SUCESORES DE HERNANDO-EDITORES
LA CISTERNA
I
¡Cisterna, limpia cisterna,
esmeralda clara y pura,
que rebosa la frescura
de alguna corriente eterna,
en la gran desolación
del desierto polvoriento!...
¡Así es, labio sediento,
para ti, mi corazón!...
-
No hay nada
más triste y miserable.
que un águila enjaulada...
¡Así mi corazón, aventurero
nostálgico de todo lo lejano,
se muere prisionero
en la cárcel de rosas de tu mano!..
-
Garras tuvo, es verdad, garras de acero
y alas recias... Y ahora,
alas y garras, ¿para qué os quiero?...
¡Mi corazón,
a sí mismo, en silencio, se devora
por no poder huir de su prisión!
II
PASÓ, pasó dejando
sólo un temblor de sombra sobre el muro
y como un vaho de ensueño en el espejo...
¿Quién eres? — dijo el corazón, temblando
de que fuese un recuerdo, que al conjuro
de algún amor inolvidable y viejo
se alzase de su negra sepultura...
Y nadie contestó... La noche obscura
volvió a hacerse en el alma, iluminada
en una momentánea primavera,
por la revelación de una mirada
perdida acaso para siempre... ¡Era
la que pudo ser todo y no fue nada!...
III
Y tanta bella cosa
como en ella se encierra,
¿ha de ser polvo y tierra
bajo el polvo y la tierra de la fosa?...
Y este rosal, amor de los amores,
en nuestro propio corazón plantado,
por nuestras propias lágrimas regado,
¿marchito morirá sin darnos flores?...
-
Y estas alas que tiemblan anhelantes
de remontarse hasta escalar el cielo,
¿caerán deshechas en el polvo, antes
de dar a nuestros sueños palpitantes
la alta y suprema sensación del vuelo?...
¡Oh, eternidad, eternidad ansiada,
no eres un mito ni un presentimiento!...
¡Yo te vivo y te siento
en la noche sin fin de su mirada,
que es una eternidad en un momento!...
IV
OLVIDO es cuanto ha sido,
y todo cuanto es
será olvido después;
y lo que existe y lo que no ha existido
serán también olvido...
Mira a tu corazón; dime, ¿qué ves?
¿Qué te eriza el cabello?... ¿Qué te espanta?..
-
¿Qué dogal estrangula tu garganta
que ni siquiera a respirar se atreve
tu labio?... ¿Qué contemplan tus pupilas
que te estremeces pálido y vacilas?...
Tu vida es una llama entre la nieve;
revolar de aturdida mariposa
en torno de una luz... Mármol de fosa
esparce su frialdad sobre tu frente...
Atracción pavorosa del abismo,
¡cómo el inquieto corazón te siente
cuando se asoma al fondo de sí mismo!...
V
ERAS tú, y eras otra, y eran todas
las que no he amado aún, y las que amé..
¡En tu noche de bodas
todas las bodas del amor gocé!...
Y al despertar, al despertar ¿qué hallé?...
Tu carne amodorrada
de cansancio y sopor,
-
¡igual, igual que la primera amada
que entre mis brazos desnudó el amor!.,
¡Y en sus ojos idénticas ojeras
que en otros ojos, corazón, miré
al deshojar iguales primaveras!...
¡Y el amor muerto, y el hastío en pie!
VI
QUÉ minuto tan largo!...
SI ¡En él vivimos una vida entera!...
La soledad... la hora... Todo era
propicio... ¡Y sin embargo
no hicimos realidad nuestra quimera!...
¿Qué hosco destino contenernos quiso?.,
¡Quizás el miedo y el pavor de tanta
dicha, nos hizo detener la planta
en el mismo dintel del Paraíso!...
-
¡Pasar dejamos el momento en vano!.
Felicidad, ¿por qué no fuiste mía?...
¡Ahora mi vida entera tiene esa
humillante tristeza de la mano
que se encuentra vacía,
cuando soñaba acariciar su presa!...
VII
ME encontré solo en medio de un desierto
vastísimo... En sus áridas arenas
se devoraban entre sí las hienas
por devorar la carnazón de un muerto.
Todo mi cuerpo se agitó temblando,
cual si, en vez de a un cadáver, con sus dientes
agudos y sus zarpas relucientes,
me estuviesen las hienas devorando.
-
¡Y cómo no temblar de horror, si era
aquel seco erial mi vida entera!...
¡Mi vida de ilusión sin ilusiones!...
¡Y aquel muerto en la arena abandonado,
mi corazón iluso, devorado
por el hambre de todas las pasiones!...
VIII
TRISTEZA, melancólica enlutada,
de ojos de fiebre y pálidas mejillas,
¿qué haces junto a mi lecho, prosternada
como una Dolorosa, de rodillas?...
¿Por qué lloran tus ojos?... ¿Por qué oran
tus labios, que al mirarte
tu misma pena el corazón me parte,
mis labios rezan y mis ojos lloran
-
Todos se fueron yendo de mi lado,
y sólo tú quedaste, como una
hermanita mayor, junto a la cuna
de su pobre hermanito desahuciado...
IX
ARDIENTE sed de amar!... ¿Quién ha logrado
vencer tu ardor y sofocar tu audacia?...
Se rinde el labio de besar cansado,
mas la sed que le enciende no se sacia!
Insaciable y voraz boca lasciva,
¡ay, toda el agua de la tierra es poca
para poder saciar esta sed loca
que te abrasa y te deja en carne viva!
