ABONO PARA EL JARDÍN
Juan C. "REX" García Q.
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1
Rolando entró a la casa con su esposa en brazos. Tenían ya dos años de casados
y habían hecho lo mismo al entrar en la habitación del hotel en la luna de miel y en su
antiguo departamento, pero ahora el ritual se repetía en su nueva casa. <
de nuestras vidas>> le había dicho Rolando a Karla, su esposa, cuando le platicó
que se la ofrecían. Era una casa de dos pisos, de mediano tamaño, con recibidor, sala,
comedor, cocina, y en la planta alta tres recamaras, y un baño completo. Y en la parte de
atrás un pequeño jardín que ahora estaba seco por el invierno que acababa de pasar, pero
el antiguo dueño aseguraba que no tardaría en crecer un pasto verde y suave, y que hasta
flores podían plantar al pie de la barda. En realidad a Karla no le había convencido el
precio excesivamente barato de la casa, ni la buena ubicación, ni el perfecto estado en
que se encontraba; fue ese jardín. Después de vivir dos años en un pequeño departamento
sentía que tener una casa con jardín, aunque fuera así de pequeño, era lo más maravilloso.
Imaginaba estar acostada en el suave pasto tomando el sol, con un baso de limonada
en un lado, y al otro a su marido, y tal vez, después, encima de ella.
--Bienvenida mi reina a su nuevo palacio. --dijo Rolando.
--Gracias, pero serviría usted a dejarme en el sillón por favor. --contestó siguiendo
el juego de realeza.
Entraron a la sala, saltó unas cajas que aun no desempacaban y colocó a Karla en
el sillón cubierto por una sabana, para después dejarse caer junto a ella.
--¡Uf! --miró las cajas llenas de artículos sin desempacar. --De solo pensar en lo
que nos falta de guardar me dan ganas de regresarme
--¡Hagámoslo! guardemos todo y vámonos de aquí. --dijo Karla y se levantó he
hizo ademan de llevarse una caja.
--¡No! Espera, es broma te lo juro. --la sujetó de un brazo y la volvió a sentar. --
Mejor nos quedamos. --y le dio un largo beso.
--Tranquilo muchacho, que tengo que ir a dar clases en una hora.
--Bien, tenemos tiempo suficiente. --la siguió besando y acariciando la pierna.
--No señor escritor. Usted se queda aquí a escribir su gran novela y yo me voy
como mundana maestra a impartir clases a la Universidad. --lo separó con los brazos y
se levantó.
--¿Y me vas a dejar aquí solito? --dijo imitando a un niño.
--Si, como lo he hecho desde que tienes esa beca. Así que ya no digas más. Voy
arriba por mis cosas.
--¡Pero recuerda que al volver tenemos que hacer el amor en todas las habitaciones
para la buena suerte! --gritó Rolando mientras escuchaba a su esposa subir las escaleras.
Rolando suspiró y cerró los ojos para descansar. Prácticamente él había hacho
toda la mudanza, y por fin, después de once días de ir y venir, pasarían su primera noche
ahí. Aun faltaban cosas por desempacar y acomodar, pero abría tiempo después. Ahora
lo principal era su novela, en la cual ya estaba atrasado. Tenía ya un mes que debería
haberla acabado y sus jefes empezaban a dudar de él... pero habría tiempo, en ese momento
descansaría un poco ahí sentado.
Repentinamente se escuchó un ruido en la cocina. Rolando se sobre saltó y necesitó
unos segundos para saber donde estaba. <<¿Donde estoy?>> <<¿Me quedé dormido?
¿Cuanto tiempo?>> El sonido se volvió a escuchar. Era un ruido en el suelo, como si
arrastraran algo pesado.
--¿Karla, eres tú? --preguntó sin obtener respuesta.
Se levantó, pasó por el comedor y llegó a la puerta va-y-ven de la cocina.
El ruido de nuevo.
Rolando lo escuchó perfectamente, algo se movía ahí dentro. Abrió la puerta y la
sujetó con una mano para que no se regresara. Karla no estaba ahí dentro, ni nadie más.
Recorrió todo con la vista, parecía normal. Pero al mirar a la ventana que daba al jardín,
entre la cortina amarilla de patos, le pareció ver a alguien parado afuera, la silueta de un
hombre.
