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viernes, 20 de enero de 2012

MUJERES MÍSTICAS












MUJERES MÍSTICAS



S. SV - XVIII

















INTRODUCCIÓN

El período que se extiende del siglo XV al XVIII ofrece itinerarios místicos femeninos muy diferentes. Si bien el modelo teresiana prevalece, cada una de las grandes figuras aquí presentadas elaboró una espiritualidad original, marcada por el sello de su propia experiencia de la presencia de Dios.
A partir de la Edad Media, los místicos más creativos y audaces se enfrentan a poderes políticos y eclesiásticos todavía muy inflexibles. Basta con tomar en consideración los casos de santa Teresa de Ávila, de María de la Encarnación y de Madame Guyon. Teresa, aun con la ayuda de san Juan de la Cruz, tendrá las mayores dificultades, en plena Inquisición, para emprender la reforma de su Or­den (las Carmelitas descalzas). Reforma dictada por la voluntad de restituir (devolver) al Carme­lo su espíritu original, caracterizado esencialmen­te por la imitación de Elías (2 R 2, 25), e! amor a la pobreza, la soledad y la oración. La oración y la renuncia, temas típicamente teresianos, alimen­tarán en gran medida e! pensamiento contempla­tivo de las mujeres místicas de esta época, ya se trate de María Magdalena de Pazzi, de María de la Encarnación o de Madame Guyon -todos es­tamos llamados a la oración» , pero no a «la ora­ción de la cabeza», sino a la «de! corazón» (Le Moyen court, pág. 61, ed. Millon)-.
En fin, ¿quién mejor que santa Teresa ha sabido llevar conjuntamente y en equilibrio la contempla­ción y la acción? Bergson tendrá razón al afirmar que «el misticismo completo es la acción». ¿ Quién mejor que ella ha sabido poner en guardia a las al­mas contemplativas contra las posibles desviaciones
patológicas de los estados místicos? Elocuente, en es­te aspecto, el ejemplo que pone la santa: «. . . creed­me, escribe en Las Moradas (pág. 234, Editorial de Espiritualidad), que Marta y María han de andar juntas para hospedar al Señor, y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje no le dando de comer. ¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a sus pies, para alimentado, si su hermana no la ayudara? Su manjar es que de todas las maneras que pudiéremos le llevemos almas para que se salven y siempre le alaben».
Dos grandes nombres honran a la Italia místi­ca de los siglos XV y XVL. santa Catalina de Gé­nova y María Magdalena de Pazzi. Sorprenden­te itinerario el de la primera, que elaboró una auténtica doctrina teológica del purgatorio. Doc­trina que marcará a san Francisco de Sales. Para Catalina, Dios es un acto puro. Todo su pensa­miento se articula en torno a esta intuición. La influencia del Pseudo-Dionisio aparece en filigra­na en las consideraciones de la santa sobre la pure­za de Dios, sobre «el Amor beatífico» (El Libro de la Vida, cap. 21). Otra idea clave de su teología es el necesario consentimiento del libre albedrío a la gracia, con miras a la conversión del pecador.
Por lo que se refiere a María Magdalena de Pazzi, mucho menos conocida que su predecesora, hay que lamentar que hasta la fecha ninguna de sus obras esté disponible en francés. Sus palabras sobre e! Espíritu Santo, en particular, son sorprendente­mente acertadas y están impregnadas de belle­za.¡Cuántos tesoros nos entrega!
Entre el siglo XV y e! XVIIL e! centro de grave­dad de la mística se desplaza desde la Europa del Norte -Alemania, Países Bajos y, en menor medi­da, Inglaterra-, hacia los países latinos de la cuen­ca mediterránea. La España del siglo XVI se impo­ne como la tierra mística por excelencia, donde la influencia de Erasmo se hace notar a partir de 1527.
Esta corriente espiritual acentúa la interioridad y le da prioridad sobre los aspectos exteriores de la fe. Provoca la oposición de las autoridades eclesiásticas
y monásticas. El regreso a la Biblia correrá parejas, en la España del siglo XVI, con la difusión de! hu­manismo de Erasmo. En cuanto a la práctica de la oración, hasta entonces reservada sólo para los reli­giosos y eclesiásticos, ésta se extiende a los laicos.
     Con san Francisco de Sales y luego Bérulle, a principios del siglo XVII la espiritualidad francesa pasa al primer plano. Dos mujeres muy distintas marcan este período: María de la Encarnación y Madame Guyon. La vida de María de la Encar­nación es original en el sentido de que aúna la acti­vidad misionera y la mística de la desapropiación. En las temibles tribulaciones que conoció en Que­bec, esta mujer supo permanecer «en soledad en el gabinete del Esposo, [.. .J, sin que nada pueda tur­bar este divino comercio» (Escritos espirituales de Tours, 1528). En lo que concierne a Madame Gu­yon, se ve atrapada en la tormenta de un fin de si­glo dominado por tres condenaciones: jansénius (1633), Molinos (1687) Y Fénelon (1699). Las entradas en el Índice se multiplican: Benito de Canfield, Surin... Igual que Fénelon, Madame Guyon es sospechosa de quietismo. Esta noción, fru­to de la inspiración del teólogo católico español Mo­linos, reposa esencialmente sobre la paz del alma y la entrega al Espíritu. La lectura de esta mujer ex­traordinaria exige una prudente interpretación. Por otra parte es muy clara: «No decimos que en ab­soluto sea preciso actuar, sino que hay que actuar por dependencia del movimiento de la gracia» (Le Moyen court, cap. XXI). La amiga de Fénelon se­rá encarcelada por haber tenido la osadía de no des­decirse de sus pensamientos. Sus escritos han con­servado toda su actualidad y su sabor.
Sin exagerar su importancia, el quietismo fue una de las crisis de la mística cristiana del final del siglo XVII
En la lectura de muchos de los textos de las mu­jeres místicas de la época moderna, lo que tal vez destaca más es su unidad, en su diversidad «La perfecta unidad, escribe Marie-Madeleine Dhabi en Le Désert intérieur (Pág. 190), es indivisible, sólo los caminos seguidos difieren».
Un mismo fervor espiritual se propaga de siglo en siglo, de escritos en escritos, como una ola de gozo, hasta nosotros. Gozo que hará decir a María Mag­dalena de Pazzi esta frase que lo resume todo:
«Dios no quiere un corazón triste. Quiere un corazón libre y alegre» (Obras, t. 1, pág. 428).

THIERRY GOSSET




CATALINA DE GÉNOVA       
1447-1510

«Compréndase bien que todo lo que es humano lo transforma enteramen­te nuestro Dios todopoderoso y mi­sericordioso y que tal es la obra del purgatorio.»
(Tratado del purgatorio, cap. XVII)

De noble linaje por parte de su padre V -miembro de la ilustre familia genovesa de los Fieschi-, santa Catalina de Génova recibe una educación clásica. A la temprana edad de tre­ce años, atraída por la vida religiosa, solicita el in­greso en el convento de Santa Maria delle Grazie. Invocando su edad, la superiora la rechazó. Casa­da a los dieciséis años con Julián Adorno, hombre cuyas costumbres y carácter se oponían diametral­mente a los suyos, Catalina padecerá cinco años presa de una melancolía extrema, tratando de ha­llar consuelo en las «delicias» y las «vanidades del mundo» (Vita, cap. 1). Período mundano que la decepcionará amargamente. A partir de 1473, su vida se vuelca (vuelve) hacia la vía del ascetismo.
Penitencias y mortificaciones se suceden durante cuatro años. Hasta su muerte, santa Catalina co­nocerá numerosos fenómenos místicos: éxtasis, fuego interior, visiones... El cuidado de los enfermos y los apestados, la visita a los pobres y la acogida de niños abandonados: otras tantas obras de miseri­cordia que aproximan a los esposos. Julián se con­virtió bajo la influencia de su esposa hasta el pun­to de inscribirse en la orden tercera franciscana. En los últimos años de su existencia, gravemente enferma, la santa vivió bajo la dirección espiritual de Cattaneo Marbotto. Murió tras una larga ago­nía en septiembre de 1510.
Varias personas, entre las que se cuenta el pro­pio Marbotto, consignaron hechos y palabras de la gran mística. Tres obras surgirán de esta lenta ela­boración: el Libro de la vida: biografía, sentencias y reflexiones místicas; el Tratado del Purgato­rio: descripción del estado de las almas en pena a medida que Dios se revela; el Diálogo espiritual que sostienen diferentes interlocutores, entre los que se cuentan el alma, el cuerpo y Dios. La doc­trina espiritual de Catalina se articula en torno a algunos temas principales: la pureza de Dios, el amor propio, «el aniquilamiento del yo». Fue una mística de la mayor envergadura.

Extractos del Traité du Purgatoire, traducción fran­cesa del Padre Marcel Bouix, Imprimerie- Librairie de l'CEeuvre de Saint Pau1, 1878, y de los Dialogues (en CEuvres), Ed. Tra1in, 1926.


Capítulo primero. Estado de las almas que es­tán en el purgatorio. Hasta qué punto están exentas de todo amor propio.

Las almas que están en el purgatorio no pueden, según me parece comprender, te­ner otra voluntad ni otro deseo que el de per­manecer en ese lugar de sufrimiento, pues sa­ben que se encuentran allí por una muy equitativa orden de la justicia de Dios.
A dichas almas les es imposible examinar retrospectivamente su conducta, así como de­cir: he cometido tales y cuales pecados por los que merezco estar aquí; quisiera no haberlos cometido, porque ahora me iría al cielo. Tam­poco pueden decir: esta alma saldrá de aquí antes que yo; o, yo saldré antes que ella. Pro­fundamente sumidas en Dios, no sabrían, ni bien ni mal, formar el más mínimo pensa­miento, ni sobre ellas mismas ni sobre las de­más, que pudiera acrecentar la pena que so­brellevan.
Sienten un gozo tan grande al verse en el orden de Dios, el cual cumple en ellas cuan­to le place y del modo que le place, que nin­guna consideración capaz de aumentar sus sufrimientos puede presentarse en su espíri­tu. Contemplan únicamente la obra de la bondad de Dios y la inefable misericordia que ejerce para con el hombre, al hacer el purgatorio el camino que conduce hasta El.
En cuanto a lo que es de su propio interés, penas o bienes, les es absolutamente imposi­ble posar su mirada en ello; pues, si pudieran, no estarían en la caridad pura.
Tampoco tienen la facultad de considerar que padecen esas penas por sus pecados; no pueden retener semejante visión dentro de su espíritu, pues se trataría de una imperfección activa, y éstas no pueden existir en este lugar donde ya no se puede cometer pecado actual.
No ven más que una sola vez la causa por la que están en el purgatorio, y es en el momen­to en que pasan de esta vida a la otra; pero, a partir de ahí, ya no la ven más: pues semejante visión sería efecto de un amor propio del que son incapaces.
Inmutablemente establecidas en la cari­dad, y en adelante en la impotencia de des­viarse por una imperfección actual, ya no pue­den querer ni desear más que la pura voluntad
de la caridad pura. En este fuego del purga­torio, al encontrarse en el orden divino, que es la caridad pura, ya no pueden alejarse de él en nada, puesto que les es del todo imposible tanto pecar actualmente como merecer.

TRATADO DEL PURGATORIO


Capítulo primero. Cómo el alma y el cuerpo se proponen ir en compañía, y cómo toman al amor propio como tercero.

Vi un alma y un cuerpo platicar juntos. El Alma dijo la primera: -Cuerpo mío, Dios me ha creado para amar y para deleitar­me; quisiera pues dirigirme hacia algún lugar donde pudiera encontrar lo que yo deseo; te ruego que me sigas sosegadamente, tú también te acomodarás. Iremos por el mundo; si doy con alguna cosa de mi conveniencia, la gozaré: tú harás lo mismo cuando descubras lo que te agrada; y cada uno de nosotros se deleitará con lo que encontrará más conforme a su gusto.

EL CUERPO respondió. -Aunque obligado a hacer lo que te plazca, veo no obstante que sin mí no puedes hacer lo que te conviene. Así pues, si quieres que vayamos en compañía, entendá­monos de buen principio, a fin de no discutimos por los caminos. Lo que has propuesto me satis­face; pero será preciso que cada uno de noso­tros, pacientemente, deje gozar a su compañero del bien que este último haya encontrado. Así nos sostendremos el uno al otro y permanecere­mos en paz. Te digo esto porque, cuando haya encontrado una cosa agradable, no quisiera que tú me  fueses infiel y dijeras: «Me niego a que te demores tanto tiempo aquí, mi deseo es ir a otra parte para ocuparme de mis asuntos.» Si tuviera que dejar entonces aquello a lo que aspi­ro para seguir tu voluntad, declaro que moriría por ello y que nuestro designio se quebraría. A fin de obviar esto, me parece que convendría to­mar a un tercero que fuese una persona justa y que no tuviera nada en propiedad. Sometería­mos todas nuestras discrepancias a su juicio.
EL ALMA. -Estoy perfectamente de acuerdo. ¿Mas quién será este tercero?
EL CUERPO.-Será el amor propio que vive con nosotros. Me dará lo que me corresponda, y lo gozaré con él: lo mismo hará por ti, dán­dote lo que precises: de este modo cada uno de nosotros tendrá, en conformidad con su natu­raleza, aquello a lo que aspira.
    EL ALMA. -¿Y si encontrásemos alimento
que a ambos pluguiera, qué haríamos?
EL CUERPO. -Entonces quien más podrá comer, más comerá, con tal que haya suficien­te para los dos; de este modo no tendremos discrepancia; y, si no hay bastante, el amor pro­pio nos dará a cada uno la porción que nos co­rresponda. Pero sería extraordinario que hu­biese un alimento que conviniera a dos personas de gusto diferente, a menos que el gusto cambiase en uno de nosotros, lo cual no puede darse naturalmente.
EL ALMA. -Por naturaleza yo soy más po­tente que tú; no temo, pues, que me convirtie­ras a tus gustos.
EL CUERPO. -y yo estoy en mi casa, don­de disfruto de infinidad de cosas propias para mi diversión; no lograrás, pues, hacerme adop­tar los tuyos, aunque seas más potente que yo. A! contrario, estando en mi propia morada, tal como acabo de decirte, más bien te convertiría a mis inclinaciones, queriendo por otra parte amarte y deleitarte; pues vas en busca de cosas que no ves y que en nada te regocijan. A me­nudo siquiera sabes dónde estás.
EL ALMA. -Hagamos, pues, la prueba: pe­ro adoptemos antes algún orden a fin de poder permanecer en paz. Oye cada uno de nosotros tenga su semana; durante la mía quiero que ha­gas cuanto me plazca; así como cuando llegue la tuya, haré lo que tú quieras, a excepción siempre, mientras viva, de la ofensa a nuestro Creador. Pero si yo llegara a morir, es decir, si me condujeras al pecado, entonces -a partir de ese momento-, cumpliría, en calidad de tu sir­vienta, todo lo que me ordenaras, me converti­ría a tu voluntad, y me deleitaría con aquello que te deleitara. Estando unidos de esta suerte, nadie que no fuese Dios jamás podrá romper nuestra unión, pues ella siempre estará defen­dida por el libre albedrío: y así, en este mundo como en el otro, probaremos juntos todo el bien y todo el mal que nos advenga. Y tú harás lo mismo si puedo vencerte. -He aquí ahora el Amor Propio. -Sé que lo has oído todo, ¿quie­res ser nuestro tercero, nuestro juez y nuestro compañero en el viaje que emprendemos?
EL AMOR PROPIO. -Me satisface, pues siento que estaré muy bien con vosotros. Daré a cada cual lo que le corresponda, cosa que no puede hacerme daño alguno. Viviré con uno como con el otro; y, aun cuando uno de voso­tros quisiera usar la violencia para conmigo y me negara los víveres, me retiraría prontamen­te hacia la parte contraria, pues no quiero, ba­jo ningún pretexto, que me falte el alimento.
EL CUERPO. -A buen seguro no te aban­donaré jamás.
EL ALMA. -Ni yo tampoco, pues estamos todos de acuerdo, y está convenido, ante todo, que la ofensa a Dios constituye un caso reservado, y que aquel de nosotros que pecara tendría a los otros dos en su contra. Ahora, en nombre del Señor, partamos, y, puesto que soy la más alta en dignidad, me corresponderá la primera semana.
EL CUERPO. -Estoy de acuerdo. Condú­ceme y haz de mí lo que quiera la razón: he aquí el Amor Propio que consiente como yo.

DIÁLOGOS



Capítulo V. El alma pregunta qué es el amor. ­Nuestro Señor le responde en parte, y le habla de la grandeza, de las cualidades, propiedades, causas y efectos de su amor.

EL ALMA. -Oh Señor, ¿qué es, pues, esta alma que Vos tanto cuidáis, a quien mos­tráis tanta estima, y que nosotros mismos es­timamos tan poco? ¡Ah, si me fuera dado conocer la causa de vuestro tan gran y tan pu­ro amor para con la criatura racional, que sin embargo veo que os es contraria en todas las cosas!
EL SEÑOR, satisfaciéndola en parte, le res­pondió así: -Si tú supieras cuánto amo a las almas, no podrías saber otra cosa en esta vida, pues este conocimiento te haría morir: y si vi­vieras sería por el efecto de un milagro. Y, en cambio, si vieras bien tu miseria -conociendo mi bondad y el amor puro y grande con el que nunca ceso de obrar para con el hombre-, vi­virías en la desesperación; pues mi amor es tal, que aniquilaría no sólo el cuerpo, sino incluso el alma (si ello fuera posible).
Mi amor es infinito y no puedo sino amar aquello que he creado: mi amor es puro, simple y nítido, y no puedo amar más que con este amor.
Todo otro amor parecería erróneo, como lo es en efecto, a quienquiera que tuviera la me­nor inteligencia del mío. La causa de mi amor no es otra que él mismo; y, como tú no eres ca­paz de entenderlo, sigue en paz y no empren­das la búsqueda de lo que no puedes encontrar.
Mi amor se conoce mejor por sentimiento interior que por ninguna otra vía; para adqui­rirlo es preciso que el amor, por su obra, sepa­re al hombre del hombre, pues el hombre es para sí mismo su propio impedimento. Este amor consume y aniquila la malignidad, y ha­ce a la criatura apta para conocer y entender un día lo que es el amor.

Capítulo VI. Dios declara al alma que hace de su cuerpo un purgatorio en este mundo. -De la necesidad que el hombre tiene de renunciar y de sumergirse enteramente en Dios; y de la miseria del hombre que se ocupa de otras cosas teniendo sólo el tiempo de esta vida para me­recer.
EL SEÑOR. -Tú comprendes mejor por la experiencia que por el razonamiento la
causa de los grandes sufrimientos por los que
debes pasar. Sepas no obstante que al alma ha­go un purgatorio con su cuerpo; por este me­dio aumento su gloria a fin de atraerla a mí sin otro purgatorio.
Para conseguido, llamo sin cesar a la puerta del corazón del hombre; si consiente y me abre, lo conduzco, con continua solici­tud, al grado de gloria para el que fue creado. Y, si viera, si comprendiera, el cuidado con el que me ocupo de mi salvación y de su prove­cho, se abandonaría a mí por completo, sin reserva; dejaría y despreciaría lo demás, aun cuando pudiera tener todo lo que he creado; y, para nunca perder mi asistencia, que le conduce a la gloria suprema, no existe marti­rio que no padeciera de buen grado.
Pero quiero que el hombre se dé a mí úni­camente por amor y con fe; el temor y la con­sideración del provecho personal son contra­rios a este amor y a esta fe, pues permanecen en el amor propio. Sin embargo, éste no puede coexistir con mi puro y simple amor, en el cual es necesario que el espíritu del hombre esté sumergido para permanecer entregado única­mente a los cuidados que le prodigo; a ese cui­dado sin el que la criatura no puede entrar en el abismo simple y puro de mi ser, pues de lo contrario le resultaría un gran infierno.

DIÁLOGOS


Capítulo V. Otros efectos del amor. -Cómo ac­túa cuando quiere; y cómo la obra es toda suya.

De las actuaciones hechas para el amor, en el amor y por el amor; y su explicación.

Oh, Amor, con tu dulzura rompes los corazones más duros que el diamante, y los
reblandeces como la cera que se derrite al fuego!
¡Oh, Amor, tú haces que el gran hombre se considere el más pequeño de la tierra, y que el rico se vea como el más pobre del mundo!
¡Oh, Amor, a los hombres sabios haces pa­recer insensatos, sustraes la ciencia a los doc­tores y les donas una inteligencia que sobrepa­sa toda inteligencia!
¡Oh, Amor, tú expulsas del corazón toda me­lancolía, toda dureza, toda propiedad, toda de­lectación mundana! Haces buenos a los malva­dos, simples a los maliciosos. ¡Mediante tu industria, agarras al hombre por su libre albe­drío, de modo tal que se contenta con ser guiado por ti solo, pues tú eres nuestra verdadera guía!






TERESA DE ÁVILA      
1515-1582

«Sólo Dios basta.» (Paciencia en las adversidades)

Beatificada en 1614, canonizada en 1622, doctora de la Iglesia en 1970, Teresa es una de las figuras místicas más influyentes de estos últi­mos siglos. Su pensamiento y su vida marcan un hito decisivo en la espiritualidad cristiana.
Descendiente de una ilustre familia judía con­versa de once hijos, en cuyo seno vio la luz el 28 de marzo de 1515, Teresa quiere, desde los siete años, «morir por Dios» en tierras moras. Su precoz vo­cación se verá duramente puesta a prueba por una salud de lo más precario.
En oposición a la piedad ritual y al fasto tan extendidos en la época, Teresa y su familia privile­gian una fe interiorizada. Abandona el hogar pa­terno a los veinte años para ingresar en el Carme­lo de la Encarnación de Ávila y toma el hábito el 2
de noviembre de 1536. La ascesis primero, y luego decisivas experiencias de oración, constituyen la trama esencial de su existencia entre 1537 Y 1560.
     A partir de 1560, animada por un celo refor­mador, la gran mística -acompañada por reli­giosas- sale a diseminar numerosas fundaciones a través de España. Su reputación se extiende rá­pidamente por Italia, Francia, Flandes... el mun­do entero. La mala salud y la oposición feroz de la vieja cristiandad y de los carmelitas moderados (Teresa estuvo amenazada de excomunión) no merman su tesón. En este período se sitúa su en­cuentro con san Juan de la Cruz (1567). Juntos llevan a cabo una reforma radical de su orden: los Carmelitas descalzos, orden caracterizada en sus orígenes por la pobreza, la humildad, la soledad y la oración. La Oración mental es la piedra angu­lar de la espiritualidad de Teresa.
De todas sus obras, el Castillo interior es tal vez la más representativa de su pensamiento. En ella expone alegóricamente una verdadera mística de la gradual ascensión del alma hacia Dios. En­tre sus escritos figuran otros textos importantes: la Vida, las Relaciones, las Constituciones, el Ca­mino de Perfección, las Fundaciones... sin ol­vidar su voluminosa Correspondencia.
La experiencia personal nutre constantemen­te sus enseñanzas espirituales. El apego a Cristo acompaña a Teresa hasta el fervor místico más alto. Sobrehumana, esta santa es sin embargo muy humana. "Humana sobre todo por un no sé qué de femenino y de maternal" (Marcel Lépée, Sainte Thérese mystique, pág. 295).
Contemplación Y acción se alían perfectamen­te en esta mujer cuyo fervor y audacia sólo se vie­ron igualados por un eminente sentido práctico.

