LA ENTRADA DEL
MONSTRUO
William Hope Hodgson
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(Thomas Carnacki, el famoso investigador de historias de fantasmas
"reales", cuenta aquí sus increíbles y extrañas experiencias en el Pentáculo
Eléctrico)
En respuesta de la usual tarjeta de invitación para cenar y escuchar
una historia, arribé prontamente al 427 de la avenida Cheyne, para
encontrarme con los otros tres que usualmente eran invitados a estas
reuniones. Cinco minutos después, Carnacki, Arkright, Jessop, Taylor y yo
estábamos ocupados en la "amena ocupación" de la cena.
—Tu no has estado fuera durante mucho tiempo, esta vez —remarqué
mientras terminaba mi sopa; olvidando momentáneamente el disgusto de
Carnacki de ser interrogado sobre los ribetes de su historia hasta antes
que estuviera listo para. Entonces él no escatimaría palabras.
—Esto es todo —replicó con brevedad, y cambié el tema, remarcando
que había comprado una nueva arma, novedad que respondió con un
cabeceo inteligente y una sonrisa que supuse mostraba una genuina
apreciación de buen humor sobre mi intencional cambio en la
conversación.
Más tarde, cuando la cena hubo terminado, Carnacki se apoltronó
confortablemente en su gran sillón, junto con su pipa, y comenzó su
relato, con una breve perífrasis:
—Tal y como Dogson nos remarcó, solo estuve fuera un corto tiempo,
y por una muy buena razón: estuve en un lugar cercano. La localidad
exacta me temo que no les puedo decir; pero está a menos de veinte
millas de aquí; aunque, excepto por el cambio de un nombre, esto no
echará a perder la historia. ¡Y qué historia! ¡Una de las más
extraordinarias que jamás protagonicé!
«Recibí hace unos quince días una carta de un hombre que voy a
llamar Anderson, solicitando una entrevista. Arreglé una hora, y cuando
vino, me dijo que quería que investigara y viera que había de cierto en un
viejo y autenticado caso de lo que llamaremos "encantamiento". Me dio
muchos detalles, y finalmente, como si tal cosa pareciera única, decidí
tomar el caso.
«Dos días después, a la tarde, fui a su casa. Estaba en una localidad
antigua, en medio de sus propios terrenos. Anderson le había dejado al
mayordomo una carta, en la que pedía perdón por su ausencia, y dejaba la
casa entera a mí disposición para la investigación. El mayordomo
evidentemente sabía del objeto de mi visita, y yo le hice varias preguntas
durante la cena, la cual la tomé solitario. Él era un viejo y privilegiado
sirviente, y conocía la historia del Cuarto Gris en todos sus detalles. Me
contó más detalles sobre un tema que Anderson había mencionado solo de
manera casual. El primero era que se escuchaba la apertura y posterior
azote de la puerta de la Habitación Gris durante la noche, a pesar que se
la suponía cerrada con llave, la cual estaba guardada en la despensa. El
segundo era que las cobijas siempre eran encontradas fuera de la cama, y
apiñadas en un manojo, como si hubieran sido arrojadas violentamente, en
un rincón de la estancia.
«Pero era el portazo lo que incordiaba mayormente al viejo
mayordomo. Muchas veces, me contó, se había despertado y temblando
de pavor, se quedaba escuchando; algunas veces la puerta era azotada
repetidas ocasiones, ¡thud! ¡thud! ¡thud!, así que no le era posible dormir
en toda la noche.
«De Anderson, supe que la habitación tenía una historia que se
remontaba ciento cincuenta años atrás en el tiempo. Tres personas habían
muerto estranguladas ahí, un ancestro de él y su esposa e hijo. Esto era
auténtico, y experimenté algún dolor en comprobarlo, así que ustedes se
podrán imaginar que sentimiento tenía cuando comencé a investigar el
caso, y como estaba cuando subí las escaleras, luego de la cena, para dar
un vistazo a la Cuarto Gris.
«Peter, el viejo mayordomo, me había asegurado con mucha
solemnidad que en la totalidad de sus veinte años de servicio en la casa,
nadie había entrado en la habitación luego del atardecer. Me rogó de
manera paternal, que esperara a la mañana siguiente, donde no habría
peligro, y él mismo me podría acompañar.
«Por supuesto, le sonreí un poco, y le contesté que no tenía que
molestarse. Le expliqué que no haría más que echar un vistazo y quizás
poner un par de precintos. No tenía nada que temer; estaba acostumbrado
a este tipo de cosas. Pero se sacudió su cabeza cuando lo dije.
«"No hay muchos fantasmas como los nuestros, señor," me aseguró,
con fúnebre orgullo. Y, ¡por Júpiter! él tenía razón, tal y como ustedes
verán a continuación.
«Tomé un par de candelas, y Peter me siguió, con su manojo de
llaves. Él destrabó la puerta; pero no ingresó conmigo. Evidentemente
estaba asustado, y volvió a formular su súplica, de posponer mi
examinación hasta la mañana siguiente. Por supuesto, me volví a reír y le
dije que podía vigilar en la puerta y atrapar cualquier cosa que saliera
fuera.
«—Nunca sale afuera, señor, —me dijo en su divertida, antigua y
solemne manera. De todas maneras me hizo sentir como si fuera a tener
enfrente al "fantasma".
«Lo dejé ahí, y examiné el cuarto. Era una estancia amplia, y bien
amueblada, de estilo imponente, con un gran cuadro. Había dos
candelabros en la repisa de la chimenea y dos por cada una de las tres
mesas que había. Alumbré todo el sitio, y a pesar de que el cuarto tenía esa
atmósfera de sombría crueldad, estaba un poco más fresco, y bien
cuidado.
«Luego de tomar un buen vistazo sobre toda la estancia, puse algunos
precintos sobre las ventanas, sobre las paredes, sobre los cuadros, y sobre
el hogar de la chimenea y los armarios. Todo el tiempo que estuve
trabajando, el mayordomo se quedó parado justo frente a la puerta, del
lado del pasillo, y no pude decir nada que pudiera persuadirlo de entrar, a
pesar que bromeé un poco mientras ponía los precintos e iba de aquí para
allá. Una y otra vez me decía: "Usted me excusará señor, pero desaría que
saliera. Estoy temblando por usted."
