Depresión y suicidio
Indice
1. Introducción
2. Marco Teórico
3. Suicidio
4. Conclusión
5. Anexos
6. Bibliografía
1. Introducción
La mayoría de las personas sufren de depresión en algún momento en su vida. Hay varios grados de
depresión: Pude se desde un problema leve hasta una enfermedad que amenaza la vida: La depresión
es curable. A muchas personas el tratamiento les puede cambiar la vida por completo
La ciencia médica esta entendiendo cada vez mejor la depresión: La mayoría de los casos serios de
depresión se deben a un desequilibrio de las sustancias químicas (neutrotransmisores) en el cerebro.
Hay muchas cosas que pueden provocar dicho desequilibrio.
* Perdida de un ser querido o de algo que se estime mucho.
* Tensión crónica o un evento que cause mucha tensión
* Enfermedad grave
* Reacciones a medicinas
* Alcoholismo, abuso de drogas, demencia (locura) y otros problemas de salud mental.
* La falta de luz ida durante el invierno puede causarles a algunas personas un tipo de depresión
llamada "depresión de invierno".
Algunas personas, por herencia, corren un mayor riesgo de padecer de desequilibrios químicos en el
cerebro, Por fortuna, hay tratamientos efectivos para estas y otras personas que pueden sufrir
depresión.
Todo el mundo se puede sentir triste de vez en cuando. Para decidir que hacer, quizás le ayude a
entender que tan profunda esta su tristeza
El estar triste no siempre quiere decir que usted vaya a tener depresión muy
fuerte. Las malas noticias y las decepciones pueden hacer que usted se ponga triste, quizás por varios
días. Esto es normal, siempre y cuando la tristeza no se vuelva permanente. El pesar y la pena
también puede causar tristeza normal.
2. Marco Teórico
Depresión
La sensación de sentirse triste, decaído emocionalmente, y perder interés en las cosas que antes
disfrutaba es lo que se llama depresión. Se debe saber que la depresión es una enfermedad como
puede ser la diabetes o la artritis, y no es solo una sensación de tristeza o de desánimo. Esta
enfermedad progresa cada día afectando sus pensamientos, sentimientos, salud física, y su forma de
comportarse. La depresión no es culpa de la persona que la padece, como tampoco es una debilidad de
la personalidad. Es una enfermedad médica que es muy frecuente y puede afectar a cualquier persona.
Todos hemos experimentado estados de ánimo que implican depresión o alegría en algún momento de
nuestras vidas. La pérdida de un trabajo o la muerte de un ser amado pueden dar por resultado
depresión.
La depresión es una de las condiciones diag nosticadas en forma más común entre los pacientes
hospitalizados por trastornos mentales y también es bastante frecuente en la población en general.
La depresión no respeta posición socioeconómica, logros educativos o cualidades personales; puede
afligir a ricos o pobres, a personas con éxito o fracasados, a los muy educados o a los analfabetos.
La depresión es mucho más común entre las mujeres que entre los hombres. Sin importar la región del
mundo, raza, etnicidad y clase social, las mujeres tienen casi el doble de probabilidad de sufrir depresión
que los hombres.
Las mujeres tienden a amplificar sus estados de ánimo depresivos y los hombres encuentran medios de
minimizar la misma.
El problema central de la depresión, en el mundo contemporáneo, no solo se funda en la extensión
creciente del fenómeno, principalmente en las ultimas décadas, ni en el reconocimiento de que “ la
depresión es el síntoma universal de la psicopatología y la clínica psiquiátrica”, a tal punto que la nuestra
ha sido llamada l a “era de la depresión”.
Se debe unir a lo anterior varios factores, relacionados entre sí, al crecimiento de su perfil
sintomatológico, a sus nuevas modos expresivos cada vez más detectados por la clínica; al crecimiento
de los métodos terapéuticos, biodinámicos, y psicodinámicos a nuestro alcance; a la mundialización del
proceso perceptible y ubicable en múltiples formas clínicas en todas las culturas que pueblan el orbe.
En los tiempos actuales la depresión es un síntoma psíquico muy frecuente relacionado con el tipo de
vida que llevamos, nuestras relaciones familiares (problemas con la pareja o los hijos), en el ámbito
académico (problemas en la escuela o universidad) o laboral (falta de empleo, remuneración
insuficiente, problemas con el jefe) y otros.
La misma lleva al que la siente, a la soledad, la pérdida de motivación, el retraso motor y la fatiga.
Puede llegar incluso a convertirse en un trastorno psicótico donde el individuo se queda completamente
incapacitado para actuar en forma normal en su vida de relación.
Las personas deprimidas se consideran desgraciadas, frustradas, humilladas, rechazadas o castigadas.
Miran el futuro sin esperanza.
Los individuos deprimidos muestran:
Una consideración negativa de sí mismo. La persona deprimida muestra una marcada tendencia a
considerarse como deficiente, inadecuada e inútil y atribuye sus experiencias desagradables a un
defecto físico, moral o mental. Tiende a rechazarse a sí misma, ya que cree que los demás la
rechazarán.
Una consideración negativa del mundo. Se siente derrotado socialmente. Considera al mundo como
haciéndole enormes exigencias y presentándole obstáculos que se interfieren con el logro de los
objetivos de su vida.
Una consideración negativa del futuro. Ve el futuro desde una perspectiva negativa y le da vueltas y
más vueltas a una serie de expectativas negativas. El deprimido prevé que sus problemas y
experiencias comunes continuarán indefinidamente y que se le amontonarán otros mucho peores en su
vida.
Tienden a deformar sus experiencias, malinterpretan acontecimientos concretos e irrelevantes
tomándolos como fracaso, privación o rechazo personal. Exageran o generalizan excesivamente
cualquier situación por más sencilla que sea, tienden también a hacer predicciones indiscriminadas y
negativas del futuro.
Todo siempre va a ir contra sí mismo, acentuando lo negativo hasta casi excluir los hechos positivos.
Las personas que padecen de depresión tienen ciertos síntomas característicos que les afectan casi
todos los días por lo menos por un período de dos semanas.
De estos síntomas los más característicos son :
· Perder interés en las cosas que antes disfrutaba.
· Sentirse triste, decaído emocionalmente o cabizbajo.
Y se asocian los siguiente síntomas secundarios:
· Sentir que no tiene energía, cansado, o al contrario, sentirse inquieto y sin poder quedarse
tranquilo.
· Sentir como que no vale nada o sentirse culpable.
· Que le aumente o disminuya el apetito o el peso.
· Tener pensamientos sobre la muerte o el suicidio.
· Tener problemas para concentrarse, pensar, recordar, o tomar decisiones.
· No poder dormir, o dormir demasiado.