--¿Qué haces? --preguntó su esposa.
Rolando dio un brinco y se agarró el corazón. Tras él estaba su esposa ya lista
para irse.
--¡Karla!
--¿Que pasa? --sofoco una risa por haber asustado a su marido.
--creí que estabas dormido.
--Si lo estaba, creo, pero oí algo aquí dentro.
--¿Y que era?
--Pues no vi nada. No lo se.
--Con que no me salgas ahora que hay ratones...
--No mi vida ¿como crees? --dijo Rolando para tranquilizarla. No había nada a
lo que le temiera más que los ratones.
--Bien. Me tengo que ir ya. Llego a las nueve. Descansa un poco, escribe todo lo
que puedas y acomoda lo que necesites ¿Si? --ambos salieron de la casa y Karla subió al
auto. --Te quiero. --dijo Karla antes de arrancar.
Rolando se quedó parado en la banqueta viendo como se iba su esposa. Dio la
media vuelta y se encontró de frente con la casa. La miró. Era hermosa. <<¿Por qué la
vende?>> le había preguntado al Sr. González realmente queriendo preguntar ¿Por qué
la vende tan barata?
<> había contestado sombríamente. Pero ahora él estaba
decidido llenarla de buenos momentos, sin importar lo pasado. Era una oportunidad
nueva, otra vida, era más que una casa. Con esos pensamientos entró a la casa, solo, y
cerró la puerta tras de él.
2
La tarde transcurrió lenta. Rolando permaneció horas sentado frente a su computadora
en el estudio que había adaptado en una de las habitaciones, pero no pudo agregar
ni una palabra más a "El día era.." última frase que había escrito y de la cual no podía
salir. Se levantaba, iba al baño, acomodaba unas cosas, bajaba a tomar agua, y así,
sin hacer nada, se hizo de noche.
Miró el reloj de la computadora, 8:30 p.m. Faltaba media hora para que Karla
llegara. Y automáticamente el pensar en ella se sintió excitado. Estaba enamorado de
ella y con los dos años de matrimonio más, pero aparte del amor y todo el romanticismo
existente, ella lo excitaba. Apagó la computadora resignado a no escribir nada por ese
día y salió de la habitación. Llegó a su recamara, vio la cama matrimonial, y se decidió
a tan solo esperar a que su esposa llegara para hacer el amor. Tomó el control remoto y
encendió el televisor, esa era la única luz que alumbraba el cuarto. Pero ni siquiera se
tomó la molestia de ver que programa había ya que fue directamente a la ventana y desde
ahí vio, en panorama aéreo, el cuadro de tierra que prometía convertirse en un bello
jardín.
Y frente a él, cara a cara, apareció el rostro de un muerto del otro lado de la ventana.
Rolando gritó y caminó hacía tras con pasos torpes hasta tropezar con la cama y
quedar acostado en ella. El rostro seguía ahí. Tenía poco pelo, un ojo verde con lama y
el otro arrugado como pasa, la nariz había desaparecido y toda la piel estaba podrida.
--No es cierto, eso no existe. --se dijo así mismo Rolando y cerro los ojos, pero
en su mente seguía viendo esa aparición.
Al volverlos abrir solo la ventana estaba frente a él y la oscuridad lo rodeaba. Se
levantó inmediatamente y encendió la luz. Corrió por toda la casa prendiendo los focos
de todas las habitaciones, y al terminar salió de la casa y se sentó en la banqueta a esperar.
Estaba asustado, decidido a contarle todo a su esposa y nunca volver ahí. Pero los
minutos pasaron, le miedo se volvió calma y la certeza en incertidumbre. ¿Había visto
realmente lo que vio? ¿Acaso no pudo ser una sombra o un reflejo? ¿O algo de su imaginación?
Tal vez. No lograba convencerse del todo, pero era lo más fácil. Sintió vergüenza
por haber estado ahí sentado, y se levantó para regresar a la casa, en eso llegó
Karla.
--¡Mi vida! --dijo Karla al bajarse del auto. Traía su portafolios y unas hojas de
maquina (seguramente exámenes, pensó Rolando) --Tenía muchas ganas de regresar. --y
lo besó.