«Le dije que no necesitaba esperar; pero él era leal a lo que
consideraba lo que era su labor. Dijo que no se iría y me dejaría solo ahí.
Se disculpó; pero me aseguró que no comprendía claramente el peligro del
cuarto; y como podía ver, estaba bastante asustado. Pero mi trabajo
consistía en dejar la habitación de manera que pudiese saber más tarde si
algún material había entrado; así que le rogué que no se preocupara por
mí, a no ser que realmente escuchara algún ruido. Él estaba logrando
ponerme nervioso, y me hacía sentir como que había algún "mal" en la
habitación, sin que hubiera pasado nada malo.
«Durante un momento estuve extendiendo precintos sobre el piso y
sellándolos, de manera que el mínimo toque los hubiera roto, como por
ejemplo si alguien se aventurara en el cuarto en la oscuridad para gastar
una broma. Todo esto me estaba tomando algo de trabajo; y,
súbitamente, escuché que el reloj daba las once. Me había sacado el abrigo
ni bien había empezado a trabajar; así que cuando dieron las once ya
había casi terminado, y caminé hacia el sofá. Estaba por precintarlo
cuando la voz del viejo mayordomo (que no había dicho una palabra
durante la última hora) sonó aguda y atemorizada: —¡Salga, señor,
rápido! ¡Algo va a pasar! —¡Dios! Salté y en el mismo momento uno de los
candelabros de la mesa de la izquierda de la cama, se apagó. Ahora bien,
si fue el viento, o que, no lo se; durante ese momento estaba bastante
sobresaltado para correr hacia la puerta; sin embargo ahora estoy feliz de
decir que me levanté, antes de terminar. Caminé a través de la estancia y
miré alrededor de las mesas a los lados de las camas, pero no vi nada
raro. Apagué el candelabro que aún estaba encendido, luego fui hacia los
que estaban en las otras dos mesas, y también los apagué. Finalmente salí
de la habitación, y el viejo me dijo: —¡Oh! ¡Señor, se lo dije! ¡Se lo dije!
«—Está bien, Peter, —le dije, y, por Dios, que mi vos no era tan firme
como me hubiera gustado. Di algunas zancadas, como ustedes se podrán
imaginar. Cerca de la puerta, tuve el presentimiento súbito que había un
viento frío en la habitación. Era como si la ventana hubiera sido abierta por
un momento. Fui a la puerta y el viejo mayordommo retrocedió un paso,
de manera instintiva. —Ten las candelas, Peter —le dije, y se las puse en
las manos. Volví, y tomé la manija de la puerta y le di un portazo, con
fuerza. De algún modo, saben, cuando lo hice, creí sentir algo que la
empujaba; pero tuvo que ser mi imaginación. Le di una vuelta a la llave de
la cerradura, y luego otra vuelta más. Por último puse un precinto en la
puerta, insertando una de mi tarjetas en la ranura de la llave, sellándolo
por supuesto; luego me guardé la llave en el bolsillo, y bajé con el
mayordomo las escaleras; estaba nervioso y silencioso. ¡Pobre viejo! Le
hice pasar dos o tres horas de gran tensión.
«Cerca de la medianoche, me fui a la cama. Mi cuarto estaba al final
del corredor sobre el que estaba la puerta del Cuarto Gris. Conté las
puertas entre esta y la mía, eran cinco. Y les aseguro que comprenderán
que no estaba apenado. Cuando había comenzado a desvestirme, una idea
vino a mi mente, y tomé mi candela y cera de sello, y volví a salir y sellé
las puertas de las cinco habitaciones en cuestión. Si alguna puerta se
azotaba durante la noche, tenía que saber cual era.
«Regresé a mi cuarto, cerré la puerta, y me metí en la cama. Fui
despertado súbitamente de un profundo sueño por un estrepitoso sonido
que provino de alguna parte del pasillo. Me senté en la cmaa y escuché y
no conseguí escuchar nada más. Encendí mi bujía. Fue en el momento en
que la prendí que resonó otro violento portazo, desde el corredor. Salté
fuera de la cama, y tomé mi revólver. Destrabé mi puerta, y salí al pasillo,
teniendo mi candela bien alta, y manteniendo presto mi pistola. Entonces
pasó una cosa muy extraña. No podía avanzar un paso hacia el Cuarto
Gris. Ustedes saben que no soy un tipo realmente cobarde. He estado en
muchos casos conectados con cosas fantasmales, para ser acusado de tal
cosa; pero les debo decir que estaba acobardado, tal y como un niño.
Había algo muy perverso en el aire de la noche. Me eché para atrás, a mi
dormitorio, y cerré y trabé la puerta. Entonces me senté en la cama, toda
la noche, y escuché los sonidos de la puerta del corredor. El sonido pareció
tener eco a través de toda la casa.
«El día llegó rápido, y me lavé y vestí. La puerta no se azotó durante
una hora, y yo había vuelto a mi tranquillidad. Me sentí avergonzado de mí
mismo; de una manera esto era tonto, cuando uno está interfiriendo con
este tipo de cosas, sus nervios están astrictos, algunas veces. Y yo solo
me senté y me quedé quieto y me dije a mí mismo cobarde hasta que
llegó la mañana. Algunas veces es más que cobardía, me imagino. Creo a
veces que es algo que le advierte a uno, y lucha por uno. Pero, al final, me
sentía vil y miserablem, luego de aquella situación.
«Cuando hubo amanecido propiamente, abrí mi puerta, y, teniendo
siempre mi revólver a mano, caminé lentamente por el pasillo. Había
llegado a las escaleras, y en el camino, ¿a quién podía ver subiendo? Al
viejo mayordomo, que venía con una taza de café. Se había metido el
camisón de dormir dentro de sus pantalones y estaba calzado con un viejo
par de pantuflas.
«—¡Hola Peter! —le dije, sintiéndome de repente alegre; estaba tan
feliz como un niño perdido que se encuentra de pronto con un ser humano.