Además se asocian otros síntomas de tipo físico o psicológico, como pueden ser:
· Dolores de cabeza.
· Dolores generales por todas l as partes del cuerpo.
· Problemas digestivos o gástricos .
· Problemas sexuales.
· Sentirse pesimista
· Sentirse ansioso o preocupado.
En la cultura occidental se enfoca el papel de los eventos estresantes y recursos en los trastornos
afectivos y luego se plantea la cuestión de los índices de depresión en apariencia más altos entre las
mujeres que entre los hombres.
Las conceptualizaciones del papel del estrés en la psicopatología en general y en la depresión en
particular han propuesto de manera típica que este es uno de los tres factores amplios que es
importante considerar: diátesis, estrés y recursos o apoyos sociales. La diátesis se refiere al hecho de
que debido a condiciones genéticas o constitucionales o sociales, ciertos individuos pueden tener una
predisposición o vulnerabilidad para desarrollar depresión. El estrés puede actuar como un
desencadenante para activar esta predisposición, en especial cuando los individuos carecen de recursos
para adaptarse al mismo.
La depresión es a la psicopatología lo que el catarro a la medicina; nos afecta a todos, pero en mayor
medida a las mujeres (la proporción es de 3 mujeres por cada hombre) aunque la mayor incidencia de
suicidios consumados corresponde a los varones. El índice es mayor en mujeres casadas que en
solteras. Se ha demostrado que las mujeres reaccionan de forma más ansiosa que los hombres frente a
las situaciones conflictivas de la vida.
La mujer deprimida percibe a menudo fuertes sentimientos de aversión hacia sí misma; se siente inú til y
culpable de sus insuficiencias. Pueden comenzar a producirse ataques de llanto, pérdida de peso e
insomnio. La comida no sabe bien, el sexo no resulta excitante y se pierde todo el interés por la gente
afectivamente ligada a ella. Esta mujer deprimida puede empezar a tener deseos suicidas. A medida
que sus intenciones se hacen más serias, las ideas esporádicas se convierten en deseos; preparará
incluso un plan y lo pondrá en práctica. Hay pocos trastornos psicológicos que sean tan debilitadores y
ninguno que produzca tanto sufrimiento como la depresión grave.
Si se puede mejorar la orientación negativa o dicho de otra forma, lo que el individuo se dice a sí mismo
de los hechos o pensamientos que le acontecen en el diario vivir, entonces se puede decir que mejora y
pasa a tomar la vida de una forma más real, positiva, logrando así un cambio de su conducta tanto para
él como con respecto a lo que lo rodea, sean personas o acontecimientos en general. Para ello,
lógicamente, se necesita una terapia personalizada.
Cuando se ha pasado por varias depresiones y se tienen datos suficientes para pensar que son
orgánicas, existe medicación que previene, con distinta eficacia según los casos, la aparición de futuros
episodios depresivos.
Un modo de vida adecuado puede hacernos más inmunes a la depresión. Cada persona ha de
encontrar la forma en que quiere vivir, quizá lo más conveniente sería diversificar los intereses y
encontrar un equilibrio entre ellos, considerar los diversos aspectos de nuestra vi da como el trabajo, el
descanso, la familia, la pareja, los hijos, las amistades, los hobbies, la vida espiritual, y desarrollarlos
adecuadamente. La polarización sobre unos aspectos, olvidando los otros, nos hacen más vulnerables.
El tratamiento ha de ser abordado por profesionales de la salud, psiquiatras o psicólogos, y los métodos
son diversos, según los casos. Si estamos ante un episodio agudo de depresión o ante un período de
progresivo deterioro, estará indicada la hospitalización. En depresiones graves puede estar indicado el
uso de terapia convulsiva.
El tratamiento médico con medicación es siempre adecuado, pues alivia un sufrimiento innecesario.
En todos los casos, la psicoterapia de apoyo es necesaria, en ella se ayuda al enfermo, en un principio a
desahogarse, y posteriormente a identificar y asimilar los eventos de su vivencia, que pueden estar
implicados en el desarrollo y mantenimiento de su estado, para mediante el entendimiento, la
comprensión, la simulación, el aprendizaje y el cambio de determinados aspectos de la vida, prevenir
futuros episodios.
Las personas desarrollan defensas para afrontar y superar las depresiones leves que se originan por las
frustraciones cotidianas.
Debemos saber que la depresión va más allá de la voluntad; por ello cuando se trate de familiares no se
deben poner metas difíciles de alcanzar, tampoco reclamar su conducta, sino asimilar que es el proceso
de una enfermedad que rompe con los hábitos. Hay gente que se abraza a la depresión y la hace una
forma de vivir; es entonces cuando la familia se separa y quien no conoce la naturaleza de esta
patología dice y hace cosas que lastiman al enfermo.
No se debe acusar a la persona deprimida de aparentar enfermedades o flojera ni esperar que salga
inmediatam ente de la depresión. Con el tratamiento adecuado presentará mejoría en un plazo de dos a
tres semanas, ya que el tiempo de recuperación en psiquiatría es muy lento.
Hay que tener en cuenta que la ansiedad hace a las personas trabajar cuando es funcional; cuando es
disfuncional las paraliza y sólo cuando altera sus vidas acuden al médico; aunque con la depresión
también se vuelven más sensibles, más receptivos; crecen y entienden más la vida.
Para el tratamiento de las depresiones más comunes, las reactivas, se han formulado tres teorías en la
psicoterapia conductual.
Baja proporción de reforzamiento . La depresión se debe a una baja proporción del reforzamiento
pos itivo seguido de respuestas específicas, bien porque existen pocos acontecimientos reforzadores en
el ambiente del paciente y porque éste no suele tener respuestas gratificantes (posiblemente por falta de
habilidades sociales). Los síntomas cognitivos y verbales de la depresión son consecuencia de la
ausencia de respuestas que crea esta pérdida de reforzamiento. Es decir, el individuo deja de hacer
más esfuerzos para obtener los resultados deseados porque los anteriores fracasaron. La terapia se
dirige a identificar fuentes potenciales de reforzamiento en el ambiente del paciente y a desarrollar
métodos para aumentar su disponibilidad (entrenamiento en habilidades sociales).
Pérdida de control: indefensión aprendida. Una persona se deprime cuando cree que su conducta tiene
poca o ninguna influencia sobre el resultado de los acontecimientos, es decir, no tiene ningún control. La
terapéutica incluye:
Cambiar la posibilidad de acontecimientos provocadores de depresión con cambios ambientales.
Reevaluar las metas y las normas del paciente para que se vuelva más realista y reducir la posibilidad
de que insista en el fracaso (pueden utilizarse varios tipos de terapias cognitivas para ello).
