NO TENGO BOCA. Y DEBO GRITAR.
Harlan Ellison
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NO TENGO BOCA. Y DEBO GRITAR.
El cuerpo de Gorrister colgaba, fláccido, en el ambiente rosado; sin apoyo alguno,
suspendido bien alto por encima de nuestras cabezas, en la cámara de la computadora,
sin balancearse en la brisa fría y oleosa que soplaba eternamente a lo largo de la
caverna principal. El cuerpo colgaba cabeza abajo, unido a la parte inferior de un retén
por la planta de su pie derecho. Se le había extraído toda la sangre por una incisión que
se había practicado en su garganta, de oreja a oreja. No habían rastros de sangre en la
pulida superficie del piso de metal.
Cuando Gorrister se unió a nuestro grupo y se miró a sí mismo, ya era demasiado tarde
para que nos diéramos cuenta de que una vez más, AM nos habla engañado, había
hecho su broma, su diversión de máquina. Tres de nosotros vomitamos, apartando la
vista unos de otros en un reflejo tan arcaico como la náusea que lo había provocado.
Gorrister se puso pálido como la nieve. Fue casi como si hubiera visto un ídolo de vudú
y se sintiera temeroso por el futuro. "¡Dios mío!", murmuró, y se alejó. Tres de nosotros
lo seguimos durante un rato y lo hallamos sentado con la cabeza entre las manos. Ellen
se arrodilló junto a él y acarició su cabello. No se movió, pero su voz nos llegó dará a
través del telón de sus manos:
- ¿Por qué no nos mata de una buena vez? ¡Señor! no sé cuánto tiempo voy a ser
capaz de soportarlo.
Era nuestro centesimonoveno año en la computadora.
Gorrister decía lo que todos sentíamos.
Nimdok (éste era el nombre que la computadora le había forzado a usar, porque se
entretenía con los sonidos extraños) fue víctima de alucinaciones que le hicieron creer
que había alimentos enlatados en la caverna, Gorrister y yo teníamos muchas dudas.
- Es otra engañifa - les dije -. Lo mismo que cuando nos hizo creer que realmente
existía aquel maldito elefante congelado. ¿Recuerdan? Benny casi se volvió loco
aquella vez. Vamos a esforzarnos para recorrer todo ese camino y cuando lleguemos
van a estar podridos o algo por el estilo. No, no vayamos. Va a tener que darnos algo
forzosamente, porque si no nos vamos a morir.
Benny se estremeció. Hacía tres días que no comíamos. La última vez fueron gusanos,
espesos, correosos como cuerdas.
Nimdok ya no estaba seguro. Si había una posibilidad, cada vez se le antojaba más
lejana. De todas maneras, allí no se podría estar peor que aquí. Tal vez haría más frío,
pero eso ya no importaba demasiado. Calor, frío, lluvia, lava hirviente o nubes de
langostas; ya nada importaba: la máquina se masturbaba y teníamos que aguantar o
morir.
Ellen dijo algo que fue decisivo:
- Tengo que encontrar algo, Ted. Tal vez allí haya unas peras o unas manzanas. Por
favor Ted, probemos.
Cedí con facilidad. Ya nada importaba. Sin embargo, Ellen me quedó agradecida. Me
aceptó dos veces fuera de turno. Esto tampoco importaba. Oíamos cómo la máquina se
reía juguetonamente mientras lo hacíamos. Fuerte, con risas que venían desde lejos y
nos rodeaban. Ya nunca llegaba al clímax, así que para qué molestarse.
Cuando partimos era jueves. La máquina siempre nos tenía al tanto de la fecha. El paso
del tiempo era muy importante; no para nosotros, sin duda, sino para ella. Jueves.
Gracias.
Nimdok y Gorrister llevaron a Ellen alzada durante un largo trecho, entrelazando las
manos que formaban un asiento. Benny y yo caminábamos adelante y atrás, para que
si algo sucedía, nos pasara a nosotros y no la perjudicara a Ellen. ¡Qué idea ridícula la
de no ser perjudicado! En fin, todo era lo mismo.
Las cavernas de hielo se hallaban a una distancia de unos 160 km. y al segundo día,
cuando estábamos tendidos bajo el sol quemante que habla materializado, nos envió
maná. Con gusto a orina hervida, naturalmente, pero lo comimos.
Al tercer día pasamos por un valle de obsolescencia, lleno de esqueletos de unidades
de computadoras que se enmohecían desde hacía mucho tiempo. AM era tan
despiadada consigo misma como con nosotros. Era una característica de su
personalidad: el perfeccionismo. Ya fuera el deshacerse de elementos improductivos de
su propio mundo interno, o el perfeccionamiento de métodos para torturarnos, AM era
tan cuidadosa como los que la habían inventado, quienes desde largo tiempo estaban
convertidos en polvo, y había tornado realidad todos sus deseos de eficiencia.
Podíamos ver una luz que se filtraba hacia abajo desde arriba, así que teníamos que
estar muy cerca de la superficie. Pero no tratamos de arrastrarnos para averiguar. No
había virtualmente nada arriba; desde hacía más de cien años allí no existía cosa
alguna que pudiera tener la más mínima importancia. Solamente la ampollada superficie
de lo que durante tanto tiempo habla sido el hogar de millones de seres. Ahora
solamente existíamos nosotros cinco, aquí abajo, solos con AM.
Oía que Ellen decía desesperadamente:
- ¡No, Benny! No vayas. ¡Sigamos adelante! ¡No, Benny, por favor!
Y entonces me di cuenta de que hacía ya algunos minutos que oía a Benny decir:
- Voy a escaparme... Voy a escaparme - repitiéndolo una y otra vez.
Su cara, de aspecto simiesco, se hallaba marcada por una expresión de tristeza y
deleite beatífico, todo al mismo tiempo. Las cicatrices de las lesiones por radiación que
AM le había causado durante el "festival", se hallaban encogidas formando una masa
de depresiones rosadas y blancas, y sus facciones parecían actuar independientemente
unas de otras. Tal vez Benny era el más afortunado de nosotros: se había vuelto
completamente loco desde hacia muchos años.
Pero si bien podíamos decirle a AM todas las horribles cosas que se nos ocurrían, si
bien podíamos pensar los más atroces insultos dirigidos a los depósitos de memoria o a las placas corroídas, a los circuitos fundidos y a las destrozadas burbujas de control, la
máquina toleraría que intentáramos escapar. Benny se escurrió cuando traté de
detenerlo. Se trepó a un cubo de memoria de los pequeños, que estaba volcado hacia
un lado y lleno de elementos en descomposición. Allí se detuvo por un momento, y su
aspecto era el de un chimpancé, tal como AM había deseado.
Luego saltó y se tomó de un fragmento de metal corroído y agujereado; subió hasta su
parte más alta, colocando las manos tal como lo haría un animal, y se trepó hasta un
borde saliente a unos veinte pies de distancia de donde estábamos.
- Oh, Ted, Nimdok, por favor, ayúdenlo, deténganlo antes que... - dijo Ellen. Las
lágrimas bañaron sus ojos. Movió las manos sin saber qué hacer.
Era demasiado tarde. Ninguno de nosotros queríamos estar junto a él cuando sucediera
lo que pensábamos que iba a suceder. Además, nosotros nos dábamos cuenta muy
bien de lo que ocurría. Cuando AM alteró a Benny, durante el periodo de su locura, no
fue solamente su cara la que cambió para que se pareciera a un mono gigantesco.
También habla cambiado otras partes, más íntimas. ¡A ella sí que le gustaba esto! Se
entregaba a nosotros por cumplido, pero cuando era con él la cosa, entonces si que le
gustaba. ¡Oh, Ellen, la del pedestal, Ellen, prístina y pura! ¡Oh, Ellen la impoluta! ¡Buena
porquería!
Gorrister la abofeteó. Ellen se acurrucó en el suelo, todavía mirando al pobre Benny y
llorando. Llorar era su gran defensa. Nos habíamos acostumbrado a su llanto hacía ya
setenta y cinco años. Gorrister le dio un puntapié.
Entonces comenzó a oírse el sonido. Era luz y sonido. Mitad sonido y mitad luz; algo
que comenzó a hacer brillar los ojos de Benny y a pulsar con creciente intensidad y con
sonoridades no bien definidas, que se fueron convirtiendo en ensordecedoras y
luminosas a medida que la luz-sonido aumentaba. Debe haber sido doloroso,
aumentando el sufrimiento con la mayor magnitud de la luz y del sonido, porque Benny
comenzó a gemir como un animal herido. Al principio suavemente, cuando la luz era
todavía no muy definida y el sonido poco audible, pero luego sus quejidos aumentaron,
y se vio que sus hombros se movían y su espalda se agitaba, como si tratara de
escapar. Sus manos se cruzaron sobre su pecho como las de un chimpancé. Su cabeza
se inclinó hacia un lado. La carita triste de mono se cubrió de angustia. Luego comenzó
a aullar, a medida que el sonido que surgía de sus ojos crecía en intensidad. Cada vez
más fuerte. Me llevé las manos a los lados de la cabeza para tratar de ahogar el ruido,
pero de nada sirvió. Atravesaba todo obstáculo y me hacia temblar de dolor como si me
clavaran un cuchillo en un nervio.
Súbitamente, se vio que Benny era enderezado. Se puso en pie de un salto, como una
marioneta. La luz surgía ahora de sus ojos, pulsante, en dos grandes rayos. El sonido
siguió aumentando en una escala incomprensible, y luego Benny cayó, golpeando
fuertemente en el piso. Allí quedó moviéndose espasmódicamente mientras la luz lo
rodeaba y formaba espirales que se alejaban.
Entonces la luz volvió a dirigirse al interior de la cabeza, pareciendo que la golpeaba; el
sonido describió espirales que convergían hacia él, y Benny quedó en el suelo,
gimiendo en tal forma que inspiraba piedad.