-
Señor, ¿como castigo a qué delito
ancestral, has impuesto al barro humano,
que es deleznable, pasajero y vano,
este deseo eterno e infinito?...
¡Ay! ¡No vale este amor lo que nos cuesta!.,
¿Dónde martirio más cruel que esta
sed que se aumenta cuanto más se bebe?...
¡Para tan larga sed la vida es breve!...
[Sólo el deseo ha de vivir!... Y cuando
el polvo vuelva al polvo, y en el frío
océano de sombras del vacío,
la vida universal se vaya helando,
este ansia de amar, enloquecida,
porque la muerte su ilusión le roba,
aun ha de aullar, como una hambrienta loba,
devorando el cadáver de la vida!
X
Mi vida estéril e indecisa como
una espiral de humo en el vacío...
Al viento la arrojé, y a él la confío..,
Ni siquiera me tomo
el trabajo de ver cómo se pierde
en la quietud de la arboleda verde,
deshecha y sin color... Naturaleza,
-
¿con qué jugo de lágrimas hiciste
esta vida tan triste
que a su lado es alegre la tristeza?...
XI
Y! ¿Por qué esta inquietud? ¿Por qué esta pena
de ser tan diferente
de aquel que fuimos o soñamos ser?...
¡Ver transformada en cardo la azucena,
en frío mármol nuestra llama ardiente!...
¡Y sin haber vivido, envejecer!
-
Y todo porque a impulsos de un mezquino
afán equivocamos el camino...
Porque el vuelo de un ave
nos engañó... Porque una voz suave
suspiró: — «Ésa es
tu verdadera senda...» Y caminamos
erradamente, y cuando — ¿Adonde vamos? —
nos preguntamos, tímidos, después,
hallamos que no era aquel sendero
el nuestro... Extraviado pasajero,
que abatido, sin fuerzas, sin orgullo,
sin rumbo fijo por el mundo vas,
¡prosigue ese sendero que no es tuyo,
que ya no hay tiempo de volver atrás!
XII
EL amor, que en mi alma siempre ha sido
ansia de eternidad y sed ardiente
en mi carne voraz, nostalgias siente
(¿Por qué, divina juventud, te has ido
de mi oriental jardín?) de paz y olvido.
¿Dónde aquel vivo anhelo
que hizo a mi pobre espíritu elevarse
hasta el azul, para purificarse
en la inmortal serenidad del cielo?...
-
¿Y dónde aquella furia
de mi carne encendida
que fatigó los lechos de lujuria
y en sus hogueras consumió mi vida?...
El amor es hoy para
mi espíritu abatido
y la tristeza de mi carne avara,
un anhelo de paz, calma y olvido...
Algo de lo que siente
— quietud de muerte y mármol de plegaria -
una estatua yacente
en la callada iglesia solitaria...
XIII
CONOCER los principios y las causas,
VI las hondas crisis, las intensas pausas
del ser humano... ¿Para' qué, Dios mío,
nos diste la razón?... Tan sólo hallamos,
a fuerza de pensar, que caminamos
ciegos entre las sombras del vacío... .
¡Corazón, corazón seco de ciencia
y sediento de fe, dime, ¿qué sabes?...
-
¡Mas felices que tú, con su inconsciencia,
son las nubes, las flores y las aves!...
Ellas siguen el ritmo de su suerte
en su ignorancia milagrosa y santa;
la nube lluvias fecundantes vierte,
las flores dan su olor y el ave canta...
¡Y sin pensar y sin haber leído
un solo libro!... A ti, que la alegría
de la vida, estudiando, has consumido,
¿para qué te ha servido
tanta sabiduría?...
¿Eres, acaso, más feliz?... ¿Más bueno?...
¿Más fuerte, corazón?... Con el veneno
que la ciencia ha dejado
de tus entrañas en lo más profundo...,
¡con todo lo que a ti te ha envenenado,
fueras capaz de envenenar el mundo!...
XIV
EL sordo gotear de la llovizna
NI el aire mancha y el espacio tizna
de una tristeza lóbrega y aguda...
El rumor de la Vida es un ultraje
para mi alma, que se pudre muda
entre el plomo de un féretro... El paisaje
un tedio obscuro de carbón exuda.
-
El pensamiento, altiva chimenea,
hollina su terrible desconsuelo...
Todo es gris en la tierra y en el cielo,
y hasta el fermento de la carne humea
su inquietud, en neblinas tenebrosas,
como esos troncos muertos
que de verdín y de humedad cubiertos
se pudren en las charcas cenagosas...
Y en la quietud plomiza y desolada
de nuestro eterno y lóbrego fastidio,
como única esperanza de la Nada,
asoma su cabeza ensangrentada
el trágico fantasma del Suicidio!...
XV
EN mí operan dos fuerzas tan contrarias
que no podrán jamás reconciliarse:
una tiende a elevarse
más allá de las cimas solitarias,
donde no llega aún el Pensamiento,
y la otra se aferra
cual molusco a su concha, al aislamiento
mezquino y cenagoso de la tierra...
Y entre las dos me siento
oprimido, confuso y sanguinante,
-
como en las zarpas de un león hambriento
y en las garras de un águila rampante...
[Espíritu, fluido que me empuja
más allá de la Vida y de la Muerte!...
¡Materia que en sus légamos me estruja,
y en tierra de la tierra me convierte!...
¿Cuándo uno de los dos en esta liza
triunfará?... Ser un ángel o un gusano,
llama viva o ceniza,
¡ay, todo, todo, menos ser humano!...