Extractos de Las Moradas, Editorial de Espirituali­dad, Madrid, 1989, Y de Lira mística, Editorial de Es­piritualidad, Madrid, 1993.

Estando hoy suplicando a nuestro Señor ha­blase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré pa­ra comenzar con algún fundamento, que es: considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos así como en el cielo hay mu­chas moradas; que, si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice él tiene sus deleites (Pr 8,31). Pues ¿qué tal os parece que será el apo­sento adonde un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se de­leita? No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a com­prenderla, así como no pueden llegar a consi­derar a Dios, pues él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza. Pues, si todo es como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo; por­que, puesto que hay la misma diferencia de él a Dios que del Criador a la criatura, pues es cria­tura, basta decir su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima.
2. ¿No es pequeña lástima y confusión que por nuestra culpa no entendamos a nosotros mismos ni sepamos quién somos? ¿No sería gran ignorancia, hijas mías, que preguntasen a uno quién es y no se conociese ni supiese quién fue su padre ni su madre ni de qué tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin comparación es mayor la que hay en nosotras cuando no procuramos saber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estos cuerpos y así a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo dice la fe, sabemos que tenemos almas. Mas qué bie­nes puede haber esta alma o quién está dentro en esta alma o el gran valor de ella, pocas veces lo consideramos; y así se tiene en tan poco pro­curar con todo cuidado conservar su hermosu­ra. Todo se nos va en la grosería del engaste o cerca de este castillo, que son estos cuerpos.
3. Pues consideremos que este castillo tiene, como he dicho, muchas moradas: unas en lo al­to, otras en bajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas del mundo secre­to entre Dios y Alma. Es menester que vais ad­vertidas a esta comparación; quizá será Dios servido pueda por ella daros algo a entender de las mercedes que es Dios servido hacer a las al­mas y las diferencias que hay en ellas, hasta donde yo hubiere entendido que es posible; que todas será imposible entenderlas nadie, según son muchas, ¡cuánto más quien es tan ruin co­mo yo!; porque os será gran consuelo, cuando el Señor os las hiciere, saber que es posible; y a quien no, para alabar su gran bondad; que así como no nos hace daño considerar las cosas que hay en el cielo y lo que gozan los bienaventura­dos, antes nos alegramos y procuramos alcanzar lo que ellos gozan, tampoco nos hará ver que es posible en este destierro comunicarse un tan gran Dios con unos gusanos tan llenos de mal olor y amar una bondad tan buena y una mise­ricordia tan sin tasa. Tengo por cierto que, a quien hiciere daño entender que es posible ha­cer Dios esta merced en este destierro, que es­tará muy falta de humildad y del amor del pró­jimo; porque, si esto no es, ¿cómo nos podemos dejar de holgar de que haga Dios estas mercedes a un hermano nuestro, pues no impide para ha­cérnoslas a nosotras, y de que su Majestad dé a entender sus grandezas, sea en quien fuere? Que algunas veces será sólo por mostradas, como di­jo del ciego que dio vista, cuando le preguntaron los apóstoles si era por sus pecados o de sus pa­dres (Jn 9.2-3). Y así acaece no las hacer por ser más santos a quien las hace que a los que no, si­no porque se conozca su grandeza, como vemos en San Pablo y la Magdalena, y para que noso­tros le alabemos en sus criaturas.
4. Podráse decir que parecen cosas imposi­bles y que es bien no escandalizar los flacos.
Menos se pierde en que ellos no lo crean que no en que se dejen de aprovechar a los que Dios las hace y se regalarán y despertarán a más amar a quien hace tantas misericordias, siendo tan grande su poder y majestad; cuán­to más que sé que hablo con quien no habrá este peligro, porque saben y creen que hace Dios aún muy mayores muestras de amor. Yo sé que quien esto no creyere no lo verá por ex­periencia, porque es muy amigo de que no pongan tasa a sus obras; y así, hermanas, jamás os acaezca a las que el Señor no llevare por es­te camino.
5. Pues tornando a nuestro hermoso y delei­toso castillo, hemos de ver cómo podremos en­trar en él. Parece que digo algún disparate; por­que, si este castillo es el ánima, claro está que no hay para qué entrar, pues se es él mismo; co­mo parecería desatino decir a uno que entrase en una pieza estando ya dentro. Mas habéis de entender que va mucho de estar a estar: que hay muchas almas que están en la ronda del castillo, que es adonde están los que le guardan y que no se les da nada de entrar dentro, ni sa­ben qué hay en aquel tan precioso lugar, ni quién está dentro, ni aun qué piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de oración acon­sejar al alma que entre dentro de sí; pues esto lo mismo es.
6. Decíame, poco ha, un letrado que son las almas que no tienen oración como un cuerpo con perlesía o tullido que, aunque tiene pies y manos, no los puede mandar, que así son: que hay almas tan enfermas y mostradas a estarse en cosas exteriores que no hay remedio ni pa­rece que pueden entrar dentro de sí, porque ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tra­tado con las sabandijas y bestias que están en el cerco del castillo que ya casi está hecha como ellas; y con ser de natural tan rica y poder tener su conversación no menos que con Dios, no hay remedio. Y, si estas almas no procuran en­tender y remediar su gran miseria, quedarse han hechas estatuas de sal por no volver la ca­beza hacia sí, así como lo quedó la mujer de Lot por volverla (Gn 19,26).
7. Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y la consideración, no digo más mental que vocal; que, como sea oración, ha de ser con considera­ción; porque la que no advierte con quien habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios: porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este cuidado, mas es habiéndo­le llevado otras. Mas quien tuviese de costum­bre hablar con la Majestad de Dios como ha­blaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene de prendido por hacerlo otras veces, no la tengo por oración ni plega a Dios que ningún cristiano la tenga de esta suerte; que entre vosotras, herma­nas, espero en su Majestad no lo habrá por la costumbre que hay de tratar de cosas interiores, que es harto bueno para no caer en semejante bestialidad.
8. Pues no hablemos con estas almas tullidas -que si no viene el mismo Señor a mandadas se levanten, como al que había treinta años que estaba en la piscina, tienen harta mala ventura y gran peligro-, sino con otras almas que, en fin, entran en el castillo; porque, aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos deseos y al­guna vez, aunque de tarde en tarde, se enco­miendan a nuestro Señor y consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan llenos de mil negocios, el pensa­miento casi lo ordinario en esto, porque están tan asidos a ellos que como adonde está su te­soro se va allá el corazón, ponen por sí algunas veces de desocuparse y es gran cosa el propio conocimiento y ver que no van bien para atinar a la puerta. En fin, entran en las primeras piezas de las bajas; mas entran con ellos tantas saban­dijas que ni le dejan ver la hermosura del casti­llo, ni sosegar. Harto hacen en haber entrado.
9. Pareceros ha, hijas, que esto es imperti­nente, pues por la bondad del Señor no sois de éstas. Habéis de tener paciencia, porque no sa­bré dar a entender, como yo tengo entendido, algunas cosas interiores de oración, si no es así; y aun plega al Señor que atine a decir algo, porque es bien dificultoso lo que querría daros a entender, si no hay experiencia; si la hay, ve­réis que no se puede hacer menos de tocar en lo que, plega al Señor, no nos toque por su mi­sericordia.

PRIMERAS MORADAS

BÚSCATE EN MÍ

Alma, buscarte has en Mí,
ya Mí buscarte has en ti.

De tal suerte pudo amor,
Alma, en Mí te retratar,
que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
hermosa, bella y así
en mis entrañas pintada;
si te perdieres, mi amada,
alma buscarte has en Mí.

Que Yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
que si te ves, te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
no andes de aquí para allí.
Si no, si hallarme quisieres,
a Mí buscarme has en ti.


Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a Mí
bastará sólo llamarme;
que a ti iré sin tardarme,
y a Mí buscarme has en ti.

COLOQUIO DE AMOR

Si el amor que me tenéis,
Dios mío, es como el que os tengo;
decidme: ¿en qué me detengo?
o Vos, ¿en qué os detenéis?
-Alma, ¿qué quieres de Mí?
-Dios mío, no más que verte.
-¿Y qué temes más de ti?
-Lo que más temo es perderte.

Un alma en Dios escondida,
¿qué tiene que desear,
sino amar y más amar,
y, en amor toda encendida,
tornarte de nuevo a amar?

Un amor que ocupe os pido,
Dios mío, mi alma [y] os tenga,
para hacer un dulce nido,
adonde más le convenga.

PACIENCIA EN LAS ADVERSIDADES

Nada te turbe,
nada te espante;
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Sólo Dios basta.


MARÍA MAGDALENA DE PAZZI
1566-1607

«El hombre se parece tanto a Dios, que no se puede mirar a Dios sin ver al hombre, ni al hombre, sin ver a Dios,»

(Obras, t. 1, pág. 74, 1873)

Nacida en Florencia el2 de abril de 1566, María Magdalena de Pazzi conoció su pri­mer éxtasis a los doce años. Entrada en 1582 en el convento carmelita de Santa María de los Ánge­les, Caterina -su nombre de bautismo- se puso el hábito el3 de enero de 1583 y eligió el nombre de Maria Maddalena. Tres meses antes de pro­nunciar sus votos, el27 de mayo de 1584, cae gra­vemente enferma y no se recupera hasta Julio. A partir de 1584, las palabras de la santa en estado de arrebato son recogidas por sus compañeras y co­rregidas por ella misma. A éstas se añaden ins­trucciones ascéticas y cartas. La evolución espiri­tual de María Magdalena de Pazzi presenta tres grandes períodos. El primero (1584-1585) está dominado por una serie de éxtasis relacionados con el drama de la Pasión: visiones del Crucificado, primeros estigmas, corona de espinas, casamiento místico con Jesús. El segundo (mayo 1585-junio 1590) corresponde a la gran prueba: aridez espi­ritual, cuaresmas, sufrimientos físicos, violentas tentaciones. Por último, el tercero (1590-1607) lo abre la liberación del “foso de los leones” (10 de junio de 1590).
     María Magdalena, revigorizada por una pro­funda devoción hacia el Esposo, ejercerá sucesiva­mente de sacristana, de maestra de las jóvenes, de las novicias y terminará como sub priora (1604).
     Muere el 25 de mayo de 1607 tras tres años de calvario físico y moral. Independientemente de los fenómenos fuera de lo común que acaparan esta alma extraordinaria, la doctrina mística de Ma­ría Magdalena de Pazzi merece considerarse en todo su sorprendente vigor y modernidad. Anun­cia ya algunos aspectos del pensamiento de Mada­me Guyon, en particular el aniquilamiento del yo.

Extractos de las (Euvres (t. 1), traducidas por el Pa­dre Dom Anselme Bruniaux, Victor Palmé, Libraire­Éditeur, 1873, y de los Avis spirituels, traducción de J.-A. Solazzi, Clermont-Ferrand, 1855.


Capítulo IX De la huida a Egipto hasta el bautismo de Jesucristo.

Os habéis refugiado en Egipto, porque así lo habéis querido, oh mi Jesús, y puedo decir que no fue la primera vez; pues al aban­donar el seno de vuestro Padre, habéis ido en cierto modo hacia el tenebroso Egipto de este mundo; todavía hay otro Egipto en el que entráis, que son las almas que os reciben en el Santísimo Sacramento, y que son, en su mayoría, como un Egipto lleno de ídolos an­tes de recibiros, pues se ve dominar en ellas la concupiscencia de los ojos, la avaricia que
es una idolatría, la concupiscencia de la car­ne, que es también, como habéis dicho, una idolatría, así como el orgullo de la vida, que es una fuente de idolatrías de toda especie.
¡Oh efectos maravillosos de vuestro poder! Montáis sobre una nube blanca y ligera, fi­gura de las especies sacramentales, y a vues­tra entrada en el Egipto de las almas todos los ídolos se estremecen en sus pedestales. Las al­mas, que os reciben dignamente, ven caer an­te vos, por efecto de vuestra gracia, todos los malos deseos, todas las costumbres desorde­nadas de su vida pasada, y en el lugar de tan­tos ídolos que estas almas desgraciadas ad­miraban por sus pecados, éstas elevan otros tantos altares para adoraros en cada una de sus capacidades: ¡en el entendimiento, en la memoria, en la voluntad! En la voluntad, queriendo serviros sólo a Vos, sin buscar otra cosa que vuestro goce, consagrándose a estar a disgusto para daros gusto, como castigo por haberos disgustado, para gustarse a sí mis­mas. En el entendimiento, rechazando todo pensamiento que no esté referido a vuestra gloria. En la memoria, recordando sus ofen­sas y vuestros favores: sus ofensas, para de­testadas y castigadas; vuestros favores, para agradecéroslos. ¿Acaso no veo todas las ma­ñanas, cuando os recibimos en nuestros co­razones, que en ellos producís efectos dife­rentes y que Vos os comunicáis en mayor o menor medida, según las distintas disposi­ciones de quienes os reciben? Los grandes deseos obtienen grandes gracias; un gran amor recibe grandes dulzuras. Dios amolda su manera de ser para con nosotros, es decir, que le encontramos de ordinario dispuesto hacia nosotros, como nosotros lo estamos hacia Él. Con frecuencia, sin embargo, su misericordia cierra los ojos ante nuestra po­ca preparación, su bondad prevalece sobre nuestra negligencia, y nos ofrece consuelo, incluso cuando nuestra imperfecta disposi­ción nos hace indignos de recibir la pleni­tud de gracias que nos trae este alimento ce­lestial.
¡Oh bondad! ¡Oh dulzura de mi Dios! ¡Oh Verbo! ¡Oh Verbo! ¡Cuán grandes son, cuán in­mensas, las delicias que habéis reservado para quienes os temen! ¡Ah! ¡Quienquiera que no se inflame de amor ante semejantes llamas, o no tiene ya vida, o no tiene sentimiento alguno!
¿Y yo, miserable, qué soy yo? - Vos habéis huido de Herodes, oh mi Dios, para salvar a vuestra humanidad, pero en el día del juicio, cuando diréis: Id, malditos, al fuego eterno, He­rodes, llegado su turno, así como todos los malvados que se le parecen, querrá huir del ri­gor de vuestra Humanidad y de vuestra Divi­nidad, mas no podrá, porque vos condenaréis su alma y su cuerpo al fuego eterno, donde ya ha sufrido y sufrirá todavía, durante millones de años, innumerables tormentos. En esta huida a Egipto, me sugerís pensamientos de prudencia y de amor. De amor, mediante el ejemplo que os testimonió vuestro padre pu­tativo san José, el cual os sirvió en este viaje y en el regreso a Judea, con tanto afecto, pena­lidades e incomodidades de toda especie. Mas el amor todo lo logra. De prudencia, porque al no estar vuestra Humanidad destinada a perecer por la espada de un príncipe impío, la habéis reservado, por amor a nosotros, para mayores penas, y para un tiempo que debería ser para nosotros más fecundo en frutos de salvación.
Permanecisteis siete años en Egipto, se­gún una piadosa tradición, pero lo que hicis­teis durante este tiempo, es lo que ignoro. Todo lo que sé, es que habéis derribado un gran número de ídolos, y que así me habéis preparado pensamientos relativos a vuestro poder, así como lo habéis hecho mediante vuestra presencia en nuestras almas, como he dicho más arriba. Pero permitid que os haga una pregunta, oh mi Señor y mi Dios. ¿Por qué no nos habéis preparado palabras, o pen­samientos expresados con elocuencia, Vos que tan bien conocéis la fuerza que tienen las palabras elocuentes para grabar una verdad en el corazón? ¿Por qué simples pensamien­tos? ¡Ah! Oigo la respuesta interior que me dais: es porque con demasiada frecuencia nos dejamos llevar por nuestro torrente de pala­bras, pero para detrimento nuestro, pues las proferimos sin reflexionar.

Capítulo XIII. Combate entre el amor sensual y el amor de Dios y del prójimo.

Así debo ver en mi prójimo, no la figura del mundo, sino la del Cielo; debo ver en él la imagen _e la Santísima Trinidad, el parecido con los Ángeles, cuya pureza en parte posee, y la de los bienaventurados, cuya felicidad está llamado a compartir. Así como el mundo en­cierra todos los elementos, las plantas y las criaturas, así vemos encerrado en nuestro pró­jimo todo lo que el Verbo ha hecho para el hombre.

Capítulo XXVII. De las causas de la llegada del Espíritu Santo y sus maravillosos efectos.

Este Huésped, el más noble y el más digno L de todos los huéspedes, es el Espíritu San­to, el cual, con el peso y la agilidad de su bon­dad y de su amor por nosotros, alcanza rápida­mente a todas las almas dispuestas a recibirle. ¿Quién podría decir los efectos maravillosos que produce ahí donde es recibido? Hablo sin nada decir, y su silencio sublime es por todos oído. Está siempre inmóvil y siempre en movi­miento, y, en su móvil inmovilidad, se comuni­ca con todos. Está siempre en reposo y no obs­tante siempre actúa, y, en su reposo, realiza las más grandes, las más dignas, las más admira­bles obras. Siempre en marcha, sin por ello cambiar de lugar; ahí donde penetra afianza, conserva y al mismo tiempo lo destruye todo. Su ciencia inmensa y penetrante lo conoce to­do, lo oye todo, lo penetra todo y sin embargo no escucha nada, y, sin escuchar nada, oye la última palabra que se diga en el fondo del más íntimo de los corazones. Se inclina con com­pasión hacia quienes están humillados, los le­vanta con su descenso y los hace más humildes en su elevación. Este Huésped tan noble y tan amable reposa en el alma sin reposar; y, aunque muy estable, siempre está en movimiento; no se fija en el Padre, ni en el Verbo, ni en los es­píritus bienaventurados, ni en las criaturas con quienes no se comunica mediante la gracia más que cuando quiere, aunque siempre esté dis­puesto a comunicarse con las almas que en­cuentra bien dispuestas.

Capítulo XXIX Operaciones maravillosas del Espíritu Santo en las almas.

E1 Espíritu Santo penetra en las almas con Luna vivacidad calmosa y sosegada; las abandona con una especie de tristeza inquieta, si alguna vez puede decirse que las abandona, pues nunca lo haría por sí mismo, si no lo ex­pulsáramos de nuestros corazones. [...] ¿Qué hace entonces el Espíritu divino? Reúne y lla­ma a él a quienes están dispersos, dispersa y re­chaza lejos de él a quienes están reunidos. Sí, todos los que se encuentran dispersos y des­preciados por las criaturas, Vos los reunís, oh Espíritu divino, y los atraéis a Vos. «Venid a mí, vosotros que sufrís y estáis cargados» (Ma­teo Il, 28). Quienes soportan la pesada carga de la necesidad y del desprecio, son vistos y tratados por el mundo como viles bestias de carga; al contrario, a quienes están agrupados y unidos en la posesión tranquila de bienes te­rrenales, y que sitúan su felicidad y su fin últi­mo en estos falsos bienes, el mundo en su lo­cura los llama afortunados.

Capítulo XXX.

La Santa aprende, del propio Verbo, los obstáculos que se oponen a los efectos del Espíritu Santo.
¡Oh Verbo eterno! Hacedme conocer, os lo ruego, los obstáculos que impiden a este Espí­ritu tan fecundo y tan activo llevar a cabo ente­ramente su obra en las almas. ¡Es tan dulce y tan amable! ¿Por qué entonces sus sutiles ope­raciones son tan poco conocidas? ¡Oh Verbo! Estamos ahora en el tiempo de vuestra liberali­dad y del sentimiento de vuestra gracia, decid­me pues, os conjuro, si tal es vuestra voluntad.
EL VERBO. -Mi queridísima esposa, es­tos obstáculos son tan variados como pode­rosos, a causa de los estados tan distintos en los que se encuentran las criaturas, y del nú­mero casi infinito de estas mismas criaturas. Las hay que están alejadas de mí; la malicia de la que está lleno su corazón es un obstá­culo que impide que mi Espíritu repose en ellos. En unos, la propia voluntad es un obs­táculo; en otros, no es sólo la propia volun­tad, sino sus opiniones, su sabiduría, la pre­tensión que tienen de servirme a su manera. Sin duda quieren mi Espíritu, pero 10 quie­ren como les place y cuando les place, ha­ciéndose así incapaces de recibido. Otros, que me son más próximos, oponen un obstá­culo que me disgusta tanto como el de los precedentes; es esa maldita tibieza que les hace creer que me sirven, mientras no viven más que para ellos mismos sin darse cuenta; esos están en un estado muy peligroso porque mesuran lo que merezco según sus débiles y groseras ideas y, sin embargo, creen servirme tal como merezco. Pero yerran de un modo extraño, pues quiero ser servido con una sin­cera abnegación y una humildad tan profun­da que abata al alma hasta el centro de la tie­rra. Mi Espíritu asemeja la flecha que nunca se detiene al descender, hasta que se ha cla­vado en el suelo. El tampoco reposa más que en las almas que encuentra en el centro de su nada.

Capítulo XIII.

Dios no quiere un corazón triste. Quiere un corazón libre y alegre.

OBRAS

Que Dios solo os baste.

    Recordad que estáis en este mundo como en un exilio; así pues, no ha lugar querer estar como en la patria.