Desarrollar expectativas de control, por ejemplo, resaltando la variedad de habilidades sociales y
comunicativas relevantes del paciente, aumentando el repertorio de actividades generales de modo que
existan más oportunidades de resultados positivos y proporcionar estrategias de autocontrol eficaces.
Modificar atributos poco realistas de los fracasos, resaltando las circunstancias que impiden el resultado
deseado.
Modificar atributos poco realistas de éxito, resaltando las cualidades personales relevantes (fomento de
la autoestima).
Distorsiones cognitivas. El estado depresivo surge de distorsiones cognitivas basadas en un conjunto
de pensamientos negativos respecto a la visión del individuo de sí mismo, del mundo y del futuro. La
terapia se dirige a la variedad creciente de actividades del paciente, identificando los pensamientos
automáticos que siguen a la percepción de una dificultad, generando pensamientos alternativos (no
depresivos) de índole más realista y adaptable, poniendo a prueba la credibilidad de estas alternativas y
modificando los supuestos inadapta dos que parecen caracterizar los pensamientos automáticos que
conducen a las respuestas depresivas.
La depresión ha sido subdividida en varias categorías. A continuación se explican algunas de las
principales.
Trastornos Depresivos Primarios
Básicamente los Trastornos Depresivos Primarios se dividen en 2 grandes grupos:
· Trastorno Depresivo Mayor
· Distimia
Trastorno depresivo mayor. Este se caracteriza por la presencia de uno o más Episodios Depresivos
Mayores. El Episodio Depresivo Mayor abarca 5 o más de los siguientes síntomas:
· Estado de ánimo depresivo la mayor parte del día
· Disminución importante del interés o de la capacidad para el placer (disfrutar la vida) en todas o
casi todas las actividades
· Pérdida importante de peso (sin haber realizado dieta) o aumento significativo de peso, o
disminución o aumento del apetito casi cada día.
· Insomnio o hipersomnia (sueño durante el día).
· Agitación o retardación psicomotora
· Fatiga o pérdida de la energía
· Sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados
· Disminución de la autoestima y de la confianza en sí mismo
· Disminución de la capacidad para pensar, tomar decisiones o concentrarse
· Visión pesimista, poco promisoria o "negra" del futuro
· Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida recurrente sin un plan específico o una
tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse
Estos síntomas persisten por lo menos dos semanas y producen un malestar muy significativo que altera
la vida familiar, social, laboral y de otras áreas importantes de la actividad de la persona. Cuando estos
episodios depresivos mayores se repiten (Depresión Mayor Recurrente ) suele haber por lo menos un
intervalo libre de síntomas, de alrededor de dos meses, entre uno y otro.
En la forma melancólica de la depresión mayor se incluyen los siguientes síntomas típicos:
· Falta de reactividad a los estímulos habitualmente placenteros (no se siente mejor, ni siquiera
temporalmente, cuando sucede algo bueno)
· Una cualidad distinta del estado de ánimo depresivo (por Ej.. la depresión se experimenta en
forma diferente al tipo de sentimiento que acompaña a la muerte de un ser querido)
· La depresión es habitualmente mayor en la mañana, mejorando el estado de ánimo al anochecer
· Despertar precoz (por Ej. 2 horas antes de lo habitual) que suele estar acompañado de angustia
El tratamiento del Episodio Depresivo Mayor es fundamentalmente farmacológico acompañado por una
psicoterapia de apoyo al paciente y de orientación y psicoeducación a los familiares del mismo respecto
a lo que pueden y/o deben realizar para ayudar a la persona que está sufriendo. Suele ser muy difícil
para una persona que nunca ha experimentado un episodio depresivo poder entender que se trata. El
apoyo afectivo por parte de la familia es de fundamental importancia. En los casos severos,
especialmente cuando existe ideación suicida, se podría indicar una internación hospitalaria. Cuando el
paciente comienza a recuperarse puede comenzar a trabajarse mediante psicoterapia, ya que durante la
fase de duración del Episodio Depresivo Mayor la persona es prácticamente inaccesible a las palabras,
es decir, que hablándoles no es posible ayudarlos completamente, ya que el dolor que padecen es
demasiado intenso. Incluso algunos pacientes se niegan a hablar o escuchar durante esta fase de esta
forma de depresión, sólo quieren "dormir todo el día" o estar a "oscuras y en silencio en su habitación".
Cuando un paciente experimenta por primera vez en su vida un Episodio Depresivo Mayor tiene un 50%
de probabilidades de padecer otro, si ha experimentado un segundo Episodio Depresivo Mayor tiene un
80% de probabilidades de padecer un tercero. En situaciones como éstas se habla de Depresión Mayor
Recurrente. El tratamiento farmacológico y psicoterapéutico cobran una vital importancia. El mismo
tiene como fin: evitar que éstos episodios nunca más se repitan y en el caso de producirse un nuevo
Episodio Depresivo Mayor, que éste tenga una duración más corta y una intensidad menor.
El trastorno depresivo mayor, tanto en adolescentes como en adultos, es dos veces más frecuente en
mujeres que en varones. En la edad prepuberal los niños y las niñas están afectados en la misma
proporción. Tanto en varones como en mujeres las tasas son más altas en el grupo de edades
comprendidas entre los 25 y los 44 años, mientras que tanto en hombres como en mujeres las tasas
más bajas se dan en las personas de más de 65 años.
Los estudios del trastorno depresivo mayor han indicado un amplio intervalo de valores para la
proporción de la población adulta que padece el trastorno.
El trastorno depresivo mayor puede empezar a cualquier edad, y la edad promedio de inicio es alrededor
de los 35 años. Los datos epidemiológicos sugieren que la edad de inicio está disminuyendo entre las
personas nacidas más recientemente. El curso del trastorno depresivo mayor, recurrente, es variable.
Algunas personas tienen episodios aislados separados por muchos años sin síntomas depresivos, en
tanto que otras tienen episodios agrupados, e incluso otras tienen episodios cada vez más frecuentes a
medida que se hacen mayores. Algunos datos sugieren que, en general , los períodos entre cada
episodio duran más en las fases tempranas del curso del trastorno. El número de episodios previos es
predictor de las probabilidades de presentar un episodio depresivo mayor posterior.
Los episodios depresivos mayores pueden desaparecer completamente (aproximadamente en dos
terceras partes de los casos) y no hacerlo o hacerlo sólo parcialmente (en aproximadamente un tercio
de los casos). Los sujetos que presentan sólo una remisión parcial tienen más probabilidades de
presentar otros episodios y de continuar con el patrón de recuperación parcial ínter episódica. Por tanto,
las especificaciones de curso, con recuperación ínter episódica total sin recuperación ínter episódica
total, pueden tener valor pronóstico. Algunos sujetos presentan un trastorno distímico previo al inicio del
trastorno depresivo mayor, episodio único.