Todo, mas no ese engendro monstruoso
de luz y sombra, de ansia y de reposo,
en donde el vicio y la virtud se encierran,
que tiene alas para alzarse al cielo,
y plantas con raíces que se aferran
como hambrientos tentáculos al suelo...
XVI
QUÉ me importa tu amor o tu desvío,
¡oh tú, la más mujer de las mujeres!...
Yo no busco tu amor : ¡me basta el mío!
Tú solamente eres
el ara donde adoro
a mi Dios... ¿Qué me importa que de leño
o de alabastro seas, si mi ensueño
puede cubrir tu mezquindad de oro?...
-
Que caigas rota ante mis pies, ¿qué importa,
si el culto eterno de mi Dios transporta
mi fe a otros altares?... Nuevas palmas
su sombra me darán... Eternamente
hallaré en el desierto el espejismo,
que a través de otros cuerpos y otras almas
— ¡corazón egoísta! — solamente
te amas y reverencias a ti mismo...
XVII
GENEROSA alma mía!...
Siempre, siempre has tenido
sde par en par abierta
para todos, tu puerta...
¡De todos fue cuanto en tu casa había!...
¡Con todos tu riqueza has compartido!...
¡Cuántas hambres saciaste
en tu pródiga mesa!... Y ¡cuántas veces,
-
sufriste privaciones y estrecheces,
porque todo lo tuyo malgastaste
con los otros!... Al mísero mendigo
que en tu casa se entró, no preguntaste
jamás, si era tu amigo o tu enemigo.
Al calor de tu mesa le sentaste,
y con él compartiste
cuanto en tu casa había...
¡Y tanto prodigaste tu alegría
que has venido a quedar mendiga y triste!
Como todo lo diste,
ya no tienes ni techo
que te cubra, ni lecho
donde poder dormir por vez postrera...
La tierra te es hostil. Como una fiera,
perseguida por todos, sola marchas
entre las sombras y entre las escarchas,
tiritando de frío,
sintiendo en torno tuyo
la frialdad angustiosa del vacío...
Sola... ¡no!; que a tus pies, gruñe sombrío,
como un mastín famélico, tu orgullo!...
-
Sangrando el corazón por mil heridas,
te rindes a tu eterna pesadumbre...
¿En qué hogar, al amparo de qué lumbre,
calentarás tus manos ateridas?...
XVÍII
SOÑANDO con un mágico tesoro,
como un gnomo a la luz de una linterna,
penetré de mi vida en la caverna...
Descendí, pero en vez de hallar el oro
soñado y las gemas fabulosas,
sólo hallaron mis ojos
serpientes venenosas
enroscadas y presas entre abrojos...
Descendí más aún... Y hallé carbones
apagados : residuos de pasiones
para siempre extinguidas,
cenizas de escorpiones
y osamentas de águilas podridas...
Y penetré más hondo... Y miré rotas
esculturas, pedazos
de mármoles y jaspes de remotas
arquitecturas; mutilados brazos
de alguna Venus... Descendí más hondo
y entre escoria y escombros, rutilante,
de la caverna lóbrega en el fondo,
mis ojos contemplaron un diamante...
La lágrima primera
que vertí en una amante despedida...
¡Y esa lágrima era
el único tesoro de mi vida!...
XIX
Vi vida es un asceta
que enterrado en su gruta silenciosa,
igual que en una fosa,
rechinantes los dientes, con su inquieta
mano por la crueldad exacerbada,
en un sangriento y trágico torneo,
disciplina su carne atormentada
por todos los demonios del deseo...
¡En vano, en vano por sus miembros corre
la sangre en chorros de escarlata viva!...
-
¡La mano del Señor no le socorre!...
¡La paloma regresa... sin oliva!...
¡En vano un blanco Arcángel: la Pureza,
sembrando rosas y esparciendo lirios,
desciende hasta sus lúbricos martirios,
pues del divino Arcángel la belleza,
en vez de apaciguarle, más le excita,
porque a su ardor le evoca
la belleza imposible e infinita
que nunca pudo desflorar su boca!
XX
FATIGADA a mi lado te has dormido
como una fiera ahita... ¿Y yo he podido
— ¡maldito el fuego de las venas sea! —
humillar, como efímero trofeo,
a las plantas brutales del Deseo
la excelsitud divina de la Idea?...
¡Palomas de mis sueños; ojos claros
de pureza y de paz, ¿qué íntima furia
me arrebató a arrojaros
al famélico halcón de la Lujuria?
-
Un acre hedor a podredumbre exhalas
que la obsesión de mis sentidos vela...
— ¡Alma mía, si Dios te ha dado alas,
deja la carne que se pudra, y vuela!...
¡Vuela como la alondra, en la frescura
matinal, y sé pura
como las rosas y como el rocío;
y deja que el fantasma del Hastío,
arrebujado en la neblina obscura
se estremezca de frío,
y bostece, velando junto al lecho
donde medio desnudo y sudoroso,
pálidas las mejillas y ojeroso,
yace nuestro deseo satisfecho!...
La lividez azul de la mañana
filtrándose a través de la persiana
sobre las frondas del jardín abierta,
las palideces de su faz pronuncia,
dándole ese verdor azul que anuncia
la podredumbre de la carne muerta...
¡Oh, triste fin de la lascivia humana!...
XXI
Luzo, que al océano
de mis recuerdos llegas, ¡ay, detente!...
¡No te arrojes, hermano!...
¡Al fondo bajarás inútilmente,
y ni una perla encontrará tu mano!...
Ni una rama siquiera
de coral, con que ornar la cabellera
o el seno de tu amada...