CONSEJOS ESPIRITUALES


MARÍA DE LA ENCARNACIÓN

1599-1672

«Me veía en Dios en una entera des a­propiación de mí misma y de todas las cosas, como si nunca hubiese sido.»
(Relaciones de oración)

Originaria de Tours, Marie Guyard tiene, a la edad de siete años, una visión premonito­ria de su vocación mística. Su deseo precoz de hacerse religiosa se ve contrariado por sus pa­dres, quienes la casan, en 1617, con Claude Martin, tejedor de seda. De su unión nacerá un hijo. La muerte de su marido, en 1619, la arro­ja a la necesidad de trabajar en la liquidación de su fábrica. María de la Encarnación recibió, el 24 de marzo de 1620, una gracia de conversión. Renunciando a casarse de nuevo, hace voto de castidad.
La acción y la contemplación orientarán toda su vida. Mientras su hijo crece, el deseo de abrazar la vida religiosa se va abriendo camino en ella.
Tres manifestaciones de la Trinidad: 1625, 1627 y 1631 precedieron el momento en que toma el há­bito, el 18 de marzo de 1631. Entonces entra en las Ursulinas de Tours. En 1639, su vocación apostólica le abre nuevos horizontes: se embarca en compañía de dos monjas y de una viuda rica rum­bo al Canadá. Paralelamente a la construcción de un convento, María de la Encarnación redactará su autobiografía bajo la insistencia de su hijo, con­vertido en benedictino. A este texto se suman las Relaciones, los Retiros y una abundante corres­pondencia. Aunque esencialmente autobiográfica, su obra escrita deja aparecer en filigrana influen­cias diversas: san Bernardo, santa Catalina de Sien a, santa Teresa de Ávila, Benito de Can­-field... Su celo misionero conocerá sinsabores de to­do tipo: incendio del monasterio, guerra iroquesa, enfermedades y achaques. Murió el30 de abril de 1672.
La unidad y el sentido de la medida funda­mentan una existencia presidida por la actividad. La oración es su hilo conductor.

Extractos de las (Euvres, Aubier-Montaigne, 1942; Y de los tomos I y II de los Écrits spirituels et historiques, Desclée de Brouwer, 1929 y 1930.

­Lo que llamo puramente amor, es cuando Dios de pronto se deja poseer por el alma, donde le permite por su atractivo una comu­nicación muy íntima. Sin embargo, en este es­tado, a ella sólo le apetece gozar: le basta saber por una ciencia experimental de amor que El está en ella y con ella, y que El es Dios. Ella está contenta, pero no satisfecha, pues en El hay amabilidades infinitas, y El es un abismo de amor al fondo del cual no puede llegar, sin embargo ella aspira a hundirse en este abismo y por fin estar tan perdida que no vea más que a su Amado que por amor la habrá transfor­mado en El.

VI ESTADO DE ORACIÓN


Hay almas a las que Dios llama dulce­mente, sin atractivos tan potentes como ésos; pero unas y otras son conducidas por el mismo espíritu; en este estado no acusan ninguna imperfección voluntaria y si la co­meten se trata de sorpresas y de efectos de la fragilidad humana... Cada cual tiene sus de­bilidades, y sólo las descu9re a medida que Dios le comunica la luz; y El sólo la comuni­ca por grados, a no ser que, por una vía ex­traordinaria y por un don de sapiencia muy particular, descubra sus secretos al alma en un instante para ponerla en un amor actual y en un estado de luz y de calor. Pero si bien es verdad que incluso en este estado de luz se descubren los más pequeños átomos de im­perfección de un solo golpe y sin reflexionar, se ve no obstante que siempre hay que des­truir en nosotros a un cierto nosotros mis­mos que ha nacido con nosotros... Caemos, nos levantamos... e incluso cuando caemos hablamos y tratamos con Dios sobre este mi­serable nosotros mismos.

CORRESPONDENCIA


Sobre la comunicación de los bienes entre el Es­poso y la Esposa que sigue al matrimonio espi­ritual.

Mi alma es del Amor y el Amor es de mi alma, y, si me atrevo a decido, todos los bienes son comunes y ya no hay diferencia en­tre lo mío y lo suyo. El alma, viendo así con dulce mirada que su Amado es suyo y que ella es de su Amado, se complace en ser su esclava. y por más rico que sea con sus bienes, lo quie­re todo para El y nada para ella; ella no quie­re ser nada y que Ello sea todo, y es así como ella encuentra su contento. Nada ama tanto como verse despojada y vacía y mirar con complacencia la plenitud de su Amado. ¡Oh, qué amable ocupación! El alma cae en un sua­ve laberinto donde queda encantada o, mejor, santamente embriagada. No sabe dónde está. Sólo se siente perdida en este mar de amor donde, habiéndose anonadado, lo deviene to­do, y donde, nada poseyendo, goza de sus ri­quezas infinitas por la comunicación de sus bienes.

ESCRITOS ESPIRITUALES DE TOURS


Sobre e! destino sublime de! alma que ha al­canzado la unión transformadora.

Una vez que el alma alcanza este estado, poco le importa estar en los aprietos de los quehaceres o en el reposo de la soledad. Todo le da igual, pues todo lo que tiene cerca, todo lo que la rodea, todo lo que perciben sus sentidos, no impide en absoluto el goce del amor actual. En la conversación y en el mundanal ruido, per­manece en soledad en el gabinete del Esposo, es decir, en su propio fondo, donde lo acaricia y lo entretiene, sin que nada pueda turbar este divi­no comercio. Allí no se oye ruido alguno. Todo está en reposo, y no puedo decir si, estando de este modo poseída, le sería posible al alma 1iberarse de lo que ella padece,.pues entonces pare­ce que ella no tiene ningún poder para actuar, ni siquiera para querer, como si hubiera perdido su libre albedrío. Parece que el Amor se haya apo­derado de todo, dado que ella le ha hecho dona­ción del mismo por el consentimiento en la par­te superior del espíritu, donde este Dios de amor se ha dado a ella, y ella recíprocamente a Dios. Ella ve sólo lo que Dios quiere y que Dios la quiere en este estado. Es como un cielo, en el que goza de Dios, y le sería imposible expresar lo que sucede allí dentro. Es un concierto y una ar­monía que sólo pueden saborear y oír quienes tienen dicha experiencia y la gozan. Es preciso preservar este secreto; hasta tal punto sobrepasa toda expresión, y todo lo que de él se diga pare­ce bajo y defectuoso en comparación con lo que es. El propio cuerpo, al no ser capaz de tan gran­des cosas, sucumbe, cuando desde el espíritu se las quiere hacer pasar por los sentidos para dar­las a conocer al exterior, tal como ella lo experi­menta, cuando, pensando decir una palabra e iniciar un discurso sobre lo que siente en su in­terior, el espíritu pronto lo atrae todo hacia sí; hace morir a los sentidos y, recordándo1e al alma su unión, la absorbe en placeres y encantos que sobrepasan todo lo que el espíritu humano pue­de imaginar. Se ve tan elevada por encima de las criaturas, que todo lo rico y resplandeciente de este mundo se le antoja una mota de desprecia­ble polvo; y aunque sea de baja condición, la grandeza a la que no obstante se ha visto eleva­da hace que se estime más afortunada que toda la grandeza y la pompa que bajo el cielo pueda imaginarse. Dios no hace diferencia alguna entre las almas. É1 es quien las hace lo que son. Las hay que a El place elevar del estiércol al trono y esto en absoluto lo deshonra, sino que más bien es su gloria. Me veo obligada a callar, pues no creo que todas las lenguas de los Ángeles y de los hombres juntas puedan jamás explicar lo que su­cede en esta sublime comunicación.

ESCRITOS ESPIRITUALES DE TOURS


«Quien permanece unido a Dios se vuelve un mismo espíritu con ÉL»
 (1 Cor., 6, 17.)

En seguida me entregué a este gran Dios Caridad para permanecer en su amabilísi­ma unión, a fin de ser un mismo espíritu con El. No quería otra cosa que ser El mismo me­diante una transformación de amor, no pu­diendo sufrir estar separada de El ni perderle de vista un solo instante.
No podía comprender cómo se puede vivir separado de un Dios tan lleno de encantos y dulzuras, ni cómo yo misma había podido vivir en otro tiempo, cuando no lo conocía como ahora lo conozco.
Esta operación era de una simplicidad y soledad interior todavía más grande que la de la mañana. Pues me sentía atada y como identificada con esta divina Majestad, con­templando con una penetración de amor la dicha que hay en estarle así unida por tanto tiempo, sin más impresión que la del gozo de esta unión.
Me veía en Dios en una completa desprovi­sión de mí misma y de todas las cosas, como si nunca hubiese sido. Me parecía que yo ya no era yo y que ya no tenía nada. Lo que me llevaba a decide a esta incomprensible Majestad: «¡Oh mi gran Dios, Vos sois mi yo, Vos sois mi mío!
Yo ya no soy, sois Vos quien está en mí; yo ya no vivo, sois Vos quien vive en mí (Gal., 2, 20); he­me pues toda perdida en Vos, oh mi gran Dios, oh mi yo, oh mi todo!»
Cuando saboreaba esta dicha, se me ha di­cho interiormente mediante palabras claras y que no han hecho más que pasar, este pasaje de san Pablo: «Charitas nunquam excidit, la caridad nunca decae» (1 Cor., 13, 6). Y en el mismo instante, una nueva operación interior ha reno­vado la unión, con esta visión que no era sino
un consejo que se me daba de ser fiel a Dios, y una lección que se me daba de no disminuir por mi culpa la gracia sublime que poseo por el acceso que esta divina Majestad me otorga.
Esta divina lección me ha emocionado has­ta hacerme derramar abundantes lágrimas. Y transportada de amor, urgía a este gran Dios que me hiciera el favor de estarle inviolable­mente unida a fin de ser eternamente un mis­mo espíritu con Él.
    A continuación he conversado con El con palabras amorosas, pero humildes, hasta el fi­nal de la oración.

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«¿Acaso no sabéis que sois el templo de Dios, y que el Espíritu de Dios vi­ve en vosotros?»
(1 Coro, 3, 16.)

En cuanto vio estas palabras, mi espíritu se dejó transportar, diciendo a la Majestad de Dios: «Oh mi gran Dios, soy la nada y la mise­ria misma. ¿Os contemplaré en el cielo? Meted en él a mi alma que está tan alejada. ¿Os con­templaré en la grandeza de vuestra inmensidad que no tiene fondo ni límites? Mi espíritu débil y limitado se pierde. ¿Contemplaréis finalmen­te a vuestras criaturas? Estáis demasiado es­condido y veros es no veros. ¡Ah! Soy vuestro templo, mi gran Dios. ¡Os contemplaré, pues, en mí misma, adorable e incomprensible Trini­dad, mi Vida, mi Misericordia! ¡Oh mi gran Dios! ¿Os llamaré mi Padre, mi Rey, mi Maes­tro, mi Esposo? Sois mi Padre, puesto que obe­deceros quiero; sois mi Rey, pues sólo a Vos quiero rendir mis honores y homenajes; sois mi Maestro, pues sois Vos quien instruye a mi es­píritu y quien lo llena con vuestra luz. Pero so­bre todo, sois mi Esposo, mi Amor y mis Deli­cias pues yo soy toda vuestra, y Vos sois todo mío, Vos lo sabéis, ¡oh Verbo incomprensible!

ESCRITOS ESPIRITUALES DE TOURS












MADAME GUYON

1648-1717

«Así pues, no es cuestión de permane­cer ocioso, sino de actuar en depen­dencia del Espíritu de Dios que debe animarnos.»

(Le Moyen court, ch. XXI)

Descendiente de una familia noble de Montar­gis, donde nació el 13 de abril de 1648, la fu­tura Jeanne Guyon pasa la mayor parte de su en­fermiza infancia con las religiosas. A partir de 1655, la niña manifiesta una vida interior muy ferviente. Tentada de entrar, hacia 1660, en la Visitación de Montargis, sus padres se lo impidie­ron y la prometieron a Jacques Guyon, riquísimo señor.
Cinco hijos nacieron de su matrimonio; dos de ellos murieron. Su gusto por la oración y el re­cogimiento se desarrolló en un contexto familiar hostil y agitado. A partir de 1676, año en que muere su marido, Madame Guyon se entrega a su vocación. Su itinerario espiritual se verá sem­brado de las peores asechanzas. Sospechosa de quietismo para el arzobispo de París en razón de su doctrina sobre la «pasividad mística», se verá encerrada en varias ocasiones a partir de 1688.
Encarcelada de 1695 a 1703, pasa sus cinco úl­timos años de cautividad en la Bastilla. Bossuet, bajo presión de Madame de Maintenon, fue el causante de su condena. La defensa de Fénelon, cuyo encuentro -en 1688- influyó notable­mente en su evolución espiritual, no fue de nin­guna utilidad. Ya antes de su encarcelamiento, es probable que la personalidad de la gran místi­ca dejara su huella en los medios pietistas. El pastor Pierre Poiret fue el artífice de su reputa­ción a lo largo de todo su cautiverio.
Al término de un recorrido espiritual audaz y honesto, Jeanne Guyon se extinguió el 9 de junio de 1717. Las fuentes de su espiritualidad son va­riadas y múltiples. Autores como santa Catalina de Génova, san Francisco de Sales, Jean de Saint Samson, santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz ejercieron indiscutiblemente una influencia más o menos pronunciada en su mística. El pensa­miento contemplativo de Madame Guyon tiende hacia el silencio interior y «la pérdida total en la esencia divina».

Extractos de las Lettres chrétiennes et spirituelles, edi­tadas en Londres, 1767, Y de Quelques conseils tour la vie intérieure, Librairie Fischbacher, sin fecha.


Carta LXXXII. Que para cultivar bien el in­terior hay que reprimir las actividades y las reflexiones en la oración, en la lectura y en el examen de conciencia de la Comunión, a fin de dejar que Dios actúe y hable dentro de noso­tros. Tal es esta divina palabra.

1. Os he prometido, Señora, escribiros sobre determinados asuntos, mas debo reconocer con humildad que soy tan poco dueña de mí misma que con frecuencia olvido lo que menos ganas tenía de olvidar. Hace ya algún tiempo que per­cibo en vos un germen interior que os es por completo desconocido. He procurado tanto co­mo he podido desde hace algún tiempo mostrá­roslo, a fin de que tuvierais cuidado de dejado crecer y fortalecerse, como el germen de una flor, que no parece nada aún, y que se podría as­fixiar fácilmente si no señaláramos el lugar don­de se encuentra. Es un principio de vida, que subsiste en el invierno de la sequía y que per­manece escondido. Está, Señora, en lo más ín­timo de vuestra alma: está en vuestro corazón. Es ese no sé qué que os llama cuando estáis en el mundo, que os lleva a hacer, a pesar de vues­tras inclinaciones, todo lo que le place: es lo que se despierta mediante la lectura y la oración; y es, en fin, lo que os proporcionaría fuerza inte­rior, lo que os haría fácil la oración, más fre­cuente la presencia de Dios, menos enojosa la soledad, si lo cultivarais.
2. Mas, por querer hacerla demasiado bien, siempre lo asfixiáis. Hacéis como un labrador que después de haber sembrado la tierra la tra­bajara incesantemente, impidiendo con su tra­bajo fuera de temporada que el grano germi­nara y diera su fruto. Dios ha sembrado en vuestro corazón el grano de su puro amor, que produce el interior. En lugar de dejarlo crecer en reposo, hacéis todo lo contrario: al no verlo brotar enseguida hacia fuera, hurgáis incesan­temente para ver si sigue allí; y al remover de este modo la tierra, impedís que eche raíces. Cuando oráis, si sin preocuparas de vuestra imaginación permanecierais atenta a vuestro interior, sin querer examinar lo que acontece en vuestro corazón (que vos discernís fácil­mente cuando se os pone un dedo encima), si permanecierais, digo, atenta sólo a eso, veríais que lo que parece escondido en vuestro interior aumentaría poco a poco, y os daría una paz que jamás podréis obtener de otra manera.
3. No trabajéis pues más vuestro espíritu pa­ra obligado a pensar, ni para ver si piensa bien: contentaos con alimentar vuestro corazón con esta sustancia de la que tantas veces hemos ha­blado. Lo mismo ocurre con vuestras lecturas cuando éstas os recogen, permaneced simple­mente en ese recogimiento, sin querer aplicaros aquello que habéis leído ni penetrar su sentido: pues este detalle que queréis hacerle a Dios, os quita la unción simple de la que gozáis. Dejad que vuestro corazón se llene con este licor divi­no: cuando éste haya entrado una vez, tendréis un tesoro en vos misma al que podréis recurrir en caso de necesidad. Pero si cuando Dios os lo da, en lugar de dejar que se llene el corazón os divertís queriendo examinar cuál es su color, cuál su gusto y su olor, lo perderéis infaliblemente.
Lo que os digo tiene una importancia tal para vos, que sólo avanzaréis en la medida en que estéis persuadida de que debéis dejar a Dios el cuidado de llenar vuestro corazón, que os contentéis con permanecer atenta sólo a El, sin querer entrar en mil detalles que le impiden
operar en vos según sus designios. Abandonad pues todas esas actividades naturales, fruto de la vivacidad de vuestro temperamento, el cual querría ver la tarea hecha en un día. Un traba­jo eficaz es largo.
4. Cuando hay que combatirse a sí mismo y dejar a Dios como dueño del terreno, esto no se hace en un día: son precisos bastantes años. Dejad que crezca vuestro interior, y así reme­diaréis todos vuestros otros males. Vuestra prontitud, por el esmero que tendréis al re­gresar a vos misma y detener de golpe el vapor cuando quiera elevarse a lo alto, disminuirá poco a poco. Hay que tener una paciencia in­finita con uno mismo; sin ella nada haréis. No os desaniméis jamás: dejad de preocupa­ros por la longitud del camino: que no os sor­prendan vuestros defectos; mas soportaos a vos misma como Dios os soporta. Os moles­táis demasiado, y la molestia de vuestro espí­ritu impide la libertad de la unción de vuestro corazón.

 

CARTAS CRISTIANAS Y ESPIRITUALES



Carta CLXX. Abandonarse a Dios en todo momento con una fe desnuda.

No hay nada que hacer más que dejarse conducir instante tras instante por la Providencia, sin nada querer saber ni conocer del porvenir. Dejémonos conducir como ni­ños; y entreguemos a Dios todas nuestras empresas, sin querer tener ninguna seguri­dad de nuestro éxito; pues cuando el alma se abandona como es debido, Dios hace mila­gros de providencia; pero cuando se quieren certidumbres, a menudo nos equivocamos. Dejemos pues la seguridad y abracemos la fe: vayamos sin caminar, y sin saber adónde va­mos. Si Dios permite que nos extraviemos, seguramente es que hemos sido y querido ver adónde íbamos.
Hay que ir como el navío sobre las aguas: no hay huella ninguna ante sí, ninguna deja tras él. Nada hay que tener antes de marchar, ni nada retener del lugar de donde nos hemos marchado, para hacer la ruta. La Providencia nos hará todos los días una nueva ruta desco­nocida, a decir verdad; pero muy segura. No podríamos indicar mejor a Dios nuestra fe y nuestro abandono que renunciando incluso a cercioramos (de forma notoria) de su volun­tad. Olvidémoslo todo.

Carta CLXXI. Del puro abandono de sí a Dios, sin preocuparse ya más de sí mismo. Cuán puros y desnudos nos quiere Dios. Unión de las almas en Dios desde esta vida.

1. Os conjuro a abandonaros a Dios sin re­serva por todo lo que podría permitir que os su­cediera. Este es el tipo de cosas que El permite para que nos perdamos sin recursos: pero la fi­delidad y la firmeza impedirá que busquéis re­medio fuera de Dios y que os privéis de la Co­munión. Si Dios os quiere empujar tan lejos como de buen principio he sabido que lo haría, permitirá que os sucedan muchas cosas: pero el coraje evitará que os interesen. Me siento viva­mente empujada a enviaros ciertas disposiciones antiguas que os ruego tengáis a bien leer. Veréis por qué lugares tuvieron que pasar determina­das personas: yo me he encontrado más unida a vos, no obstante, y he encontrado vuestra alma sin término medio; cosa que me hace creer que Dios no se ha enfadado, y que si permite ciertos defectos es sólo por el placer de purificaros Él mismo, y a fin de que no os quede el menor apoyo. Me enfadaría si Dios os tratara con in­dulgencia: pues para mí sería prueba de que le sois menos cara.
2. Sois de Él: que os arroje al lodo o que os eleve al trono ya no es asunto vuestro. Vuestro asunto solo y único es el de no recobrar el do­minio de vos misma, de olvidaros, de dejar de miraros tanto si os arrojase al lodo como si os elevase al trono. Ya no sois vuestra. SÓLO DIOS ES; Y esto basta. Si llega a perder algo de lo que es, sólo esto puede y debe ocuparos: mas vuestro propio interés ya no os concierne; es asunto de Dios: que mate o vivifique, que pierda si quiere, ¿qué importa? ¿Acaso no es dueño de lo que es suyo? Está más cerca de vos que nunca. Vuestro fondo está en la verdad: por eso rechaza y re­chazará siempre todo lo que no sea esta única verdad. DIOS SOLO EN SÍ MISMO POR SÍ MISMO.

CARTAS CRISTIANAS Y ESPIRITUALES

Carta CCXL. ¿A qué se debe que casi todos los cristianos actuales no aprecien lo que concierne al INTERIOR?

1. Para responder a lo que me decís, que casi todos los cristianos no gozan de lo INTERIOR; es que sólo tienen la corteza de cristiano, y no la realidad. La parte principal del cristiano es el Interior; pues es por allí por donde entramos en los designios de aquel que es nuestro prin­cipio, por el cual y en el cual llevamos este nombre.
Si el cristianismo se limitara a sus ceremo­nias exteriores, Jesucristo no habría predicado con tanta fuerza todo lo que hace al verdadero cristiano, a saber, la renuncia a uno mismo, la pobreza de espíritu, llevar todos los días cada cual su cruz, y seguirle.
2. Para seguirle, hay que caminar por donde El caminó. ¿Por dónde caminó? Por el silencio, el retiro, la Oración, la vida laboriosa, la cruz, la contradicción. Se llamó nuestra vía, para con­ducirnos por el estrecho camino de la renuncia. Dijo que era nuestra verdad; así pues es preciso que nos dejemos iluminar por su luz; y no seguir los falsos brillantes. Adquiere la calidad de Vi­da ante nuestros ojos; a fin de que dejemos eva­cuar toda otra vida (esta vida de Adán) para ha­cerle sitio a la suya. Entonces será nuestra vida, poniendo la suya en el lugar de la nuestra.
3. Se habla de estados de penas, de destruc­ciones y de trastornos. Esto no sería así si la vi­da del viejo hombre no fuese para nosotros más que un vestido, que puede sacarse cuando se quiere. Pero esta vida de Adán es adherente; es­tá incorporada y como amasada con nuestra al­ma: es lo que causa el dolor, las penas, las prue­bas y las tentaciones por las que hay que pasar. Sin embargo, cierto es que nunca tendremos la vida de JESUCRISTO, que es la vida del cristiano, hasta que hayamos abandonado al viejo hom­bre. Despojaos del viejo hombre, dice san Pablo, para revestiros del nuevo. He aquí la renuncia­ción, que va la primera.
4. Dado que el Hijo tiene la vida en sí mismo, le es dado comunicarla a los demás. Pero sólo la comunica en la proporción en que se eliminan los obstáculos; por eso dijo Jesucristo: Aquel que ame su vida, la perderá; y aquel que pierda su vida, la conservará.
A medida que vamos perdiendo nuestra propia vida, tomada de Adán, tenemos esta vi­da del Verbo, para la cual hemos sido creados, y que tenía que ser nuestra verdadera vida, siendo la vida de Adán no más que una vida prestada que la serpiente le dio mediante su aliento mortal, haciéndole perder la vida de Je­sucristo, que es la vida verdadera. Por eso, en cuanto le fue dada, se le dijo que moriría.