Los estudios de seguimiento del curso natural sugieren que después de 1 año del diagnóstico de un
episodio depresivo mayor del 40% de los sujetos presenta aún síntomas que son de la suficiente
gravedad como para cumplir los criterios para un episodio depresivo mayor, más o menos el 20% sigue
teniendo algunos síntomas que ya no cumplen los criterios completos para un episodio depresivo mayor
y un 40% no presenta trastorno del estado de ánimo. La gravedad del episodio depresivo mayor inicial
parece ser predictora de la persistencia del trastorno. También las enfermedades médicas son un factor
de riesgo para episodios más persistentes.
A menudo, los episodios de trastorno depresivo mayor se producen después de un estrés psicosocial
grave, como la muerte de un ser querido o el divorcio. Algunos estudios sugieren que los
acontecimientos psicosociales (estresores) desempeñan un papel importante en la precipitación d el
primer o el segundo episodios posteriores. Las enfermedades médicas crónicas y la dependencia de
sustancias (especialmente la dependencia de alcohol o cocaína) pueden contribuir al inicio o la
exacerbación del trastorno depresivo mayor.
El trastorno depresivo mayor es 1,5-3 veces más frecuente en los familiares biológicos de primer grado
de las personas con este trastorno que en la población general. Hay pruebas de un mayor riesgo de
dependencia del alcohol en familiares biológicos de primer grado adultos y puede haber un aumento de
la incidencia de trastorno por déficit de atención con hiperactividad en los hijos de adultos con este
trastorno.
Distimia. La distimia presenta síntomas similares a la depresión mayor, pero se diferencian entre sí
respecto a:
· Tipo de evolución: el estado de ánimo depresivo es crónico (no presenta intervalos libres de
síntomas o mejorías significativas) y dura por lo menos 2 años.
· Severidad de los síntomas: los mismos suelen ser leves o moderados, sin una alteración
significativa de las relaciones familiares, sociales y laborales del individuo.
El tratamiento de la Distimia (o Neurosis Depresiva) es fundamentalmente psicoterapéutico. Aunque
cuand o el Trastorno Distímico dificulta la vida de relación del individuo (con los familiares y amigos) o el
rendimiento laboral o académico, los fármacos antidepresivos pueden llegar a ser de gran ayuda para
que el individuo recupere a corto plazo un nivel de bienestar que no lo discapacite para desempeñarse
en su vida afectiva, social y laboral.
En los niños el trastorno distímico parece presentarse por igual en ambos sexos y provoca
frecuentemente un deterioro del rendimiento escolar y de la interacción social. En general, los niños y
adolescentes con un trastorno distímico están irritables e inestables, además de tristes. Tienen una baja
autoestima y escasas habilidades sociales, y son pesimistas. En los adultos las mujeres son dos o tres
veces más propensas que los varones a presentar un trastorno distímico.
Frecuentemente, el trastorno distímico tiene un inicio temprano e insidioso (por Ej., en la niñez,
adolescencia o al principio de la edad adulta), así como un curso crónico. Habitualmente, en el marco
clínico, los sujetos con trastorno distímico presentan un trastorno depresivo mayor superpuesto, que
suele ser la razón por la que buscan tratamiento. Si el trastorno distímico precede al inicio del trastorno
depresivo mayor, es menos probable que se produzca una recuperación completa espontánea entre los
episodios depresivos mayores y hay más probabilidades de presentar más episodios posteriores.
El trastorno distímico es más frecuente entre los familiares biológicos de primer grado de las personas
con trastorno depresivo mayor que entre la población general.
Trastornos Depresivos Secundarios
Los trastornos depresivos secundarios comprenden:
· Depresión debida a sustancias
· Depresión debida a condición o enfermedad médica
· Depresión secundaria a otro Trastorno Mental
· Duelo
Los síntomas son similares a los de los Trastornos primarios del estado de ánimo (Depresión mayor,
Distimia y Trastornos bipolares).
Depresión debida a sustancias. Las causas más comunes son:
· Algunas píldoras anticonceptivas
· Ciertos analgésicos
· Ciertos antibacterianos
· Ciertos antihipertensivos
· Ciertas hormonas esteroides
· Cocaína
· Anfetaminas
· Alcohol en altas dosis
Depresión debida a enfermedad o condición médica. Las causas más comunes son:
· Posparto
· Alteraciones hormonales (especialmente el hipotiroidismo)
· Alteraciones neurológicas (por Ej. accidentes cerebro vasculares, demencias, epilepsias)
· Infecciones (por Ej. SIDA, mononucleosis)
· Cáncer (especialmente de páncreas)
· Anemia
· Déficit de vitaminas.
Depresión secundaria a otro trastorno mental.
· Trastorno de pánico
· Trastorno obsesivo -compulsivo
· Trastorno por estrés postraumático
· Trastornos psicóticos
· Fase de agotamiento del Estrés
Duelo. Ocurre como una reacción normal ante la muerte de un ser querido. Se piensa que este duelo
intenso tiene una función psicológica positiva al ayudar a las personas a adaptarse. Sin embargo, un
periodo de duelo prolongado en exceso acompañado de preocupación por sentimientos de inutilidad,
deterioro marcado del funcionamiento y retardo psicomotor grave, pueden indicar un trastorno afectivo
importante. Las culturas varían en duración normal del duelo, pero la depresión grave, incapacitante,
rara vez continua después de los primeros tres meses.
Depresión en la Infancia y en la Adolescencia
La historia de la depresión infantil ha atravesado diferentes etapas. De ser intensamente cuestionada o
negada, a ser considerada una de las más frecuentes causas de consulta psicopediátrica.
La depresión infantil posee algunas características similares a la depresión en el adulto, aunque c on
síntomas acompañantes peculiares.
Cualquier trastorno emocional que se manifieste a través de síntomas en la conducta o en los
aprendizajes, puede ser debido a una depresión. Cualquier cambio de conducta, a peor, en un niño,
puede ser un índice de depresión.
La depresión infantil, al igual que la de los adultos, responde bien a la combinación de dos tipos de
tratamiento:
· Acción psicoterápica, preferentemente cognitiva, que debe extenderse al entorno familiar.
· Tratamiento farmacológico con psicofármacos antidepresivos (AD).
En toda depresión hay factores bioquímicos. También en toda depresión hay factores psicológicos, y de
ahí que la combinación de terapéuticas que aborden ambos factores sean lo más eficaz.