«El viejo dio un tropiezo y volcó un poco de café. Me miró fijamente y
pude ver que su mirada era cándida. Subió las escaleras y me dio la
bandeja, diciendo: —Es muy grato para mí que el señor esté seguro y
bien, por un momento temí que usted pudiera correr algún riesgo entrando
en el Cuarto Gris. Estuve despierto toda la noche, con el sonido de la
Puerta. Y cuando salió el sol, pensé que sería bueno hacerle un café. Me
imagino que querría ver los precintos, y creo que a es más seguro si somo
dos, señor.
«—Peter —dije— usted es un maestro. Es muy atento de su parte, —y
me tomé el café—. Vamos, —lo invité, y le devolví la bandeja—. vamos a
echar un vistazo a esos precintos, a ver si las Bestias dejaron alguno sano.
«—Estoy muy agradecido, señor. —replicó—. Los de carne y hueso no
podemos hacer nada, señor, contra el demonio; y eso es lo que está en el
Cuarto Gris después de la caída del sol.
«Examiné los precintos de todas las puertas, y solamente el de la
puerta del Cuarto Gris estaba roto; sin embargo la tarjeta que inserté en la
ranura de la llave no había sido tocada. La saqué y destrabé la cerradura,
abriendo la puerta y entrando cautelosamente, tanto como ustedes se
pueden imaginar. Pero no había nada que me pudiera asustar en la
habitación, estaba todo muy iluminado. Examiné todos mis precintos, y ni
uno había sido removido. El viejo mayordomo me siguió y, de repente,
exclamó: —Las ropas de cama, señor.
«Salté hacia la cama y eché un vistazo a todo; y, súbitamente, las
cobijas estaban tiradas en una esquina, a la izquierda de la cama. ¡Dios!
¡Pueden imaginar que raro me sentí! Algo había pasado en la habitación.
Me quedé un instante congelado, mirando las mantas, en el piso. No tenía
el mínimo deseo de ni siquiera tocarlas. El viejo Peter, sin embargo, no
pareció verse afectado. Se reclinó sobre los cobertores, y ya iba a
levantarlos del piso, como, indudablemente, había hecho durante cada día
de los últimos veinte años; pero lo detuve. No quería que nada fuera
tocado, hasta terminar mi exámen. Para ello tardé una hora entera, y
luego dejé que Peter enderezara la cama; luego de esto salimos y dejamos
la habitación bajo llave. Ya estaba poniéndome nervioso de nuevo.
«Di un pequeño paseo y luego desayuné; luego me sentí mejor, y
regresé al Cuarto Gris, y, con la ayuda de Peter, y una de las mucamas,
examiné lo que me faltaba, la cama y las pinturas. Revisé las paredes, el
piso y el cielo raso, con una lente, con martillo y demás; pero sin
encontrar nada sospechoso. Y puedo asegurarles, que estaba comenzando
a pensar que una cosa muy increíble se había liberado en la habitación
durante la noche anterior. Volví a precintar todo, nuevamente, y salí,
poniendo llave y precintando la puerta, de la misma manera que antes.
«Luego de la cena de esa noche, Peter y yo desempacamos algunas
de mis pertenencias, y fijé mi cámara y el flash enfrente del Cuarto Azul,
con una cuerda atada del gatillo del disparador al picaporte de la puerta.
De esa manera si la puerta realmente se abría, el flash se dispararía y
habría posiblemente, una muy extraña fotografía para examinar en la
mañana. La última cosa que hice, antes de irme, fue quitarle la tapa al
lente; luego de esto me marché a mi recámara, y me metí en la cama;
tenía la intención de levantarme a la medianoche, y para asegurarme de
esto, dispuse mi pequeña alarma para que me llame a tal hora; además
dejé mi candela encendida.
«El reloj me despertó a las doce, y me calcé las pantuflas y la bata de
dormir. También aparte mi revólver y lo puse en el bolsillo derecho; recién
luego abrí la puerta. Iluminé el corredor con la candela, a la que le había
removido un panel, de manera que tenía una luz más clara. Caminé por
todo el corredor con el mismo y lo deposité en el piso, a unos treinta pies
de mi cuarto, con el panel abierto mirando hacia mí, de manera que
pudiera ver cualquier cosa que se aproximase por el pasillo. Luego volví y
me senté en el portal de mi habitación, siempre con mi revólver a mano,
clavando la mirada en el lugar donde instalé mi cámara, frente al Cuarto
Gris.
«Podría decir que estuve vigilando ahí durante cerca de hora y media,
cuando, de repente, escuché un débil ruido, más allá del pasillo. De
inmediato fui consciente de una extraña sensación, como si tuviese un
escozor en mi nuca, y mis manos comenzaron a sudar un poco. Al
siguiente instante, del final del pasillo, vi el abrupto fogonazo del flash.
Luego fue la oscuridad, y miré fijamente hacia el corredor, escuchando
tensamente y tratando de descubrir que era lo que yacía frente al
resplandor de mi lámpara, que ahora parecía ridículamente oscurecida en
contraste al tremendo fragor del flash... Luego, mientras seguía atento y
escuchando, vino el batacazo de la puerta del Cuarto Gris. El sonido
retumbó en todo el largo pasillo, e hizo eco en todas las cavidades de la
casa. Les digo, me sentí horrible, como si mis huesos fuera agua. ¡Por
Dios! ¡Lo que vi y lo que escuché! Y entonces vino de nuevo —thud, thud,
thud, y luego un silencio que fue peor que el ruido de la puerta; me estaba
imaginando que alguna cosa brutal estaba allá, cuando de repente, mi
lámpara se apagó, y ya no podía ver ni a una yarda de donde estaba.
Comprendí que todo lo que había hecho hasta ese momento estaba mal,
sentado ahí, y salté. En ese momento creí escuchar un sonido en el pasillo,
y muy cerca mío. Así que retrocedí nuevamente, y me metí en mi
habitación, cerrando y trabando la puerta. Me senté en la cama mirando
fijamente la puerta. Tenía el revólver en mí mano; pero me pareció una
cosa abominablemente inútil. Sentía que había algo al otro lado de la
puerta. Por alguna misteriosa razón sabía que estaba presionando contra
la puerta, y era suave. Eso era lo que pensaba. La cosa más
extraordinaria.