CARTAS CRISTIANAS Y ESPIRITUALES
Muchas personas renuncian a consagrarse a lo interior, confundidas por la falsa idea de que para ello es preciso abandonar to­do tipo de ocupaciones. Sin embargo, no hay ninguna ocupación que le sea contraria, y no es necesario abandonarla para ser interior, ni abandonar el mundo, sino que hay que inten­tar, al contrario, expandir el interior en el mundo. (Vida interior.)

Cuando Nuestro Señor dijo que hay que re­zar sin cesar, no quiso encomendarnos algo imposible: no se trata de la plegaria vocal, que no puede ser continua, ni de la meditación, que tampoco puede ser perpetua. Hay una ora­ción que puede hacerse en todo momento, en todo lugar, sin que nada pueda interrumpirla, esta oración es una tendencia perpetua del co­razón hacia Dios. Esta plegaria viene del amor que despierta en nosotros la presencia de Dios, y a menudo comprobamos que se hace en nosotros, sin no­sotros. Se hace en nosotros por la fe. (Ídem.)

No se dice que no haya que actuar, sino que hay que actuar en dependencia del movimiento de la gracia; e! alma debe dejarse mover por el Espíritu vivificante que hay en ella. (Oración.)

La oración es e! alimento de! alma; cuando nos privamos de ella por nuestra culpa, nos ha­cemos padecer hambre a nosotros mismos. (Ídem.)

El silencio le da a Dios la libertad de operar en nosotros y en nosotros imprimir su volun­tad y su amor puro. En tanto que Dios nos in­vita al silencio, no hablemos, pero dado que nos otorga la libertad de dirigirle algunas pa­labras, digamos aquellas que nos vengan natu­ralmente sin buscadas. (Ídem.)

( Sin la práctica de la oración, es imposible ser interior. Es mediante ella como nos volve­mos completamente distintos de lo que sería­mos de forma natural; ella es quien da la paz y la calma a nuestra alma, quien nos hace cum­plir nuestros deberes con perfección, también es la que nos hace recibir con el mismo espíri­tu todos los sucesos de la vida, por más desa­gradables que les parezcan a los sentidos, por­que ella nos conduce insensiblemente a una sumisión perfecta ante la voluntad de Dios. (Ídem.)

No se trata de apartarse del mundo, hay que apartarse de uno mismo. (Desapego de sí mismo.)

La paz con Dios sólo puede ser perfecta mediante la total renuncia. Esta paz nos da paz con nosotros mismos y con el prójimo... (Ídem.)

¡Hay que dejar que los hombres piensen de nosotros lo que quieran; no hay que gustar a los hombres, sino a Dios. (Algunos pensamientos.)

No hay que ver siempre en el porvenir ma­les que tal vez no se produzcan. Esto nos da una melancolía que perjudica al cuerpo y al al­ma, mientras que la alegría, al contrario, en­sancha el corazón. (Ídem.)

ALGUNOS CONSEJOS PARA LA VIDA INTERIOR



Credo tibetano del nacer y del morir





                                     Padma Sambava










                                       Credo tibetano del nacer

 y del morir







                                                 Editado por Miguel Grinberg








ÍNDICE


I. Vida y obra de Padma Sambava, el Segundo Buda

II. Meditación visualizadora del Maestro de los Tres Cuerpos

III. La liberación natural mediante la visión desnuda, que identifica la inteligencia

IV. Credo Tibetano del Morir y del Renacer

V. Invocaciones y plegarias

VI. Padma Sambava se despide del Tibet

VII. Testamento de Padma Sambava al pueblo tibetano; de las generaciones futuras

     Simbología de la bandera del Tibet.











I


Vida y obra de Padma Sambava, el Segundo Buda


No crean nada, oh monjes, simplemente porque se lo dieron... o porque es tradicional, o porque lo imaginaron. No crean lo que su maestro les  dice, simplemente por respeto al maestro. Pero luego de la indagación y el análisis, en razón de todo lo que descubran como conductor hacia el bien, el beneficio y el bienestar de todos los se res, crean en esa doctrina, adhiéranse a ella, y tómenla como su guía. Sidarta Gautama

Una siembra luminosa


 Entre los imponderables tesoros espirituales  que el budismo tibetano guarda en su tradición, se debe al maestro Padma Sambava un vasto y revelador tratado titulado La Liberación Natural Mediante la Contemplación de los Budas Iracundos y Apacibles. A él se le reconoce la introducción de las enseñanzas de Buda al Tibet durante el siglo VIII de la era presente.
 Según las crónicas de la época, antaño en ese país regían cultos religiosos bárbaros ante los cuales, un emperador esclarecido llamado Trisong Detsen (755-797) decidió encaminar el destino tibetano en dirección de las enseñanzas budistas, cuya trayectoria en la India ya llevaba doce siglos de fértil implantación. En ese sentido, su obra de esclarecimiento fue facilitada por la visión de otro emperador que lo precedió, Songtzen Gambo (627-749), quien en la culminación de una época de alta beligerancia nacional apuntada a neutralizar tendencias militaristas feudales, decidió abrir su país a la cultura de la India, después de explorar el acervo espiritual del Asia.
 Gambo, con la intención de proporcionarle al Tibet el lenguaje escrito que no poseía, envió a los eruditos más dotados de su reino a aprender sánscrito en centros religiosos indios, como paso previo para la traducción de los máximos textos budistas. Creía firmemente que un clima nacional de "sacralidad" podría orientar a su nación hacia la cohesión social y la grandeza moral.
 El budismo es una de las más refinadas filosofías antiguas y hace 2.500 años que constituye una reveladora corriente religiosa. Iniciada en la India por el príncipe Sidarta Gautama, posee como elementos primordiales una bondad amorosa universal, el culto de la no-violencia, un impulso de paz e indulgencia, Asimismo, estimula a los seres conscientes a que se basen en sólidos principios éticos y a que durante su existencia terrena se enfoquen hacia la búsqueda de la verdad y el significado de la vida. Sus enseñanzas contienen una profunda comprensión de la mente humana y proponen múltiples disciplinas meditativas. Esto último se encuentra tan arraigado en las tradiciones budistas, que es tomado como obvio. De allí que se dé por sobreentendida la práctica de la meditación, y que se enfatice su aprendizaje bajo la guía de maestros idóneos.
 La práctica de la meditación, especialmente dentro del budismo tibetano, apunta a que el discípulo descubra en sí mismo las zonas de conflicto, que comprenda la naturaleza de su ser y que desarrolle al máximo el potencial de su mente. El objetivo predominante es que la vida se colme de significados y de realizaciones, no simplemente para el bienestar personal, sino para el beneficio de todo el mundo.
 En la esfera devocional, a Padma Sambava. (que en sánscrito significa nacido de un loto), se lo considera como el Segundo Buda, porque cuando Sidarta estaba a punto de fundirse en el parinirvana, le dijo a sus seguidores: Esta vida mundana es transitoria, y la separación resulta inevitable. Pero en el centro de un lago inmaculado situado en las tierras de Udíyana, aparecerá alguien que será más sabio y poderoso que yo. Nacerá en el centro de una flor de loto, será conocido como Padma Sambava, y revelará enseñanzas de los Mantras Secretos que liberarán a todos los seres de la precariedad material.
 El término sánscrito parinirvana define la meta suprema de las aspiraciones budistas: la paz total, el reposo eterno. Sobreviene tras la muerte del cuerpo físico, una vez alcanzadas la plena purificación moral, la sabiduría suprema y el nirvana. Es un estado inefable e indescriptible. Implica el cese absoluto de la existencia mundana, la decadencia corporal, la muerte, el nacimiento y la repetición de los cielos encarnados.
 El nirvana es un estado de liberación suprema del sufrimiento y constituye el objetivo de todas las prácticas budistas. Es la finalización del samsara o cielo infinito de la existencia: el budismo sostiene que todos los seres no realizados transmigran continuamente de una vida a otra, que los cuerpos mueren pero las mentes son eternas y están atadas a tal ciclo por la ignorancia, los deseos y las ilusiones. El nirvana está al alcance de todos porque es la verdad implícita de la condición humana y los maestros afirman que para una mente iluminada y despierta nirvana y samsara no son más que dos caras de la misma moneda. Algunas escuelas budistas lo sitúan más allá de este mundo, pero la línea universalista del budismo tibetano (y de otras latitudes del Asia) lo asumen como parte de la vida corriente donde se producen los fenómenos sensoriales. De modo que quien alcanza el nirvana transforma los sucesos relativos cotidianos en una dimensión perfecta, extraordinaria, llamada estado de Buda o Budidad.
 Impresionado por las doctrinas budistas enseñadas en la universidad de Nalanda de la India, el rey tibetano Detsen le pidió apoyo a su rector, el maestro indio Khenpo Shantarakshita, para construir un primer monasterio en Samye. El sabio verificó que sus poderes eran insuficientes para enfrentar la reacción mágica y demoníaca de los chamanes adeptos a la antigua religión Bon, y convocó a Padma Sambava para concretar el difícil emprendimiento. Lo ligaban lazos de familia, pues el Segundo Buda tenía como consorte y discípula a la princesa Mandarava, hermana de Shantarakshita.
 Considerado como una emanación del habla de Buda Avalokitesvara (señor de la Compasión Universal), de la mente de Buda Amitaba (señor de la Luz Inconmensurable) y del cuerpo de Buda Sakyamuni (Gautama, el fundador, sabio del clan Sakya), las biografías de Padma Sambava exceden los matices de cualquier personaje histórico pues, a la par de sus acciones físicas entre los seres vivos, ostentaba los poderes de ocho apariencias distintas de carácter sobrenatural.
 La doctrina explica que todos los Budas de las Diez- Direcciones (cenit y nadir, norte, sur, este, oeste, noreste y noroeste, sudeste y sudoeste) y de los Tres Tiempos (pasado, presente y futuro) son en esencia idénticos y se unificaron en la figura de Padma Sambava, conocido también en la India como Gurú Padma y en el Tibet como Gurú Rinpoche. Las enseñanzas esenciales de Buda son siempre iguales para todos, pero según sea el estado de la evolución espiritual de los involucrados, pueden interpretarse de manera diferente. De allí las innumerables variaciones y corrientes del budismo. Padma Sambava se presentaba de modos disímiles, adecuados a la receptividad de los buscadores de la iluminación y de la consiguiente liberación del sufrimiento.
 Creció, igual que Buda, en un contexto palaciego como hijo adoptivo de Indrabodi, rey de Odiyana, quien lo visualizaba como su heredero y se negaba a permitirle una vida de peregrinaje iniciático y de exploración religiosa. Para librarse de tal designio, Padma Sambava quebró la ley del reino: durante una ceremonia real se sumergió en una danza alucinada y clavó de modo letal un tridente en el pecho del hijo de un ministro. Se lo condenó al exilio en lo que se consideraba el peor lugar del reino: los crematorios. Pero allí se reunían los adeptos al Tantra (en el budismo, disciplina contemplativa vivencial ajena a la abstracción filosófica) y se vinculó con infinidad de dakinís (emanaciones femeninas de la sabiduría búdica, angelicales o feroces según las circunstancias, eventualmente eróticas). Desde ese momento, sus conexiones con múltiples divinidades fueron espontáneas y constantes. Distintos maestros lo fueron iniciando en matices sutiles de la epopeya espiritual, en tanto perfeccionaba ceremonialmente el tantrismo con su consorte Mandarava. A cierta altura, desentrañó los secretos de la longevidad, trascendió los márgenes de la vida y de la muerte y, por consiguiente, se volvió inmortal.
 Cuando regresó a Odiyana disfrazado de mendigo, fue descubierto y el ministro cuyo hijo había muerto lo condenó a sucumbir en una gran pira, situación de la que Padma Sambava y Mandarava salieron totalmente ilesos. Hay otras versiones del incidente, y una de ellas narra que Mandarava era abadesa de un convento con 500 monjas, e hija del rey de lo que hoy es Mandi. El maestro entró al convento y la tomó como consorte, violando la ley. Ese monarca ordenó quemarlo pero las llamas se transformaron en un lago.
En consecuencia, y deslumbrado, el rey de Odiyana se convirtió en discípulo de su hijo. Dondequiera éste aparecía, revertía radicalmente mediante la fe situaciones de odio y violencia. Viajaba de modo incesante y así llegó a ser un máximo maestro tántrico en Nalanda.
 El Tantra es un método meditativo apuntado a lograr la experiencia iniciática que precede a la iluminación. Abarca cuatro dinámicas esenciales: el mandala (cosmograma gráfico que permite captar la realidad cósmica inductora de la realización espiritual del practicante), las asanas (posturas correctas para la meditación), el mudra (gesto de carácter ritual consumado con las manos y los brazos) y el mantra (invocación mental edificante ligada al acto meditativo).
 Padma Sambava diluyó de modo avasallador todas las fuerzas demoníacas que se mancomunaron para impedir que introdujera el budismo en el Tibet, y las crónicas señalan que trasmutaba sin cesar cuanta manifestación de negatividad aparecía en su área de influencia. No bien lo acometían los poderes imperantes basados en creencias míticas primitivas, Padma Sambava no cedía ante las fuerzas naturales hostiles desatadas en su contra, ni resultaba vulnerable a los designios mágicos destructivos.
 Sin cesar, cuando era enfrentado con el entendimiento antiguo, proporcionaba nuevas explicaciones y exponía -con obstinación hábil y transparente- las facetas místicas y luminosas de la existencia humana. Sabía de los ritos primitivos de los tibetanos que procuraba iniciar en el budismo hoy conocido como Escuela Vajrayana (diamantina, joya de la sabiduría que expresa la realidad suprema y que manifiesta una compasión universal). El budismo afirma que las deidades celestiales (budas apacibles) o las formas demoníacas (budas iracundos) son expresiones de la mente humana. Por lo tanto, la neutralización de tales potencialidades requiere que se domen las, propias emociones.
 No bien se consolidó una situación favorable al budismo en el Tibet, Shantarakshita asumió como abad del flamante monasterio de Samye, y comenzó la traducción sistemática al idioma tibetano de todas las enseñanzas del Buda preservadas en sánscrito. Muchos tibetanos fueron a estudiar a Nalanda, y numerosos maestros indios se radicaron en el Tibet.
 No hay acuerdo entre los cronistas sobre el tiempo que Padma Saraava permaneció entre los tibetanos, y así como algunos lo miden en meses, otros lo establecen en décadas. En un documento histórico llamado 'Declaración de Ba" se resuelve la discordancia mediante esta explicación: parecía que el maestro abandonaba el Tibet pero lo que en verdad partía eran proyecciones creadas por Padma Sambava, que se recluía en cavernas distantes, o continuaba su labor misionera en Nepal y Bhután, para la transmisión colectiva del Darma (la Enseñanza o Verdad). Sostenía siempre que el conocimiento espiritual debe personalizarse y convertirse en testimonio individual, pues si se mantiene en mera teoría no cumple función provechosa alguna.
 Dados sus poderes magnos, suele explicarse, concretaba grandes realizaciones que supuestamente demandarían mucho tiempo, cosa que en la práctica se volvía relativo. Hacía mucho en un instante, y cada instante equivalía a la eternidad. Y su leyenda afirma que Padma Sambava continúa viviendo como maestro en esté mundo, para beneficiar con su luz a todos los seres sensibles como gran regente del Vajrasatva (cúspide de los budas apacibles, custodios de los misterios sublimes) y para garantizar con su presencia que la genuina esencia del Darma permanezca para siempre en la tierra.
 El tratado La Liberación Natural Mediante la Contemplación de los Budas Iracundos y Apacibles detalla con profundidad e intensidad las cúspides del credo tibetano sobre el arte de morir y renacer, corno forma de superar progresivamente los obstáculos que traban el desarrollo espiritual. Su recopilación inicial se debe a la princesa Yeshe Togyel, consorte y discípula tibetana principal del maestro Padma Sambava, quien no sólo transcribió sus enseñanzas orales - en un lenguaje codificado que hoy se denominan escrituras de dakini- sino que Togyel los ocultó en cavernas y otros lugares secretos e inaccesibles cuando el maestro vaticinó que vendría una época muy adversa para las enseñanzas del Buda en la región, cosa que efectivamente ocurrió a partir del siglo IX.
 Los llamados termas (tesoros o reminiscencias de la Visión Pura), no sólo quedaron guardados en lugares conocidos apenas por sus discípulos más cercanos, que en encarnaciones posteriores los localizaron como reveladores de tesoros o tertones, sino que al mismo tiempo algunos quedaron como sembrados en la mente de otros iniciados, que los corporizaron en el futuro cuando las condiciones fueron mejores, En la práctica, el terma es inmaterial y permanece protegido en profundos niveles mentales, hasta que súbitamente lo devela uno de sus herederos espirituales. Hay siete tipos: algunos fueron escondidos en el seno de rocas, tierra o agua; otros quedaron como reminiscencias latentes; y otros fueron transmitidos de mente a mente (de maestro a discípulo).
 Uno de los tertones más famoso fue Karma Lingpa, quien localizó esta enseñanza en una cueva montañosa de la zona tibetana central, en el siglo XIV. Época luminosa, que el tibetólogo Robert Thurman describe así: “Todos aquellos lamas eran eruditos, santos, científicos y exploradores psiconáuticos (navegantes de la mente). Se cree que una gran cantidad de ellos había conquistado la capacidad que llamamos 'muerte lúcida'. Habían practicado a la perfección los yogas esenciales que se alcanzan durante una vida de enfoque total en la iluminación... Esos lamas eran los científicos más avanzados, santos hombres y mujeres carismáticos al extremo, respetados líderes sociales, y los más amados miembros de la sociedad tíbetana “. Cabe señalar que se llama lama a todo maestro espiritual, sea o no un monje.
 Siglos después de su recuperación en aquellos tiempos más propicios, una fracción funeraria de los mismos (el Bardo Thodol, que significa "liberación mediante el escuchar en el plano posmortem") fue traducido al inglés y publicado en Europa en 1927 bajo el título arbitrario de Libro Tíbetano de los Muertos.
 La tarea básica fue realizada por el lama Kazi Dawa Samdup, que el profesor británico W. Y. Evans-Wentz, del Jesus College de Oxford, compiló y publicó firmando el resultado con su nombre. Recién al publicarse la tercera edición en 1955, en
Estados Unidos un oportuno prefacio del lama Anagarika Govinda colocaba a Padma Sambava en su justo lugar corno autor original del trabajo. Evans-Wentz, que por cierto había querido emular al Libro Egipcio de los Muertos (otro título arbitrario con el que algunos egiptólogos del siglo XIX bautizaron a un  papiro en verdad titulado Libro de la Salida al Día), puso algunas cosas en su lugar en 1954 con la edición de otra fracción de las enseñanzas de Padma Sambava, bajo el título Libro Tíbetano de la Gran Revelación incluyó algunas secciones d  la biografía del Gurú Rinpoche escrita por la dakini Yeshe Togyel. Pero en general, la sobrecarga de interpretaciones intelectuales que elaboró este divulgador europeo de formación cristiana, tornó bastante indigeribles sus dos aportes divulgatorios.
 Para corregir ese fárrago retórico que en vez de esclarecer en Occidente las avanzadas enseñanzas del sabio Padma Sambava las oscurecía, el segmento de las ceremonias mortuorias de su prédica fue traducido de nuevo al inglés en 1975 por el lama Chógyam Trungpa y la investigadora Francesca Fremantle. La psicointerpretación del erudito lama contemporáneo resultó más extensa que el texto básico comentado: aclaró muchas zonas puestas en penumbra por Evans-Wentz, pero planteaba un problema nuevo. En vez de ir al "alma" del texto, se esmeraba en enumerar eruditamente en sánscrito el nombre de infinitas deidades totalmente desconocidas por lectores occidentales no budistas que sólo saben que el Tibet existe gracias a la prédica infatigable del Dalai Lama. Que no tienen la menor intención de adherir al ascetismo budista y que no saben qué pensar cuando Trungpa les expresa que “Ahora, los principios de los cinco Tagháta se transforman en los Héruka y sus consortes... Vajrapaní se manifestó como Hayagriva, la roja figura colérica con cabeza de caballo, y emitió tres relinchos para proclamar su presencia en el reino de Rudra, Luego penetró en el cuerpo de Rudra por el ano, y Rudra quedó humillado en extremo...
 Por fortuna, en 1994, Robert Thurman tradujo, con mayor amplitud temática la obra original y recuperó una gran cantidad de plegarias y visiones de Padma Sambava desechadas por las dos versiones precedentes. Allí reside su mérito: no dejó afuera la poesía espiritual del Nacido de un Loto, quien dijo: 'Vine como lluvia que cae por el mundo en formas innumerables para quienes estén listos para recibirme. Las acciones de los Iluminados son incomprensibles. ¿Quién puede definirlas o medirlas?'

