VAMPIRO
***
Los vampiros han acompañado a los seres humanos desde el principio de los tiempos. Los egipcios temían a un pájaro "bebedor de sangre", al que consideraban la reencarnación de un inocente ajusticiado, que había adquirido esa forma para atacar durante las noches a los hijos de sus enemigos.
Los antropólogos han localizado el origen de los vampiros en las enfermedades con pérdida de sangre, que los antiguos atribuían a seres diabólicos que atacaban durante la noche en busca del alimento que necesitaban para sobrevivir.
El nacimiento del primer vampiro, de acuerdo a un escrito apócrifo del antiguo testamento, se debió al mismo Cain, el cual al ser desterrado del paraíso por Yaveh es condenado a vagar en la oscuridad y a beber sangre de sus hermanos por haberle dado muerte a Abel.
Para algunos escritores, verbi gratia, Anne Rice, descienden de Akasha y Enkil, que son idolatrizados en la cultura egipcia como los dioses Isis y Osiris.
Una de las tantas Definiciones:
La definición que redactó Collin de Plancy en su Diccionario infernal, publicado en 1803, dice: "Se da el nombre de upiers, upires o vampiros en Occidente; de brucolacos en Medio Oriente; y de katakhanes en Ceilán, a los hombres muertos y sepultados desde hace muchos días que regresan hablando, caminando, infectando los pueblos, maltratando a los hombres y a los animales y, sobre todo, sorbiendo su sangre, debilitándolos y causándoles la muerte. Nadie puede librarse de su peligrosa visita si no es exhumándolos, cortándoles la cabeza y arrancándoles y quemándoles el corazón. Aquellos que mueren por causa del vampiro, se convierten a su vez en vampiros."
Singularmente, en la zona de los Pirineos se daba el nombre de brucolacos a los ahorcados injustamente, que abandonaban sus tumbas durante las noches para chupar la sangre a sus verdugos, sin detener este ataque hasta que les habían arrebatado la vida.
En el Rapaganmek Acadio es el primero en anticipar la figura clásica del vampiro literario. En la tablilla de la diosa Ishtar Descenso al país inmutable ya se condensa por completo la esencia de estas diabólicas criaturas. Los vampiros en Grecia eran llamados Vaimones Prostoxivi. Y en la Edad Media nacieron los luttins de los normandos y los voukodlaks de los eslavos.
La Eclosión del Vampirismo
La leyenda de los vampiros había ido desapareciendo de Europa, cuando en el siglo XVII el abad Don Agustín Calmet, un erudito en arqueología y teología, a la vez que en los temas bíblicos publicó un librito titulado Vampiros de Hungría y los alrededores. Como se cuidó de incluir testimonios médicos sobre el desenterramiento de infinidad de cadáveres incorruptos en los países que formaban la región de Transilvania, creyó estar ante unos evidentes casos de vampiros:
Durante el presente siglo, un nuevo panorama se ofrece ante nuestros ojos en Hungría, Moravia, Silesia y Polonia. Es un fenómeno que viene produciéndose desde hace unos sesenta años. Cuentan las gentes, que han visto a muertos, que llevaban varios meses enterrados, volver, hablar, caminar e infestar pueblos enteros, maltratando a los hombres y animales, chupando la sangre de los inocentes, a los que enferman y, por último, los llevan a la muerte. De esta desgracia nadie se salva, porque es imposible evitar las visitas de tales enemigos. El remedio parece ser desenterrar a estos muertos, cortarles la cabeza, arrancarles el corazón o quemarles. Se confiere a estos resucitados el nombre de upiros o vampiros, que es como tacharlos de sanguijuelas. De ellos se describen tantas particularidades, todas ellas detalladas y revestidas de hechos tan evidentes, y de informaciones jurídicas, que uno debe creer a los habitantes de estos países cuando afirman que los resucitados salen de sus tumbas para causar tanto daño...
Ciertos sectores de la Iglesia, unidos a unos editores avispados, convirtieron la obra de Calmet en una "lectura obligada" dentro de toda Europa. Se diría que contaban con el antídoto para frenar el avance tan espectacular del protestantismo. Así resurgió el mito de los vampiros con una fuerza inusitada.
Voltaire llegó a escribir: "... No se oye hablar más que de vampiros entre 1730 y 1735; se les descubre en todas partes, se les tiende emboscadas, se les arranca el corazón, se les quema...". Pero el gran pensador francés llegó a más, al considerar que se estaban dando muerte a centenares de incautos, cuando los verdaderos "vampiros" eran los poderosos que "chupaban la sangre de los más débiles" o los "religiosos que abusan de la ignorancia del pueblo".