3. Suicidio
La mayor parte de los que tienen ideas suicidas están, además, deprimidos. Los dos principales
motivos por los que una persona se deprime son, en primer lugar, la pérdida del control sobre su
situación vital y sus emociones y, en segundo lugar, la pérdida de toda visión positiva del futuro
(desesperación). Ante la depresión y las ideas suicidas que de ella derivan sólo puede resultar eficaz
una terapia que ayude a recuperar el control y la esperanza.
La depresión hace que la visión del mund o circundante se estreche hasta tal punto que se llegue a
distorsionar la realidad. Los individuos se fijan únicamente en los aspectos negativos de la vida, y los
positivos los pasan de largo como si no tuvieran importancia alguna o, sencillamente, no existieran.
Rechazan por estúpidas todas las opciones que se les ofrecen para resolver su problema, hasta que
parece que no hay solución posible. Interiorizan una tristeza persistente y angustiosa que, como la
muerte súbita del padre o de la madre, produce un dolor que dura semanas, meses e incluso años.
Empiezan a creer que nada los puede aliviar y que su dolor no va a acabarse nunca. ¡Puede que la
única solución sea la muerte!
El suicidio no soluciona nada, lo único que hace es adelantar el final sin h aber encontrado la solución.
No se puede decir que el suicidio sea una opción, ya que "opción" quiere decir "posibilidad de optar o
elegir", y el suicido nos arrebata para siempre lo uno y lo otro. La muerte es un acontecimiento
irreversible que, no sólo no elimina el dolor, sino que lo transmite a quienes nos rodean. También
transmiten su dolor las personas que viven en la más absoluta soledad y se quitan la vida. Se lo
transmiten a aquellos miembros de la sociedad a quienes les importa y les preocupa. Algunas personas
pueden ser genéticamente propensas a la depresión, padecer un desequilibrio químico, o haber pasado
muchas desgracias a lo largo de su vida: algo que, en suma, les conduce a la depresión. Hay personas
que "llaman a la depresión a gritos": son las que cultivan procesos de pensamiento cognitivo irreales y
aspiran en la vida a objetivos inalcanzables. Sea cual sea la causa de la depresión, cualquier persona
puede verse asaltada por intensas ideas de suicidio cuando el futuro se muestra deses peranzador.
No hay ninguna clase o tipo específico de persona que pueda tener la seguridad de no albergar jamás
pensamientos suicidas. Los médicos, los terapeutas y los adolescentes ocupan los primeros puestos en
las estadísticas de suicidios consumados; si bien parece que en personas con firmes convicciones
religiosas es más infrecuente el intento de suicidio.
La enfermedad psiquiátrica con más riesgo de suicidio es la depresión . Los momentos de la
enfermedad con más riesgo son cuando disminuye la inhibición y la melancolía (empiezan a mejorar) o
cuando se inicia la depresión. Los tres síntomas de la depresión relacionados con el suicidio son:
· Aumento del insomnio
· Aumento del abandono del cuidado personal
· Aumento del deterioro cognitivo
Existen varias opiniones sobre la significación de los síntomas psiquiátricos en el paciente suicida. Los
intentos de suicidio presentan una condición depresiva que es fácil de reconocer. Los depresivos
endógenos corren mayor riesgo que los depresivos reactivos, los intentos de suicidio son impulsivos,
pueden decidirse una hora antes.
Los intentos de suicidio son especialmente comunes entre las mujeres menores de 35 años (más entre
15 y 24 años), los hombres lo hacen en edad más avanzada. Por clases sociales es más común en las
más bajas, pero más efectivo entre las clases altas y grupos profesionales de alto estatus económico.
Factores asociados al riesgo de suicidio:
· Mujeres menores de 35 años, hombres mayores de 40
· Separación, divorcio o muerte del cónyuge
· Pérdida inminente de un ser querido
· La soledad y el aislamiento social
· Problemas económicos, paro reciente o jubilación
· Mala salud
· Ocupación de alto estatus
· Depresión (sobre todo endó gena)
· Enfermedad terminal
· Problemas con alcohol y/o drogas
· Anteriores intentos de suicidio
· Historia previa de trastornos afectivos
· Historia familiar de trastornos afectivos, suicidio, alcoholismo
· Indicios suicidas (avisos o conversaciones suicidas)
· Preparativos (hacer testamento, seguros, nota suicida)
En general los pacientes suicidas están dispuestos a hablar de sus intenciones y para algunos la
necesidad de desahogarse con alguien que les toma en serio es terapéuticamente pos itivo. Cuando
existe la posibilidad de suicidio se le debe animar a que hable de ello y procurar emplear tiempo en el
futuro para seguir hablando del tema con lo cual se puede facilitar el ingreso temporal en una unidad
psiquiátrica y/o proporcionar la ayuda necesaria para atenuar la circunstancias que provocan el intento
suicida.
El Suicidio en los Adolescentes
Los adolescentes experimentan fuertes sentimientos de estrés, confusión, dudas sobre sí mismos,
presión para lograr éxito, inquietudes financieras y otros miedos mientras van creciendo. Para algunos
adolescentes, el divorcio, la formación de una nueva familia con padrastros y hermanastros, o las
mudanzas a otras nuevas comunidades pueden perturbarlos e intensificarles l as dudas acerca de sí
mismos. En algunos casos, el suicidio aparenta ser una "solución."
La depresión y las tendencias suicidas son desórdenes mentales que se pueden tratar. Hay que
reconocer y diagnosticar la presencia de esas condiciones tanto en niños como en adolescentes y se
debe desarrollar un plan de tratamiento. Cuando los padres sospechan que el niño o el joven puede
tener un problema serio, un examen psiquiátrico puede ser de gran ayuda.
Muchos de los síntomas de las tendencias suicidas son similares a los de la depresión. Los padres
deben de estar conscientes de las siguientes señales que pueden indicar que el adolescente está
contemplando el suicidio. Los psiquiatras de niños y adolescentes recomiendan que si el joven presenta
uno o más d e estos síntomas, los padres tienen que hablar con su hijo sobre su preocupación y deben
buscar ayuda profesional si los síntomas persisten.
· Cambios en los hábitos de dormir y de comer.
· Retraimiento de sus amigos, de su familia o de sus actividades habituales.
· Actuaciones violentas, comportamiento rebelde o el escaparse de la casa.
· Uso de drogas o del alcohol.
· Abandono poco usual en su apariencia personal.
· Cambios pronunciados en su personalidad.
· Aburrimiento persistente, dificultad para concentrarse, o deterioro en la calidad de su trabajo
escolar.
· Quejas frecuentes de dolores físicos tales como los dolores de cabeza, de estómago y fatiga,
que están por lo general asociados con el estado emocional del joven.
· Pérdida de i nterés en sus pasatiempos y otras distracciones.
· Poca tolerancia de los elogios o los premios.
El adolescente que está contemplando el suicidio también puede:
· Quejarse de ser "malo" o de sentirse "abominable."