--¿Cómo te fue?
--Bien, como siempre. Los alumnos están mejorando mucho en sus ensayos --
(eran ensayos, no exámenes) --y se ve que les está gustando la materia.
--Mientras no sea la maestra lo que les guste... --dijo Rolando. La tomó por la
cintura y la acercó a él.
--Mmm, "siento" que es hora de pagar lo que te prometí ¿verdad?
--Así es.
--Pero al menos podríamos entrar a la casa ¿O quieres aquí?
Entrar a la casa. Rolando lo pensó unos segundos y decidió no decir nada de lo que le
pasó ¿O a lo que creyó a verle pasado?
--Está bien, solo por esta vez.
Entraron en ella. Hicieron el amor, más no en todas las habitaciones. La alfombra
de la sala, la mesa del comedor y la cama en su recamara fue el recorrido de esa noche.
Al final ambos se quedaron profundamente dormidos. Rolando no soñaba, así que
cuando escuchó que tocaban en la puerta de su habitación en plena madrugada, despertó
inmediatamente.
Toc, toc.
Abrió los ojos, y a diferencia de cuando se quedó dormido en la sala, supo donde
estaba, lo que había pasado, más no que estaba pasando.
Toc, toc.
Se incorporó, miró a un lado suyo y la cama estaba vacía. Karla había desaparecido.
La perilla de la puerta comenzó a girar, la puerta se abrió y ahí estaba parado. Un
cadáver en estado de putrefacción entró a la habitación dando pasos confusos e inseguros,
como si en cualquier momento se fuera a deshacer, y fue a pararse al pie de la cama,
desde ahí observaba a Rolando. El ambiente se llenó de un olor nauseabundo y a
pesar de que no había ninguna luz encendida Rolando podía verlo perfectamente. Era alto
, vestía con unos trapos incoloros y roídos, restos de lo que fue su ropa. En el costado
derecho se le podían ver las costillas y entre ellas algo se retorcía.
--Ven con migo. --dijo el visitante, pero la voz pareció salir de toda la habitación,
y alzó los brazos frente a él pretendiendo agarrarlo. La faltaba el dedo índice de la
mano izquierda.
--¡Largo de aquí! ¡No iré contigo a ninguna parte! --gritó al fin Rolando saliendo
se su shock.
Tomó el control remoto de la televisión, sin saber siquiera que era, y se lo aventó
con toda su furia y terror. El control dio contra el pecho del muerto y rebotó para caer
en la cama. Se escucho un sonido sordo, como cartón, y saltó un poco de polvo. <
real, no es ningún fantasma, está aquí, es real>> repetía Rolando en su mente.
En ese momento entró Karla a la habitación, traía un plato con un sándwich, y estaba
visiblemente consternada.
--¡Rolando! ¿Qué tienes? ¿Por qué gritas? --preguntaba Karla y encendió la luz.
Solo su marido y ella estaban en la habitación.
Rolando volteo a verla, luego al pie de la cama, luego a ella otra vez.
--Ahí... había alguien.. lo vi.
Karla se acercó y se sentó a un lado de él.
--Esta bien, no pasa nada --le acariciaba la frente. --Solo fue un mal sueño, una
pesadilla.
El la miró, y exaltado la tomó de los hombros.
--¡No estabas! ¡¿Fue él?¡ ¿Te llevó con él?
--Bajé a la cocina. Tenía hambre. Cuando subía las escaleras te escuche gritar.
¿Qué te está pasando? --ahora era ella quien tenía miedo.
Rolando reaccionó ¿Qué le estaba pasando? No lo sabía. No tenía la menor idea.
Ambos se abrasaron y para sorpresa de él mismo, volvió a dormirse en poco tiempo.
3
Despertó, pero no por algún ruido extraño, si no por un olor. Huevos con jamón.
Karla le estaba preparando su desayuno preferido.
Se levantó, fue al baño a enjuagarse la boca, pero aun no encontraba el Listerín por ninguna
caja, así que solo usó agua. Al bajar las escaleras escuchó a su esposa cantar.