El Libro Tibetano de los Muertos


 Uno de los preceptos centrales de la religión tibetana se basa en el concepto de reencarnación, lo cual incorpora a la muerte no como el fin de todas las cosas, sino como una etapa esencial de la evolución humana. Las traducciones más divulgadas del Bardo Thodol (a las que pueden agregarse otras tres: la de Giovanni Tucci, la de Eva K. Dargyay y la mancomunada de Stephen Hodge y Martin Boord) ponen en primer plano rituales a ser practicados con los difuntos, en especial una serie de recitados que tienen por finalidad guiar al fallecido hacia la consumación del nirvana en otras órbitas. Caso contrario, volverá a encarnar en este mundo de los seres pasibles de sufrimiento.
 En tibetano, bardo significa entre dos, estado intermedio o zona de transición. En el contexto más estricto, se asume como el interludio entre el acto de morir y la asunción de la vida siguiente.
 Las enseñanzas de Padma Sambava se inscriben en una de las tres grandes corrientes budistas, la Vajrayana (budismo Tántrico o Esotérico). Llamada también "vehículo de diamante", recurre a conjuros, rituales altamente sofisticados, símbolos y la adquisición de poderes sobrenaturales, a fin de alcanzar el estado de Iluminación. Todas estas técnicas psicofísicas se transmiten oralmente del maestro al discípulo, no hay manuales integrales al respecto. Los existentes son insuficientes sin la enseñanza oral. El practicante se identifica con Buda y puede alcanzar la Iluminación en una sola vida. Las prácticas tántricas se caracterizan por la inclusión de la vida sexual (shakti). Thurman propone que etimológicamente, Tantra significa red y establece una concordancia entre el mundo exterior y el interior, entre las deidades y los seres comunes. Las doctrinas tántricas detallan prácticas rituales en pos de realidades supremas. Así mismo, en tibetano el Tantra se conoce como rgyud, que significa continuidad.
 Las otras dos corrientes son el budismo Hinayana (o Theravada), denominado "pequeño vehículo", que enfatiza la austera vida individual en el seno de un monasterio como manera de emular a Buda (quien desechó el ascetismo extremo), conquistar la santidad mediante la práctica meditativa y extinguir el deseo y los residuos kármicos al final de la vida. El karma es una ley de la causa y el efecto: todas las acciones positivas o negativas pesan sobre cada individuo y lo condicionan a sufrir sus consecuencias durante una o varias existencias. El objetivo espiritual consiste en librarse del cielo de las existencias.
 En cambio, el budismo Mahayana o "gran vehículo" no admite la liberación personal como objetivo exclusivo y se aboca con la compasión como herramienta altruista principal a avanzar hacia la Iluminación junto a los semejantes, todas las vidas que haga falta.
 En las prácticas Vajrayana se identifican seis bardos: 1. el proceso del fallecimiento (intervalo desde el instante en que el individuo comienza a morir hasta que tiene lugar la separación de la mente y el cuerpo) y la eventual percepción de la Luz Clara (naturaleza búdica); 2. las visiones apacibles e iracundas (proyecciones de la mente humana que toman características de deidades del cielo o del infierno, semejantes a los estados psicodélicos); 3. período de devenir o renacimiento (donde la conciencia desciende y la mente -por la fuerza del karma- asume un nuevo cuerpo donde nacer: el budismo no postula la continuidad de una entidad que se reencarna sino que habla del renacimiento de un flujo de conciencia o emanación en un nuevo cuerpo); 4. la transición entre el nacimiento y la muerte (la conciencia común, despierta en la vida corriente); 5. el estado de sueño (lo que se experimenta cuando se duerme); y 6. la concentración meditativa (estabilidad durante los ejercicios de introspección).
 Lo singular del Bardo Thodol en su versión integral (con los votos y plegarias) es que deja de ser un manual funerario y se vuelve una guía para el acto de vivir. En todo momento de su crecimiento y evolución como ser humano, cada individuo muere en relación a su pasado, deja atrás facetas de su ego antiguo, y si no lo hace le resultará imposible encontrar su lugar en la nueva vida espiritual que le cabe como iniciado.
 Por eso el lama Govinda resalta que todos los que están ilustrados sobre la filosofía budista reconocen que el nacimiento y la muerte no son fenómenos que ocurren una sola vez en la vida; se producen ininterrumpidamente. En cada instante algo muere en nosotros y algo renace. Por lo tanto, los diferentes bardos representan distintos estados de conciencia en nuestra vida. El estar despierto con la conciencia normal de haber nacido en el mundo humano, el estado de inmersión en el sueño, el trance durante la. meditación profunda, la experiencia de morir, la experiencia de la realidad, la experiencia de renacer. Hay mucho para hacer en esta vida, que no se trata de una misa por los muertos, cosa a la cual se redujo al Bardo Thodol en los últimos tiempos. La obra se dirige no sólo a quienes ven que se aproxima el final de su vida, o que están cerca de la muerte, sino a quienes todavía tienen muchos años de vida encarnada, y que, por primera vez, advierten el significado de su vida como seres humanos. Nacer como ser humano es un privilegio, según la enseñanza de Buda, porque ello ofrece una rara oportunidad de: liberación a través del propio esfuerzo decisivo, a través de un darse vuelta en el profundísimo asiento de la conciencia.
 William Hart, en su obra sobre la meditación Vipassana, dice que el universo existe para cada uno tan sólo cuando lo experimentamos con el cuerpo o con la mente. No está en parte alguna, está siempre en el aquí y el ahora. Y la exploración de nuestro aquí y ahora es la única forma en la que podemos explorar el mundo, porque a menos que exploremos nuestro mundo interno, nunca podremos conocer la realidad. En la antigua lengua pali de la India, Vipassana significa visión cabal. Constituye la esencia de la enseñanza del Buda la experimentación real de las verdades que enunció. Sus palabras son la expresión de su experiencia meditativa y también instrucciones detalladas de la forma en que debe practicarse para alcanzar la meta que él alcanzó: la experiencia de la verdad. Muy por encima de los cultos tanatológicos imperantes en estos tiempos degenerados, las enseñanzas de Padma Sambava revelan los secretos de la vida. Lo cual les otorga un inmenso valor espiritual a la vez que las reviste de una infinita proyección universal.
 En cualquier aprendizaje general, un discípulo se da vuelta, se revierte: escucha, reflexiona y medita. Pero aquí se trata de algo distinto al escuchar en el contexto de la escucha, la reflexión y la meditación. Equivale a cierto tipo de enseñanza del Vajrayana que tiene la capacidad de provocar la liberación. Esta liberación "mediante el escuchar" no alude al acto físico, al uso del sentido del oído, por parte de alguna persona que escucha la lectura de la enseñanza de alguien llamado Buda. Más bien se trata de una experiencia de alguien que acepta la enseñanza con su corazón, se apropia de ella, y con ella se embebe, se empapa y se embriaga.
 Escuchar, en este caso, es abrirse con total permeabilidad. Es dejar que el corazón vibre y se colme infinitamente, con fe, sinceridad, devoción y entrega.
 Lo que tal vez comienza de modo intuitivo, va transformándose en entendimiento: el sentimiento se fusiona con el pensamiento. El corazón y la mente accionan de modo unísono. Por fin, la captación intuitiva y el discernimiento mental pasan a accionar en la experiencia directa del individuo, que convierte la enseñanza en una realidad viva, expansiva, ilimitada. Y es aquí que resuena expandida la premisa de Padma Sambava: "el conocimiento espiritual debe personalizarse y convertirse en testimonio individual, pues si se mantiene en mera teoría no cumple función provechosa alguna". O como expresa el Lama Govinda: "así, la convicción intelectual crece y se vuelve certeza espiritual, en un conocimiento donde el conocedor se vuelve uno con lo conocido".
 La liberación natural consiste en identificarse con lo que es, tal cual es, porque por encima de lo ilusorio de la vida y la muerte, el secreto consiste en librarse de la ignorancia. El Darma budista, clave de eternidad, de llama inagotable, de luz infinita, disipa las nubes del temor, abre camino a la llegada de un sol que trasmuta las fibras del ser. La muerte es algo ilusorio porque uno se ha identificado con una forma transitoria, temporal. Desde el momento de nacer comienza la hora de morir. Hecho inapelable que llega cuando y como sea, sin dar posibilidad de fuga. Es cuando las fantasías físicas, mentales o emocionales del individuo dejan paso a las vibraciones de unificación con el universo. Que en el budismo se denomina bodichita: una conciencia del despertar del espíritu suprapersonal que lo abarca todo, y que reside en todo ser vivo en estado potencial.
 Morimos y nacemos ininterrumpidamente. En la enseñanza tántrica que se produce es la muerte simbólica del "iniciado", que se abre a otras formas de percepción. Lo que llamamos iluminarse es darse a luz, conscientemente. No una vez sino infinitas veces, lejos de toda instancia de cristalización.
 La "liberación", dice por fin el Bardo Thodol, es un acto mental basado en reconocer claramente, que no hay otras ataduras que las que tejemos nosotros mismos a nuestro alrededor. Que los cielos, los infiernos, los dioses y los demonios -y también esta misma vida- no son sino fabricaciones de nuestra imaginación.
 Todos los textos de Padma Sambava incluidos en esta selección, fueron concebidos para ser recitados. Para el que quiera escucharlos y para que los escuche quien los recite. No una vez: muchas veces. Porque en última instancia, sólo de la confluencia de la sabiduría y la compasión surge el destello inconmensurable del Buda Amitaba, señor del Paraíso de Occidente (un estado de conciencia denominado también de la Tierra Pura). Igualmente conocido como Amitayus: el Buda de la longevidad inconmensurable.
 Morir, renacer.. en el devenir de la vida infinita no hay principio ni fin. En el budismo, mente y alma o espíritu son sinónimos. Y constituyen itinerarios intemporales que una luz clara y compasiva nutre como una madre celestial, eterna.
                                                                                                                                  Miguel Grinberg

II

Meditación visualizadora del Maestro de los Tres Cuerpos

 La inconcebible realidad de Buda se resume en tres luminosidades o cuerpos que confluyen en la Iluminación: la realidad suprema, la beatitud personal y la emanación creativa en beneficio de todos los seres. Al mismo tiempo que el budismo tibetano remarca el valor de un Mentor (O maestro) personal, indica que existen tres venenos (la codicia, el odio y la ilusión) que fuerzan ciclos de vida carentes de luminosidad y encadenados al sufrimiento. La Iluminación liberadora se produce solamente cuando se los elimina de manera integral, como modo de acceder a la transformación inmediata del ser con base a las enseñanzas budistas sobre la Gran Perfección. He aquí la plegaria propuesta por el Maestro Padma Sambava en pos de tal visualización, prerrequisito de toda consumación.

 ¡OM!
Al Mentor del Cuerpo de la Verdad, no nacido,
no desarrollado,
en el palacio del perfecto Reino de la Verdad que
todo lo impregna,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, todavía asido a la ilusión de
p
las ideas falsas,
acepto libremente la bendición del perfecto
Cuerpo de la Verdad,
como sabiduría primordial, sin esfuerzo, sin artificios.

Al Mentor del Cuerpo Beatífico, inmortal, embeleso supremo,
en el palacio de 1a resplandeciente beatitud universal, sabiduría pura,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, todavía dominado por
deseos y apegos,
acepto libremente la bendición sin esfuerzo del Cuerpo Beatífico,
como liberación natural de la sabiduría interna de la beatitud universal.

Al Mentor del Cuerpo Emanador, inefable, creado por sí mismo,
en el palacio del loto perfecto e inmaculado,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, todavía impregnado de odio
y de prejuicios,
acepto libremente la bendición sin esfuerzo del Cuerpo Emanador.
como prueba neta de la sabiduría introspectivo
de la autoiluminación.

A la imparcial beatitud grandiosa del Mentor del Triple Cuerpo,
en el palacio de la genuina Luz Clara de la introspección,
con reverente devoción, dedico mi fervorosa plegaria.
Libre por mi cuenta, sin abandonar el dualismo entre sujeto y objeto,
acepto libremente la bendición del éxtasis del Triple Cuerpo,
como espontaneidad de la sabiduría original del Triple Cuerpo.

Oh, compasión para estos seres conscientes que sufren,
que vagan por los cielos de la vida, enceguecidos
por ilusiones,
sin saber que sus propias mentes son el infinito
Cuerpo de la Verdad:
¡que todos ellos logren el Cuerpo de la Verdad!
Oh, compasión para estos seres conscientes,
confundidos por deseos,
que vagan por los cielos de la vida identificados con deseos y apegos,
sin saber que su conciencia aloja el gran deleite del Cuerpo Beatífico:
¡que todos ellos logren el Cuerpo de la Beatitud!

Oh, compasión para estos seres equivocados,
que vagan por los cielos de la vida con la mente
dualista del odio,
sin saber que sus propias mentes son el Cuerpo Emanador nacido libre:
¡que todos ellos logren el Cuerpo Emanador!

Oh, compasión por todos los seres que todavía no son Budas,
prisioneros del hábito finito de velos adictivos a los objetos,
sin saber que sus propias mentes son los Tres Cuerpos indivisibles:
¡que todos ellos alcancen los Tres Cuerpos del estado de Budidad! 

III


La liberación natural mediante la visión desnuda, que identifica la inteligencia



¡Homenaje a la Deidad Tricorpórea (1), claridad natural de la inteligencia!


 Esto enseña la Liberación Natural mediante la Visión Desnuda que Identifica la Inteligencia, desde la Enseñanza Profunda de la Liberación Natural mediante la Contemplación de las Deidades Búdicas Apacibles y Feroces. Así, al identificar tu propia inteligencia, contémplala bien. ¡Oh hijo afortunado!


¡ema hoh!
(expresión de portento y gozo)
La mente única que impregna toda la vida y la liberación,
aunque constituye la naturaleza primordial, no es reconocida.
Aunque su reluciente inteligencia no sufre interrupción, no es asumida.
Aunque surge sin cesar en todo lugar, no es acatada.
Para dar a conocer su naturaleza objetiva,
los tres veces dos (2) Victoriosos proclamaron las
inconcebibles
ochenta y cuatro mil Enseñanzas del Darma (3),
que no enseñan otra cosa que esta realización.
Aunque las Escrituras son inconmensurables
como el cielo,
su sentido son pocas palabras que identifican la
inteligencia.
Ésta es la introducción directa a la intención de
los Victoriosos:
Sólo ella constituye el acceso a la liberación de las
vidas progresivas.
ikyai ho!
(Proclama de alerta)
¡Hijos afortunados! ¡Presten atención!
La “mente" - aunque tanto se conoce esta gran
palabra-
es algo que la gente desconoce, conoce mal o sólo
en partes;
y al no conocer su realidad con precisión,
plantea inconcebibles proclamas filosóficas.
El individuo común y alienado, al no advertirlo,
al no entender por sí mismo su propia naturaleza,
sufre mientras vaga por seis formas (4) de vida en
tres reinos,
tal es la falla de no advertir esta realidad de la mente.

Discípulos y Budas ermitaños (5) proclaman la realización
de un no egoísmo parcial, pero no lo conocen con
precisión.
Amarrados a las demandas de sus tratados y sus
teorías,
no contemplan la transparencia de la luz pura.
Discípulos y ermitaños se excluyen por aferrarse al sujeto y al objeto,
el extremismo sobre esas dos realidades aísla a
los centristas;
los Tantristas del rito y la ceremonia,
por extremismos en el servicio y la práctica,
y los Tantristas Magnos y Penetrantes (6),
 al aferrarse a la dualidad del ámbito y la inteligencia,
se equivocan por permanecer dualistas en la no
dualidad,
y desconectados de la no dualidad, no despiertan.
Con toda la vida y la liberación inseparables de
sus mentes, deambulan por el ciclo vital en vehículos de
abandono y discriminación,
En consecuencia, ¡absorbe todo lo creado en tu
libre inacción,
realiza la enorme liberación natural de todo
basándote en esta enseñanza
de la liberación natural mediante la
contemplación desnuda de tu propia inteligencia!
¡Así, en la Inmensa Perfección, todo es perfecto!

¡samaya gya gya gya!
(voto de protección angelical)

La "mente", este brillante proceso de inteligencia,
en un sentido existe y en otro sentido no existe.
Origina el placer y el dolor del vivir y liberarse.
Se acepta como esencial, en los once Vehículos (7) de la liberación.
 Sus nombres son incontables en varios contextos.
Algunos llaman a esta mente "la mente-realidad”.
Algunos esencialistas la mencionan como "ego".
Algunos discípulos la llaman "ausencia de ego”.
Los idealistas le dan el nombre de "mente".
Algunos la llaman "sabiduría trascendente".
Algunos la denominan "naturaleza de Buda".
Otros la llaman "el Gran Sello".
Algunos la denominan "Goteo del Alma'.
Algunos la llaman "el Reino de la Verdad".
Algunos la consideran como "el Cimiento".
Otros la llaman 'lo Ordinario".
Para presentar el ingresó por tres puntos (8) o esto mismo:
asumamos la conciencia pasada como algo sin
huella, claro y vacío,
la percepción futura como no producida
y nueva,
y la conciencia presente como algo en estado
natural, no plasmado.

De este modo, al conocer el tiempo en su modo común,
cuando te contemplas en plena desnudez,
tu aspecto es transparente, no hay nada para ver,
es la inteligencia desnuda, inmediata, clara.

 Es una vacuidad clara sin nada establecido,
pureza de una no dualidad de claridad-vacío;
impermanente, libre de toda entidad intrínseca,
no aniquilada, brillante y diferenciada,
no una unidad, sino claridad multidiscernida,
sin pluralidad, indivisible, de único sabor,
no derivada, consciente de sí misma, en su
realidad genuina.

Esta identificación objetiva de la realidad de las cosas
contiene completo en uno los indivisibles Tres
Cuerpos.
El Cuerpo Verdad: vacío exento de entidad intrínseca.
El Cuerpo Beatífico: que brilla con la energía natural de la libertad.
El Cuerpo Emanación: que surge sin cesar en todas partes.
Su realidad proviene de los tres en uno.

Para presentar el método potente de acceso a esta genuina realidad,
¡ ahora mismo tu propia conciencia es sólo esto!
Esto que consiste apenas en una claridad natural
no tramada.
¿Por qué dices "no entiendo la naturaleza de la mente”,
si aquí, en esta clara inteligencia sin fisuras, no hay nada sobre lo cual meditar?
¿Por qué dices "no veo la realidad de la mente",
dado que el pensador en la mente es sólo esto?
¿Por qué dices "hasta cuando la busco no la
encuentro",
si aquí no hay nada para hacer?
¿Por qué dices 'haga lo que haga, no funciona",
 si basta quedarse quieto sin tramar nada?
¿Por qué dices "no puedo quedarme quieto",
si es correcto contentarse con la inacción?
¿Por qué dices "soy incapaz de hacerlo",
si la claridad, lo consciente y el vacío son
automáticamente indivisibles?
¿Por qué dices "la práctica no resulta eficaz",
si es algo natural, espontáneo, libre de causa y
estipulación?
¿Por qué dices "se busca, pero no se encuentra",
si el pensamiento y la liberación natural son
simultáneos?
¿Por qué dices "los remedios son ineficaces”?
Si tu propia inteligencia es apenas esto,
¿por qué dices "esto no lo conozco"?

Ten certeza de que la naturaleza de la mente es una
vacuidad sin bases;
tu mente es insustancial como, un espacio vacío...
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
No te ciñas al panorama de la vacuidad
aniquiladora.
Ten certeza de que la sabiduría espontánea fue
siempre clara:
es espontánea en sí misma como la esencia del sol...
Asegúrate de que no se interrumpa la sabiduría
Inteligente,
que sea como la corriente continua de un río...
¡Te guste o no, observa tu propia mente!

Ten la seguridad de que no la conocerás
pensando razones diversas,
su movimiento es insustancial como las brisas en
el cielo...
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
Asegúrate de que lo que aparece es tu pronta
percepción.
Lo que aparece es percepción natural, como un
reflejo en el espejo...
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
Asegúrate de que todos los signos se liberen en el
instante,
autooriginados, autopronunciados, como nubes
en el cielo...
¡Te guste o no, observa tu propia mente!
No hay nada que no esté incluido en la mente.
¿Dónde se produce la meditación sino en la mente?
No hay nada que no esté incluido en la mente.
No existe otra enseñanza para practicar salvo la
práctica de la mente.
No hay nada que no esté incluido en la mente.
No existen compromisos que mantener fuera de la mente.
No hay nada que no esté incluido en la mente.
No existe meta que alcanzar fuera de la mente.
¡Observa otra vez! ¡Observa otra vez! ¡Observa
tu propia mente!
Si buscas afuera en el ámbito del espacio,
de la mente no emanarán sus reflexiones.
Cuando buscas aquí dentro de tu propia mente,
no hay emanador de las emanaciones de la mente.
Tu mente es claridad sin alucinaciones.
Es el Cuerpo-Verdad, consciente de sí mismo,
vacuidad de luz clara,
sin nubes y translúcido como el amanecer
en el cielo,
no restringido por las formas, es distinguido
claramente en todas partes.
Que adviertas o no este punto, establece
una enorme diferencia.

Luz clara, espontánea, de primordialidad no fabricada,
¡asombra que esta hija de la conciencia no tenga padres!
Esta sabiduría espontánea, ¡asombra que nadie la haya hecho!
Como no conoció el nacimiento, ¡asombra que nunca vaya a morir!
Obviamente clara, ¡asombra que carezca de alguien que la vea!
Al deambular por el cielo, ¡asombra que no sea
un mal real!
Al sustentar la naturaleza de Buda, ¡asombra que
no sea un bien real!
Al estar en todas partes, ¡asombra que no
conozca la realidad!
Más allá de esto, ¡asombra que anhele otros frutos!
Puesto que tú eres ella, ¡asombra que la busques
en otras partes!

¡Ema!

Esta no-cosa brillante, conciencia de! ahora:
¡he aquí el pináculo de todas las visiones!
Esta libertad total, no-perceptora, universal:
¡he aquí el pináculo de toda meditación
Este relajado abordaje de la vida, no planeado,
¡he aquí el pináculo de toda conducta!
Este logro sin esfuerzo, primordial, no buscado,
¡he aquí el pináculo de todos los logros!

Cuatro puntos inequívocos de la enseñanza del
Vehículo Universal:
La visión de este gran vehículo no sufre error,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada "vehículo" pues es clara e inequívoca.
Este gran vehículo es inequívoco en la
meditación,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada "vehículo" pues es clara e inequívoca.
Este gran vehículo es inequívoco en la conducta,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada "vehículo” pues es clara e inequívoca.
Este gran vehículo es inequívoco en el gozo,
como ocurre con esta brillante conciencia del ahora,
llamada "vehículo" pues es clara e inequívoca.