· Lanzar indirectas como: "no les seguiré siendo un problema", "nada me importa", "para qué
molestarse" o "no te veré otra vez."
· Poner en orden sus asuntos; por ejemplo, regalar sus posesiones favoritas, limpiar su cuarto,
botar papeles o cosas importantes, etc.
· Ponerse muy contento después de un período de depresión.
Si el niño o adolescente dice, "Yo me quiero matar" o "Yo me voy a suicidar", se debe tomar muy en
serio y llevarlo a un psiquiatra de niños y adolescentes o a otro médico para que evalúe la situación. A
la gente no le gusta hablar de la muerte. Sin embargo, puede ser muy útil el preguntarle al joven si está
deprimido o pensando en el suicidio. Esto no ha de "ponerle ideas en la cabeza"; por el contrario, esto
le indicará que hay alguien que se preocupa por él y que le da la oportunidad de hablar acerca de sus
problemas.
Con la ayuda de la familia y con tratamiento profesional, los niños y adolescentes con tendencias
suicidas se pueden recuperar y regresar a un camino más saludable de desarrollo.
Mencionan la diferencia de su ocurrencia en las depresiones reactivas moderadas, de nivel neurótico y
las más profundas de categoría psicótica. Por supuesto, en estas últimas el riesgo es mucho mayor.
En aquellos cuadros depresivos asociados a una manifiesta histeria, en pleno período de estado, hay
anuncios e intentos suicidas. Pero, hay casi siempre "anuncios más o menos melodramáticos". El
hecho suele producirse, efectivamente, ante un auditorio. Por lo general, no es serio, es decir, el
recurso no es idóneo para lograr la muerte. No se arroja al vacío, ni se dispara un tiro, ni piensa en
tirarse a las vías. Se elige el corte en el antebrazo (cortarse las venas), tomar fármacos comunes, etc.
El objeto es llamar la atención, con alto contenido histriónico, y consec utivo a situaciones conflictivas
explosivas. Es un intento "utilitario" en el sentido de conseguir algún objetivo en el entorno.
En cambio los intentos suicidas del deprimido severo, son serios. Suele planearse, generalmente en
cierto secreto y el cuidado que pone en su ejecución hace que casi siempre culmine en muerte.
En su comienzo, el sujeto suele manifestar a quienes le rodean que "es mejor terminar con todo, así no
se puede vivir, esto no tiene arreglo, es mejor desaparecer". Es decir explicita su idea autodestructiva.
Pero hasta aquí hay ambivalencia: se piensa en el suicidio, pero se resiste a la idea.
Sin embargo, el riesgo aumenta, cuando el individuo parece tranquilizarse. Como antes dijimos, cesa la
ambivalencia, desaparece la disyuntiva y la lucha interior; generalmente la resolución ha sido tomada y
ahora se elabora la ejecución del acto.
Se puedee expresar que la resolución suicida es, esencialmente un elemento de la esfera afectiva (en
este caso con depresión). Por lo tanto, el nivel cultural del sujeto, las apelaciones a su alta capacidad
de razonamiento, no tienen sentido. Tampoco debe confiarse, en absoluto, en que la psicoterapia, en
esa situación, pueda brindar resultados y en todo caso, implica un riesgo tan alto que no puede ser
asumido. La idea suicida no es un razonamiento, sino un sentimiento.
Por ello el deprimido grave con alta tendencia suicida debe ser internado con la misma urgencia de un
abdomen agudo.
En caso de una situación álgida (riesgo de suicidio, ansiedad, componente psicótico, etc.) la psicoterapia
profunda no tiene cabida. Más aún, se insiste en que la exploración del inconsciente y la psicoterapia
introspectiva están contraindicadas formalmente. El análisis de motivaciones i nconscientes puede
producir en el paciente desasosiego y angustia al descubrir elementos negativos de su historia vital,
agranda el cuadro. No es este el momento, en el cual, más adelante, ya mejorado el paciente, podrá ser
considerado ese tratamiento.
La aproximación psicoterápica, en ese momento álgido, debe ser de apoyo, y así debe continuar hasta
cesado el cuadro.
Se debe insistir en luchar contra las ideas de culpa, ruina, indignidad, pesimismo. Es preciso
desvalorizar estos sentimientos, quitarles vigor, minimizándolos. Presentar su porvenir aceptable es
imprescindible.
Buena técnica es pedirle al paciente un plazo: que permita su tratamiento durante alrededor de 2 meses
exponiéndole la seguridad de su curación. Aquí el médico debe ser seguro, asertivo, concluyente.
El deprimido es escéptico respecto a su curación y señala su convicción de un destino ominoso, pero
cierto es también que la seguridad, la tranquilidad y la palabra firme del médico y la autoridad que se
desprende de él causan efecto. En el fondo él necesita ser consolado. También es importante explicar
al paciente que tendrá molestias con la medicación; pero esto suele ser positivo, puesto que el individuo
lo relaciona con la potencia de la droga, y la energía del tratamiento, lo cual asoma una esperanza.
Se le debe decir, concretamente, que no tendrá deterioro al salir de su enfermedad, que ésta no afecta
"al intelecto", sino a la afectividad.
Debe insistirse, una y otra vez, en que la esperanza existe, que es razonable y segura, visto el
tratamiento que habrá de hacerse y que él comprobará pronto cuan infundadas son sus ideas
depresivas.
Mientras más grave el cuadro, menos efectivo será este tratamiento psicoterápico y se puede llegar a
casos en que nuestra las palabras "resbalan" en el paciente; si así ocurre, habrá llegado también el
momento de la internación.
Finalmente, por lo tanto, el tratamiento de elección en la depresión severa es:
1. Tratamiento farmacológico, cubriendo también la angustia y la ansiedad. No corresponde
psicoterapia profunda en los momentos álgidos del proceso.
2. Si el riesgo de suicidio es evidente, internación urgente y tratamiento de electroshock.
3. Si el tratamiento farmacológico (aún cambiando o combinando fármacos) se muestra ineficaz
durante un lapso prudencial, efectuar electroshock (siempre en ambiente sanatorial).
4. Evaluar la posibilidad de psicoterapia posterior.
Aspectos médico legales
La depresión, mientras se mantenga en el ámbito neurótico, no condiciona imputabilidad penal, ni
irresponsabilidad. El individuo sigue con clara discriminación de la realidad, aunque la vea de manera
penosa y pesimista. Si el cuadro se agrava y aparece riesgo de suicidio, clínicamente evaluado,
corresponderá la internación, aún en contra de la opinión del enfermo, ya que es, como se ha dicho, el
mejor y a veces, único resguardo posible.