¿Cómo le iba explicar su comportamiento de anoche? Le parecía difícil no tanto por lo
increíble de la historia, si no porque él mismo no la creía. Entró a la sala, pasó por el
comedor, se oía el aceite caliente brincar en el sartén, y entró a la cocina. No había nadie,
solo el sartén con huevos y jamón a punto de quemarse.
--No puede ser --se dijo Rolando y se tocó le frente. Se sentía mareado.
--Buenos días --dijo Karla. Traía el trapeador que guardaban afuera, en el pateo.
<>
--¡Oh! el desayuno --Karla se percató que estaba apunto de quemarse y corrió a
apagar el quemador. --Suficiente tengo conque se me haya caído el café como para que
también se queme el desayuno. --y con el trapeador secaba el piso de una mancha negra.
Rolando la observaba.
--¿Puedo ayudarte en algo?
--Gracias, pero aunque no parezca, todo esta bajo control.
--Esta bien. Karla, respecto anoche yo...
--No digas nada. No tienes porque. ¿Crees que no me doy cuenta? Has estado
muy nerviosos estos últimos días, con lo de la mudanza, la novela, tus jefes. Además no
es fácil adaptarse a una casa nueva, lleva tiempo. Yo por ejemplo, me tardé lo doble en
preparar el desayuno porque no encontraba nada.
--Pero es que... <
por la casa. Una, levitando en la ventana de la recamara y la otra fue anoche cuando
grité. ¡No, son tres veces! La primera vez lo vi aquí, a través de la cortina. tenemos
que irnos ya>>...Tienes razón, gracias. --la besó, sin pasión, solo un beso de agradecimiento.
--Te amo.
--Y yo a ti.
--Ya que nos pusimos de acuerdo, vamos a desayunar.
Durante el desayuno platicaron de todos los convenientes de la nueva casa. Pasaron
la mañana arreglando las últimas cosas. Rolando invitó a Karla a comer a un restauran
para que no tuviera que cocinar, y a las cinco Karla partió a su trabajo y Rolando
nuevamente se quedó solo en la casa. "El día era..." brillaba en su computadora y en lugar
de escribir pensaba en el día tan fantástico que había pasado con su esposa. Era, tal
vez, tiempo en pensar en la posibilidad de tener un hijo. Aun no sabía si su novela tendría
éxito, pero a él le parecía buena, así que tenía fe en que el dinero no fuera problema.
Solo era cuestión de escribir esos dos últimos capítulos que no le salían.
Era cuestión de tiempo.
<
mi novela, será un éxito, tendremos nuestro hijo y seremos inmensamente felices>>
--Ven con migo --escucho Rolando decir a una voz en el pasillo.
Saltó de su silla y se paró pegado a la pared. De alguna forma había olvidado ese
cadáver putrefacto, como si hubiera sido siglos atrás, pero el recuerdo había vuelto, junto
con el pavor que le provocaba.
--No voy a ir a ningún lado. --dijo Rolando más para si mismo que para alguien
más.
Esperaba ver entrar al cadáver en la habitación, o que apareciera de pronto frente
a él como mago, pero nada de eso pasó.
Sonó el timbre de la puerta.
Se quedó inmóvil, incrédulo a lo que oía.
Tocaron el timbre de nuevo.
Al fin Rolando pudo moverse, y lentamente se asomó al pasillo. Estaba solo.
Caminó a las escaleras, bajó, y abrió la puerta. había un tipo alto ahí parado. Era joven,
y a pesar de tener cachucha, su cara estaba muy quemada por el sol.
--Hola, soy Juan el Jardinero. --se quitó la cachucha y le extendió la mano.
--Hola. --saludo Rolando sin saber quien era ese tipo y que hacía ahí. Le dio la
mano instintivamente para devolverle el saludo y se dio cuenta que temblaba. Juan el
jardinero también lo notó. --¿Si?
--Este... ¿El Sr. González no le dijo de mi?
--La verdad es que no.
--Soy Juan el jardinero.
--Ya lo habías dicho.
--Es cierto --dio una pequeña risita. Hasta ese momento se dio cuenta Rolando
que Juan tenía un cierto retraso mental. --Yo cuido el jardín de esta casa cuando es verano,
porque en invierno no hay jardín, y como ya es verano me toca cuidarlo si usted
quiere ¿Quiere?