«En ese momento marqué rápidamente un pentáculo con un trozo de
yeso en el piso encerado; y me senté ahí hasta el amanecer. Y todo el
tiempo, afuera, en el corredor, la puerta del Cuarto Gris se azotó a
intevalos graves y hórridos. Fue una noche brutal y miserable.
«Cuando amaneció, los portazos del Cuarto Gris comenzaron
gradualmente a medrar, y al final, recobré el coraje y salí al pasillo, que
estaba a media luz, y fui a tapar el lente de la cámara. Les confieso, no
hubiera querido hacerlo, pero de otra manera mi fotografía se hubiera
arruinado, y yo estaba tremendamente ansioso por revelarla. Regresé a mi
cuarto y me dediqué a restregar la estrella de cinco puntas sobre la que
había estado sentado.
«Media hora más tarde golpearon a mi puerta. Era Peter con el café.
Cuando lo hube bebido, ambos nos dirigimos hacia el Cuarto Gris. En
principio me di cuenta que los precintos de las demás puertas del pasillo
estaban intactos. El precinto de la puerta del Cuarto Gris estaba
nuevamente roto, y también el hilo que había atado al interruptor del
flash; sin embargo la tarjeta en el orificio de la cerradura aún estaba ahí.
La arranqué y abrimos la puerta. No se veía nada inusual hasta que llegué
a la cama; vi, tal y como en el día anterior, que las ropas de la misma
habían sido quitadas y amontonadas en la misma esquina, exactamente
donde habían sido encontradas la mañana anterior. Me sentí muy raro,
pero no me olvidé de chequear los precintos, solo para encontrar que ni
uno solo había sido removido.
«Luego me di vuelta y miré al viejo Peter, y el me miró a mí,
inclinando su cabeza.
«—Vámonos de aquí —le dije—. No es lugar para que ningún ser
humano entre, sin la correcta protección.
«Salimos y volví a cerrar y sellar la puerta.
«Luego del desayuno, revelé el negativo; pero la fotografía resultante
mostraba solamente la puerta del Cuarto Gris, entornada. Luego dejé la
casa, ya que necesitaba ciertas cosas e implementos que me podían ser
necesarios... para vivir, quizás para el alma, ya que mi idea era la de pasar
la siguiente noche en el Cuarto Gris.
«Regresé en un coche de alquiler, a eso de las cinco y media, con mis
aparatos, y junto con el chofer y Peter, los llevé al Cuarto Gris, donde los
amontoné cuidadosamente en el centro de la estancia. Cuando hubimos
subido todo el material, incluído un gato que compré, volví a cerrar y sellar
la puerta, y regresé a mi dormitorio, diciéndole a Peter que no me
esperara a cenar. Él respondió, —Sí, señor. —Y bajó las escaleras,
creyendo que yo iba a dar una vuelta, que era exactamente lo que yo
quería que creyera, ya que me imaginaba que iba a preocuparse
demasiado por mí, si sabía que era lo que intentaba hacer.
«Me llevé el flash y la cámara a mi habitación, y regresé rápido al
Cuarto Gris. Me encerré dentro, y comencé a trabajar, ya que tenía
muchas cosas que hacer antes que cayera la noche.
«Primero de todo, saqué todas los precintos y etiquetas del piso;
luego llevé al gato, aún metido en su canastita, y lo liberé dentro. Regresé
de nuevo al centro de la habitación, y tomé el diámetro de la misma, que
eran unos veintiún pies. Luego barrí con una escobita, y por último dibujé
un círculo con la tiza, teniendo cuidado de jamás pisar la línea. Alrededor
del mismo dispuse una ancha franja de ajo. Cuando terminé con esta tarea
tomé de entre mis avituallas en el centro, una pequeña jarra de cierta
agua. Retiré el parche y removí la tapa. Luego sumergí mi dedo índice
izquierdo en el agua, y rodeé el círculo de nuevo, haciendo el Segundo
Signo del Ritual Saaamaaa, y dibujando cada Signo lo más
cuidadosamente posible. Les confieso que me sentí más tranquilo cuando
hube terminado este círculo. Luego, desempaqué algunas otras cosas de
las que había comprado, y puse una vela en el "valle" de cada Arco del
Círculo... Al final de todo dibujé el Pentáculo, de manera que cada una de
los cinco puntos de la estrella defensiva tocaba el círculo de tiza. En los
cinco puntos puse cinco porciones de pan, cada una envuelta en lino, y en
los cinco "valles" ubiqué cinco jarras de agua, la misma que había utilizado
para confeccionar el "círculo de agua". Ahora había terminado mi primera
barrera protectora.
«Cualquier persona, excepto ustedes, que conocen bien mis métodos
de investigación, podrían considerar todo esto como algo inútil y
procedente de supersticiones estúpidas; pero recuerden el caso del Velo
Negro, en que creo que salvé mi vida gracias a una manera muy similar de
protección, en tanto que Aster, quien se mofó de todo esto, y no vino
conmigo, falleció. Lo leí del Sigsand MS, escrito si mal no recuerdo, en el
Siglo XIV. Al principio me imaginé que era solo una expresión de la
superstición de la época; y no fue hasta el año pasado en que se me
ocurrió probar este método de "defensa", como dije antes, durante el caso
del Velo Negro. Luego lo volví a utilizar varias veces, y siempre me
mantuvo seguro, hasta aquel caso, el de la Piel Móvil. Aquí la "defensa" fue
solamente parcial, y casi morí dentro del Pentáculo. Luego consulté los
experimentos del Profesor Garder con un médium. Cuando rodearon al
médium con una corriente, en vacío, él perdía su poder, casi como si lo
aislaran de lo Inmaterial. Esto me hizo pensar mucho; y así fue como
desarrollé estos Pentáculos Eléctricos, que son la más maravillosa
"defensa" contra ciertas manifestaciones. Uso la forma de la estrella para
la protección, debido a que no tengo duda que hay alguna virtud
extraordinaria en la vieja figura mágica. Algo curioso para que admita un
hombre del Siglo XX, ¿no es así? Pero, como ustedes saben, nunca lo hice
y nunca lo haré, permitirme a mí mismo quedar ciego por una risa
miserable. ¡Yo hago preguntas, y mantengo mis ojos abiertos!