¡Allá en su fondo, fuera
de monstruos como yo, no queda nada!.,
-
¿No ves ese fulgor de pedrería
que incendia sus cristales?... ¡No es el día
que desabrocha al sol sus tulipanes
de luz, sino el fulgor de los volcanes,
llamaradas sulfúricas y hurañas
de profundos incendios pavorosos,
cánceres monstruosos
que devoran sus íntimas entrañas!...
¡Los áureos galeones
que en sus aguas se hundieron,
en su fuego interior se consumieron,
y sólo de ellos quedarán carbones!...
¡Las joyas en el fuego se fundieron!.,
¡Todo fue pasto de los tiburones!...
¡Sólo dentro del vientre color lija
de alguno de estos monstruos inhumanos,
pudieras encontrar, ¡ay!, la sortija
que en días tan alegres cual lejanos,
fulgurar mis pupilas contemplaban,
con su brillo animando aquellas manos,
— manojitos de humanas azucenas, —
tan blancas y tan finas que dejaban
trasparecer y azulear las venas!...
XXII
ESTAS ansias latentes
de un no sé qué... El tormento
de errar nuestro destino : diferentes
matices más de un mismo sentimiento..
Y la aurora... Y el viento
que los ojos insomnes de amargura
y nuestras sienes febricientes besa,
son como una promesa
-
de rosas que se abren, de frescura
de campo y paz de aldea...
La ciudad, en la calma matutina
se borra del recuerdo... Serpentea
la plata de un arroyo en la neblina,
entre alamedas, sauces y mimbrales.
Algazara de pájaros; camino
entre vallas de adelfas y zarzales,
y la fresca blancura del molino
con perfumes de harina y de rosales..
¡Vagar, vagar, Dios mío,
húmedos los cabellos de rocío,
sin afanes ni prisa,
por la sendas, cogiendo zarzamoras,
mientras claras, cordiales y sonoras,
las campanas, al sol, tocan a misa!...
Mas la ciudad despierta con sus ruidos
de enjambre laborioso... Mis oídos
desgarra el trepidar de algún tranvía...
-
(Campestres sueños de mi fantasía,
sois como pobres pájaros sin nido!...
¡Ocios del corazón, empieza el día!...
Tocan en los cuarteles a diana;
la prosaica y altiva chimenea
de una fábrica, humea...
¡Adiós, sueños!... ¡Dormid... y hasta mañana!.
¡Voluntad de soñar adormecida,
la lucha va a empezar!... Torna a tu puesto
a luchar por la vida..., ¡ay, si esto
tan monótono y gris puede ser vida!
XXÍII
Y de tanto penar enloquecido,
quiere a veces mi pobre pensamiento,
poner diques al mar y freno al viento...
¡Petrificó mis fuerzas el olvido!...
¿Adonde iré tan débil y cargado
con tantas ansias y con tantas penas?...
¡Tanto tiempo he vivido aprisionado
que hasta les tengo amor a mis cadenas!
-
Prisionero, ¿qué sueñas?... Por qué ansias
romper estas prisiones?... ¡Si lograras
mirarte en libertad, tal vez lloraras,
y de nuevo a tu cárcel tornarías!...
Tu libertad es sólo un espejismo
con que engañas la angustia de tu pena...
Tu propia mano es quien te encadena...
Y ¿cómo libertarte de ti mismo?...
XXIV
Y qué nueva quimera
en la paz de esta nueva Primavera,
sujetarán mis manos de las crines,
para saltar sobre su grupa obscura,
y, paladín de nuevos paladines,
encerrado en mi fúlgida armadura,
y suelto al viento el gonfalón de guerra,
entre un áureo alarido de clarines,
de nuevo altivo atravesar la tierra,
para reconquistar para el profundo
anhelo de mi fe, en lo imprevisto,
-
el sepulcro inmortal de un nuevo Cristo
que otra vez vuelva a redimir el mundo?...
Nuevamente un gran ímpetu de vida
me ha armado caballero : la florida
ilusión de la nueva Primavera
florece en el airón de mi cimera,
y borda de áureos lises un tesoro
en mi manto ondulante de escarlata...
Mis armas y mi escudo son de plata
y mis vestidos de tisú de oro...
Un nuevo sol glorioso resplandece...
¡Todo está preparado!... Un palpitante
anhelo de conquista me estremece
hasta en lo más profundo... Mi mesnada,
la lanza en ristre y la visera echada,
para emprender la bélica jornada
sólo espera que griten : — ¡Adelante!...
Qué ciudad misteriosa asaltaremos?...
¿Por qué Dios, por qué patria lucharemos
hasta morir en el combate rudo
o gloriosos triunfar en la demanda?...
-
¿Qué nombre amado brillará en mi banda
y qué divisa ostentaré en mi escudo?...
¿Qué cautiva hermosura
temblando en el arzón, mientras estrecho
con mis brazos amantes su cintura,
medio desnuda y lívida de espanto,
se apretará a mi pecho
para ocultar su faz bañada en llanto?...
¿Qué nuevo Vellocino
ofrecerá a mis huestes el Destino?...
¿Contra quién lucharé?... ¿Qué golpe fiero
cercenará mi última esperanza?...
¿Sobre qué peto astillaré mi lanza?...
¿Sobre qué yelmo mellaré mi acero?...
— ¡Eterno paladín de la Locura,
licencia tus mesnadas!... ¡Tu armadura
y tus armas suspende en las hurañas
salas de tu castillo solariego,
para que tejan sobre ellas luego
su olvido fugitivo las arañas!...