Rolando se quedó callado observándolo. Le cayó bien el muchacho, pero su cara
quemada, su físico y su forma de hablar se le hacía conocido ¿Pero de donde?
--¿No quiere? --volvió a preguntar Juan al no obtener respuesta.
Rolando salió de sus pensamientos y se sintió estúpido con ese comportamiento.
--Si, si quiero. Disculpa, es que estaba pensando en otras cosas. Pasa, pero te advierto
que aun no hay nada de pasto que cuidar.
--¡Que bien! --exclamó el muchacho. Cargó un costal donde tenía sus herramientas,
de las cuales resaltaba un pico y una pala, y en el fondo sonaban algunos otros fierros.
Caminó tras Rolando que lo conducía al patio. --Este jardín es mi favorito de todos,
todos.
--¿Y cuantos jardines arreglas?
--Nada mas este.
Rolando se rió de la respuesta del muchacho. Llegaron a la cocina.
--Pues espero que lo hagas bien porque aquí se necesita mucho trabajo.
--Ven con migo --contestó la voz del cadáver.
Dio la media vuelta y el muchacho ya no estaba. En su lugar estaba el repulsivo
cadáver alzando sus brazos hacia él. En un abrir y cerrar de ojos tenía a Rolando por el
cuello. Rolando quería gritar pero solo un chillido le salía por la garganta. Lo estaba asfixiando.
El cadáver había ya perdido un ojo y en ese lugar ahora una lombriz se acomodaba,
y el olor de la carne podrida del cuerpo era más claro que la noche anterior. A
Rolando se le empezaba a nublar la vista cuando vio en la mesa un cuchillo grande, a
Karla se le había olvidado guardarlo. Lo tomó a duras penas con una mano y con todas
las fuerzas que le quedaban lo clavo en el pecho del engendro que tenía enfrente. Las
manos cedieron y lentamente calló al suelo. Rolando tomó tres bocanadas de aire para
recuperarse y cerró lo ojos para ver si al abrirlos había desaparecido el fétido cadáver de
su cocina, pero no fue así. Abrió los ojos y el muerto seguía ahí, solo que ahora intentaba
levantarse del suelo.
--¡Maldito! ¡Maldito! --gritó Rolando y se fue encima de él. Tomó el cuchillo,
lo sacó el cuerpo y lo volvió apuñalar lleno de furia. Se detuvo cuando ya no pudo
más. Lo miró para cerciorarse de que ya no se moviera, pero era a Juan el Jardinero a
quien había apuñalado, sobre el cual estaba sentado, jadeando y con el hombro adolorido,
además de totalmente desorientado. Miró a su alrededor y la mesa, las sillas, el refrigerador
y la estufa estaban salpicadas de sangre. Se miró las manos y ambas estaban
rojas. Se levantó del suelo mirando lo que había hecho. Los ojos de Juan tenía expresión
de miedo, no llegó a entender lo que pasaba.
--Lo maté. Asesiné al muchacho. Dios mío ¿Cómo pude? Lo mate, lo mate. Yo
no quería. El me quería matar, pero no era él, era el muerto y lo maté, pero se fue. Asesiné
a Juan el Jardinero. Me voy a volver loco ¿Qué voy hacer?
Miró hacia el jardín, miró la pala de Juan y tuvo una idea.
--Yo no puedo ir a la cárcel --le decía a el muchacho. --Tu sabes que mi intención
no era hacerte esto. Fue él quien me engañó. Soy feliz y lo voy hacer aun más. --
agarró el pico y la pala y salió al patio. Comenzó a cavar un poso calculando el tamaño
del nuevo cadáver. --Tengo una hermosa esposa, un futuro, una casa nueva, si una nueva
casa. --A los primeros minutos le salieron ampollas en las manos, pero no le importó,
estaba decidido a terminar, con el poso y con el putrefacto cuerpo que lo asechaba, a la
próxima vez que lo viera ya no se le escaparía. --Oh no, ese maldito ya no se me va. --
pensaba en formas de atraparlo y deshacerse de él. Y cuando terminó el poso se dio
cuenta de algo: ya no tenía miedo.