Si la enfermedad configura ya un cuadro psicótico, con delirio, ideas patológicas de influencia, el
paciente es entonces un alienado, y como tal irresponsable.
Pero, como el síndrome depresivo es, en general de buen pronóstico, y aquí en tiempo relativamente
breve, la intervención judicial es excepcional, lo cual constituye, desde ya un elemento positivo para el
conocimiento del paciente.
No es necesaria en absoluto autorización judicial para el tratamiento, aún intenso, del enfermo. Ni para
la realización tampoco de electroshock.
Sí correspondería, en cambio, que la familia se encuentre perfectam ente informada, y autorice, desde
ya, la terapia instituida.
4. Conclusión
La Depresión vrs. Nuestro Mundo
¿Tiene nuestra manera actual de vivir algo que ver con el visible aumento de enfermos depresivos? ¿O
es una enfermedad que ahora se detecta más que antes? Creemos que ambas cosas son ciertas.
Todo psiquiatra de largos años de práctica, observa que los deprimidos son más que antes; y es
sensato asumir que las condiciones actuales de la diaria y a veces penosa "tarea" de vivir hace
necesario una exigencia, una competitividad, una aceleración de los tiempos, que antes era
desconocida. Poco a poco nos falta tiempo para todo: para ganar el sustento, para dedicarnos a la
relación con la familia, para el descanso. El sujeto se adapta, es cierto, pero lo hace, muchas veces,
pagando el lento precio de un stress acumulativo, que, más tarde o más temprano hace crisis dando
lugar a reacciones de agotamiento, o de protesta interior, o, en definitiva, de un naufragio en la
adaptación del yo.
Y una de las formas de ese agotamiento, de esa desadaptación, quizá la más frecuente, es, sin duda la
depresión, esa sombría vivencia de la experiencia vital.
Como bien dice Kalina "el tiempo en la sociedad actual está contaminado".
Contaminado de urgencia, de complicaciones, de fricciones. El vivir, antes tranquilo, es ahora
conflictuante, inseguro; algunos sujetos resisten, otros claudican. Y entonces, la depresión es la salida.
Si a este cuadro se agrega la frecuente exhortación a "la voluntad" a que se "debe tener energía y
pensar que todo es cuestión de voluntad", se agrega un nuevo conflicto a ese individuo, que,
justamente, no tiene voluntad.
Pero esta enfermedad no debe espantarnos; mal de la época, es también cierto que nuestro tiempo
permite un abordaje terapéutico francamente optimista. Es una enfermedad, como dijimos, que puede
ser grave, pero de razonable buen pronóstico.
Por ello, es tan importante tratarla como corresponde. Con una aproximación psicológicamente cálida,
acogedora, tranquilizadora. Y con el arsenal terapéutico, realmente efectivo, que tenemos a nuestra
disposición.
Y con tiempo, paciencia, con ese sumergirse en el drama del enfermo.
Por fin, recordemos que "asistir" (asistere) es, "estar al lado del otro", razón fundamental y vocacional de
la profesión y misión que los médicos hemos elegido.
5. Anexos
Anexo 1
¿Cómo Debe Tratar la Familia y los Amigos al Deprimido?
No debe olvidarse que los que rodean a un deprimido también sufren. Generalmente no entienden lo
que está pasando, ya que aparentemente no hay motivo para el estado del enfermo.
Es esencial, la adopción de una actitud comprensiva y abierta, que permita que se desarrolle el diálogo y
se pueda ir restableciendo la objetividad poco a poco; recordemos que el deprimido suele tener una
especial sensibilidad para los aspectos tristes, siendo incapaz de ver los positivos.
Es inútil pedirle a un deprimido que te explique lo que le pasa, no podrá hacerlo, no sabe lo que le pasa.
Si se insiste en ello, lo único que se conseguirá, es convencerle más de que no se le entiende, y en
algunos casos irrita rle. Tampoco se debe pretender argumentarle que vea la realidad con objetividad, no
podrá . Hay que entender que no está así por su gusto. Que no servirá de nada que le digamos que se
anime o que se involucre en actividades. Lo que suponga un esfuerzo no está de su mano. Según la
gravedad, hay cosas que no puede hacer, como divertirse, por mucho que otros se empeñen, ir a
trabajar, viajar, leer, ver televisión, pescar, etc., suelen ser consejos que el deprimido no puede seguir.
Lo mejor que pueden hacer las personas que se encuentren cerca de un deprimido, es transmitirle el
sentimiento de que se les quiere y de que se tiene interés en ellos, sin agobiarles, y manteniendo una
actitud de espera activa, convencidos de que saldrá de su situación.
Simultáneamente a lo anterior, deben de tratar que el enfermo acepte la ayuda especializada de un
psiquiatra o psicólogo.
Anexo 2
Particularidades de Diversos Antidepresivos
Anexo 3
Casos Clínicos
1. Un hombre de 70 años, juez jubilado, hace 2 cuadros depresivos en los últimos 2 años, de
carácter endógeno, de los cuales salió con tratamiento faracológico y psicoterapia. Ultimamente
aparece otro cuadro severo, pero la esposa planea un viaje a Europa para distraerlo. Por
supuesto, el individuo, "lleva su depresión al viaje". Sufre una crisis de angustia depresiva en
Europa y reclama volver al país, para ver al médico. El viaje debe retrasarse unos 10 días.
Cuand o llega, al 2° día se suicida; había comprado un arma el día anterior e hizo una
"despedida" de su familia.
2. Analizando el caso diremos que, ya al llegar, la resolución suicida estaba firme y que un
tratamiento a tiempo pudo haber dado resultado, como en las 2 veces anteriores.
3. Un médico Jefe de un Servicio de Psiquiatría en un Hospital General, hace un claro cuadro
depresivo diagnosticado por los médicos del Servicio. Como había referencias a ideas suicidas
se conviene una consulta el día viernes, per o se espera el lunes, para la concurrencia a mi
consultorio. El día domingo, por la noche, con una triste sonrisa, besa a sus familiares e
inmediatamente se dispara un tiro.
4. Un paciente tiene un intento suicida, tirándose de un 4º piso. Como cayó sobre un toldo, tuvo
lesiones que no fueron graves. El hijo, médico, me consulta, indicándose la internación y el
tratamiento convulsivante, a lo que la familia se niega. Al día siguiente, se arroja otra vez al
vacío, terminado su vida.
A título de orientación, se sugieren una serie de elementos y preguntas destinadas a determinar la
potencialidad suicida del paciente y su gravedad creciente.
1. Antecedentes familiares de suicidio.
2. Intentos anteriores.
3. Insomnio.
4. Ideas de reproche de corte deliroide.
5. "Amputación" de futuro.
