Ayer... ¡hace tanto tiempo!
No sé cuando... (ayer quizá)
mis sueños eran distintos.
Esperanzas, antaño nuevas,
yacen viejas y plegadas
con surcos profundos, arados
sobre una piel de cartón.
Mis ilusiones han muerto
como las flores en otoño:
soñando con la primavera.
No voy adelante ni atrás.
Aquí me quedo,
contemplando lo que he sido
y no volveré a ser nunca,
nunca y jamás.
Mi tiempo está quieto
en una quietud engañosa,
como un reloj sin manillas.
Ayer... ¡hace tanto tiempo!
Hoy (o ayer, o mañana)
palpé arrugas en mi cara,
vi luz de plata en mi pelo
y heridas agrias en mi alma;
Irreparables, incurables,
ganadas a llanto. Mías.
¡Hace tanto tiempo!... Ayer.
Entonces mi risa era fresca
como agua de manantial
transparente, cantarina,
como perlas de cristal batidas.
¡No volverán las risas, lozanas,
inocentes, de juventud a verme!
¡No volverán a florecer
rosas frías en mis mejillas,
ni volverá a quedar blanca
la pureza de mi inocencia!
Ayer... ¡hace tanto tiempo!
El otoño eterno sigue a mis días
y ya, casi, adivino el frío.
¿Dónde se me quedó la vida clavada?
¿Dónde se me quedó la vida clavada?
Ando buscándola y no la encuentro.
Acaso, para mí, se olvidó Dios
De hacer un poco de felicidad?
Acaso le hice algo antes de nacer
Y me hace pagar mi pecado
Levantándome alto y dejándome caer,
Con fuerza, una y otra vez?
¿Qué te hice, Dios, para que así me castigues?
Si continúas retándome, Dios,
La vida te la devuelvo. No la quiero.
Y bien caro me lo haces pagar.
Yo no quepo en este mundo.
Nada quiero y todo me sobra.
Si crees que hiciste un buen invento,
Baja y quédate una para ti.
La mía si quieres.
Cuando llegues al mismo lugar
En donde dejaste clavada la mía,
Quizá te des cuenta de que no eres un buen Dios
Y rehagas la vida humana
Dotando de corazón a sus seres.
Nada…
Lo de siempre,
siempre lo mismo.
Día a día
la monotonía reina
por todas partes.
Insulsa existencia
falta de aventuras,
falta de aliento.
Flaccidez sedentaria
que agota el pensamiento.
Vacío...
Iniquidad...
Vejez de alma...
Cansado hastío...
...Vacío.
La nada avanza
y se asienta en reino.
Las ilusiones mata,
el vigor y el pensamiento
apelmaza
y es lo de siempre...
Siempre lo mismo...
Silencio...
Calma...
Muerte...
Nada...
Serena existencia
Mi espíritu se halla herido. Aunque mi cuerpo no sufre, mi vida se pierde entre el fluir de mis lágrimas.
Morir o no morir, es ahora un dilema:
Si no muero,
mi mal no tiene cura
y si muero
siempre vivirá la duda
de saber por qué muero.
Ser o no ser...
Sabia cuestión citó Hamlet.
Si soy, será no queriendo;
y no queriendo ser, lo soy.
Que triste desventura
es la de un futuro incierto
que el presente lo presenta,
más que blanco, negro.
Qué hago yo aquí, parada en la estación del desierto de mi soledad. Sentándome encima del volcán de mi tristeza. Sin montañas de hielo que enfríen mi ardiente odio hacia esta existencia incomprendida que me atrapa.
Y mientras... solo deseo poseer el don de la indiferencia como vacuna contra el dolor. Una vacuna permanente hasta que abandone el mundo y encuentre una vida nueva en otro lugar, en otra dimensión...
Cuando la luz se apaga
Cuando el sol muere, tras las montañas en el ocaso,
el último rayo de luz se apaga, abandonando el mundo y con él,
las esperanzas de volver a disfrutar
la flor, nacida en la mañana.
Será imposible acompasar las ramas de los árboles, acunados por el viento
y su sonido, solo será recordado escuchando en silencio, entre las sombras.
La transparencia del agua, recorriendo el río, se tornará opaca
y dormirá el jilguero que nos amenizó la tarde con su rítmia de trinos.
Sentimientos vividos serán congelados en un negro iceberg de tristeza.
Todo muere, cuando el sol se esconde tras las montañas, en el ocaso.
Qué esconderá la noche bajo su capa que, con afán, de la luz huye.
Acaso sea la muerte, que amenaza al día segándolo con su guadaña.
El terror invade mis huesos como la niebla se apodera de la colina.
Nada me hace pensar que todavía me quedará un mañana,
plagado de luz, donde volver a vivir de nuevo las cosas queridas.
Estirando la mano quizá pueda atrapar por la cola ese último rayo
y retener conmigo esa luz que me ata a mis recuerdos amados.
Que no muera en el ocaso, el sol, tras las montañas.
Mi felicidad se desvanece difuminándose con los postreros reflejos.
No quiero dormir la muerte de esta noche eterna, invadida por el miedo,
ni aún con la promesa de mitigar la negrura con miles de estrellas,
refulgiendo en la noche, cual promesa vana de un nuevo amanecer,
una nueva mañana que no quiero conocer por no perder lo que tengo:
un puñado de aire impregnado de agradables momentos pasados.
Me aferro al hoy que recuerdo para convertirlo en mi futuro eterno.
Que no llegue el ocaso, cuando tras las montañas, muera el sol.
Tal vez me deje atrapar por la noche y me ofrezca a su guadaña,
mártir voluntario a dejar mi sangre como sello de su hoja fría.
Quién llorará por mí y sembrará una lápida sobre mi frente.
Quién grabará el epitafio con espinas sacadas del dolor de mi ausencia.
Quién se lamentará y me llamará cobarde por haber huido de la negrura.
Me aterra la oscuridad. No podré soportar la noche oculta a la vida.
Tal vez me pierda al pensar que puede volverse eterna y fría.
que no habrá más flores que se abran con las primeras luces del alba,
ni habrá ilusión que despunte con los rayos al nacer un nuevo día,
ni encontraré una nueva cara que me regale su sonrisa y la sienta mía.