Fue a la cocina y tomó a Juan por los pies. Ya se había formado un gran charco
de sangre en la cocina, pero de eso se encargaría después. Lo arrastró hasta el patio, lo
metió al poso, aunque tuvo que doblarle un poco las rodillas para que entrara, y comenzó
a echarle tierra en cima.
--No te preocupes Juan, que tu nota también se la cobraré yo a nuestro enemigo.
El pozo era poco profundo así que termino rápido al taparlo, y la tierra sobrante
<>
la esparció por el terreno uniformemente. Después
se puso a limpiar la cocina con un trapo y con el trapeador, y cada cubetazo de agua con
sangre lo tiraba en la tierra del patio.
<>
Se le hizo más difícil de lo que pensaba ya que la sangre se batía, no era como
recoger café. Cuando terminó, ahí mismo se quitó la ropa y la puso en la tina metálica,
le puso combustible para carne asada y le prendió fuego. Se quedó desnudo contemplando
la danza del fuego hasta que solo quedó cenizas y la lumbre se consumió.
También las tiró en el patio, revolviéndolo con la tierra suelta. Subió corriendo a darse un
baño y cuando salió se sentía de lo más confortable.
De pronto sintió el impulso de escribir "El día era gris y triste, como los sentimientos
de Susana ahora que sabía la verdad. Se sentía con un torrencial de pasiones
dentro de ella..." Lo tenía y era perfecto. Corrió a la computadora, que había dejado
prendida, recordó, y comenzó a escribir.
4
A partir de esa noche Rolando escribió todos los días y, en una semana tenía
terminada la novela con un final mucho mejor de lo que esperaba. Sus jefes quedaron
impresionados con los resultados (Rolando mismo lo estaba, pero era algo que nunca
aceptaría públicamente) Y al publicarse fue todo un éxito. Tuvo meses atareados de dar
conferencias, entrevistas y platicas publicitarias. Su esposa se sentía orgullosa de él y
día tras día mejoraban su relación. El jardín realmente reverdeció y sin más cuidados
que podarlo una vez a la semana; tarea que hacía Rolando mientras Karla preparaba limonada
en la cocina. Nadie siquiera sospechaban del crimen de Rolando. Un día Karla
encontró las herramientas que eran de Juan, pero al preguntarle a su esposo de la procedencia,
le contestó que las había comprado en el centro de cosas usadas, y ella le creyó
¿Por qué no habría de creerle?
Nunca llegó la policía a preguntar por un muchacho desaparecido, ni las noticias
o periódicos preguntaban por él. Algunos días, de más calor, un tenue mal olor salía del
jardín, pero Karla se lo atribuía a gatos que iba a defecar en su maravilloso jardín. Y una
tarde, la fantasía de Karla se volvió realidad, hizo el amor con su marido acostados en el
pasto. Llegó el otoño, después en invierno el jardín se volvió a secar y ahora en primavera,
cercas del verano, empezaba a reverdecer de nuevo. Rolando podía decir que fue
el mejor año de su vida. Y sin darse cuenta llegó el día de su primer aniversario en esa
casa.
Toda la mañana de ese día Rolando se la pasó con sus jefes planeando una nueva
novela. Estaba contento ya que ahora las reglas y condiciones las ponía él, pero a pesar
de todo sentía un nerviosismo por haber dejado sola a su esposa en la casa, y no sabía
porque. La junta terminó y pudo regresar a su casa.
Cuando entró a su casa, lo primero que percibió fue un olor a carne, pero olía
bien. Llegó al comedor y estaba la mesa puesta, con dos velas encendidas en el centro.
--¡Amor! --dijo Karla saliendo de la cocina. Traía un pastel de carne en las manos.
--Felicidades.
--¿Qué es todo esto?
--Sabía que lo olvidarías. Es nuestro aniversario en esta casa.
--¿Un año? Tan rápido.
--Así es --dejó la carne en la mesa y fue a abrasar a su marido. --el mejor año de
nuestras vidas.
Se sentaron a la mesa a comer. Rolando platicó sobre su junta, y del proyecto
que tenía para la próxima novela. Karla evocó recuerdos de cuando llegaron ahí y de lo
feliz que era. Ambos disfrutaron de esa comida y de la compañía del otro.