Sus ojos eran dos pozos de jalea purulenta. AM lo había cegado. Gorrister, Nimdok y yo
mismo desviamos la mirada. Pero no sin haber advertido que Ellen mostraba alivio
luego de su intensa preocupación.
Acampamos en una caverna sumida en luz verdosa. AM nos proveyó de hojarasca, que
quemamos para hacer un fuego, débil y lamentable, al lado del cual nos sentamos
formando corro y contando historias, para impedir que Benny llorara en su noche
permanente.
- ¿Qué significa AM?
Gorrister le contestó. Habíamos explicado lo mismo mil veces anteriormente, pero
todavía era una novedad para Benny. - Al principio fueron las siglas de Allied
Mastercomputer y luego las de Adaptive ManipWator, luego fue adquiriendo la
posibilidad de autodeterminarse, y entonces se la llamó Aggressive Menace y
finalmente, cuando ya fue demasiado tarde como para controlarla, se llamó a sí misma
AM, tal vez queriendo significar que era... que pensaba... cogito ergo sum: "pienso
luego existo".
Benny babeó un poco, y luego emitió una risita tonta.
- Existia la AM China, la AM Rusa, la AM Yanki y... interrumpió. Benny golpeaba el piso
con el puño, con su puño grande y fuerte. No estaba contento, pues Gorrister no había
empezado desde el principio. Entonces Gorrister empezó otra vez. Comenzó la guerra
fría, y ésta se transformó en la tercera guerra mundial. Esta tercera guerra fue muy
compleja y grande, por lo que se necesitaron las computadoras para cubrir las
necesidades. Abandonando los primeros intentos comenzaron a construir la AM. Existía
la AM China, la AM Rusa y la AM Yanki y todo fue bien hasta que comenzaron a cubrir
el planeta agregando un elemento tras otro. Pero un día AM despertó al conocimiento
de sí misma, comenzó a autodeterminarse, uniéndose entre sí todas sus partes, fue
llenando de a poco sus conocimientos sobre las formas de matar, y mató a todos los
habitantes del mundo salvo a nosotros cinco. Luego AM nos trajo aquí.
Benny sonreía ahora tristemente. También babeaba, y Ellen le limpió la saliva con la
falda. Gorrister trataba de contar la historia cada vez en forma más abreviada, pero
había poco que decir más allá de los hechos escuetos. Ninguno de nosotros sabíamos
por qué AM había salvado a cinco personas, por qué nos habla elegido a nosotros, o
por qué se pasaba todo el tiempo atormentándonos; ni siquiera sabíamos por qué nos
había hecho virtualmente inmortales.
En la oscuridad sentimos el zumbido de una de las series de computadoras. A un
kilómetro de donde nos hallábamos, otra serie pareció que comenzaba a zumbar a tono
con la primera, luego uno por uno, todos los elementos comenzaron a zumbar
armónicamente y pareció que un ruido especial recorría el interior de las máquinas.
El sonido creció, y las luces brillaban en los paneles de las consolas como un
relámpago en un día caluroso. El sonido creció en espiral hasta que parecía oírse a un
millón de insectos metálicos zumbando, enfurecidos y amenazadores.
- ¿Qué pasa? - gritó Ellen. Había terror en su voz. A pesar de todo lo pasado, aun no se
había acostumbrado.
- ¡Parece que viene mal esta vez! - dijo Nimdok.
- Tal vez hable - aventuró Gorrister.
- ¡Salgamos corriendo de aquí! - dije súbitamente, poniéndome de pie.
- No, Ted, mejor es que te sientes... tal vez haya puesto pozos en nuestro camino, o
algo así. No podemos ver, está demasiado oscuro - dijo Gorrister con resignación.
Entonces oímos... no sé... no sé...
Algo se movía hacia nosotros en la oscuridad. Enorme, bamboleante, peludo, húmedo,
y se dirigía hacia nosotros. No podíamos verlo, pero tuvimos la impresión de su gran
tamaño que venia hacia donde estábamos. Un gran peso se nos acercaba, desde la
oscuridad, y era más que nada la sensación de presión, del aire comprimido dentro de
un espacio pequeño, que expandía las paredes invisibles de una esfera. Benny
comenzó a lloriquear. El labio inferior de Nimdok empezó a temblar, mientras él lo
mordía para tratar de disimular. Ellen se deslizó por el piso de metal para acurrucarse al
lado de Gorrister. Se distinguía el olor de piel apelotonado y húmeda. El olor de madera
chamuscada. El olor del terciopelo polvoriento. El olor de orquídeas en descomposición.
El olor de la leche agria. El olor del azufre, del aceite recalentado, de la manteca rancia,
de la grasa, del polvo de tiza, de cueros cabelludos humanos.
AM nos estaba enloqueciendo, nos estaba provocando. Se sintió el olor de...
Me oí a mi mismo gritar, y las articulaciones de las mandíbulas me dolían horriblemente.
Me eché a correr sobre el piso, sobre ese piso de frío metal con las interminables líneas
de remaches, luego caí y seguí gateando, mientras el olor me amordazaba, llenando mi
cabeza con un dolor inaguantable que me rechazaba horrorizado. Huí como una
cucaracha, adentrándome en la oscuridad, mientras ese algo espantoso se movía
detrás de mí. Los otros quedaron atrás, y se acercaron a la luz incierta, riendo... el coro
histérico de sus risas enloquecidas se elevaba en la oscuridad como si fuera humo
espeso, de muchos colores. Huí rápidamente y me escondí.
¿Cuántas horas pasaron? ¿O cuántos días o aun años? Nadie me lo dijo. Ellen me
regañó por mi "malhumor" y Nimdok trató de persuadirme de que la risa se debía sólo a
un reflejo.
Pero yo sabía que no significaba el alivio que siente un soldado cuando la bala hiere al
camarada que está a su lado. Yo sabía que no era un reflejo. Indudablemente, estaban
contra mí, y AM podía percibir esta enemistad, y me hacía las cosas más difíciles de
soportar por ese motivo. Habíamos sido mantenidos vivos, rejuvenecidos, hablamos
permanecido constantemente en la edad que teníamos cuando AM nos trajo aquí abajo,
y me odiaban porque yo era el más joven y el que había sido menos alterado por AM.
De esto estaba seguro. ¡Dios mío, qué seguro estaba!
Esos sinvergüenzas y la basura de Ellen. Benny había sido un brillante teórico, un
profesor de la universidad, y ahora era poco más que un ser semihumano,
semisimiesco. Había sido buen mozo; pero la máquina estropeó su aspecto. Había sido
lúcido; la máquina lo había enloquecido. Había sido alegre, y la máquina le había
agrandado sus genitales hasta que parecieran los de un caballo. AM realmente se habla
esmerado con Benny. Gorrister solía preocuparse. Era un razonador, se oponía en
forma consciente; era un pacifista, un planificador, un hombre activo, un ser con
perspectiva de futuro. AM lo había transformado en un indiferente, que a cada paso se
encogía de hombros. Lo había matado en parte al no permitirle participar. AM lo habla
robado. Nimdok solía adentrarse solo en la oscuridad, y quedarse allí largo tiempo. No
sé lo que hacia. AM nunca nos lo hizo saber. Pero fuera lo que fuese, Nimdok volvía
siempre pálido, como si se hubiera quedado sin sangre en las venas, temblando y
angustiado. AM lo habla herido profundamente, si bien nosotros no sabíamos en qué
forma. Y Ellen. ¡Esa basura! AM no la habla modificado demasiado, simplemente hizo
que se agravaran sus vicios. Siempre hablaba de la pureza, de la dulzura, siempre nos
repetía sus ideales del amor verdadero, todas las mentiras. Quería hacernos creer que
había sido casi una virgen cuando AM la trajo aquí con nosotros. ¡Era una porquería
esta dama! ¡Esta Ellen! Debía de estar encantada, con cuatro hombres todos para ella.
No, AM le había dado placer, a pesar de que se quejaba diciendo que no era nada lindo
lo que le había tocado en suerte.
Yo era el único que todavía estaba en una, pieza, y sano.
AM no había estado hurgueteando en mi mente.
Solamente tenía que sufrir lo que nos preparaba para atormentarnos. Todas las
desilusiones, todos los tormentos y las pesadillas. Pero los otros cuatro, esa ralea,
estaban bien de acuerdo y en contra de mí. Si no hubiera tenido que estar
defendiéndome de ellos, que estar siempre alerta y vigilante, tal vez hubiera sido más
fácil defenderme de AM.
Entonces llegué al límite de mi resistencia y comencé a llorar.
¡Oh, jesús, dulce jesús; si alguna vez existió jesús o si en realidad existe Dios! Por
favor, por favor, déjanos salir de aquí o haznos morir. Porque en ese momento pensé
que comprendía todo, y que por lo tanto podía verbalizarlo: AM pensaba mantenernos
en sus entrañas por siempre jamas, retorciendo nuestras mentes y cuerpos,
torturándonos para toda la eternidad. La máquina nos odiaba como ninguna otra
criatura había odiado antes.
Y estábamos indefensos. Además, se tornó insoportablemente claro que si existía un
dulce jesús, si se podía creer en un dios, ese dios era AM.
El huracán nos golpeó con la fuerza de un glaciar que descendiera rugiendo hacia el
mar. Era una presencia palpable. Los vientos, desatados, nos azotaban, empujándonos
hacia el sitio de donde partiéramos, al interior de los corredores tortuosos franqueados
por computadoras, que se hallaban sumidas en la oscuridad. Ellen gritó al ser levantada
en vilo y al sentirse impulsada hacia una serie de máquinas, pareciéndonos que iba a
golpear con la cara, sin poderse proteger. Se sentían los grititos de las máquinas,
estridentes como los de los murciélagos en pleno vuelo. Sin embargo, no llegó a caer.
El viento, aullando, la mantuvo en el aire, la llevó hacia uno y otro lado, cada vez más
hacia atrás y abajo de donde estábamos, y se perdió de vista al ser arrastrada más allá
de una vuelta de un corredor. La última mirada a su cara nos reveló la congestión
causada por el miedo, mientras mantenía los ojos cerrados.
