LA CASA DEL PASADO
Algernon Blackwood
Una noche una Visión vino a mí, trayendo con ella una antigua y herrumbrosa llave. Me
llevó a través de campos y senderos de dulce aroma, donde los setos ya susurraban en
la oscuridad primaveral, hasta que llegamos a una inmensa y sombría casa, de
ventanas conspicuas y tejado elevado, medio escondido en las sombras de la
madrugada. Advertí que las persianas eran de un pesado negro y que la casa parecía
revestida por una tranquilidad absoluta.
- Ésta - susurró ella en mi oído -, es la Casa del Pasado. Ven conmigo y recorreremos
algunas de sus habitaciones y pasadizos; pero apresúrate, pues no tendré la llave por
mucho tiempo y la noche ya casi se acaba. Aún así, por ventura, ¡debes recordar!
La llave produjo un espantoso ruido cuando giró en la cerradura, y cuando la puerta
estuvo abierta a un vestíbulo vacío y hubimos entrado, escuché los sonidos de
murmullos y llantos, y el roce de telas, como de gente moviéndose en sueños, a punto
de despertar. Entonces, instantáneamente, un espíritu de gran tristeza vino a mí,
empapando mi alma; mis ojos comenzaron a arder y picar y en mi corazón advertí una
extraña sensación, como si algo que había dormido por años se desenrollara. Todo mi
ser, incapaz de resistir, se rindió inmediatamente al espíritu de la melancolía más
profunda, y el dolor de mi corazón, mientras las Cosas se movían y despertaban, por un
momento se hizo demasiado fuerte para expresarlo en palabras...
Mientras avanzábamos, las débiles voces y sollozos escaparon delante nuestro hacia el
interior de la Casa, y me di cuenta que el aire estaba llena de manos suspendidas, de
vestimentas oscilantes, de trenzas colgantes, y de ojos tan tristes y nostálgicos, que las
lágrimas - que ya casi desbordaban de los míos -, se retenían por milagro ante la
contemplación de tan intolerable anhelo.
- No permitas que esta tristeza te aplaste - susurró la Visión a mi lado. - No despiertan
frecuentemente. Duermen por años y años y años. Los cuartos están todos ocupados y
a no ser que lleguen visitantes como nosotros a perturbarlos, jamás despertarían por
propio acuerdo. Pero cuando uno se agita, el sueño de los otros también se ve
perturbado, y también despiertan, hasta que el movimiento es comunicado de una
habitación a otra y así finalmente, a través de toda la Casa... Pero, a veces, la tristeza
es demasiado grande como para soportarla, y la mente se debilita. Por esta razón, la
Memoria les entrega el sueño más dulce y profundo que posee y cuida de usar poco
esta pequeña y herrumbrosa llave. Pero, escucha ahora - agregó ella, tomándole la
mano - ¿no oyes acaso, el temblor del aire a través de toda la Casa, que se asemeja al
murmullo de agua cayendo? ¿Y quizá ahora tú... recuerdas?
Aún antes de que ella hablara, yo ya había captado débilmente el inicio de un nuevo sonido; y ahora, en lo profundo de los sótanos bajo nuestros pies, y también desde las
regiones superiores de la gran Casa, me llegaba el murmullo, y el crujido y el
movimiento ligero y contenido de las Sombras durmientes. Se elevaba como una
cuerda tañida suavemente de entre las inmensas e invisibles cuerdas pulsadas en
algún lugar de las bases de la Casa, y su vibración corría suavemente por sus paredes
y techos. Y supe que había escuchado el lento despertar de los Espíritus del Pasado.