-
¡No tienes Dios, ni patria, ni bandera,
ni ensueños, ni ideales, ni siquiera
enemigos!... No existen en el mundo
reinos que conquistar, ni en su profundo
seno aun encierra avaro el Océano
islas desconocidas... El impío
anhelo de saber del barro humano
la fe hizo inútil y el misterio vano...
¡Las almas bajo el sol tiemblan de frío,
y en el azul Jerusalén lejano
el sepulcro de Cristo está vacío!
[Tintas en sangre las revueltas crines,
león que sucumbe, pero no se abate,
como aquellos heroicos paladines
que eternizó en sus mármoles la Fama,
no morderás el polvo en el combate
por tu Dios, por tu patria y por tu dama!
¡Solo quizás, al borde de un abismo,
sucumbirás, iluso caballero,
atravesado por tu propio acero,
en combate mortal contigo mismo!...
XXV
CUANDO en noches de insomnio y pesadilla,
con las uñas clavadas en el pecho
y escaldándome el llanto la mejilla,
estallo de tristeza sobre el lecho;
si con la farsa de tu amor deliro,
y pronuncio tu nombre, que es suspiro
de amor y a un tiempo maldición de odio,
hasta el Ángel Custodio
que me vela, agobiado de tristeza,
humanos gritos de dolor exhala,
-
y al sollozar oculta la cabeza,
igual que un ave herida, bajo el ala!
Y el mismo Crucifijo
tallado en la pared, también parece
que me mira llorando, y se estremece
cual si a mis penas suspirase: —[Hijo,
templa tu sufrimiento con el mío,
compara con el tuyo mi vacío!...
También por redimir culpas ajenas,
mírame, con el pecho desgarrado,
goteando sangre sin cesar las venas,
toda una eternidad crucificado!
XXVI
Y aquella voz, que era
al par grave y suave,
me suspiró al oído: —Nadie sabe
nada de nada... Nuestra vida entera
es un enigma sin razón ni clave...
¡El misterio de Dios no tiene llave,
y en vano abrirle tu ansiedad espera!...
Todo, todo fue en vano:
tu inquietud, tu dolor y tu alegría!...
¡Al principio y al fin de cada día
hay fatalmente, siempre, el mismo arcano!.,
-
¡Sobre la inmensidad de este Océano
ninguna estrella con su luz nos guíal...
Inútilmente golpeará tu mano:
¡hasta la eternidad está vacía!..
¡Tu existencia no más es un gusano
que en el cadáver de algún Dios se cría!...
¿Quién eres? ¿Dónde vas? ¿De dónde vienes?
Sombra en sombras, reflejo entre reflejos...
¡Tu principio y tu fin en ti contienes,
y a la par estás cerca y estás lejos!...
¡Eres cuna y sepulcro de ti mismo:
todo y nada a la par!... Y tu deseo
por no sé qué milagro de espejismo,
te convierte en gigante de pigmeo,
y te hace ver un cielo en cada abismo!...
Tu soberbia altanera
quiere regir en la celeste esfera
el misterio de las constelaciones,
cuando no sabe domeñar siquiera
el tumulto vanal de tus pasiones!
-
Tu misma voluntad merma y restringe
tu efímero poder, y con el dedo
en el labio, tu vida, es una esfinge
que no te atreves a invocar de miedol —
Y apagóse la voz... Y lentamente
fui levantando mi abatida frente...
La luminosa claridad del día
en los cristales del balcón reía,
y en mi alma el milagro del Oriente
con sus sagrados lotos florecía!...
¡Y hasta el Buda de plata que mi mesa
de trabajo preside, a la luz vana
del alba que azulaba mi ventana,
parecía surgir temblando de esa
engañosa inconsciencia del Nirvana!...
XXVII
LA Musa del arroyo, desgreñada
como una loca, al populacho incita
al vicio, al robo y a la barricada...
—(Venganza!—ronca de aguardiente grita,
dando traspiés y alzando el brazo airado,
donde a los vientos flota, cual bandera,
sucio y rojo pingajo desgarrado
del corpino de alguna pordiosera...
-
¡Esa es la Musa trágica que impera
en las modernas urbes! Como loba
a quien el hambre y la lujuria azuza,
de noche, aullando, por las calles cruza;
mata por gusto y por capricho roba...
— (No más señores! — clama—, ¡no más yugo!.,
Y ella, por un mendrugo
de pan y por un vaso de mal vino,
como una perra en celo que babea
de lascivia, al ladrón y al asesino,
a todo comprador que la desea,
brinda, jadeante y trémula, en el hueco
de alguna sucia puerta o al arrimo
de un solar, cual raspojos de un racimo,
las podredumbres de su cuerpo seco...
¡Musa plebeya y repugnante; Musa
de encrespados cabellos de Medusa,
baldón de la poesía,
que desnuda, con bramas de leona,
las ruinas de su carne contorsiona
sobre la inmunda mesa de la orgía,
-
mientras la chusma ebria palmotea;
y la pipa que humea
y el tufo del mechero
de petróleo y el vaho del aguardiente,
apestan y envenenan el ambiente
con un pútrido hedor de estercolero!...
Musa del lupanar y la impureza,
de senos mustios y de faz ajada,
donde no queda ya nada de eso
que es ternura, que es gracia y es belleza,
¡desnúdame el puñal de tu mirada;
siéntate en mi rodilla y dame un beso!...
Y para ahogar el tedio que devora
como lepra mi vida, que se hastía
ya de tanta virtud como atesora
y de tantas venturas como ansia,
¡ven y enrosca tu brazo a mi garganta,
como enrosca sus furias la serpiente,
y ronca de impudor y de aguardiente,
a mi fastidio de pureza canta,
-
mientras tus dedos lívidos y expertos
despiertan mi deseo adormecido,
la canción más canalla que han oído
los sucios lupanares de los puertos!...