Muere la luz cuando la noche la traga, cuando siega los rayos con su guadaña.
Ante el milenio
Lloro sangre, lloro fuego,
lloro rabia, lloro tedio,
lloro hambre, lloro miedo,
lloro amor y lloro sueño.
Lloro sangre y de dolor muero
con los que derraman sangre,
muriendo, al suelo.
Lloro fuego y en él me consumo
con los que sufren injusticias
por leyes de humo.
Lloro rabia de animal furioso
con el que rabia impotencia
contra el abusón rico y ocioso.
Lloro tedio por la lasitud reinante
en una sociedad parca,
rica en desastres.
Lloro hambre con los niños que callan
sin derramar lágrimas
¡con el hambre que pasan!
Lloro miedo sin querer estar solo,
por faltarme un amigo
y hablarme solo.
Lloro amor porque no lo tengo,
sin dárselo a nadie
y ¡estoy tan lleno!
Lloro sueño de seguir mendigo
con ideas gastadas
y soñando sigo:
Llorando sangre, llorando fuego,
llorando rabia, llorando tedio,
llorando hambre, llorando miedo,
llorando amor y llorando sueño.
Hermanos
Alzad hermanos los brazos
y cantad todos al tiempo
enlazándonos las manos
en un cordón que no acabe
ni más allá del firmamento.
Traspasemos las fronteras
y busquemos nuevas manos
que se unan a las nuestras
construyendo una cadena
con un fraterno abrazo.
No miremos la epidermis,
solo juntemos los dedos.
Si olvidamos el color,
más profundo que la piel
encontramos sentimientos.
Que un solo corazón
gobierne nuestras vidas,
pasémoslo de mano en mano
entre el ciego y el lisiado
cicatrizando las heridas.
Blancos, rojos o amarillos,
verdes, negros o mezclados,
si nos despojamos de la piel
podremos comprobar
que todos somos hermanos.
Que cualquiera que tiene un hijo,
sin importar el tinte de la piel,
sufre lo mismo por ellos
cuando nacen, cuando crecen
y cuando los entierran también.
Levantad hermanos las manos
y juntadlas en lazo prieto
y aunando corazones
olvidémonos de colores
y vivamos un mundo nuevo.
El cielo
El cielo,
parte infinita de mí mismo.
Inmensa grandeza
que mis brazos no abarcan.
Cuna de estrellas
paridas del éter
cósmico que lo llena.
Mundos ocultos
a los ojos que lo escrutan.
Mirada perdida
entre su inmenso vacío.
Salpicado de estrellas
que alumbran la noche
con la serenidad que la colma.
Aurora marchita.
Sol inclemente que me quema.
Gotas de lluvia rala
y grandes tormentas.
Consciencia que se esfuma
entre las brumas del pensamiento,
que se pierde entre las nubes
blancas del intelecto.
Más que darnos hallazgos,
nos descubres más misterios.
Cielo…Cielo…
Despertar
¡Oh! Dulce despertar
que sin quererlo me embriagas
prendido de nardos
que perfuman la mañana.
Mis ojos son luces
que se encienden al ritmo
iluminando de nuevo
mi tiempo dormido.
Cada vez que me duermo
me abrazo contigo
y me acunas sedoso
como la madre a su niño.
Despertar que velas
mi sueño encendido
llamándome al día
de nuevo a vivirlo,
me traes de las brumas
que en el sueño metido
me pierden las ansias
de vivir lo querido.
Como almendro florido
prolongas tus ramas
y siembras de flores mi pelo
haciendo maraña.
Despertar que eres amo
del reloj de mi sueño
no me dejes solo,
no me dejes muerto.
Suena cada día
con tu sonar de silencio.
Abre mis ojos claros
a la luz de tu pecho.
Déjame mamar tu leche
de vida impregnada
en tu seno caliente
de madre preñada.
Pensamientos
Pensamientos
que vuelan raudos
perdiéndose en la noche,
tristes, solitarios e inseguros,
caminando en el laberinto
de la duda,
volando hasta llegar
más allá de la realidad
y del tiempo.
Pensamientos vacíos
y llenos que se entremezclan
en una calle sin salida,
donde las sombras se confunden
y no van a parar a ningún sitio,
deambulantes e inseguros,
cansados de no hallar su destino,
buscando su propia estrella
para encontrar su propia luz.
Pensamientos...
Nacidos de la misma mente
que los crea.
Criados por el mismo alma
que los alimenta.
Muertos por la misma mano
que los guía.
Pensamientos...
Masa de nubes
que el viento disipa.
Puñado de aire
que la mano no atrapa.
Gotas de agua
que la piedra no bebe.
Llamas de luz
que el fuego no agota.
Pensamiento... ¡BROTA!
Como la hiedra
¿De qué escribe el poeta
cuando pierde la inspiración,
cuando su musa se queda quieta
y callada en un rincón?.
¿Qué tiene que decir al mundo,
cuando en la nada muere,
cuando es tanto su dolor
que en la abstracción yace inerte?
¿Qué puede escribir sobre el amor,
cuando no lo tiene,
o es su propio desengaño
quien no lo deja y le miente?
¿Sobre qué escribe el poeta
cuando pierde la inspiración,
o simplemente no escribe
y deja apagar su voz?.
¿Deja de ser poeta
el que perdió el don de la poesía,
aquél que olvidó las cosas bellas
sobre las que tanto escribía?.
¿No hay amor que lo consuele,
ni dolor que lo conmueva?.
¿No hay una flor, un mar o una mano
que lo saque de su retiro
y haga renacer en él,
una nueva ilusión por plasmar lo divino?
¿Sobre que escribiré yo
cuando en nada crea,
cuando mi gran romanticismo
decrezca y muera?.
¿De qué escribiré, si soy poeta,
cuando pierda la inspiración,
cuando mi musa se quede quieta
y callada en un rincón?.
¿Tantos miles de versos
escritos para ser poeta,
me mantendrán con el título
cuando me dejen las letras?.