¡Ay de mí!, con qué terrible invasión de amargura me sostenía allí, con los ojos
inundados, escuchando las tenues voces muertas hace mucho tiempo atrás...Porque de
hecho, toda la Casa estaba despertando; y en ese momento llegó hasta mi nariz el sutil
y penetrante perfume del tiempo: de cartas, por largo tiempo conservadas, con la tinta
borrosa y las cintas desteñidas; de olorosas trenzas, doradas y castañas, guardadas,
¡oh, tan tiernamente!, entre las flores prensadas que aún conservaban la profunda
delicadeza de su olvidada fragancia; la aromática presencia de memorias perdidas - el
intoxicante incienso del pasado. Mis ojos se inundaron, mi corazón se contrajo y
expandió, mientras me rendía sin reserva a esas antiguas, antiguas influencias de
sonidos y aromas. Estos Espíritus del Pasado - olvidados en el tumulto de memorias
más recientes - se apretaban alrededor mío, tomaron mis manos en las suyas y,
siempre susurrando lo que yo hace tiempo había olvidado, siempre suspirando,
exhalando de sus cabellos y vestiduras los aromas inefables de las épocas muertas, me
guiaron a través de la inmensa Casa, de cuarto en cuarto, de piso en piso.
Pero no todos los Espíritus me eran igualmente claros. De hecho, algunos tenían sólo la
más débil vida, y me agitaban tan poco que sólo dejaban una impresión indistinta y
borrosa en el aire; mientras que otros me observaban casi con reproche con sus
apagados y desteñidos ojos, como anhelando retornar a mis recuerdos; y entonces, al
ver que no eran reconocidos regresaban flotando suavemente hacia las sombras de sus
habitaciones, para volver a dormir imperturbados hasta el Día Final, cuando no fallaré
en reconocerlos.
- Muchos de ellos han dormido por tanto tiempo - dijo la Visión a mi lado - que
despiertan sólo a duras penas. Sin embargo, una vez despiertos te reconocen y
recuerdan, aunque tú no logres hacerlo. Pues es la regla de la Casa del Pasado que,
mientras tú no los evoques claramente, no recuerdes precisamente cuándo los
conociste y con qué causas particulares de tu evolución pasada están asociados, no
podrán mantenerse despiertos. A menos que los recuerdes cuando vuestros ojos se
encuentren, a menos que su mirada de reconocimiento les sea devuelta por la tuya,
están obligados a regresar a su sueño, silenciosa y desconsoladamente - sus manos
sin estrechar, sus voces sin ser oídas -, para soñar un sueño inmortal y paciente, hasta
que...
En ese instante, sus palabras se extinguieron repentinamente en la distancia y tomé
conciencia de un abrumador sentimiento de deleite y alegría. Algo me había tocado los
labios, y un fuego poderoso y dulce se precipitó hacia mi corazón y envió la sangre
tumultuosamente por mis venas. Mi pulso latía locamente, mi piel resplandecía, mis ojos
se enternecieron, y la terrible tristeza del lugar fue instantáneamente disipada, como por
arte de magia. Volviéndome con una exclamación de júbilo, que de inmediato fue
tragada por el coro de sollozos y suspiros que me rodeaban, observé... e
instintivamente adelanté mis brazos en un rapto de felicidad hacia... hacia la visión de
un Rostro... cabello, labios, ojos; una tela dorada rodeaba el hermoso cuello, y el
antiguo, antiguo perfume del Este - ¡por las estrellas, cuánto hace de ello! - estaba en
su aliento. Sus labios nuevamente estaban en los mío; su cabello sobre mis ojos; sus
brazos alrededor de mi cuello, y el amor de su antigua alma vertiéndose en la mía a
través de unos ojos todavía fulgurantes y claros. Oh, el feroz tumulto, la maravilla
inenarrable, ¡si sólo pudiese recordar!... Aquel aroma, sutil y disipador de brumas, de
muchas eras atrás, una vez tan familiar... antes de que las Colinas de la Atlántida
estuvieran sobre el mar azul, o que las arenas comenzaran a formar el lecho de la
esfinge. Pero, un momento; ya regresa; comienzo a recordar. Cortina tras cortina se
levantan de mi alma, y casi puedo ver más allá. Pero el espantoso elástico de los años,
horrible y siniestro, milenio tras milenio... Mi corazón se estremece, y tengo miedo. Otra
cortina se eleva y otra perspectiva, que va más allá que las otras, se hace visible,
interminable, corriendo hacia un punto rodeado de gruesas brumas. ¡Y he aquí, que
ellas también se mueven!, elevándose, iluminándose. Finalmente veré... ya comienzo a
recordar... la piel morena... la gracia Oriental, los maravillosos ojos que contenían el
conocimiento de Buda y la sabiduría de Cristo, aún antes que aquellos hubieran soñado
con alcanzarla. Como un sueño dentro de un sueño, me cautiva nuevamente, tomando
una apremiante posesión de todo mi ser... la forma esbelta... las estrellas en aquel
mágico cielo Oriental... los susurrantes vientos entre las palmeras... el murmullo del río
y la música de los setos al inclinarse y suspirar en la dorada superficie de arena. Hace
miles de años, hace evos de distancia. Se difumina un poco y comienza a pasar; luego
parece surgir nuevamente. ¡Ay de mi!, aquella sonrisa de dientes resplandecientes...