Karla miró su reloj.
--Tengo que irme --se levantó de la mesa y llevo su plato a la cocina.
--¿Ya? ¿Pues que hora es?
--¡Primero tengo que ir a una parte y luego ya a la Universidad! --gritó Karla
desde la cocina.
--¿A donde?
--Es sorpresa --regresó a el comedor por el plato de Rolando y luego se volvió a
meter a la cocina.
--No sea así. Dime a donde.
--¡No te lo diré hasta que regrese! --entró de nuevo al comedor y sin darle tiempo
de hablar a Rolando le dio un beso --A los curiosos les salen granos en la cara.
Adiós. No limpies nada, yo lo hago al regresar. Adiosito. --y salió de la casa rápidamente.
Rolando se quedó sentado en el comedor, pensando en el dialogo que acababa de
tener con su esposa, y no encontró pistas de una respuesta de adonde iba primero.
--En fin --suspiro y se fue a acostar a su recamara.
Ultimamente sus tardes ya no eran tan agitadas, aunque aun tenía una que otra
fecha marcada en la agenda. Pero eso acabaría cuando iniciara a escribir nuevamente.
Prendió el televisor y se acomodó en la cama. Transmitía un programa de concursos y la
gente gritaba de emoción porque el concursante se había ganado un automóvil, pero a
pesar de los gritos lo que Rolando escucho fue ruido en su jardín. Se levantó de la cama
y se asomó por la ventana. Había un poso vació ahí.
--¡Maldición! ¿Quién hizo eso? --rápidamente bajó las escaleras pensando en
que un perro no pudo hacer semejante poso, además ¿por donde hubiera entrado? o tal
vez fueron unos niños que querían
jugarle una broma destruyéndole el jardín, o lo poco que había de él.
Salió al patio y se acercó al poso, era reciente y poco profundo. En eso experimento un
Deja vu. Sintió que ese momento ya lo había vivido, estar ahí parado, frente a ese poso.
¿Fue un sueño o algo que fue hace mucho tiempo? Qué tal hace un año.
--Ven con migo --dijo a sus espaldas una voz conocida por él. Y al voltear ya
sabía lo que encontraría. El cadáver estaba ahí parado, el que quería llevárselo con él, el
que había olvidado, pero ahora recordaba todo, y no solo eso, ahora sabía perfectamente
quien era. Era Juan el Jardinero, el muchacho que él había matado. Sus rasgos y su piel,
aunque podrida, eran reconocibles, y lo que quedaba de ropa era lo que llevaba puesto
cuando se presentó en su casa. Era Juan, siempre había sido él.
--No. ¿Pero como? ¿Por qué? --Fueron las últimas palabras de Rolando antes de
que una pala chocara en su rostro.
Karla ya regresaba a casa y con la sorpresa que le había prometido a Rolando. Al
lugar que tenía que ir primero era a recoger unos análisis. Y eran positivos. Karla tenía
dos meses de embarazo y era la mujer más feliz del mundo. En la Universidad casi no
pudo dar clases por las ganas de regresar a casa. Varias veces estuvo tentada a hablarle
por teléfono a su marido para darle la noticia, pero prefirió esperar para ver la cara que
ponía al saberlo. Pero al fin llegó a su casa. Abrió la puerta y le habló a su marido.
--¡Rolando, mi amor! ¡Ya estoy aquí!
No tuvo contestación y notó que toda la casa estaba a oscuras. Encendió la luz de la entrada.
A primera instancia penso que su marido había salido, pero cambió la idea a que
estaba dormido. Subió las escaleras con una sonrisa en la cara. Desde ahí escucho el televisor
prendido. Llegó a la recamara, prendió la luz y no encontró nada. La preocupación
empezaba a formarse en ella. Y sin ninguna razón aparente, "por instinto" como diría
ella después, se asomó al jardín por la ventana.
Ahí encontró a su marido, solo que nada más podía ver sus pies; el resto de él estaba
pulcramente enterrado en el jardín.
Karla gritó con todas sus fuerza llena de terror, hasta que cayó desmayada al suelo.
FIN
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