¿Se me llenará de olvido
en una vieja carpeta
y desapareceré para siempre
con polvo sobre las grietas?.
Y en mi propio desespero
mis musas no se están quietas
y bailándome al oído,
susurran cosas como estas:
“Morirás. –Me dicen las hadas-
Morirás, pero naciendo
a cada frase, a cada verso,
que vivirá más allá del tiempo.
Cada vez que se lea al aire tu rima,
tu prosa o tu verso,
crecerá como la hiedra
alzando sus brazos al cielo.
Cada vez que alguien las lea
y hagas a su corazón latir,
dejarás de estar muerto
y volverás a vivir”
El abuelo
Inclinado está en su vieja silla,
pequeño, encogido, arrugado,
siempre con su boina puesta,
vistiendo holgadamente, descuidado.
Allí me lo encuentro siempre,
sentado a oscuras, frente al hogar,
con la mirada ausente y perdida,
vacía de tanto y tanto llorar.
Con sus manos sobre el regazo,
retuerce y estruja los dedos,
cortando en pedazo el aire
y atándolo con nudos luego.
Yo, le observo desde la puerta
temblar en su traje negro,
ropa de luto que esa muerte
dejó cosida a sus recuerdos.
Cuando nota que le miro
gira, cansado, medio cuerpo
y sin apenas mover los labios
me sonríe y dice esto:
-“Pasa hija, ven,
que ya no tardará la abuela
y si tarda la buscaré
para acompañarla de vuelta”.
Ya... ni me arrimo siquiera.
Ya... de la puerta me vuelvo.
¿Cómo hacerle comprender
que la abuela ya se ha muerto?.
En los ratos de lucidez
llora y suspira en silencio,
con la cabeza hundida, caída,
pegada, sin vida, al pecho
y yo me ahogo en la pena
de que no sea feliz,
de que quiera irse con ella
y Dios le retenga aquí.
Mi querido padre borracho
proclama la inocencia
de haber perdido la vida
sin haber tenido consciencia.
Que mudo te has quedado...
que sereno estás ahora...
mi boca cínica sonríe
y mis ojos, no queriendo, lloran.
Tres días pasaste en coma
del último trago que diste
y feliz te mueres ahora
sin saber lo que me hiciste.
Y aquí, ante ti me postro,
a tu lado de rodillas
lavando tu pálido rostro
con agua de mis mejillas.
Siempre quise tener un padre
y la muerte me lo dio,
un padre que me escuchase
y al que abrirle el corazón.
Ahora escucharás de mi boca,
mi querido padre borracho,
lo que me amargaste la vida
siendo todavía un muchacho.
La muerte te ha llegado suave,
sin avisarme siquiera
para poder ir a comprarme,
por luto, ropa de fiesta.
Que mal lo pasé en la vida,
que malos tragos bebiste,
te sentaba tan mal la bebida,
que malos tratos me diste.
Cojeo por la soldura
del hueso que me rompiste
y mil cicatrices me adornan
que tú mismo las hiciste.
Cuando ahorraba cuatro chavos,
tú me los quitabas a “hostias”
y dime con qué dinero
debo enterrarte ahora.
Porque el cura quiere “duros”
aunque el Dios altísimo no coma,
que dice que en lo económico,
aquí paz y allá gloria.
Te amortajaré con mi traje nuevo,
aquél que compré a plazos
mi querido padre borracho.
Te enterraré en Tierra Santa,
por mi honor, en Campo Santo,
aunque tenga que pedir
puerta a puerta mendigando.
Pero una vez que te entierre,
entiérrame tú también a mí,
que si en vida no me lo diste,
de muerto, no quiero nada de ti.
Niña de trapo
La dulce muñeca
que entre mis brazos yo mezo,
sustituye a la niña
que ya no tengo.
Cuanto más la miro
más se parece,
con su carita blanca
y sus rollizos mofletes.
Sus tirabuzones de oro
y su vestidito de organza,
lo mismo, lo mismo
que como iba en la caja.
-Mi dulce niña
¿te mojé la cara?
¡Que tontas las lágrimas
que a mamá se le escapan!.
No te asustes hijita
que las meto en el alma
¡Que no lloren mis ojos
que mi niña se espanta!
-“Ea, ea, niña Luna,
mi ángel se duerme
mientras mami,
con ternura, la acuna”
-“Ea, ea, niña Luna,
como mi nena,
no habrá ninguna”
-“Ea, ea, niña Luna,
como mi nena,
no habrá ninguna”
Niño viejo
Ojos profundos como el mar,
de mirada clara como el cielo,
de sentir sereno como la noche,
de querer intenso como el fuego.
Cargando sobre su espalda
arrastra cientos de penas,
tanto vive, tanto pasa
duramente algunas pruebas.
En su mirada dura,
azul, pero de acero,
oculta arrugas que en el alma lleva
resignadamente el niño viejo.
¡Que gastada está su vida,
que cansado está su cuerpo
de la vida que soporta
este pobre niño viejo!.
Escupe su desprecio
por la vida que lo atrapa
y con envidia mira el parque
desde la verja cerrada.
Es un niño y es un viejo.
Pobre, pobre, niño viejo.
Un kilo de amor, por favor
Con qué mesura es medida
la unidad de la cordura
que da la razón al sabio
sin tacharlo de locura?
Con qué vara se mide
-y a la sapiencia cuestiono-
la villanía del tirano
o el sabor del puromoro?
Cómo se mide el dolor
que soporta el ser humano?
Se puede medir la intención
de quien quiere hacerle daño?
Puede el infame injusto
fabricarse en su probeta
unas gotitas de odio
y regalarlas en tabletas?
Como se puede dar,
a mi dolor, cabal consuelo
si nadie sabe con justicia
del total cuanto me llevo?
Quiero medir las cosas,
el amor y el sentimiento
para, de la suma total,
restar lo que me quedo.
Que me haga sentir su odio,
quien me odie, a cada gesto
para que sea intenso, mi dolor,
un momento.
Así, yo, con mi “metro”
sin pausa lo mido
y cuando acabe les diré
si mide más su odio o mi olvido.