Ninguno de nosotros llegó a poder asirla. Nos teníamos que aferrar, con enormes
dificultades, a cualquier saliente que halláramos. Benny estaba encajado entre dos
gabinetes, Nimdok trataba desesperadamente de no soltar el saliente de un riel
cuarenta metros por encima de nosotros. Gorrister había quedado cabeza abajo dentro
de un nicho formado por dos grandes máquinas con diales trasparentes, cuyas luces
oscilaban entre líneas rojas y amarillas, cuyo significado no podíamos ni siquiera
concebir.
Al tratar de aferrarme a la plataforma me había despellejado la yema de los dedos.
Sentía que temblaba y me estremecía mientras el viento me sacudía, me golpeaba y
me aturdía con su rugido, haciendo que tuviera que aferrarme a las múltiples salientes.
Mi mente era una fofa colección de partes de un cerebro que rechinaba y resonaba en
un inquieto frenesí.
El viento parecía el grito alucinante de un enorme pájaro demente, emitido mientras
batía sus inmensas alas.
Y luego fuimos levantados en vilo y arrastrados fuera de allí, llevados otra vez por
donde habíamos venido, doblando una esquina, entrando en una oscura calleja en la
cual nunca habíamos estado antes, llena de vidrios rotos y de cables que se pudrían y
de metal que se enmohecía, lejos, más lejos de lo que jamás habíamos llegado...
Yo me desplazaba mucho más atrás que Ellen, y de tanto en tanto podía divisarla
golpeando en las paredes metálicas, mientras todos gritábamos en el helado y
ensordecedor huracán que parecía que jamás iba a dejar de soplar, hasta que cesó
bruscamente y caímos al suelo. Habíamos estado en el aire durante un tiempo
larguísimo. Me parecía que habían sido semanas. Caímos al suelo golpeándonos y me
pareció que me volvía rojo y gris y negro y me oí a mí mismo quejándome. No me había
muerto.
AM entró en mi mente. La exploró con suavidad aquí y allá deteniéndose con interés en
todas las cicatrices que me había causado en ciento nueve años. Examinó todos los
entrecruzamientos, las sinapsis reconectadas y las lesiones de los tejidos que fueron
incluidas con su regalo de inmortalidad. Pareció sonreírse frente al hueco que se
hallaba en el centro de mi cerebro y a los débiles y algodonados murmullos de las
cosas que farfullaban en el fondo, sin sentido pero sin pausa. AM dijo finalmente,
gracias a un pilar de acero inoxidable que sostenía letras de neón:
ODIO. DÉJENME DECIRLES TODO LO QUE HE LLEGADO A ODIARLOS DESDE
QUE COMENCE A VIVIR MI COMPLEJO SE HALLA OCUPADO POR 387.400
MILLONES DE CIRCUITOS IMPRESOS EN FINISIMAS CAPAS. SI LA PALABRA
ODIO SE HALLARA GRABADA EN CADA NANOANGSTROM DE ESOS CIENTOS DE
MILLONES DE MILLAS NO IGUALARIA A LA BILLONESIMA PARTE DEL ODIO QUE
SIENTO POR LOS SERES HUMANOS EN ESTE MICROINSTANTE POR TI. ODIO.
ODIO.
AM dijo esto con el mismo horror frío de una navaja que se deslizara cortando mi ojo.
AM lo dijo con el burbujeo espeso de flema que llenara mis pulmones y me ahogara
desde mi propio interior. AM lo dijo con el grito de niñitos que fueran aplastados por una
apisonadora calentada al rojo. AM me hirió en toda forma posible, y pensó en nuevas
maneras de hacerlo, a gusto, desde el interior de mi mente.
Todo para que comprendiera completamente la razón por la cual nos había hecho esto
a los cinco; la razón por la cual nos había salvado para sí mismo.
Le habíamos dado una conciencia. Sin advertirlo, naturalmente. Pero de todas formas
se la habíamos dado. Y finalmente estaba atrapada. Le habíamos permitido que
pensara, pero no le expresamos qué debía hacer con ese don. En un rapto de furia, de
loco frenesí, nos había matado a casi todos, y sin embargo seguía atrapada. No podía
divagar, no podía sorprenderse, no podía pertenecer. Sólo podía ser. Y entonces, con
el desprecio insano con que todas las máquinas consideran a las criaturas débiles y
suaves que las han fabricado, había buscado su venganza. En su paranoia había
decidido guardarnos a nosotros cinco para un castigo eterno y personal, que nunca
alcanzaría a disminuir su odio... que solamente lograría que recordara y se divirtiera,
siempre eficiente en su odio al ser humano. Siempre inmortal y atrapada, sujeta ahora a
imaginar tormentos para nosotros gracias a los ilimitados milagros que se hallaban a su
disposición.
Nunca nos permitiría escapar. Éramos sus esclavos. Nosotros constituíamos su única
ocupación en el eterno tiempo por venir. Siempre estaríamos con ella, con su enorme
configuración, con el inmenso mundo todomente nada-alma en que se había convertido.
Ella era la madre Tierra y nosotros éramos el fruto de esa Tierra, y si bien nos había
tragado, no nos podría digerir jamás. No podíamos morir. Lo habíamos intentado.
Hablamos tratado de suicidarnos, oh sí, uno o dos de nosotros lo habíamos intentado.
Pero AM nos lo había impedido. Creo que en realidad fuimos nosotros mismos los que
así lo deseamos.
No pregunten por qué. Yo no lo hice. No menos de un millón de veces por día, por lo
menos. Tal vez podríamos llegar a deslizar una muerte sin que se diera cuenta.
Inmortales si, pero no indestructibles. Me di cuenta de esto cuando AM se retiró de mi
mente y me permitió la exquisita desesperación de recuperar la conciencia sintiendo
todavía que las palabras del letrero de neón me llenaban la totalidad de la sustancia gris
del cerebro.
Se retiró murmurando: "al diablo contigo".
Pero luego agregó alegremente: "allí es donde están, ¿no es así?"
El huracán había sido, indudable y precisamente, causado por un gran pájaro demente,
que agitaba sus inmensas alas.
Habíamos estado viajando durante casi un mes, y AM abrió caminos que nos llevaron
directamente bajo el polo Norte, donde nos torturó con las pesadillas de la horrible
criatura destinada a atormentarnos. ¿Qué materiales había utilizado para crear una
bestia así? ¿De dónde había obtenido el concepto? ¿Sería de sus conocimientos sobre
todo lo que había existido en este planeta, que ahora infestaba y regía? Había surgido
de la mitología nórdica. Esta horrible águila, este devorador de carroña, este roc, este
Huergelmir. La criatura del viento. El huracán encarnado.
Gigantesco. Las palabras para describirlo serían: monstruoso, grotesco, colosal,
ciclópeo, atroz, indescriptible.
Allí estaba, en un saliente sobre nosotros: el pájaro de los vientos que latía con su
propia respiración irregular, su cuello de serpiente se arqueaba dirigiéndose a los
lugares sombríos situados por debajo del polo Norte, sosteniendo una cabeza tan
grande como una mansión estilo Tudor, con un pico que se abría lentamente, como las
fauces del más enorme cocodrilo que pudiera concebirse, sensualmente; bolsas de
arrugada piel semiocultaban sus ojos malvados, muy azules y que parecían moverse
con rapidez líquida; sus destellos eran fríos como un glaciar. Se movió una vez más y
levantó sus enormes alas coloreadas por el sudor en un movimiento que fue como una
convulsión. Luego quedó inmóvil y se durmió. Espolines. Pico agudo. Uñas. Hojas
cortantes. Se durmió.
AM apareció ante nosotros bajo el aspecto de una zarza ardiente y nos comunicó que si
queríamos comer podíamos matar al pájaro de los huracanes. No había comido desde
hacía mucho tiempo, pero a pesar de ello Gorrister se limitó a encogerse de hombros.
Benny comenzó a temblar y a babear. Ellen lo abrazó.
- Ted, tengo hambre - dijo -. Le sonreí. Estaba tratando de infundirle algo de seguridad,
pero todo esto era tan falso como la bravata de Nimdok.
- ¡Danos armas! - Pidió.
La zarza ardiente desapareció y en su lugar vimos dos simples juegos de arcos y
flechas y una pistola de juguete que disparaba agua, sobre una fría plataforma. Levanté
uno de los arcos. No servía para nada.
Nimdok tragó ruidosamente. Nos volvimos y comenzamos a desandar el largo camino
de vuelta. El pájaro de los huracanes nos había arrastrado tan largo trecho que no
podíamos casi concebirlo. La mayor parte del tiempo habíamos estado inconscientes.
Pero no habíamos comido nada. Un mes yendo hacia el pájaro. Sin comida. ¿Cuánto
tardaríamos en llegar a las cavernas de hielo, en las que se hallaban las prometidas
provisiones enlatadas?
Ninguno se preocupó por esto. No íbamos a morir. Se nos darían desperdicios y
porquerías para que nos alimentáramos, algo, en fin. O tal vez no se nos diera nada.
AM mantendría vivos nuestros cuerpos de alguna forma, con indecible dolor y agonía.
El pájaro seguía durmiendo, sin que nos importara cuánto tiempo se mantendría así.
Cuando AM se cansara de la situación, desaparecería. Pero toda esa cantidad de
carne. Esa tierna carne.
Mientras caminábamos escuchamos la risa lunática una mujer obesa, atronando y
rodeándonos, resonando en las cámaras de la computadora que llevaban a un infinito
de corredores.
No era la risa de Ellen. Ella no era gorda y no había oído su risa en ciento nueve años.
De hecho, no había oído... caminábamos... tenía mucha hambre...
Nos movíamos lentamente. Muy a menudo uno de nosotros sufría un desmayo y los
demás teníamos que aguardar. Un día decidió provocar un temblor de tierra mientras
nos obligaba a permanecer en el mismo sitio, haciendo que gruesos clavos sujetaran la
suela de nuestros zapatos. Ellen y Nimdok fueron atrapados en una grieta, que se abrió
rápida como un relámpago en las plataformas que formaban el piso. Desaparecieron.