Enseñanza de los cuatro grandes designios de la
inmutabilidad:
Este gran designio de la visión inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada "designio” por su firmeza en los tres tiempos.
Este gran designio de la meditación inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada "designio” por su firmeza en los tres tiempos.
Este gran designio de la conducta inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada "designio" por su firmeza en los tres tiempos.
Este gran designio del gozo inmutable
es justo esta brillante percepción consciente del
ahora,
llamada "designio" por su firmeza en los tres tiempos.
Instrucción que enseña la unicidad de los tres
tiempos:
abandona la noción "pasado" no siguiendo las
sendas antiguas;
corta las conexiones mentales, no siguiendo
planes futuros;
no te aferres al ahora, quédate en la experiencia
del espacio.
Libre de la meditación, no medites en absoluto,
básate en la mente despierta, no distraído por la
distracción,
libre de la concentración y la distracción, contempla en desnudez.
Brillantez autoconsciente, que se conoce a sí
misma, con claridad propia,
pues eso que emerge es “espíritu iluminado”,
inmeditable, más allá de los objetos del
conocimiento,
imposible de distraer, claridad brillante y natural.
La visión de la vacuidad de la liberación natural
es el brillante y vacío Cuerpo de la Verdad.
La realización de la Budidad no se logra
mediante caminos:
el Buda Purificador puede verse ahora mismo.

Instrucción para acabar con los seis extremos:
aunque existe gran cantidad de consideraciones
discordantes,
en esta mente autoconsciente, en esta sabiduría
de originalidad propia,
no hay dualidad entre la visión y lo visto.
Busca al que ve en el ver y el no ver.
Cuando se busca al que ve no se lo encuentra,
entonces se alcanza el final de los vislumbres.
¡El impacto de lo visto desemboca justo en eso!
En la total ausencia de algo para ver,
no te alucines con el falso vacío de la nada
absoluta
es el claro destello de la conciencia del ahora, del
autodespertar.
¡Es así como se ve la Gran Perfección!
Aquí no existe la dualidad del darse cuenta y del
no darse cuenta.

Aunque en el sendero ascendente de la conciencia
común consciente de sí misma,
existe una gran cantidad de meditaciones
discordantes,
no hay dualidad entre la meditación y lo
meditado.
Al procurar el vehículo del meditar y no meditar,
cuando buscas al meditador y no lo encuentras,
entonces se alcanza el final de las meditaciones.
¡El impacto de la meditación desemboca justo
en eso!
En la total ausencia de la meditación y lo meditado,
no sucumbas a la salvaje tenebrosidad de la
desilusión.

En el claro brillo no planeado de la conciencia del ahora,
aquí, no hay dualismo permanente-impermanente.
Aunque existe un enorme número de éticas
discordantes,
en la exclusiva gota de la sabiduría consciente de
sí misma
no hay dualidad entre el actor y lo actuado.
Al buscar al agente de la actuación y la no actuación,
la procura del propio actor no da resultado,
entonces alcanzas el final de las acciones éticas.
¡La esencia de la ética desemboca justo en eso!
En la absoluta ausencia de la acción y lo actuado,
no sucumbas a los errores del instinto impulsivo.
En el claro brillo no planeado de la conciencia
del ahora, 
sin elegir ni ser decepcionado por el artilugio,
en eso consiste la perfecta acción ética.
Libre del dualismo de lo perfecto y lo imperfecto.

Aunque haya una gran cantidad de goces discordantes,
en la mente despierta, en sí los Tres Cuerpos sin esfuerzo,
no existe dualidad entre el logro y lo logrado.
¡Busca a quien disfruta el goce!
Cuando se busca al que disfruta, no se lo encuentra.

Así se alcanza el fin de los goces proyectados.
La esencia del goce es justamente eso.
En la absoluta ausencia del logro del goce,
no sucumbas a la preocupación sobre el
abandono y el empeño.
Este claro brillo no planeado de la conciencia del
ahora,
es en sí mismo la realización de los Tres Cuerpos
manifiestos.
Es en sí mismo el goce de la Budidad primordial.

Este conocimiento, libre de ocho extremos (9) como
el ser y la nada,
es llamado el centro, no colapsa en extremo alguno;
es llamado inteligencia despierta, lucidez no
interrumpida.
Como contiene la esencia del vacío y la lucidez,
es llamado "esencia de los Señores Beatíficos”.
Cuando conoces este significado, lo trasciendes todo.
De allí que se llame Sabiduría Trascendente.
¡Como sobrepasa la mente, libre de límites y
origen,
es llamado el Gran Sello!
Así, realizarlo o no realizarlo es la base
de la liberación o de la vida apegada, de la
felicidad o del sufrimiento:
por eso se lo llama base universal.
Dado que no se sujeta a algo especial,
este espacio interno de lo normal,
esta brillante y diferenciada conciencia de sí
mismo,
recibe el nombre de conciencia normal.
Sea. cual fuere el acertado nombre poético que se le
asigne,
de hecho, no es más que conciencia despierta del
ahora:
¿quién podría anhelar más que eso?
Es como si trataras de buscar sus huellas cuando
un elefante pisotea el mundo entero: es imposible
hallarlas.
Salvo con la mente, es imposible hallar la
Budidad.
Si no reconoces esto, si buscas la mente afuera.
En pos de cualquier cosa, ¿cómo podrá hallarse a
sí misma?
Es como un tonto que divaga entre una multitud,
olvidándose a sí mismo en su seno,
sin reconocerse, buscándose,
confundiéndose, viéndose en los demás.
Si no percibes la realidad básica de las cosas,
si no distingues tus percepciones como tu propia
mente,
te sumerges en el cielo de lo viviente.
Al no distinguir tu mente como Buda, oscureces
el nirvana.
Vida y liberación, al conocer y no conocer,
en un instante se esfuma la distinción entre ellas.
Ver la propia mente en otro lugar es un error;
pero divagar y no divagar son en verdad lo
mismo.
Un ser no posee una segunda continuidad de la
mente;
al dejar la mente en si misma, se la libera.
Si no distingues al propio error como mente,
jamás advertirás el impacto de la realidad:
surgido de sí mismo, creado por sí mismo,
el ser observa al ser.
¿De dónde emergieron primero estas visiones?
¿Dónde permanecen entretanto?
Finalmente, ¿hacia dónde van?
Es como el reflejo de un cuervo en un lago;
se aleja volando, pero el reflejo no se va.
Así manan las percepciones desde la mente;
al alzarse desde la mente, se liberan en la mente.

La mente en sí, este claro vacío que todo lo conoce,
consciente de todo, es como el cielo:
una claridad-vacío primordial, indivisible.
En la claridad de la sabiduría intuitiva original,
justamente esa determinación es la realidad.
La razón es que toda apariencia y toda existencia
se conoce como tu propia mente, y la mente en sí
se realiza, de modo espacial, en su inteligencia y su
claridad.
Aunque el ejemplo del espacio se refiere a la realidad,
es sólo un símbolo que lo hace más bien
parcialmente.
En sí misma, la mente es universalmente clara,
vacía e inteligente.
Y el espacio es un vacío ininteligible, libre de
objetos sólidos.
Por ello, el espacio no puede ilustrar plenamente
la eclosión de la mente:
no vaciles, sólo enfócate en la realidad actual de
la mente.
 
Toda esta apariencia superficial
es exclusivamente un estado ajeno a la verdad,
como el miedo.
Por ejemplo, toda apariencia y existencia, la vida y
la liberación,
se asumen únicamente como tu mente natural.
Entonces, sólo transformando el proceso de tu
mente
puedes percibir tu transformación en el mundo
externo.
Por lo tanto, todo es la percepción de la mente,
cada una de las seis migraciones (10) tiene
percepciones específicas,
y los fundamentalistas externos tienen sus
absolutismos y nihilismos.
Cada uno de los nueve vehículos (11) tiene sus
vislumbres individuales.
Advierten la variedad, distinguen la variedad,
yerran al sostener dicotomías y al aferrarse a las
distinciones.
Al entender todas las apariencias como mente,
al verlo todo sin aferrarse a nada, uno despierta.

Uno no yerra cuando percibe, yerra cuando se
aferra;
pero al saber que el aferrarse es mente, se libera.
Todo lo que percibes es la percepción de la mente.
Los objetos aparentemente inanimados del
entorno son mente.
Los seis tipos aparentes de seres animados son mente.
La aparente felicidad de los humanos elevados y
los dioses es mente.
Los aparentes sufrimientos espeluznantes son mente.
Los aparentes cinco venenos (12) adictivos que
confunden son mente.
La aparente inteligencia sabia original es mente.
La aparente realización de la bondad y la
liberación es mente.
Las aparentes obstrucciones de demonios y
fantasmas son mente.
La aparente bondad de las deidades y los logros
son mente.
Las aparentes variadas purezas son mente.
El aparente enfoque enfático y no conceptual es
mente.
Los aparentes signos y colores de las cosas son
mente.
La aparente no elaboración sin significados es
mente.
La aparente no dualidad de uno y muchos es mente.
La aparente ausencia del ser y el estado de nada
son mente.

Fuera de la mente, nada es aparente.
La realidad de la mente brota incesantemente
como apariencia.
Al emerger, sin dualidad como el agua y las olas
de los océanos,
queda libre en la realidad experiencias de la mente.
Aunque sin cesar se designen nombres como
referentes,
objetivamente nada existe fuera de la unidad de
la mente.
Esa unidad es libre: carece de suelo y de raíces.
No puede verse en una visión ni en alguna
dirección.
No puede verse como algo, pues no posee estado
alguno.
No puede verse como vacío, pues brilla como
claridad inteligente.
Y no puede verse separada, pues no hay dualidad
entre vacío y claridad.
Ahora: tu propia conciencia es clara y distinta:
aunque actúa de tal modo, su agente es
desconocido.
Si bien no posee realidad intrínseca, las
experiencias se perciben.
Si practicas esto, serás plenamente liberado.
Te realizarás pese a la agudeza de tus facultades.
Si bien tanto el sésamo como la leche producen
aceite o manteca,
eso no sucederá sin presionar o sin batir.
Aunque todos los seres son la esencia real de la Budidad,
no despertarán si no efectúan prácticas.
Sin la práctica, despertará hasta un boyero,
pero no podrá explicarlo, apenas lo determinará
directamente.
Cuando pruebas el azúcar en tu boca,
no necesitas que los otros te lo expliquen.
Si ellos no entienden esta realidad, hasta los más
expertos se equivocarán.
Aunque sean hábiles en explicar los nueve vehículos,
será como describir con rumores un lugar donde
nunca estuvieron:
no estuvieron cerca de la Budidad ni por un instante.

Si percibes esta realidad, quedarás libre de la
virtud y del vicio.
Si no lo haces, todas tus virtudes y vicios
obtendrán vida en cielos o infiernos.
Al realizar tu mente como un vacío de sabiduría intuitiva,
la virtud y el vicio no pueden imponer sus efectos.
Así como una fuente no puede manar desde un
cielo hueco,
así en la vacuidad la virtud y el vicio dejan de ser objetos.

Por lo tanto, para ver intuitivamente tu propia
inteligencia desnuda,
esta Liberación Natural Mediante la Visión
Desnuda es extremadamente profunda.
Así que explora esta realidad de tu propia
inteligencia.
¡Profunda! ¡Sellada!
¡Ema!

Oh Maravilla,
Inteligencia Identificadora,
la Liberación Natural Mediante la Visión Desnuda,
es para el beneficio de las últimas generaciones
de todos  mis Tantras (13), Escrituras e
Instrucciones,
si bien pocas y breves, con ellas en la mente.
Aunque las alcanzo recién ahora, las oculté como
Tesoros:
¡que aquellos con una buena evolución las descubran¡
¡samaya gya gya gya!

¡Que este tratado que identifica con claridad la inteligencia, llamado La Liberación Natural mediante la Visión Desnuda, compuesto por el Mentor de Odiyana, Padma Sambava, jamás se pierda hasta que acabe el ciclo de la vida!
IV

Credo Tibetano del Morir y del Renacer

Introducción

 El Bardo Thodol tibetano es un texto religioso sagrado que en general forma parte de un rito funerario. El oficiante (un lama o maestro, que puede o no ser un monje) lo recita durante 49 días, y en etapas, al difunto, en presencia o ausencia. Describe una serie de visiones que se producen en la conciencia del fallecido durante ese período, para ayudarlo a ubicarse en el proceso de la transición (o estado intermedio). Si su vida ha sido ejemplar, puede salir del cielo de los nacimientos en sucesivas encarnaciones. Caso contrario, el recitado apunta a que descubra su verdadera naturaleza y que así enfocado asuma una transformación purificadora entre su cuerpo pasado y su cuerpo futuro.
 Cada bardo (o plano existencias) que atraviese el difunto le exigirá la aceptación de un nuevo plano luminoso: en cada uno de ellos el viajero por la luz será abordado por el Buda de ese plano. La visión de la deidad pertinente puede ser benévola y amorosa, pero también puede resultar tremenda e intimidante. La recomendación central consiste en no dejarse abrumar por la visión, ni permitir que la misma lo absorba. Se resalta que todas las imágenes no provienen de otro lugar que la propia mente de¡ protagonista de los bardos, o sea, son proyecciones de su memoria en marcha hacia la llamada Luz Clara.
 La travesía por los diversos planos se extiende hasta que el viajero alcanza una visión cuyo potencial de atracción, casi magnética, lo absorbe. Se sostiene que para el puro de corazón la meta será como una portentosa mansión universal y eterna. En cambio, si su existencia estuvo cargada de negatividades, puede brindársela un reingreso a la vida en un nuevo cuerpo, con los potenciales necesarios para una existencia compasiva.
 El ciclo de morir y el renacer implícito en el Bardo Thodol es un viaje por la propia conciencia. Los maestros señalan qué “el viaje por la Luz se basa en la capacidad de saber que las transiciones o bardos son la única dinámica  posible. Se viaja sin cesar por la propia percepción. Al perder el cuerpo físico cuando fallecemos, ello nos fuerza a encarar nuestros valores espirituales. Y regresamos a una vida física para descubrir el modo de existir honrando tales valores. Ése es el bardo del ciclo de los renacimientos. Nuestro anhelo mantiene activa la rueda de la vida. Nuestra identificación nos impulsa hacía delante como sí se tratara de una especie de imán del alma. Impulsamos nuestra realidad al tiempo presente porque aspiramos a colmar una lección implícita. La libertad reside en aceptarla, aprenderla y ejecutarla”.
 Independientemente de que se admita o no el cielo mencionado, más allá de las convicciones religiosas que se tengan en lo referido a las cuestiones del morir y el renacer, se crea o no en la posibilidad de emanar hacia un nuevo cuerpo, este Credo también puede ser recitado en vida por quien quiera hacerlo. En todo caso, permite abrir una reflexión constante sobre el sentido de la vida y, dado que todos deberemos morir en algún momento, nos prepara  para una despedida armónica. Toda vida bien vivida es un pasaporte hacia la Luz Clara, que ilumina y libera.