Un soplo de libertad
Buenas noches carcelero
y deja mi ventana abierta
que por ella asoma el brillo
candelero de una estrella.
Que olvides cerrarla pido,
tan solo por esta noche,
hazlo como un descuido
para que nadie te lo reproche.
Que ver la inmensidad del cielo
cuando la cierra una ventana,
es como ser un ciego
queriendo ver sin la mirada.
Carcelero de mi vida
ten compasión de mí
y deja mi alma libre
que pasee por ahí.
¡CARCELERO... NO!
y mi ventana se cierra.
¿Por qué un castigo mayor
si ya cumplo mi condena?
Mi pueblo
Sus casas de paredes altas
y techos de teja roja,
atraen desde lontananza
a las miradas curiosas.
Vestido de perlas blancas
salpicadas de geranios
que se derraman en cascadas
sobre su suelo empedrado.
Tiene calles que se empinan
con escaleras que van al cielo,
estrechas como la cintura
de las mozas de mi pueblo.
Matronas de tetas gordas
llenan por la tarde el pueblo
con sus labores de punto
a la fresca del averno.
rostros de piel plegada
llevan a lastre su cuerpo
por las horas de trabajo
y de labor en el terreno.
Chiquillos de ojos grandes
que corretean inquietos
alzan en clamor sus voces
llenando de risa el pueblo.
Chimeneas que perfuman
el aire frío de invierno
dando consuelo a sus gentes
con la promesa de un buen fuego.
Sobre lápidas de piedra y cruces
escribe su historia el pueblo,
a cada cual se le escribió la suya
y son la historia de mi pueblo.
Sueños
Cansada te veo, paloma
¿Sigues volando contra el viento?.
No ves que te dejas la vida
entre aleteo y aleteo,
que pierdes tus plumas blancas
a cada golpe de remo?
¿Qué persigues en el aire,
añoranza? ...juventud?...deseo?
No te diste cuenta aún
que el amor es puro sueño?.
Baja. Descansa y reposa.
Toma un poco de aire “quieto”.
Descansa tus viejas alas,
relaja tu cuerpo viejo.
Mira que no eres joven, paloma,
dejaste atrás el ser polluelo.
Tu ración de vida te comiste,
amaste y criaste al tiempo.
Vuelve a tu morada, paloma,
al palomar caliente y seco
que allí revivirás
al calor de los recuerdos.
Amante perdido
El balcón de mi casa
se halla marchito
con flores que han muerto
sin haber nacido.
Lloran la ausencia
del amor clandestino
que alegre cantaba
a mi hiedra prendido.
Sus baladas dulces,
en sus labios presas,
regaban mis flores
que su amor veneran.
Rondaba las sombras
robando el rocío
a las hojas frescas
en invierno y estío.
Yo me ocultaba
fingiendo no oírlo
y mi amor le negaba
siendo carbón encendido.
Claros tenía los ojos,
rubio crecía su pelo,
la cara de suaves rasgos,
era guapo y altanero.
Hoy, cargada de años,
tejiendo junto a la reja,
sigo esperando el regreso
de mi amor, que nunca llega.
De aquél que cantaba
sus baladas bajito,
para que nadie escuchara,
solo para mí todito.
Y las flores crecían
testigos de aquél beso
quedo, muy quedo.
Hablar, no le hablaba,
pero quererle, aún le quiero.
Qué será de aquél mozo
guapo y altanero
que rondaba mi casa
en verano e invierno,
que me enviaba las cartas
sucias de besos.
El vientre me duele
cada vez que las leo
preñada de ansia,
de amor y deseo.
La arena y el mar
Yo he sido testigo de cómo la arena y el mar se amaban.
En noches de silencio, bajo la cómplice mirada de la luna,
el mar, le canta romanzas de suaves susurros, mezclados de suspiros.
La arena, se deja arrullar por los brazos azules, entregada a sus besos.
Él, borracho de amor, a cada caricia, le prende el pelo de caracolas.
Quise ser arena y caminé descalza por los labios de la esfinge.
La fina y marfílea arena, se apartaba ofendida, rehuyendo el paso,
cuando el mar besó las huellas, cuyas autoras éramos su amada y yo.
Enredé mis pies en la espuma, que seducía sin cesar la Tierra,
queriendo robar alguna de las caricias que ambos se prodigaban;
fundirme con el mar y abrazar el Universo extendiendo mis brazos;
perderme en el cosmos mientras mi cuerpo se entregaba a las olas.
Pegué el oído en la arena mojada, arrancándole quejidos,
tatuando el paso de mis dedos por su cara, como celosa enamorada.
Decidí pertenecer al mar y que como cosa propia me poseyera.
Descendí los altares humanos para convertirme en su sirena.
El viento, ordenado por el mar, vertía sus reproches sobre mi cuerpo
que, desnudo al cielo, yo le ofrecía para que amasase y esculpiese a gusto,
mientras continuaba adentrándome, plácidamente, en el fondo marino.
Pero el mar no me quiso y me impulsó al aire como lava de volcán,
abriendo las olas a mi rastro, en pugna salvaje, por librarse de mí.
Me tomó mimoso en sus brazos, con la delicadeza de un caballero
y como si cual novia yo fuera, me depositó suavemente en la orilla.
Permitió que le besara por última vez y se fundió con mis lágrimas.
La arena se apartó bajo mi peso, invitándome a dejar la playa.
Nadie me había invitado e entrar en la Ternura.
Yo quisiera
Como a un amigo me tienes
y como un amigo te acepto
y tu confiada mirada me calla
para decirte lo que siento.
Porque...
Yo quisiera...
que cada vez que sueño
pudiese bordar tu boca
con la yema de mi dedo.
.
Yo quisiera...
acariciar despacio tu cuerpo
en una caricia larga y llena
que te hiciese temblar de miedo.
Yo quisiera...
que entre el sentir de mi sueño
se mezclase clara la esencia
de tu amor, que tanto anhelo.
Yo quisiera...
oler en tu larga mata de pelo
el olor a primavera
como huele cuando estoy despierto.
Yo quisiera...
abrazar tu cuerpo desnudo
y apretar tu carne morena
con fuerza contra mi pecho.