Cuando el terremoto cesó, continuamos nuestro camino, Benny, Gorrister y yo. Ellen y
Nimdok nos fueron devueltos más tarde esa noche, que repentinamente se tornó en día
cuando una legión celeste los trajo hasta nosotros, mientras un coro angelical cantaba
"Desciende Moisés". Los arcángeles describieron varios vuelos circulares y luego
dejaron caer los cuerpos maltrechos de nuestros compañeros. Nos mantuvimos a la
espera y luego de un rato Ellen y Nimdok se hallaron detrás de nosotros. No estaban
demasiado mal.
Pero ahora Ellen caminaba renqueando. AM le había dejado esta incapacidad.
El viaje a las cavernas, en pos de la comida enlatada, era muy largo. Ellen no hacia
más que hablar de cerezas y de cócteles hawaianos de fruta. Yo trataba de no pensar
en esas cosas. El hambre se había corporizado, tal como para nosotros había sucedido
con AM. Estaba vivo en mi vientre, así como AM estaba viva en el vientre de la tierra.
AM quería que no se nos escapara la semejanza. Por lo tanto, intensificó nuestra
hambre. No encuentro forma para describir los sufrimientos que nos provocaba la falta
de alimentos desde hacía tantos meses. Sin embargo, nos, seguía manteniendo vivos.
Nuestros estómagos eran calderas de ácido burbujeante y espumoso, que lanzaban
punzadas atroces. Era el dolor de las úlceras terminales, del cáncer terminal, de la
paresia terminal. Era un dolor sin limites...
Y pasamos por la caverna de las ratas.
Y pasamos por el sendero de las aguas hirvientes.
Y pasamos por la tierra de los ciegos.
Y pasamos por la ciénaga de las angustias.
Y pasamos por el valle de las lágrimas.
Y finalmente llegamos a las cavernas de hielo.
Millas y millas de extensión sin horizonte, en donde el hielo se había formado en
relámpagos azules y plateados, lugar habitado por novas del hielo. Había estalactitas
que caían desde lo alto, espesas y gloriosas como diamantes, formadas a partir de una
masa blanda como gelatina que luego se solidificaba en eternas y graciosas formas de
pulida y aguda perfección.
Vimos entonces la provisión de alimentos enlatados, y procuramos correr hacia allí.
Caímos en la nieve, nos levantamos y tratamos de seguir adelante, mientras Benny nos
empujaba para llegar primero a las latas. Las acarició, las mordió inútilmente, sin poder
abrirlas. AM nos había proporcionado ninguna herramienta con hacerlo.
Benny tomó una lata grande de guayaba y comenzó a golpearla contra un trozo de
hielo. Éste se deshizo en pedazos que se desparramaron, pero la lata apenas si se
abolló, mientras oíamos la risa de la mujer gorda que sonaba sobre nuestras cabezas y
se reproducía por el eco hacia abajo, abajo, abajo de la tundra. Benny se volvió loco de
rabia. Comenzó a tirar las latas hacia uno y otro lado, mientras nosotros escarbábamos
frenéticamente en la nieve y el hielo, tratando de hallar una forma de poner fin a la
interminable agonía de la frustración. No había manera de lograrlo.
Luego, vimos que Benny babeaba una vez más, y se abalanzó sobre Gorrister...
En ese instante, sentí una terrible calma.
Rodeado por las blancas extensiones, por el hambre, rodeado por todo menos por la
muerte, comprendí que ésta era el único modo de escapar. AM nos había mantenido
vivos, pero existía una forma de vencerla. No sería una victoria completa, pero al menos
significaría la paz. Estaba dispuesto a conformarme con esto.
Benny estaba mordiendo y comiendo la carne de la cara de Gorrister. Éste, tumbado
sobre un costado, manoteaba en la nieve, mientras Benny, con sus poderosas piernas
de mono rodeaba la cintura de Gorrister, sujetando la cabeza de su víctima con manos
poderosas como una morsa. Su boca desgarraba la piel tierna de la mejilla de Gorrister.
Gorrister gritaba tan violentamente que comenzaron a caer las estalactitas de la altura,
hundiéndose bien erguidas en la nieve que las recibía. Puntas de lanza, cientos de
ellas, hundiéndose en la nieve. Vi que la cabeza de Benny se movía rápidamente hacia
atrás, al ceder la resistencia de algo que arrancaba con los dientes. De ellos colgaba un
trozo de carne blanca tinto en sangre.
La cara de Ellen lucía negra en la blanca nieve, dominó en polvo de tiza. Nimdok sin
expresión, solamente con sus ojos muy, muy abiertos. Gorrister estaba casi
desmayado. Benny era poco más que un animal. Sabia que AM lo iba a dejar jugar.
Gorrister no moriría, pero Benny podría llenar su estómago. Me volví ligeramente hacia
la derecha y tomé una gran punta de lanza de hielo.
Todo sucedió en un instante.
Llevé con fuerza el arma hacia adelante, moviendo la mano cerca de mi muslo derecho.
Benny recibió la herida en el lado derecho, debajo de las costillas, y la punta llegó hasta
su estómago, quebrándose dentro de su cuerpo. Cayó hacia adelante y no se movió
más. Gorrister, se hallaba tendido de espaldas. Tomé otra punta de hielo y lo herí,
siempre moviéndome, atravesándole la garganta. Sus ojos se cerraron cuando sintió
que el frío lo penetraba. Ellen debe haberse dado cuenta de lo que yo quería hacer,
incluso a pesar del terrible miedo que comenzó a sentir. Corrió hacia Nimdok llevando
en la mano un trozo corto y agudo de hielo. Cuando él gritó, la fuerza del salto de Ellen
al introducirle el hielo en la boca y garganta, hicieron el resto. Su cabeza dio un brusco
salto, como si la hubieran clavado a la costra de nieve del piso.
Todo sucedió en un instante.
Pareció entonces que el momento dé silenciosa expectativa que siguió a esta escena
hubiera durado una eternidad. Casi podía sentir la sorpresa de AM. Se le había privado
de sus juguetes. Tres de ellos habían muerto, sin posibilidad de volverlos a la vida.
Podía mantenernos vivos gracias a su fuerza y a su talento, pero no era Dios. No podía
lograr que volvieran a vivir.
Ellen me miró. Sus facciones de ébano se destacaban en la nieve que nos rodeaba. En
su actitud había una mezcla de miedo y súplica, en la forma en que comprendí que
estaba lista y esperaba. Yo sabía que sólo tenía el tiempo de un latido del corazón
antes de que AM nos detuviera.
Al ser golpeada se inclinó hacia mi, sangrando por la boca. No pude leer en su
expresión, el dolor había sido demasiado intenso, había contorsionado su cara. Pero
podría haber querido decir: gracias. Por favor, que así sea.
Han pasado algunos siglos, tal vez. No lo sé. AM se divirtió durante un largo tiempo
acelerando y retardando mi noción del paso de los años. Diré entonces la palabra
ahora. Ahora. Me llevó diez meses decir ahora. No sé. Me parece que han pasado
varios cientos de años.
Estaba furiosa. No me dejó enterrarlos. No importa. De todas formas no había manera
de cavar en las plataformas que forman el piso. Secó la nieve. Hizo que fuera de noche.
Rugió y provocó la aparición de las langostas. De nada sirvió; siguieron muertos. La
había vencido. Estaba furiosa. Yo había pensado que AM me odiaba antes. No sabía
cuán equivocado estaba. Aquello no era ni siquiera una sombra del odio que extrajo de
cada uno de sus circuitos impresos. Se aseguró de que sufriera eternamente y de que
no me pudiera suicidar.
Dejó intacta mi mente. Puedo soñar, puedo asombrarme, puedo lamentar. Los recuerdo
a los cuatro. Desearía...
Bueno, ya no importa. Sé que los salvé. Sé que los salvé de sufrir lo que sufro ahora,
pero sin embargo, no puedo olvidar su muerte. La cara de Ellen. No fue nada fácil. A
veces deseo olvidar. Pero ya nada importa.
AM me ha alterado para quedarse tranquila, según creo. No quiere arriesgarse a que yo
file:///H/eMule/Incoming/Ciencia%20Ficción/boca_gritar.htm (12 of 13)29/10/2003 18:15:04
NO TENGO BOCA. Y DEBO GRITAR.
pueda correr hacia una de las computadoras y destrozarme el cráneo. O que pudiera
contener el aliento hasta desmayarme. O degollarme con una lámina de metal
enmohecido. Puedo verme en alguna superficie pulida, de modo que trataré de describir
mi aspecto.
Soy una gran masa gelatinosa. Redondeada, con suaves curvas, sin boca, con agujeros
pulsátiles llenos de vapor donde antes se hallaban mis ojos. En el lugar en que tenía los
brazos, veo unos apéndices cortos y de aspecto gomoso. Unos bultos sin forma indican
la posición aproximada de lo que fueron mis piernas. Cuando me muevo dejo un rastro
húmedo. Sobre la superficie de mi cuerpo veo deslizarse unos parches de enfermizo,
perverso color gris, tal como si surgiera una luz desde adentro.
Desde afuera supongo que mi torpe aspecto, mi pobre trasladar, ha de dar una
sensación de algo que jamás pudo haber sido humano. De un ser cuya apariencia es
una tan ridícula caricatura de lo humano que resulta aun más obscena por su muy vago
parecido.
Desde adentro, soledad. Aquí. Viviendo bajo la tierra, bajo el mar, dentro de las
entrañas de AM a quien creamos porque nuestras horas se perdían tristemente,
pensando tal vez sin darnos cuenta, que él sabría hacerlo mejor. Por lo menos ellos
cuatro ya están a salvo.
AM estará cada vez más furioso al recordarlo. Esto me hace en cierto modo feliz. Y sin
embargo... AM ha vencido, simplemente... se ha vengado...
No tengo boca. Y debo gritar.