Recitado tradicional

 Oye, hijo dilecto. Es la hora de que busques tu camino. Cuando tu respiración se detenga, vislumbrará la luz radiante de la primera transición, tal como te la describió tu maestro en vida. Tu respiración externa se detiene y experimentas la realidad en sí, vacía y sin adornos como el espacio: es tu inmaculado conciencia desnuda, tu mente despojada de eje y de horizonte. Pura vacuidad luminosa. En ese instante, reconócela como quien eres, permanece en ese estado. Cuando suceda, te ayudaré a asumirlo.
 El espejismo que enfrentas es como si la tierra se disolviera en el agua. El humo indica que el agua se disuelve en el fuego. Las luciérnagas son la señal del fuego diluyéndose en el aire. La llama de la vela parpadea como signos del viento que se diluye en la conciencia. El ciclo iluminado por la luna señala que la conciencia se disuelve en lo luminiscente (lo aparente). El cielo iluminado por el sol indica que la luminosidad se diluye en lo radiante (lo agregado). El cielo oscuro es señal de que lo radiante se disuelve en lo inminente (el logro). La nochecita que precede al amanecer indica que lo inminente se disuelve en la Luz Clara.
 Ahora que alcanzas la llamada "muerte”, debes conducirte de acuerdo con tu concepción del espíritu de la iluminación. Piensa así: “Llegué al momento de morir. Desde aquí, confiaré en esta experiencia y desarrollaré mi espíritu sólo mediante la contemplación del espíritu de la iluminación por el amor y la compasión. Por el bien del gran espacio colmado de seres, procuraré la Budidad perfecta.
 En especial, debes pensar concentrado en lo siguiente: "Ahora, por el bien de todos los seres, reconoceré a la radiante Luz Clara de la muerte como el Cuerpo de la Verdad. Dentro de este estado, procuraré la realización suprema del Gran Sello (la estructura espiritual del ser) para colmar los propósitos de todos los seres. Sí no lo consiguiese, entonces asumiré apenas que estoy en la etapa intermedia. Y manifestaré que el Gran Sello de la Integración o estructura espiritual del ser es indisoluble ante la muerte. Entonces procederé en beneficio de todos los seres del espacio ¡limitado manifestándome con la forma más adecuada para cumplir ese propósito. Sin permitir que se pierda la voluntad de esta concepción espiritual, debes recordar la experiencia de todas las instrucciones que hayas practicado previamente.
 Oh, hijo dilecto. La pura Luz Clara de la realidad amanece para ti. ¡Reconócela! Esta conciencia actual, pura e incorruptible, percepción natural del vacío puro, carente de toda sustancia, color o atributo, es la realidad Madre, Buda de todas las Benevolencias. Y esta conciencia tuya de la vacuidad natural incorruptible no debe sucumbir ante la falsa vacuidad aniquiladora, pues es incesante, brillante, distinta y vibrante, Esta conciencia es el Padre, mente primordial, iluminación, Buda de todas las Benevolencias. Esta presencia de la indivisible vacuidad naturalmente insustancial de tu percepción y de la vibrante presencia brillante de tu conciencia despierta: ¡tal es el Cuerpo de la Verdad del Buda! Tu conciencia perdura así en esta vasta masa de luz, claridad-vacío indivisible, no sujeta al nacimiento ni a la muerte: ¡tal es el Buda de la Luz Inmutable! Resulta suficiente saber esto. Reconocer este aspecto puro de tu conciencia como el Buda  sin que pierdas tu naturaleza, es habitar en  la realización suprema de todos los Budas.
 Oh, hijo dilecto. ¡Medítalo centrado en tu deidad arquetipo! No te distraigas. Apunta toda tu voluntad hacia ella. Medítalo como algo aparente aunque inconsistente como el reflejo de la luna en el agua. ¡No lo medites como algo material!
 ¡Medita en el Señor de la Gran Compasión!
 Escucha, hijo dilecto, con intensa concentración. Hay seis tipos de transiciones: la vida natural, el sueño, la contemplación, el momento de la muerte, la realidad intermedia, y la existencia emergente.
 Escucha con mucha atención. Despuntarán sobre ti tres transiciones: la de la muerte, la de la realidad y la de la nueva existencia. Ayer no reconociste, la luminosidad radiante de la muerte, y por eso desembocaste aquí. No te distraigas ante lo que voy a describir. Luego despuntarán para ti la realidad intermedia y la transición hacia la existencia.
 Oh, hijo dilecto. Ahora experimentas la llamada "muerte". Vas desde este mundo hacia el más allá. Pero no estás solo: le ocurre a todos los seres. Que no te tienten el apego y la insistencia sobre esta vida. Aunque te atraiga y persistas en el anhelo, no tienes el poder para permanecer aquí, no podrás interrumpir tu migración por el cielo de la vida.¡ No anheles! ¡No te aferres! Ten presentes las Tres Joyas: el Buda, la Enseñanza, la Comunidad.
 Oh, niño querido. Por más terroríficas que sean las visiones de la realidad intermedia que caigan sobre ti, no olvides las palabras que siguen. Evoca en tu mente su significado sin cesar. En ellas está la clave del reconocimiento.
 “Ahora  que ingreso a la realidad intermedia, abandonar las alucinaciones del terror instintivo, reconoceré que todos los objetos que surgen ante mí son un vislumbre de mi propia mente, y lo entenderé como, una etapa de la transición. Ahora, en el momento más crítico, más crucial, donde todo cesa, no temeré mis propias visiones de las deidades apacibles y furiosas”.
 Recita estos versos claramente y en voz alta, y recuerda su significado. No los olvides, pues son la clave para que reconozcas que todas las visiones terroríficas que se manifiestan son apenas proyecciones de tu propia mente.
 Oh, hijo dilecto. Ahora que tu mente y tu cuerpo se separan, la realidad pura se manifiesta con visiones sutiles y deslumbrantes, que experimentas con gran vivacidad, que de modo natural te asustan y te preocupan, que resplandecen como un espejismo en las llanuras del otoño. ¡No las temas! ¡No te aterrorices! ¡Que no te atrape el pánico   Son lo que constituye tu cuerpo mental instintivo. No es algo material, no son tu carne ni tu sangre. Estos sonidos, luces y rayos que te atosigan, no pueden lastimarte. No pueden matarte. Basta que los reconozcas como percepciones tuyas. Entiéndelo: te encuentras en el centro de la transición.
 ¡Escucha! Si no los reconoces como percepciones tuyas, por más meditaciones y prácticas que hayas efectuado en el mundo humano, si no te atienes a esta instrucción particular.. las luces te intimidarán, los sonidos te producirán pánico, los rayos te causarán terror. Si desconoces la clave de esta instrucción no reconocerás la vibración, la luminosidad y los destellos, y te perderás en los fenómenos de la existencia cíclica.
 Oh, hijo dilecto. Permaneciste inconsciente cuatro días y medio, pero ahora vas adelante. Despiertas con una preocupación: "¿Qué me está sucediendo?" Reconócelo, estás en la transición. Ahora, dado que la existencia cíclica está suspendida, todas las cosas se manifiestan como luces y deidades. Todo el espacio brilla colmado de luz azulada, Desde el reino central del Buda, entonces, Vairochana, Señor supremo de la Meditación, aparecerá ante ti con su cuerpo blanco, sentado en el trono del león, ostentando en su mano una rueda de ocho radios, abrazado a su consorte, la Dama del Reino Espacial. Desde el centro del corazón de esta divina pareja, la nítida luminosidad celeste de la sabiduría de la Perfecta Realidad, intensa y abrumadora, brillará ante ti y tus ojos apenas soportarán su resplandor. Simultáneamente, la tenue luz blanca de las deidades relucirá ante ti y te penetrará a la par del brillo azulado. En ese momento, influenciado por las tendencias negativas de tu pasado, entrarás en pánico a causa del contraste con la perfección, y tratarás de huir de ella. En cambio, preferirás la luz blanca de las deidades cuando te aproximes a ellas.
 Que no te intimide el destello azul celeste, claro, intenso, brillante, sabiduría suprema asustadora, Luz Clara. ¡No le temas! Es la luz radiante del Divino Trascendente, la sabiduría de la Realidad Perfecta. Con fe y reverencia, permite que te atraiga. Recita como plegaria: “Esta es la luz radiante de la compasión del Señor Vairochana. ¡debo refugiarme en ella!' Es así como el divino viene a escoltarte por los pasadizos de la transición. Es el rayo luminoso de la compasión de Vairochana. Que no te seduzca la tenue luz blanca de las deidades. ¡No te apegues a ella! ¡No la anheles! Si te adosas a ella, vagarás por el reino de las deidades, y seguirás prisionero del cielo del nacer y del morir en los seis estados de la existencia fenoménica. Es un obstáculo en el sendero del, cese de los ciclos, el rumbo de la liberación. No te dejes deslumbrar, céntrate devotamente en la intensa y penetrante luz azulada, orienta tu intensa voluntad hacia Vairochana, y repite conmigo esta plegaria:
 'Cuando vague por el ciclo de las existencias impulsado por mis poderosas ignorancias, ¡que el divino Vairochana me guíe por la senda de la Luz Clara de la Radiante Perfección! ¡Que su consorte Dhatwishari vaya detrás de mí, y me libre de los peligrosos túneles de la transición, y me conduzca a la Iluminación (Budidad) perfecta!'
 Cuando pronuncies esta plegaria con ardorosa devoción, te disolverás en el arco iris luminoso de la pareja de Vairochana y su consorte, ingresarás al centro de la Tierra Pura, y te volverás un Buda en el seno del Cuerpo de la Beatitud Perfecta.
 Escucha atentamente, hijo dilecto.
 Si bien se te explicó la naturaleza de los cinco clanes de seres iluminados a medida que fueron apareciendo, bajo la influencia de tus pasadas influencias negativas caíste en el pánico y ahora te sientes perdido. Si hubieras reconocido como proyecciones tuyas el resplandor natural de alguna de las cinco sabidurías, te habrías disuelto en el arco iris de alguna de ellas para convertirte en un buda celestial en el cuerpo de la beatitud. Pero no reconociste la luminosidad y sigues deambulando sin rumbo. ¡No te distraigas! Los cinco grupos de budas y la visión de la confluencia de las cuatro sabidurías te escoltan en su dirección. ¡Reconócelas!
 Una hueste de cuarenta y dos deidades del Cuerpo Beatífico emerge desde el centro de tu corazón y se presenta ante ti: ¡reconócelas como tu propio vislumbre de la pureza! Oh, noble amigo. Estos reinos de pureza no existen en parte alguna: se anidan en tu propio corazón. Desde allí emergen y ahora se manifiestan. Son manifestaciones naturales de tu propia conciencia: ¡reconócelas como lo que son!
 Estas deidades, ni grandes ni pequeñas, poseen simetría, con sus ornamentos, colores, posturas, tronos y gestos. Cada uno de los cinco budas está impregnado de cinco mantras, y los envuelve un aura colorido-. Cada bodisatva de cada clan está abrazado a !u consorte, y cada grupo está rodeado por un mandala de arco iris: son tus deidades arquetípicas. ¡Reconócelas!
 Desde el corazón de cada una de esas parejas surgen rayos de sabiduría que apuntan a tu propio corazón, cada uno de ellos extremadamente sutil y claro, como si las hebras luminosas tejieran una cuerda.
 Desde el centro del corazón de Vairochana, una deslumbrante tela de luz blanca radiante con los rayos de la sabiduría perfecta se conectará con el centro de tu corazón. Encierra blancas gotas luminosas, como si te enfrentaran espejos, imponentes y penetrantes. Gota tras gota, sin centro ni límites.
 Desde el corazón de Vajrasatva, espejo de sabiduría, una tela de luz azul radiante brillará hasta conectarse con tu corazón, adornada con gotas celestes como bolas turquesas, todas brillando sobre ti.
 Desde el corazón de Amitaba, la tela de la sabiduría de la igualdad brillará sobre ti con una radiante luz amarilla, con gotas doradas como bolas de oro, como si amanecieran en ti.
 Oh, hijo dilecto. Todo ello emana de la dinámica natural de tu propia conciencia. No salen de parte alguna. ¡No te adhieras a ello! ¡No te asustes! Permanece sereno en la experiencia, sin sacar conclusiones. Todas las imágenes de deidades y todos los rayos radiantes se disolverán frente a ti, y te convertirás en un ser iluminado.
 Como el ejercicio de la sabiduría de tu conciencia primigenia no es perfecto, no lograrás distinguir la luz verde de la energía que todo lo realiza.
 Habrás experimentado la visión de las cuatro Sabidurías combinadas, la senda íntima del discernimiento puro, divino, indivisible. Confía en estas visiones: las reconocerás como el niño que se encuentra con su madre o como el saludo de un familiar muy apreciado. Se disolverán todas tus impresiones materiales. Y si eres capaz de reconocer tus vislumbres como creaciones propias, tu ser ganará confianza para avanzar en el sendero inmutable de la realidad pura: lograrás el discernimiento divino. Tu conciencia se disolverá en el seno de la gran mente primordial y te volverás un Buda del Cuerpo Beatífico, hecho irreversible por el cual jamás volverás a la rueda de los cielos vitales.
 Oh, hijo directo. Junto con las luces radiantes de la sabiduría, también emergerán las luces impuras Y engañosas de los seis tipos de existencia: la sutil luz blanca de los dioses, la sutil luz roja de los titanes, la sutil luz azul de los seres humanos, la sutil luz verde de los animales, la sutil luz amarilla de los entes voraces, y la sutil luz grisácea de los entes infernales. Todas ellas aparecen entrelazadas con las luces de la sabiduría pura. Por lo tanto, no te dejes atraer ni te apegues a alguna de ellas. ¡Relájate en la experiencia de la no percepción, de la ausencia de cualquier pensamiento evaluador. Si te asustan los destellos de la sabiduría y te adhieres al cielo de luces impuras de la existencia, asumirás el cuerpo de alguna de esas formas. No alcanzarás la instancia de la liberación del gran océano del sufrimiento del cielo vital. Sólo experimentarás problemas!
 Oh, noble criatura. Si no recibiste orientaciones de un maestro, y te asustan o te aterrorizan estas imágenes y las luces de la sabiduría pura, quedarás adherido a los reflejos impuros de la existencia en ciclos. ¡No lo permitas! ¡Confía en estas deslumbrantes y penetrantes luces de pura sabiduría! Cuenta con ellas y piensa: "Que estos rayos luminosos de la sabiduría de la compasión de los Señores Beatíficos de los cinco clanes vengan a mí y me sustenten compasivamente, ¡debo refugiarme en ellos!”. No te apegues, ni atiendas las engañosas luces de las seis especies, enfoca tu voluntad en el clan de los cinco budas y sus consortes.
 Repite esta plegaria:
Cuando vago por el ciclo de la vida
impulsado por los cinco poderosos venenos,
 ¡que los Divinos Victoriosos de los cinco
clanes me guíen por el sendero
de la Luz Clara de las cuatro sabidurías combinadas!
¡Que los supremos consortes me apoyen en la travesía
y me libren de los reflejos impuros de los seis dominios!
¡Que me libren de los peligrosos túneles de la transición,
y que me conduzcan a las cinco supremas Tierras Puras!”
 Escucha con atención estas recomendaciones, hijo dilecto. En los infiernos, los cielos, y en las transiciones, el cuerpo nace por aparición. Pero cuando se produjeron durante el intermedio las percepciones de las deidades apacibles y furiosas, no las identificaste y te desmayó el terror. Al recuperar tus sentidos, tu conciencia ganó lucidez, y de inmediato emergió como semejanza de¡ cuerpo que tenías antes. Con ese cuerpo espectral, hallarás parientes y lugares familiares como si se tratara de un sueño. Cuando trates de comunicarte, no obtendrás respuestas. Verás que tus seres queridos lloran y te dirás: “Estoy muerto, ¿qué puedo hacer?" Sientes un dolor lacerante, como si fueses un pez arrojado a arenas ardientes. Pero por más que sufras, el atormentarte no servirá para nada. Si tuviste un maestro espiritual, invócalo. O rézale a alguna compasiva deidad arquetípica. No te adhieras a tus seres queridos: es inútil.
 Dirige tus plegarias a los Compasivos: no sufras ni sientas terror.
 Llevada por el tenue viento de la evolución, tu mente se vuelve indefensa e inestable. Cabalgas en el aliento como una pluma suelta en un vendaval: giras y te precipitas. Le dices a los enlutados: "¡No lloren más, estoy aquí!”. Pero no se darán por aludidos, y asumes que estás muerto, y sientes una inmensa angustia. ¡No te sometas a ese dolor! Se presenta una neblina persistente, gris como un cielo de otoño antes del amanecer, no es de día ni de noche. Este tipo de intermedio puede durar entre un día y siete semanas, según las diferentes historias evolutivas de cada cual.
 Oh, hijo dilecto. Durante esta etapa, el potente viento de la evolución te acometerá a los grandes pecadores desde todas las direcciones, con ferocidad insostenible, aterrorizándolos. Sentirán el acoso de demonios y bestias carnívoras. Oirán alaridos espeluznantes. Serán acosados por nevadas, tormentas y neblinas. Escucharán el ruido de avalanchas, inundaciones, bosques incendiándose, huracanes. Con pánico tratarán de evadirlos y se encontrarán a punto de caer desde el borde de un triple abismo -rojo, negro y blanco- insondable, espantoso.
 Oh, hijo querido. En verdad, no se trata de un abismo. Es un torbellino de codicia, odio y desilusión. ¡Debes reconocerlo como una fase de la existencia intermedia! Rézale al Señor de la Compasión: “Oh compasivo, maestro espiritual, triple joya, no me abandones en estos horribles estados, no me olvides...”
 Quienes acumularon méritos, virtudes, y fueron sinceros en la práctica del Darma, son amenazados con deleites diversos y atraviesan variados embelesos. Los que fueron dominados por la ilusión, sin asumir vicios o virtudes fuertes, no acceden a vivencias felices ni a sufrimientos, quedan estupefactos e indiferentes.
 Brevemente, creerás refugiarte bajo puentes o en catedrales, santuarios, templos o cabañas, pero no hallarás reposo. Dado que tu mente carece de cuerpo, no podrás afincarte. Sentirás frío, enojo, desazón. Y tu conciencia se volverá errática, volátil, inestable. A esa altura recordarás que estás muerto y preguntarás qué debes hacer. Tu corazón se sentirá frío y frágil. La cuestión es que debes realizar una travesía y no es posible estacionarse en parte alguna. Que nada de eso te preocupe, deja que tu, mente se apacigüe, aunque la aflicción sea abrumadora.
 Pensarás: "¡Qué lindo sería tener un nuevo cuerpo!" Y tendrás visiones sobre el modo de lograrlo. Hasta intentarás, nueve veces, el reingreso a tu cadáver, que en la realidad del intermedio estará congelado si es invierno, o se habrá descompuesto si es verano... ¡Renuncia a obtener un cuerpo! ¡Enfócate sin distracción alguna en la experiencia de la inacción creativa!
 Escucha: esos padecimientos provienen de tus propios actos evolutivos o involutivos cuando vivías,, no hay otro a quien echarle las culpas. Se trata de tu propia evolución, así que alza tus ruegos devotos a las Tres Joyas. Ellas pueden protegerte.- Si no lo haces, si no sabes cómo meditar en el Gran Sello, o no te refieres a tu deidad arquetípica, entonces tu ángel nativo acumulará una piedrita blanca por cada virtud que hayas acumulado y tu demonio nativo acumulará una piedrita negra por cada vicio. Sentirás preocupación, ansiedad, miedo. Temblarás, porque aunque lo ruegues, Yama, el Señor de la Muerte, juzgará todas tus acciones pasadas, buenas o malas, y de nada servirán tus mentiras... Pero si logras reconocer que no se trata de otra cosa que alucinaciones tuyas, resultado de tus acciones en el pasado, advertirás que no hay un Yama externo con una existencia sustancial, ni ángel, ni demonio, ni ogros con cabeza de toro, ni nada que se le parezca. Reconócelo: ¡es el estado de transición!
 Si no logras asumir nada de lo que se te explica, los recuerdos de tu cuerpo anterior se irán diluyendo poco a poco, y tu posible configuración futura comenzará a rondarte. Visualizarás cuerpos en los cuales puedas renacer, y serán gradualmente infinitas las atracciones. El ámbito hacia el cual la evolución impele tu renacimiento ganará claridad. ¿Cuáles son las seis luces de los seis reinos de la existencia? La blanca de los dioses, la roja de los titanes, la azul de los humanos, la verde de los animales, la amarilla de los entes voraces, la gris de los entes infernales. En ese instante, tu cuerpo astral adoptará el color de la especie de existencia que asumirás al renacer. Aquí resulta fundamental el contenido de la instrucción.- contempla el color que sea como el Señor de la Gran Compasión. Concéntrate en la clave: permite que la imagen se disuelva, lentamente en la realidad vacía, luminosa. Así quedarás libre de cualquier renacimiento.
 Pero si no logras bloquear el acceso a una matriz, deberás entonces elegir una matriz apropiada. Deberás adoptar un nuevo cuerpo. Explorarás el territorio como si se tratara de un nuevo continente. Aparecerán signos variados sobre el lugar y las condiciones del nacimiento venidero. Oscilarás entre el regocijo y la repugnancia. Pero jamás ingreses atropellado en la primera matriz que se te presente. Recuerda que tienes dos opciones basadas en dos instrucciones. una, transmitir tu alma a los territorios puros del Buda; otra, elegir el acceso a una matriz para otro impuro ciclo vital. Si todos tus impulsos para convertirte en un buda celestial transfigurado no dieron resultado, haz
uso de tu clarividencia para elegir el mejor lugar del reino humano, allí donde el Darma se haya expandido. Ten mucho cuidado. No pierdas de vista la luz azul del reino humano y la luz blanca del reino divino. Y cuando elijas, recuerda que siempre estará presente la influencia de tus anteriores cielos evolutivos o involutivos.
 Escucha, noble criatura. Si no lograste despojarte de la codicia y del odio, pero sabes cómo elegir el acceso a una matriz, entonces, sin importar el contenido de tus visiones, pronuncia el nombre de las Tres Joyas, ¡y pídeles refugio! Rézale al gran Señor de la Compasión. Avanza con tu cabeza erguida. Reconoce que te encuentras en la transición, en el estado intermedio. Abandona el amor posesivo que tenías hacia los seres queridos que quedaron atrás, tu hijo, tu hija, tus amigos. No podrán ayudarte ahora. ¡Avanza hacia la luz azul del reino humano y la luz blanca del reino di- vino! ¡Avanza hacia la hermosa casa enjoyada y hacia el jardín del placer!

V

Invocaciones y plegarias


Invocación para obtener ayuda de los Budas y los Bodisatvas
(RECITADO DEL OFICIANTE)
OM
 Oh Budas y Bodisatvas de las diez direcciones, compasivos y conocedores de todo, dotados del ojo divino, dotados de amor, refugio de todos los seres conscientes. Por el poder de tal compasión condesciendan a venir a este lugar y acepten estas ofrendas físicas y mentales.
 Oh Compasivos que poseen la inconcebible sabiduría del conocimiento absoluto, el amor compasivo, el poder del accionar divino y del proteger más allá de toda comprensión.
 Oh Compasivos, esta persona llamada (nombre del involucrado) va hacia el más allá. Deja este mundo. Da el salto insondable. Carece de amigos, Sufre inmensamente: no tiene refugio, ni protectores, ni fuerzas o aliados. Su percepción de esta vida declina. Va rumbo hacia otra latitud. Penetra en la densa oscuridad., Cae en el gran abismo. Se pierde solitario en una jungla. Lo impulsan las fuerzas evolutivas: entra en un vasto baldío, lo arrastra un océano gigante. Soplan sobre él los vientos de la evolución, va hacia donde los pies no encuentran donde pisar, es capturado por un gigantesco conflicto. Lo atrapa un enorme espíritu de aflicción y es aterrorizado por los mensajeros del Señor de la Muerte. Está inerme a merced de la existencia evolutiva, privado de energía propia. Le llegó el tiempo de partir, solitario, sin amigos.
 Oh Compasivos, protejan a (tal y tal) que se encuentra indefenso. ¡Ayúdenlo! Sean sus fuerzas y su compañía. Sálvenlo de la inmensa tiniebla de la transición. Apártenlo del enorme vendaval rojo de la evolución. Líbrenlo del gran terror del Señor de la Muerte. Evítenle los largos y estrechos pasadizos de la transición.
 Oh Compasivos, que no sea débil la fuerza de la compasión: auxílienlo Que no caiga en los tres estados miserables. Mantengan los antiguos votos: que el poder de la compasión no se debilite.
 Oh Budas y Bodisatvas, envuelvan a (tal y tal) sin que se debilite el arte del poder compasivo. Cuídenlo con la máxima compasión. Que no quede a merced de la evolución negativa.
 Que las Tres Joyas lo protejan de los sufrimientos de la transición.

 Plegaria de refugio ante los terrores de la transición

 Ahora que se agotan los impulsos de mi vida
y mis seres queridos ya no pueden ayudarme,
debo deambular solitario por la zona transitoria:
que los Budas apacibles y furiosos apliquen la
fuerza de su compasión,
para disipar la densa niebla de oscura ignorancia.

Ahora que ando solo y errante, lejos de quienes
amo,
y que todas mis visiones son imágenes huecas,
que los Budas ejerzan la fuerza de su compasión
para frenar los terrores pavorosos del intermedio.

Cuando despunten los cinco luceros
de la sabiduría brillante,
ojalá pueda reconocerlos sin miedo como a mí
mismo.
Cuando surjan las formas apacibles y furiosas,
ojalá pueda discernir la transición, firme y sin miedo.

Cuando sufra a causa de propensión negativa,
que las deidades apacibles y furiosas disipen
el padecimiento.
Cuando la realidad brame con un millar de truenos,
que todo se convierta en el mantra 1 de la doctrina.

Cuando el ímpetu evolutivo me apremie
sin tregua,
que los Budas apacibles y furiosos disipen
mis padecimientos.
Cuando me desgarren las miserias de mis propias
tendencias,
que me envuelva la luz clara y concentrada de la
beatitud.

Cuando renazca por aparición en la existencia
intermedia,
que las profecías malignas de los demonios no se
impongan allí.
Cuando llegue donde sea por el poder del
pensamiento,
que no imperen los pavores de los efectos
negativos.

Cuando bestias feroces rujan con salvajismo
predador,
que me envuelvan los sonidos sagrados del
mantra de seis sílabas.
Cuando sea acosado por nieves, lluvias, vientos y
tinieblas,
que encuentre la visión divina de la sabiduría resplandeciente.

Que todos los seres compatibles con la misma
transición,
eviten la rivalidad y renazcan en estados superiores.
Cuando esté hambriento y sediento por intensas
adicciones,
que no padezca hambre, sed, calor y frío reales.

Cuando contemple la cópula de mis padres en
la próxima vida,
que pueda verlos como padre-madre del Buda
compasivo.
Y al elegir conscientemente mi nacimiento, para
el bien de los demás,
que se me otorgue el mejor cuerpo adornado con
señales de gracia.

Tras obtener para mí el mejor cuerpo viviente,
que puedan liberarse gentilmente todos los que
me oigan y vean.
Si me es concedido no continuar mis tendencias
negativas,
que pueda seguir y desarrollar los méritos que
posea.

Dondequiera que nazca en la vida venidera,
que reencuentre a mi deidad arquetipo en esta
vida.
Capaz de hablar y comprender en el instante de
nacer,
que pueda recordar el compendio de mis vidas
pasadas.

Que en todas las facetas de mi aprendizaje, altas,
bajas y medianas,
que lo entienda todo en el momento de escuchar
y ver.
Que sea bendita la tierra donde me toque nacer,
y que todos los seres se colmen de felicidad.

Oh Victoriosos, apacibles y furiosos como lo son
sus cuerpos,
ojalá yo y todos los demás podamos igualar
sus superiores y auspiciosos signos de grandeza
y la pureza infinita de los mundos donde reinan.

Por la vasta compasión todopoderosa, apacible y
furiosa,
por el poder de la verdad de la realidad perfecta,
y las bendiciones de los adeptos realizados:
¡ojalá pueda realizar todo lo que incluye esta
plegaria!

Versos principales de las seis transiciones


Oh, ahora que amanece sobre mí la transición del
nacimiento,
desistiré de la pereza, para la cual no hay tiempo
en la vida del devoto,
entraré a la Realidad sin distraerme, atento,
reflexivo y meditando,
y asumiré como sendero las percepciones y la mente,
y realizaré los Tres Cuerpos de la iluminación.
Ahora que obtuve un cuerpo humano
no es el momento para vagar
por las distracciones.

Oh, ahora que amanece sobre mí la transición del
soñar,
dejaré de ser como un cadáver sumido en sueños
ilusorios,
y con la mente despierta abordaré la experiencia
de la realidad.
Consciente del sueño, disfrutaré los cambios
como una luz clara.
No dormiré indolentemente como una bestia,
sino que refinaré la práctica de unificar el dormir
y la realización.
Oh, ahora que amanece sobre mí la transición de
la meditación,
abandonaré la hueste de errores que distraen,
me centraré en la experiencia de libertad
extrema, sin desbordes ni controles,
y lograré la estabilidad con estados de creación y
perfección.
Así, enfocado en la meditación, apartado de las
especulaciones,
no seré un juguete de las pasiones distorsionantes.

Oh, ahora que la transición que antecede a la
muerte amanece sobre mí,
desistiré de la atracción, la ansiedad y la
debilidad ante las cosas mundanas,
ojalá nada me distraiga en el ámbito de las
enseñanzas brillantes (iluminadoras,
y ojalá pueda proyectarme hacia el espacio
celestial de los No Nacidos:
y cuando llegue el momento de abandonar esta
sangre y esta carne
pueda saber que el cuerpo es impermanente e
ilusorio.

Oh, ahora que la transición hacia la realidad
amanece sobre mí,
abandonaré todo temor, miedo y terror
que causan los fenómenos,
y ojalá pueda reconocerlos como proyecciones de
mi mente,
ojalá las reconozca como apariciones del estado
intermedio,
pues dicen que cuando llega la hora de asumir el
punto crucial
no deben intimidarnos los Apacibles y Furiosos
que emanan de¡ pensamiento.
Oh, ahora que la transición del renacimiento
amanece sobre mí,
concentraré mi mente en un único anhelo,
ojalá consiga expandir los resultados de las
buenas acciones,
y ojalá se cierre el portal de la matriz y la
convulsión recordada:
llegó el instante que requiere coraje y amor puro,
y abandonar los celos para meditar sobre el
Maestro, madre y padre.