«En este último caso no tenía muchas dudas al respecto si había algún
monstruo sobrenatural, y por lo tanto tenía que tomar todo posible
recaudo. El peligro era abominable.
«Me fijé que el Pentáculo Eléctrico tuviese todos sus puntas y "valles"
coincidiendo con los del pentagrama sobre el piso. Luego conecté la
batería, y al siguiente instante comenzó a brillar un pálido resplandor
proveniente de los tubos catódicos que había puesto.
«Miré a mi alrededor, con algo de alivio, y comprendí súbitamente que
el polvillo que había detrás mío no tenía un buen aspecto; la ventana era
gris. Di una vuelta por la gran habitación, fuera de la doble barrera de
electricidad y luz de vela. Y tuve un abrupta y extraordinaria sensación de
que había algo extraño sobre mí, en el aire; un sentido de algo inhumano
e inminente. El cuarto apestaba a ajo, un aroma que odio.
«Revisé la cámara y el flash, y vi que estaba en orden. Chequeé mi
revólver, cuidadosamente; de todas maneras pensaba que no iba a ser
necesario. En qué medida era posible la materialización de una criatura
innatural, dadas condiciones favorables, nadie podía decirlo, y yo mismo
no tenía idea que horrible cosa iba a tener que ver, o que terrible
presencia iba a sentir. O quizás tendría que luchar contra un monstruo
materializado. No lo sabía, y solamente prepararme. Todavía no podía
olvidar a esas tres personas que fueron estranguladas en la cama cercana
a mí, y los fuertes portazos que escuché por mí mismo. Y tampoco tenía
duda que estaba investigando un caso peligroso y feo.
«La noche cayó; sin embargo el cuarto estaba bastante iluminado por
las velas; yo estaba permanentemente mirando por encima de mi hombro,
en todo momento, y para todos lados. Era un trabajo bastante
intranquilizante el de esperar que esa cosa comenzara. De repente, me di
cuenta de una pequeña y fría brisa de viento, que venía desde atrás mío.
Comencé a sentir un frío escozor a lo largo de toda mi espina, pero igual
me di vuelta e intenté mirar de dónde venía el extraño fresco. Me pareció
como si brotara de una de las esquinas de la habitación, a la izquierda de
la cama, el mismo lugar donde habíamos encontrado las mantas
convertidas en un montón retorcido. Seguía sin poder ver nada inusual; no
había aberturas, ¡nada!
«Al mismo tiempo me di cuenta que todas las velas se agitaban por
este viento innatural... creo que me puse en cuclillas y quedé quieto
mirando, horriblemente asustado, durante algunos minutos. ¡No soy capaz
de decirles a ustedes que tan desagradable y horrible fue sentir ese viento
frío y perverso! Entonces, ¡flick! ¡flick! todas las velas a mí alrededor se
habían extinguido, y allí estaba yo, encerrado y sellado en esta habitación,
con nada de luz más que la débil luminosidad del resplandor azulado del
Pentáculo Eléctrico.
«El momento de tensión pasó, y aún sentía el viento sobre mí;
súbitamente, me di cuenta que algo se estaba batiendo en la esquina, a la
izquierda de la cama. Era conciente de ello, lo sabía interiormente, como
por intuición, no veía ni oía nada. Con el corto radio de la luminosidad del
Pentáculo no podía ver mucho, pero igualmente notaba que algo
comenzaba a crecer a mi vista, una especie de sombra móvil, un poco más
oscura que las sombras circundantes. La perdí entre la vaguedad, y por un
momento o dos miré de un lado a otro, con una nueva sensación de
peligro inminente. Luego mi atención fue dirigida a la cama. Todas los
cobertores, frazadas, sábanas, fueron arrebatados, con un tipo de
movimiento entre furtivo y de odio. Escuché el lento jaleo y arrastre de la
tela; pero no podía ver nada de lo que estaba pasando. Estaba conciente
que de alguna manera la "cosa" estaría sobre mí; aún mí mentalidad fría
se mantenía, lo suficiente como para sentir que mis manos estaban
empapadas de un sudor frío, y para tomar mi revólver, no sin antes
restregar mi mano derecha por mi rodilla, como para secarla un poco.
Durante ese tiempo jamás quité mi atención y mi vista de aquellas ropas
movientes.
«Los lánguidos ruidos de la cama cesaron de una vez, y se produjo el
mayor de los silencios, solamente roto por el regurgitar de la sangre en mi
cabeza. Inmediatamente después escuché de nuevo el sonido de los
cobertores de la cama siendo arrastrados. En el medio de mi tensión
recordé la cámara, y traté de alcanzarla. Aunque sin poder llegar a ver la
cama. En ese momento la totalidad de las cobijas de la cama fueron
removidas con extraordinaria violencia, y escuché el ruido que hicieron al
caer pesadamente en la esquina del cuarto.
«Luego hubo un momento de absoluta quietud, que duró un par de
minutos; y ustedes se pueden imaginar lo mal que la pasé. ¡Las ropas de
la cama habían sido arrancadas con tal salvajismo! ¡Y si hacía lo mismo
conmigo!
«Abruptamente, sobre la puerta, escuché un ruido sordo, una extraña
especie de sonido. Un gran nerviosismo me arrasaba, helándome la
espalda y la nuca; era el precinto que había sido forzado. Algo había ahí.
No podía ver la puerta y me es imposible decirles que tan poco veía, y que
tanto me imaginaba.... En aquel momento me pareció que algo oscuro y
borroso se movía y vacilaba entre las sombras.
«Caí en cuenta que la puerta estaba abierta, y con un esfuerzo volví a
intentar alcanzar la cámara; pero antes de lograrlo, la puerta fue azotada
con un terrible choque que resonó en toda la habitación como un trueno.