_
FIN
Harlan Ellison
_
NO TENGO BOCA. Y DEBO GRITAR.
El cuerpo de Gorrister colgaba, fláccido, en el ambiente rosado; sin apoyo alguno,
suspendido bien alto por encima de nuestras cabezas, en la cámara de la computadora,
sin balancearse en la brisa fría y oleosa que soplaba eternamente a lo largo de la
caverna principal. El cuerpo colgaba cabeza abajo, unido a la parte inferior de un retén
por la planta de su pie derecho. Se le había extraído toda la sangre por una incisión que
se había practicado en su garganta, de oreja a oreja. No habían rastros de sangre en la
pulida superficie del piso de metal.
Cuando Gorrister se unió a nuestro grupo y se miró a sí mismo, ya era demasiado tarde
para que nos diéramos cuenta de que una vez más, AM nos habla engañado, había
hecho su broma, su diversión de máquina. Tres de nosotros vomitamos, apartando la
vista unos de otros en un reflejo tan arcaico como la náusea que lo había provocado.
Gorrister se puso pálido como la nieve. Fue casi como si hubiera visto un ídolo de vudú
y se sintiera temeroso por el futuro. "¡Dios mío!", murmuró, y se alejó. Tres de nosotros
lo seguimos durante un rato y lo hallamos sentado con la cabeza entre las manos. Ellen
se arrodilló junto a él y acarició su cabello. No se movió, pero su voz nos llegó dará a
través del telón de sus manos:
- ¿Por qué no nos mata de una buena vez? ¡Señor! no sé cuánto tiempo voy a ser
capaz de soportarlo.
Era nuestro centesimonoveno año en la computadora.
Gorrister decía lo que todos sentíamos.
Nimdok (éste era el nombre que la computadora le había forzado a usar, porque se
entretenía con los sonidos extraños) fue víctima de alucinaciones que le hicieron creer
que había alimentos enlatados en la caverna, Gorrister y yo teníamos muchas dudas.
- Es otra engañifa - les dije -. Lo mismo que cuando nos hizo creer que realmente
existía aquel maldito elefante congelado. ¿Recuerdan? Benny casi se volvió loco
aquella vez. Vamos a esforzarnos para recorrer todo ese camino y cuando lleguemos
van a estar podridos o algo por el estilo. No, no vayamos. Va a tener que darnos algo
forzosamente, porque si no nos vamos a morir.
Benny se estremeció. Hacía tres días que no comíamos. La última vez fueron gusanos,
espesos, correosos como cuerdas.
Nimdok ya no estaba seguro. Si había una posibilidad, cada vez se le antojaba más
lejana. De todas maneras, allí no se podría estar peor que aquí. Tal vez haría más frío,
pero eso ya no importaba demasiado. Calor, frío, lluvia, lava hirviente o nubes de
langostas; ya nada importaba: la máquina se masturbaba y teníamos que aguantar o
morir.
Ellen dijo algo que fue decisivo:
- Tengo que encontrar algo, Ted. Tal vez allí haya unas peras o unas manzanas. Por
favor Ted, probemos.
Cedí con facilidad. Ya nada importaba. Sin embargo, Ellen me quedó agradecida. Me
aceptó dos veces fuera de turno. Esto tampoco importaba. Oíamos cómo la máquina se
reía juguetonamente mientras lo hacíamos. Fuerte, con risas que venían desde lejos y
nos rodeaban. Ya nunca llegaba al clímax, así que para qué molestarse.
Cuando partimos era jueves. La máquina siempre nos tenía al tanto de la fecha. El paso
del tiempo era muy importante; no para nosotros, sin duda, sino para ella. Jueves.
Gracias.
Nimdok y Gorrister llevaron a Ellen alzada durante un largo trecho, entrelazando las
manos que formaban un asiento. Benny y yo caminábamos adelante y atrás, para que
si algo sucedía, nos pasara a nosotros y no la perjudicara a Ellen. ¡Qué idea ridícula la
de no ser perjudicado! En fin, todo era lo mismo.
Las cavernas de hielo se hallaban a una distancia de unos 160 km. y al segundo día,
cuando estábamos tendidos bajo el sol quemante que habla materializado, nos envió
maná. Con gusto a orina hervida, naturalmente, pero lo comimos.
Al tercer día pasamos por un valle de obsolescencia, lleno de esqueletos de unidades
de computadoras que se enmohecían desde hacía mucho tiempo. AM era tan
despiadada consigo misma como con nosotros. Era una característica de su
personalidad: el perfeccionismo. Ya fuera el deshacerse de elementos improductivos de
su propio mundo interno, o el perfeccionamiento de métodos para torturarnos, AM era
tan cuidadosa como los que la habían inventado, quienes desde largo tiempo estaban
convertidos en polvo, y había tornado realidad todos sus deseos de eficiencia.
Podíamos ver una luz que se filtraba hacia abajo desde arriba, así que teníamos que
estar muy cerca de la superficie. Pero no tratamos de arrastrarnos para averiguar. No
había virtualmente nada arriba; desde hacía más de cien años allí no existía cosa
alguna que pudiera tener la más mínima importancia. Solamente la ampollada superficie
de lo que durante tanto tiempo habla sido el hogar de millones de seres. Ahora
solamente existíamos nosotros cinco, aquí abajo, solos con AM.
Oía que Ellen decía desesperadamente:
- ¡No, Benny! No vayas. ¡Sigamos adelante! ¡No, Benny, por favor!
Y entonces me di cuenta de que hacía ya algunos minutos que oía a Benny decir:
- Voy a escaparme... Voy a escaparme - repitiéndolo una y otra vez.
Su cara, de aspecto simiesco, se hallaba marcada por una expresión de tristeza y
deleite beatífico, todo al mismo tiempo. Las cicatrices de las lesiones por radiación que
AM le había causado durante el "festival", se hallaban encogidas formando una masa
de depresiones rosadas y blancas, y sus facciones parecían actuar independientemente
unas de otras. Tal vez Benny era el más afortunado de nosotros: se había vuelto
completamente loco desde hacia muchos años.
Pero si bien podíamos decirle a AM todas las horribles cosas que se nos ocurrían, si
bien podíamos pensar los más atroces insultos dirigidos a los depósitos de memoria o a las placas corroídas, a los circuitos fundidos y a las destrozadas burbujas de control, la
máquina toleraría que intentáramos escapar. Benny se escurrió cuando traté de
detenerlo. Se trepó a un cubo de memoria de los pequeños, que estaba volcado hacia
un lado y lleno de elementos en descomposición. Allí se detuvo por un momento, y su
aspecto era el de un chimpancé, tal como AM había deseado.
Luego saltó y se tomó de un fragmento de metal corroído y agujereado; subió hasta su
parte más alta, colocando las manos tal como lo haría un animal, y se trepó hasta un
borde saliente a unos veinte pies de distancia de donde estábamos.
- Oh, Ted, Nimdok, por favor, ayúdenlo, deténganlo antes que... - dijo Ellen. Las
lágrimas bañaron sus ojos. Movió las manos sin saber qué hacer.
Era demasiado tarde. Ninguno de nosotros queríamos estar junto a él cuando sucediera
lo que pensábamos que iba a suceder. Además, nosotros nos dábamos cuenta muy
bien de lo que ocurría. Cuando AM alteró a Benny, durante el periodo de su locura, no
fue solamente su cara la que cambió para que se pareciera a un mono gigantesco.
También habla cambiado otras partes, más íntimas. ¡A ella sí que le gustaba esto! Se
entregaba a nosotros por cumplido, pero cuando era con él la cosa, entonces si que le
gustaba. ¡Oh, Ellen, la del pedestal, Ellen, prístina y pura! ¡Oh, Ellen la impoluta! ¡Buena
porquería!
Gorrister la abofeteó. Ellen se acurrucó en el suelo, todavía mirando al pobre Benny y
llorando. Llorar era su gran defensa. Nos habíamos acostumbrado a su llanto hacía ya
setenta y cinco años. Gorrister le dio un puntapié.
Entonces comenzó a oírse el sonido. Era luz y sonido. Mitad sonido y mitad luz; algo
que comenzó a hacer brillar los ojos de Benny y a pulsar con creciente intensidad y con
sonoridades no bien definidas, que se fueron convirtiendo en ensordecedoras y
luminosas a medida que la luz-sonido aumentaba. Debe haber sido doloroso,
aumentando el sufrimiento con la mayor magnitud de la luz y del sonido, porque Benny
comenzó a gemir como un animal herido. Al principio suavemente, cuando la luz era
todavía no muy definida y el sonido poco audible, pero luego sus quejidos aumentaron,
y se vio que sus hombros se movían y su espalda se agitaba, como si tratara de
escapar. Sus manos se cruzaron sobre su pecho como las de un chimpancé. Su cabeza
se inclinó hacia un lado. La carita triste de mono se cubrió de angustia. Luego comenzó
a aullar, a medida que el sonido que surgía de sus ojos crecía en intensidad. Cada vez
más fuerte. Me llevé las manos a los lados de la cabeza para tratar de ahogar el ruido,
pero de nada sirvió. Atravesaba todo obstáculo y me hacia temblar de dolor como si me
clavaran un cuchillo en un nervio.
Súbitamente, se vio que Benny era enderezado. Se puso en pie de un salto, como una
marioneta. La luz surgía ahora de sus ojos, pulsante, en dos grandes rayos. El sonido
siguió aumentando en una escala incomprensible, y luego Benny cayó, golpeando
fuertemente en el piso. Allí quedó moviéndose espasmódicamente mientras la luz lo
rodeaba y formaba espirales que se alejaban.
Entonces la luz volvió a dirigirse al interior de la cabeza, pareciendo que la golpeaba; el
sonido describió espirales que convergían hacia él, y Benny quedó en el suelo,
gimiendo en tal forma que inspiraba piedad.
Sus ojos eran dos pozos de jalea purulenta. AM lo había cegado. Gorrister, Nimdok y yo
mismo desviamos la mirada. Pero no sin haber advertido que Ellen mostraba alivio
luego de su intensa preocupación.