XXVIII
Mi vida es una ciega que atraviesa
un jardín floreciente
en pleno abril... Presiente
al Amor; se embelesa
respirando su aroma en el ambiente-
Pero nunca lo mira ni lo besa...
Mi vida es una sorda en un concierto..
Mira el arco que hiere
las cuerdas del violín... El ojo experto
-
siguiendo el curso de los arcos, quiere
adivinar las notas, mas su oído
nada percibe... El labio entristecido
se pregunta a sí mismo, suspirando :
— Decidme, ojos que lo estáis mirando,
¿cómo es y a qué sabe su sonido?... —
Amor, en donde mi esperanza templo,
amor eterno por quien vivo y lucho,
¡cuando miro tu faz, tu voz no escucho!...
¡cuando escucho tu voz, no te contemplo!.,
XXIX
CUANDO en las pausas del amante juego
contempla mi mirada codiciosa,
sobre el ensueño de damasco rosa
tu intacta desnudez de mármol griego,
hundiendo en tus cabellos mi cabeza
para aspirar mejor tu íntimo aroma,
te digo, en un arrullo de paloma :
— [Eres la eternidad de la belleza! —
-
Y a mí mismo suspiróme en secreto,
obsesionado por tenaz idea :
— ¡Qué bien tu carne en flor cubre y moldea
la frágil armazón de tu esqueleto!...—
Clavas en mí tus ojos sensuales,
y exclamo por su brillo deslumbrado:
— ¡No son sólo los astros inmortales,
que en tus ojos la luz se ha eternizado!...—
Y bajo el resplandor de tu mirada
siento, mientras te beso o te sonrío,
el terror espantoso de la nada
y la angustia infinita del vacío...
¡No hay dicha para mí que emponzoñada
no esté, que al corazón llevo enroscada
la víbora insaciable del hastío!...
XXX
RECUERDO luminoso
[¿de aquel mirar, puedes abrir tu broche!...
En mi alma, en el mundo, en todo es noche..
¡Ven y pon en mi abismo tenebroso
alguna claridad para que vea;
quita a mis ojos esta venda obscura
para poder mirar... aun cuando sea
el fondo de mi estrecha sepultura!...
Mi corazón henchido de negrura
sólo tu ardiente claridad desea...
-
[Ojos que fuisteis en el tiempo mozo
dos ángeles de luz que derribaron
las puertas del horrible calabozo
donde mis negras penas me encerraron;
estrellitas de plata que bajaron
a iluminar el insondable pozo
donde mis pesadumbres me arrojaron;
clavos de luz que me crucificaron
en la cruz afrentosa de un sollozol...
Las gacelas, los niños y las aves
no los tienen tan dulces ni suaves;
ni los lagos tan tersos...
¡Ojos de claridad que siempre adoro,
que de estrellas de oro
sembráis la noche obscura de mis versos!..
XXXI
EN la cima ideal puestos los ojos,
Ni ¿qué te importaba, lírico viajero,
que sangrase tu planta en los abrojos
que erizaban el áspero sendero?...
Iba ansioso, trepando
por la senda florida,
a toda voz cantando
la canción más alegre de la vida,
-
cuando por dos esclavas sostenida,
al pie de una palmera,
vi una hermosa mujer medio vestida
en su pompa oriental de bayadera...
Me oyó, y abrió los ojos somnolientos;
y con voz muy suave: tal los vientos
de abril cuando adormecen a las rosas,
me suspiró estas frases melodiosas
como son de lejanos instrumentos:
— ¿Dónde vas, caminante, presuroso?..
El sol abrasa... Es pleno medio día...
Todo busca la sombra y el reposo...
No vuela un ave, ni en la lejanía
ofuscante de luz, pasa una nube...
Los párpados se cierran bajo un velo...
¡Sopor de ensueño de la tierra sube,
y otro dulce sopor baja del cielo!
Toda mi carne es como una rosa
que entre tus manos deshojarse anhela...
-
|Ven, caminante, y tu dolor consuela!...
¡Sobre mi seno en flor, sueña y reposa!... —
Y abriéndome sus velos constelados
de áureos lotos, sus manos me ofrecieron
los dos senos mejores modelados
que jamás ojos de mortales vieron...
Y en ellos reposé, y aun hoy reposo,
igual que un débil niño adormecido
por los besos maternos... He perdido
las fuerzas y el impulso generoso
que me empujaron a buscar la cumbre
más elevada, para que ella fuera
eterno pedestal de mi quimera-
Mas ¿qué me importa, si esta dulcedumbre
que por todas mis venas se derrama,
si este olvido de toda otra memoria,
valen más que los triunfos de la Fama
y todos los laureles de la Gloria?...
|Oh Pereza!, divina escanciadora
del más dulce beleño,
-
bella interceptadora
de toda realidad y todo empeño;
por el opio, la mirra y los perfumes
con los cuales apagas y consumes
mis inútiles fuerzas, por las vagas
quimeras con que el alma me embriagas;
por haber disipado mis ideas,
y el dolor de sentir y las ficciones
de mis vanas y absurdas ambiciones,
ioh Pereza inmortal, bendita seasl...
¡Cómo se funde en ti todo deseo,
cómo se apaga en ti toda mirada!...
¡Con qué amor en tus brazos paladeo
la voluptuosidad de no hacer nada!...