Yo quisiera...
poder ser Dios un momento
y construir una noche eterna
para encerrarte conmigo dentro.
Yo quisiera...
moldear de espuma tu cuerpo,
e ir nadando, en tu cadera,
a la isla del fin del tiempo.
Yo quisiera...
hacer realidad mi sueño
y que tu amor me lo dieras
no dormido, sino despierto.
A fuerza viva
En mis entrañas florece
un sentimiento que agota,
brota como el agua dulce
resbalando sobre la roca.
Con fuerza viva rezuma,
con genio bravío alborota,
mas respirando aire inerte
en manso cauce se torna.
Con la tranquilidad serena
y la paz que concede el alma,
al escapar de su encierro
la brava agua se calma.
Como el ardor de mi fuego
se enfría ante tus ojos
y el estremecer de mis celos
desaparece cuando te toco.
Como cuando aplacas mi codicia
de amor, bebiendo en tu boca
el dulce sabor de unos besos,
perfumados, oliendo a rosa.
derrites al rojo candente
las puntas de hielo duro
que asoman desde mi vientre.
Y sueño despierto contigo,
la vida me estorba sin verte,
me tienes loco perdio
y no soy nada sin quererte.
Y no te das cuenta
Ardo en deseos de fundirme contigo,
como nunca jamás hubieras soñado,
ni hombre amado en la tierra sentido,
sentimientos nuevos en mi guardados
que mueren en flor sin haber nacido,
guiando su belleza a un corazón sangrado,
que llora el dolor de haberte conocido
y la pena callada de sentirte amado.
Con labios sellados y agria esperanza,
palabras ahogadas en un mar de deseo,
tentaciones perdidas en el fondo del alma
y salobres los ojos cada vez que te veo,
extiendo mi mano cuando por mi lado pasas,
buscando el roce accidental de tu cuerpo,
pidiendo el regalo de una tierna mirada
que me mata a la vez que me da consuelo.
Encumbrados deseos para mí prohibidos
que a palabras de amor vienen atados,
con sueños rajados de tenerte conmigo
y esperanzas truncadas sin haberte dado:
la luz de mis ojos cada vez que te miro;
la fuente de amor que nace en mis manos;
la miel de mis besos que te hiciesen cautivo
y en la red de mi araña te vieses atado.
¿Qué es amar?
Qué es amar,
alguien puede explicarlo?
Es amar un dulce dolor
que nace en mi pecho,
oprime mis sienes,
acelera mi corazón
y sin aliento me deja?
Es amor el deseo infinito
de dar sin reservas,
de adorar la libertad del otro
y la risa perpetua
que aflora en mis ojos?
Se ama en beso dulce
que te eriza todo,
en abrazo tierno,
en sueño despierto,
en verlo en cada detalle,
adivinar sus gestos
aunque no esté delante?
Es amar una locura
que se quedó a mi espalda pegada
y al oído me susurra,
como hada mala, lujurias
y al pecado me provoca
con desenfreno de loca?
Yo no sé si estaré amando
porque es pasión y es dulzura
y aún nadie me ha aclarado
ni un amigo contestado
si es amor desenfrenado
lo que siento por mi amado
o solamente una locura.
Tú y yo
Me tienes,
pero no me coges.
Me dejas,
pero no me sueltas.
Me amas,
pero no me quieres.
Me besas,
pero no me tientas.
Me ves,
pero no me miras.
Me dices,
pero no me hablas.
Me rozas,
pero no me tocas.
Me lías,
pero no me atas.
Te tengo,
cuando me sientes.
Te dejo,
pero nunca a un lado.
Te amo,
sin condiciones.
Te beso,
como un pecado.
aunque no te mire.
Te digo,
pero si escuchas.
Te rozo,
muy suavemente.
Te lío,
si me resultas.
Mandado de Dios
...y entonces llegó un ángel
que fue mandado por Dios.
La recogió en sus manos...
Le reparó las alas rotas...
Les volvió a pintar el color...
Le insufló de nuevo la vida
y creó para ella el jardín más bonito de la creación.
La dejó en el precioso jardín, libre, para que volase
y cada flor que ella rozaba
se convertía en poesía cantada...
Ella, volvió a ser feliz mientras volaba...
sabiéndose querida y amada...
Pero el ángel no la dejó...
Recogió el jardín y a la bella...
En su pañuelo fue guardado
con cuidado, como le fue mandado...
y así el ángel marchó,
con su tesoro en las manos,
como Dios le mandó.
Llegó hasta el cielo y le dijo:
“Aquí te traigo tu deseo mandado,
tu estimado tesoro preciado”
Y abriendo el pañuelo
se desparramó el jardín que fue llamado Edén
El paraíso fue así completado...
como fue el deseo de Dios...
como Él había mandado...
A su mariposa la llamó Amada,
y Dios, feliz, volaba a su lado
y en un susurro escapado
le pareció oírse llamar...
¡No. Fue real! Ella le llamó:
¡AMADO!
El pecado de amarte
No hay salvación posible al pecado de amarte
ni sentencia cumplida con tanta gratitud.
Si mil vidas costara saldar mi condena
mil y mil más, con agrado daría, si lo pides tú.
Es pecado mortal amarte como te estoy amando
pues prohibido es amar a nadie por encima de Dios
pero antes fui al cielo y le enseñé mi alma
y el mismo Dios, al mirarme, se ruborizó.
Soy pecadora confesa y justo condenada
y mi castigo lo arrastro en cadenas de dolor.
Es tortuoso amarte de forma infinita
pero ni viva, ni muerta, acabará mi amor.
No hay salvación posible al pecado de amarte
ni apelación, ni recurso que yo quiera emprender.
Mi vida ya muere con tan solo mirarte
y solo cuando me miras vuelvo a renacer.
Condenada estoy sin remedio a oír tus quebrantos
y no quiero ser rescatada de ésta, tu prisión.
Quiero quedarme siempre detrás de tu reja
sufriendo en mi vida y mi muerte palabras de amor.
No hay salvación posible al pecado de amarte
ni rescate, ni tregua que yo pueda aceptar
pues quién, sintiéndose amada como yo lo siento,
dejaría tu cárcel de besos por la libertad?