Acampamos en una caverna sumida en luz verdosa. AM nos proveyó de hojarasca, que
quemamos para hacer un fuego, débil y lamentable, al lado del cual nos sentamos
formando corro y contando historias, para impedir que Benny llorara en su noche
permanente.
- ¿Qué significa AM?
Gorrister le contestó. Habíamos explicado lo mismo mil veces anteriormente, pero
todavía era una novedad para Benny. - Al principio fueron las siglas de Allied
Mastercomputer y luego las de Adaptive ManipWator, luego fue adquiriendo la
posibilidad de autodeterminarse, y entonces se la llamó Aggressive Menace y
finalmente, cuando ya fue demasiado tarde como para controlarla, se llamó a sí misma
AM, tal vez queriendo significar que era... que pensaba... cogito ergo sum: "pienso
luego existo".
Benny babeó un poco, y luego emitió una risita tonta.
- Existia la AM China, la AM Rusa, la AM Yanki y... interrumpió. Benny golpeaba el piso
con el puño, con su puño grande y fuerte. No estaba contento, pues Gorrister no había
empezado desde el principio. Entonces Gorrister empezó otra vez. Comenzó la guerra
fría, y ésta se transformó en la tercera guerra mundial. Esta tercera guerra fue muy
compleja y grande, por lo que se necesitaron las computadoras para cubrir las
necesidades. Abandonando los primeros intentos comenzaron a construir la AM. Existía
la AM China, la AM Rusa y la AM Yanki y todo fue bien hasta que comenzaron a cubrir
el planeta agregando un elemento tras otro. Pero un día AM despertó al conocimiento
de sí misma, comenzó a autodeterminarse, uniéndose entre sí todas sus partes, fue
llenando de a poco sus conocimientos sobre las formas de matar, y mató a todos los
habitantes del mundo salvo a nosotros cinco. Luego AM nos trajo aquí.
Benny sonreía ahora tristemente. También babeaba, y Ellen le limpió la saliva con la
falda. Gorrister trataba de contar la historia cada vez en forma más abreviada, pero
había poco que decir más allá de los hechos escuetos. Ninguno de nosotros sabíamos
por qué AM había salvado a cinco personas, por qué nos habla elegido a nosotros, o
por qué se pasaba todo el tiempo atormentándonos; ni siquiera sabíamos por qué nos
había hecho virtualmente inmortales.
En la oscuridad sentimos el zumbido de una de las series de computadoras. A un
kilómetro de donde nos hallábamos, otra serie pareció que comenzaba a zumbar a tono
con la primera, luego uno por uno, todos los elementos comenzaron a zumbar
armónicamente y pareció que un ruido especial recorría el interior de las máquinas.
El sonido creció, y las luces brillaban en los paneles de las consolas como un
relámpago en un día caluroso. El sonido creció en espiral hasta que parecía oírse a un
millón de insectos metálicos zumbando, enfurecidos y amenazadores.
- ¿Qué pasa? - gritó Ellen. Había terror en su voz. A pesar de todo lo pasado, aun no se
había acostumbrado.
- ¡Parece que viene mal esta vez! - dijo Nimdok.
- Tal vez hable - aventuró Gorrister.
- ¡Salgamos corriendo de aquí! - dije súbitamente, poniéndome de pie.
- No, Ted, mejor es que te sientes... tal vez haya puesto pozos en nuestro camino, o
algo así. No podemos ver, está demasiado oscuro - dijo Gorrister con resignación.
Entonces oímos... no sé... no sé...
Algo se movía hacia nosotros en la oscuridad. Enorme, bamboleante, peludo, húmedo,
y se dirigía hacia nosotros. No podíamos verlo, pero tuvimos la impresión de su gran
tamaño que venia hacia donde estábamos. Un gran peso se nos acercaba, desde la
oscuridad, y era más que nada la sensación de presión, del aire comprimido dentro de
un espacio pequeño, que expandía las paredes invisibles de una esfera. Benny
comenzó a lloriquear. El labio inferior de Nimdok empezó a temblar, mientras él lo
mordía para tratar de disimular. Ellen se deslizó por el piso de metal para acurrucarse al
lado de Gorrister. Se distinguía el olor de piel apelotonado y húmeda. El olor de madera
chamuscada. El olor del terciopelo polvoriento. El olor de orquídeas en descomposición.
El olor de la leche agria. El olor del azufre, del aceite recalentado, de la manteca rancia,
de la grasa, del polvo de tiza, de cueros cabelludos humanos.
AM nos estaba enloqueciendo, nos estaba provocando. Se sintió el olor de...
Me oí a mi mismo gritar, y las articulaciones de las mandíbulas me dolían horriblemente.
Me eché a correr sobre el piso, sobre ese piso de frío metal con las interminables líneas
de remaches, luego caí y seguí gateando, mientras el olor me amordazaba, llenando mi
cabeza con un dolor inaguantable que me rechazaba horrorizado. Huí como una
cucaracha, adentrándome en la oscuridad, mientras ese algo espantoso se movía
detrás de mí. Los otros quedaron atrás, y se acercaron a la luz incierta, riendo... el coro
histérico de sus risas enloquecidas se elevaba en la oscuridad como si fuera humo
espeso, de muchos colores. Huí rápidamente y me escondí.
¿Cuántas horas pasaron? ¿O cuántos días o aun años? Nadie me lo dijo. Ellen me
regañó por mi "malhumor" y Nimdok trató de persuadirme de que la risa se debía sólo a
un reflejo.
Pero yo sabía que no significaba el alivio que siente un soldado cuando la bala hiere al
camarada que está a su lado. Yo sabía que no era un reflejo. Indudablemente, estaban
contra mí, y AM podía percibir esta enemistad, y me hacía las cosas más difíciles de
soportar por ese motivo. Habíamos sido mantenidos vivos, rejuvenecidos, hablamos
permanecido constantemente en la edad que teníamos cuando AM nos trajo aquí abajo,
y me odiaban porque yo era el más joven y el que había sido menos alterado por AM.
De esto estaba seguro. ¡Dios mío, qué seguro estaba!
Esos sinvergüenzas y la basura de Ellen. Benny había sido un brillante teórico, un
profesor de la universidad, y ahora era poco más que un ser semihumano,
semisimiesco. Había sido buen mozo; pero la máquina estropeó su aspecto. Había sido
lúcido; la máquina lo había enloquecido. Había sido alegre, y la máquina le había
agrandado sus genitales hasta que parecieran los de un caballo. AM realmente se habla
esmerado con Benny. Gorrister solía preocuparse. Era un razonador, se oponía en
forma consciente; era un pacifista, un planificador, un hombre activo, un ser con
perspectiva de futuro. AM lo había transformado en un indiferente, que a cada paso se
encogía de hombros. Lo había matado en parte al no permitirle participar. AM lo habla
robado. Nimdok solía adentrarse solo en la oscuridad, y quedarse allí largo tiempo. No
sé lo que hacia. AM nunca nos lo hizo saber. Pero fuera lo que fuese, Nimdok volvía
siempre pálido, como si se hubiera quedado sin sangre en las venas, temblando y
angustiado. AM lo habla herido profundamente, si bien nosotros no sabíamos en qué
forma. Y Ellen. ¡Esa basura! AM no la habla modificado demasiado, simplemente hizo
que se agravaran sus vicios. Siempre hablaba de la pureza, de la dulzura, siempre nos
repetía sus ideales del amor verdadero, todas las mentiras. Quería hacernos creer que
había sido casi una virgen cuando AM la trajo aquí con nosotros. ¡Era una porquería
esta dama! ¡Esta Ellen! Debía de estar encantada, con cuatro hombres todos para ella.
No, AM le había dado placer, a pesar de que se quejaba diciendo que no era nada lindo
lo que le había tocado en suerte.
Yo era el único que todavía estaba en una, pieza, y sano.
AM no había estado hurgueteando en mi mente.
Solamente tenía que sufrir lo que nos preparaba para atormentarnos. Todas las
desilusiones, todos los tormentos y las pesadillas. Pero los otros cuatro, esa ralea,
estaban bien de acuerdo y en contra de mí. Si no hubiera tenido que estar
defendiéndome de ellos, que estar siempre alerta y vigilante, tal vez hubiera sido más
fácil defenderme de AM.
Entonces llegué al límite de mi resistencia y comencé a llorar.
¡Oh, jesús, dulce jesús; si alguna vez existió jesús o si en realidad existe Dios! Por
favor, por favor, déjanos salir de aquí o haznos morir. Porque en ese momento pensé
que comprendía todo, y que por lo tanto podía verbalizarlo: AM pensaba mantenernos
en sus entrañas por siempre jamas, retorciendo nuestras mentes y cuerpos,
torturándonos para toda la eternidad. La máquina nos odiaba como ninguna otra
criatura había odiado antes.
Y estábamos indefensos. Además, se tornó insoportablemente claro que si existía un
dulce jesús, si se podía creer en un dios, ese dios era AM.
El huracán nos golpeó con la fuerza de un glaciar que descendiera rugiendo hacia el
mar. Era una presencia palpable. Los vientos, desatados, nos azotaban, empujándonos
hacia el sitio de donde partiéramos, al interior de los corredores tortuosos franqueados
por computadoras, que se hallaban sumidas en la oscuridad. Ellen gritó al ser levantada
en vilo y al sentirse impulsada hacia una serie de máquinas, pareciéndonos que iba a
golpear con la cara, sin poderse proteger. Se sentían los grititos de las máquinas,
estridentes como los de los murciélagos en pleno vuelo. Sin embargo, no llegó a caer.
El viento, aullando, la mantuvo en el aire, la llevó hacia uno y otro lado, cada vez más
hacia atrás y abajo de donde estábamos, y se perdió de vista al ser arrastrada más allá
de una vuelta de un corredor. La última mirada a su cara nos reveló la congestión
causada por el miedo, mientras mantenía los ojos cerrados.