Actualmente se ha podido comprobar que ciertas capas arcillosas, lo mismo que otras clases de tierras, son capaces de mantener una temperatura cercana a los Oº C, con lo que impiden que se corrompan los cadáveres ... ¿Cuántos muertos han sido considerados, al ser desenterrados, santos ... o vampiros por el simple hecho de que sus cuerpos se mantuvieran intactos?. Todo se basaba en que el cementerio se encontrara en una región católica o en otra pagana.
Una Realidad Inquietante
Puede afirmarse que desde siempre la sangre ha sido unida a la juventud, lo mismo que a las enfermedades. Los médicos babilónicos podían ser considerados "sangradores", debido a que recurrían a las sangrías para curar a sus pacientes, al creer que provocaban una regeneración del cuerpo al expulsar el mal. Todo un error, debido a que sólo lograban el debilitamiento del enfermo.
Este recurso continuó siendo utilizado, en casi todo el mundo, hasta el siglo XVIII. Mientras tanto, la idea de que la sangre era sinónimo de juventud daba pie a algunos de los crímenes más espantosos de la Humanidad. Como los perpetrados por la condesa Elizabeth de Bathory, la cual sometió a infinidad de jóvenes vírgenes a unas torturas sexuales, para extraerles la sangre que luego ella misma bebía dentro de un festín diabólico. Como lo que estamos narrando sucedió a principios del siglo XVII en Transilvania, es posible que esta historia influyera en las leyendas sobre los vampiros recogidas por el abad Dom Agustín Calmet.
También podríamos mencionar a otros grandes "bebedores de sangre" que han quedado en la Historia como auténticos monstruos, como Gilles de Rais, que en el siglo XV se dedicó a matar niños para extraerles tan preciado líquido. Conviene citar los casos actuales, aunque mucho menos dramáticos, de enfermos mentales que creen necesitar el "alimento básico de la sangre", aunque en la mayoría de los casos se conformen con las de los animales.
Otro hecho clave es la importancia que la Iglesia concede a la sangre, ya que constituyen el centro mismo de la Misa, cuando el simple vino es convertido en sangre de Jesucristo en la consagración. Toda una ceremonia que algunos autores, como Bram Stoker, utilizaron para conferir una identidad inmortal y diabólica al vampiro: la contraposición de Dios, por eso se sirve de un cáliz para recoger su propia sangre, como Manuel Yáñez Solana nos muestra en un impresionante relato titulado La sangre del vampiro.
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Los vampiros han acompañado a los seres humanos desde el principio de los tiempos. Los egipcios temían a un pájaro "bebedor de sangre", al que consideraban la reencarnación de un inocente ajusticiado, que había adquirido esa forma para atacar durante las noches a los hijos de sus enemigos.
Los antropólogos han localizado el origen de los vampiros en las enfermedades con pérdida de sangre, que los antiguos atribuían a seres diabólicos que atacaban durante la noche en busca del alimento que necesitaban para sobrevivir.
El nacimiento del primer vampiro, de acuerdo a un escrito apócrifo del antiguo testamento, se debió al mismo Cain, el cual al ser desterrado del paraíso por Yaveh es condenado a vagar en la oscuridad y a beber sangre de sus hermanos por haberle dado muerte a Abel.
Para algunos escritores, verbi gratia, Anne Rice, descienden de Akasha y Enkil, que son idolatrizados en la cultura egipcia como los dioses Isis y Osiris.
Una de las tantas Definiciones:
La definición que redactó Collin de Plancy en su Diccionario infernal, publicado en 1803, dice: "Se da el nombre de upiers, upires o vampiros en Occidente; de brucolacos en Medio Oriente; y de katakhanes en Ceilán, a los hombres muertos y sepultados desde hace muchos días que regresan hablando, caminando, infectando los pueblos, maltratando a los hombres y a los animales y, sobre todo, sorbiendo su sangre, debilitándolos y causándoles la muerte. Nadie puede librarse de su peligrosa visita si no es exhumándolos, cortándoles la cabeza y arrancándoles y quemándoles el corazón. Aquellos que mueren por causa del vampiro, se convierten a su vez en vampiros."
Singularmente, en la zona de los Pirineos se daba el nombre de brucolacos a los ahorcados injustamente, que abandonaban sus tumbas durante las noches para chupar la sangre a sus verdugos, sin detener este ataque hasta que les habían arrebatado la vida.
En el Rapaganmek Acadio es el primero en anticipar la figura clásica del vampiro literario. En la tablilla de la diosa Ishtar Descenso al país inmutable ya se condensa por completo la esencia de estas diabólicas criaturas. Los vampiros en Grecia eran llamados Vaimones Prostoxivi. Y en la Edad Media nacieron los luttins de los normandos y los voukodlaks de los eslavos.