6. Soledad - aislamiento.
7. Imposibilidad real de reponer el objeto perdido: muerte de un familiar, ubilación, desastre
económico.
8. Enfermedades orgánicas que el paciente vive como terminales (verdaderas o no): cáncer,
secuelas de accidentes vasculares cerebrales, percepción de la declinación general del
organismo (rechazo a la vejez).
9. Como bien dice Kalina (ob. cit.) "mientras más silenciosos, más peligrosos".
Preguntas
Debe haberse comenzado por las fantasías que el paciente puede formular en relación al suicidio, para
llegar a interrogantes más concretos.
1. En algunas ocasiones, ¿piensa que la vida así, carece de sentido?
2. ¿Algunas veces, penso que la vida no vale la pena ser vivida, que sería mejor no vivir?
3. Realmente, ¿ha deseado desaparecer, para evitar el sufrimiento?
4. ¿Se animaría quizá a atentar contra su vida; es decir, no esperar a la muerte, sino buscarla?
5. ¿Ha elaborado, realmente, algún medio de hacerlo?
6. ¿Le parece que su situación, que Ud. ve sin salida, justifica el suicidio?
7. ¿Se siente ya con su resolución tomada y .sólo la dilata por algún otro motivo?
8. ¿No cree que hay frenos para ésto, como su religión, el abandono de sus seres queridos, el
dolor que les causará?
9. ¿Cómo se ha sentido con los tratamientos que le hicieron? ¿Le parece que está un poco mejor
que antes o que no hay tratamiento capaz de mejorarlo?
Lo que antecede es sólo un lineamiento. Las preguntas cambiarán según el caso concreto.
Recordemos, según dijimos, que el suicida potencial, que se tranquiliza, aumenta su riesgo.
Anexo 4
Síntomas de la Depresión Infantil Según la Edad
Edad Síntomas
Inferior a 7 años Llanto inmotivado
Quejas somáticas
Irritabilidad
Detenciones del desarrollo
Fobia escolar
Encopresis
7 años a edad puberal Quejas somáticas
Agitación psicomotriz y ansiedad
Agresividad
Apatía y tristeza (sentimiento de “aburrimiento”)
Sensación de “estar superado por las
exigencias)
Falta de concentración
Bajo rendimiento escolar; problemas importantes
de desadaptación escolar.
Fobia escolar
Trastornos de la eliminación
Trastornos del sueño
Astenia y fatiga o pérdida de energía
Anorexia
Alteraciones en la esfera sexual, hipersexualidad
Indecisión
Ideas o conductas obsesivas
Ideas de muerte recurrente
Preguntas angustiadas acerca del más allá.
Adolescencia Mismos síntomas que en la edad prepuberal
Conducta negativista o claramente antisocial.
Hurtos
Agresividad
Consumo de alcohol y/o drogas
Deseos de marchar de casa
Sentimiento de con ser comprendido
Malhumor e irritabilidad
Desgane para cooperar en actividades familiares
Tendencia a recluirse en la propia habitación
Desinterés por el aseo personal
Dificultades escolares
Retraimiento social con hipersensibilidad;
especial respuesta al rechazo en relaciones
amorosas
Trastorno del estado de ánimo, desmoralización
y falta de alegría.
Desinterés por cosas que antes le atraían.
Anexo 5
Un Caso Típico de Depresión
Para María cada día es una nueva batalla para lograr seguir adelante. Muchos días no tiene ánimo
suficiente ni siquiera para levantarse de la cama y cuando su marido vuelve a casa por la noche la
encuentra todavía en pijama y con la cena sin preparar. Llora muy a menudo y hasta sus momentos de
mejor humor se ven continuamente interrumpidos por ideas de fracaso e inutilidad. Tareas tan
insignificantes como vestirse o hacer la compra le resultan muy difíciles y el menor obstáculo le parece
una barrera infranqueable. Cuando se le recuerda que todavía es una mujer atractiva y se le sugiere
que salga a comprar un vestido nuevo contesta, "esto es demasiado difícil para mí, tendría que
atravesar la ciudad en autobús y probablemente me perdería, además ya no soy atractiva".
Su forma de hablar y de andar es lenta y su rostro tiene un aspecto triste. Antes era una mujer vivaz y
activa, colaboraba en asuntos sociales de su barrio, le gustaba leer, pintar y era una anfitriona
encantadora. Entonces ocurrieron dos cosas: Su hijo empezó a ir a la escuela y su marido fue
ascendido a un puesto de gran responsabilidad que lo obligaba a permanecer demasiado tiempo fuera
de casa.
Ahora ella languidece pensando si merece la pena vivir y ha jugado con la idea de tomarse todo el
frasco de sus píldoras antidepresivas de una sola vez.
Anexo 6
Conducta Pediátrica a Seguir en la Depresión
1. Considere el posible diagnóstico de depresión ante cualquier trastorno de conducta o de aprendizaje
aparecido en forma rápida y que significa un cambio importante en la forma de actuar del niño/a. Por
ejemplo: malas notas en un niño que siempre había sido buen estudiante, agresividad en quien era
pacífico, ansiedad en quien era plácido.
2. Interrogue acerca del estado de ánimo (depresivo y/o irritable), y acerca de la capacidad para
disfrutar. Son los dos síntomas principales de la depresión. También: falta de concentración, trastornos
del sueño (insomnio o hipersomnia), trastornos del apetito y del peso (anorexia o bulimia), sensación de
incapacidad, ideas de muerte, cansancio (sobre todo matinal).
3. Ante la sospecha de depresión, compruebe una lista amplia de signos depresivos (tabla 16.1) y/o
efectúe pruebas concretas para diagnosticar la depresión (Children Depression Test, por ejemplo).
4. Emplee medicación antidepresiva. Por ejemplo: clomipramina, iniciando la dosis en 10 mg/día,
aumentando de 10 en 10 mg, y luego de 25 en 25 mg, para llegar a dosis de 2-4 mg/kg de peso / día.
Advierta sobre los efectos secundarios anticolinérgicos y sobre el tiempo de latencia (2-6 semanas)
antes de esperar efecto antidepresivo. La medicación permitirá, además, el diagnóstico ex juvantibus,
único de certeza. Si emplea fluoxetina, dosis entre 10 y 20 mg/día pueden ser útiles durante todo el
tratamiento.
5. Si lo prefiere, oriente el paciente hacia un Servicio o Gabinete de Psiquiatría Infantil. No olvide
asegurarse antes de que en dicho Servicio o Gabinete estén al día acerca de la depresión infantil y de
que saben cómo tratarla.
6. Aleccione a los padres acerca de la depresión, de su "endogeneidad" y de la imposibilidad de animar
al depresivo con buenas palabras o de incitarle a que se divierta o a que trabaje. Insista
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