XXXII
TODAS mis mieses siega tu guadaña...
| No hay martirio mayor que el que me infringe
tu impenetrable eternidad de esfinge
[oh alma mía, y sin embargo, extraña!...
Por ti mi vida en lágrimas se baña
como un anacoreta en su espelunca,
con sus uñas el seno desgarrando,
y, sin embargo, en tus pupilas nunca
vi brotar una lágrima... ¿Hasta cuándo
guardarás tu secreto de granito,
-
esfinge de mi alma, impenetrable
concreción de infinito
tallada en tosca piedra miserable?
Al romper el silencio inalterable
que tus frígidos labios petrifica,
de tu insondable y misterioso piélago,
donde todo se funde y se complica,
donde lo eterno como un mar retumba,
¿qué palabra saldrá como un murciélago
que escapa de las grietas de una tumba?..
XXXIII
ALTA noche!... La llama
de la lámpara oscila,
como si la agitase
el ropaje invisible de una dama,
aparición tranquila
que por mi lado sin rumor pasase...
Se agitan los pesados cortinones;
suspende el corazón sus pulsaciones;
hay en la noche un brillo matutino...
Todo espera, y parece
que hasta el silencio escucha y enmudece
como si fuese a hablar algo divino...
Siento una voz nostálgica en mi oído,
y no sé de quién es... Una infinita
ansiedad, un temblor desconocido
en sobrehumana exaltación me agita...
Cual si de pronto un velo se rasgara,
mi pupila nostálgica se aclara;
vuela hacia lo ideal el pensamiento,
y transformado en mi interior me siento
cual si otro ser de mí se apoderara...
Mi corazón se eleva entre mis manos
como un cáliz de oro... Una sonrisa
purifica mi alma, y en la brisa
hay cánticos y arpegios sobrehumanos...
Remoto campanario toca a gloria;
resplandece y se puebla mi memoria
-
de imágenes y ritmos... De repente
se abre una claridad sobre mi frente,
y hasta mi corazón, que es luz y aroma,
en triángulos de luz resplandeciente
aleteando, baja una paloma...
La voz tiene perfume y llama el canto;
el ayer se deflagra
en resplandores áureos y dispersos...
¡El Espíritu Santo
así baja a mis noches, y consagra
la misa melodiosa de mis versosl...
XXIV
SOBRE el altar mayor, entre los cirios
que resplandecen y los castos lirios
que aroman, — ¡oh Jesús! — al alma humana
como una pena de su pena hermana,
le ofreces el dolor de tus martirios!...
Tus manos y tus pies sobre el madero
infamante clavados; tu costado
sangriento y desgarrado
por el brutal empuje del acero;
-
tu frente coronada
de espinas; la mirada
tendida al cielo, en la postrera queja
de un alma de sufrir desesperada,
y goteando aun sangre, la guedeja
que divide tu faz desencajada...
Lanza el órgano un treno tan profundo
y tan lleno de angustia que parece
que en sus largos gemidos se estremece
todo el dolor del corazón del mundo...
Hasta las altas bóvedas del templo
se van a desplomar... Loco de espanto,
ante tu altar, de hinojos, te contemplo
a través de la angustia de mi llanto...
¡Jesús, mi buen Jesús, no vengo ahora
a arrojar a tus plantas la fragancia
de aquellas flores que orvalló la aurora
en los felices días de mi infancia!...
La paz del corazón, el blanco velo,
de la inocencia, mi pudor de armiño,
mi ansia de glorias y mi sed de cielo,
¡en mí murieron, al morir el niño!...
Hoy no me acerco con las manos llenas
de rosas, azucenas y peonías...
Te traigo las espinas de mis penas
como ayer te ofrecí mis alegrías...
¡Tómalas, buen Jesús; también son mías!...
Igual que tú, me he visto escarnecido,
por la envidia y los odios ultrajado,
por el amor y la amistad vendido,
en el madero del dolor clavado...
Si a redimir los hombres has bajado,
inútil tu pasión para mí ha sido...
¡Vuelve, Señor, a ser crucificado,
porque a mi corazón no has redimido!...
XXXV
EN recuerdo tenaz mi lecho ronda...
¡El brillo y la dureza de sus ojos
no tienen los diamantes de Golconda!...
Siempre húmedos están sus labios rojos,
cual si aun paladease, con lascivia
animal y faunesca,
la dulce sangre tibia
de alguna herida fresca...
Un salpicar de gotas carmesíes
que nos evoca crímenes lejanos,
la tísica blancura de sus manos
enjoya, regiamente, de rubíes-
Si alguno retorciera
su obscura y ondulante cabellera,
a raudales la sangre escurriría
hasta formar dos charcas en la alfombra...
Cuando pasa su sombra
es más bermeja la tapicería...
¡No hay esponja que lave
la mancha que a su paso se descubre;
y hasta el manto imperial en que se cubre
si es de púrpura o sangre, no se sabe!..
A veces, como en una pesadilla,
me despierto y te veo
fijos los ojos donde el crimen brilla,
en mis ojos rendidos a tu audacia,
echada sobre mí, como un deseo
que nos devora pero no se sacia...
Y cuando el alba surge en el Oriente
y ahuyenta las tinieblas, y se esconde
-
tu sombra no sé dónde,
a la vida despierto nuevamente...
¡Respiro a duras penas,
y tan débil y pálido me miro,
cual si toda la sangre de mis venas
me la hubiese robado algún vampiro!...
Vives como un gusano de mi herida.,
Yo con mi propia sangre te alimento
para que puedas tú, tenaz y lento,
mientras yo duermo, devorar mi vida,
¡rojo vampiro del remordimiento!...