Alejándome de ti
Estoy en el tren, los vaivenes de mi letra
se mezclan con los del tren cuando te escribo,
temblores de añoranza podríamos llamarles.
Hoy te he dicho adiós cuando quería quedarme.
Te regalé un suave beso cuando quise quedarme pegada a tus labios.
Cerré mis maletas cuando deseaba colgar mi ropa en tu percha.
Me marché cuando quise quedarme y bebí la lágrima que me ataba,
en lazo invisible, a tus brazos amadores.
No miré tus ojos, cristalinos y sangrantes por la pena.
No quise ver el amor que en ti quedaba sin haberme dado.
No hubiese podido irme si escucho todo lo que me decían.
Ahora, en la soledad de mis pensamientos,
encadenada a este tren que, prisionera en sus entrañas, me aleja de ti,
recuerdo el brillo de tus ojos que me suplica que te deje mis caricias en la almohada,
para, en las noches de mi ausencia, gastarlas conmigo.
Quizá quede un momento en la vida del mundo para nosotros
y podamos encontrar una isla donde naufragar.
Un lugar lejos del mundo para nosotros solos,
sin posibilidad de que nadie nos rescate.
¿Adónde iríamos?
Tendremos que esperar a que se alíen de nuevo la ocasión y el tiempo
para un nuevo encuentro, y mientras, cada momento del día
una pregunta sin respuesta flotará en el aire;
una pregunta que se renueva a cada respuesta
porque será mi pregunta eterna:
¿Me amarás mañana?
Confidencias
Demasiado tiempo fui tu confidente. Demasiado tiempo levantándote de amores caídos, conociéndote en tus intimidades, compartiendo tus sueños, dirigiendo la mirada a otro horizonte donde yo no estaba.
Te fui descubriendo sin que supieras que te miraba, sin que buscases en mí mas que unas orejas amigas, sin rostro, sin cuerpo, sin sexo, sin forma, sin ganas, sin boca, sin sueños, sin ansias, sin manos, sin caricias, sin besos, sin que para ti fuese más que un altavoz para tus quejas.
Así, sin darme cuenta, me enamoré de ti, Me di cuenta cuando mil rabias me inundaban contra ti, contra ella, contra Dios, contra el mundo. Odios para mí desconocidos que nacían de la impotencia.
Ignorada por Dios y por ti, llenabas mi cara de un amor por mí deseado, haciéndome suspirar los suspiros que ella te negaba.
Respetaba tu dolor con mi silencio mientras dejaba que entrases en mí odiándola, sin saber que la odiaba, sin saber que te amaba, sin saber que me pasaba cuando oía tus lamentos de amor llorado, rasgado por un desplante que no entendías, que no merecías... Me imaginaba dándote todo aquello que ella te negaba, imaginaba mis manos en tu cara prodigándote mis más tiernas caricias, devolviendo tus besos con más besos, bebiéndote... Después quedaba sola con mi dolor cada vez que por ella declamabas las infinitas horas que yo imaginaba mías.
Celos enfermizos entristecían mis ojos, sabiendo que moría tu tiempo con ella, humillándote en un intento desesperado por recuperar el sueño unísono que pudo uniros un día.
¡Cómo te gritaba! ¡Cómo lanzaba llamaradas de fuego que se perdían en el aire!
Soy yo... mírame... soy yo... no te das cuenta?
Y me miraste.
Ahora me da miedo la culminación de mis sueños.
No sé cómo, solo ocurrió. Nuestros ojos se cruzaron y amanecimos despiertos en una noche nueva. Por primera vez, palabras de amor resbalaban de tus labios sobre mis orejas, traspasando la piel y mezclándose con mi carne, con mis huesos, con mi sangre... y las hice mías.
Poco tiempo para saciarme de un amor tanto tiempo deseado.
Ahora, tras la separación vuelven mis fantasmas arrancándome dolorosamente las entrañas, desbordando como mi alma de angustias quizá injustificadas, pero son mías y no puede evitarlas.
Cuántas veces al día me repito que soy yo, que por fin te has dado cuenta pero eso no es suficiente para tranquilizarme, puesto que las mismas veces mi travieso diablo me dice lo contrario, en pugna constante entre mis dos yo.
Necesito más, amor mío, quiero que te des cuenta de cuanto te necesito, que me repitas hasta el cansancio que soy yo quien ocupa tus sentidos, que soy quien hace brotar las caricias en tus manos.
Hazme sentir segura. Hazme sentir que formo parte de ti. Necesito saber para calmar mi angustia que no hay lugar en tu cuerpo que yo no esté.
A mi amor
¿Cómo olvidarme de ti podría
siendo tú, el soplo de mi alma,
tejiendo con tus hilos la trama
de mi pobre corazón?
Hasta diosa me siento en tus brazos,
entre el humo azul de mis sueños
y el Olimpo se queda pequeño
para hacer un altar de ti, en él.
A ti dedico mi vida
y no un triste poema;
que entre sus versos quisiera
irradiara destellos de amor.
Habría que inventarse palabras
que expresaran cuanto deseo,
mientras las busco me conformo
con decirte que TE QUIERO.
Renacer
Despierto a los sueños de un amanecer tardío...
Mi mirada se pierde en el recuerdo de un lejano horizonte:
cuando caminaba por los senderos de la alegría...
con sueños nuevos y risas nuevas ofrecidas a la vida,
recuerdos de ayer, perdidos entre el laberinto de mi nostalgia
que hoy, encuentro renovados ante su presencia.
Persiguiendo cometas
Siempre he creído que llegaste a mí montado sobre un cometa.
Disfruté mientras te acercabas, mientras estuviste y mientras te alejabas.
Hoy, mezclado con el resto de mis recuerdos, apenas eres el último punto de luz de la estela que deja; eres el grumo de nata en la leche que nos empeñamos en disolver.
A veces pienso que sería de nosotros si te hubieses dejado caer de su cresta para quedarte conmigo, pero mi imaginación se enreda en otros "hubiese sido y no fueron" que llegaron tras de ti, fría ya, tras el fuego de tu paso.
