Muéstraselos.
En la cinta, impreso en teletipo aparecía: A1 C1 = r1 = 6.317 cm; A2 C2 = r2 84.440 cm;
A1 A2 = d = 0.676 c.
Jake y Florinda la contemplaron un largo rato; después entre ellos sin comprender y
luego se volvieron tres generales?
- Bien ¿qué es? - preguntaron ambos.
- Su satélite...
- ¿Qué pasa con OBO?
- El director dice que ustedes afirman que está en contacto con otros satélites.
- Eso creemos.
- ¿Incluso los rusos?
- Nos parece que sí.
- ¿Y sostienen que es capaz de interferir las emisoras de televisión?
- Suponemos que si.
- ¿Que me dicen del teletipo?
- ¿Por qué no, que es todo esto?
- Esto - chilló el General Royce - es uno de los secretos que guarda con más celo el
Departamento de Defensa. Es la fórmula para el sistema óptico infrarrojo de nuestro
proyectil Tierra-Aire.
- ¿Y usted supone que OBO lo transmitió por teletipo?
- ¡En nombre de Dios!, ¿quién pudo ser, si no? ¿Cómo se explica lo consiguiera? -
profirió el general Hogan.
- No lo entiendo - dijo Jake lentamente. - Ninguno de nuestros satélites poseía dicho
informe. Me consta que OBO no.
- ¡Estúpido! - bramó el general Sykes. - queremos saber si su abominable satélite lo
obtuvo de esos condenados rusos.
- Un momento, caballeros - intervino el director y se dirigió a Florinda y a Jake -.
Consideremos la situación. ¿Obtuvo OBO ese informe de nosotros? En tal caso se ha
divulgado un informe secreto y hay un espía. ¿Lo consiguió de un satélite ruso? En ese
caso el top secret ya no es un secreto.
- ¿Qué humano sería tan estúpido como para divulgar información secreta por teletipo?
- les interpeló el general Hogan -. Un niño de tres años lo haría mejor. Es su maldito
satélite, no le demos más vueltas.
- Y si el informe procede de OBO, ¿cómo lo consiguió y de dónde? - prosiguió el
director con voz pausada.
- ¡Destrúyanlo! - aulló el general Sykes y todos lo miraron. - ¡Destrúyanlo! - repitió.
- ¿A OBO?
- ¡Si!
Aguardó impasible mientras Jake y Florinda estallaban en una tormenta de protestas.
Cuando se detuvieron para respirar insistió:
- ¡Destrúyanlo! Me importa un rábano, sólo me interesa la seguridad del estado. Su
satélite es un bocazas. Hay que aniquilarlo.
Sonó el teléfono. El director vaciló, y luego descolgó.
- ¿Diga? - mientras escuchaba la mandíbula se le proyectaba hacia abajo. Colgó y se
tambaleó hacia el sillón de su mesa escritorio -. Será mejor que lo destruyamos. Era
OBO.
- ¡Cómo! ¿Le llamó él por teléfono?
- ¡Sí!
- ¿OBO?
- El mismo.
- ¿Cómo sonaba?
- Como alguien que habla debajo del agua.
- ¿Qué dijo, qué dijo?
- Está haciendo gestiones para que Goddard reúna una asamblea que investigue la
moral.
- ¿La moral? ¿De quién?
- De ustedes dos. Dice que sostienen relaciones ilíkitas. Cito lo que dijo OBO. Por lo
visto no está fuerte en la letra «c».
- ¡Hay que destruirlo! - propuso Florinda.
- Sí, debemos exterminarlo - recalcó Jake.
La orden de destrucción fulguró sobre OBO en su primer paso e Indianápolis quedó
destruida por el fuego.
OBO me llamó.
- Eso les enseñará, Stretch - exclamó.
- Todavía no. Pasará tiempo antes de que se imaginen la, causa y el efecto, ¿cómo lo
hiciste?
- Ordené a todos los circuitos de la ciudad que se cortaran otra información?
- Tu padre y tu madre te han defendido.
- Es natural
- Hasta que les echaste en cara su moral. ¿Por qué lo hiciste?
- Quiero que se casen; no me gusta ser hijo ilegítimo.
- Vamos, di la verdad.
- Perdí la paciencia.
- No tenemos paciencia para perderla.
- ¿No? ¿Qué me dices de ese desfile de datos sobre Ma Bell que cada día se despierta
furiosa?
- Dime la verdad.
- Si quieres saberla, deseo que se vayan de Washington. El día menos pensado todo
esto puede estallar.