XXXVI
SOÑÉ con un amor grande, infinito
como la vida y como el tiempo eterno;
más que llama interior, calor interno,
y más que ansia carnal, celeste rito!...
¡Amor sin arrebatos y sin fiebre;
inquebrantable, armónico y constante;
tallado por el más divino orfebre
en las luces del más puro diamante!...
-
El mundo fue para mi amor pequeño,
y mi sueño ascendió como un aroma
hacia el azul, para buscar su dueño...
Mas, ¡ay, qué pronto fracasó en su empeño!.,
¡Como un milano sobre una paloma,
cayó la realidad sobre mi ensueño!...
¡Ansia de idealidad, tu afán fue vano!...
¡Soñé elevarme..., y desperté en las áridas
inmundicias de fétido pantano,
devorado por todas las cantáridas
que lubrifican el deseo humano!...
Paloma de pureza, sueño mío,
¿qué resta de tu puro ensoñamiento?...
Blancas plumas dispersas en el viento,
y unas gotas de sangre en el vacío...
¡En mi alma el pico del remordimiento,
y en mi carne las garras del hastío!...
XXXVII
MI DESEO infatigable, larva inmunda
que toda vida humana,
carne y alma, agusana,
desde el vientre materno hasta la tumba,
¿cuándo tus hambres saciarás, carcoma
roja de sangre y de veneno verde,
que con diente voraz taladra y muerde
mi corazón como madura poma?...
Generador de toda podredumbre,
devorador de todas las carroñas:
-
¡nada se libra de tu servidumbre,
y lo que no devoras emponzoñas!...
[Devora, obscuro monstruo, mis entrañas!.,
Devasta las inútiles marañas
que alianan mi espíritu... Conmigo,
donde todo se envicia y multiplica,
sacia el hambre voraz que te intoxica,
que yo tu audaz voracidad bendigo,
pues al par que devora purifica!
Y cuando en mí tu hambre hayas saciado,
lo que a tu diente inmune haya quedado,
perla de todo fango redimida,
diamante del carbón purificado,
será lo único puro de mi vida!...
XXXVIII
JAMAS un alacrán habéis mirado
de un círculo de llamas rodeado?...
De angustia henchido y de coraje ciego,
retorciendo su cuerpo atormentado,
quiere romper el círculo de fuego;
mas al ver que es inútil, retrocede,
se pliega sobre sí, y altivo luego,
al mirar que no puede
romper las llamas y salvar su vida,
antes de sucumbir a ajenas sañas,
-
con un gesto de orgullo se suicida,
hundiendo su aguijón en las entrañas...
Ante ese fuego que abrasarte quiere,
¡sé como el alacrán, corazón mío,
y recobrando tu indomable brío,
atravesado por tu orgullo, muere!
XXXIX
EL cigarro de Oriente
que en mis labios febriles se consume,
envenena mis sueños y el ambiente
con la sensualidad de su perfume;
y despierta en mi olfato sensaciones
de cosas entrevistas y soñadas:
florestas de lujuria perfumadas
y desiertos que huelen a leones;
-
y hasta el olor en que impregnado tienes
ese cuerpo moreno...
¡Virgen magnolia que aun no abrió su seno
en la paz de mis íntimos harenes!...
XL
No os da pena de esos
niños desvencijados
— en sus rostros ajados
yo no sé qué cansancios hay impresos -
que con las manos en la espalda, como
caricaturas de personas graves,
con insólito aplomo,
sin perseguir los aros ni las aves,
por los parques discurren
con una gravedad que nos lastima,
-
y en el circo se aburren
ante la más graciosa pantomima?...
Sus bocas fatigadas
no conocen las locas carcajadas...
Sólo apenas, a veces, indecisa,
con las alas cortadas,
aletea por volar una sonrisa...
Una íntima tristeza los abate;
contra su indiferencia no hay remedio,
pues bostezan de tedio
ante el más pintoresco escaparate...
No sienten la crueldad de esos Nerones
infantiles que locos palmotean,
mirando las grotescas contorsiones,
en que infernales chillan y jadean
los míseros murciélagos obscuros
crucificados en los blancos muros...
-
Jamás se desgarraron sus vestidos
al trepar por los troncos y las ramas
para alcanzar las frutas y los nidos;
ni jugaron en torno de las llamas
de una hoguera encendida
la noche de San Juan; ni a la salida
de la escuela, la faz enrojecida,
remangados los brazos
y encrespada la brava
y salvaje maraña del cabello,
persiguieron, a hondazos,
a un perro que llevaba
una soga de esparto atada al cuello..
Si con ellos entráis en los bazares,
ante la babilónca abundancia
de juguetes que ahuyentan los pesares
y son el paraíso de la infancia,
cruzarán sin asombros,
indiferente a todo la mirada...
Si decís: — «¿Qué queréis?» — Os dirán:—«Nada»;-
y con desdén se encogerán de hombros...
Si a alguno a quien miramos
mudo y triste:— «¿Qué tienes?»—preguntamos,
-
él, haciendo un grotesco desperezo,
responderá muy quedo, en un susurro
trémulo:—«¡Que me aburro!» —
Y glosará la voz en un bostezo!
Nada más triste que estos niños serios,
siempre encogidos y como cansados,
que parecen nacidos y engendrados
en los nichos de antiguos cementerios...
No son seres humanos: son cubiles
donde devora algún monstruo sombrío
las formas nobles y las cosas viles...
¡Son siglos de cansancios y de hastío
que se pudren en cuerpos infantiles!
FIN
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