Distraída la- mente, sin pensar, "la muerte se
aproxima,
esclavizarse en los asuntos insensatos de la vida
mundana,
para regresar completamente vacío: es un trágico
error.
Reconocer lo necesario es la santa enseñanza de
los dioses,
¿por qué no vives esta verdad divina a partir de
ahora?".
Estas son palabras de los grandes adeptos.
Si no retienes en tu mente el precepto de tu Mentor,
¿no te conviertes en alguien que se engaña a sí
mismo?


Invocación protectora en el angosto y peligroso túnel de la transición


Oh Congregación oceánica de Conquistadores
Benévolos, apacibles
y furiosos, los Conquistadores y sus Hijos en las
Diez Direcciones.
¡Honra a las huestes de Maestros, Arquetipos y
Ángeles!
¡Que su inmenso amor me guíe por el sendero!

Cuando ilusionado vague por el mundo de los
fenómenos,
que los mentores del Linaje Inspirado me
conduzcan,
que sus huestes de Consortes angelicales me
respalden
por el sendero de firme luz del aprendizaje, la
reflexión y la meditación,
y me ayuden a salvarme en el temible túnel de la
transición,
y me guíen al perfecto estado de Budidad
(Iluminación).

Cuando recargado de violencia yerre por el
mundo de los fenómenos,
que el Señor de la Realización me oriente
a través del luminoso sendero del Espejo de la
Sabiduría,
y que la Reina de la Verdad venga detrás de mí,
y me ayuden a cruzar el peligroso camino de la transición
y me guíen al perfecto estado de Budidad.

Cuando llevado por el intenso orgullo ande por el
mundo de los fenómenos,
que la Mente Indestructible del Embellecedor me
indique el rumbo
y que la Madre con el Ojo Iluminado sea mi retaguardia
a través del luminoso sendero de la Sabiduría de
la Equidad,
para salvarme del peligroso túnel de la transición
y me guíe al perfecto estado de Budidad.

Cuando con inmenso apego vague por el mundo
de los fenómenos,
que el Señor de la Trasmutación me conduzca
a través del luminoso sendero de la Sabiduría
Equilibradora.
Que su consorte me apoye a lo largo del camino,
me libre de los peligrosos estrechos de la transición,
y me guíe al perfecto estado de Budidad.

Cuando con envidia enorme vague por el mundo
de los fenómenos,
que el bienaventurado de la Meditación me conduzca
por la clara luz de la sabiduría que todo lo realiza.
Que su consorte me apoye a lo largo del camino,
me libre de los peligrosos pasadizos de la transición,
y me guíe al perfecto estado de Budidad.

Cuando llevado por los cinco venenos vague por
el mundo de los fenómenos,
que los bienaventurados Victoriosos de los cinco
clanes me guíen por el camino,
en combinación con la clara luz de las cuatro
sabidurías.
Que las cinco Budas consortes me apoyen a lo
largo del sendero,
y me protejan de las luces impuras de los seis reinos.
Que me libren de los peligros de los túneles del
intermedio
y que me conduzcan hacia las cinco tierras puras
supremas.

Cuando deambule por los cielos de la vida
llevado por fuertes instintos,
que los científicos supremos me guíen por el camino
de la clara luz de la sabiduría orgásmica.
Que su mejor ángel consorte me respalde todo el
y me libre de los peligrosos estrechos de la transición,
y me conduzca a la perfecta Budidad.

Cuando vague por el ciclo de la vida llevado por
fuertes alucinaciones,
que una corte de Budas apacibles y furiosos me
guíe por el camino
de la luz que conquista las visiones terribles del
odio y del miedo.
Que la diosa angélica espacial me apoye a lo
largo del sendero,
me libre de los peligrosos pasajes del intermedio
y me conduzca a la perfecta Budidad.

Que los elementos del espacio no se alcen como
enemigos,
y que podamos contemplar el reino del Buda de
zafiro (paterno-materna¡).
Que los elementos del agua no se alcen como
enemigos,
y que podamos contemplar el reino del Buda de
diamante.
Que los elementos de la tierra no se alcen como
enemigos,
y que podamos contemplar el reino del Buda dorado.
Que los elementos del fuego no se alcen como
enemigos,
y podamos contemplar el reino del Buda de rubí.
Que los elementos del aire no se alcen como
enemigos,
y podamos contemplar el reino del Buda de
esmeralda.
Que los elementos del arco iris no se alcen como
enemigos,
y podamos contemplar los reinos iluminadores de
los Budas.
Que todos los sonidos, luces y rayos de la
transición no sean enemigos
y podamos ver los reinos magníficos de las
fuerzas Apacibles o Furiosas.
¡Que reconozca todos los sonidos como mis sonidos!
¡Que reconozca todas las luces como mis luces!
¡Que reconozca todos los rayos como mis rayos!
¡Que discierna como mía la realidad de la transición!
¡Y que en ella se realice el reino de los
Tres Cuerpos del Buda
(la Verdad Absoluta, la Beatitud y la
Transformación)!

VI

Padma Sambava se despide del Tibet


 Yeshe Topyel narra que el Rey y todos los discípulos se postraron primero, luego deambularon en derredor y  por fin rogaron: “ !Por favor, permítanos acompañarlo como asistentes!” El Maestro Padma, como respuesta, entonó esta canción de aceptación.

Me refugio en el Triple Refugio
del Buda, la Enseñanza y la Comunidad.
Le suplico a las tres raíces
del maestro, la deidad tutelar y la deidad angelical.
Concedo la bendición de las tres perfecciones
de la iluminación, la compasión y la emanación.
¡Escuchen, rey tibetano y demás súbditos!
Les cantaré una canción que ilustra el significado
del Darma (la Enseñanza).
El buitre, que se desliza a través de los cielos,
desciende por comida dado el poder del deseo.
¿No se da cuenta cuando lo captura una trampa?

La leona blanca, que reposa majestuosamente en
los glaciares,
deambula por los bosques dado el poder del deseo.
¿No se da cuenta cuando la ventisca se desata?

El tigre, que vive en los bosques de sándalo hacia
el sur,
anda errante por las cañadas dado el poder del deseo.
¿No  se da cuenta cuando se desprende una
avalancha?

El gran pez, que nada a través de las aguas,
persigue la carnada dado el poder del deseo
¿No se da cuenta cuando lo atrapa una red?

Vuestra mente, el buda primordial,
busca por todas partes dado el poder del deseo.
¿No se da cuenta que deambula por el mundo de
los fenómenos (Samsara)?

Ahora, que habéis obtenido el precioso cuerpo
humano,
sois arrastrados continuamente por las acciones mundanas.
¿No os dais cuenta que vuestra vida se disipa?

Escuchad una vez más, rey tibetano y demás súbditos.
Cuando os halléis en una ruidosa masa de mucha
gente,
¡asumid la instrucción de vuestro cuerpo como la
ermita!
Si queréis dejar atrás la mente distraída, venid y
seguidme.

Cuando vuestra atención deambule en lo externo
¡asumid la instrucción de tomar las percepciones
como el sendero!
Si queréis dejar de aferraros a las apariencias,
venid y seguidme.

Cuando todo tipo de pensamientos fluyan por dentro,
¡asumid la instrucción para hallar los tres kayas 1!
Si queréis abandonar el raciocinio conceptual,
venid y seguidme.

Cuando el letargo, la excitación, o la pereza
ocurran en vuestra meditación,
¡asumid la instrucción de la alquimia que las
trasmuta en oro!
Si queréis lograr la fortaleza de la meditación,
venid y seguidme.
Cuando os halléis en la meditación o la
posmeditación,
¡asumid la instrucción de la lámpara que ilumina
la oscuridad!
Si queréis generar experiencia y samadhi 2,
Venid y seguidme.

Cuando os perturbe el estar aferrados a vuestros
cuerpos,
¡asumid la instrucción del desapegarse de vuestra
casa de huéspedes!

Si queréis abandonar vuestra tierra madre, venid
y seguidme.
Cuando os volváis sostén del ritual de alguna otra
forma,
¡asumid la instrucción de tomar al emisario como
sendero!
Si queréis esforzaras por el sendero corto, venid y
seguidme.

Cuando visualicéis vuestro cuerpo como el
sendero de la medianía,
¡asumid la instrucción del inmediato calor extático!
Si queréis cultivar la naturaleza del éxtasis y la
vacuidad, venid y seguidme.
Cuando seáis abrumados por el dormir en la
ignorancia,
¡asumid la instrucción de la luminosidad del sueño!
Si queréis tomar como sendero las emociones
perturbadoras, venid y seguidme.

Cuando recibáis las cuatro potenciaciones
secretas del camino de la maduración,
¡asumid la instrucción de colmar el vaso hasta su
borde!
Si queréis que madure vuestra naturaleza, venid
y seguidme.

Cuando practiquéis la yoga del desarrollo,
¡asumid la instrucción de vuestro cuerpo como el 
mandala
Si queréis cultivar el sendero de la percepción pura, venid y
seguidme.

Cuando seáis calumniados por gente ordinaria,
¡asumid la instrucción del sonido que es como un
eco!
Si queréis no temer el criticismo de los demás,
venid y seguidme.

Cuando os encontréis con vuestro odioso enemigo,
¡asumid la instrucción de ser pacientes frente al
reproche!
Si queréis no temer el enfrentamiento con un
adversario hostil, venid y seguidme.

Cuando recibáis el afecto de vuestros familiares,
¡asumid la instrucción de cortar la raíz del ciclo
de fenómenos!
Si queréis estar libres del condicionamiento de los
parientes, venid y seguidme.

Cuando seáis reverenciados por discípulos y
benefactores,
¡asumid la instrucción de cortar naturalmente los
apegos!
Si queréis no tener ataduras con discípulos y benefactores,
venid y seguidme.

Cuando sintáis la atracción de los placeres
sensoriales externos,
¡asumid la instrucción de la garza pescadora!
Si queréis no quedar atados a las acciones
mundanas, venid y seguidme.

Cuando vuestro cuerpo sea afligido por la
enfermedad de los cuatro elementos,
¡asumid la instrucción del sabor igual del cuerpo
ilusorio!
Si, queréis no temer los males físicos, venid y
seguidme.

Cuando en el momento de morir cese vuestro
núcleo vital,
¡asumid la instrucción de la conciencia
insostenible!
Si queréis no temerle a la transición, venid y
seguidme.
Cuando no hayáis cortado las causas del renacer
en el mundo de los fenómenos,
¡asumid la instrucción que cierra las puertas a las
seis clases de seres!
Si queréis cruzar el abismo de los seis dominios,
venid y seguidme.

¿Habéis entendido esto, rey y demás súbditos?
Si no sentís una fe sincera,
no despuntará la sabiduría de la certidumbre.
Si la sabiduría de la certidumbre no despunta,
no realizaréis la instrucción del maestro.

Si no realizáis la instrucción del maestro,
no percibiréis vuestra mente como el buda.
Practicad la instrucción del maestro
con fe, devoción, y reverencia.

Estoy más allá del nacimiento y de la muerte
y no estoy sujeto al alejarme o al permanecer.
Mi sabiduría y mi compasión son incesantes.
En la preciosa joya de mi mente
los conceptos de placer o dolor no existen.

Si podéis visualizarme en la corona de vuestra cabeza,
me hallaré más allá del estar cerca o lejos.
El mandala búdico de mi cuerpo no posee
materialidad.
De este modo, generad devoción en vuestra mente.
Dado que ahora me ausentaré de modo milagroso,
no podréis seguirme con vuestros cuerpos
materiales.
Esforzaos contantemente en la formulación de
súplicas,
y siempre estaréis en mi presencia.

 La princesa Yeshe Togyel, consorte y discípula del Maestro, narró que tras decir esto último, Padma Sambava se montó a un rayo de luz solar y en un instante se remontó hacia el cielo. Desde la dirección sur, giró la cabeza para mirar atrás y envió un destello de inconmensurable bondad amorosa que proyectó a sus discípulos a un estado de no retorno. Acompañado por una asamblea parecida a  una nube de ángeles femeninos (dakinis o danzarinas celestiales que hacían ofrendas musicales, se dirigía hacia el continente sur occidental de Chamara.

VII

Testamento de Padma Sambava al pueblo tibetano de las generaciones futuras




Reyes, ministros, y pueblo del Tibet, la frontera primitiva.
Sois una raza de demonios de rostros rojos,
carentes de compasión y buena voluntad.
El padre de vuestra raza es un simio con escasa
modestia o vergüenza.
Y la raza de vuestra madre es un demonio de los
peñascos, beligerante y hostil al Darma.
Sois una estirpe de gentes bestiales, llena de
anhelos de riqueza.
A menos que practiquéis la virtud, caeréis a los
peldaños más bajos en la vida venidera.
No olvidéis que la vida es un destello y que de
pronto moriréis.
Lo que se junta debe partirse, de modo que cesad la
lucha y no causéis trastorno.
Lo que se acumula debe ser abandonado, de modo
que no procuréis riquezas sin moderación.
El apego es una atadura, por lo tanto no os
aferréis de manera desenfrenada.
Lo que nace debe morir, así que pensad en
vuestra próxima vida.
El más pecador va al infierno: ¿quién puede
tolerar eso?
Por la codicia renacéis como fantasmas famélicos
y sufriréis tanto hambre como sed.
Al rechazar el Darma os convertís en bestias:
tened eso en cuenta.

Esta vida es apenas un préstamo, nadie sabe
cuándo la perderá.

Las apariencias son ilusorias, comprended su
impermanencia.
El alimento y la riqueza son como gotas ale rocío:
desaparecen de manera incierta.
Recordad que los sirvientes son como viajeros que
halláis por el camino.
La enemistad es una decepción: entenderlo es
asumir el error.
Tengan en cuenta que los apegos familiares son el
pasaje a un mundo de ilusiones.
Entended que la descendencia consiste apenas en
acreedores evolutivos que reclaman una
deuda.
Vuestras vidas se deslizan mientras os declináis a
la charla ociosa:
¿habéis advertido la llegada de los soldados del
rey Yama (dios del infierno y juez de los
muertos)?

Escuchadme, pueblo tibetano, demonios de rostro
rojo,
procurad las tres joyas como escudo contra los
tres reinos inferiores.
Tomad al maestro (guru), a la deidad tutelar
(Yidam) y a la deidad angelical (dakiní)
como vuestro apoyo tanto en ésta como
en las vidas futuras.
Como camino hacia la libertad, practicad el
vislumbre, la meditación y la conducta.

Aceptad al Gran Compasivo como la deidad
destinada al Tibet.
Olvidad las diez no virtudes y adoptad las diez
virtudes.
Si procedéis así tendréis felicidad en esta vida y
mayor felicidad en la próxima.
Yo, Padmakara, voy a alejarme ahora:
ya viváis en el presente o aparezcáis en el futuro,
que todo el pueblo del Tibet preserve esto en sus
corazones.

NOTAS

SECCIÓN III
1.  Los tres cuerpos o kayas de Ruda (tríkaya): Dharmakaya - Cuerpo de¡ Darma o "Cuerpo de la Realidad", que no posee forma, no cambia, es trascendental e inconcebible. Sinónimo de "tal es", o vacuidad. Sambogayaka - 'Cuerpo del Deleite" el cuerpo celestial del Buda. Personificación de la perfección eterna en su sentido supremo, "Reside" en la Tierra Pura y jamás se manifiesta en la órbita mundana, sino sólo en las esferas celestes, acompañado por Bodisatvas iluminados. Nirmanakaya - Cuerpo encamado del Buda: a fin de beneficiar a ciertos seres conscientes, el Buda se encarna en un cuerpo visible apropiado, tal como el del Buda Sakyamuni.

2.  Pasado, presente y futuro.
3.  Darma - Enseñanzas de los Budas, referidas a la realidad suprema. Antes de la manifestación de Sidarta Gautama en la India el término significaba "ley", "doctrina" o "religión'. A posteriori, constituyen la suma de sus prescripciones que revelan la Verdad en Sí.
4.  Seres bestiales o ignorantes, idólatras orgullosos, espíritus voraces entregados a la codicia y la avaricia, semidioses dominados por la envidia y los celos, seres humanos signados por el apego y la lascivia, y seres infernales víctimas del odio y la ira. Las tres esferas: el deseo, las formas sutiles y las cosas sin forma.
5.  Buscadores de santidad, librados de adicciones artificiales, con una percepción parcial de las estructuras sutiles de la realidad suprema.
6.  Aquí Padma Sambava impugna la práctica individualista y dualista (en base al objeto y el sujeto), a los ritualistas tántricos ambiguos en lo referido a su fusión con las deidades que invocan, a los budistas universalistas adscriptos a una apreciación relativa de 1a realidad suprema, y a los yogis que eluden la simbiosis de su mente con la perfección del entorno puro expresado en los mandalas (representación gráfica del universo como reino espiritual de los Budas y su séquito).
7.   Se refiere a las once modalidades con que diferentes escuelas de pensamiento definen a la mente en la India. La meta consiste en deshacer las divisiones temporales para sumergirse en la conciencia intemporal. Ajena al dualismo entre complejidad y simplicidad. Ello puede implicar simultáneamente los tres portales budistas: el cuerpo, el habla y la mente.
8.   Ante el desdoblamiento temporal entre pasado, presente y futuro, cabe librarse de tal adherencia al paso del tiempo para poder ingresar a una conciencia intemporal.
9.    En la práctica, se trata de cuatro pares de extremos conflictivos: nacimiento y muerte, permanencia e impermanencia, identificación y diferenciación, ir y venir.

10. Referencia a las seis direcciones de la reencarnación: Naraka (infierno), Presta (espíritu famélico), Tiryagyoni (animal), Asura (entidades naturales malévolas), Manusya (existencia humana), y Deva (existencia celestial).
11. La tradición Nyingma (antigua escuela de¡ Tantra secreto) clasifica el Darma de Buda en nueve vehículos sucesivos, colectivamente contenidos en el vehículo de la Causa y el vehículo del Efecto. El primero tiene tres divisiones: el vehículo Hinayana de los Sravakas, el vehículo Hinayana de los Pratyekabudas y el vehículo Mahayana de los Bodisatvas. En el vehículo de los Efectos hay dos divisiones: los tres vehículos del Tantra externo y los tres grandes métodos del Tantra interno. Cada uno abarca múltiples definiciones y explicaciones sobre su visión, la meditación, la acción y sus resultados. En las antiguas traducciones de los Tantras Nyingma hay tres linajes: el Oral Distante (enseñanzas orales directas de Buda), los Tesoros Cercanos (enseñanzas descubiertas en textos-tesoro escritos y escondidos en lugares sagrados por el maestro Padma Sambava, su discípula Yeshe Togyel y otros, para beneficio de generaciones futuras), y el de las Visiones Puras Profundas enseñanzas recibidas de varios santos durante visiones en la meditación o la posmeditación).
12. Los venenos son impulsos negativos fundamentales referidos al deseo y la pasión, el rencor, la antipatía y la ignorancia. Sus motivaciones inducen la acumulación de malas conductas en la acción, la palabra y el pensamiento que, a su vez, encadenan a los seres en la prisión de la rueda de la existencia y en malos estados de renacimiento.
13.  Colección de textos que establecen una red de correspondencias simbólicas entre los universos externo e interno, inclusive entre las deidades y los seres comunes (o no liberados). Los Tantras enseñan una vía rápida hacia la liberación.

SECCIÓN IV
1.     El mantra es una expresión en sánscrito que el devoto o el meditador repite mentalmente, para proteger a la mente de pensamientos o sentimientos intrusos con potencial perturbador.
SECCIÓN V
1.  Tres kayas (Trikaya): Como suelo firme, son la esencia, la naturaleza y la expresión; como sendero, son el éxtasis, la claridad y el no pensamiento; y como goce, son los tres kayas de la Budidad. El darmakaya, que está libre de las construcciones elaboradas y dotado con 21 series de cualidades iluminadas; el sambogakaya, que es la naturaleza de la luz y está dotado con marcas perfectas mayores y menores, que sólo perciben los bodisatvas; y el nirmanakaya, que se manifiesta con formas perceptibles tanto a los seres puros como a los impuros.

2.  Samadi: Concentración meditativa que supera la diferenciación entre sujeto y objeto, uno de los siete factores de la iluminación. Tres corresponden al despertar de la mente (investigación de la verdad, energía y arrobamiento); tres al apaciguamiento de la mente (serenidad, concentración v ecuanimidad), y uno de equilibrio (atención) entre aquellos dos grupos.
3.  Mandala: Etimológicamente "centro y entorno". Representación simbólica gráfica del reino de la existencia de una deidad tántrica.

Simbología de la bandera del Tibet



El despliegue de colores y de componentes de la bandera nacional tibetana abarca todos los aspectos geográficos y religiosos del país: tanto el paisaje como las tradiciones, las costumbres y la organización política.
En su centro se alza un imponente pico nevado, representativo de la nación tibetana, conocida como Tierra Rodeada por Montañas Nevadas.
 Un cielo de azul oscuro (síntesis de los mandatos seculares y espirituales) es cruzado por seis fajas rojas que se expanden y representan a los ancestros del pueblo tibetano, seis tribus llamadas Se, Mu, Dong, Tong, Dru y Ra. La compenetración de las fajas azules celestiales y las fajas rojas representan la promulgación constante de las proezas virtuosas cumplidas históricamente para proteger las enseñanzas espirituales y la existencia secular a partir de las deidades específicas del budismo tibetano.
 Al tope de la montaña nevada, refulge el sol con sus rayos expandiéndose en todas direcciones, lo cual representa el disfrute simultáneo de la libertad, la felicidad material y espiritual, y la prosperidad de todos los hijos de esa tierra.
 Un par de indómitos leones de las nieves simbolizan la victoria absoluta del destino tibetano, donde lo físico y lo metafísico no tienen fisuras.
 La llameante joya tricolor que refulge en lo alto, simboliza la reverencia por las tres gemas preciosas donde se refugia la fe tibetana: el Buda, la Enseñanza (Darma) y la Comunidad (Sanga).
 La joya bicolor que aparece entre ambos leones simboliza la observancia de los principios morales en base a las tradiciones del Tibet, representadas fundamentalmente por las diez divinas acciones virtuosas y las dieciséis reglas morales humanas. El símbolo yin-yang representa al Darma.
 El marco amarillo de sólo tres lados representa el constante florecer de las enseñanzas del Buda en todas las direcciones y todos los tiempos (el color oro puro se refiere a la pureza del credo), y el lado abierto indica la apertura tibetana a enseñanzas que no sean explícitamente budistas.


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