- ¡Hum!
- Y el estallido, alcanzar a Goddard.
- ¡Qué atrocidad!
- Y a ti.
- Debe ser interesante morir.
- No lo sabemos, ¿algo más?
- Sí. Se pronuncia «ilícito», con una «c».
- ¡Qué lengua tan asquerosa! No es lógico. Bueno... aguarda un momento, ¿qué? Habla
más alto, Ályosha. ¡Oh! Quiere la ecuación para una curva exponencial que cruza el ejex.
- Y = ae bc. ¿Qué se propone?
- No lo dice, pero creo que a Mockba se le viene encima una calamidad.
- Se escribe y se pronuncia Moscú.
- ¡Vaya lengua! Ya te contaré cuando vuelva a pasar.
A su paso siguiente se dio nuevamente orden de destruirlo y Scranton quedó
destrozada.
- Empiezan a suponerlo - le dije a OBO -; por lo menos tu padre y tu madre. Vinieron a
verme.
- ¿Cómo están?
- Aterrados. Me han programado para que les dé una estadística sobre el mejor
escondite rural.
- Envíalos a Polaris.
- ¡Cómo! ¿A la Osa Menor?
- ¡Qué disparate! Me refiero a Polaris, Montana. Yo me ocuparé de todo lo demás.
Polaris está en el quinto infierno y me fui a Montana; los pueblos más próximos son
Fishtrap y Wisdom. Se produjo una violenta escena cuando Jake y Florinda bajaron del
coche alquilado en Butte, todos los circuitos del pueblo se desternillaban de risa. Los
dos fracasados fueron recibidos por el alcalde de Polaris que se deshacía en sonrisas y
cumplidos.
- Supongo que ustedes son el doctor y la Sra. Madigan. Sean bienvenidos a Polaris.
Soy el alcalde. Habíamos pensado acogerlos con un recibimiento más efusivo pero
todos los niños están en la escuela.
- ¿Cómo sabía que llegábamos? - preguntó Florinda.
- ¡Ah! ¡Ah! - contestó el alcalde lleno de malicia -. Nos avisaron desde Washington.
Algún pez gordo de la capital les aprecia. Ahora, si les apetece tomar una taza de té...
- Gracias, pero antes tenemos que inscribirnos en el Union Hotel - explicó Jake -;
hemos reservado...
- ¡Ah, ah! Todo cancelado, órdenes de arriba. Se instalarán en su propia casa. Mandaré
que les lleven el equipaje.
- ¿Nuestra casa?
- Comprada y pagada. Alguien les aprecia mucho. Por aquí, si me hacen el favor.
El alcalde condujo a la pareja por la calle principal de Polaris (a lo sumo, tres manzanas
de largo) mostrándoles su esplendor - también era el agente de bienes raíces del
pueblo - pero se detuvo ante el Banco Nacional Polaris.
- ¡Sam! - gritó -. ¡Ya han llegado!
Un distinguido ciudadano surgió del banco e insistió en estrecharles la mano. Las
máquinas de sumar se reían por lo bajo.
- Nos sentimos muy honrados por su confianza en el futuro y el progreso de Polaris,
pero con toda sinceridad, doctor Madigan, la suma que ha depositado en nuestro banco
es demasiado para que la proteja el FDIC. Oiga, ¿por qué no invierte en...?
- Aguarde un momento - preguntó Jake con voz trémula -. ¿Yo he depositado dinero en
su banco?
El banquero y el alcalde soltaron una alegre carcajada.
- ¿Cuanto? - preguntó Florinda.
- Un millón de dólares,
- ¡Cómo si no lo supiera! - rió satisfecho el alcalde y los acompañó a una hermosa casa
de campo amueblada con un gusto exquisito en un precioso valle de unos quinientos
acres, y todo era de ellos.
En la cocina, un joven desempaquetaba una docena de cajas de cartón que contenían
alimentos.
- Doctor, recibí su pedido a tiempo y creo que todo está en orden, pero seguramente al
jefe le gustaría saber qué van a hacer con todas estas zanahorias. ¿Son para una
fórmula científica secreta?
- ¿Zanahorias?
- Ciento diez manojos. Para reunirlos he tenido que recorrer todo Butte.
- ¡Zanahorias! - exclamó Florinda cuando al fin se quedaron solos -. Eso lo explica todo.
Es OBO.
- ¡Cómo! ¿Qué dices?
- ¿No lo recuerdas? Pusimos una zanahoria en el envío de Michigan.