aquellos párpados de venas de encaje. Oh, quién me ayudará a recordar, pues se
encuentra demasiado lejos, demasiado oscuro, y yo no puedo recordarlo
completamente; aunque mis labios aún se estremecen, y mis brazos se encuentran aún
extendidos, nuevamente comienza a desvanecerse. Ya hay una mirada de tristeza,
demasiado profunda para expresar con palabras, al darse cuenta que no es
reconocida... ella, cuya mera presencia pudo una vez extinguir para mí el universo
entero... y ella se devuelve, lentamente, tristemente, silenciosamente a su oscuro e
inmenso sueño, para soñar y soñar con el día en que la recordaré y que vendrá a donde
pertenece...
Me observa desde el final de la habitación, donde las Sombras comienzan a cubrirla y a
ganarla de vuelta con sus brazos estirados hacia su sueño de siglos en la Casa del
Pasado.
Estremeciéndome entero, con el extraño perfume aún en mi nariz y el fuego en mi
corazón, me di la vuelta y seguí a mi Sueño por una amplia escalera, hacia otra parte
de la Casa.
Al entrar en los corredores superiores oí al viento pasar cantando sobre el tejado. Su
música tomó posesión de mí hasta que sentí como si todo mi cuerpo fuera un solo
corazón, doliente, tenso, palpitante, como si fuera a quebrarse; y todo porque escuché
al viento cantar al rededor de la Casa del Pasado.
- Recuerda - murmuró la Visión, respondiendo a mi inexpresada pregunta - que estás
escuchando la canción que ha cantado por incontables siglos y para miríadas de
incontables oídos. Se remonta asombrosamente lejos; y en ese simple salmo, profundo
en su terrible monotonía, se encuentran las asociaciones y los recuerdos de las
alegrías, penas y luchas de toda tu existencia previa. El viento, como el mar, le habla a
la memoria mas íntima - agregó - y es por eso que su voz es de tal tristeza,
profundamente espiritual. Es la canción de las cosas por siempre incompletas,
inconclusas, insatisfechas.
Mientras pasábamos por las abovedadas habitaciones, advertí que nadie se agitaba.
Realmente no había ningún sonido, sólo una impresión general de una respiración
profunda y colectiva, como el vaivén de un mar amortiguado. Mas los cuartos, lo supe
inmediatamente, estaban llenos hasta las paredes, repletos, fila tras fila... Y, desde los
pisos inferiores, a veces se elevaba el murmullo de las Sombras llorosas al retornar a
su sueño, instalándose nuevamente en el silencio, la oscuridad y el polvo. El polvo... oh,
el polvo que flotaba en esta Casa del Pasado, tan denso, tan penetrante; tan fino que
llenaba los ojos y la garganta sin dolor; tan fragante, que aliviaba los sentidos y
tranquilizaba el corazón; tan suave, que resecaba la boca, sin molestar; y cayendo tan
silenciosamente, acumulándose, posándose sobre todo, que el aire lo sostenía como
una fina bruma y las sombras durmientes lo usaban como mortajas.