Y no consigo avanzar más allá del punto del horizonte en que, sin dejar de mirarnos, dejamos de vernos.
Ahora tengo los pies demasiado enraizados para poder despegarme del suelo y volar, persiguiendo cometas...
Intimidades
Noche callada de luna velada,
brindados encuentros que embriagan el ser;
mágicas miradas, enamoradas,
tocadas por hadas que yo diseñé.
Tules de seda, tejidos de estrellas,
cubren pedazos de nuestra piel,
ocultando los besos, que como posesos,
repetimos insaciables, una y otra vez.
Olores de risa perfuman la alcoba,
que estando tú, cerca, me impregnan la piel.
Respiro la brisa del aire que agitas,
viajando a tus venas para no volver.
Píntame de amor tus caricias,
haz que el tiempo no pueda existir,
vierte la dicha, de ternura exquisita,
derramando en mi cuerpo sobras de placer.
Me haces falta en el espacio,
todo necesito llenarlo de ti,
que sean tus dedos los que tracen mi vida,
marcando el sendero que debo seguir.
Voy a perderme en tu dédalo, de deseos infinitos.
Voy a buscar en tu alma rincones de amor.
Voy a encontrar los caminos de tu paraíso,
para abandonar este mundo, saciada de amor.
Amanece
Ya casi amanece... Se aproxima de nuevo la tortura de la aurora que alumbra cada mañana tu almohada vacía.
Mis ojos, abiertos a la noche, dibujan en la oscuridad tu cuerpo con jirones desgarrados de mis recuerdos.
Truenos amenazadores retumban en la alcoba ocupada por silencios penetrantes. Quietud abrasadora que en mi pecho anida.
Mis latidos son tormenta desatada en el páramo yermo, que con furia vierte sobre la tierra seca el agua que da la vida.
Una sonrisa tuya despejará de nubes mi alma prisionera y reinará, sobre mi campo de muerte, la radiante primavera.
Agua de olvido para el mal de tu ausencia; ese mar desconocido, tus ojos, me invita a navegar en él y a que me sumerja.
Por una caricia tuya, doy la vida; por dos, la muerte entrego y por un solo beso haría para ti una corona del Universo.
Ya casi amanece... y tras la aurora vendrá un nuevo día que me traerá la alegría de pensar que hoy vuelves.
Despojo de carne y huesos, títere sin hilos soy sin verte. Vida que me das vida: Regresa pronto, vuelve.
Libertad se llama a mi forma de amarte, martirio infinito que me infrinjo al saber que con una sola palabra puedo tenerte...
VEN.
Quiero quedarme contigo
Quiero colgar mi hatillo en el dintel de tu casa,
que mi mejor aventura surja junto a ti,
encadenar en tu pecho mi afán de aventuras
y que tus rizos enreden los sueños que quise vivir.
Beber de tus labios nuevas fantasías,
que no existan palabras bonitas si no son para ti,
que tus caricias me eleven más allá de las nubes
y hundirme contigo en un pozo sin fin.
Encontrar a tu lado nuevas ansiedades,
el sentido a mi vida que lo pongas tú,
en tus ojos mirarme cada vez que sonrías
y alumbrar mi camino solo con tu luz.
Ahogarme de dicha cada vez que me hables,
suspirar en la noche llena de pasión,
detenerme en el tiempo mecida en tu sueño
y mi frío arroparlo con tu corazón.
Voy a proponerte en serio quedarme contigo,
que todos mis senderos conduzcan hacia ti.
Dejaré mis sandalias en la calle olvidadas
Si puedes enamorarme en locura sin fin.
Mañana me lo dirás
Hoy no quiero escuchar
en tus palabras nada nuevo,
ni que en tus caricias falten dedos
o me cambies tu forma de besar.
Quédate quieto, como estás,
quiero grabarte en mi recuerdo.
¡No, por favor!...lo dices luego.
Cállate ahora y déjate mirar.
Vuélveme a abrazar
con el temor del primer beso,
ata tus brazos a mi cuerpo, prieto,
que no se puedan soltar
y vuélveme a besar
con la tortura de su goce
que quema suave con el roce
impidiéndome pensar.
No me dejes de abrazar,
hazlo por mí, aunque no quieras,
abrázame, aunque me duela,
que no me pienso quejar.
Dame esta noche calor,
haz que dure hasta mañana
y así nos hallará el alba,
callado cómplice de seducción.
¡No!, hoy no quiero escuchar
de tus palabras lo que creo:
que te has cansado de éste juego
...Mañana me lo dirás.
Eres...
Eres fuego
porque me quemas.
Eres tierra
en donde reposo.
Eres aire
que yo respiro.
Eres agua
en que me ahogo.
Eres fuego
cuando me abrazas.
Eres tierra
cuando me mimas.
Eres aire
cuando me enseñas.
Eres agua
cuando me miras.
Eres fuego
porque me quemas
cuando me abrazas.
Eres tierra
en donde reposo
cuando me mimas.
Eres aire
que yo respiro
cuando me enseñas.
Eres agua
en que me ahogo
cuando me miras.
LLoviendo
Sigue cayendo la lluvia sobre la tierra,
ya ahogada, de su propio placer de vida.
El incesante lagrimear del cielo
me mantiene quieta tras los cristales,
arrebujada en el calor de tu mirada,
de tus caricias, de tus palabras ahora mías,
que como lluvia persistente
inunda el suelo, prodigándole caricias.
Caricias desmedidas en que la Tierra se ahoga,
provocando una muerte invernal
que se trocará en primavera,
estallando en fragantes colores,
espontáneos, como cohetes de fiesta,
cuando mi mano vuelva a tocar la tuya.
Sigo aquí, paralizada, contando embobada
las gotas que hacen crecer los charcos.
Mi imaginación me convierte en la tierra
que acoge los charcos, incapaz de beber,
de una sola vez, toda el agua;
tú eres la lluvia de vida que me llenas de ternura,
ahogándome en una felicidad que no estoy acostumbrada
pero sabiendo, en lo más profundo de mí,
que si la acepto, si dejo que cale en mi piel
y se disuelva conmigo, podré dar de nuevo la vida
con amores frescos, renovados,
en cada uno de los miles de encuentros
que nos quedan por gastar.