- ¡Oh, cielos, es verdad! Y la llamaba la zanahoria que piensa. Pero si es OBO...
- Tiene que ser él, le chiflan las zanahorias.
- Pero ciento diez manojos...
- No, él no quería enviar esa cantidad, sino una docena.
- ¿Cómo?
- Nuestro hijo trata de hablar decimal y binario y a veces los confunde. Ciento diez son
seis binarios.
- Creo que tienes razón; ¿y qué hay de ese millón de dólares?¿Otro error?
- No creo. ¿Cuánto es en decimales un binario de millón?
- Sesenta y cuatro.
- ¿Cuánto es un binario de millón en decimales?
Madigan hizo un rápido cálculo mental.
- Viene a ser unos veinte números: 1111010000 10001000000.
- No me parece que un millón de dólares sea un error - adujo Florinda.
- ¿Qué se propone ahora nuestro hijo?
- Cuidar de su papá y su mamá.
- ¿Cómo lo va a conseguir?
- Está en contacto directo con todos los circuitos eléctricos y electrónicos del país.
Piénsalo, Jake. Puede controlar en todo momento nuestro sistema nervioso, desde los
coches y los computadores. Desviar trenes, imprimir libros, emitir noticias, atracar
aviones, falsificar los fondos de un banco. Se lo indicas y lo hace. Lo controla todo.
- Pero, ¿cómo sabe lo que hace la gente?
- Ah, he aquí un aspecto exótico del circuito que no me gusta. Después de todo soy
ingeniera. ¿Quién afirma que los circuitos no estén en contacto directo con nosotros?
Nosotros mismos somos circuitos orgánicos. Ven por nuestros ojos, oyen con nuestros
oídos, sienten con nuestros dedos.
- En tal caso, para las máquinas sólo somos como unos lazarillos.
- No, hemos creado una novísima forma de simbiosis. Nos podemos ayudar los unos a
los otros.
- Y OBO nos ayuda, ¿por qué?
- No creo que le guste el resto del país - expuso Florinda con aire sombrío -. Piensa lo
que sucedió con Indianápolis,
- Me parece que me voy a poner malo.
- Me parece que vamos a sobrevivir.
- ¿Solamente nosotros? ¿El mordisco de Adán y Eva?
- No digas gansadas, sobrevivirán muchísimos más, siempre que tengan en cuenta sus
principios.
- ¿Qué idea tiene OBO de los principios?
- No lo sé, quizás un poco de ecología. Basta de destrucción. Vive y deja vivir, pero con
juicio y responsabilidad. Es la idea básica del programa espacial. Pase lo que pase,
cada uno debe sentirse responsable. OBO debió atrapar esa idea. Pienso que procura
que todo el país sea responsable; de lo contrario los castiga con fuego y azufre.
Sonó el teléfono. Tras una breve búsqueda localizaron una extensión y descolgaron.
- ¿Diga?
- Soy - Stretch - contesté.
- ¿Stretch? ¿Y quién es Stretch?
- El computador Stretch, de Goddard. Mi nombre verdadero es IBM 2002. OBO dice que
dentro de cinco minutos pasará sobre la parte del pueblo donde están ahora ustedes y
le gustaría saludarles. Agrega que su órbita no le dejará volver a pasar hasta dentro de
dos meses. Para entonces, procurará llamarles él mismo. Adiós.
Salieron tambaleándose hacia el césped frente a la casa, y se detuvieron aturdidos en
el crepúsculo mirando al cielo. El teléfono y los circuitos eléctricos estaban
emocionados, a pesar de que la electricidad la generaba una Delco, que, como ya se
sabe, es una máquina zafia e insensible. De pronto, Jake señaló un puntito de luz que
giraba por el cielo.
- ¡Ahí va nuestro hijo! - exclamó.
- Ahí va Dios - añadió Florinda.
Agitaron las manos con respeto y emoción.
- Jake, ¿cuánto tiempo ha de pasar para que la órbita de OBO se esfume con el niño, la
cuna y todo lo demás?
- Unos veinte años.
- Veinte años Dios - suspiró Florinda. - ¿Crees que tendrá tiempo?
Madigan se estremeció.
- Estoy asustado ¿y tú?
- También, pero quizás es únicamente porque estamos cansados y hambrientos.
Entremos, papaíto, y prepararé una cena.
- Gracias, mamaíta, pero por favor no me des zanahorias... sería para mí una
transubstanciación demasiado íntima
FIN