- Y estas son las más antiguas - dijo mi Sueño - las dormidas hace más tiempo -
apuntando hacia las filas repletas de silenciosos durmientes -. Nadie aquí ha
despertado por siglos, demasiados para contarlos; y aún si despertaran no podrías
reconocerlos. Ellos son, como los otros, todos tuyos, sólo que son los recuerdos de tus
etapas más tempranas a lo largo de el gran Camino de Evolución. Algún día, sin
embargo, despertarán, y deberás reconocerlos y contestar sus preguntas, pues ellos no
pueden morir hasta no agotarse a sí mismos a través de ti, quien les dio la vida.
- ¡Ay de mí! - pensé, escuchando y entendiendo a medias estas palabras - cuántas
madres, padres, hermanos pueden entonces estar dormidos en este cuarto; cuántos
fieles amantes, cuántos amigos de verdad, ¡cuántos antiguos enemigos! Y pensar que
un día se levantarán y me confrontarán, y yo deberé encontrarme con sus ojos
nuevamente, reclamarles, conocerlos, perdonarlos, y ser perdonado... los recuerdos de
todo mi Pasado...
Me volteé para hablarle al Sueño a mi lado, y toda la Casa se disolvió en el brillo del
cielo oriental, y escuché a los pájaros cantando y vi las nubes arriba velando las
estrellas en la luz del día que se acercaba.
FIN
regiones superiores de la gran Casa, me llegaba el murmullo, y el crujido y el
movimiento ligero y contenido de las Sombras durmientes. Se elevaba como una
cuerda tañida suavemente de entre las inmensas e invisibles cuerdas pulsadas en
algún lugar de las bases de la Casa, y su vibración corría suavemente por sus paredes
y techos. Y supe que había escuchado el lento despertar de los Espíritus del Pasado.
¡Ay de mí!, con qué terrible invasión de amargura me sostenía allí, con los ojos
inundados, escuchando las tenues voces muertas hace mucho tiempo atrás...Porque de
hecho, toda la Casa estaba despertando; y en ese momento llegó hasta mi nariz el sutil
y penetrante perfume del tiempo: de cartas, por largo tiempo conservadas, con la tinta
borrosa y las cintas desteñidas; de olorosas trenzas, doradas y castañas, guardadas,
¡oh, tan tiernamente!, entre las flores prensadas que aún conservaban la profunda
delicadeza de su olvidada fragancia; la aromática presencia de memorias perdidas - el
intoxicante incienso del pasado. Mis ojos se inundaron, mi corazón se contrajo y
expandió, mientras me rendía sin reserva a esas antiguas, antiguas influencias de
sonidos y aromas. Estos Espíritus del Pasado - olvidados en el tumulto de memorias
más recientes - se apretaban alrededor mío, tomaron mis manos en las suyas y,
siempre susurrando lo que yo hace tiempo había olvidado, siempre suspirando,
exhalando de sus cabellos y vestiduras los aromas inefables de las épocas muertas, me
guiaron a través de la inmensa Casa, de cuarto en cuarto, de piso en piso.
Pero no todos los Espíritus me eran igualmente claros. De hecho, algunos tenían sólo la
más débil vida, y me agitaban tan poco que sólo dejaban una impresión indistinta y
borrosa en el aire; mientras que otros me observaban casi con reproche con sus
apagados y desteñidos ojos, como anhelando retornar a mis recuerdos; y entonces, al
ver que no eran reconocidos regresaban flotando suavemente hacia las sombras de sus
habitaciones, para volver a dormir imperturbados hasta el Día Final, cuando no fallaré
en reconocerlos.