Salté como un niño asustado. Parecía haber una gran fuerza tras el ruido,
era algo tan vasto. ¿Pueden comprenderme?
«La puerta no volvió a ser tocada, pero acto seguido, escuché crujir la
canasta, en la que estaba el gato. Sabía que estaba por saber
definitivamente si la cosa era peligrosa para la Vida. Del gato surgió un
horrible aullido, que cesó en forma abrupta. En ese momento pude
alcanzar el flash. En la gran luminosidad vi la canasta volcada y su tapa
abierta, y el gato yaciendo medio cuerpo afuera y medio adentro. No vi
nada más, pero ahora estaba seguro que estaba en presencia de algún
tipo de Ser o Cosa que tenía el poder de destrucción.
«Durante los siguientes dos o tres minutos hubo una bizarra y
apreciable quietud en la habitación, y ustedes ya habrán especulado que
yo estaba medio cegado por el resplandor del flash, así que el lugar entero
me parecía tan negro como la oscuridad más absoluta. Les aseguro que
fue de lo más horrible, estando arrodillado dentro de la estrella y dando
vueltas en espiral, tratando de ver o percibir cualquier cosa que intentara
acercarse a mí.
«Mi visión regresó gradualmente, y bruscamente vi la cosa que estaba
buscando, cerca de mí "círculo de agua". Era grande y borrosa, y fluctuaba
curiosamente, tal como la sombra de una gran araña queda suspendida en
el aire, más allá de la barrera. Rodeaba ligeramente el círculo, y parecía
como si estuviera probando todo contra mí; pero retrocedió con un
extraordinario movimiento espasmódico, tal y como haría un ser humano
si de repente tocara una reja incandescente.
«Se movía a mi alrededor y yo me movía también. Entonces, en
frente a uno de los "valles" en el pentáculo, pareció detenerse, como si
estuviera en el preliminar de un tremendo esfuerzo. La cosa parecía estar
solidificándose y tomando forma. Me pareció que había detrás de esto una
determinación maligna que tendría éxito. Yo estaba arrodillado, y
retrocedí, cayendo sobre mi mano izquierda y sobre mi cadera, en un
salvaje esfuerzo en retroceder de la cosa, que estaba avanzando cada vez
más. Con mi mano derecha tenía locamente asido mi revólver. La cosa
brutal venía derecho hacia mí, sobre el ajo y el "círculo de agua", casi
llegaba al pentáculo. Creo que grité. Entonces, súbitamente, la cosa
pareció retroceder, como expelida por alguna fuerza y poderosa.
«Debieron pasar algunos minutos hasta que me sentí seguro; y luego
me sentí en el medio del pentáculo, horriblemente ido y temblando, y
mirando para todos lados, pero la cosa se había desvanecido. En ese
momento supe algo, que era que el Cuarto Gris estaba encantado por una
mano monstruosa.
De improviso, mientras seguía arrodillado ahí, vi que era lo que había
posibilitado al monstruo una apertura a través de la barrera. En mis
movimientos dentro del pentáculo, sin querer, había movido una de las
jarras de agua; por donde la cosa había hecho su ataque, la jarra que
guardaba el "valle" estaba movida hacia un lado, y esto había dejado una
de las "cinco puertas" sin resguardar. La posicioné en su lugar
nuevamente, y me sentí seguro una vez hecho esto, ya que había
comprobado que la "defensa" aún era efectiva. Y ahora tenía la esperanza
de ver llegar la luz del día.
«Cuando veía aquella cosa, tan cercana a mí, tenía una desagradable
y agobiante sensación de que las "barreras" no podían mantenerme seguro
a lo largo de toda la noche con esa Fuerza. ¿Pueden comprenderme?
«Por un largo tiempo no pude ver la mano; pero, claramente, creo
haber visto, una o dos veces, una extraña fluctuación, sobre las sombras
cercanas a la puerta. Un poco después, como si fuera un arrebato de odio
y malignidad, el cuerpo muerto del gato fue levantado de la canasta y
golpeado una y otra vez contra el piso sólido. Eso me hizo sentir muy raro.
«Un minuto después, la puerta se volvió a abrir y se azotó dos veces,
con tremenda fuerza. Al siguiente instante, la cosa se lanzó como un dardo
contra mí, desde las sombras. Instintivamente yo estaba perpendicular a
ella, y saqué mi mano del Pentáculo Eléctrico, donde, durante un momento
de descuido, la apoyé. El monstruo fue nuevamente rechazado por la
vecindad de los pentáculos; debido a mi tontería inconcebible, le había
dado una segunda chance para traspasar las barreras. Puedo decirles que
estuve temblando por un rato, con total acobardamiento. Me moví
nuevamente al centro del pentáculo, y me arrodillé ahí, tratando de
hacerme lo más pequeño y compacto posible.
«Cuando descendí, vino a mí un vago asombro de los dos "accidentes"
que estuvieron a punto de permitirle a la cosa brutal que me atacara.
¿Estaba siendo influenciado para llevar a cabo acciones involuntarias que
me pusieran en peligro? El pensamiento me tomó, y comencé a observar
cada uno de mis movimientos. Intempestivamente extendí una de mis
cansadas piernas y volteé una de las jarras de agua. Parte del contenido
se derramó; pero gracias a mi celosa vigilancia, fui rápidamente, la levanté
y volví a poner en la posición correcta, dentro del "valle", con el agua
remanente. Habiendo hecho esto la vasta y oscura mano semimaterializada
se acercó a mí en las sombras, y pareció brincar casi sobre
mi rostro; pero por tercera vez fue catapultada por alguna enorme fuerza.
Aparte del susto y el sobrecogimiento en que me encontraba, tuve un
momento de vacío espiritual, como si alguna delicada y bella virtud interior
estuviera sufriendo. Fue más atroz que sufrir el peor de los dolores físicos.
Sabiendo de esto, por un largo tiempo estaba más atemorizado por la
brutalidad de esta Fuerza sobre mi espíritu que por la cercanía y
proporción del peligro.