La Eclosión del Vampirismo
La leyenda de los vampiros había ido desapareciendo de Europa, cuando en el siglo XVII el abad Don Agustín Calmet, un erudito en arqueología y teología, a la vez que en los temas bíblicos publicó un librito titulado Vampiros de Hungría y los alrededores. Como se cuidó de incluir testimonios médicos sobre el desenterramiento de infinidad de cadáveres incorruptos en los países que formaban la región de Transilvania, creyó estar ante unos evidentes casos de vampiros:
Durante el presente siglo, un nuevo panorama se ofrece ante nuestros ojos en Hungría, Moravia, Silesia y Polonia. Es un fenómeno que viene produciéndose desde hace unos sesenta años. Cuentan las gentes, que han visto a muertos, que llevaban varios meses enterrados, volver, hablar, caminar e infestar pueblos enteros, maltratando a los hombres y animales, chupando la sangre de los inocentes, a los que enferman y, por último, los llevan a la muerte. De esta desgracia nadie se salva, porque es imposible evitar las visitas de tales enemigos. El remedio parece ser desenterrar a estos muertos, cortarles la cabeza, arrancarles el corazón o quemarles. Se confiere a estos resucitados el nombre de upiros o vampiros, que es como tacharlos de sanguijuelas. De ellos se describen tantas particularidades, todas ellas detalladas y revestidas de hechos tan evidentes, y de informaciones jurídicas, que uno debe creer a los habitantes de estos países cuando afirman que los resucitados salen de sus tumbas para causar tanto daño...
Ciertos sectores de la Iglesia, unidos a unos editores avispados, convirtieron la obra de Calmet en una "lectura obligada" dentro de toda Europa. Se diría que contaban con el antídoto para frenar el avance tan espectacular del protestantismo. Así resurgió el mito de los vampiros con una fuerza inusitada.
Voltaire llegó a escribir: "... No se oye hablar más que de vampiros entre 1730 y 1735; se les descubre en todas partes, se les tiende emboscadas, se les arranca el corazón, se les quema...". Pero el gran pensador francés llegó a más, al considerar que se estaban dando muerte a centenares de incautos, cuando los verdaderos "vampiros" eran los poderosos que "chupaban la sangre de los más débiles" o los "religiosos que abusan de la ignorancia del pueblo".
Actualmente se ha podido comprobar que ciertas capas arcillosas, lo mismo que otras clases de tierras, son capaces de mantener una temperatura cercana a los Oº C, con lo que impiden que se corrompan los cadáveres ... ¿Cuántos muertos han sido considerados, al ser desenterrados, santos ... o vampiros por el simple hecho de que sus cuerpos se mantuvieran intactos?. Todo se basaba en que el cementerio se encontrara en una región católica o en otra pagana.
Una Realidad Inquietante
Puede afirmarse que desde siempre la sangre ha sido unida a la juventud, lo mismo que a las enfermedades. Los médicos babilónicos podían ser considerados "sangradores", debido a que recurrían a las sangrías para curar a sus pacientes, al creer que provocaban una regeneración del cuerpo al expulsar el mal. Todo un error, debido a que sólo lograban el debilitamiento del enfermo.
Este recurso continuó siendo utilizado, en casi todo el mundo, hasta el siglo XVIII. Mientras tanto, la idea de que la sangre era sinónimo de juventud daba pie a algunos de los crímenes más espantosos de la Humanidad. Como los perpetrados por la condesa Elizabeth de Bathory, la cual sometió a infinidad de jóvenes vírgenes a unas torturas sexuales, para extraerles la sangre que luego ella misma bebía dentro de un festín diabólico. Como lo que estamos narrando sucedió a principios del siglo XVII en Transilvania, es posible que esta historia influyera en las leyendas sobre los vampiros recogidas por el abad Dom Agustín Calmet.
También podríamos mencionar a otros grandes "bebedores de sangre" que han quedado en la Historia como auténticos monstruos, como Gilles de Rais, que en el siglo XV se dedicó a matar niños para extraerles tan preciado líquido. Conviene citar los casos actuales, aunque mucho menos dramáticos, de enfermos mentales que creen necesitar el "alimento básico de la sangre", aunque en la mayoría de los casos se conformen con las de los animales.
Otro hecho clave es la importancia que la Iglesia concede a la sangre, ya que constituyen el centro mismo de la Misa, cuando el simple vino es convertido en sangre de Jesucristo en la consagración. Toda una ceremonia que algunos autores, como Bram Stoker, utilizaron para conferir una identidad inmortal y diabólica al vampiro: la contraposición de Dios, por eso se sirve de un cáliz para recoger su propia sangre, como Manuel Yáñez Solana nos muestra en un impresionante relato titulado La sangre del vampiro.
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