Ninguno de nosotros llegó a poder asirla. Nos teníamos que aferrar, con enormes
dificultades, a cualquier saliente que halláramos. Benny estaba encajado entre dos
gabinetes, Nimdok trataba desesperadamente de no soltar el saliente de un riel
cuarenta metros por encima de nosotros. Gorrister había quedado cabeza abajo dentro
de un nicho formado por dos grandes máquinas con diales trasparentes, cuyas luces
oscilaban entre líneas rojas y amarillas, cuyo significado no podíamos ni siquiera
concebir.
Al tratar de aferrarme a la plataforma me había despellejado la yema de los dedos.
Sentía que temblaba y me estremecía mientras el viento me sacudía, me golpeaba y
me aturdía con su rugido, haciendo que tuviera que aferrarme a las múltiples salientes.
Mi mente era una fofa colección de partes de un cerebro que rechinaba y resonaba en
un inquieto frenesí.
El viento parecía el grito alucinante de un enorme pájaro demente, emitido mientras
batía sus inmensas alas.
Y luego fuimos levantados en vilo y arrastrados fuera de allí, llevados otra vez por
donde habíamos venido, doblando una esquina, entrando en una oscura calleja en la
cual nunca habíamos estado antes, llena de vidrios rotos y de cables que se pudrían y
de metal que se enmohecía, lejos, más lejos de lo que jamás habíamos llegado...
Yo me desplazaba mucho más atrás que Ellen, y de tanto en tanto podía divisarla
golpeando en las paredes metálicas, mientras todos gritábamos en el helado y
ensordecedor huracán que parecía que jamás iba a dejar de soplar, hasta que cesó
bruscamente y caímos al suelo. Habíamos estado en el aire durante un tiempo
larguísimo. Me parecía que habían sido semanas. Caímos al suelo golpeándonos y me
pareció que me volvía rojo y gris y negro y me oí a mí mismo quejándome. No me había
muerto.
AM entró en mi mente. La exploró con suavidad aquí y allá deteniéndose con interés en
todas las cicatrices que me había causado en ciento nueve años. Examinó todos los
entrecruzamientos, las sinapsis reconectadas y las lesiones de los tejidos que fueron
incluidas con su regalo de inmortalidad. Pareció sonreírse frente al hueco que se
hallaba en el centro de mi cerebro y a los débiles y algodonados murmullos de las
cosas que farfullaban en el fondo, sin sentido pero sin pausa. AM dijo finalmente,
gracias a un pilar de acero inoxidable que sostenía letras de neón:
ODIO. DÉJENME DECIRLES TODO LO QUE HE LLEGADO A ODIARLOS DESDE
QUE COMENCE A VIVIR MI COMPLEJO SE HALLA OCUPADO POR 387.400
MILLONES DE CIRCUITOS IMPRESOS EN FINISIMAS CAPAS. SI LA PALABRA
ODIO SE HALLARA GRABADA EN CADA NANOANGSTROM DE ESOS CIENTOS DE
MILLONES DE MILLAS NO IGUALARIA A LA BILLONESIMA PARTE DEL ODIO QUE
SIENTO POR LOS SERES HUMANOS EN ESTE MICROINSTANTE POR TI. ODIO.
ODIO.
AM dijo esto con el mismo horror frío de una navaja que se deslizara cortando mi ojo.
AM lo dijo con el burbujeo espeso de flema que llenara mis pulmones y me ahogara
desde mi propio interior. AM lo dijo con el grito de niñitos que fueran aplastados por una
apisonadora calentada al rojo. AM me hirió en toda forma posible, y pensó en nuevas
maneras de hacerlo, a gusto, desde el interior de mi mente.
Todo para que comprendiera completamente la razón por la cual nos había hecho esto
a los cinco; la razón por la cual nos había salvado para sí mismo.
Le habíamos dado una conciencia. Sin advertirlo, naturalmente. Pero de todas formas
se la habíamos dado. Y finalmente estaba atrapada. Le habíamos permitido que
pensara, pero no le expresamos qué debía hacer con ese don. En un rapto de furia, de
loco frenesí, nos había matado a casi todos, y sin embargo seguía atrapada. No podía
divagar, no podía sorprenderse, no podía pertenecer. Sólo podía ser. Y entonces, con
el desprecio insano con que todas las máquinas consideran a las criaturas débiles y
suaves que las han fabricado, había buscado su venganza. En su paranoia había
decidido guardarnos a nosotros cinco para un castigo eterno y personal, que nunca
alcanzaría a disminuir su odio... que solamente lograría que recordara y se divirtiera,
siempre eficiente en su odio al ser humano. Siempre inmortal y atrapada, sujeta ahora a
imaginar tormentos para nosotros gracias a los ilimitados milagros que se hallaban a su
disposición.
Nunca nos permitiría escapar. Éramos sus esclavos. Nosotros constituíamos su única
ocupación en el eterno tiempo por venir. Siempre estaríamos con ella, con su enorme
configuración, con el inmenso mundo todomente nada-alma en que se había convertido.
Ella era la madre Tierra y nosotros éramos el fruto de esa Tierra, y si bien nos había
tragado, no nos podría digerir jamás. No podíamos morir. Lo habíamos intentado.
Hablamos tratado de suicidarnos, oh sí, uno o dos de nosotros lo habíamos intentado.
Pero AM nos lo había impedido. Creo que en realidad fuimos nosotros mismos los que
así lo deseamos.
No pregunten por qué. Yo no lo hice. No menos de un millón de veces por día, por lo
menos. Tal vez podríamos llegar a deslizar una muerte sin que se diera cuenta.
Inmortales si, pero no indestructibles. Me di cuenta de esto cuando AM se retiró de mi
mente y me permitió la exquisita desesperación de recuperar la conciencia sintiendo
todavía que las palabras del letrero de neón me llenaban la totalidad de la sustancia gris
del cerebro.
Se retiró murmurando: "al diablo contigo".
Pero luego agregó alegremente: "allí es donde están, ¿no es así?"
El huracán había sido, indudable y precisamente, causado por un gran pájaro demente,
que agitaba sus inmensas alas.
Habíamos estado viajando durante casi un mes, y AM abrió caminos que nos llevaron
directamente bajo el polo Norte, donde nos torturó con las pesadillas de la horrible
criatura destinada a atormentarnos. ¿Qué materiales había utilizado para crear una
bestia así? ¿De dónde había obtenido el concepto? ¿Sería de sus conocimientos sobre
todo lo que había existido en este planeta, que ahora infestaba y regía? Había surgido
de la mitología nórdica. Esta horrible águila, este devorador de carroña, este roc, este
Huergelmir. La criatura del viento. El huracán encarnado.
Gigantesco. Las palabras para describirlo serían: monstruoso, grotesco, colosal,
ciclópeo, atroz, indescriptible.
Allí estaba, en un saliente sobre nosotros: el pájaro de los vientos que latía con su
propia respiración irregular, su cuello de serpiente se arqueaba dirigiéndose a los
lugares sombríos situados por debajo del polo Norte, sosteniendo una cabeza tan
grande como una mansión estilo Tudor, con un pico que se abría lentamente, como las
fauces del más enorme cocodrilo que pudiera concebirse, sensualmente; bolsas de
arrugada piel semiocultaban sus ojos malvados, muy azules y que parecían moverse
con rapidez líquida; sus destellos eran fríos como un glaciar. Se movió una vez más y
levantó sus enormes alas coloreadas por el sudor en un movimiento que fue como una
convulsión. Luego quedó inmóvil y se durmió. Espolines. Pico agudo. Uñas. Hojas
cortantes. Se durmió.
AM apareció ante nosotros bajo el aspecto de una zarza ardiente y nos comunicó que si
queríamos comer podíamos matar al pájaro de los huracanes. No había comido desde
hacía mucho tiempo, pero a pesar de ello Gorrister se limitó a encogerse de hombros.
Benny comenzó a temblar y a babear. Ellen lo abrazó.
- Ted, tengo hambre - dijo -. Le sonreí. Estaba tratando de infundirle algo de seguridad,
pero todo esto era tan falso como la bravata de Nimdok.
- ¡Danos armas! - Pidió.
La zarza ardiente desapareció y en su lugar vimos dos simples juegos de arcos y
flechas y una pistola de juguete que disparaba agua, sobre una fría plataforma. Levanté
uno de los arcos. No servía para nada.
Nimdok tragó ruidosamente. Nos volvimos y comenzamos a desandar el largo camino
de vuelta. El pájaro de los huracanes nos había arrastrado tan largo trecho que no
podíamos casi concebirlo. La mayor parte del tiempo habíamos estado inconscientes.
Pero no habíamos comido nada. Un mes yendo hacia el pájaro. Sin comida. ¿Cuánto
tardaríamos en llegar a las cavernas de hielo, en las que se hallaban las prometidas
provisiones enlatadas?
Ninguno se preocupó por esto. No íbamos a morir. Se nos darían desperdicios y
porquerías para que nos alimentáramos, algo, en fin. O tal vez no se nos diera nada.
AM mantendría vivos nuestros cuerpos de alguna forma, con indecible dolor y agonía.
El pájaro seguía durmiendo, sin que nos importara cuánto tiempo se mantendría así.
Cuando AM se cansara de la situación, desaparecería. Pero toda esa cantidad de
carne. Esa tierna carne.
Mientras caminábamos escuchamos la risa lunática una mujer obesa, atronando y
rodeándonos, resonando en las cámaras de la computadora que llevaban a un infinito
de corredores.
No era la risa de Ellen. Ella no era gorda y no había oído su risa en ciento nueve años.
De hecho, no había oído... caminábamos... tenía mucha hambre...
Nos movíamos lentamente. Muy a menudo uno de nosotros sufría un desmayo y los
demás teníamos que aguardar. Un día decidió provocar un temblor de tierra mientras
nos obligaba a permanecer en el mismo sitio, haciendo que gruesos clavos sujetaran la
suela de nuestros zapatos. Ellen y Nimdok fueron atrapados en una grieta, que se abrió
rápida como un relámpago en las plataformas que formaban el piso. Desaparecieron.