- Muchos de ellos han dormido por tanto tiempo - dijo la Visión a mi lado - que
despiertan sólo a duras penas. Sin embargo, una vez despiertos te reconocen y
recuerdan, aunque tú no logres hacerlo. Pues es la regla de la Casa del Pasado que,
mientras tú no los evoques claramente, no recuerdes precisamente cuándo los
conociste y con qué causas particulares de tu evolución pasada están asociados, no
podrán mantenerse despiertos. A menos que los recuerdes cuando vuestros ojos se
encuentren, a menos que su mirada de reconocimiento les sea devuelta por la tuya,
están obligados a regresar a su sueño, silenciosa y desconsoladamente - sus manos
sin estrechar, sus voces sin ser oídas -, para soñar un sueño inmortal y paciente, hasta
que...
En ese instante, sus palabras se extinguieron repentinamente en la distancia y tomé
conciencia de un abrumador sentimiento de deleite y alegría. Algo me había tocado los
labios, y un fuego poderoso y dulce se precipitó hacia mi corazón y envió la sangre
tumultuosamente por mis venas. Mi pulso latía locamente, mi piel resplandecía, mis ojos
se enternecieron, y la terrible tristeza del lugar fue instantáneamente disipada, como por
arte de magia. Volviéndome con una exclamación de júbilo, que de inmediato fue
tragada por el coro de sollozos y suspiros que me rodeaban, observé... e
instintivamente adelanté mis brazos en un rapto de felicidad hacia... hacia la visión de
un Rostro... cabello, labios, ojos; una tela dorada rodeaba el hermoso cuello, y el
antiguo, antiguo perfume del Este - ¡por las estrellas, cuánto hace de ello! - estaba en
su aliento. Sus labios nuevamente estaban en los mío; su cabello sobre mis ojos; sus
brazos alrededor de mi cuello, y el amor de su antigua alma vertiéndose en la mía a
través de unos ojos todavía fulgurantes y claros. Oh, el feroz tumulto, la maravilla
inenarrable, ¡si sólo pudiese recordar!... Aquel aroma, sutil y disipador de brumas, de
muchas eras atrás, una vez tan familiar... antes de que las Colinas de la Atlántida
estuvieran sobre el mar azul, o que las arenas comenzaran a formar el lecho de la
esfinge. Pero, un momento; ya regresa; comienzo a recordar. Cortina tras cortina se
levantan de mi alma, y casi puedo ver más allá. Pero el espantoso elástico de los años,
horrible y siniestro, milenio tras milenio... Mi corazón se estremece, y tengo miedo. Otra
cortina se eleva y otra perspectiva, que va más allá que las otras, se hace visible,
interminable, corriendo hacia un punto rodeado de gruesas brumas. ¡Y he aquí, que
ellas también se mueven!, elevándose, iluminándose. Finalmente veré... ya comienzo a
recordar... la piel morena... la gracia Oriental, los maravillosos ojos que contenían el
conocimiento de Buda y la sabiduría de Cristo, aún antes que aquellos hubieran soñado
con alcanzarla. Como un sueño dentro de un sueño, me cautiva nuevamente, tomando
una apremiante posesión de todo mi ser... la forma esbelta... las estrellas en aquel
mágico cielo Oriental... los susurrantes vientos entre las palmeras... el murmullo del río
y la música de los setos al inclinarse y suspirar en la dorada superficie de arena. Hace
miles de años, hace evos de distancia. Se difumina un poco y comienza a pasar; luego
parece surgir nuevamente. ¡Ay de mi!, aquella sonrisa de dientes resplandecientes...
aquellos párpados de venas de encaje. Oh, quién me ayudará a recordar, pues se
encuentra demasiado lejos, demasiado oscuro, y yo no puedo recordarlo
completamente; aunque mis labios aún se estremecen, y mis brazos se encuentran aún
extendidos, nuevamente comienza a desvanecerse. Ya hay una mirada de tristeza,
demasiado profunda para expresar con palabras, al darse cuenta que no es
reconocida... ella, cuya mera presencia pudo una vez extinguir para mí el universo
entero... y ella se devuelve, lentamente, tristemente, silenciosamente a su oscuro e
inmenso sueño, para soñar y soñar con el día en que la recordaré y que vendrá a donde
pertenece...