«Volví a arrodillarme en el centro del pentáculo, vigilándome a mí
mismo con más pavor, casi, que con el que observaba los atisbos del
monstruo; ahora a no ser que me guarde a mí mismo de estos súbitos
impulsos, simplemente iba a cooperar con mi propia destrucción. ¿Ven lo
horrible que era todo?
«Pasé el resto de la noche en un estado de pánico enfermizo, y tan
tenso que no podía hacer un solo movimiento en forma natural. Tenía
mucho temor de que cualquier deseo de acción que tuviera pudiera ser
promovido por la Influencia, que yo sabía que estaba obrando sobre mí. Y
en el exterior de la barrera esa cosa horrorosa que daba vueltas y vueltas,
arrebatando el aire en torno mío. Dos veces más el cuerpo del gato muerto
fue removido. La segunda vez, escuché cada uno de sus huesos crujir y
chasquear. Y todo ese tiempo el horrible viento soplaba sobre mí desde la
esquina del cuarto, a la izquierda de la cama.
«Entonces, cuando las primeras luces del amanecer irrumpieron en el
cielo, el viento cesó, en un momento, y no pude ver rastros de la mano. El
sol salió lentamente, y en breve la luz cenicienta bañó toda la estancia,
haciendo que la pálida luminiscencia del Pentáculo Eléctrico pareciera más
fantasmagórica. Aunque hasta que no fuera de día completamente, no iba
a hacer ningún intento por abandonar los límites de la barrera, ya que no
lo sabía, pero debía de haber alguna estrategia fuera, con la súbita
detención del maligno viento, para atraerme fuera del pentáculo.
«Al final, cuando las luces del día ya eran fuertes y brillantes, di un
último vistazo a toda la habitación, y fui hacia la puerta. Estaba sin llave,
la abrí y caminé hacia mi habitación, no sin haberla cerrado con llave. Me
acosté y traté de calmar mis nervios. Peter llegó al rato, con el café, y
cuando lo hube bebido, le dije que tenía la intención de seguir durmiendo,
ya que había estado despierto toda la noche. Él se llevó la bandeja y salió
silenciosamente, y luego de poner llave a mi puerta, me tiré a dormir.
«Me levanté cerca del mediodía, luego comí algo, y volví al Cuarto
Gris. Apagué la corriente del Pentáculo, que había dejado encendida en mi
apuro; también retiré el cuerpo del gato. Ustedes comprenderán que no
quería que nadie viera al pobre animal. Luego de eso, busqué en la
esquina, donde las ropas de la cama habían sido arrojadas. Hice varios
agujeros, y probé, pero sin encontrar nada. Entonces se me ocurrió
intentar con mi instruental bajo el zócalo. Lo hice, y escuché que el
alambre chocaba contra algo metálico. Deslicé el gancho para ver si
pescaba la cosa. Con el segundo intento lo tuve. Era un objeto pequeño, y
lo llevé para la ventana. Era un curioso anillo, hecho con algún metal
parduzco. Lo curioso sobre este anillo era que estaba hecho en la forma de
un pentágono; eso era, la misma forma que había en el interior del
pentáculo mágico, pero sin los "montes" que formaban las puntas de la
estrella defensiva. No tenía burilados ni laminados de ningún tipo.
«Ustedes se imaginarán que estaba muy excitado, ya que estaba
seguro que tenía en mi mano el famoso Anillo de la Ventura de la familia
Anderson; que por supuesto, estaba íntimamente conectado con la historia
del encantamiento. Este anillo fue pasado de padre a hijo a través de
generaciones, y siempre, en obediencia de algunas tradiciones familiares,
cada hijo prometía jamás ponérselo. El anillo, les puedo decir, había sido
comprado por un caballero de las Cruzadas, bajo unas muy peculiares
circunstancias; pero la historia es muy larga como para contárselas ahora.
«Parece que el joven Sir Hulbert, un ancestro de Anderson, hizo una
vez una apuesta, estando ebrio, de que él podía ponerse el anillo esa
misma noche. Lo hizo, y en la mañana su hija y esposa fueron encontradas
estranguladas en la cama, en el mismo cuarto en que yo estuve. Mucha
gente, según parece, creyó que Sir Hulbert era responsable de haber
asesinado a estas personas estando borracho; y él, en un intento de
probar su inocencia, pasó una segunda noche en el cuarto. También fue
estrangulado. Desde entonces, nadie volvió a pasar la noche en el Cuarto
Gris, hasta que yo lo hice. El anillo había estado perdido desde entonces, y
se llegó a convertir en un mito; y fue de lo más extraordinario estar ahí
con la verdadera sortija en mi mano, como ustedes comprenderán.
«Mientras estaba ahí, mirando el anillo, tuve una idea. Suponiendo
que esta fuera, de alguna manera, una entrada, ¿se dán cuenta lo que
quiero decir? Una especie de boquete en los límites del mundo. Era una
idea muy rara, lo se, pero el viento venía de la misma esquina de la
habitación en que encontré el anillo. Pensé mucho acerca de ello. La
forma, el interior del pentáculo, no tenía "montes", y recordé el Sigsand
MS. que dice: "Los montes son vuestras Cinco Colinas de seguridad. Si los
rompéis estáis dando poder al demonio; dándole un favor al Ser Maléfico."
La forma del anillo era significativa, y tomé la determinación de realizar
una prueba.
«Deshice mi pentáculo, ya que debe ser renovado y rehecho con
anterioridad de utilizarlo como protección. Luego salí, cerré la puerta y
Iuego salí de la casa, para hacer ciertas diligencias, ya que ninguno de los
implementos para hacer el pentáculo debían ser utilizados por segunda
vez. Regresé a eso de las siete y media, y tan pronto como las cosas que
compré fueron llevadas hasta el Cuarto Gris, despedí a Peter tal y como la
noche anterior. Cuando hubo bajado las escaleras, me metí en el cuarto y
cerré y sellé la puerta. Fui al mismo lugar, en el centro de la habitación
donde habían dejado todas las cosas, y me puse a trabajar a toda
velocidad para construir una barrera alrededor mío y del anillo.