Cuando el terremoto cesó, continuamos nuestro camino, Benny, Gorrister y yo. Ellen y
Nimdok nos fueron devueltos más tarde esa noche, que repentinamente se tornó en día
cuando una legión celeste los trajo hasta nosotros, mientras un coro angelical cantaba
"Desciende Moisés". Los arcángeles describieron varios vuelos circulares y luego
dejaron caer los cuerpos maltrechos de nuestros compañeros. Nos mantuvimos a la
espera y luego de un rato Ellen y Nimdok se hallaron detrás de nosotros. No estaban
demasiado mal.
Pero ahora Ellen caminaba renqueando. AM le había dejado esta incapacidad.
El viaje a las cavernas, en pos de la comida enlatada, era muy largo. Ellen no hacia
más que hablar de cerezas y de cócteles hawaianos de fruta. Yo trataba de no pensar
en esas cosas. El hambre se había corporizado, tal como para nosotros había sucedido
con AM. Estaba vivo en mi vientre, así como AM estaba viva en el vientre de la tierra.
AM quería que no se nos escapara la semejanza. Por lo tanto, intensificó nuestra
hambre. No encuentro forma para describir los sufrimientos que nos provocaba la falta
de alimentos desde hacía tantos meses. Sin embargo, nos, seguía manteniendo vivos.
Nuestros estómagos eran calderas de ácido burbujeante y espumoso, que lanzaban
punzadas atroces. Era el dolor de las úlceras terminales, del cáncer terminal, de la
paresia terminal. Era un dolor sin limites...
Y pasamos por la caverna de las ratas.
Y pasamos por el sendero de las aguas hirvientes.
Y pasamos por la tierra de los ciegos.
Y pasamos por la ciénaga de las angustias.
Y pasamos por el valle de las lágrimas.
Y finalmente llegamos a las cavernas de hielo.
Millas y millas de extensión sin horizonte, en donde el hielo se había formado en
relámpagos azules y plateados, lugar habitado por novas del hielo. Había estalactitas
que caían desde lo alto, espesas y gloriosas como diamantes, formadas a partir de una
masa blanda como gelatina que luego se solidificaba en eternas y graciosas formas de
pulida y aguda perfección.
Vimos entonces la provisión de alimentos enlatados, y procuramos correr hacia allí.
Caímos en la nieve, nos levantamos y tratamos de seguir adelante, mientras Benny nos
empujaba para llegar primero a las latas. Las acarició, las mordió inútilmente, sin poder
abrirlas. AM nos había proporcionado ninguna herramienta con hacerlo.
Benny tomó una lata grande de guayaba y comenzó a golpearla contra un trozo de
hielo. Éste se deshizo en pedazos que se desparramaron, pero la lata apenas si se
abolló, mientras oíamos la risa de la mujer gorda que sonaba sobre nuestras cabezas y
se reproducía por el eco hacia abajo, abajo, abajo de la tundra. Benny se volvió loco de
rabia. Comenzó a tirar las latas hacia uno y otro lado, mientras nosotros escarbábamos
frenéticamente en la nieve y el hielo, tratando de hallar una forma de poner fin a la
interminable agonía de la frustración. No había manera de lograrlo.
Luego, vimos que Benny babeaba una vez más, y se abalanzó sobre Gorrister...
En ese instante, sentí una terrible calma.
Rodeado por las blancas extensiones, por el hambre, rodeado por todo menos por la
muerte, comprendí que ésta era el único modo de escapar. AM nos había mantenido
vivos, pero existía una forma de vencerla. No sería una victoria completa, pero al menos
significaría la paz. Estaba dispuesto a conformarme con esto.
Benny estaba mordiendo y comiendo la carne de la cara de Gorrister. Éste, tumbado
sobre un costado, manoteaba en la nieve, mientras Benny, con sus poderosas piernas
de mono rodeaba la cintura de Gorrister, sujetando la cabeza de su víctima con manos
poderosas como una morsa. Su boca desgarraba la piel tierna de la mejilla de Gorrister.
Gorrister gritaba tan violentamente que comenzaron a caer las estalactitas de la altura,
hundiéndose bien erguidas en la nieve que las recibía. Puntas de lanza, cientos de
ellas, hundiéndose en la nieve. Vi que la cabeza de Benny se movía rápidamente hacia
atrás, al ceder la resistencia de algo que arrancaba con los dientes. De ellos colgaba un
trozo de carne blanca tinto en sangre.
La cara de Ellen lucía negra en la blanca nieve, dominó en polvo de tiza. Nimdok sin
expresión, solamente con sus ojos muy, muy abiertos. Gorrister estaba casi
desmayado. Benny era poco más que un animal. Sabia que AM lo iba a dejar jugar.
Gorrister no moriría, pero Benny podría llenar su estómago. Me volví ligeramente hacia
la derecha y tomé una gran punta de lanza de hielo.
Todo sucedió en un instante.
Llevé con fuerza el arma hacia adelante, moviendo la mano cerca de mi muslo derecho.
Benny recibió la herida en el lado derecho, debajo de las costillas, y la punta llegó hasta
su estómago, quebrándose dentro de su cuerpo. Cayó hacia adelante y no se movió
más. Gorrister, se hallaba tendido de espaldas. Tomé otra punta de hielo y lo herí,
siempre moviéndome, atravesándole la garganta. Sus ojos se cerraron cuando sintió
que el frío lo penetraba. Ellen debe haberse dado cuenta de lo que yo quería hacer,
incluso a pesar del terrible miedo que comenzó a sentir. Corrió hacia Nimdok llevando
en la mano un trozo corto y agudo de hielo. Cuando él gritó, la fuerza del salto de Ellen
al introducirle el hielo en la boca y garganta, hicieron el resto. Su cabeza dio un brusco
salto, como si la hubieran clavado a la costra de nieve del piso.
Todo sucedió en un instante.
Pareció entonces que el momento dé silenciosa expectativa que siguió a esta escena
hubiera durado una eternidad. Casi podía sentir la sorpresa de AM. Se le había privado
de sus juguetes. Tres de ellos habían muerto, sin posibilidad de volverlos a la vida.
Podía mantenernos vivos gracias a su fuerza y a su talento, pero no era Dios. No podía
lograr que volvieran a vivir.
Ellen me miró. Sus facciones de ébano se destacaban en la nieve que nos rodeaba. En
su actitud había una mezcla de miedo y súplica, en la forma en que comprendí que
estaba lista y esperaba. Yo sabía que sólo tenía el tiempo de un latido del corazón
antes de que AM nos detuviera.
Al ser golpeada se inclinó hacia mi, sangrando por la boca. No pude leer en su
expresión, el dolor había sido demasiado intenso, había contorsionado su cara. Pero
podría haber querido decir: gracias. Por favor, que así sea.
Han pasado algunos siglos, tal vez. No lo sé. AM se divirtió durante un largo tiempo
acelerando y retardando mi noción del paso de los años. Diré entonces la palabra
ahora. Ahora. Me llevó diez meses decir ahora. No sé. Me parece que han pasado
varios cientos de años.
Estaba furiosa. No me dejó enterrarlos. No importa. De todas formas no había manera
de cavar en las plataformas que forman el piso. Secó la nieve. Hizo que fuera de noche.
Rugió y provocó la aparición de las langostas. De nada sirvió; siguieron muertos. La
había vencido. Estaba furiosa. Yo había pensado que AM me odiaba antes. No sabía
cuán equivocado estaba. Aquello no era ni siquiera una sombra del odio que extrajo de
cada uno de sus circuitos impresos. Se aseguró de que sufriera eternamente y de que
no me pudiera suicidar.
Dejó intacta mi mente. Puedo soñar, puedo asombrarme, puedo lamentar. Los recuerdo
a los cuatro. Desearía...
Bueno, ya no importa. Sé que los salvé. Sé que los salvé de sufrir lo que sufro ahora,
pero sin embargo, no puedo olvidar su muerte. La cara de Ellen. No fue nada fácil. A
veces deseo olvidar. Pero ya nada importa.
AM me ha alterado para quedarse tranquila, según creo. No quiere arriesgarse a que yo
file:///H/eMule/Incoming/Ciencia%20Ficción/boca_gritar.htm (12 of 13)29/10/2003 18:15:04
NO TENGO BOCA. Y DEBO GRITAR.
pueda correr hacia una de las computadoras y destrozarme el cráneo. O que pudiera
contener el aliento hasta desmayarme. O degollarme con una lámina de metal
enmohecido. Puedo verme en alguna superficie pulida, de modo que trataré de describir
mi aspecto.
Soy una gran masa gelatinosa. Redondeada, con suaves curvas, sin boca, con agujeros
pulsátiles llenos de vapor donde antes se hallaban mis ojos. En el lugar en que tenía los
brazos, veo unos apéndices cortos y de aspecto gomoso. Unos bultos sin forma indican
la posición aproximada de lo que fueron mis piernas. Cuando me muevo dejo un rastro
húmedo. Sobre la superficie de mi cuerpo veo deslizarse unos parches de enfermizo,
perverso color gris, tal como si surgiera una luz desde adentro.
Desde afuera supongo que mi torpe aspecto, mi pobre trasladar, ha de dar una
sensación de algo que jamás pudo haber sido humano. De un ser cuya apariencia es
una tan ridícula caricatura de lo humano que resulta aun más obscena por su muy vago
parecido.
Desde adentro, soledad. Aquí. Viviendo bajo la tierra, bajo el mar, dentro de las
entrañas de AM a quien creamos porque nuestras horas se perdían tristemente,
pensando tal vez sin darnos cuenta, que él sabría hacerlo mejor. Por lo menos ellos
cuatro ya están a salvo.
AM estará cada vez más furioso al recordarlo. Esto me hace en cierto modo feliz. Y sin
embargo... AM ha vencido, simplemente... se ha vengado...
No tengo boca. Y debo gritar.
_
FIN
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