Me observa desde el final de la habitación, donde las Sombras comienzan a cubrirla y a
ganarla de vuelta con sus brazos estirados hacia su sueño de siglos en la Casa del
Pasado.
Estremeciéndome entero, con el extraño perfume aún en mi nariz y el fuego en mi
corazón, me di la vuelta y seguí a mi Sueño por una amplia escalera, hacia otra parte
de la Casa.
Al entrar en los corredores superiores oí al viento pasar cantando sobre el tejado. Su
música tomó posesión de mí hasta que sentí como si todo mi cuerpo fuera un solo
corazón, doliente, tenso, palpitante, como si fuera a quebrarse; y todo porque escuché
al viento cantar al rededor de la Casa del Pasado.
- Recuerda - murmuró la Visión, respondiendo a mi inexpresada pregunta - que estás
escuchando la canción que ha cantado por incontables siglos y para miríadas de
incontables oídos. Se remonta asombrosamente lejos; y en ese simple salmo, profundo
en su terrible monotonía, se encuentran las asociaciones y los recuerdos de las
alegrías, penas y luchas de toda tu existencia previa. El viento, como el mar, le habla a
la memoria mas íntima - agregó - y es por eso que su voz es de tal tristeza,
profundamente espiritual. Es la canción de las cosas por siempre incompletas,
inconclusas, insatisfechas.
Mientras pasábamos por las abovedadas habitaciones, advertí que nadie se agitaba.
Realmente no había ningún sonido, sólo una impresión general de una respiración
profunda y colectiva, como el vaivén de un mar amortiguado. Mas los cuartos, lo supe
inmediatamente, estaban llenos hasta las paredes, repletos, fila tras fila... Y, desde los
pisos inferiores, a veces se elevaba el murmullo de las Sombras llorosas al retornar a
su sueño, instalándose nuevamente en el silencio, la oscuridad y el polvo. El polvo... oh,
el polvo que flotaba en esta Casa del Pasado, tan denso, tan penetrante; tan fino que
llenaba los ojos y la garganta sin dolor; tan fragante, que aliviaba los sentidos y
tranquilizaba el corazón; tan suave, que resecaba la boca, sin molestar; y cayendo tan
silenciosamente, acumulándose, posándose sobre todo, que el aire lo sostenía como
una fina bruma y las sombras durmientes lo usaban como mortajas.
- Y estas son las más antiguas - dijo mi Sueño - las dormidas hace más tiempo -
apuntando hacia las filas repletas de silenciosos durmientes -. Nadie aquí ha
despertado por siglos, demasiados para contarlos; y aún si despertaran no podrías
reconocerlos. Ellos son, como los otros, todos tuyos, sólo que son los recuerdos de tus
etapas más tempranas a lo largo de el gran Camino de Evolución. Algún día, sin
embargo, despertarán, y deberás reconocerlos y contestar sus preguntas, pues ellos no
pueden morir hasta no agotarse a sí mismos a través de ti, quien les dio la vida.
- ¡Ay de mí! - pensé, escuchando y entendiendo a medias estas palabras - cuántas
madres, padres, hermanos pueden entonces estar dormidos en este cuarto; cuántos
fieles amantes, cuántos amigos de verdad, ¡cuántos antiguos enemigos! Y pensar que
un día se levantarán y me confrontarán, y yo deberé encontrarme con sus ojos
nuevamente, reclamarles, conocerlos, perdonarlos, y ser perdonado... los recuerdos de
todo mi Pasado...
Me volteé para hablarle al Sueño a mi lado, y toda la Casa se disolvió en el brillo del
cielo oriental, y escuché a los pájaros cantando y vi las nubes arriba velando las
estrellas en la luz del día que se acercaba.
FIN
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