«No se si se los expliqué antes, pero tenía la convicción de que si el
anillo era en alguna forma un "medium" de admisión, me podía meter con
él en el Pentáculo Eléctrico y su poder sería, para decirlo de algún modo,
aislado, ¿lo entienden? La Fuerza, que se hacía visible como una Mano,
estaba imposibilitada de ingresar dentro de la Barrera que separaba lo
normal de lo anormal; pero ahora su entrada sería removida.
«Como les decía, trabajé a toda velocidad para terminar la barrera
alrededor mío y del anillo, y se hizo tarde cuando me di cuenta que estaba
en un cuarto "desprotegido". Además tenía la sensación de que haría un
gran impulso para recuperar el anillo, que le era necesario para la
materialización. Ahora verán si yo estaba en lo cierto.
«Terminé las barreras luego de una hora de trabajo, y se imaginarán
el respiro que di cuando vi la lívida luz del Pentáculo Eléctrico una vez más
sobre mí. Desde ese momento, pasaron unas dos horas, y estuve sentado
en silencio, mirando hacia la esquina desde la que provenía el viento. Eran
cerca de las once cuando un extraño presentimiento me atacó; sentía
como si algo estuviese cerca mío; sin embargo nada pasó durante la
siguiente hora. Entonces, de improviso, sentí el frío, y noté el extraño
viento que soplaba de nuevo. Para mi sorpresa provenía desde detrás mío,
y me di vuelta con un temblor de miedo. El viento me daba en la cara.
Estaba soplando desde el piso a mí lado. Clavé los ojos en el suelo en
medio de una nueva confusión de pavor. ¡Qué había hecho ahora! El anillo
estaba ahí, cerca mío, en el mismo lugar donde lo había puesto. De
pronto, mi desconcierto fue mayúsculo, cuando noté que había algo
extraño acerca del anillo. Como unos movimientos de sombras, y
convulsiones. Las miré, como estupidizado. Y entonces fue que caí en
cuenta que el viento eestaba soplando hacia mí, desde dentro del anillo.
Un extraño y borroso humo estaba siendo visible, que parecía brotar desde
la sortija misma, y mexclarse con las sombras móviles. De pronto
comprendí que estaba en un peligro mortal, el peor de todos, ya que las
sombras convulsionantes que brotaban del anillo estaban tomando forma,
y la mano de muerte se estaba formando dentro del Pentáculo. ¡Mi Dios!
¡Pueden imaginárselo! Había puesto la entrada dentro del Pentáculo, y la
bestia estaba materializándose en el mundo real, como el humo que sale
de una pipa.
«Creo que debí arrodillarme por un momento presa del más terrible
de los terrores. Hasta que, con un enloquecido y torpe movimiento, tomé
el anillo, intentando arrojarlo fuera del Pentáculo. Pero me eludía, como
movido por una fuerza invisible, que lo sacudía para aquí y para allá. Al
final lo agarré, y en el mismo instante, algo me lo arrebató con increíble y
brutal fuerza. Una sombra grande y oscura lo cubrió, y lo levantó en el
aire, viniendo hacia mí. Vi que esa sombra era la mano, grande y perfecta
en forma. Pegué un grito de locura, y salté sobre el Pentáculo y el círculo
de velas encendidas, y corrí desesperadamente para la puerta. Palpé a
tientas como un idiota en busca de la llave, todo el tiempo mirando
fijamente, con un miedo cercano a la locura, hacia las Barreras. La mano
venía en picada hacia mí; y tal como no podía ser capaz de pasar las
fronteras del pentáculo, cuando estaba fuera, ahora, que estaba dentro, no
tenía la fuerza necesaria para salir. El monstruo estaba encadenado, tal y
como cualquier bestia podría estar con cadenas remachadas sobre ella.
«A pesar de haber tenido un atisbo de esta circunstancia, estaba muy
excitado y nervioso como para razonarlo; y en el momento que di con la
llave y la giré, abrí la puerta y la cerré con un sonoro portazo. La trabé y
volví a mi cuarto, tan alterado y tembloroso que no podía siquiera estar
sentado. Me encerré y dejé la vela encendida; y me acosté en la cama,
quedándome quieto por una hora o dos, hasta que me tranquilicé.
«Dormí un poco más tarde, pero me desperté cuando Peter me llevó
el café. Cuando lo terminé, me sentí mucho mejor, y, junto con el viejo,
fuimos a mirar al Cuarto Gris. Abrí la puerta y miré furtivamente. Las
candelas aún estaban ardiendo, contra la luz del día, y detrás estaba la
pálida luminiscencia del Pentáculo Eléctrico. En el medio estaba el anillo...
la entrada del monstruo, tirado en el piso como cualquier cosa ordinaria.
«Nada había sido alterado en la habitación, y me di cuenta que la
bestia jamás pudo cruzar el Pentáculo. Luego salimos y volví a cerrar la
puerta.
«Luego de dormir algunas horas más, dejé la casa. Regresé en la
tarde, en un taxi. Conmigo llevaba un mechero y dos cilíndros conteniendo
hidrógeno y oxígeno. Los llevé al Cuarto Gris, y ahí, en el centro del
Pentáculo Eléctrico, erigí los pequeños hornos. Cinco minutos después el
Anillo de la Ventura, una vez de la "ventura" y ahora de la "maldición", de
la familia Anderson, ya no era más que un salpicón de metal fundido.»
Carnacki palpó su bolsillo, y sacó algo envuelto en papel de tisú. Me lo
mostró. Lo abrí y encontré un pequeño círculo de metal oscuro, algo como
plomo, solo que más duro y brillante.
—¿Y bien? —le pregunté, luego de examinarlo y pasarlo a los otros—.
¿Terminó el encantamiento?
Carnacki movió su cabeza.
—Sí, así es. Dormí tres noches en el Cuarto Gris antes de marcharme.
El viejo Peter casi se desmaya cuando supo lo que quería hacer; pero la
tercer noche pareció comprender que al fin la casa esta libre de
encantamientos y era como cualquier casa ordinaria. Y creo, que en el
fondo, el apenas lo admite.
Carnacki se levantó y comenzó a darnos la mano.
—¡Fuera! —nos dijo, genialmente, y en brevenos fuimos,
reflexionando, en el camino a nuestras casas.
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