Estoy fundida con el ciclo eterno de la Tierra:
muerte y vida, muerte y vida, muerte y vida...
Morir para renacer de nuevo, sin principio,
sin fin, sin preguntas, sin respuestas,
eternamente, sin romper el equilibrio;
armonizando los compases naturales;
simbiosis necesaria entre el cielo y la tierra;
simbiosis que el mundo aprendió
copiando de nosotros.
Ladrón de corazones
Llegaste al alba, seguro,
sereno y tranquilo
como ladrón que transita en la noche
buscando un tesoro escondido.
Tus ojos verdes
que lo escudriñan todo,
buscando incansables
en el fragor de la noche,
encontraron su freno en los míos,
parando la noche,
deteniendo el tiempo,
acelerando el ritmo de mi corazón
como hacía tiempo que no latía.
Palabras triviales,
buscando el acercamiento a la intimidad,
intercambiaron nuestras bocas
antes de unir nuestros cuerpos,
pegándolos, para seguir un baile
inventado para nosotros.
Y en la intimidad del abrazo
vimos la luz de un sentimiento nuevo
mas allá de pasiones y dudas
que se cerró entre tú y yo,
abriendo las puertas del cielo.
Perdidos entre las brumas
de un despertar incierto
continuamos pegados
queriendo retener el tiempo,
negándonos a abandonar la noche
que mantiene nuestros cuerpos despiertos.
Ganas de ti
Y en medio de la noche
caía el rocío
sobre mi pelo,
sobre mis pechos
desnudos al cielo
resbalaban las gotas
del frescor temprano,
acariciando mi cuerpo
trémulo de frío.
Y yo, detenida en el tiempo,
esperaba tu regreso
al calor de mis piernas,
todavía húmedas,
de mi ansia por tenerte.
Te duermes
Te duermes
con el pecho henchido de paz,
con tu brazo alargado, tocando
mi cuerpo.
Te duermes,
satisfecho del amor recibido,
de miles de caricias que sabes
que vendrán mañana, siempre,
consciente que nuestro amor
no muere esta noche.
Tu respiración tranquila
me invita a seguirla
haciendo de ella música
para mi sueño.
Acerco mi mano a tu pecho
y allí la clavo hasta la mañana,
robando parte de tu calma.
Te duermes,
suspiras,
la satisfacción inunda tu sueño;
tu respiración crece y se enreda
en las paredes, en el techo,
en las cortinas, en las sábanas...
La calma te invade y me contagias.
Quiero quedarme clavada en ti
y sorberte entero.
Amasando estrellas
Quien robará para mí una estrella,
que acaricie mi cuerpo en la alborada,
escribiendo estelas de amor durante el día
y, cuando llegue la noche, vuelva a colgarla.
Quien peinará mi pelo por la mañana,
tras enredarlo, mimoso, al acostarme,
quien bordará ternuras sobre mi espalda,
quien, en momentos tristes, va a consolarme.
Quien me venderá ilusiones en adelante,
llenando mis manos, ahora vacías,
ocupando ese espacio de cada instante,
dejando los momentos llenos de vida.
Quien tiene un sueño para comprarle,
que los míos, todos, están gastados;
Murieron la noche en que me dejaste
y mi dolor en el cielo quedó clavado.
En tanto estaré amasando estrellas.
Marcaré con su luz el horizonte,
me iré a buscar una tierra nueva,
más allá de donde el sol se esconde.
No iré a buscarte a donde fueras,
pero tú, sabrás donde encontrarme,
tan solo sigue el rastro de las huellas,
que amasando estrellas voy a dejarte.
Te odio
Te odio.
Te odio para no poder amarte.
Te odiaré siempre, a cada minuto de mi vida, porque...
si no lo hiciese, me moriría de pena de amarte tanto y no tenerte.
Abulia
Entre la luz de la tarde
se engendró un sueño.
nació la duda.
Entre el sudor de su cuerpo
creció el deseo.
Entre sus piernas calientes
murió su ansia.
Entre la luz de la luna
quedó encerrado un beso.
¿Y qué quedó tras eso?
ABULIA!
Añoro
Añoro la voz suave que me despierte cada día,
un beso en la frente cuando estoy dormida,
una mano firme donde se pierda la mía,
unos brazos seguros cuando me sienta perdida.
Añoro fundirme en la piel sudorosa de él,
que la noche se haga corta y sigamos después
amantes de cuerpos y sentimientos perennes,
seres unidos, haciendo su nido, en la cumbre del cielo.
Celos
La suave llama de la duda
que alimenta el corazón
es el desconcierto de los celos
traspasando la razón.
¿Cómo decirlo?
Quisiera escribirte el verso
más hermoso de mi vida;
quisiera describir con letras
lo que mi alma me dicta,
mas no existe sentimiento,
mas no existe corazón
que ni tan siquiera se aproxime
a la fuerza de mi amor.
Quisiera escribirte el verso
más hermoso de mi vida;
quisiera entonarlo con arpas
y convertir la letra en melodía,
mas no existe en el mundo
ni tan bella canción
ni tan buen músico que entonara
lo que siento por ti, amor.
Quisiera escribirte el verso
más hermoso de mi vida,
pero como no puedo lograrlo
lo escribiré para ti en el cielo
cuando me encuentre arriba.
Siempre más
sudando, aún, tus restos;
rezumando el amor que quedó
por los poros, abiertos
con el fuego de la noche.
Despertando con el gusto,
en la boca, de tus besos;
todavía dulces,
todavía cálidos,
todavía voraces,
hambrientos de los míos.
El recuerdo de la exploración
en mis huecos me excita
y mi columna vibra de placer,
tanto, tanto que puedo oír
el ruido de mis huesos,
llamándote,
exigiéndote otra noche de amor
que me deje exigua, exhausta.
Deseosa de repetir por el placer.
Temerosa de comenzar
por el cansancio
de querer siempre más,
de no gastarme contigo.
Amanezco desnuda
y me palpo entera,